domingo, 30 de agosto de 2015

Marianne Moore -La poesía



Marianne Moore, Misuri, 15 de noviembre 1887 – Nueva York, 5 de febrero 1972   

Versión Isaías Garde



La poesía

A mí tampoco me gusta la poesía: hay cosas importantes más allá
de toda esa tramoya.
Leyéndola, no obstante, con perfecto desprecio, uno descubre en
ella, después de todo, algún espacio para lo genuino.
Manos capaces de agarrar, ojos que pueden dilatarse, cabellos que se erizan
si es preciso, esas cosas son importantes, no porque

las imponga una enunciación grandilocuente sino porque son
útiles. Cuando eso deriva hacia lo ininteligible,
lo mismo sucede con nosotros, que
no admiramos aquello
que no podemos entender: el murciélago
colgando hacia abajo o en procura de algo

para comer, el empuje del elefante, la rodada de un caballo salvaje, un
lobo infatigable bajo un árbol, el critico impertérrito sacudiendo su piel como un caballo
picado por una pulga, el fanático del beisbol, el estadístico.
No es válido tampoco
discriminar entre "papeles comerciales
y libros escolares"; todos esos fenómenos son importantes. Sin embargo, hay una distinción que

podemos hacer: cuando esto es expresado por poetas mediocres, el
resultado no es poesía,
hasta que nuestros poetas no sepan ser
"literalistas de la imaginación" por encima
de la insolencia y la trivialidad y puedan presentar a

examen "jardines imaginarios cuyos sapos sean reales"
no tendremos poesía.
Mientras tanto, si por un lado reclamás
la materia prima poética en toda su crudeza,
y por otro lado lo genuino, quiere decir que estás interesado en la poesía.

viernes, 28 de agosto de 2015

Saint John Perse -Anábasis



Saint John Perse, Francia, 31 de mayo 1887 – Francia, 20 de septiembre 1975
Traducción Jorge Zalamea



Anábasis


Canción

Nacía un potro bajo las hojas de bronce. Un hombre puso bayas amargas en nuestras manos. Extranjero. Que pasaba. Y he aquí que se habla de otras provincias a mi gusto… “Os saludo, hija mía, bajo el más grande los árboles del año”.
Pues el sol entra en Leo y el Extranjero ha puesto su dedo en la boca de los muertos. Extranjero. Que reía. Y  nos habla de una hierba. ¡Ah! qué de soplos en las provincias! ¡Cuánta holgura en nuestras vías! ¡y cómo me es delicia la trompeta y la pluma sapiente en el escándalo del ala!… “Alma mía, moza, tenías maneras que no son las nuestras”.
Nació un potro bajo las hojas de bronce. Un hombre puso estas bayas amargas en nuestras manos. Extranjero. Que pasaba. Y he aquí un gran ruido en un árbol de bronce. ¡Asfalto y rosas, don del canto! ¡Truenos y flautas en las cámaras! ¡Ah! cuánta holgura en nuestras vías, ah, cuántas historias en la añada, y el Extranjero tiene sus maneras por los caminos de toda la tierra!…  “Os saludo, hija mía, bajo el más bello traje del año”.

I

Sobre tres grandes estaciones estableciéndome con honra, auguro bien del suelo en que he fundado mi ley.
Las armas en la mañana son bellas y la mar. A nuestros caballos entregada la tierra sin almendras
nos vale este cielo incorruptible.  Y el sol es nombrado, pero su pujanza está entre nosotros
y el mar en la mañana como una presunción del espíritu.
Poderío, cantabas sobre nuestras rutas nocturnas!… En los idus puros de la mañana, qué sabemos del sueño, nuestro mayorazgo?
Todavía un año entre nosotros! Dueño del grano, dueño de la sal, y la cosa pública en justas balanzas!
No llamaré a las gentes de otra orilla. No trazaré granes barrios urbanos sobre las laderas con el azúcar de los corales. Pero designio tengo de vivir entre nosotros.
En el umbral de las tiendas toda gloria! mi fuerza entre vosotros! y la idea pura como una sal abre sus audiencias en el día.
Obsedí la ciudad de vuestros sueños y detuve en los mercados desiertos ese puro comercio de mi alma, entre vosotros.
invisible y frecuente como un fuego de espino al aire libre.
Pujanza, cantabas sobre nuestras rutas espléndidas!… “En la delicia de la sal todas son lanzas del espíritu! Avivaré con sal las bocas muertas del deseo!
A quien, alabando la sed, no ha bebido del agua de las arenas en un casco,
poco crédito le concedo en el comercio del alma…” (Y el sol no es nombrado, pero su pujanza está entre nosotros).
Hombres, gentes de polvo y de todas las usanzas, gentes de negocio y de ocio, gentes de los confines y gentes de allende, oh gentes de poco peso en la memoria de estos lugares; gentes de los valles y de las mesetas y de los más altos declives de este mundo en la desembocadura de nuestros ríos; husmeadores de signos, de semillas y confesores de soplos en Oeste; seguidores de pistas, de estaciones, arrieros de campamentos  bajo el vientecillo del alba; oh buscadores de ojos de agua en la corteza del mundo; oh buscadores, oh descubridores de razones para irse a otra parte,
no traficáis con una sal más fuerte que ésta cuando, en la mañana, en un presagio de reinos y de aguas muertas altamente suspendidas sobre los humos del mundo, los tambores del exilio despiertan en las fronteras
la eternidad que bosteza sobre las arenas.
… Con el traje más puro entre vosotros. Por un año aún entre vosotros. “Mi gloria está en los mares, mi fuerza entre vosotros!
A nuestros destinos prometido ese soplo de otras riberas y, llevando más allá las semillas del tiempo, el esplendor de un siglo en su apogeo en el fiel de las balanzas…”
Matemáticamente pendientes de los bancos de la sal! En un punto sensible de mi frente en donde se plantea el poema, inscribo este canto de todo un pueblo,
de nuestros astilleros extrayendo  inmortales carenas.

