martes, 30 de mayo de 2017

Eamon Grennan -Cuatro ciervos

Eamon Grennan, Dublín, 22 de enero 1941
Versión Gerardo Gambolini


Cuatro ciervos

Cuatro ciervos alzan hacia mí sus gráciles cabezas
en la penumbra de la cancha de golf que debo atravesar
camino a casa. Están pastando la hierba húmeda
que ha dejado la nieve y me observan, inmóviles como estatuas,
en profundo silencio, y yo veo toda la luz que hay
concentrada en los charcos cristalinos de sus ocho apacibles,
apenas curiosos, pero prudentes ojos. Cuando de a uno a la vez
se inclinan para seguir comiendo puedo oír el frágil y húmedo
crujir entre sus dientes del pasto que la nieve no dañó, e imagino el lento
lamido de una lengua
contra labios que resoplan. Vinieron de los oscuros
rincones invernales de su miedo para hallar
una estación fresca, este obsequio anticipado, y están
casi tranquilos al borde de nieve blanca
lamiendo el dulce y raleado pasto verde gris. Una impresión
casi doméstica emana de la escena, la confortable
quietud del clan reunido en casa, un algo familiar
que siento a pesar del gran abismo de extrañeza
que debemos pasar por alto entre nosotros. Los rabos
se mueven, blancos, en el crepúsculo que avanza; percibo
la placidez de los ciervos al contacto de la nieve fría en el suelo
mientras hocican la hierba, como si, igual que pájaros,
hubieran atravesado desiertos indecibles sin otra cosa que hambre
dirigiendo su mente y llevándolos de hoja en hoja seca
y ácidas tiras de corteza, bajo un estruendo de armas,
hasta el frío solaz de las primeras tinieblas. He visto
sus rectas formaciones abatidas, resquebrajadas en los campos de nieve
bajo la tormenta, una fila india de nativos hambrientos,
pobres vagabundos por los que no se ruega
bajo el frío enceguecedor, náufragos curtidos en busca
de puertos de origen, que hallaron al fin, aquí
al umbral del invierno, entre nuestras casas y sus árboles.
Imprevistamente, me he acercado demasiado.
Moviéndose como una sola conciencia saltan en ondas silenciosas
sobre la hierba, henden luego la nieve con fuertes chasquidos,
alejándose ágiles hacia el refugio de un pinar
donde se quedan mirándome, una familia de espectros
con figura de ciervos
contra la bóveda más oscura de los árboles y este crepúsculo
enmohecido. Cuando el silencio se posa de nuevo sobre nosotros
y ellos se inclinan a pastar, el sonido del pasto lamido,
masticado, me llega a través del espacio que nos separa. Bastante
cerca para distenderse, ven que mantengamos, instintivamente,
nuestra distancia, compartiendo el aire cuyos últimos
fragmentos de luz se reflejan en pequeños charcos de nieve derretida
o esparcen una capa de brillo sobre el hielo, el hielo que se endurece a
medianoche
bajo el claro resplandor magnésico de la primera estrella.

domingo, 28 de mayo de 2017

Julieta Gamboa -Elogio de la semilla

Julieta Gamboa, D F México, 12 de octubre 1981


Elogio de la semilla

Sumergida en la bolsa de agua
con la membrana del tímpano todavía formándose
ya distinguía el filo agudo de las voces,
dilatado después de la salida,
continuado hasta la infancia:
   el hombre y la mujer son uno
   a la medida de la procreación;
   en su centro palpita la semilla.
   El lugar de tu cuerpo es una casa
   para sentarte y esperar a que se abra la simiente
   todas las veces posibles
   y que tu rostro y tu voz se multipliquen y te prolonguen.
   Pule tu reflejo en esa casa de murmullos;
   cultiva lo blanco en la ropa
   y tu mesura debajo de las sábanas.

El timbre de las voces construyó el laberinto:
   dos cuerpos iguales deben repelerse;
   el magnetismo no soporta la unión de cargas símiles,
   verdad física.
   El abrazo de una mujer y una mujer abre un tiempo estéril,
   su cercanía tensa el equilibrio de lo vivo.
   Tu piel anómala junto a otra piel anómala,
   aleja la semilla, su germinación, el fin último.
   La torcedura de las ramas se anunciaba en las líneas de tu mano,
   en la ordenación de los astros el día que naciste.
   Estirpe enferma,
   invisible en el mapa de las criaturas.
   Aprieta con fuerza las piernas,
   encierra tu lengua,
   cose los labios,
   inhibe el tacto.
   El deseo yerra cuando anega un campo fértil;
   encuentra el camino para darte a un hombre y recibirlo,
   o busca máscaras que ahoguen el sudor,
   levanta muros que nos salven del contagio.

