viernes, 30 de marzo de 2018

Seamus Heaney -Cavando

Seamus Heaney, Condado de Derry, 13 de abril 1939 – Dublín, 30 de agosto 2013
Traducción Andrés Piña


Cavando

Entre el pulgar y el índice
La pluma pesada descansa; ajustada como un arma.

Debajo de mi ventana, un limpio sonido áspero
Cuando la pala se hunde en el suelo lleno de grava:
Mi padre, cavando. Yo miro abajo

Hasta que la tirante grupa entre la cama de siembra
Inclinándose, emerge hace veinte años
Deteniéndose en el ritmo a través de los surcos de papa
Donde él estaba cavando.

La gruesa bota enclavada en la agarradera, el eje
Contra el interior de la rodilla fue apalancado con fuerza
Él arrancaba cimas altas, enterraba el brillante borde profundo
Esparciendo las nuevas papas que habíamos escogido
Amando su fría dureza en nuestras manos.

Por dios, el viejo podía cargar una pala
Tal y como su viejo.

Mi abuelo cortó tanta turba en un día
Que ningún otro hombre en el pantano de Toner lo igualó.
Una vez le llevé leche en una botella
Encorchada a la ligera con papel. Se enderezó
Para tomársela. Luego cayó inmediatamente
Cortando y rebanando pulcramente, césped pesado
Sobre su hombro, yendo abajo abajo
Por la buena turba. Cavando.

El frío olor del mantillo de papa, la aplastada y abofeteada
Turba empapada, los rápidos cortes de un borde
A través de raíces vivas despiertan en mi cabeza.
Porque no tengo pala para seguir a hombre como ellos.

Entre mi dedo y mi pulgar
La pluma pesada descansa.
Yo cavaré con ella.

miércoles, 28 de marzo de 2018

Michele Fianco -y me y te (una cuestión metapoética, de amor y demás)

Michele Fianco, Roma, 22 de septiembre 1968
Traducción Renato Sandoval Bacigalupo


y me y te (una cuestión metapoética, de amor y demás)

y tú me dices, yo te digo, es la misma cosa en el fondo,
la misma cosa, en el fondo, que se ha, o nos hemos,
reanudado el tiempo en su cuarta dimensión.

(la tarde, el mar y aún demás cosas que no estoy aquí
para especificar), andando, hablando, un poco aquí, un poco allá
perdiendo esa alma veloz, acaso, adentro,

que así, si no el todo, al menos la nada,
que ahora tú me pides y que yo me busco aún,
pero ha sido un exilio para reír, digo lo nuestro,

para reírnos encima, ahora, sin distancias que no sé,
ni antidepresivos de los que te alejan,
un minuto al menos, yo de ti y tú de mí,

pero me parece extraño estar aquí, o casi, de tantos mundos a jirones
que no se puede decir de uno, no se acaba nadie, que,
abajo abajo, al medio, abajo, más o menos oculto, al medio
o bajo, más allá del otro, después de mí, cerca, o antes,
más allá del otro, decía, una pizca del yo, del yo perdido,
que en tanto perdido ya no es el yo y tampoco el esputo,
del yo perdido, de esta hemorragia, mía, de mí, me marcho,
o al menos eso quisiera, de un pensamiento negativo que piensa
solo en sí mismo y que ni siquiera siente el eco y el peso y los pasos
hasta el hueso (ajeno) y más allá, me marcho, o al menos eso quisiera,
y tú lo sabes, pero me parece extraño estar aquí, o casi, cada vez,
de tantos yos ausentes y a jirones, de tantos mundos que
al recordarlos, como recuerdas, no se puede recordar,
que al recordarlos luego, como me dices, no se logra decir,
pero dejo encendido todo, que luego, mientras, abandono,
a la espera, quizás, de un final de efecto, del tipo:
en el ecuador de tantos parloteos que nos (y a mí y a ti)

gira alrededor, si un nudo (esta tarde, en la playa) hemos hecho
es un nudo de agua, que me gusta, en el fondo, eso
de tirarnos adentro, en un silencio piensa en decir lo ya dicho,
al dividir el múltiplo multiplicando la unidad,
¿pero qué haces tú? ¿me esperas acá? bajo esta uña
de luna caída de punta, aquí en medio de la noche,

las tres y media de la madrugada, en extraño discurso,
partido ya, pero ya vuelto,
¿no por esto se puede decir acabado?

En todo caso, podría decirte de todas las cosas, de una cuestión
improbable, por ejemplo, sobre el hecho que me lo susurro
y me vocifero el pensamiento que pienso, que tomo, he tomado,
en préstamo por no sé quién o qué, y que me poco me importa,
que a nadie pertenece, como todo pensamiento, a nadie,
y para mí que me amo, más o menos, piensa si pensase
que fuese yo el pensamiento que pasase, no me sería
tampoco ya de mí mismo, dijese, pero yo lo pienso y,
de lograrlo, diría siempre de lo que no sé, pero de lograrlo,

pero de amor no te hablé, ¿recuerdas? antes de
no sé qué, del extraño giro de las orejas
y los cabellos que descubren, con un final, creo,

sobre la posibilidad de mí por ti (que eres un poco improbable,
¿lo sabes?), no recuerdo cómo, pero de amor,
de algún modo, te he hablado y pienso, pues,

que no hay nada que comprender, pero por favor, comprende, este
largo discurso, esta metáfora extraña,
algunas intuiciones en cadena que, ¡puta!, ya no las tengo

por un buen rato, pero aquí, por lo demás, nadie es mejor
que sí mismo, en esta periferia que no existe
en estos minutos de espera ante de no sé (acaso) qué,

advertir el final: pero yo estoy hecho así y me lloro hoy
el llanto de ayer que ayer lloraba y la espera, mañana
me la acabo desde hoy,
o aún: que se vive así una vida así, a las apuradas,
preparando un espacio donde se muera también así, encima,
no acabándose nunca,
o bien reescribiendo el todo en pocos, últimos versos:
y creo, así, mientras, entonces, acaso, que:
no se parte de, ni se llega a
y yo estaré lo que está al medio después,
emputado
de pie
desilusionado
en esta especie de foto de grupo en que yo.
nuevamente yo,
dígote y repítote,
soy un poco todos;
¿pero no te basta esto para buscarme?





lunes, 26 de marzo de 2018

François Villon -Balada de la gorda Margot

François Villon, París, 1 de abril 1431 – Francia, 1463
Traducción: Rubén Reches


Balada de la gorda Margot

 Si amo a la bella y sírvola os asusto?
¿me juzgáis vil y tonto y mentecato?
Tiene ella bienes para todo gusto.
Por su amor ciño daga, escudo y mato.
Cuando alguien viene tomo pronto un vaso
y de la pieza escúrrome callando.
Después le traigo queso y pan, lo abrazo,
si paga bien le digo: “¿Vuelve? ¿Cuándo?
Cuando esté en celo, amigo, lo esperamos
en el burdel en donde el pan ganamos”.

Mas si amanece y no aportó dinero
¡ay de Margot! entonces enfurezco,
no puedo verla, degollarla quiero.
Tomo sus atavíos, salgo al fresco
y con que iré a venderlos la amenazo.
Ella se planta como el Anticristo
y de matarla ahí mismo sería el caso
pues por la muerte júrame de Cristo
que no lo haré. Y así peleamos
en el burdel en donde el pan ganamos.