II

En los países frecuentados, los más grandes silencios; en los países frecuentados por grillos al mediodía.
Marcho, marcháis por un país de altas laderas de toronjil, donde ponen a secar la colada de los Grandes.
Saltamos sobre el traje de la Reina, todo de encaje con dos bandas de color tostado (ah! cómo el ácido cuerpo de la mujer sabe manchar un traje en el lugar de la axila!)
Saltamos sobre el traje de su hija, todo de encaje con dos bandas de color vivo (ah! cómo la lengua del lagarto sabe atrapar las hormigas en el lugar de la axila!)
Y acaso no transcurra el día sin que un mismo hombre haya ardido por una mujer y por su hija!
Risa sabia de los muertos, que nos monden estas frutas!… Y qué, no hay ya gracia en el mundo bajo la rosa silvestre?
Viene, de este lado del mundo, un gran mal violeta sobre las aguas. El viento se levanta. Viento marino. Y la colada
vuela! como un sacerdote despedazado…

III

A la cosecha de las cebadas sale el hombre. No sé qué ser poderoso ha hablado sobre mi techo. Y he aquí que los Reyes se han sentado a mi puerta. Y el Embajador como a la mesa de los Reyes. (Que los nutran con mi grano!) El Contralor de pesos y medidas desciende los ríos enfáticos con toda suerte de restos de insectos
y de briznas de paja en la barba.
Ah! nos sorprendemos de ti, Sol! Nos has dicho tales mentiras!
Fautor de tumultos, de discordias! Nutrido de insultos y de escándalos! oh Frondista! haz reventar la almendra de mi ojo! Mi corazón ha piado de alegría bajo las magnificencias de la cal, el pájaro canta: “oh ancianidad”… los ríos sobre sus lechos son como gritos de mujeres y este mundo es más bello
que una piel de morueco teñida de rojo!
¡Ah! más amplia la historia de esta hojarasca en nuestros muros, y el agua más pura que en sueños, gracias, gracias le sean dadas de no ser un sueño! Mi alma está plena de mentira, como la mar ágil y fuerte bajo la vocación de la elocuencia! El olor poderoso me rodea. Y se despierta la duda sobre la realidad de las cosas. Pero si un hombre tiene por agradable su tristeza, que lo saquen a la luz! y mi consejo es que lo maten, si no,
habrá una sedición.
Mejor dicho: te prevenimos, Retórico, que nuestras ganancias son incalculables. Los mares culpables en los estrechos no conocieron juez más rígido! Y el hombre entusiasmado por un vino, llevando su corazón arisco y zumbante como un pastel de moscas negras, comienza a decir cosas: “… Rosas, purpúrea delicia: la tierra vasta para mi deseo, y quién pondrá, y quién pondrá los límites esta noche?… la violencia en el corazón del  cuerdo, y quién pondrá los límites esta noche…” Y un tal, hijo de un tal, hombre pobre,
llega al poder de los signos y de los sueños.
“Trazad las rutas por donde vayan las gentes de toda raza, mostrando ese color amarillo del calcañal; los príncipes, los ministros, los capitanes de voz amigdaliana; los que han hecho grandes cosas, y los que ven en sueño ésto o aquello. El sacerdote ha depuesto sus leyes contra el gusto de las mujeres por las bestias. El gramático escoge el lugar de sus disputas al aire libre. El sastre guinda de un árbol viejo un traje nuevo de muy bello terciopelo. Y el hombre aquejado de gonorrea lava su ropa en el agua pura. Hacen quemar el silicio del achacoso y el olor llega al remero en si banco,
y le es deleitoso”.
A la cosecha de las cebadas sale el hombre. El olor poderoso me rodea, y el agua más pura  que en Jabal hace ese ruido de otra edad. En el más largo día del año mondo, alabando a la tierra bajo la hierba, no sé qué ser poderoso ha seguido mis pasos y con los muertos bajo la arena y la orina y la sal de la tierra, he aquí que se ha hecho como con el cascabillo cuyo grano fue dado a las aves… mi alma, mi alma vela tumultuosamente a las puertas de la muerte. –Pero di al Príncipe que calle: en la punta de la lanza, entre nosotros
ese cráneo de caballo!

