miércoles, 30 de septiembre de 2015

Kikí Dimulá -Septiembre

Kikí Dimulá, Atenas, 6 de junio 1931
Versión Nina Anghelidis y Carlos Spinedi


Septiembre
                                     28-9-1985

Septiembre sí septiembre es este
nudo en la garganta el pegadizo recuerdo que
impide tragar los sólidos ausentes
el decaimiento la languidez que vacían el cuerpo
en una fuga colmada de orificios,
la acidez de sueños famélicos en el estómago,
los sin ritmo apagados puños del pulso
-qué crees, de tal modo se detienen
y a veces terminan las bromas sangrientas.

Chatas las cafeterías sobre la vereda.
Aceite la quietud.
Firme el amargo de mi café
lejos de esa azúcar cargosa
-una costumbre lo indispensable, la eliminas.
Tintineo de monedas en el pasillo del organista.
El piadoso septiembre deja caer sus hojas.

Sí, septiembre. El vil miserable mes
el odioso avaro mes –te brindó
tan sólo la mitad y su otra mitad, la mejor
-más grande que la tuya- con engaño
la arrebataron los vivos.

Sí. Pero hoy él estaba irreconocible.
Idéntico a un inocente desconocido.
Inmaterial y, sin embargo, vanidosamente presumido
mientras lo empalagaba un calor* más corpulento
un calor involuntario –lo había violado en el vacío,
desalquilado fin de agosto.
Su opacidad era tan cargosa como el pecado,
su instante tan impetuoso como un gran amor,
tan obstinada la costosa
agua de colonia que tenía puesta –de algún lejano rocío
tan insistentemente mundano su nombre
que para no ofenderlo
yo te había olvidado.

Que la suerte acompañe al gitanito vendedor de unos
culposos pañuelos de papel –de segunda selección-
empapados mis ojos.



*Calor en griego es de género femenino.

lunes, 28 de septiembre de 2015

Edmond Jabès -El instante de después

Edmond Jabès, El Cairo, 16 de abril 1912 - París, 2 de enero 1991
Traducción Jorge Fondebrider


El instante de después

1
             “El ojo capta lo que va a suprimir. No puede percibir lo que
  escapa a la muerte y es invisible”, decía él.

              “El ojo es humano. El ojo hizo a Adán mortal.”
              “Cuando Adán abrió los ojos, Dios tembló.”
              “La caída de Adán es el triunfo del ojo.”
              “Dios no tiene mirada”, decía él todavía.

                Dios sabe: El es ciego. El hombre aprende a conocer lo que
   sus ojos suprimen. Todo conocimiento pasa por la elección. La elec-
   ción es garante del asesinato.

               “No matarás”, manda Dios. ¿Esperaba El que el hombre vol-
   viera a ser ciego?

               “Ah Señor, ¿por qué hacer de mí un asesino, dotándome del
  sentido de la vista y luego condenarme a causa de mis ojos abiertos?”
  había escrito un rabino encontrado poco después de que fuera escrita
  la última página del Libro de las preguntas.

               “Dios creó el mundo a la medida de la mirada de la creatura a
  fin de que murieran las unas por las otras”, había anotado él.
               “Dios creó el mundo, es decir Dios Se creó para afrontar la
  mirada del hombre y develar Su poderío escapándosele”, había ano-
  tado él por otro lado.

                La mejor prueba de amor que podía dar a Dios la creatura fue
  aceptar su Invisibilidad.

                El mundo se apagará con el ojo. Todo habrá sido dicho, como
  al principio.

2

               “…la apertura mortal del ojo.”
                                                       Jacques Derrida.

3

              El ojo es la página blanca. Sucumbe la mirada.

              Harás de lo que veas tu escritura y de lo que te ve, tu lectura.

              El ojo es olvido. A la vez, olvido de las cosas vistas y mirada tú
     del olvido.

             No harás nada. Te disgregarás.                          

sábado, 26 de septiembre de 2015

Mario Luzi, -Cerca del Bisenzio

Mario Luzi, Castello, 20 de octubre 1914 – Florencia, 28 de febrero 2005
Versión Diego Bentivegna