Pero vuelve la paz, se tira un pedo
más criminal que de un cañón la bala,
riendo me da un golpe, luego, quedo,
“¡súbete!” dice, en tanto que se instala.
Dormimos como un zueco, ambos beodos.
Si despierta y su vientre aún reclama
se alza y me monta, tales son sus modos.
¡Nos aplasta!” gemimos yo y la cama,
“¡Por tu lujuria nos desvencijamos!”
en el burdel en donde el pan ganamos.

Que llueva o truene, tengo el pan seguro.
Soy vicioso y halléme una viciosa.
No sé cuál de los dos lo es más, lo juro.
Y la basura nos parece hermosa
y el honor nos repugna y lo ahuyentamos
en el burdel en donde el pan ganamos.

sábado, 24 de marzo de 2018

Attila Jozsef -Oda

Attila Jozsef, Budapest, 11 de abril 1905 - Balaton, 3 de diciembre 1937
Traducción Fayad Jamís


Oda

1
En la luminosa roca estoy sentado.
Vuela la suave brisa
del joven verano
igual que la tibieza de una dulce cena.
Al silencio acostumbro
mi corazón (no es tan difícil).
Todas las cosas desaparecidas en torno mío se reúnen
mi cabeza se inclina, y cuelga
mi mano.
Contemplo la crin de las montañas.
Brilla en todas las hojas
la llama de tu frente.
En el camino, nadie, nadie.

Miro cómo tu falda
ondea al viento.
Bajo los frágiles follajes
tiemblan fugaces tus cabellos,
vibran tus blandos senos un instante
y, mientras el arroyuelo Szinva corre,
miro surgir una vez más
en los guijarros redondos y blancos
de tus dientes, la sonrisa de un bada.

2
¡Oh cuanto te amo,
a ti que has logrado hacer hablar a la vez
a la intrigante soledad
que está tejiendo su trama
en los resquicios más profundos del corazón,
y a todo el Universo!
Tú, como una cascada huye de su ruido,
me abandonas y corres silenciosamente,
mientras yo, entre las cumbres de mi vida,
próximo a la lejanía,
retumbo, chocando en la tierra y en el cielo,
y grito que te amo,
¡mi dulce madrastra!

3
Te amo como el niño ama a su madre,
como las mudas fosas a sus profundidades.
Te amo como las salas a la luz,
como el espíritu al fuego y el cuerpo al descanso.
Te amo como los mortales aman la vida,
hasta que mueren.
Tus movimientos, tus palabras, todas tus sonrisas,
acojo como la tierra los objetos que caen.
En mi imaginación mis instintos te penetran
como al metal los ácidos.
En mi mente tu imagen hermosa y amada, tu ser,
colma todas las cosas esenciales.

Los instantes pasan, ruidosos,
y en mis oídos tú estás muda.
Las estrellas descienden y caen,
pero tú te detuviste en mis ojos.
Tu sabor, como el silencio en una gruta,
flota enfriándose en mi boca.
Y sobre el vaso de agua tu mano
con sus venas tan finas
que apenas se vislumbran.

4
¡Oh!, ¿qué materia soy yo
que tu mirada me corta y me transforma?
¿Qué alma y qué luz
y qué fenómeno de asombros,
que pudo recorrer en la niebla de la nada
los paisajes sinuosos de tu fértil cuerpo?
Y como el verbo en una mente abierta,
yo puedo descender a sus misterios.
Tu red sanguínea, como los rosales,
tiembla sin cesar.
Ella conduce la corriente eterna
para que surja el amor en tu rostro,
para que tu matriz tenga un fruto bendito.
El suelo sensible de tu vientre
está bordando de raíces pequeñitas, hilos finísimos,
que se anudan y desanudan
para que las células que tus humores recojan sus
   enjambres,
para que los bellos arbustos de tus frondosos pulmones
canten sus propias glorias.
La eterna materia pasa felizmente
a través de tu cuerpo, por los túneles de tus intestinos,
y la escoria recibe una vida plena
en los pozos ardientes de tus férvidos riñones.
Colinas onduladas se levantan,
constelaciones se estremecen en ti.

Lagos se mueven, fábricas trabajan,
hormiguean un millón de animales vivientes,
el insecto
y el alga,
la bondad y la crueldad;
un sol brilla, se nubla una aurora boreal.
En tu sustancia se desplaza, errante,
la inconsciente eternidad.

5
Como coágulos de sangre
caen hacia ti
estas palabras.
Tartamudea la existencia.
Sólo la ley es un claro discurso.
Mis órganos laboriosos, que día tras día
me dan vida, ya se preparan
a callar para siempre.
Pero todos clamarán hasta entonces.
¡Oh, tú, escogida entre la multitud
de dos mil millones de seres humanos;
oh, tú, la única,
suave cuna, recia tumba, lecho vivo,
acógeme en ti!
(¡Qué alto está el cielo del amanecer!
En sus minerales relucen ejércitos.
El gran resplandor deslumbra mis ojos.
Sé bien que estoy perdido.
Escucho cómo chirría y palpita sobre mí
mi corazón.)

6
Canción añadida

Me lleva el tren y yo sigo tus pasos
Tal vez hoy mismo estés entre mis brazos
y tal vez se enfriará mi rostro ardiente
o tal vez tú me digas suavemente:

“Te espera el agua tibia, ve a bañarte.
Toma la toalla, puedes ya secarte.
La carne se está friendo, te hartará.
Donde mi lecho está, tu cuerpo está.”


jueves, 22 de marzo de 2018

Miyó Vestrin -Valiente ciudadano

Miyó Vestrini, Francia, 27 de abril 1938 – Caracas, 29 de noviembre 1991 


Valiente ciudadano
                                               A María Inmaculada Barrios

                                                                             Morid con el pensamiento
                                                                             cada mañana y ya no
                                                                             temeréis morir.
                                                                                        (Tratado Hagakuse)

Dame, señor,
una muerte que enfurezca.
Una muerte tan ofensiva
como a los que ofendí.
Una muerte que soporte la lluvia
de Santiago de Compostela,
y de paso,
mate a los que me ofendieron.

Dame, señor,
esa muerte de la intemperie
que sorprende y tranquiliza.
Haz que esté largando mocos y lágrimas,
suplicando piedad
y deseando muerte ajena.

Haz, señor,
que aquel hombre con piel inédita
reconozca en mí al animal de los olivares.
Que su cuerpo pese sobre el mío
y haga dulce
la entrada al fuego.

Te prometo haberlo visto todo.
La misma culpa con la que nací,
el mismo furor.
Haz, señor,
que esté escuchando a Vinicio de Moraes
y a María Betania
y prometiendo que mañana,
lunes,
me inscribiré en un curso para aprender brasileño.

Que venga la muerte
cuando descubras en mí
alguna oculta intención de poder
y cuando sepas,
por tus informantes,
de mis maniobras para pasar la historia.
Cuando te digan, señor,
que he agotado todos los recursos de la fatiga
sin pedir clemencia,
entonces, señor,
dame duro.
Haz que este golpe que tengo en la frente
por abrir puertas a cabezazos
se ponga
rojo,
latiente,
doloroso.

Supongamos, señor,
que eres el bing-bang.
Que ningún territorio escapa a tu vigilancia.
Que los hots-dogs son tema de tu predilección.
Que tu deseo de mí es parte obscena
de tu personalidad.
Entonces, señor,
examina mi estómago abultado
por los espaguetis de Portofino
por las favadas del Guernica
por los pasteles de coliflor de mi madre
por los largos tragos de cerveza y ron.