IV

Así va el mundo y de ello sólo alabanza tengo. Fundación de la ciudad. Piedra y bronce. Fogatas de zarzas en la aurora
pusieron al desnudo estas grandes
piedras verdes y aceitosas como fondos de templos, de letrinas,
y el navegante alcanzado en el mar por nuestros humos vio que la tierra, hasta la cima, había cambiado de imagen (vastas artigas vistas desde alta mar y esos trabajos de captación de aguas vivas en la montaña.)
Así la ciudad fue fundada y colocada en la mañana bajo las labiales de un nombre puro. Los campamentos se arrían en las colinas! Y nosotros que estamos sobre las galerías de madera,
cabeza desnuda y pies desnudos en la frescura del mundo,
de qué, pues, nos reímos, pero de qué tenemos que reírnos, desde nuestra tribuna, ante un desembarque de mozas y de mulos?

y qué hay que decir, después del alba, de todo ese pueblo bajo las velas? Arribos de harinas!… Y los bajeles más altos de Ilión bajo el pavorreal blanco del cielo, habiendo franqueado la barra, se detenían,
en ese punto muerto en el que flota un asno muerto. (Se trata de arbitrar a este pálido río, sin destino, de un color de langostas aplastadas en su savia).
En el tumulto fresco de la otra orilla, los herreros son amos de sus fuegos! Los chasquidos del foete descargan en las calles nuevas carretadas de infortunios latentes. Oh! Mulas, nuestras tinieblas bajo el sable de cobre! cuatro cabezas reacias al nudo del puño forman un vivo corimbo sobre el azur. Los fundadores de asilos se detienen bajo un árbol y les acuden las ideas para la elección de los terrenos. Me enseñan el sentido y la destinación de los edificios: fachada de honor, fachada muda; las galerías de laterita, los vestíbulos de piedra negra y las piscinas de sombra clara para las bibliotecas; construcciones fresquísimas para los productos farmacéuticos. Y luego se acercan los banqueros que silban en sus llaves. Y ya por las calles un hombre cantaba solo, de aquellos que tiznan sobre su frente la cifra de su Dios. (Crepitar de insectos para siempre en el barrio de las basuras”)… Y no es este el lugar para contaros nuestras alianzas con las gentes de la otra orilla; el agua ofrecida en odres, las prestaciones de caballerías para los trabajos portuarios y los príncipes pagados en moneda de peces. (Un niño triste como la muerte de los simios –hermana mayor de una gran belleza– nos ofrecía una codorniz en una zapatilla de satín rosa).
…Soledad! el huevo azul que pone un gran pájaro marino, y las bayas en la mañana odas grávidas de limones de oro! Fue ayer! El pájaro ha volado!
Mañana las fiestas, los clamores, las avenidas bordeadas de plantas leguminosas y los servicios de limpieza acarreando a la aurora grandes trozos de plantas muertas, restos de alas gigantes… Mañana las fiestas,
las elecciones de magistrados del puerto, las vocalizaciones en los suburbios y, bajo las tibias incubaciones de tormenta,
la ciudad amarilla, encasquetada de sombra, con los pantalones de sus muchachas en las ventanas.
… A la tercera lunación, los que velaban en las crestas de las colinas replegaron sus tiendas. Se hizo arder un cuerpo de mujer en las arenas. Y un hombre avanzó hasta la entrada del Desierto –profesión de su padre, vendedor de frascos.

V

Para mi alma mezclada los negocios remotos, cien fuegos de ciudades avivados por los ladridos de los perros…
Soledad! nuestros extravagantes partidarios adulaban nuestras obras, pero ya nuestros pensamientos acampaban bajo otros muros.
“A nadie he dicho que espere.. Os odio a todos con dulzura… ¿Y qué decir de este canto que nos extorsionáis?…”
Duque de un pueblo de imágenes por conducir a los Mares Muertos, dónde hallar el agua nocturna que lavará nuestros ojos?
Soledad!… Compañía de estrellas pasan por el borde del mundo, anexándose en las cocinas un astro doméstico.
Los Reyes Confederados del cielo hacen la guerra sobre mi techo y, señores de la altura, allí establecen sus vivacs.
Dejádme solo con las brisas de la noche, entre los Príncipes panfleistas, bajo la catarata de las Biélidas!…
Alma unida en silencio al betún de los Muertos! cosidos con agujas nuestros párpados! Loada la espera bajo nuestras pestañas!
La noche da su leche, que estén a ello atentos! y que un dedo de miel se deslice por los labios del pródigo:
“… Fruto de la mujer, oh Sabea!…” Traicionando al alma menos sobria y asqueado de las puras pestilencias de la noche,
me alzaré en mis pensamientos contra la actividad del sueño;
me iré con los gansos salvajes, en el soso olor de la mañana!…
–¡Ah! cuando la estrella pernoctaba en el barrio de las sirvientas, sabíamos que ya tantas lanzas nuevas
perseguían en el desierto los silicatos del Estío? “Aurora, narrabais…” Abluciones en las riberas de los Mares Muertos!
Aquellos que yacieron desnudos en la inmensa estación se levantaron en masa sobre la tierra –se levan en masas y gritan
que este mundo es insano!… El anciano mueve los párpados bajo la luz amarilla; la mujer se despereza sobre su uña;
y el potro pringoso pone su quijada barbuda en la mano del niño, que no piensa en saltarle un ojo…
“Soledad! A nadie he dicho que espere… Me iré por ahí cuando lo quiera…” Y el Extranjero todo vestido
con sus nuevos pensamientos, gana todavía partidarios en las vías del silencio: su ojo está lleno de una saliva,
ya no hay en él substancia de hombre. Y la tierra en sus simientes aladas, como un poeta en sus palabras,  viaja…