Cerca del Bisenzio 

La niebla congelada cubre la represa de la curtiembre
y el sendero que bordea la orilla. Salen cuatro,
no sé si los he visto o no los he visto antes,
lentos en su andar, lentos también cuando me detienen
                frente a frente.
Uno, el más trabajado por el ansia y el más indolente
se para frente a mí y me dice: “¿Tú? No eres de los nuestros.
No te quemaste como nosotros en el fuego de la lucha
cuando éste abrasaba, y ardían en la hoguera el bien y el mal”:
Lo miro fijo, sin dar una respuesta, en sus ojos marchitos,
                 débiles,
y capto, mientras mueve el labio de abajo, una inquietud.
“Solo hubo un tiempo para redimirse”, y aquí el temblor
se vuelve un tic convulsivo, “o para perderse, y fue aquel
                 tiempo”.
Los otros, obligados a hacer una pausa imprevista,
muestran signos de fastidio, pero no suspiran,
mueven los pies con cadencia contra el frío,
y mastican chicle mirándome a mí o a nadie.
“¿Acaso eres mudo?”, protestan los labios atormentados,
mientras él se va abajo y retrocede
frenético, varias veces, hasta que queda más allá,
quieto, abrazado a un palo, mirándome
entre irónico y furioso. Y espera. El lugar,
poco visible, está desierto;
la niebla presiona con fuerza a las personas
y no deja ver sino la tierra sucia del dique
y el cigarro, la planta ancha de las fosas que rezuma moco.
Y yo: “Es difícil explicártelo. Pero tienes que saber que
                   el camino
era para mí más largo que para ustedes;
pasaba por otros lugares”, “¿Por qué lugares?”
Como yo no respondo,
me mira un largo tiempo y me lanza: “¿Por qué lugares?”
Uno de los compañeros se balancea, otro apoya todo su cuerpo
                  sobre las pantorrillas,
todos mastican chicle y me miran, a mí o al vacío.
“Es difícil, es difícil explicarte.”
Hay un largo silencio,
mientras todo se detiene,
mientras el agua de la curtiembre susurra.
Luego me dejan allí, y yo los sigo a cierta distancia.
Pero uno de ellos, el más joven, me parece, el más dubitativo,
se hace a un lado, se detiene en el borde de hierba y me espera,
mientras los sigo lentamente, devorados por la niebla. A solo
                    un paso,
pero sin detenerme, nos miramos,
luego, mientras baja la mirada, él tiene una sonrisa de enfermo.
“Oh, Mario”, dice y se me pone al lado
en esa calle que no es una calle
sino un trazo tortuoso que se pierde en el barro,
“mírate, mira a tu alrededor. Mientras piensas
y haces concordar las esferas del reloj de la mente
con el movimiento de los planetas en un presente eterno
que no es el nuestro, que no está ni aquí ni ahora,
date vuelta y mira en qué se ha transformado el mundo,
pon tu mente en aquello que este tiempo te reclama,
no la profundidad, no el arrojo,
sino la repetición de palabras,
la mímesis sin por qué ni cómo
de los gestos en los que se desata nuestra multitud
mordida por la tarántula de la vida, y basta.
Dices que apuntas alto, más allá de las apariencias,
y no sientes que eso es demasiado. Demasiado, entiendo,
para nosotros que somos después de todo tus compañeros,
jóvenes pero desgastados por la lucha y más que por la lucha,
                      por su falta humillante.”
Escucho los pasos en la niebla de los compañeros que se
                     eclipsan,
y esta voz que viene rasgada, rota en un jadeo.
Respondo: “También trabajo para ustedes, por el amor
                      de ustedes”.
Él calla un poco, como para recibir esta piedra en cambio
del saco doloroso vaciado a mis pies y desparramado.
Y, como yo no digo nada, agrega: “Oh, Mario,
qué triste es ser hostiles, decirte que rechazamos la salvación,
ni comemos el alimento que nos traes, decirte que eso nos
                       ofende”:
Dejo que se aplaque poco a poco su respiración entrecortada
                    por el esfuerzo
mientras los pasos de los compañeros se aplacan,
y sólo el agua de la curtiembre susurra de cuando en cuando.
“Es triste, pero es nuestro destino: convivir en un mismo tiempo
                    y lugar
y hacernos la guerra por amor. Comprendo tu angustia
pero soy yo el que pago toda la deuda. Y he aceptado esa suerte”.
Y él, ahora perdido e indignado: “¿Tú, tú solamente?”
Pero luego renuncia al desahogo, me aprieta la mano con las
                   suyas que tiemblan
y agita la cabeza: “Oh, Mario, pero es terrible, es terrible que no
                   seas de los nuestros”.
Y llora, y también yo lloraría
si no fuese porque debo mostrarme hombre ante él que ha visto
                   unos pocos.
Luego se va, absorbido por la niebla del sendero.
Me quedo allí, y voy midiendo lo poco que se dijo,
lo mucho que se ha oído, mientras el agua de la curtiembre
                  murmura,
mientras zumban hilos altos en la niebla sobre los palos y
                  las antenas.
“No podrás juzgar estos años vividos con el corazón duro,
me digo, podrán hacerlo los otros en un tiempo diferente.
Ruega para que su alma esté desnuda
y su piedad sea más perfecta”.