El exterior de las voces quiso un ser desmembrado,
tronco sin extremidades y sin sexo,
con la espina rota.
Pero mi cuerpo lentamente se hizo sordo,
mi vientre se hizo sordo al timbre agudo
para no secarse,
para no conservar las vísceras ceñidas
y limpiar de prédicas el tacto,
para borrar el ruido de los gusanos
gestando debajo de las piedras.





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viernes, 26 de mayo de 2017

Eleonora Diez -Una invasión justificada

Eleonora Diez, Buenos Aires, 24 de febrero 1976


Una invasión justificada

Del mástil voy a colgar
las cabezas
de todas mis conquistas
y voy a lavar mis culpas
en tu saliva

la mujer se rehace
en las batallas
                       y en las rupturas

me desafiaste
y justifiqué la invasión
a ese cuerpo tuyo
atando cada uno de tus retazos
en mis muñecas
hasta que dejaran de arder

con el agua al cuello
te dije

me rindo.

miércoles, 24 de mayo de 2017

Arnaldo Calveyra -Yo muero todavía

Arnaldo Calveyra, Mansilla, Entre Ríos, 23 de marzo 1929 – París, 16 de enero 2015


Yo muero todavía

Te lo digo, te lo digo, tienes que creerlo, nos estamos
volviendo esta cosa increíble que es el amor, un brazo es un
abrazo, las estrellas más se internan descalzando floras, tus
enanos muertos que pisabas ayer tarde, el agua, las aguas
aquellas que miramos con un oído atento hacia las caras, sin
saberlo, sin saberlo.

El viaje largo presentido, larguísimo callado, la casa por
la copa de los álamos, el lado de sombra de tus ríos, la pandora
alta queridísima entregada con una mano, aquella
palabra que llegó una tarde a pasar la vida con nosotros.

Encendido por el viento, ningún manantial pisa la tierra,
el amor había nomás que darlo todo, si no ¿quién habría de
quedarse en casa cuando ya todos nos hayamos ido?, invierno
de aquel año en qué moríamos de niños, nada cesa pero
el amor no cesa, ¡qué mineral cuánta greda en un fantasma!

Yo sé, tienes que creerlo, yo muero todavía, ya me animo
al amor con los ojos abiertos, yo lindo todavía, alambrada
mía, río de sonda que me paras en dos patas de conseja
camino hacia tus bocas, dame de esas lámparas que pasan,
de esas estelas que se apagan al hallarse, llévame para siempre
conmigo fuera mío, no dejes que yo entre más en tantas
casas sin hallarte, los mil dedos por noche de mis manos,
laberinto que no extravías al que abre la boca sin su grito
mudo, escucha, no escuches a las alas que no coinciden al
cerrarse, nos estará, sí, ya gozando la inolvidable muerte.

lunes, 22 de mayo de 2017

Hilda Hilst -Cuerpo de luz

Hilda Hilst, Sao Paulo, 21 de abril 1930 – Sao Paulo, 4 de febrero 2004
Traducción Roberto Amézquita



Cuerpo de luz

I
Caminas en dirección al Sur. Lo que te mueve
es alfa, Adonai, Clarísima Morada.
Tu pecho es transparencia en plenitud alada
y no te veo en la distancia y en el tiempo.
Sé que la memoria es límpida cancela
y que viaja a solas, eterna.
Y siendo así, a ti te reconozco.

II
Tú no estás conmigo. Ni en tu noche
de antes, de granito. Ni tu voz
es voz entre murallas. Estás ahora más allá:
Arco del infinito.

III
Tu sueño no es el sueño vulgar.
Entiendes la vigilia
y aprehendes a través de la opacidad.
También así
reposa el mar.

IV
Se cerró para lo efímero de las cosas
lo inconmensurable de la retina.
Así sedimentes la Verdad:
Frente de opalina.

V
Poeta, los hombres manipulan la materia.
Artífices del gran sueño se dan las manos
y es mí canto el fruto de esa espera.
Canto como quien talla la piedra. Te celebro
en la más alta metamorfosis de mi época.
No cantaré en vano.

VI
Hay un espacio finito donde mi canto vuela.
Y en lo multidimensional, en la estructura
donde la realidad se rehace, tú te demoras.
Pastor, lo que parecía tangible se evapora.
Y sobre nosotros, la grande noche
en una etérea nada, yace.

