miércoles, 30 de agosto de 2017

Pablo de Rokha -Gran marcha heroica

Pablo de Rokha, Licantén, 17 de octubre 1895 - Santiago de Chile, 10 de diciembre 1968


Gran marcha heroica

Avanza tu carro de llantos y entra a la historia entrechocándose.

Arriba, un atrevimiento de águilas, abajo, el pecho del pueblo y en la línea definitiva, entre los altos y anchos candelabros de la Humanidad, y las trompetas que braman como vacas, entre naranjos y duraznos y manzanos que, como caballos, relinchan, entre barcos y espadas, rifles y banderas en flor, al paso de parada negro y fundamental de los héroes, tú y tu ataúd de acero.

La multitud descomunal y subterránea, abate en oleaje su ímpetu de serpiente y ataca su fantasma y su palabra, como un toro la estrella ensangrentada.

Caemos de rodillas en el gran crepúsculo universal, y lloran las sirenas de todos los barcos del mundo, como perritas sin alojamiento; se acabó la comida en los establos contemporáneos y el último buey se destapa los sesos, gritando; el bofetón del huracán, partiendo los terciopelos del Oriente, araña el ocaso y le desgarra el corazón a puñaladas, cuando el fusil imperial de la burguesía pare un lirio de pólvora y se suicida.

Al quillay litoral le desgarran la pana los relámpagos de las montañas, y tremendamente da quejidos de potrillo recién nacido en el estercolero, porque su conciencia vegetal naufraga en el aroma a sangre.

Canto de estatuas, grito de coronas, llanto de corazas y bahías, y el discurso funeral de los cipreses que persiguen eternamente lo amarillo, te rodean; nosotros, entre lenguas de perro y lágrimas elementales, no somos sino sólo fantasmas en vigencia; lo heroico, lo definitivo, la ley oscura de la materia en la cual todas las cosas se levantan y se derrumban con el único fin de engendrar padecimiento, emerge de ti, porque de ti, porque tú eres la realidad categórica; y cuando los pollitos nuevos del mar a cuya orilla enorme te criaste, pían al asesinato general del ocaso, los huesos de Tamerlán echan grandes llamas; escucho el funeral de Beethoven ejecutado por setecientos maestros de orquesta, frenar la tempestad, sujetándola, como el desnudo adolescente los caballos rojos de Fidias y el cielo está negro lo mismo que mi corazón; las espadas anchas, las anchas espadas que abrieron los surcos profundos que no cavaron los arados, las espadas embanderadas de historia, se te someten y te lamen como el perro del mendigo; cuadrigas y centurias, haciendo estallar el sol sonoro, al golpear la tierra hinchada con el eslabón de la herradura, levantan polvaredas de migración y el bramido de las lanzas es acusatorio y terrible debajo de la lluvia oscura como la mala intención o un cobarde; adentro de las campanas choca la luciérnaga rota con su farol a la espalda, llorando; huyendo del incendio general, leones y chacales se arrojan a la mar ignota y las serpientes repletas de furor se rompen los colmillos en las antiguas lanzas; un gran caballo azul se suicida; borrachos de sol y parición en generaciones del Dios pánico y dionysíaco, los sacerdos-escarabajos están gritando la maternidad aterradora en miel de pinares y resinas de gran potencial alcohólico, que debaten entre ramajes la violencia tremenda de la naturaleza; el Clarín del Señor de los Ejércitos empuña la espuela de oro de la gran alarma y los soldados.

Cargado por nosotros, marcha el féretro como una rosa negra o un pabellón caído, con espanto aterrador de fusilamiento; rajados a hachazos los pellines encadenados al huracán aúllan; tú eres lo único definitivo, hundida en tu belleza de pretéritos y de crepúsculos totales, caída en todo lo solo, herida por el resplandor de la eternidad deslumbradora, mientras errados, nos arrinconamos adentro de nuestras viejas negras chaquetas de perros.

Por el camino real que va a la nada marcharé (caballo de invierno), en las milenarias edades; hoy, mi espada está quebrada, como el mascarón de proa del barco que se estrelló contra lo infinito y soy el animal abandonado en la soledad del bramadero; perteneces al granero humano, tétrico de matanza en matanza, y te robaron de mis besos terribles; braman las campanas pateando la atmósfera histórica en la cual se degüellan hasta las dulces violetas que son como copitas de vino inmortal; la tinaja de las provincias echa un ancho llanto de parrones descomunales, gritando desde el origen.

Arde tu alma grande y deslumbradora como un fusil en botón y a la persona muerta la secunda la ciudadanía universal otorgándole la vida épica como a una guitarra el sonido; como un solo animal, acumular la eternidad, triste y furioso a tus orillas, es mi ocupación de suicida; como ola de sombra, el comercio-puñal de la literatura nos ladra al alma cansada y los cuatreros, los cuchilleros, los aventureros y el gran escorpión de la bohemia nos destinan su sonrisa de degolladores, echada en sus ojos de cerdo.

Sobre el instante, la polvareda familiar gravita y empuña el pabellón de los antiguos clanes; tu eres el escudo popular de los de Rokha: tronchados, desorientados, conmigo a la cabeza de la carreta grande, tirada por dos inmensos toros muertos, hijos e hijas, nietos y nietas, yernos y nueras dan la batalla contra la mixtificación tenebrosa y estupenda de los viejos payasos convertidos en asesinos; a miel envenenada hiede el ambiente o a calumnia y perro; los chacales se ríen furiosamente y tremendamente arañan la casa sola como sombra en el arrabal del mundo, allá en donde remuelen el pelele y la maldición, tierra de escupos y demagogia, llena de lenguas quemadas; porque mi desesperación se retuerce las manos como un reo que enfrenta los inquisidores, a cuya espalda chilla, furiosa la Reacción, como negra perra vieja en celo; andando por abajo, los degenerados nos aceitan y nos embarran el camino, a fin de que el cegado por las lágrimas dé el resbalón mortal y definitivo del que se desploma en el mar rabioso que solloza echando espuma y se derrumbe horriblemente.

Juramos pelear hasta derrotar al enemigo enmascarado en el enemigo del pueblo, al calumniador y al difamador con ojo pequeño de ofidio y las setenta lenguas ajenas de los testigos falsos, a la rana-pulpo-sapo del sabotaje; juramos solemnemente cortarnos y comernos la lengua antes de lanzarle al olvido; juramos los látigos de la venganza, porque es mentira la misericordia y no tememos atacar la eternidad frente a frente, ensangrentados como pabellones.