jueves, 24 de septiembre de 2015

Aldo Pellegrini -Mármoles

Aldo Pellegrini, Rosario, 20 de diciembre 1903 - CABA, 30 de abril 1973


Mármoles

Nadie podrá olvidar
la voz velada del arqueólogo en cuclillas
buscando entre antiguas ruinas
las huellas de la angustia de los siglos
hundidas en la arena
sólo prosperan las prostitutas petrificadas
que conservan a través de los siglos
un inagotable deseo de amor
la voz velada y lejana busca lo viviente en lo
muerto
a la sombra de la voz
la más deliciosa de las doncellas se desnuda de sus
heridas
           
piadosamente
cae una noche rota
piadosamente
sopla sobre los antiguos mármoles
el gran viento de los acoplamientos
en cada instante nacen y mueren de un modo
infinito
seres invisibles que fecundan al tiempo
la voz lejana llama            
al misterio derramado entre los monumentos
arqueológicos
una tempestad de mordiscos
hace sangrar los mármoles
sangre coagulada del tiempo inalcanzable
sangre inalcanzable del vacío.
           

martes, 22 de septiembre de 2015

Carlos Spinedi -Asedio

Carlos Spinedi, Santa Cruz, 28 de octubre 1928 – CABA, 29 de julio 2015


Asedio
                                       “…y se llena de sombras el ladrar de los perros”
                                                                 Virgilio – La Eneida- Canto VI

El asedio al castillo
dura ya demasiados años
y las grietas
-labradas por el viento y el agua-
minan los cimientos
allí donde el liquen prospera.
Está cerca el derrumbe
de ese anillo sin luz que es la muralla.
Incansable el ariete de los días
golpea
cada sillar de los bastiones
mientras la paciencia espera entrar
por ellos a degüello.

Esta noche de paupérrima luna
la oscuridad urde la trama
del renovado asalto.
Sin cautela
una por una de perfil las sombras
invaden el alcázar
ningún guardia las oirá destrabar
los débiles cerrojos
de la traición o la desesperanza

total será / es la sorpresa:
no hay nadie en el reducto
sólo el frío de los muros
un banco inútil

y el viejo cinturón de castidad
con su llave encastrada
junto a un mensaje de adiós
que sabe a bienvenida.

domingo, 20 de septiembre de 2015

William Butler Yeats -La mosca de patas largas

William Butler Yeats, Dublín, 13 de junio 1865 – Francia, 28 de enero 1939
Versión Eduardo D´Anna


La mosca de patas largas

Esa civilización no va a naufragar
aunque haya perdido su gran batalla,
tranquilicen al perro, aten al pony
en un poste alejado; nuestro amo
César está en la tienda, con los mapas
desplegados, con sus ojos fijos en nada,
con una mano en su barbilla.
Como una mosca de patas largas en la corriente
su mente se mueve sobre el silencio.

Para que ardan las torres hasta la cima
y los hombres recuerden su rostro,
ve más despacio, si hay que moverse
en este solitario sitio, que ella piensa
-es tres partes niña; mujer, una-
que nadie mira; sus pies zapatean
pasos todos mezclados, de la calle.
Como una mosca de patas largas en la corriente
su mente se mueve sobre el silencio.

Para que las muchachas ya púberes
hallen a su primer Adán en su mente,
cierra la puerta de la capilla papal,
deja a esas niñas afuera, Miguel Ángel
está ahí reclinado en su andamio.
Haciendo el ruido que hace un ratón
sus manos van moviéndose aquí y allá.
Como una mosca de patas largas en la corriente
su mente se mueve sobre el silencio.




viernes, 18 de septiembre de 2015

Susana Szwarc -Trozos

Susana Szwarc, Quitilipi, Chaco, 29 de mayo 1954


Trozos

El ojo hacia ahí: el lomo
brilla como el oro.
El ojo se tienta: ¿lomo
de vaca? ¿Oro de yegua?
¿Lomo de ave?
Las miradas (porque reímos)
hacia nosotros.
¿Es que falta la sal?
(¿Y el hambre?)

Brilla el lomo como una embajada
de fiesta.
“Zona antifascista”, pintamos
con el jugo,  la sal del lomo.
Una mordida a la carne, a la frase
del convite.