miércoles, 26 de agosto de 2015

Alvaro Mutis -Cada poema

Alvaro Mutis, Bogotá, 25 de agosto 1923 –México D F, 22 de septiembre 2013


Cada poema

Cada poema un pájaro que huye
del sitio señalado por la plaga.
Cada poema un traje de la muerte
por las calles y plazas inundadas
en la cera letal de los vencidos.
Cada poema un paso hacia la muerte,
una falsa moneda de rescate,
un tiro al blanco en medio de la noche
horadando los puentes sobre el río,
cuyas dormidas aguas viajan
de la vieja ciudad hacia los campos
donde el día prepara sus hogueras.
Cada poema un tacto yerto
del que yace en la losa de las clínicas,
un ávido anzuelo que recorre
el limo blando de las sepulturas.
Cada poema un lento naufragio del deseo,
un crujir de los mástiles y jarcias
que sostienen el peso de la vida.
Cada poema un estruendo de lienzos que derrumban
sobre el rugir helado de las aguas
el albo aparejo del velamen.
Cada poema invadiendo y desgarrando
la amarga telaraña del hastío.
Cada poema nace de un ciego centinela
que grita al hondo hueco de la noche
el santo y seña de su desventura.
Agua de sueño, fuente de ceniza,
piedra porosa de los mataderos,
madera en sombra de las siemprevivas,
metal que dobla por los condenados,
aceite funeral de doble filo,
cotidiano sudario del poeta,
cada poema esparce sobre el mundo
el agrio cereal de la agonía.

lunes, 24 de agosto de 2015

Tom Maver -Baguala para yaguaretés

Tom Maver, CABA, 2 de diciembre 1985


Baguala para yaguaretés

Son ellas, las encadenadas.
Un círculo cerrado en la noche,
a campo abierto. En medio,
un fuego. Contarse secretos
no las libera del peso que
cargan las mujeres de mi familia,
del aliento que les respira en la nuca,
del yaguareté montado a sus espaldas.
Ninguna hermana o tía o abuela
habla de peleas o golpizas, nadie
se ríe de los celos o vergüenzas
de sus hombres. Sólo se miran.
El fuego les deja ver las caras
y el pelo movido por el aliento
del animal. Embrujo sobre
embrujo, cuando empiezan
con las bagualas, cuando de la caja
sacan la seguridad de una curación
a través del lamento, y cantan
con miedo y respeto y solas
hacia la antigüedad, entonces
los yaguaretés paran sus orejas
y empiezan a temblar.
Ellas saben que las oyeron
y luego soltaron los dominantes,
maridos borrachos, sus queridos
autoritarios, que se ahuyentan
por lo que no comprenden de ellas.
Prefieren la oscuridad y el frío
a seguir oyendo cómo sus vidas
pasan a ser lentamente trituradas
en los tonos mayores
que salen de la boca de las mujeres
de mi familia reunida en la noche.

sábado, 22 de agosto de 2015

Ian McMillan -Ian McMillan y su poema inconcluso

Ian McMillan, Darfield, Reino Unido, 21 de enero 1956
Versión Santiago Espel



Ian McMillan y su poema inconcluso

Tras el infarto, lo encontraron en su zapato,
justo a la entrada del Tesco Extra, en Wombwell.
“Sacale los zapatos”, gritó uno de los vendedores,
y un tipo que pasaba le desató el izquierdo,
con la esperanza de que esto lo ayudara a respirar.
Al descalzarlo, encontraron el poema inconcluso,
arrugado y aplastado. Uno de seguridad del negocio
lo agarró y se puso a leer en voz alta
para un puñado de gente, casi una lectura de poesía.

Un vaso brillando
en la luz de la barra
del mostrador

Se escuchó el murmullo de los presentes:
“Si dejás un poema sin terminar, dejá algo bueno”

dijo una mujer
pariente de otra que vivía en Jump.

jueves, 20 de agosto de 2015

Charles Simic -Prodigio

Charles Simic, Belgrado, Serbia, 9 de mayo 1938
Versión Jonio González



Prodigio

Crecí inclinado sobre
un tablero de ajedrez.