Tranco a tranco en el pantano del horror, vi destruir a la naturaleza en ti el esquema total de lo bello y lo bueno; como un niño loco, el espanto se ensañó en tu figura incomparable, que no volverá a lograr nunca jamás la línea de la Humanidad, y caíste asesinada y pisoteada por lo infinito, tú, que representabas lo infinito en la vida humana, y el sol de "Dios" en la gran tiniebla del hombre; caías, pero caía contigo el significado de lo humano, y en este instante todas las cosas están sin sentido, gritando, boca abajo, solas, y es fea la tierra; como a aquel infeliz cualquiera a quien le revuelven la puñalada en el corazón, el perro idiota de la literatura, vestido de obispo o caracol, levanta la pata y orina mi tragedia de macho, porque como todo lo hermoso, todo lo vertical, todo lo heroico se hundió contigo en el abismo, yo soy el viudo terrible, y acaso la bestia arcaica sublimándose en el intelectual acusatorio que da lenguaje a las tinieblas; como la naturaleza es descomunal y sólo lo monstruoso le incumbe íntegramente, su injusticia fue tenebrosa con tu régimen floral de copa y el destino te cavó de horror como a una montaña de fuego; sin embargo, como soy humano, no acepto tu muerte, no creo en tu muerte, no entiendo tu muerte y el andrajo de mi corazón se retuerce salvajemente y se avalanza contra la muralla inmortal, contra la muralla desesperada, contra la muralla ensangrentada, contra la muralla despedazada, que se incendia entre las montañas y sudando y bramando y sangrando, me revuelco como un toro con tu nombre sagrado entre los dientes, mordido como el puñal rojo del pirata; a la espalda aúllan las desorbitadas máscaras gruñendo entre complejos de buitre aventurero y trajes vacíos, en los que respiran las épocas demagógicas.

Entre los grandes peñascos apuñalados por el sol, sudando como soldados de antaño, roídos por inmenso musgo crepuscular y lágrimas de antiguas botellas, tú y la paloma torcaz de los desiertos lloran; mar afuera, en el corazón de flor de las mojadas islas oceánicas, en las que la eternidad se agarra como entraña de animal vacuno a la soledad de la materia y el gemido de los orígenes gravita en la gran placenta del agua, tú das la majestad al huracán por cuyos látigos ruge la muerte su secreto total, tremendo; encima de los carros de topacio del crepúsculo, tirados por siete caballos amarillos, cruzados de llamas como Jehová, tú eres el balido azul de los corderos; aquí, a la orilla de tu sepulcro que ruge, terrible, en su condición de miel de abejas y de pólvora, haciendo estallar el huracán sobre los viejos túmulos que tu vencidad obliga a relampaguear, tú empuñas una gran trompeta de oro, tal como se empuña una gran bandera de fuego y convocas a asamblea general de muertos, a fin de arrojar la eternidad contra la eternidad, como dos peñascos; emerges de entre toneles, como la voz de las vasijas, y la gran humedad del pretérito, que huele a fruta madura y a caoba matrimonial, enarbola su pabellón en el corazón de las bodegas, cuando yo recuerdo tu virginidad resplandeciente...

Condiciona sus muchedumbres la mar-océano del Sur y tu multitud le responde terriblemente; yo estoy sentado a la orilla del que tanto amabas mar, y la oceanidad da la tónica al gigante dolor que requiere inmensidades para manifestarse y el lenguaje de la masa humana o la montaña incendiándose; remece sus instintos la inmensa bestia oceánica y el crepúsculo ensangrienta la bandera de los navíos y el cañón funeral del puerto; el mar y yo bramamos, el mar, el mar, y crujen los huesos tremendos de Chile, cuando con mi caballo nos bañamos solos en la gran soledad del mar y el mar prolonga mi relincho con su bramido por todas las costas, desde las tierras protervas de Babilonia al Mediterráneo celestial de las tuyas glicinas y a los sangrientos mares vikingos, o arrastra mi voz tronchada y sangrienta como un capitel roto y mi lenguaje de campanario que se derrumba en la gran campana del mar, con tu recuerdo gimiendo adentro; rememoro nuestro matrimonio provincial-marino y la carrera desenfrenada, desnudos, sobre la arena y el sol; es la mar soberbia, la mar oscura, la mar grandiosa en la cual gravita el estupor horizontal de humanidad que azota los vientres de las madres y relumbran las panoplias huracanadas de los viejos guerreros de hierro, que ascienden y descienden por las arboladuras como un tigre a una antigua catedral caída; lagrimones de acordeones, de leones y fantasmas dan al pirata el relumbrón de los atardeceres y el tajo del rostro atrae el sable crepuscular hacia la figura agigantada; el ron furioso da gritazos y mordiscos de alcohol degollado a la tiniebla aventurera y la pólvora roja es rosa de llamas rugiendo con perros y espadas entre la matanza histórica, adentro de la cual nosotros dos rajamos el cuaderno de bitácora sobre el acero acerbo del pecho, que es pluma y rifle, Luisita; asomándome a la descomunal profundidad heroica, veo lo eterno y tu cara en todo lo hondo; naufragios y guitarras y el lamento del destierro en los archipiélagos sociales del Tirreno y el Egeo, se revuelve a la bencina cosmopolita de los grandes Imperios de hoy, con sus navíos y sus aviones sembrando la sangre en los mares: pero el tam-tam de los tambores ensangrentados me desgarra el cerebro; sin embargo, hay dulzuras maravillosas, y te vuelvo a encontrar en esta gran agua salada por el origen y el olor animal del mundo, con tu melena de sirena clásica y tu pie marino de conchaperla y aventura.

Braman las águilas del amor eterno en nosotros...

El huracán del amor nos arrasó antaño, y ahora tu belleza de plenilunio con duraznos, como llorando en la grandeza aterradora, contiene todo el pasado del ser humano; truenan las grandes vacas tristes del amanecer y tú rajas la mañana con tu actitud, que es un puñal quebrado; fuiste "mi dulce tormento" y ahora, Winétt, como el Arca de la Alianza o como Dionysos, medio a medio de los estuarios mediterráneos y el de los sargazos mar, entre el régimen del laurel y el dolorido asfodelo diluido en la colina acumulada de los héroes, hacia la cual apunta el océano su fusilería y desde la que emergen los pinos solarios, tú, lo mismo exacto que a una gran diosa antigua de Asia, la eternidad bravía te circunda; galopan los cuatro caballos del Apocalipsis, se derrumban las murallas de Jericó al son de las trompetas que ladran como alas en la degollación y el Sinaí embiste como el toro egipcio, cuando tu paso de tórtola hiende los asfaltos ensangrentados de la poesía, gran poetisa-Continente; y las generaciones de todos los pobres, entre todos los pobres del mundo, te levantan bajo los palios llagados del sudor popular en el instante en que tu voz se distiende, creciendo y multiplicándose como el oleaje de los grandes mares desconocidos, a cuya ribera los hombres crearon los dioses barbudos del agro y los sentaron y los clavaron en las regiones acuarias, que eran el llanto de fuego de los volcanes; como fuiste tremendamente dulce, graciosamente fuerte, pequeñamente grande con lo oscuro y descomunal del genio en un régimen de corolas, el hijo del pueblo te entiende; tenías la divina atracción del átomo, que, al estallar, incendia la tierra, por eso, adentro del silencio mundial, yo escucho exactamente a la multitud romana o babilónica, arreada y gobernada a latigazos, a las muchedumbres grecolatinas que poblaron Marsella de gentes que huelen a ajo, a prostitución, a guitarra, a conspiración, a sardina y a cuchilla, a tabaco y a sol mojado y caliente como sobaco, a presidio, a miseria, a heroicidad, a flojera o a tristeza, al vikingo ladrón, guerrero, viril y sublime en gran hombría y a los beduinos enfurecidos por el hambre y los desiertos del simoum, áspero y trágico, y te adoro como a una antigua y oscura diosa en la cual los pueblos guerreros practicaban la idolatría de lo femenino definitivo y terrible; forrado en cueros de fuego, montado un caballo de asfalto, yo voy adentro de la multitud, como una maldición en el cañón del revólver.