Espía, señor, los rostros de mi espejo en el espejo,
yo, la pusilánime astuciosa
la del dedo en el aire
abanicando a la aburrida concurrencia.

Podrías venir al cine, señor.
Veríamos Brazil,
La vaquilla,
Un día de campo,
El cartero y Gatsby.
Me escucharías
sacudida por la risa
y el temor.

Permíteme, señor,
contemplarme cómo soy:
el rifle en la mano
la granada en la boca
destripando a la gente que amo.

Acuéstate conmigo en la madrugada, señor,
cuando mi respiración es un golpe de piedras
en la corriente del río.

Y verás como nada,
ni siquiera la leche de tus cantares,
puede darme una muerte que me enfurezca.


martes, 20 de marzo de 2018

Elvira Hernández -La toma de la bandera

Elvira Hernández, Lebu, Chile, 2 de julio 1951


                                                                                                  No se dedica a uno.................
                                                                                                                     la bandera de Chile
                                                                                                  se entrega a cualquiera..........
                                                                                                                       que la sepa tomar


La toma de la bandera


Nadie ha dicho una palabra sobre la Bandera de Chile
en el porte .......... en la tela
en todo su desierto cuadrilongo
no la han nombrado
La Bandera de Chile
ausente

La Bandera de Chile no dice nada sobre sí misma
se lee en un espejo de bolsillo redondo
espejea retardada en el tiempo como un eco
hay muchos vidrios rotos
trizados como las líneas de una mano abierta
se lee
en busca de piedras para sus ganas


Una ignorancia padre aurea a la Bandera de Chile
no importa ni madre que la parió
se le rinden honores que centuplean los infalibles mecanismos
incipiente la Bandera de Chile allí
cien .......... doscientos,......... novecientos
no tiene en otros el territorio de sus propios eriazos
no tiene en otros el fósil de su olla común
no tienen no tienen hasta decir so de colores andrajos
no tienen .......... no tienen ......... no son
La Bandera de Chile se parte en banderitas para los niños y saludan.

 La Bandera de Chile es un pabellón dijo un soldado
........... y lo identifico y lo descubro y me descubro
..............................del Regimiento de San Felipe
dijo soñaba el pabellón mejor que su barraca
................................ dijo dijo dijo tres dormitorios
ducha de agua caliente cocinilla con horno
.............................. aplaudieron como locos los sin techo
................................La Bandera de Chile



Levanta una cortina de humo la Bandera de Chile
asfixia y da aire a más no poder
.......................................... es increíble la bandera
no verá nunca el subsuelo encendido de sus campos santos
..........................los tesoros perdidos en los recodos del aire
..........................los entierros marinos que son joya
veremos la cordillera maravillosa sumiéndose en la penumbra
............. ficticia ríe
....................... la Bandera de Chile
..................... En otros tiempos
representa la Bandera de Chile
un 15% allí donde brilla la estrella para el 10%
representa
de blancos un 20% de muy pálidos
representa la Bandera de Chile en rojos La Bandera de Chile
.........................nunca el 100% nunca
................el 100% del blanrrozul compacto
......................................hoy


Come moscas cuando tiene hambre La Bandera de Chile
en boca cerrada no entran balas
se calla
allá arriba en su mástil.

La Bandera de Chile es exhibicionista por naturaleza

A la Bandera de Chile la tiran por la ventana
la ponen para lágrimas en televisión
clavada en la parte más alta de un Empire Chilean
en el mástil centro del Estadio Nacional
pasa un orfeón .......... pasa un escalón
dos tres cuatro
La Bandera de Chile sale a la cancha
en una cancha de fútbol se levanta la Bandera de Chile
la rodea un cordón policial como a un estadio olímpico
(todo es estrictamente deportivo)
La Bandera de Chile vuela por los aires
................................. echada a su suerte

domingo, 18 de marzo de 2018

Randall Roque -Ensuciá el amor

Randall Roque, Costa Rica, 7 de junio 1977 


Ensuciá el amor

Ocultate del mundo y su gente sincera
o llegarán una tarde de estas hasta tu casa
con el amor más puro sin saber amar
la oscuridad del hombre

Sacarán los demonios de tu casa,
con cánticos de poder místico
sacudirán el polvo para devolverte
a la tierra infecunda y sus cimientos

Te recordarán las infelices noches
cuando eras un trapo sucio y roto
que nadie recogería de las calles
y, a eso, llamarán amor

No existe nada más poderoso que la palabra
y la usan bien

Muchos movieron masas con el odio
persiguieron a otros y justificaron
su orgullo en la humilde existencia

No seas un estúpido como tantos

Que no te engañen tan fácil

La derecha asesinó lo mismo que la izquierda,
ambas manos deberían cortarse de raíz

La anarquía hará al hombre libre
bajo su propio riesgo,
ellos lo saben
y tocarán tu puerta
para hacerte igual a otros

Serás un genio en la oscuridad

Ya sabemos qué sucede a los genios
lo mismo que a los hombres buenos

Los harán carne molida
para que los consuman
multitudes

Los encerrarán en libros,
cadenas televisivas,
premios, aplausos,
hasta que sean algo común
y a nadie importe lo que digan

Sé un buen tipo
y no te conformés
con tan poco

Hacé lo que hago en estos días

Alimento a los buitres carroñeros
con el árbol de la ciencia del bien y el mal
para que la sabiduría no sea de los dioses

Es imposible conocerlo todo,
es imposible amar si desconocés

Entregate a los instintos más bajos

Luego buscá el amor entre las frutas
podridas que se han desperdiciado
en la gula, la avaricia, la ira,
la pereza, la lujuria, la envidia
y la soberbia

No creás nada de lo que digan,
solo tratan de escribir un código de barras
que luzca bien sobre tu frente

Ensuciá el amor para reconocerlo

viernes, 16 de marzo de 2018

René Daumal -Basta una palabra

René Daumal, Francia, 16 de marzo 1908 – París, 21 de mayo 1944
Traducción Raúl Durán


Basta una palabra

Nombra si puedes tu sombra, tu miedo
y muéstrale el revés de tu cabeza,
el revés de tu mundo y si puedes
pronúnciala, la palabra de la tempestad,
si te atreves rasga el silencio
tejido de risas mudas, —si te atreves
sin ayuda romper la esfera,
deshacer el nudo,
todo solo, todo solo, y planta allí tus ojos
y ve ciego hacia la noche,
ve hacia tu muerte que no te ve,
sólo si te atreves rasga la noche
cubierta de pupilas muertas,
sin ayuda si te atreves
sólo ir desnudo hacia el mar de muertos —
en el corazón de su corazón tu pupila reposa—
escúchala llamarte: hijo mío
escúchala llamarte por tu nombre.

miércoles, 14 de marzo de 2018

Lewis Carroll -Poeta fit, non nascitur

Lewis Carroll, Reino Unido, 27 de enero 1832 – Reino Unido, 14 de enero 1898
Traducción Jordi Doce


Poeta fit, non nascitur

“¿Cómo puedo yo ser un poeta?
¿Cómo puedo escribir en verso?
Una vez tú me dijiste ‘el mayor deseo
comparte lo sublime’.
¡Luego dime cómo! ¡No lo aplaces diciendo
‘en otra ocasión’!”

El viejo sonrió y le dijo,
al escuchar su repentina ocurrencia.
Le gustaba que el joven dijese lo que pensaba
con entusiasmo.
y pensaba: “No hay monotonía en él
ni vacilación.”