VII
¿Sabías de otro tiempo? El universo
Ahora se parece a un gran pensamiento.
Tú cantaste el espanto, ala de silencio.
Yo canto el espíritu
que penetró en el reino de la materia:
Ala de espanto del conocimiento.


sábado, 20 de mayo de 2017

Carlos Dariel -El instante

Carlos Dariel, Bs As, 1 de agosto 1956


El instante

 se toma y se escapa
cresta de ola

 un ojo avezado
no intenta
consiente en ser
testigo inútil

 le basta
            sin sobrarle nada
con abrirse feliz
sabedor de que
            se gane o se pierda
el fulgor lo alcanza

jueves, 18 de mayo de 2017

Diana Azcona Trejo -Crónicas de hospital

Diana Azcona Trejo, Ciudad de México, 15 de abril 1982


Crónicas de hospital


                 Explicar: diversión de los vientres rojos con los molinos de 
                 los cráneos vacíos.
                                        Tristan Tzara | Primer Manifiesto Dadaísta


 I

¿Qué pensaste, cariño,
en ese último momento en que pudiste pensar?
¿Pudiste pensar?
¿Recordaste el brazo roto de tu hija?
¿Sentiste el olor de mi pecho?
¿Sentiste mis náuseas?
¿Te dolía la cabeza, amor, mi cabeza?

Te atormentaba todo, lo sé.
Querías salir de tu cuerpo
mucho antes del
golpe
antes                                               del  vuelo

mucho antes del  es
ta lli do.



II

Te vi entrar al quirófano
con la mano vendada y nuestras discusiones
en las piernas.
Saliste de ahí después de tres horasmeses,
a las dos de la tarde.

Llegaste a Terapia intensiva
luciendo un bellísimo y moderno aparato
que medía tu presión intracraneal
y mis remordimientos.

Entré a verte después del espantapájaros.
Le grité al médico:
¡tu habitación no tiene vista al mar!
Lloré por tres minutos sobre tu sábana
y recité Hora de junio
para matar el noventaynuevepuntonueveporciento de los gérmenes
que dejó tu madre durante su visita.

Luego de la ablución, me senté en el corredor a leer
El Lazarillo de Tormes.
Cuando terminé,
habíamos cumplido ya
doce años de no amarnos
y no pude más que maldecirte;
te maldije por haberme dejado aquella noche,
sin farol y sin cigarros.



III

En el papel dice
que yo autorizo:
una parte de tu cráneo
será resguardada en un banco
helado                      de tejidos.

En el papel dice que tu frente
esperará por ti doce meses.
Después,
no podrá regresar a tu cabeza.

Yo lo firmé.



IV

Me pidieron una cánula de Jackson.
Yo solo pensaba en tapar con mi lengua
el orificio de tu garganta
para que no se te escaparan
mis tormentas.



V

Ahora,  en esta hora en la que yaces
brillante, horadado y febril,
en medio de esta ri dí cu la asepsia

no te acaricio porque no te reconozco.

Los médicos dicen que eres tú,
que eres tú de treinta y nueve años
que eres tú zanahoria
que eres tú neumónico
que eres tú hidroce¿fálico?
que eres tú mórbido.

Pero a mis manos
―insoportablemente viudas―
no las inunda  tu espuma
ni  las abrasa tu incendio,
y se niegan a ser sudario
para ese cuerpo
que ya no te pertenece.



VI

¿No escuchas la nada en mis pestañas?
¿No sientes el silencio de mi espalda?
¿No ves que no tengo nada de tanto que tengo?
Las pocas horas que nos quedaban
hoy sólo son tiempo,
ni siquiera la espera
ni siquiera la muerte.

Puedo alimentar la pena,
vivir de la angustiosa oscuridad
que nos habita,
vivir afuera de la noche
afuera
de tus dedos,

puedo.



VII

Fumo
muy cerca de tu ventana:
cama cuatro, Terapia intensiva.

El humo que exhalo
podría desinflamar tu consciencia,
entibiar tus pies o tu frente hundida.

Tal vez.



VIII

Salgo de la sala de urgencias al amanecer,
luego del informe médico: dicen que no has despertado.
Prendo un cigarro   o dos
y leo un poema      o dos.

Hago lo mismo desde hace muchos días,
no sé exactamente cuántos:
he perdido la capacidad de medir el tiempo.

Siento como si llevara años viviendo aquí,
como si la entrada del hospital
fuera el comedor de nuestra casa,
como si los parientes de los otros enfermos
fueran de nuestra familia;
los observo y padezco con ellos:
el padre de Alfonso luce abatido
esta mañana
el pulmón de su hijo colapsó;
la hermana de Silvia ,
paciente de cáncer,
llora tranquila y come tamales
mientras espera a que le entreguen a la muerta radiada;
la casi viuda del hombre comatoso bebe café,
lee un poema   o dos,
prende un cigarro
y no sabe qué hacer ante el esplendor de la despedida.