Románico de cúpulas y óperas el atardecer de los amantes desventurados me encubre, y cae una paloma negra, Luisita-azúcar.

Soplan las ráfagas del dolor su chicotazo vagabundo y la angustia se clava rugiendo, en fijación tremenda, como un ojo enorme que quemase, como una gran araña, como un trueno con el reflejo hacia adentro y la quijada de Caín en el hocico; es entonces cuando arde el colchón con sudor oscuro de légamo, cuando la noche afila su cuchilla sin resplandor, cuando el volcán destripa a la montaña y se parte el vientre terrible, que arroja un caldo de llamas horrendo y definitivo, cuando lloran todas las cosas un llanto demencial y lluvioso, cuando el paisaje, que es la corbata de la naturaleza, se raja el corazón de avena y pan y se repleta de leones; sin embargo, medio a medio de la catástrofe, se me reconstituye el ser a objeto de que el padecimiento se encarne más adentro y la llaga, quemada por el horror, se agrande; con tu ataúd al hombro, resuenan mis trancos en la soledad del siglo, en la cual gravita el cadáver de Stalin, que es enorme y cubre el Oriente en mil leguas reales a la redonda, encima de un carro gigante que arrastran doscientos millones de obreros; semejante a una inmensa cosechadora de granjeros, la máquina viuda de los panteones degüella las cabezas negras y la Humanidad brama como vaca en el matadero; yo arrastro la porquería maldita de la vida como la pierna tronchada un idiota y espero el veneno del envenenador, la solitaria puñalada literaria por la espalda, en el minuto crucial de los crepúsculos, el balazo del hermano en la literatura, como quien aguarda que le llegue un cheque en blanco desde la otra vida; me da vergüenza ser un ser humano desde que te vi agonizar defendiéndote, perseguida y acosada por la Eternidad como una dulce garza por una gran perra sarnosa; como con asco de existir, duermo como perro solo encima de una gran piedra tremenda, que bramara en el desierto, hablo con espanto de cortarme la lengua con la cuchilla de la palabra y quisiera que un dolor físico enorme me situase a tu altura, medio a medio de este gigante y negro desfile de horror del cual estalla mi cabeza incendiándose como antigua famosa posada de vagabundos; no deseo el sol sino llorando y la noche maldita con la tempestad en el vientre; por degüellos y asesinatos camino, y ando en campos de batalla, estoy mordido por buitres de negrura, y es de pólvora y de lágrimas, Luisita-Amor, el gran canasto de violetas, con el cual me allego a tu sepulcro humildemente; a mi desesperación se le divisa la cacha del arma de fuego, Luisita-Amor, cuyos grandes frutos caen...

Eramos Filemón y Baltis de Frigia y el grito conyugal del mundo, pero se desgarró una gran cadena en la historia y yo cruzo gritando a la siga del mí mismo que se fue contigo para siempre nunca, esta gran sonata fúnebre de héroes caídos...

lunes, 28 de agosto de 2017

René Char -La lujuria

René Char, Francia, 14 de junio 1907 – París, 19 de febrero 1988 
Traducción Aldo Pellegrini


La lujuria

El águila ve como se borran gradualmente las huellas de la memoria helada
La extensión de la soledad hace apenas visible la presa que huye
A través de cada una de las regiones
Donde uno mata donde a uno lo matan libremente
Presa insensible
Proyectada indistintamente
Más acá del deseo y más allá de la muerte

El soñador embalsamado en su camisa de fuerza
Rodeado de utensilios efímeros
Figuras que se desvanecen apenas formadas
Su revolución celebra la apoteosis de la vida que declina
La desaparición progresiva de las partes lamidas
La caída de los torrentes en la opacidad de las tumbas
Los sudores y malestares que anuncian el fuego central
Y finalmente el universo con todo su pecho atlético
Necrópolis fluvial
Después del diluvio de los rabdomantes

Ese fanático de las nubes
Tiene el poder sobrenatural
De desplazar a considerables distancias
Los paisajes habituales
De romper la armonía acumulada
De tornar irreconocibles los lugares fúnebres
Al día siguiente de los homicidios provechosos
Sin que la conciencia originaria
Se cubra con el deslizamiento purificador del suelo.