“Y ¿habrías sido un poeta
antes de haber ido al colegio?
¡Ah, bien! Casi creo que eres
un completo loco.
Primero aprende a ser espasmódico…
Es una norma muy simple.

Por que primero tú escribes una frase
y luego la rompes en trocitos.
Después mezclas los trozos Y los ordenas
como caigan en suerte.
El orden de las frases
no establece ninguna diferencia.

Luego, si quieres impresionar,
recuerda lo que digo,
que las cualidades abstractas empiezan
siempre con mayúsculas:
La Verdad, el Bien, la Belleza…
¡Eso es lo que tiene importancia!

Después, cuando estés describiendo
una forma, o sonido, o matiz,
no lo expliques directamente,
preséntalo mejor con insinuaciones.
Y aprende a mirar todas las cosas
con cierta clase de inclinación mental.”

“Por ejemplo, si yo deseara, señor,
hablar de pasteles de cordero,
¿debería decir: ‘sueños de marañas lanosas
encerradas en celdas de trigo’?”
“Bueno, sí”, respondió el viejo: “Esa frase
iría muy bien.”

“Luego, en cuarto lugar, hay epítetos
que van con cualquier palabra…
Como en la Salsa Lectora de Harvey
con pescado, carne o ave…
De entre ellos, ‘salvaje’, ‘solitario’, ‘cansado’, ‘extraño’,
son los preferidos.”

“¿Y estará, oh, estará bien
utilizarlos en masa…?
?Por ejemplo, ‘el hombre salvaje hizo su cansado camino
hacia un extraño y solitario surtidor’?”
“¡No, no! No debes sacar tan rápido
este tipo de conclusión.

Los epítetos, como la pimienta,
dan sabor a lo que escribes.
Si los esparces frugalmente,
despertarán el apetito,
mas si los usas en demasía,
¡destrozarás completamente tu escrito!

Finalmente, en cuanto a la disposición,
el lector, tú debes enseñarle,
debe obtener toda la información
que pueda, y no debe buscar
revelaciones inmaduras del curso
y del propósito de tu poema.

Por tanto, prueba su paciencia…
Cuánto puede soportar…
No menciones lugares, nombres ni fechas,
y, sobre todo, ten por seguro
que todo el poema
sea consistentemente oscuro.

Primero fíjate el límite
hasta el que puede extenderse.
Luego llénalo con ‘Relleno’
(pídeselo a algún amigo).
Y hacia el final coloca
tu ESTROFA-SENSACIÓN.”

“Y, abuelo, dime
¿qué es una sensación?
Creo que nunca he oído
utilizar antes esa palabra.
¿Serías tan amable de ofrecerme
un Exempli Gratia?”

Y el viejo, mirando tristemente
a través del jardín,
donde acá y allá las gotas de rocío
aún brillaban en el amanecer,
dijo: “Acércate a la adelfa
y mira el Calleen Bawn.”

“La palabra se debe a Boucicault…
La teoría es suya:
Donde la vida se vuelve espasmo,
y la historia, zumbido.
Si eso no es sensación,
no sé lo que es.

Ahora prueba tu mano, antes de que la imaginación
haya perdido su brillo presente… ”
“Y después… “, añadió el nieto,
“lo publicaremos, ya sabes.
¡Tela verde… con letras doradas por detrás…
en dozavo!”

Entonces, orgullosamente, ese viejo sonrió
al ver al apasionado joven
correr como un loco a por su pluma y la tinta
ya por el papel secante…
Pero, al pensar en publicar,
su cara se tomó sombría y grave.


lunes, 12 de marzo de 2018

Francisco de Quevedo -Sermón estoico de censura moral

Francisco de Quevedo, Madrid, 14 de septiembre 1580–España, 8 de septiembre 1645


Sermón estoico de censura moral

¡Oh corvas almas, oh facinorosos
espíritus furiosos!
¡Oh varios pensamientos insolentes,
deseos delincuentes,
cargados sí, mas nunca satisfechos;
alguna vez cansados,
ninguna arrepentidos,
en la copia crecidos,
y en la necesidad desesperados!
De vuestra vanidad, de vuestro vuelo,
¿qué abismo está ignorado?
Todos los senos que la tierra calla,
las llanuras que borra el Oceano
y los retiramientos de la noche,
de que no ha dado el sol noticia al día,
los sabe la codicia del tirano.
Ni horror, ni religión, ni piedad, juntos,
defienden de los vivos los difuntos.
A las cenizas y a los huesos llega,
palpando miedos, la avaricia ciega.
Ni la pluma a las aves,
ni la garra a las fieras,
ni en los golfos del mar, ni en las riberas
el callado nadar del pez de plata,
les puede defender del apetito;
y el orbe, que infinito
a la navegación nos parecía,
es ya corto distrito
para las diligencias de la gula,
pues de esotros sentidos acumula
el vasallaje, y ella se levanta
con cuanto patrimonio
tienen, y los confunde en la garganta.
Y antes que las desórdenes del vientre
satisfagan sus ímpetus violentos,
yermos han de quedar los elementos,
para que el orbe en sus angustias entre.

Tú, Clito, entretenida, mas no llena,
honesta vida gastarás contigo;
que no teme la invidia por testigo,
con pobreza decente, fácil cena.
Más flaco estará, ¡oh Clito!,
pero estará más sano,
el cuerpo desmayado que el ahíto;
y en la escuela divina,
el ayuno se llama medicina,
y esotro, enfermedad, culpa y delito.

El hombre, de las piedras descendiente
(¡dura generación, duro linaje!),
osó vestir las plumas;
osó tratar, ardiente,
las líquidas veredas; hizo ultraje
al gobierno de Eolo;
desvaneció su presunción Apolo,
y en teatro de espumas,
su vuelo desatado,
yace el nombre y el cuerpo justiciado,
y navegan sus plumas.
Tal has de padecer, Clito, si subes
a competir lugares con las nubes.
De metal fue el primero
que al mar hizo guadaña de la muerte:
con tres cercos de acero
el corazón humano desmentía.
Éste, con velas cóncavas, con remos,
(¡oh muerte!, ¡oh mercancía!),
unió climas extremos;
y rotos de la tierra
los sagrados confines,
nos enseñó, con máquinas tan fieras,
a juntar las riberas;
y de un leño, que el céfiro se sorbe,
fabricó pasadizo a todo el orbe,
adiestrando el error de su camino
en las señas que hace, enamorada,
la piedra imán al Norte,
de quien, amante, quiere ser consorte,
sin advertir que, cuando ve la estrella,
desvarían los éxtasis en ella.

Clito, desde la orilla
navega con la vista el Oceano:
óyele ronco, atiéndele tirano,
y no dejes la choza por la quilla;
pues son las almas que respira Tracia
y las iras del Noto,
muerte en el Ponto, música en el soto.