IX

Hay una mancha de sangre en el frasco de Propofol


un catéter en tu abdomen
un desierto en el catéter
una boca que cayó de tu mano
tu mano que se abrió    caracol

Pero no me importan el catéter en tu abdomen
el desierto en el catéter
ni la boca que cayó de tu mano   caracol

He escrito todo esto solo para decir
que solo quiero decir que odio los lunes,
que este miércoles parece lunes
¡Y que hay una maldita mancha de sangre en el estúpido frasco de Propofol!



X

Seguimos aquí
en silencio.
¿Cuánto días han pasado?
Dicen mis amigas que van doce.

Tú duermes y, a veces, abres los ojos;
los abres cuando chupo tus dedos
o muerdo tus pies, los abres y no me miras.

Yo escribo, pero no escribo
leo, pero no leo, respiro y no;
pienso en palíndromos: lugares comunes:
hospital es palíndromo, lugar común y  aliteración

chupo tus dedos para que abras los ojos.



XI

Los cirujanos abrieron tu cabeza
y me encontraron allí:
una inflamación descomunal
de once años de podredumbre.
Rompieron tu cráneo
para que yo pudiera salir caliente, dormida y fétida.

Así que abrázame, porque he nacido, abraza a tu parásito.
Dame una nalgada para que llore y tiemble de miedo y de placer,
acaricia mi sexo anquilosado y luego termina de morirte.



XII

Tu sueño:
vacío en clave de anestesia

Polvo    polvo
que se asienta en los ojos
por  saberte ¿invierno?
en los jamases de mi pies.



XIII
                                                                                                   Para  J.L

Ellos no saben nada del horror,
no saben de tus manos secas, del  castigo,
de tus lilas casi rojas
ni que tu espalda se hizo piedra.

Tampoco saben que has muerto
sin perdón y sin tu pléyade.

No  dejaré que lo sepan
no se los diré.
Lo digo todo, pero nada digo.



XIV

Hambre   ruiseñor    lengua
me piden que te cuente la vida
Memoria   abstinencia   clavos
dicen que me escuchas
sangre   tristeza   antibiótico
que mi voz te hace bien
coágulo   neumonía   café
que te diga lo que hago mientras duermes
fiebre   ceremonia   vómito
que los sonidos familiares estimulan tus neuronas
neuronas   neurólogo   neurosis
que la música te ayudaría
Bach   Schumman   ¡Shumman!
que la música que más te gusta
silencio   silencio   silencio
que no, que no me quede callada
silencio   silencio   silencio
me iré mañana a las ocho en punto.


XV

Me vino el olvido
entre las cinco pe eme
y quinientas gotas de tu carne.

antes de la noche,
después de la orilla,
entre Urgencias y la Sala de Choque,
a once lágrimas de altura.

Indolente, quebré mis párpados
(mirlos enfermos),
y fueron balas
para la tarde de esa mañana
desbocada y húmeda
en la que
cerré las piernas, apreté los puños
me vino el olvido.







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martes, 16 de mayo de 2017

Alfonso Sola González -Recordando esta noche a Lenin

Alfonso Sola González, Paraná, 12 de mayo 1917 –Mendoza, 19 de abril 1975 


Recordando esta noche a Lenin

Escupe camarada sobre tu libro abierto
Mientras mi amada se desnuda en el baño
Y abre la canilla del agua caliente
Y me llega,
A través de la puerta sellada
Su dulce ruido adorado
El rumor de sus senos mojándose, llamándome.

El día ha llegado a su fin
Y abandono en la silla que velará la noche,
La corbata pintada por señoritas ciegas y otras flores aún tibias
Que ya no sirven para nada.
Y la lámpara alumbra en la revista de los tigres tristes,
Tu hermosa barba revolucionaria.

Escupe en tu último espejo de nieve, camarada,
Y él te devolverá los fusiles sagrados
De los Doce.

Ya la puerta se ha abierto
Y oigo sus pies desnudos
Caminar en el lento pasillo
Entre cucarachas y tanta niebla escrita
Mientras lentamente dispone las cosas de la noche.

Recuerdo que tal vez fui tu amigo
Tal vez, sí, inútilmente;
Que fui tu sacerdote desalmado
Viajando en sucios trenes con soldados y putas
Hacia el palacio oscuro de la revolución.

Ahora, todo aquello es ya nada,
Apenas un jardín sideral poblado de profetas
Que olvidaron la primera y la última palabra,
Apenas una página inútil escrita en el libro de Dios,
O tan sólo tu barba de nácar en un panteón sin nadie.