sábado, 26 de agosto de 2017

José Luis Hidalgo -Los muertos

José Luis Hidalgo, Torrelavega, 10 de octubre 1919 - Madrid, 3 de febrero 1947


Los muertos

Hoy vengo a hablarte, mar, como a mí mismo.
Como me hablo cuando estoy a solas,
cuando alejado de los tristes días
que nos contemplan desde el ojo humano
acerco el ascua tenebrosa y sola
al principio del ser, a las raíces
donde alborea, matinal y oscura
la caricia primera de la tierra.
A hablarte vengo, mar, como a mí mismo,
en esta noche mineral y lúcida
mientras la luna, desde arriba, arroja
sobre los mundos una luz calcárea
y en el bisel del horizonte hiere
su duro, lento y solitario hueso.
Desde hace siglos sin cesar palpitas
tu blando corazón contra las rocas
que ante tu orilla, para siempre oyéndote
se bañan mansamente o se derrumban
fingiendo limos, donde solo existen
aristas de ira para tus entrañas.
Hoy vengo a hablarte, porque tú, conmigo
naciste y sin cesar crecimos
cuando en la rosa del albor primero
con vesperal y fabuloso ojo
detrás de los helechos acechaba
el paso de los corzos y la sangre,
empapando la tierra, me llamaba
hacia los bosques, como el fuego ardiente
de una lejana y cegadora estrella.
En esta noche en que mi historia acaba,
en que los siglos sordamente suenan
bajo las plantas de mis pies desnudos,
bajo la tierra donde crecen árboles
y las palomas y las flores vuelan
junto a la hermosa garra de las águilas...
A ti, acudo, mar, en esta hora
porque el destierro de tu voz me llama
y en el hondón de mis entrañas siento
removerse otra agua clamorosa.
Tú solo, mar y mar, gimiendo
la soledad tremenda del que a nadie
puede decir su soledad. El mundo,
las lejanas estrellas que podían
escuchar tu dolor o presentirlo,
estaban lejos, porque Dios quería
tu sola soledad, tu dolor solo
como un terrible cántico a su gloria.
Quieta y muda, la tierra, duramente
diques ponía a tu invasora forma
que imitaba la vida de los pétalos
o la erizada furia de la selva.
-Nunca nos conocimos. No sabíamos.
Distintas nuestras sangres se ignoraban:
la tuya verde, transparente y única;
la mía roja, sordamente múltiple...-
En esta noche, mar, en esta noche
cuando la luna desde arriba arroja
sobre los mundos una luz calcárea
y en el bisel del horizonte hiere
su duro, lento y solitario hueso,
yo te pregunto lo que están buscando
ese fragor dulcísimo de manos,
esas inmensas lágrimas que chocan,
el eco interminable de las aguas
que como cuerpos sobre ti se aman.
Dime qué buscas, mar, qué es lo que busco
cuando temblando de la orilla huyes,
cuando temblando del amor me alzo,
cuando la mano en mis entrañas hundo
y golpeo sobre ellas como un látigo
cuando royendo la caverna oscura
te rompes con horror contra un peñasco
o ya en la calma de una tarde triste
acaricias, soñando, antiguas playas...
En esta noche, mar, en esta noche
en que mi sino solitario tiende
su milenario cuerpo por tus costas
mientras los viejos musgos y los líquenes
prenden grises hogueras a tu orilla
donde queman su óxido de sombra
las invisibles razas invernales
que algún día se fueron de la tierra
yo pregunto el destino de los muertos
que antes que yo nacieron y gimieron
para darme a la luz, de los que en siglos
y siglos, se tendieron como gérmenes
para que el fuego vivo de mi cuerpo
alma les diera cuando los recuerde.
Yo pregunto el destino de su sangre
corriendo como un río sin orillas
al inquietante reino donde todo
-la carne con la carne, el cuero húmedo,
la tierra junto al tacto deshaciéndose-
forman breves coronas desoladas,
transparentes cenizas que se rinden.
Busco en la sombra. Allá, por los confines
de la mano que elevo como un pájaro
más alta que mi frente. Aquí termina
todo entero mi ser, la carne acaba
y comienza la estela de los astros,
la clamorosa luz de las estrellas.
Aquí comienza el mar. Yo soy el único
junto al que habita solo, desde siempre,
la eternidad errante de la tierra.
Aquí comienza el mar, aquí termino.
Solo después que yo mi voz humana,
un recuerdo sereno en el vacío.
-Por debajo de mí los enterrados,
como fríos veleros, navegando
por otro mar sombrío, el de la muerte,
donde un viento, que es tierra, los empuja
hasta el confín ardiente de mi vida.
Dios no pregunta, porque Dios se basta.
La tierra calla, porque nada espera.
El mar hermoso, bajo los luceros,
y el hombre solo, bajo los planetas,
su muerte inútil, sin morir, rechazan
contra la roca ciega del futuro.

jueves, 24 de agosto de 2017

Antonio Nazzaro -¿Cómo se pesa la muerte?

Antonio Nazzaro, Turín, 20 de enero 1963


¿Cómo se pesa la muerte?

quién vale más delante de sus ojos
los 44 mexicanos
el joven venezolano
o Cucchi el adicto italiano
o los muchachitos negros en USA
o…
quién llora a quién
y qué llora
una vida quebrada
un derecho pisado
o los intereses propios
que llegan a ser derechos humanos
cuál gobierno es bueno o malo
¿frente al homicidio?
y quién no tiene las manos ensangrentadas
mientras defiende democracias
o define dictaduras
cuáles derechos humanos
enseñan
ustedes que del derecho
han hecho un abuso
con qué tanques
¿defenderemos el derecho a la vida?
No tengo respuestas
pero no seré cómplice
de su baile
sobre los cadáveres del mundo

*

tenemos besos aquí como reservas de agua
y soledades de altiplanos que son horizontes
pasos de baile que se hacen tambor y selva
y mujeres que son la noche de luna sin estrellas
que son noche estrellada para esconder la luna
pero miramos este cielo negro que sabe a tierra
desde siempre desconocida

*

y si quedáramos aquí
sentados al borde
de esta acera del altiplano
a mirar como las nubes son
autos celestiales para robarse el cielo
y el tiempo no es el pasar
sino el quedarse parado del horizonte
y en esta calle
entre tierra y cielo
acampamos una esperanza
de nosotros


martes, 22 de agosto de 2017

Antonín Artaud -Noche

Antonín Artaud, Marsella, 4 de septiembre 1896-Ivry-sur-Seine, 4 de marzo 1948
Versión Aldo Pellegrini 


Noche

Los mostradores del cinc pasan por las cloacas,
la lluvia vuelve a ascender hasta la luna;
en la avenida una ventana
nos revela una mujer desnuda.

En los odres de las sábanas hinchadas
en los que respira la noche entera
el poeta siente que sus cabellos
crecen y se multiplican.

El rostro obtuso de los techos
contempla los cuerpos extendidos.
Entre el suelo y los pavimentos
la vida es una pitanza profunda.

Poeta, lo que te preocupa
nada tiene que ver con la luna;
la lluvia es fresca,
el vientre está bien.

Mira como se llenan los vasos
en los mostradores de la tierra
la vida está vacía,
la cabeza está lejos.

En alguna parte un poeta piensa.
No tenemos necesidad de la luna,
la cabeza es grande,
el mundo está atestado.

En cada aposento
el mundo tiembla,
la vida engendra algo
que asciende hacia los techos.

Un mazo de cartas flota en el aire
alrededor de los vasos;
humo de vinos, humo de vasos
y de las pipas de la tarde.

En el ángulo oblicuo de los techos
de todos los aposentos que tiemblan
se acumulan los humos marinos
de los sueños mal construidos.

Porque aquí se cuestiona la Vida
y el vientre del pensamiento;
las botellas chocan los cráneos
de la asamblea aérea.

El Verbo brota del sueño
como una flor o como un vaso
lleno de formas y de humos.

El vaso y el vientre chocan:
la vida es clara
en los cráneos vitrificados.

El areópago ardiente de los poetas
se congrega alrededor del tapete verde,
el vacío gira.

La vida pasa por el pensamiento
del poeta melenudo.

domingo, 20 de agosto de 2017

Yamil Dora -a veces pienso en mi abuela...