Profanó la razón, y disfamóla,
mecánica codicia diligente,
pues al robo de Oriente destinada,
y al despojo precioso de Occidente,
la vela desatada,
el remo sacudido,
de más riesgos que ondas impelido,
de Aquilón enojado,
siempre de invierno y noche acompañado,
del mar impetüoso
(que tal vez justifica el codicioso)
padeció la violencia,
lamentó la inclemencia,
y por fuerza piadoso,
a cuantos votos dedicaba a gritos,
previno en la bonanza
otros tantos delitos,
con la esperanza contra la esperanza.
Éste, al sol y a la luna,
que imperio dan, y templo, a la Fortuna,
examinando rumbos y concetos,
por saber los secretos
de la primera madre
que nos sustenta y cría,
de ella hizo miserable anatomía.
Despedazóla el pecho,
rompióle las entrañas,
desangróle las venas
que de estimado horror estaban llenas;
los claustros de la muerte,
duro, solicitó con hierro fuerte.
¿Y espantará que tiemble algunas veces,
siendo madre y robada
del parto, a cuanto vive, preferido?
No des la culpa al viento detenido,
ni al mar por proceloso:
de ti tiembla tu madre, codicioso.
Juntas grande tesoro,
y en Potosí y en Lima
ganas jornal al cerro y a la sima.
Sacas al sueño, a la quietud, desvelo;
a la maldad, consuelo;
disculpa, a la traición; premio, a la culpa;
facilidad, al odio y la venganza,
y, en pálido color, verde esperanza,
y, debajo de llave,
pretendes, acuñados,
cerrar los dioses y guardar los hados,
siendo el oro tirano de buen nombre,
que siempre llega con la muerte al hombre;
mas nunca, si se advierte,
se llega con el hombre hasta la muerte.

Sembraste, ¡oh tú, opulento!, por los vasos,
con desvelos de la arte,
desprecios del metal rico, no escasos;
y en discordes balanzas,
la materia vencida,
vanamente podrás después preciarte
que induciste en la sed dos destemplanzas,
donde tercera, aún hoy, delicia alcanzas.
Y a la Naturaleza, pervertida
con las del tiempo intrépidas mudanzas,
transfiriendo al licor en el estío
prisión de invierno frío,
al brindis luego el apetito necio
del murrino y cristal creció ansí el precio:
que fue pompa y grandeza
disipar los tesoros
por cosa, ¡oh vicio ciego!,
que pudiese perderse toda, y luego.

Tú, Clito, en bien compuesta
pobreza, en paz honesta,
cuanto menos tuvieres,
desarmarás la mano a los placeres,
la malicia a la invidia,
a la vida el cuidado,
a la hermosura lazos,
a la muerte embarazos,
y en los trances postreros,
solicitud de amigos y herederos.
Deja en vida los bienes,
que te tienen, y juzgas que los tienes.
Y las últimas horas
serán en ti forzosas, no molestas,
y al dar la cuenta excusarás respuestas.

Fabrica el ambicioso
ya edificio, olvidado
del poder de los días;
y el palacio, crecido,
no quiere darse, no, por entendido
del paso de la edad sorda y ligera,
que, fugitiva, calla,
y en silencio mordaz, mal advertido,
digiere la muralla,
los alcázares lima,
y la vida del mundo, poco a poco,
o la enferma o lastima.

Los montes invencibles,
que la Naturaleza
eminentes crió para sí sola
(paréntesis de reinos y de imperios),
al hombre inaccesibles,
embarazando el suelo
con el horror de puntas desiguales,
que se oponen, erizo bronco, al cielo,
después que les sacó de sus entrañas
la avaricia, mostrándola a la tierra,
mentida en el color de los metales,
cruda y preciosa guerra,
osó la vanidad cortar sus cimas
y, desde las cervices,
hender a los peñascos las raíces;
y erudito ya el hierro,
porque el hombre acompañe
con magnífico adorno sus insultos,
los duros cerros adelgaza en bultos;
y viven los collados
en atrios y en alcázares cerrados,
que apenas los cubría
el campo eterno que camina el día.
Desarmaron la orilla,
desabrigaron valles y llanuras
y borraron del mar las señas duras;
y los que en pie estuvieron,
y eminentes rompieron
la fuerza de los golfos insolentes,
y fueron objeción, yertos y fríos,
de los atrevimientos de los ríos,
agora navegados,
escollos y collados,
los vemos en los pórticos sombríos,
mintiendo fuerzas y doblando pechos,
aun promontorios sustentar los techos.
Y el rústico linaje,
que fue de piedra dura,
vuelve otra vez viviente en escultura.

Tú, Clito, pues le debes
a la tierra ese vaso de tu vida,
en tan poca ceniza detenida,
y en cárceles tan frágiles y breves
hospedas alma eterna,
no presumas, ¡oh Clito!, oh, no presumas
que la del alma casa, tan moderna
y de tierra caduca,
viva mayor posada que ella vive,
pues que en horror la hospeda y la recibe.
No sirve lo que sobra,
y es grande acusación la grande obra;
sepultura imagina el aposento,
y el alto alcázar vano monumento.

Hoy al mundo fatiga,
hambrienta y con ojos desvelados,
la enfermedad antiga
que a todos los pecados
adelantó en el cielo su malicia,
en la parte mejor de su milicia.
Invidia, sin color y sin consuelo,
mancha primera que borró la vida
a la inocencia humana,
de la quietud y la verdad tirana;
furor envejecido,
del bien ajeno, por su mal, nacido;
veneno de los siglos, si se advierte,
y miserable causa de la muerte.
Este furor eterno,
con afrenta del sol, pobló el infierno,
y debe a sus intentos ciegos, vanos,
la desesperación sus ciudadanos.
Ésta previno, avara,
al hombre las espinas en la tierra,
y el pan, que le mantiene en esta guerra,
con sudor de sus manos y su cara.
Fue motín porfiado
en la progenie de Abraham eterna,
contra el padre del pueblo endurecido,
que dio por ellos el postrer gemido.
La invidia no combate
los muros de la tierra y mortal vida,
si bien la salud propria combatida
deja también; sólo pretende palma
de batir los alcázares de l'alma;
y antes que las entrañas
sientan su artillería,
aprisiona el discurso, si porfía.
Las distantes llanuras de la tierra
a dos hermanos fueron
angosto espacio para mucha guerra.
Y al que Naturaleza
hizo primero, pretendió por dolo
que la invidia mortal le hiciese solo.

Tú, Clito, doctrinado
del escarmiento amigo,
obediente a los doctos desengaños,
contarás tantas vidas como años;
y acertará mejor tu fantasía
si conoces que naces cada día.
Invidia los trabajos, no la gloria;
que ellos corrigen, y ella desvanece,
y no serás horror para la Historia,
que con sucesos de los reyes crece.
De los ajenos bienes
ten piedad, y temor de los que tienes;
goza la buena dicha con sospecha,
trata desconfiado la ventura,
y póstrate en la altura.
Y a las calamidades
invidia la humildad y las verdades,
y advierte que tal vez se justifica
la invidia en los mortales,
y sabe hacer un bien en tantos males:
culpa y castigo que tras sí se viene,
pues que consume al proprio que la tiene.

La grandeza invidiada,
la riqueza molesta y espiada,
el polvo cortesano,
el poder soberano,
asistido de penas y de enojos,
siempre tienen quejosos a los ojos,
amedrentado el sueño,
la consciencia con ceño,
la verdad acusada,
la mentira asistente,
miedo en la soledad, miedo en la gente,
la vida peligrosa,
la muerte apresurada y belicosa.

¡Cuán raros han bajado los tiranos,
delgadas sombras, a los reinos vanos
del silencio severo,
con muerte seca y con el cuerpo entero!
Y vio el yerno de Ceres
pocas veces llegar, hartos de vida,
los reyes sin veneno o sin herida.
Sábenlo bien aquellos
que de joyas y oro
ciñen medroso cerco a los cabellos.
Su dolencia mortal es su tesoro;
su pompa y su cuidado, sus legiones.
Y el que en la variedad de las naciones
se agrada más, y crece
los ambiciosos títulos profanos,
es, cuanto más se precia de monarca,
más ilustre desprecio de la Parca.