Pero el lomo hace de espejo atrasado:
se empaña entre recuerdos,
los dos hermanos también ahí:
el del puro donar trabajo,
el del puro donar vicio.
(Esa cosa, la pureza, improbable.)

Como al final de una película
(o el libro amado), te pregunto:
¿la vergüenza habrá de salvar
el océano crudo-cocido,
el lomo de la humanidad?

miércoles, 16 de septiembre de 2015

César Cantoni -En aquel tiempo

César Cantoni, La Plata, 23 de febrero 1951


En aquel tiempo

En aquel tiempo, mi padre criaba patos y gallinas.
En el gallinero también había cerdos, cuises y conejos.
Y hasta llegó a haber faisanes de exóticos colores.

Durante el día, las gallinas y los patos salían a la calle
–mi padre había hecho un pequeño agujero en la pared–
y se paseaban alegremente por el vecindario.

Cuando llovía, las zanjas no alcanzaban a evacuar el agua
y la calle, que era de tierra, se convertía en laguna.
Los patos tenían, entonces, el control del mundo.

Todos sabían que los patos y las gallinas pertenecían a mi padre
y nadie osaba tocarles una pluma. Sólo si los gitanos,
con su costumbre de asediar lo ajeno,

rondaban alguna vez por las inmediaciones,
mi padre salía de prisa a reclutar las aves
y no volvía a soltarlas hasta que aquéllos se marcharan.

En aquel tiempo, siempre venía mucha gente a mi casa.
Como buen anfitrión, mi padre mataba dos o tres patos o gallinas
e invitaba a comer y a beber a las visitas.

Cuando mi padre murió, las gallinas y los patos
no tardaron en seguir su ejemplo y el gallinero quedó deshabitado.
El progreso, entretanto, iba llegando clamorosamente.

Ahora la calle está asfaltada, las veredas tienen cordón,
hay drenajes para la lluvia en las esquinas
y, como los viejos vecinos, somos menos felices.





lunes, 14 de septiembre de 2015

Eduardo Mileo -La raya muerta

Eduardo Mileo, CABA, 4 de julio 1953


La raya muerta
                                                      A Raúl Mileo

En su ademán inmóvil suspendida,
aparición en el alud de espuma,
esperando ya no,
                               desesperada,
la raya muerta.

Encadenada a su espejo de arena
como los astros a su elipse, quieta,
cielo de bocas entreabiertas,
la raya muerta.

Muerta sin fin, sin alas, ciega.
Pájaro de tierra.
El mar la cubre y la descubre. Juega
con esa niña sin muñecas.

Para la luz del sol.
Para una catedral de luz desierta.
Para la vida sin la vida. Huella.
Vuelo de hondura de la raya muerta.
Raya no de diálogo.
                                     De fin.
Página suelta.

Rumor de mar.
Amores en América
desaparecen de su puerta.
Brilla el frío solar y apaga el cielo.
Abre los ojos la raya muerta.

No raya de pasión.
No de quimera.
Ni de alegría ni de esperma.
Virtud del agua que en el agua queda.
A su salud postrera,
el ojo del crepúsculo se incendia.

Raya sin alas.
                          Pájaro de guerra.
Murió de un pescador que vive en pena.
En el fondo del mar
                                    la vida late.
Pero es del aire lo que vuela.

sábado, 12 de septiembre de 2015

Frederick Seidel -Homenaje a Pessoa

Frederick Seidel, Misuri, EEUU, 19 de febrero 1936
Versión Jorge Aulicino



Homenaje a Pessoa

Una vez amé,
Pensé que podría ser amado,
Pero no fui amado.
No fui amado por la única razón que importa -
No podía ser.
Me desabotoné los guantes blancos y me los saqué.
Dejé de lado mi bastón con empuñadura de oro.
Levanté esta pluma...
Y pensé cuántos otros hombres
Habían olido la rosa en el florero
Y alzaron una pluma fuente,
Y alzaron una montaña...
Y pusieron la escopeta en su boca,
Y observaron que su perro de caza señalaba la presa.

jueves, 10 de septiembre de 2015

Juan Fernando García -[1 poema]

Juan Fernando García, Necochea 5 de diciembre 1969


[1 poema]

Por los caminos
que la noche entrega
en esos brillos lejanos
de relámpagos;
los tiempos tristes,
los deseos diurnos,

todo disuelto en esas brumas
que a tiempo digo: no son certezas
mas el relato inquieto en lo evocado
quiere ver brumas en mañanas ciertas.