Y caminábamos en la marcha de los Doce
Bajo la luna ametrallada de Siberia.
Eramos doce y solamente uno
Bebiendo en las tabernas del camino perdido,
Matando a los heridos en los hospitales,
Clavando bayonetas en las sotanas de los curas.

Doce aullando sin piedad
Y sólo éramos Uno.

(En el museo de cera
Cantan los pájaros del bien y del mal).

Y algunos se posaban dulcemente en tu cabeza calva
De viejo sifilítico
Y entonces admirábamos tus ojos de soldado ciego
Quemándose despacio
En los tabernáculos secretos del Partido.

Y yo llevaba la granada del sol entre los dedos sucios.

Ya te esperan los escribas del furtivo testamento apócrifo
Ya ves a los purpúreos burgueses que lamen dulcemente la hoz
Y adoran el martillo de oro.
Y los Doce caminan
Y violan duquesas silenciosas
En las tabernas incendiadas.

Ya te esperaban los embalsamadores
Y El Jefe,
El buen traidor de blusa campesina
Que bailó el vals vienés de la Internacional
En el viejo palacio iluminado por las antorchas de los proletarios
Y por las tetas perfumadas
De las bellas esposas de los Embajadores.

(Ya sé, querida mía que este no es un buen poema,
Que tu pelo es más hermoso que todo lo que yo pueda escribir
O decir
O mentir en los tribunales de la noche.
Pero aquí están los doctores del templo
Los rufianes de las sirenas melodiosas que cantaron
Para el astuto Ulises,
Los carceleros de las viejas rosas
Lamiendo inodoros de hollín y mierda fría.
Y entonces sólo sé ladrar a la pérfida luna
Y a su madame de terciopelo negro en el cogote,
A los secretos mercaderes del fuego,
A la Gran Puta de tetas majestuosas
Que fuma el gris tabaco de los muertos
En el umbral de la Puerta Cerrada.

Ya sé querida mía, que no debiera injuriar a los malditos
Porque ellos reinarán
Y aún serán reconocidos en el fin de los tiempos.
Yo sé que sólo quieres que me cubra la boca con tu pelo
Para borrar estas palabras,
Para cegar con tierra enamorada estos ojos que odian,
Para cifrar estos dedos de sándalo
En el último acorde de tu arpa caída.
Pero
Tal vez,
Ya sea tarde).

Y eran doce los alegres bandidos en su marcha.

Camarada, mi amigo, mi compañero Lenin,
El más terrible y justo,
Mi mano por el amor gastada, se ennoblece
Cuando escribo tu nombre
Sobre el fusil y el viento del poema.

Mi amante duerme ahora, desnuda en su enorme inocencia
Y yo tendría que cerrar los ojos y soñar que no es ella ni yo los que dormimos
Este mar de la muerte.
Pero la lámpara encendida
Ilumina en la vieja revista, tu bello rostro de asesino, camarada,
Y vuelvo a recordar la marcha de los Doce.

“Salta burgués como un pájaro!
Beberé tu poca sangre,
Por mi querida,
Por los ojos hermosos de mi amante”.

Y mi muchacha dormida respira el lento sol de la noche
Y oigo el ronco trueno de los Doce con su bandera roja en el invierno.

“No tienes las manos sangrientas
Por el amor de tu Katia?
Camina al paso de la revolución,
El enemigo acecha y no se rinde.”

Y el enemigo, acaso, eras tú, Vladimiro
Con tu barba de Sevres embalsamada
O acaso era el amor de Katia
O el sueño de esta muchacha oscura cuando apago la lámpara y voy hacia su sueño,
O acaso nada más que una madera
Viva cruzada sobre el mundo
¡Oh secretos Caminos de la Revolución¡

domingo, 14 de mayo de 2017

Almog Behar -Poema para los presos en las cárceles

Almog Behar, Netanya, Israel, 10 de noviembre 1978
Traducción Gerardo Lewin


Poema para los presos en las cárceles

Escribí un poema para los presos en las cárceles
y se lo mostré a mi padre. Dijo:
¿De qué les servirán poemas a los presos
y quiénes somos para menospreciar la justicia
de oficiales, jueces y legisladores?
Le dije: es sobre nuestra propia prisión que escribo, padre.
Con el final de cada día regreso a mi celda
para aguardar indicaciones de remotos carceleros:
ya me dirán si debo encadenar mis manos
o reclamar la libertad golpeando
contra los barrotes de la ventana.