El africano duro
que en los Alpes vencer pudo el invierno,
y a la Naturaleza
de su alcázar mayor la fortaleza;
de quien, por darle paso al señorío,
la mitad de la vista cobró el frío,
en Canas, el furor de sus soldados,
con la sangre de venas consulares,
calentó los sembrados,
fue susto del imperio,
hízole ver la cara al captiverio,
dio noticia del miedo su osadía
a tanta presunción de monarquía.
Y peregrino, desterrado y preso
poco después por desdeñoso hado,
militó contra sí desesperado.
Y vengador de muertes y vitorias,
y no invidioso menos de sus glorias,
un anillo piadoso,
sin golpe ni herida,
más temor quitó en Roma que en él vida.
Y ya, en urna ignorada,
tan grande capitán y tanto miedo
peso serán apenas para un dedo.

Mario nos enseñó que los trofeos
llevan a las prisiones,
y que el triunfo que ordena la Fortuna,
tiene en Minturnas cerca la laguna.
Y si te acercas más a nuestros días,
¡oh Clito!, en las historias
verás, donde con sangre las memorias
no estuvieren borradas,
que de horrores manchadas
vidas tantas están esclarecidas,
que leerás más escándalos que vidas.

Id, pues, grandes señores,
a ser rumor del mundo;
y comprando la guerra,
fatigad la paciencia de la tierra,
provocad la impaciencia de los mares
con desatinos nuevos,
sólo por emular locos mancebos;
y a costa de prolija desventura,
será la aclamación de su locura.

Clito, quien no pretende levantarse
puede arrastrar, mas no precipitarse.
El bajel que navega
orilla, ni peligra ni se anega.
Cuando Jove se enoja soberano,
más cerca tiene el monte que no el llano,
y la encina en la cumbre
teme lo que desprecia la legumbre.
Lección te son las hojas,
y maestros las peñas.
Avergüénzate, ¡oh Clito!,
con alma racional y entendimiento,
que te pueda en España
llamar rudo discípulo una caña;
pues si no te moderas,
será de tus costumbres, a su modo,
verde reprehensión el campo todo.

sábado, 10 de marzo de 2018

June Jordan -Poema sobre mis derechos

June Jordan, Nueva York, 9 de julio 1936 – California, 14 de junio 2002
Versión Sandra Toro


Poema sobre mis derechos

Esta noche y todavía necesito ir a caminar para aclararme
la cabeza sobre este poema acerca de por qué no puedo
salir sin cambiarme la ropa y los zapatos y
mi postura corporal y mi identidad de género y mi edad
y mi condición de mujer sola de noche/
sola en la calle/ sola aunque ese no es el punto/
el punto es que no puedo hacer lo que quiero
hacer con mi propio cuerpo porque soy del sexo
equivocado de la edad equivocada del color equivocado y
supongamos que no estuviera acá en la ciudad sino en la playa/
o lejos en el bosque y que quise ir ahí
por mi cuenta a pensar en Dios/ o a pensar
en los chicos o a pensar en el mundo/ todo eso
que revelan el silencio y las estrellas:
No podría ir y no podría pensar y no podría
quedarme ahí
sola
como necesito estar
sola porque no puedo hacer lo que quiero con mi propio
cuerpo y
quién carajo puso las cosas
de este modo
y en Francia dicen que si el tipo penetra
pero no eyacula entonces no me violó
y si después de apuñalarlo si después de los gritos si
después de suplicarle al hijo de puta y si incluso después de darle
con un martillo en la cabeza si incluso después de eso si él
y sus amigotes después de eso me cogen
entonces consentí y no fue
violación porque después de todo entendés después de todo
me cogieron porque estaba equivocada yo estaba
equivocada otra vez por ser yo siendo yo donde estaba/ equivocada
por ser la que soy
que es exactamente como Sudáfrica
que penetra a Namibia que penetra a
Angola y eso quiere decir quiero decir cómo saben si
Pretoria eyacula cómo será la evidencia la
prueba de la eyaculación de la bota del monstruo sobre Negrolandia
y si
después de Namibia y si después de Angola y si después de Zimbabwe
y si después de todo mis parientes y las mujeres resisten hasta
la autoinmolación de los pueblos y si después de eso
igual perdemos qué van a decir los muchachos van a
pedirme consentimiento:
¿Me seguís?: Somos la gente equivocada del
color equivocado en el continente equivocado
y sobre qué carajo es todo el mundo tan razonable
y según el Times de esta semana
allá por 1966 la C.I.A decidió que tenía este problema
y el problema era un hombre llamado Nkrumah así que
lo mataron y antes de eso fue Patrice Lumumba
y antes de eso fue mi padre en el campus
de mi escuela Ivy League y mi padre tenía miedo
de caminar hasta la cafetería porque decía que
estaba equivocado que tenía la edad equivocada el color equivocado la
identidad de género equivocada y estaba pagando mi matrícula y
antes de eso
era mi padre diciendo que yo estaba equivocada diciendo que
debí haber sido un chico porque él quería uno/ un
chico y que debería haber tenido la piel más clara y
que debería haber tenido el pelo más lacio y que
no deberían haberme gustado tanto los chicos aunque debí
haber sido uno/ un chico y antes de eso
era mi madre mendigando una cirugía estética para
mi nariz y brackets para mis dientes y diciéndome
que largara los libros que los soltara en otras
palabras
estoy muy familiarizada con los problemas de la C.I.A.
y con los problemas de Sudáfrica y con los problemas
de la Compañía Exxon y con los problemas de la Norteamérica
blanca en general y con los problemas de los profesores
y de los predicadores y del F.B.I y de los trabajadores
sociales y de mi Mamá y mi Papá en particular/ estoy muy
familiarizada con los problemas porque los problemas
resultan ser
yo
Yo soy la historia de la violación
Yo soy la historia del rechazo de lo que soy
Yo soy la historia del terrorífico encarcelamiento de
mí misma
Yo soy la historia del asalto con lesiones y de los ejércitos
infinitos contra cualquier cosa que quiera hacer con mi mente
y mi cuerpo y mi alma y
no importa si se trata de salir a caminar de noche
o si se trata del amor que siento o
si se trata de la santidad de mi vagina o
de la santidad de mis fronteras nacionales
o de la santidad de mis líderes o de la santidad
de todos y cada uno de los deseos
que conozco desde mi personal e idiosincrático
y problemáticamente solo y singular corazón
A mí me violaron
por-
que estaba equivocada tenía el sexo equivocado la edad equivocada
el color de piel equivocado la nariz equivocada el pelo equivocado la
necesidad equivocada el sueño equivocado la geografía equivocada
la elegancia equivocada Yo
fui el sentido de la violación
fui el problema que todo el mundo busca
eliminar por la fuerza
de la penetración con o sin la evidencia de la baba y/
pero dejemos que ésto sea inequívoco este poema
es no consentir no estoy de acuerdo
con mi madre ni con mi padre ni con los profesores ni con el
F.B.I ni con Sudáfrica ni con Bedford-Stuy
ni con Park Avenue ni con American Airlines ni con los vagos
pija parada en las esquinas ni con los babosos
en auto
no estoy equivocada: mi nombre no es equivocada
Mi nombre es el mío el mío el mío
y no puedo decirte quién carajo puso las cosas de este modo
pero te puedo decir que de ahora en más mi resistencia
mi simple diaria y nocturna auto-determinación
muy bien te puede costar la vida.

jueves, 8 de marzo de 2018

Ángela Urondo Raboy -Los Salvajes

Ángela Urondo Raboy, Bs As, 28 de junio 1975


Los Salvajes

Una hembra joven acaba de parir dos críos
bajo la sombra de un nombre falso.