Así es el río, así
sus relativas transparencias
pero hay quien enhebra
sonidos y raíces
y tiende  a establecer
su próxima morada
entre esos árboles de estirpe vieja
a ritmo cadencioso bordando un surco
mientras el remo insiste en avanzar
radiante
cuando es de agosto la luz

la luz en la mirada.


martes, 8 de septiembre de 2015

María Teresa Andruetto -Muchacha de ucrania/ 2003

María Teresa Andruetto, Arroyo Cabral, Córdoba, 26 de enero 1954


Muchacha de ucrania/ 2003 

¿Cómo van en tu tierra las cosas?, pregunto.
Siempre peor, me responde, es todo una mafia.
Mi prima allá abajo levanta la mano. La chica
se llama Alexandra y va a trabajar a Gerona.
Tiene a su padre en Valencia y a su madre limpiando
un albergue en Milano.
                                                      Su hermano,
que cumple catorce, se ha quedado en Ucrania
cuidando la casa. Hablo tres lenguas, me dice,
ucraniano, moldavo y rumano, pero eso no sirve
en España. En el bus van gitanos, letones y húngaros,
y esta chica que tiene a su madre en Milano.
También va una mujer de Trujillo que no tiene
papeles, me lo dijo comprando el pasaje. Hay
un sitio mejor y está lejos.
                                                                                                     
                                                         (Por la tarde
                                         he llamado a mis hijas.
                                                         No estaban)

                                            Yo quería quedarme
cuidando la casa, me dice la chica de Ucrania,
pero es mejor que se quede mi hermano.
Conversando, he olvidado que estoy todavía
en Torino, que el bus no ha arrancado,
que mi prima allá abajo levanta
la mano.



domingo, 6 de septiembre de 2015

Leonardo Martínez -Antes del renuevo

Leonardo Martínez, Catamarca, 6 de febrero 1938


Antes del renuevo

No es el castigo
El látigo de mi abuelo Juan es el que causa terror
Lo emplea para darnos un escarmiento
Hijos y nietos estamos sometidos

Hace años pasamos en el ‘’ford 39’’
por el puente del arroyo Fariñango
y Don Juan alcanzó a ver al moro de su hijo Carlos
relumbrando  sus chaperíos
atado a uno de los talas de la orilla
Atrás estaban los ranchos de las empanaderas
mujeres regentas de sus cuerpos y de la cocina
encargadas de los guisados y las tabletas
Nos envolvió el olor a guiso de patas
a frituras
a la aloja fermentando en tinajas
porque el religioso aguardiente estaba a la sombra
Don Juan apuró al chofer
esperaría al joven Carlos en la casa
Y lo esperó escondido detrás de la puerta de calle
látigo en mano

Esa gente ha muerto
y desde un rincón la lloramos
Los cuerpos y sus sollozos
se reúnen a parlamentar el duelo
la flaqueza de conductas
nuestros miedos
la soledad de la noche
y la esperanza del alba

Lo que cuento
 fue antes del señor Perón
antes de la señora Evita
antes de los renuevos de la tierra


viernes, 4 de septiembre de 2015

Beatriz Schaefer Peña -Los fantasmas

Beatriz Schaefer Peña, CABA, 7 de junio 1938                                


Los fantasmas
                                         
Acuden a la convocatoria
                   de las ansias,
extienden sus manos invisibles
y me toman el corazón, el pulso,
                               la memoria.
Viajeros de esa región
                         ya intransitable,
se detienen en mi desolación
y como hostiles guardianes
se levantan para espantar
el prodigio de los sueños.
Debo aprender a convivir
        con la extraña presencia;
         besar los labios débiles,
cerrar sus ojos ciegos que guardan
tanto instante de amor ya sin mirada.
                                Pero a mi lado
nada ha de ser como fue.
Ellos lo saben y sin embargo
se yerguen como espejos sin luz
y recomienzan la visita implacable
cada día que resta de mis días.
                                                  




                                          

miércoles, 2 de septiembre de 2015

Susana Cella -Para inútilmente fingir

Susana Cella, CABA, 18 de marzo 1959


Para inútilmente fingir

Dando vueltas en seco,
por la costa de las arenas oscurecidas
se quedaron tus pies inermes
en el cuantioso resumen de la resaca
y en ella rebuscaste
el tesoro escondido
que no supo ni quiso revelarse
para vos, para nadie,
esa tarde mustia espantada
de los pasos a tientas
por donde en seguro
había que pisar
no fuera que un enterrado
se alzara como engañoso monstruo
a denunciar prevenciones
para tu mal desmedidas.

Si el curso no calculaste
no otra la vuelta había de ser
que pura sequía lisa
dando contra un agua
que no ibas a tocar
por oscura y por temida.