Yamil Dora, Casilda, Santa Fe, 2 de marzo 1971


a veces pienso en mi abuela
que me encanta
cuando dice cosas
como que una rubia y una morocha
me andan buscando
yo le pregunto por dónde
y me dice que no lea tanto libro
que viaje por las nubes un poco mas alto
como el abuelo Luis
que andaba por los techos enamorando pendejas
la rubia va a venir en tren
pero te vas a quedar con la morocha
que tiene los ojos dulces
aunque te haga llorar a veces
vos siempre decíle cosas lindas
como tu abuelo
que me hablaba del mar
y hacía que la mama se me vaya de la cabeza
todas las palomas venían a escucharlo hablar del mar
tu abuelo sabía magia
sacaba jazmines por todos lados
aviváte nene
la morocha está esperando
que vayas a hablarle del mar

viernes, 18 de agosto de 2017

Alejandro Jacobsen -texto 027

Alejandro Jacobsen, Florida, provincia de Bs As, 25 de febrero 1973


texto 027
                                                                                          16 de julio 2016

el vaso transpira,
humedece la madera de la mesa,
esa mesa que copa el centro de la habitación,
esa habitación muerta de humedades & melancolías,
esa melancolía que ahoga todo suspiro.
la luz cae vertical & se refleja sobre la hoja del cuchillo
& la cegadora luz reconoce que la luna será testigo.
ella entró como de ninguna parte
lentamente recorrió cada baldosa hasta llegar a la mesa
esquiva el vaso & manotea el mando labrado,
lo siente frío, lo siente amigo;
los dedos tiemblan pero se subordinan,
caen presos de los tormentos & las sombras,
& así se suceden los instantes, los perpetuos, los finales.
waitts vomita, el humo amaga & el vaso sigue transpirando.
ningún grito, nada de silencios,
todo pasión, ninguna realidad.
ella vuelve sobre sus pasos,
desliza sus cuerpo feliz camino a las sombras,
hacia el abrazo oscuro sanador,
donde la miel se rancia,
donde la verdad pide por favor.
el filo frío,
la carne caliente, valiente,
un beso infinito hace temblar a dios
hace llover, hace reír, hace soñar.
la luz se rindió,
la paz escapó,
el negro velo vuela,
vuelca su elixir & ya nada será igual…


miércoles, 16 de agosto de 2017

Natalia Ginzburg -Memoria

Natalia Ginzburg, Palermo, Italia, 14 de julio 1916- Roma, 7 de octubre 1991
Traducción José Luis García Martín 


Memoria

La gente va y viene por las calles,
hace sus compras, camina a sus asuntos
con los rostros vulgares y felices,
con el grato bullicio de costumbre.
Levantaste el lienzo para mirar su rostro,
te inclinaste a besarlo con el gesto de siempre.
Y era el rostro de siempre, pero era la última vez,
quizá tan solo un poco más cansado.
Su ropa también era la de siempre.
Y los zapatos eran los de siempre. Y las manos
eran las manos que partían el pan,
vertían el vino y la alegría.
Todavía hoy cada minuto que pasa
vuelves a levantar el lienzo,
a mirar su rostro por última vez.
Si caminas por las calles, no hay nadie junto a ti.
Si tienes miedo, nadie te coge la mano.
Y no es tuya la calle, no es tuya la ciudad
alegre y confiada y de los otros,
de los hombres que van y vienen
comprando el pan, la fruta y el periódico.
Puedes asomarte a la ventana
contemplar en silencio el oscuro jardín:
nadie vendrá a tu lado,
nadie te dará fuerzas para entrar en la noche.
Antes cuando llorabas había una voz serena,
antes cuando reías alguien reía contigo.
Pero una puerta se ha cerrado para siempre,
para siempre se ha apagado un fuego,
tu juventud es ya una casa vacía
para siempre

lunes, 14 de agosto de 2017

Scott Fitzgerald -El último día en Princeton

Scott Fitzgerald, Minessota, 24 de septiembre 1896–California, 21 de diciembre 1940
Traducción Jesús Isaías Gómez


El último día en Princeton

Languidece la última luz a la deriva por el campo,
la baja y larga tierra, la soleada tierra de agujas.
Los fantasmas de la noche templan sus liras
y vagan cantando, en una melancólica banda
bajando por los largos pasillos de árboles. Pálidos fuegos
reverberan por la noche de torre en torre.
¡Oh!, siesta que sueña y sueño que nunca se agota,
exprime de los pétalos del loto
algo de esto que guardar ¡la esencia de una hora!

Ya no hay que esperar la penumbra de la luna
en este aislado valle de estrella y chapitel:
Para mí, la eterna mañana del deseo
entra en el tiempo y en la terrenal tarde.
Aquí, Heráclito, donde tú construiste de fuego
y cosas mudables tu profecía despeñada muy lejos
por los años muertos; esta medianoche aspiro
a ver, reflejados en las brasas, ensortijados
en la llama, el esplendor y la tristeza del mundo.

sábado, 12 de agosto de 2017

Sandra Cornejo -Alabanza

Sandra Cornejo, La Plata, Argentina,  14 de abril 1962


Alabanza

Por tres generaciones
—que yo sepa—
las mujeres de mi familia
perdieron su cría.

Cuando esperaba a mi hijo pensaba en ello.

Comprendí que estaba marcada
que era posible tanto
la noche como el día
por eso
le hablaba a mi criatura
como quien en el buen clima siega el heno
y para el tiempo inclemente
prepara los enseres.

Sangré.
Sangrar no es buena cosa antes del parto.

Ahora
cuando mi hijo va y viene por los caminos del Señor
siento su presencia natural, como la lluvia o el ciruelo
pero hay un instante, en cada día,
que vislumbro el milagro
—la diferencia—

y agradezco.








jueves, 10 de agosto de 2017

Joan Margarit -Relato de madrugada

Joan Margarit, Sanahuja, España, 11 de mayo 1938


Relato de madrugada

En la plaza vacía está lloviendo.
Hay un único taxi en la parada.
Apagado el motor,
dentro del coche hace mucho frío.
Se abre una puerta y sube un pasajero
de malhumor, cansado, con la ropa mojada.
Le da una dirección.
Al saltarse un semáforo, le abronca.
El taxista se vuelve murmurando:
Mi hijo ha muerto hace una semana.
El pasajero calla y se hunde en el asiento.
Avanzada la noche, sube al taxi
un grupo en plena juerga, y él les dice:
Mi hijo ha muerto hace una semana.
Todos nos hemos de morir, contestan,
entre las bromas y las carcajadas.
Acabado el trabajo, en el garaje,
se acerca a la cabina de la radio:
Mi hijo ha muerto hace una semana.
La mujer, con los ojos
enrojecidos de cansancio,
le contesta que sí mientras atiende
a las voces mezcladas con el ruido
que van surgiendo desde la emisora.
Esto es, en realidad, un relato de Chéjov.
En él cae la nieve, no la lluvia,
y el coche es un carruaje con un viejo caballo.
Sé que el taxista no podrá dormir.
¿Y la muerte? ¿Está dentro del puño
que levanta la vida, o es el puño
en el que estamos encerrados?
En la historia de Chéjov, al cochero
le queda su caballo para poder contarle
que su hijo está muerto. De repente,
siento que todo está dentro de mí,
que el miedo ya está helándose,
y enciendo un fuego, y todos sentimos su calor,
el taxista, el cochero, tú que me estás leyendo,
yo, mis muertos y Chéjov, todos juntos
viendo caer la vida en soledad, como la nieve.
Un tren nocturno cruza, barnizado de rosa,
campos de olivos al alba.
Aquí acabo, cansado, somnoliento
y misteriosamente feliz, este poema.