Amaba la expresión “jaque mate”.

Todos mis primos parecían preocupados.

Había una casa pequeña
cerca de un cementerio católico.
Los aviones y los tanques
sacudían los cristales de sus ventanas.

Un profesor de astronomía jubilado
me enseñó a jugar.

Debió de ser en 1944.

En el juego que usábamos
las piezas negras
estaban casi totalmente descoloridas.

El rey blanco había desaparecido
y hubo que reemplazarlo.

Lo digo y todavía no me lo creo:
ese verano presencié cómo colgaban a unos hombres
de los postes del teléfono.

Recuerdo a mi madre
tapándome los ojos.
Tenía una habilidad asombrosa para ocultarme
de repente la cabeza debajo de su abrigo…

El profesor me dijo que en el ajedrez
los maestros juegan a ciegas
los mejores, varias partidas
a la vez. 




martes, 18 de agosto de 2015

Jackie Kay -Dientes

Jackie Kay, Edimburgo, Reino Unido, 9 de noviembre 1961
Versión Santiago Espel 




Dientes

Esta es X,  con sus propios dientes intactos.
Su madre está horrorizada por esto.

Miren dentro de su boca. Los tiene todos.
Perlas perfectas. Piedras lácteas. Puro marfil.

Sin emplomaduras, ni encías dañadas.
X es una mujer con una sonrisa

irresistible. Desde niña. Nada de caries.
Su madre usa hasta el día de hoy dentadura postiza.

En los colmillos mal encajados hay algo indecible:
un pequeño abismo entre dientes y encías.

Los dientes de su madre nadan de noche
en un vaso de vidrio: la sonrisa de un tiburón, la mueca de un lobo.

Lo que ahora trastorna a su madre, extrañamente,
es esto: X tiene además hermosos labios.

Esta mañana los tipos entraron por la fuerza a las 8.
X llevaba su salto de cama de toalla blanco.

Llegaron con el número de ella en brazos.
Sabe usted, dice su madre,

amordazaron a mi hija para ahogar
sus gritos. Taparon su boca con cinta blanca.

El pequeño niño les tiró de los pantalones.
Mudo. Los hombres enormes lo empujaron

contra aquel rincón gris. Su voz estalló.
Se quedará allí de pie, igual de pequeño, para siempre,

verá esos momentos arrebatar, y aferrar,
y repetirse. Los hombres de civil tienen garras;

atacan a su madre como perros, amordazándola,
atándola, transformándola en otra

persona. Mirará las manos de ella pegar y retorcerse.
Sus propias manos formando una iglesia, luego

un alto campanario.  Cruza los dedos. Los retuerce.
Sus manos se humedecen. Tiene cinco años.

Sabe su dirección. Sabe su nombre.
Tiene diez dedos. Los vuelve a contar.

Esta es X, con sus dientes intactos.
Vino a este país con sus dientes intactos.

Luego vendrá el ruido de los mordiscos. Mañana
surgirán las mentiras. El hombre con el flemón

dirá que ella sufría del corazón. Presión alta.
Ilegal. Él solamente hizo su trabajo.

Complételo. Anótelo. Llene los espacios.
Apruébelo oficialmente: plata u oro

o el National Health Service. Se resistió a la autoridad;
ahí tiene la causa de muerte. En bandeja.

Se equivocó. Déle un número. Piense
un número. Llévese al hijo.

domingo, 16 de agosto de 2015

William Carlos Williams -El asfódelo, esa flor verdosa

William Carlos Williams, Nueva Jersey,17 de septiembre 1883–4 de marzo 1963
Versión Isaías Garde