Los salvajes hacen el amor
con el instinto alerta, como animales.
La vida puede terminar hoy o mañana
a la vuelta de la esquina.

Quién cantará tu nombre.
Quién acudirá al encuentro.

Habrá que levantar a los chicos
con cuidado que no se rompan.
Darles de comer, bañarlos
y llevarlos a la escuela. Allí estarán bien
hasta que toque el timbre de salida.

Quién los cuidará cuando nadie los pase a buscar?

Quién descubrirá la luz que hay en ellos?
Habrá maestras, directivos de escuela.

Habrá policías, juez de menores y secretario tutelar.

Habrá voces severas, reglas estrictas. Habrá otros niños.

Habrá baños fríos, luces blancas y drogas para adormecer.

Quién podrá comprender todo esto? Cual será el sentido?

Los autos atravesados, los brillos metálicos asomados por las ventanillas.
Los cuerpos latentes, íntegros.
El ruido que los va desarmando.

Quién cantará un feliz cumpleaños?
Qué será de tus ojos y de tus pechos lactarios?
Jugos agrios, deshechos de la historia.
Cuantas fuerzas serán necesarias.

Cual será la condena.
Qué será del aire. Qué será del viento

cuando caigas.
Sonará un tambor.

Una chicharra sorda. Un grito atroz.
No habrá miedo en la garganta. No habrá rendición.
Volarás en caída libre. Nadarás

hasta devenir. Lloverás,

serás agua sobre nosotros.
Nos encontraremos
cubiertos. Bailarás.
Volverás a casa
en la memoria.
Volveremos.

martes, 6 de marzo de 2018

José Pedroni -Poemas de la enamorada del muro

José Pedroni, Santa Fe, 21 de septiembre 1899 – Mar del Plata, 4 de febrero 1968 


Poemas de la enamorada del muro

1
Muro soy, sin duda alguna;
muro de una sola piedra,
y tú la que baja en luna,
y tú la que sube en hiedra.

2
Sobre el muro de mi pecho,
por no saber esperar,
me puse a pensarte muerta
y poco a poco a llorar.

Tu sombra -hermana del agua-
sentí llegar a mis pies.
Abrí los ojos: no había
más que un lejano ciprés.

Lágrima tuya ligera
sentí en mi mano llamar.
Alcé los ojos buscándote:
alta nube sobre el mar.

El viento trajo tu nombre
y el mío en una canción.
Puse mi oído en la arena;
sólo oí mi corazón.

Cayó la noche llorando,
¿cuánto te esperó mi amor?
Estaban altos y solos
la luna y su leñador.

Con el brazo, como un niño,
mi rostro desarené,
y, fatal, tomé el camino
que sube hasta perder pie.

Pero mi sombra en las piedras,
como por arte lunar,
se desdobló ante mis ojos
cuando ya caía al mar.

Éramos dos los que íbamos
a morir por tanto amar.

3
Bajo la luz de tu pelo,
como de estampa mural,
mi corazón encerrado
picapedreaba fatal.

Se oyó el ángelus, y a poco,
venida torva del fondo,
sobre las casas -palomas-
la noche voló en redondo.

Cerró sus ojos el niño,
la madre apagó su voz,
y el pueblo, casa por casa,
se fue echando junto a Dios.

Quedó al fin bajo la única
estrella un pino derecho,
y por obra de tu pelo,
el sol dormido en mi pecho.

4
Era un mar en el crepúsculo,
por tranquilo más inmenso;
en el mar una gaviota
y sobre el mar mi silencio.

En lento viaje cantado,
la corriente por derrota,
pasó una barca, y tras ella
mi silencio y la gaviota.

¡Ay, que estoy solo! -pensé-
Mi corazón, ¡que maltrecho!
¡Ay, quién cantara al volver,
junto a mí, de trecho en trecho!

Y tú empezaste a llorar
y a cantar sobre mi pecho.

5
Salí para no volver,
para no volver a verte;
porque mi amor era tal
que siempre hablaba de muerte.

Llegué hasta el único barco
que al atardecer salía,
y el mar, fresco como tú,
me llevaba y me traía.

Mirando un punto lejano
la luna roja me halló.
Volví a tu lado; en tus ojos
el mar me reconoció.

6
Un fuego en mi puerta hice
para poder esperar,
y en un álamo lejano
en ti me puse a pensar.

Me desperté con tu nombre
y hallé, donde el fuego, un globo
de nieve, y en el camino
una huella y no de lobo.

Tibia ¡oh sorpresa! mi frente;
tibio mi pecho menguado,
como si hubiera dormido
toda la noche a tu lado.

Tú estabas de pie, sonriéndome,
con el cabello nevado.

7
Dormido estaba a la sombra
de un viejo muro partido
la sombra se fue en puntillas
y al sol me dejó dormido.

Me desperté con tu nombre,
roído el muro de grillos;
la luna por alumbrarse,
los tejados amarillos.

Frescas ¡oh dicha! Mis manos,
fresca mi boca de estío;
el mar, mi pecho desnudo;
mis pies descalzos, el río.

Monedas frías mis sienes,
musgo de piedra mi vello,
como si hubiera dormido
toda la tarde en tu cuello.

Tú estabas de pie, sonriéndome,
con el sol en el cabello.

8
En la puerta, ante el silencio
del pueblito en que naciste,
eras contra mí una flor
cerrándose blanca y triste.

Sonó de pronto un disparo
y otro entre los sauces flojos,
y en el blanco de mi pecho
se hizo la luz de tus ojos.

¿Por qué pronuncié tu nombre?
¿Por qué en la puerta, cruel,
me apoyé lánguidamente
como muriendo con él?

¡Ay, en tu grito el terror
de verte sola y perdida!
¡Ay, en mis ojos cerrados!
¡Ay, en mi mano caída!

Versos que decirte tuve
para volver a la vida!
Palabras que no se han dicho,
para ir cerrando tu herida.

La luna había pasado
sobre el pueblo en que naciste,
cuando en mi pecho otra vez
te cerrabas blanca y triste.

Caía de tus pestañas
el perdón que no me diste.

9
No se veía en la noche
la telaraña del muro.
Cayó en ella la luciérnaga:
¡Ay de su berilo puro!

Árido estaba mi pecho
como olvidado de Dios.
Tú en él te apoyaste triste,
dulce y triste: ¡Ay de los dos!.

¡Quién te libra de seguirme!
¡Quién me salva de morir!
¡Ay, que no puedo dejarte!
¡Ay, que no te puedes ir!

10
-Niña mía: ¿por qué siempre
tu frente en mi pecho obscuro;
si no tu frente, por qué
tu oído, como en un muro!
-Mi frente, por lo que tiene
de luna y de flor; mi oído,
para olvidar y morir
sobre mi nombre latido.

11
Paredón de las afueras
que todos ven al llegar;
palomas te trajo el viento:
¡para siempre palomar!

Paredón de las afueras
que te querías caer:
semilla te trajo el viento:
¡tuviste que florecer!

Paredón de las afueras
contra el que lloré una vez:
¿que le dijiste a la niña,
que vino a verme después?