Me dice: los sueños del poema por tu boca hablan
y tú te encuentras fuera de los muros carcelarios,
no te he criado para que vivas prisionero; hijo,
te enviaré si quieres a estudiar derecho,
quizá te vuelvas juez y en lugar de poemas escribirás sentencias
para aliviar de penas a este mundo. Le dije: padre,
hijo soy tuyo y no me has criado para que te tema,
la prisión mayor es que tú y yo y nos incluye,
ahora mismo el guardián te ordena desconocer tu encierro,
te indica pedir permanecer dentro del límite de tu calabozo.
Me dice: cautivos entonces somos todos en la prisión de Dios,
hijo, y esclavos suyos, mas, ¿cuáles son sus leyes, sus juzgados?
y hombre no hay que nunca haya pecado, ¿lo recuerdas?

Le dije: esta prisión es obra de los hombres, padre,
y día a día ayudamos nosotros en su construcción,
sumamos pabellones y disponemos cámaras de vigilancia,
en breve ya no necesitarán más carceleros, los echarán
y nos vigilaremos entre nosotros mismos.
No estudiaré derecho aunque he resuelto
no escribir tampoco más poemas. ¿Cómo es eso? Yo ya avisé
a todo lo largo del pasillo en nuestro pabellón penitenciario
que mi hijo escribe poemas para el día de la liberación,
nuestros vecinos aprenden y recitan tus poemas.

Los escucho, padre. No son, sin embargo, mis poemas lo que cantan
sino canciones del penal. A partir de hoy escribiré
veredictos que compitan con las resoluciones judiciales,
redactaré sentencias que compitan contra sus fallos,
les escribiré a mamá y a ti desde mi celda
cartas en las que anunciaré que la liberación
no llegará siquiera en los lejanos días de tus nietos,
que este combate es más largo
que cuanto pudieron figurarse los poetas.

Todos los poemas han fracasado.

viernes, 12 de mayo de 2017

Jules Deelder -El samaritano empedernido

Jules Deelder, Roterdam, Holanda, 24 de noviembre 1944
Traducción Diego Puls


El samaritano empedernido

Adivinen lo que me pasó...
Estaba yo durmiendo la resaca
el otro día tirado a la vera del
camino y en eso viene y me
despierta un tarado subido
a un caballo y me dice tienes frío
Le digo por qué no te mueres
qué frío ni qué frío imbécil
hazme el favor y métete en tu
panteón familiar pero el
tremendo papanatas no me había
entendido porque de repente
agarra y se rasga en dos la capa
¡y quiere darme la mitad...!
Yo voy y le digo muérete y
métete la media capa donde tú
ya sabes payaso y déjame en paz
de una buena vez pero el tipo
realmente tiene una venda en los
ojos porque en vez de hacerse
humo empieza a agitar una botella
de aguardiente o al menos eso
es lo que yo pensé porque me tomo
un trago ¡y resulta que es agua!
Lo juro me cago en la leche
Le digo por qué no le llevas
el agua a tu puta perra y vas
a tomarle el pelo a la concha
de tu madre pero el muy
desgraciado se hace el
desentendido ¡y saca a relucir
un arenque y una barra de pan!
Le digo pedazo de babieca
que se te atore el corazón
y pásate el arenque por la
entrepierna especie de idiota
y se me revuelve el estómago
como no me había pasado nunca
y le suelto todo el vómito encima
¿y saben qué hace? ¡se queda
ahí parado como un pasmarote!
Y se pone a fastidiar sobre si
tengo techo porque en caso
de que no lo tenga puede ofre-
cerme su cama de huéspedes
Le digo vete a hacer la caja
con tu cama de huéspedes
maricón de mierda que si no
te hago volar la cabeza pedazo
de rosquete pero al tipo no lo
para nadie y se pone a tirar de mí
ya saben intenta levantarme
de ahí o sea que agarro un
cascote y se lo revoleo a la
cabeza y ¡PAF! le da en medio
de la jeta ¡PUM! y veo que el
coco se le parte en dos y que
se va contra el suelo de una como
una bolsa de cemento ¡PUMBA!
Ahí yo puse pies en polvorosa con
el jamelgo que todavía pude ven-
der a buen precio en el matadero
pero lo que quiero decir es que
hoy por hoy uno ya no puede
fiarse con toda esa chusma
que anda suelta por ahí...

miércoles, 10 de mayo de 2017

Eliahu Toker -Los dueños de las dudas

Eliahu Toker, Bs As, 7 de diciembre 1934 – 3 de noviembre 2010


Los dueños de las dudas

En la vereda de enfrente
están los dueños de la verdad escriturada,
los propietarios de la seguridad
del ignorante;
de este lado estamos nosotros,
los dueños de las dudas
sentados a una larga mesa en llamas.

Somos
los que sabemos que no sabemos.
Los que sabemos que no es luz esta claridad,
que este permiso no es la libertad,
que este mendrugo no es de pan
y que no existen una sola realidad
ni una única verdad.