martes, 8 de agosto de 2017

Inga Shepelyova -Moi et autre

Inga Shepelyova. Yakutsk, Siberia Oriental, 22 de noviembre 1987  
Traducción Indira Díaz


Moi et autre

no hay otros temas, además de este
incluido en un artículo:
“los hombres piensan en sexo a cada minuto, en tanto que
las mujeres – lo hacen aproximadamente entre una y dos veces al día,
exceptuando las enfermedades y la indisposición”
“Usted es un caso difícil”- me dice el psicoanalista – “tendremos
que reunirnos tres veces por semana”
“En general- dice el psicólogo- yo sólo indico
sesiones frecuentes a aquellas personas que se encuentran
en un periodo crítico de su vida y que muestran tendencia
al suicidio”
“los hombres piensan en sexo aproximadamente una vez por minuto”
“las mujeres”
“las mujeres también a su manera”
“con excepción de la enfermedad o la indisposición”
“y a su vez como mujeres lo piensan”

no hay otros temas, además de este
moi et autre
apartando los empañados anteojos
escupiendo reminiscencias en el suelo
acodándose sobre la mesa
no hay otro tema, además de este
(te acercas a mí por detrás,
tu pene es como una antorcha ardiente)

no hay otros temas, además de este
cuando yo miro hacia el bosque desde la ventana del auto
en la bahía perlada del golfo
en el sonoro grito de la gaviota, en el cielo y en la tierra
yo sólo pienso en ello, como acostarse en la tierra boca abajo
en la casi redondez de su cuerpo, cubierto de escarcha y hierba
y así tú con toda esta quietud acostándote
conmigo

no hay otros temas además de este
“en el que se produce una lucha entre sujeto y
objeto”
dice el psicoanalista,
intento llorar, pero no lo consigo
me miro en el espejo, corto mi largo
cabello
lo hago arder en un foso a la orilla
yo siempre deseo, aquello que quiero
quiero estar convencida, de que existo
de que estoy en realidad
en este planeta, sobre esta cama
aunque sea sólo un cuerpo, ya es algo
aunque fuera sólo un poco, existo
moi et autre
cristalino cetro del otro
sumérgeme en la oscuridad mundana


círculodepoesia.com

domingo, 6 de agosto de 2017

Raúl Gómez Jattín -Que te vas a acordar Isabel

Raúl Gómez Jattín, Cartagena, 31 de mayo 1945 – Cartagena, 22 de mayo 1997


Que te vas a acordar Isabel

Que te vas a acordar Isabel
de la rayuela bajo el mamoncillo de tu patio
de las muñecas de trapo que eran nuestros hijos
de la baranda donde llegaban los barcos de La
Habana cargados de…
Cuando tenías los ojos dorados
como pluma de pavo real
y las faldas manchadas de mango
Qué va
tú no te acuerdas
En cambio yo no lo notaste hoy
no te han contado
Sigo tirándole piedrecillas al cielo
Buscando un lugar donde posar sin mucha fatiga
el pie
Haciendo y deshaciendo figuras en la piel de la
tierra
y mis hijos son de trapo y mis sueños de trapo
y sigo jugando a las muñecas bajo los reflectores
del escenario
Isabel ojos de pavo real
Ahora que tienes cinco hijos con el alcalde
y te paseas por el pueblo con un chofer endomingado
ahora que usas anteojos
cuando nos vemos me tiras un “qué hay de tu vida”
frío en impersonal
Como si yo tuviera eso
Como si yo tuviera eso