El asfódelo, esa flor verdosa

Del asfódelo, esa flor verdosa,
como un botón de oro
sobre su tallo bifurcado-
salvo que éste es verde y leñoso-
vengo, querida,
a cantarte.
Vivimos mucho tiempo juntos
una vida repleta,
si vos querés,
de flores. De modo
que me alegré
al enterarme
de que también hay flores
en los infiernos.
Hoy estoy lleno del tenue recuerdo de aquellas flores
que ambos amamos,
-aun de esta pobre
florcita descolorida-
la conocí cuando era chico,
poco apreciada entre los vivos,
aunque los muertos la ven
y se preguntan:
¿me acuerdo de algo
que tuviera semejante
forma?,
mientras nuestros ojos
se llenan de lágrimas.
Del amor, del invariable amor,
dirán que, aunque es tan débil, un baño de púrpura
lo teñirá para hacerlo totalmente confiable.
Hay algo,
algo urgente
que tengo que decirte
sólo a vos,
pero esperemos,
mientras bebo
de la felicidad de tu cercanía
quizás por última vez.
Así,
me arranco
este miedo del corazón
para seguir hablando,
porque no me animo a detenerme.
Escucha
mientras te hablo contra el tiempo,
no tardará mucho.
Yo lo había olvidado
y sin embargo veo claramente
que hay algo central en el cielo
que oscila y que da vueltas.
¡Un olor
viene de allí!
¡el olor más dulce!
¡madreselvas! ¡y ahora
llega el zumbido de una abeja!
¡y una intensa corriente
de memorias hermanas!
Solo dame tiempo,
tiempo para convocarlas
y poder contártelas.
Dame tiempo,
tiempo.
Cuando era chico
tenía un libro
en el que, de vez en cuando,
prensaba algunas flores,
hasta que, al final,
tuve una buena colección.
El asfódelo,
como un presagio,
estaba entre ellas.
Te traigo,
restaurado,
el recuerdo de aquellas flores.
Eran dulces,
cuando yo las prensaba,
y guardaban
algo de esa dulzura
por mucho tiempo.
Es un olor curioso,
un olor moral,
ese que me trae cerca de vos.
El color
fue lo primero en irse.
Tuvo que llegarme este
desafío:
tu querido ser,
tan mortal como yo,
¡la garganta del lirio
abierta ante el colibrí!
la riqueza infinita,
pensé,
me tiende sus brazos.
Mil trópicos
en una floración del manzano.
La tierra generosa
brindándose a sí misma.
¡El mundo entero
llegó a ser mi jardín!
Pero también el mar,
al que nadie cultiva,
es un jardín
cuando el sol lo golpea
y despierta sus olas.
Yo lo vi
y vos también lo viste
cuando hace avergonzar
a todas las flores.
También la estrella de mar,
endurecida por el sol,
y otras plantas del mar
y las algas. Vos y yo sabíamos
todo acerca de esto
porque nacimos a la orilla del mar,
conocíamos esos cercos rojizos
al borde mismo del agua.
Ahí crecen también la malva rosa
y, en su estación,
las frutillas.
Allí, más tarde,
íbamos a juntar
ciruelas silvestres.
No voy a decir
que viajé a los infiernos por tu amor
y sin embargo
allá fui a parar, buscándote.
No me gustó,
quise estar en el cielo. No dejes de escucharme.
No te alejes.
En mi vida aprendí mucho
de los libros
y, fuera de ellos,
mucho también sobre el amor.
La muerte
no termina con él.
Hay una jerarquía,
creo yo,
que puede recorrerse
a su servicio;
su premio
es una flor mágica;
un gato de veinte vidas.
Si ninguno trata de alcanzarlo
el mundo
va a salir perdiendo.
Para vos y para mí
fue como ver venir una tormenta
volando sobre el agua.
Estuvimos año tras año
tomados de la mano
frente al espectáculo de nuestras vidas.
La tormenta se desató.
Los relámpagos estallaron en los bordes de las nubes.
Hacia el norte
el cielo era plácido,
un resplandor azul
mientras la tormenta se acumulaba.
Una flor
que pronto iba a alcanzar
su punto culminante.
Y vos y yo bailábamos
en nuestras mentes
y juntos leíamos un libro
¿te acordás?
Era un libro importante.
Tantos libros entraron en nuestras vidas.
¡El mar! ¡El mar!
Cada vez que pienso en el mar
me acuerdo
de la Ilíada
y de la falta pública de Helena
que la hizo posible.
Si no hubiera sido por eso
no hubiera habido poema y el mundo
al recordar aquellos pétalos de púrpura
dispersos entre las piedras
lo hubiera llamado simplemente
asesinato.
La orquídea sexual que floreció en aquel entonces
enviando a tantos
valientes a sus tumbas
les legó una memoria
a esa raza de locos
o de héroes,
si el silencio es una virtud,
el mar, solitario
en su multiplicidad,
conserva alguna esperanza.
La tormenta
se probó devastadora,
pero seguimos,
con los pensamientos que ella
suscitó,
reconstruyendo nuestras vidas.
Es la mente,
la mente
la que debe ser curada,
antes de que
intervenga la muerte,
y la voluntad
será un jardín de nuevo. El poema
es complejo y es complejo el lugar que le hacemos
en nuestras vidas al poema.
El silencio también puede ser complejo
pero con el silencio
no vamos a ningún lado.
Empieza de nuevo.
Es como el catálogo
de naves en Homero:
sirve para ocupar el tiempo.
Hablo con figuras,
es necesario,
los vestidos que usás son también figuras,
no podríamos encontrarnos
de otro modo. Si digo
"flores"
es para recordar
que alguna vez fuimos jóvenes.
No todas las mujeres son Helena,
ya lo sé,
pero llevan a Helena en sus corazones.
Querida,
en vos también está,
por eso te amo,
no podría amarte si no.
Imaginate
un campo hecho de mujeres
todas de un blanco plateado.
¿Cómo no amarlas?
La tormenta estalla o
se disipa,
no es el fin del mundo.
El amor es otra cosa,
o eso pensé,
un jardín que se expande
-aunque te conocí como mujer
y nunca te vi de otra forma-
hasta ocupar el mar
con todos sus jardines.
Era el amor del amor,
el amor que devora todo lo demás,
un amor agradecido,
un amor a la naturaleza, a la gente,
a los animales,
un amor que engendra
mansedumbre y bondad,
es el que vi en vos
y el que me conmovió.
Debería haber sabido,
y no lo supe,
que el lirio de los valles
es una flor que enferma a quien la huele.
Tuvimos hijos,
rivales en la batalla común
y, aunque siempre los cuidé,
de acuerdo con mis luces,
tanto como un hombre puede cuidar a sus hijos,
ahora los dejo a un lado
porque,
vos entendés,
tenía que encontrarte después de todo eso.
Todavía estoy por encontrarte.
Amor,
-ante el cual los dos nos inclinamos-
una flor,
la flor más frágil
será nuestro sello,
no porque seamos débiles.
En la plenitud de mi fuerza
hice todo lo que podía hacerse
para probarte que nos amábamos,
mientras mis huesos se rompían
porque no podía gritártelo en el acto.
Del asfódelo, esa flor verdosa,
vengo, querida, a cantarte.
Mi corazón revive pensando
que te traigo noticias
de algo que te concierne,
y que concierne también a todos.
Mirá lo que se hace pasar por novedad,
no vas a encontrar nada allí,
pero sí en los poemas despreciados.
Es difícil encontrar noticias en los poemas,
y, sin embargo, todos los días, la gente muere miserablemente
por no alcanzar lo que se encuentra en ellos.
Y te digo:
también a mí me concierne,
y a todo el que quiera
morir en paz sobre su cama.