Somos
los hijos de los profetas
pero también hijos de aquellos
a quienes los profetas maldecían;
somos
los que desafinan en los coros de los istas.

Somos
los que confían en la marcha de la historia
sin darla por sobreentendida.
Escépticos y optimistas,
compartimos el pan de la duda,
sentados a una larga mesa en carne viva.

lunes, 8 de mayo de 2017

Douglas Diegues -Ficción científica paraguayensis

Douglas Diegues, Río de Janeiro, 26 de enero 1965


Ficción científica paraguayensis

La pelíkula tiene una base manikeista
furada de bala,
alienígenas versus humanos,
estado versus alien,
komunismo kontra kapitalismo,
buenitos versus malvados
gigantes versus enanos
pobreza versus riqueza
flamengo versus fluminense.
Los alienígenas de tres piernas imensas de metal pesado
parecem cucarachas gigantes
bailando tecnoeletrobosta
y destruindo humanos
com tiros certeiros
de pistola rayo-laser
que reduz hombres  mujeres y crianzas
a pedacitos de papel pikado...
La pelíkula entera
los aliens transformers
cucarachas gigantes
de metal pesado
atacam y destruyen
a los pobres humanos
que correm desesperados
como se fossem hormigas humanas.
Los alienígenas matan los humanos,
comen la carne de los humanos,
devoram  los humanos,
bebem toda la sangre de los humanos.
Al final de la pelíkula
los alienígenas
que comieron karne humana
y se emborracharon de sangre humana
nderakóre!
mueren todos enbenenados
em meio a los árboles gigantes de la triple frontera.

sábado, 6 de mayo de 2017

Eileen Myles -La tristeza de irse

Eileen Myles, Cambridge, Massachusetts, 9 de diciembre 1949
Versión Sandra Toro


La tristeza de irse

Todo queda
   tan lejos--
mi abrigo,
   allá. Me aterra
     irme & que
no me extrañes
     me aterran los
azules fuertes
         del subte
     otros días estoy
         tan feliz &
lista para creer que
    cada uno que anda
por la calle es
         alguien que conozco.
Me impresiona lo antiguo
     de Macy's. Las escaleras
     mecánicas de madera
              subiendo
hasta los muebles, la oficina
     de crédito, las luminarias---
           Acá comprabas
           de chico. Oh,
¡vos me merecés! En
      una película llamada
      Close Up – de tanto en
tanto las rejas
serpenteantes, fijate
   en las rejas azules
     serpenteantes de
       las entradas del subte,
la belleza granulosa,
       el manchón. Hoy no me
voy a matar. Es demasiado
       hermoso. Mi corazón
          rueda por la calle 23
a compartir
esto con vos, la
dulzura del
       cuadro. Mi cuerpo
perfectamente en forma
    nada más que para
      morir. Quiero
mostrarte ésto.
      En la Plaza San Marcos
       un loco grita:
mis pasos, los
      tambores del Armagedón
        Oh sí, acercame
        a tu Señor
quiero morir
       Close Up. Un ramo
de tulipanes amarillo furioso
        para David.     Lo admito,
    adoro los tulipanes
           porque ellos mueren
       tan hermosamente.
                                        Veo
          la salvación en
      sus cabezas colgadas.
Una salida bella ¿Cómo
          llegaron a sentirse
              así de libres? Yo estoy
          atrapada en el amor--
              Por encima de las papas fritas
          mis ojos vuelan hasta
              el Bar Hue. Un cartel
          azul. Atravesado en
   la vida. En mi camino
       a llegar a un punto,
               a hacer
                  lógica, a no
   enamorarme esta
               noche y
       dejar que mi dolor quede
       desenvuelto – forzar
la máquina-- Paul sigue
    en contacto, Oh pero
acordate de Jessica
    Lange, estaba tan
                hermosa
             dopada,
      en camino a encontrarse con
            King Kong. Me siento
     en mi silloncito rojo
            en febrero
     cómo es que llegan
            a sentirse tan libres
1,000,000 de mujeres
            que no son yo, en la
calle esta noche
    en esta ciudad
       etérea & yo
          me corono a mí misma
       una & otra vez
          y no puede
       haber
          dos reyes.



jueves, 4 de mayo de 2017

Donald Justice -Variaciones sobre un texto de Vallejo

Donald Justice, Miami, 12 de agosto 1925 – Iowa, 6 de agosto 2004
Versión Jonio González


Variaciones sobre un texto de Vallejo

"Me moriré en París con aguacero…"

Moriré en Miami bajo el sol,
un día en que el sol sea muy brillante,
un día como los días que recuerdo, un día como otros,
un día que nadie conoce ni recuerda todavía,
y el sol brillará entonces en las gafas oscuras de los desconocidos
y en los ojos de unos pocos amigos de infancia
y en los de los primos sobrevivientes junto a la tumba,
mientras los sepultureros, a cierta distancia, en la sombra inmóvil de las palmeras,
apoyados en sus palas, y fumando,
hablan en español en voz baja, por consideración.