viernes, 4 de agosto de 2017

Juan Antonio Vasco -Parranda y funeral

Juan Antonio Vasco, Bs As, 6 de noviembre 1924 - 26 de noviembre 1984


Parranda y funeral 

Al albañil, al repartidor, al tractorista de Chiriquí,
a la maestra de Aracataca, de Cuzcatlán, de Quilalí,
a los que plantan el henequén, el algodón, el ajonjolí,
al esquilador de Coyaique, al que vende su sangre en Haití,
a los limeños de abajo 'el puente, a los cariocas favelados, a los villeros de Sarandí,
al trovador de Mayagüez, al pueta de Conchalí,
a los que comen de la olla popular en mi barrio de San Telmo, porque el hambre
ya está aquí.
A los mexicanos que cantan la mañanitas,
a los venezolanos que cantan gavilán pío pío,
a los argentinos que cantan salí lucero salí,
al domador de Tacuarembó, ao pixeiro de Guraparí,
al labriego de Atitlán, al chococué de Ybytymí,
al que ordeña unas cabritas, ñéngere madrugador
     las vaquitas son ajenas cantan sus penas, hacen cuajada, queso de tambo, queso llanero, queso de mano, quesillo 'i cabra, queso 'e perita y catupirí.
A la dulcera de Vélez, al boyerito de Cebollatí,
al coiguá de Hernandarías, al pastuzo de Pasto,
al cabecita negra de Quimilí,
al que anda por los caseríos, echa mano donde sea,
     bebe la caña que hay mientras hay, ésta es
     la vida mía velay, chupar y macharse por áhi.
Al cestero de Coco Solito, al porihaú de Ypacarai,
al manosanta de Santa Rosa de Toay, de Santa Rosa de Agua,
     de Santa Rosa de Copán, de San Mateo Ixtatán,
     de San Pedro Sula, de San Luis Potosí.
A la telera, la chispasera, la pilandera, la tejedora de Ñanduty,
a los mineros del Cerro Bolívar, de Chuquicamata, de Diamantina, del Cerrejón, de Potosí.
Al peón del Guayrá, de la Guaira, de Guantánamo, de Guanajuato, de Guaranda, de Guanabacoa, de Guanabara, de Guaminí.
A la fabriquera de Quilmes, al enterrador de Tuxla Gutiérrez,
     al canoero del Amazonas, del Río Bravo, del Orinoco,
     del Paraná, del Magdalena,
     del Caroní,
al mecapalero de San Pedro Sula, al heladero de Chalatenango,
     de Matagalpa, de Tilarán, de Tonosí.
Al jornalero de Paraguyapoa, de Paraguaná, de Paraguari,
a los que cortan yerba mate, comen reviro de harina y grasa,.chupan naranjas, trabajan todos, la madre, el padre y.los cunumí.
A todos les pagan cuando les pagan,
lo mismo a usté
lo mismo que a vos
lo mismo que a ti:
Lata de agua para beber,
cocinar, hacer la limpieza,
ir y venir,
bajar y subir,
lata de agua en la cabeza
sobe ao morro e nao se cansa.
Lata de agua para vivir.
Y te cuelgan un vatio en el patio
de haber electricidad.
De no quinqué, farol. candil, candela, luminaria, vela de cebo.malevo, de estearina fina.
Tendrás proteínas si te dan propinas,
la carne de res la ves,
una ñinguita de carne carnita,
lo mismo si es en Maimará o en Boyacá,
lo mismo da si es en Caquetá o en Cumaná,
lo mismo da si es en Humaitá o en Naiguatá;
     María Antonia ta muy mala,
     tiene la lengua enredá,
     cuando come se le quita,
     cuando no come le da.
Poquita la carnecita
más bien hay sancocho ‘e güesito,
talcarí de chivo, chafaina, anticuchos, mondongo con
     bastante ají.
De mosquito p’arriba todo es cacería, dijo el cazador:
     Cái el piche engordador,
     cái el pájaro que trina,
     todo bicho que camina
     va parar al asador.
Entonces paloma, vizcacha, quirquincho, tatú, cachicamo,
lapa, morrocoy,
     pato sirirí.
Menos mal que el maíz es de aquí,
menos mal cuando alcanza el maíz
el chacarero siembra maíz, rancho y maizal, en todas partes igual, wasi-yke
chakra ima, rancho y maizal, casa e milharal, cheroga capiimí jha avati tÎ.
Milpa y elote, mazorca tierna, choclo, jojoto, maíz. El conuqero suele volver
al anochecer machete y perro, tiene el sembrío en el cerro, planta malanga,
mandioca, maíz. Los americanos comemos maíz, menos mal cuando alcanza el maíz,
hasta para maíz reventado, cotufas, rositas, pochoclo, máis frito, avatí pororó.
Maíz y maíz y maíz y maíz
     Yo saqué mi máis al sol
     pensando que no lloviera
     y me cogió el aguacero
     con todo el máis afuera.
Entonces arepas, cachapas, hayacas, maíz, tamales, maíz, mürque, polenta, pullquin, mbatí-pê, maíz, mazamorra, maíz, locro, maíz, humitas en chala, maíz, atole chuco salvadoreño, huajcha, locro santiagueño.


Ha venido el cura puyando al demonio con la picana del matrimonio,
rejuntados, enranchados, empatados
serán regularizados.
Les echa el responso
      si tienen anillo les pone el anillo,
dame aquí esos reales, yo tengo sencillo,
medios y cuartillos son del monaguillo,
deja unos churupos para el sacristán.
     Y aserrín aserrán
     los maderos de San Juan
     piden pan, no les dan,
     piden queso, les dan hueso
     y les cortan el pescuezo.
Pero el casorio pide jolgorio,
caña y chamamé en Itá-Ibaté,
pulque y tequila en Coahuila, /carnavalito en Jujuy, /en Huancayo marinera/
joropo y cocuy en el Yaracuy, y en Guanare y en Petare
y en Ocumare del Tuy.
Para hacer un hijo no hace falta el cura
se cumplen los meses, nace la criatura,
nace el carajito, nace la chancleta,
se prende a la teta. El padre se rasca para celebrar
o para olvidar.
Compaire y Comaire vierten al rorro agua de socorro,
o habiendo parroquia lo sacan de pila.

Miran los conjuros del agua y la sal
para que el muchacho no muera bagual,
queda cristianado
salvado y bendito y santificado
hasta los calores
cuando se muera
deshidratado
Ayayayayayayayta
pobrecita mi guagüita
ya se ha ido el angelito
parece que oigo su llantito.
Mi pollito salió a la calle
y a Dios le pido que nadie lo halle
que nadie lo halle
que nadie lo halle
ayayayayayayayta
pobrecita mi guagüita.
Por las ánimas benditas
que están en el purgatorio
aquí está la vela
del mampulorio,
aquí está la botella
del mampulorio
aquí está el cigarro
del mampulorio
ayayayayayayayta
pobrecita mi guagüita
ya está en el cielo mi santito
parece que oigo su llantito.
Bis a cabaca
del mampulorio
aquí está el guindado
aquí está el rebenque
del mampulorio

aquí está el litriao
del mampulorio
mi pollito salió a la calle
y a Dios le pido que nadie lo halle
que nadie lo halle
que nadie lo halle
ayayayayayayayta
pobrecita mi guagüita
ya está en el cielo mi santito
parece que oigo su llantito.
Aquí está el aguardiente
del mampulorio
el aguardiente para el velorio del angelito
canto y tambor
guitarra, bombo y charango
para que el chango
vuelva a la tierra maternal
entre parranda y funeral.

A fuerza de pagar la tranquera con la pradera
y la atarraya con la playa
fueron de mal en peor
estos paisitos pobres de América Citerior
donde cada vergatario lleva la reserva de agua
en la jiba presidencial
o en la ventosa empresarial
por si acaso la taba resulta culera
la mano viene fulera
y se altera el odio constitucional.

Dos por tres se forma la sampablera
los banderizos sacan la bandera
la poblada los sigue
fiera
desatada
brutal
apedrean faroles asaltan colmados
mientras acuden los abnegados
conservadores de la moral.

Hasta la epifanía de la metralleta
saquean la leche Nido las alpargatas el charquì el patay los jitomates los
fósforos las velas el querosén el whisky y el ron
los chiles las sardinas las champurradas las papas la cachaça la fariña los porotos
el singani las huevas de iguana el salón de chivo el miche los jojotos
las panelas la chancaca el papelón.

Tal vez les dé igual
comprar o saquear.
Jamás alcanza para todos
mande Burgomaestre mande Senescal.
Almita bendita líbranos del mal.
Considerando
que la papilla es la maravilla
de nuestro cuerpo en capilla
que la pureza es el puré
que tripas llevan corazón
que desayuno almuerzo y cena
son la libertad
los tres golpes de cada día
la suculenta verdad
y el sueño de la Hispanidad.

Considerando que los españoles de acá
papá
no somos tan españoles
pero abundamos más que allá
por eso el pan nos toca a menos
y el hambre a más.

Días había días no había
pero así hemos pasado la vida.

Y considerando
que el pentágono es un polígono
señor concejal
señor patatín mercante
señor yanquifante
no lo confunda con el pentotal
no lo revuelva con los poliedros
y no me lo tome a mal
porque yo soy maestro normal
rural.