 
 

viernes, 14 de agosto de 2015

Gustavo Escanlar -Una foto de mi padre

Gustavo Escanlar, Montevideo, 18 de mayo 1962 – Montevideo, 12 de noviembre 2010


Una foto de mi padre


Una foto de mi padre a los 25
se ríe, tiene pinta
no se imagina que le esperan
una mujer histérica
un hijo maricón
un trabajo sin éxitos
una amante frígida y asmática
la madre que lo abandonó pidiéndole cariño
no se imagina todo eso porque tiene solamente veinticinco
-mi edad ahora-
y tiene la fuerza del recién llegado
la fuerza del galleguito dispuesto a todo
la fuerza del enamorado
no se imagina nada
porque está peinado a la gomina
y tiene puesta su mejor corbata
y pide que le retoquen la foto
y “de noche cuando me acuesto rezo a la virgen de la
macarena” retumba en su cabeza
y ríe
no se imagina nada
y veinte años después
perderá esa sonrisa

miércoles, 12 de agosto de 2015

Lavinia Greenlaw -Foto de noche

Lavinia Greenlaw, Londres, 30 de julio 1962
Versión Santiago Espel


Foto de noche

Al cruzar el canal de La Mancha en invierno, de noche,
la costa asoma con la perspectiva de la distancia.
Después se va hundiendo en una sombra superpuesta.

Luces pequeñas, muelles, el muro de la bahía,
límites de la ciudad que se disipan lentamente,
mientras el manto de la noche lo devora todo.

Más allá de la popa, las barreras de niebla espesa
son el punto de fuga que vamos dejando atrás
hasta hacerse casi imperceptibles, intangibles.

Lo que resulta imposible de retener o retratar
es el chapoteo incesante del agua en su danza.
El ojo es ajeno a esa abstracción suprema.

El ojo no hace foco, no encuentra detalle ni primer plano.
Más asible y rotunda resulta la curvatura del horizonte.

Cielo y mar se funden ahí, en ese nudo oscuro
de texturas familiares: humo, mármol, aceite y anguilas.

La luz enfoca y define sus materias, como nombrándolas.
La luz del sol sobre la luna, el foco luminoso agujereando
la negra carpeta con sus manchones de blanco reflejo.

Vamos llegando a tierra, esquivando boyas y barcos livianos.
Vamos hacia el puerto y su adicción de colores.
Los planetas parecen alinearse. Dejamos atrás la sombra.

En cualquier momento comienza un nuevo día.



lunes, 10 de agosto de 2015

Gary Daher Canedo -El arrodillado

Gary Daher Canedo, Tacna, Bolivia, 31 de octubre 1956


El arrodillado

Arrodillado
retorno a mis orígenes
al universo de la escasez:

la mano
la caricia de la lanza
la estampida de los búfalos oscureciendo el horizonte

y al sosegar el polvo
los dioses olvidados en las húmedas cavernas.

Sobre la piedra
el contorno del bosque
honra la máscara
y la madera
morada germinal del fuego.

Los ritos de los cuerpos
regresan su siglo de gritos a los vientres
las lenguas
retroceden la llanura de Babel
un silencio inocente
es el respiro de la aurora.

Pero
dónde estás
descalza
a la orilla de qué lenguaje
la línea que lleva desde el instante hasta el principio
traza la marca de tu ausencia.

O eres a los dedos como a la mañana
un signo apenas
una inmensa interjección alucinada.

Mujer o reino
agua que está detrás de todos los deseos
profundidad de pozo
nadie.