Creo que será un domingo como el de hoy,
sólo que brillará el sol, la lluvia se habrá detenido,
y el viento que hoy hace que todos los arbustos se pongan de rodillas;
y creo que será un domingo porque hoy,
cuando saqué este papel y empecé a escribir,
nunca antes nada me había parecido tan en blanco,
mi vida, estas palabras, el papel, el gris domingo;
y mi perro, temblando bajo una mesa a causa de la tormenta,
levantó la vista hacia mí, sin comprender,
y mi hijo leía en silencio, y mi esposa dormía.

Donald Justice está muerto. Un domingo salió el sol ,
brillaba en la bahía, brillaba en los edificios blancos,
los coches bajaban por la calle lentamente, como siempre, eran tantos,
algunos con los faros encendidos a pesar del sol,
y al cabo de un rato los sepultureros con sus palas
regresaron junto a la tumba bajo la luz del sol,
y uno de ellos hundió la pala en la tierra
para levantar unos pocos terrones de la negra arcilla calcárea de Miami,
y esparció la tierra, y escupió,
volviendo la cara repentinamente, por consideración.

martes, 2 de mayo de 2017

Arthur Cravan -¡Arre!

Arthur Cravan, Lausana, Suiza, 25 de mayo 1887 – Golfo de México, fines de 1918
Traducción Julia Escobar


¡Arre!

¿Qué alma disputará mi cuerpo?
Oigo la música:
¿me arrastrará?
Me gusta tanto el baile
y las locuras físicas
que siento con evidencia
que, de haber sido jovencita,
habría acabado mal.
Pero desde que estoy sumergido
en la lectura de esta revista ilustrada
juraría no haber visto en mi vida
fotografías más asombrosas:
el océano perezoso meciendo las chimeneas.
Veo en el puerto, sobre el puente de los vapores,
entre mercancías imprecisas,
mezclarse los choferes con los marineros;
cuerpos pulidos como máquinas,
mil objetos de la China,
las modas y las invenciones;
luego, dispuestos a atravesar la ciudad,
en la suavidad de los automóviles,
los poetas y los boxeadores.
¿Cuál es esta noche mi error?
¿Que entre tanta tristeza
todo me parece bello?
El dinero que es real,
la paz, las vastas empresas,
los autobuses y las tumbas;
los campos, el deporte, las queridas,
hasta la vida inimitable de los hoteles.
Quisiera estar en Viena y en Calcuta.
Tomar todos los trenes y todos los navíos,
fornicar con todas las mujeres y engullir todos los platos.
Mundano, químico, puta, borracho, músico, obrero, pintor, acróbata, actor;
viejo, niño, estafador, granuja, ángel y juerguista; millonario, burgués, cactus, jirafa o cuervo;
cobarde, héroe, negro, mono, Don Juan, rufián, lord, campesino, cazador, industrial,
fauna y flora:
¡soy todas las cosas, todos los hombres y todos los animales!
¿Qué hacer?
Probaré con el aire libre,
¡quizás ahí podría prescindir
de mi funesta pluralidad!
Y mientras la luna,
más allá de los castaños,
unce sus lebreles
e, igual que un caleidoscopio,
mis abstracciones
elaboran las variaciones
de los acordes
de mi cuerpo,
que mis dedos pegados
a la delicia de mis llaves
absorben frescos síncopes,
bajo mociones inmortales
mis tirantes vibran;
y, peatón ideal
del Palais-Royal,
me embriago de candor
incluso con los malos olores.
Repleto de una mezcla
de elefante y de ángel,
lector mío, paseo bajo la luna
tu futuro infortunio,
armado con tanta álgebra
que, sin deseos sensuales,
entreveo, fumadero del beso,
coño, mamada, agua, África y descanso fúnebre,
detrás de las persianas tranquilas,
la calma de los burdeles.
Bálsamo, ¡oh mi razón!
Todo París es atroz y odio mi casa.
Los cafés ya están oscuros.
Sólo quedan ¡oh mis histerias!
los claros establos
de los orinales.
Ya no puedo seguir quedando fuera.
Ésta es tu cama; sé tonto y duerme.
Pero, último inquilino
que se rasca tristemente los pies,
y, aunque cayendo a medias,
si yo oyese sobre la tierra
retumbar las locomotoras,
¡cuán atentas podrían volverse mis almas!