Considerando otrosí
que la danse vient de la panse

Escriba sentado
poeta becado.
Considerando que más vale morir envuelto
en un asado de tira
que en la bandera gingival
más vale sueldo de universidad que pobreza
de solemnidad
más vale ser ejecutivo que ejecutado
y más vale
masticar que vomitar
democroar que ajusticiar
dictatorear que agonizar
confesar mejor que ser amoratado
y pelechar mejor que patalear
SE DECRETA ESTE BANDO MUNICIPAL:

no hay suerte para el criollo
andamos pisando la guasca
andamos mal
nos vamos quedando solos compadre
nos van a fregar.
Hay que buscarle otra pata a la sota
para capear el chaparrón
no vayas a Colombia valezón
miles de niños al año mueren
por desnutrición
y el hambre mata más que la revolución.
No vayas al Brasil vos no sabés el portugués
allá se mueren de hambre igual
mande Burgomaestre mande Senescal.

Hay que buscarle otra pata a la sota
hay que desensillar
remezclar la batraja
y esperar
guardar las ganas como perfume caro
y ayunar
no hay tiento que no se corte ni plazo
que no se acabe
y éste se va a acabar
pero lo van a prorrogar
América se muere de hambre porque sí
y hay que disimular
hay que ser progresistas y confraternizar
en Santa Cruz de la Sierra
lo mismo que en Tonosí
lo mismo que en Copiapó
y en Polanco del Yi
lo mismo que en Chajarí
lo mismo que en Paysandú
lo mismo que en Tuyutí
lo mismo que en Piauí
lo mismo que en Arequipa
lo mismo que en Manabí
lo mismo que en Choluteca
lo mismo que en Guasdalito
y lo mismo que en Cautín
lo mismo que en Sonsonate
y lo mismo que en Holguín
y en Cuernavaca y en Estelí y en Alajuela y en Gonaïves y en Chiquimula y en Pocrí
y en las Guayanas y en las Antillas y en Manatí
y en Montería y en Dulce Nombre y en Guatimí
y en Puerto España Puerto Príncipe y en Ocho Ríos
y en San Francisco de Marcorís.

Entre tanto
la vieja embajadora
protectora
benefactora de la humanidad
o de la humedad
esa vieja morisqueta con su lacito violeta
y su dialecto y su cantaleta
de la alta sociedad
ha bendecido la libertad.
Por eso ya son libres los paisitos
blanquitos
apanucados
arruinados
inundados
ocupados
torturados, fusilados
por sus propios paniaguados
los paisitos contemporáneos de sus antepasados
y los paisitos mulatos pacatos
y los paisitos aindiados
acoquinados ninguneados
basureados
los paisitos filmados perifoneados
fotografiados impresos televisados
troquelados
encuadernados
en la cultura occidental
una comadrona
un caporal
un piragüero
una empanadera
un colegial
un chichero una mesonera un tigrero
un nutriador y un obrero industrial.
Guyanés
te soltó el inglés
ya no le servías
pero el mendrugo que comías es el mendrugo que comés
Brasilero brasilero te oí cantar
sapato custa dinheiro
dinheiro custa ganhar
Uruguayo partido por el rayo
Argentino sin destino ni carne ni vino
Paraguayo fundador
ojalá quisiera Tupä
librarte de Aña
Boliviano
Chileno corrido montañés de mar
no te gobierna Toqui ni cetro ni voz popular
sangre y hambre no más
Peruano imperial
waqcha peruano
pobre peruano
Ecuatoriano saqueado en el mar
saqueado en la costa en la sierra
en el fuego y el hielo de tu paralelo
Colombiano la violencia es tu herencia
de por vida
y no te sobra la paciencia
Venezolano la arepa está cuadrada
no le vemos el queso a la tostada
tu crudo tu hierro tu bolívar se van
y no volverán
Mexicano soberano
azteca de sangre real
mecapalero

un campesino ciego una mujer preñada
un gamonal
un esquilador un pescador una cocinera
un buscador de oro
un mensual
un hachero del quebrachal
un barbero una niñera un leproso un peón municipal
un contratista un pajarero
un usurero financista banquero
un dueño de país
familia tradicional
hacendado cosechero
caña banano café
vaca con su ternero al pie


miércoles, 2 de agosto de 2017

Emilio Westphalen -Un árbol se eleva hasta

Emilio Westphalen, Lima, 15 de julio 1911 – Lima, 17 de agosto 2001


Un árbol se eleva hasta

Un árbol que se eleva hasta el extremo de los cielos que lo cobijan
Golpea con dispersa voz
El árbol contra el cielo contra el árbol
Es la lluvia encerrada en tan poco de espacio
Golpea contra el ánima
Golpea con las ramas la voz el dolor
No hagas tal fuerza por que te oigan
Yo te cedo mis dedos mis ramas
Así podrás raspar arañar gritar y no solamente llorar
Golpear con la voz
Pero tal levedad me hiere
Me desola
No te creía de tal ánimo
Y que no cabes en el espacio
Cómo golpea el árbol al árbol el árbol
Agua
Y navegan los rojos galeones por la gota de agua
En la gota de agua zozobran
Acaso golpea el tiempo
Otra gota
Agua
La garganta de fuego agua agua
Matado por el fuego
La llamarada gigantesca
Maravilloso final
Muerto sin agua en el fuego
La mano arañaba el fuego
La mano
Y nada más que sangre agua
No sangre fuego último fuego
Definitivo fuego
Las gotas cuentan otra cosa
Nadie cuenta las gotas
Las lágrimas son de más perfecta forma
Su música más suave apagada
El rostro de una niña alumbra una lágrima con su luz suave apagada
La lluvia llora en todo el espacio
Anega el alma su música
Golpea otra ánima sus hojas
Las gotas
Las ramas
Llora el agua
El tiempo se cuenta con las gotas el tiempo
La música dibuja el cielo
Camina sobre el agua la música
Golpea
El agua
Ya no tengo alma ya no tengo ramas ya no tengo agua
Otra gota

Aunque me ahogue
Ya no tengo alma
En la gota se ahogaron los valientes caballeros
Las hermosas damas
Los valientes cielos
Las hermosas almas
La música da traspiés
Nada salva al cielo o al alma
Nada salva la música la lluvia
Ya sabía que más allá del cielo de la música de la lluvia
Ya
Crecen las ramas
Más allá
Crecen las damas
Las gotas ya saben caminar
Golpean
Ya saben hablar
Las gotas
El alma agua hablar agua caminar gotas damas ramas agua
Otra música alba de agua canta música agua de alba
Otra gota otra hoja
Crece el árbol
Otra hoja
Ya no cabe el alma en el árbol en el agua
Ya no cabe el agua en el alma en el cielo en el canto en el agua
Otra alma
Y nada de alma
Hojas gotas ramas almas
Agua agua agua agua
Matado por el agua