Y si te nombran
y yo aún arrodillado
y tú todavía me esperas
vestida con todas las niñas que fuiste
pasado el umbral
abiertos los brazos

cuando todo se haya dado
y traigan para mí
la túnica de la muerte.

sábado, 8 de agosto de 2015

Dan Fante - Santa Mónica

Dan Fante, Los Angeles, California, 19 de febrero 1944
Traducción Juan Arabia



Santa Mónica


Luce como el océano mismo
pero es Santa Mónica —no el nirvana sentado
entrecerrando los ojos al amanecer de un motel de 40 dólares
por día al lado del mar
todos los gastos pagos por la chica que ronca detrás de mí que
compró las bebidas de anoche
después leí algunas cosas de mis últimos diez años en un
cuaderno manchado con vino
y
una vez más
tuve mucho éxito haciendo el papel de un escritor de verdad

mi mierda —notablemente— incluso suena como yo antes de
que perdiera mi musa
y me convirtiera en un desesperanzado idiota-desconocido-sin
talento-retardado
de mierda
con un tren de carga que ruge a través de mi mente
persiguiendo la ridícula y perdida idea de la perfección
literaria

Pero te advierto
soy como un Ford 1985 abollado con un radiador arruinado,
un parabrisas agrietado, y tres llantas lisas
yendo a toda velocidad por la 405

No trates de humillarme, de pasarme o engañarme porque —mirá

cuando estoy acorralado
puedo escribir como un gin-meando-carne-viva-carburador-V8- dual-hijo de puta

incluso en Los Ángeles



jueves, 6 de agosto de 2015

Simon Armitage -Capítulo y versículo

Simon Armitage, Huddersfield, Reino Unido, 26 de mayo 1963
Versión Santiago Espel



Capítulo y versículo

Fueron llevados a la orilla
para esperar. Desde el fondo,
alguien dijo: beban.
Entonces bebieron, algunos
con las manos en cuencos, como dioses;
otros de rodillas, lamiendo como perros.

Y los que se arrodillaron
fueron apartados y juzgados
por haberse rebajado a bestias,
con el agravante de besarse
los labios en el reflejo del agua.

Los encontraron culpables.
Los amontonaron y castigaron.
En la cara. Los que se salvaron,
fueron recompensados con
espejos, copas y elogios
por haber logrado en el lago
una impresión tan perdurable.

Y aquí termina la primera lección.

martes, 4 de agosto de 2015

Mario Trejo -Las Flores del Mall

Mario Trejo, Ushuaia, 13 de enero 1926 – Bs As, 14 de mayo 2012


Las Flores del Mall

Nueve diamantes sobre mi cabeza
rebotan sobre tu corazón
Compagnons de vagabondage
The Rocky Mountains se abren como un decorado
El Pacífico nos espera
con sus olas abiertas
Punto y Banca
gana el nueve
Nosotros somos el diamante

Firmado Mario the Trexus,
para Esteban the More Moore.

Boulder, Julio 23, 1990

domingo, 2 de agosto de 2015

Juan Rodolfo Wilcock -Temas

Juan Rodolfo Wilcock, Bs As, 17 de abril 1919 – Lubriano, Italia, 16 de marzo 1978

Temas

I
Ves sol, girando, lo mudable; ves
inmutables los polos de tu esfera
y todo lo demás llegar a un término;
viste las Romas sucesivas, México,
las muertes de Antinoo y Gengis Kan,
y en su tumba la falsa Helena egipcia;
antes de haber historia viste a Andrómeda
ubicarse en el cielo, y la paloma
en los húmedos cedros de Ararat;
viste todas las cosas, viste el Álef.
Y yo te veo a ti; yo también duro,
soy el espíritu y contemplo en calma
tus días y tus noches rotatorios
que dependen de mí; tranquilos árboles
nos separan; yo pienso, y tú consientes
que en una quinta de Mariano Acosta
un inmortal afirme: Tengo tiempo.

II
Cuántas veces he visto un árbol seco
erguido en el crepúsculo imitar
la fronda de los árboles vivientes.
Tristes, ignoran el verano glauco
y gradualmente los destruye el viento.

III
Este silencio que de mí depende
también depende de infinitos seres;
hay diez mil mundos superpuestos donde
miro un árbol y un campo de altos cardos,
y una hoja que vuela ante mis ojos
puede matar a un hombre, destruir
un verso milenario, ser un sueño:
diez mil dioses contemplan ese campo
y no se ven, y no ven más que un mundo.

IV
Como esas rocas donde hay tierra escasa,
y el sol quema en verano la modesta
hierba que el equinoccio ha suscitado,
donde las alas secas del insecto
no son mordidas por el ave ausente,
es la mente del hombre hasta ese día
en que el amor con una gracia azul
desconocida y rosa en él se posa.

V
Nunca un poema inscribirá la forma
de un árbol admirable, ni las clases
de hojas, ni el diseño de las nubes
cuando son blancas sobre el cielo terso.