12
Muro soy, sin duda alguna;
muro de una sola piedra,
y tú en el sol, la luna,
la lluvia, el nido, la hiedra.

domingo, 4 de marzo de 2018

Rafi Weichert -Dormida

Rafi Weichert, Tel Aviv, Israel, 23 de octubre 1964  
Traducción Gerardo Lewin


Dormida

Duermes, tu cabeza apoyada en mis rodillas
con la seguridad absoluta de los niños.
La luz centellea en la pantalla.
Las imágenes se suceden en silencio anudando,
unos con otros, remotos acontecimientos.

Bajé el volumen para que no interfiriese
la realidad con el sueño.
Ahora debo permanecer en mi postura.
Cualquier movimiento te arrancaría
de esos fantásticos parajes
hacia los que has zarpado.

Quizá también discurran en tus sueños
visiones que tu tranquilo aliento no revela.
Percibo en un momento el delicado tiempo
que fluye y nos rodea,
se aleja de nuestros cuerpos y se expande,
como ondas.

viernes, 2 de marzo de 2018

Luis de Góngora -Al Conde de Niebla

Luis de Góngora, España, 11 de julio 1561 – España, 24 de mayo 1627


Al Conde de Niebla

Estas que me dictó, rimas sonoras,
Culta sí aunque bucólica Talía,
Oh excelso Conde, en las purpúreas horas
Que es rosas la alba y rosicler el día,
Ahora que de luz tu niebla doras,
Escucha, al son de la zampoña mía,
Si ya los muros no te ven de Huelva
Peinar el viento, fatigar la selva.

Templado pula en la maestra mano
El generoso pájaro su pluma,
O tan mudo en la alcándara, que en vano
Aun desmentir el cascabel presuma;
Tascando haga el freno de oro cano
Del caballo andaluz la ociosa espuma;
Gima el lebrel en el cordón de seda,
Y al cuerno al fin la cítara suceda.

Treguas al ejercicio sean robusto,
Ocio atento, silencio dulce, en cuanto
Debajo escuchas de dosel augusto
Del músico jayán el fiero canto.
Alterna con las Musas hoy el gusto,
Que si la mía puede ofrecer tanto
Clarín? y de la Fama no segundo?,
Tu nombre oirán los términos del mundo.

I
Donde espumoso el mar sicilïano
El pie argenta de plata al Lilibeo,
Bóveda o de las fraguas de Vulcano
O tumba de los huesos de Tifeo,
Pálidas señas cenizoso un llano,
Cuando no del sacrílego deseo,
Del duro oficio da. Allí una alta roca
Mordaza es a una gruta de su boca.

Guarnición tosca de este escollo duro
Troncos robustos son, a cuya greña
Menos luz debe, menos aire puro
La caverna profunda, que a la peña;
Caliginoso lecho, el seno obscuro
Ser de la negra noche nos lo enseña
Infame turba de nocturnas aves,
Gimiendo tristes y volando graves.

De este, pues, formidable de la tierra
Bostezo, el melancólico vacío
A Polifemo, horror de aquella sierra,
Bárbara choza es, albergue umbrío
Y redil espacioso donde encierra
Cuanto las cumbres ásperas cabrío,
De los montes esconde: copia bella
Que un silbo junta y un peñasco sella.

Un monte era de miembros eminente
Este que? de Neptuno hijo fiero?
De un ojo ilustra el orbe de su frente,
Émulo casi del mayor lucero;
Cíclope a quien el pino más valiente
Bastón le obedecía tan ligero,
Y al grave peso junco tan delgado,
Que un día era bastón y otro cayado.

Negro el cabello, imitador undoso
De las oscuras aguas del Leteo,
Al viento que lo peina proceloso
Vuela sin orden, pende sin aseo;
Un torrente es su barba, impetuoso
Que? adusto hijo de este Pirineo?
Su pecho inunda? o tarde, o mal, o en vano
Surcada aun de los dedos de su mano.

No la Trinacria en sus montañas, fiera
Armó de crueldad, calzó de viento,
Que redima feroz, salve ligera
Su piel manchada de colores ciento:
Pellico es ya la que en los bosques era
Mortal horror al que con paso lento
Los bueyes a su albergue reducía,
Pisando la dudosa luz del día.

Cercado es, cuando más capaz más lleno,
De la fruta, el zurrón, casi abortada,
Que el tardo otoño deja al blando seno
De la piadosa yerba encomendada:
La serva, a quien le da rugas el heno;
La pera, de quien fue cuna dorada,
La rubia paja y? pálida turora?
La niega avara y pródiga la dora.

Erizo es, el zurrón, de la castaña;
Y? entre el membrillo o verde o datilado?
De la manzana hipócrita, que engaña,
A lo pálido no, a lo arrebolado,
Y de la encina honor de la montaña,
Que pabellón al siglo fue dorado,
El tributo, alimento, aunque grosero,
Del mejor mundo, del candor primero.

Cera y cáñamo unió? que no debiera?
Cien cañas, cuyo bárbaro rüido,
De más ecos que unió cáñamo y cera
Albogues, duramente es repetido.
La selva se confunde, el mar se altera,
Rompe Tritón su caracol torcido,
Sordo huye el bajel a vela y remo:
¡Tal la música es de Polifemo!

Ninfa, de Doris hija, la más bella,
Adora, que vio el reino de la espuma.
Galatea es su nombre, y dulce en ella
El terno Venus de sus Gracias suma.
Son una y otra luminosa estrella
Lucientes ojos de su blanca pluma:
Si roca de cristal no es de Neptuno,
Pavón de Venus es, cisne de Juno.

Purpúreas rosas sobre Galatea
La Alba entre lilios cándidos deshoja:
Duda el Amor cuál más su color sea,
O púrpura nevada, o nieve roja.
De su frente la perla es, eritrea,
Émula vana. El ciego dios se enoja,
Y, condenado su esplendor, la deja
Pender en oro al nácar de su oreja.

Invidia de las ninfas, y cuidado
De cuantas honra el mar deidades, era;
Pompa del marinero niño alado
Que sin fanal conduce su venera.
Verde el cabello, el pecho no escamado,
Ronco sí, escucha a Glauco la ribera
Inducir a pisar la bella ingrata,
En carro de cristal, campos de plata.

Marino joven, las cerúleas sienes,
Del más tierno coral ciñe Palemo,
Rico de cuantos la agua engendra bienes,
Del Faro odioso al promontorio extremo;
Mas en la gracia igual, si en los desdenes
Perdonado algo más que Polifemo,
De la que, aún no le oyó, y, calzada plumas,
Tantas flores pisó como él espumas.

Huye la ninfa bella: y el marino
Amante nadador, ser bien quisiera,
Ya que no áspid a su pie divino,
Dorado pomo a su veloz carrera;
Mas, ¿cuál diente mortal, cuál metal fino
La fuga suspender podrá ligera
Que el desdén solicita? ¡Oh cuánto yerra
Delfín que sigue en agua corza en tierra!

Sicilia, en cuanto oculta, en cuanto ofrece,
Copa es de Baco, huerto de Pomona:
Tanto de frutas ésta la enriquece,
Cuanto aquél de racimos la corona.
En carro que estival trillo parece,
A sus campañas Ceres no perdona,
De cuyas siempre fértiles espigas
Las provincias de Europa son hormigas.

A Pales su viciosa cumbre debe
Lo que a Ceres, y aún más, su vega llana;
Pues si en la una granos de oro llueve,
Copos nieva en la otra mil de lana.
De cuantos siegan oro, esquilan nieve,
O en pipas guardan la exprimida grana,
Bien sea religión, bien amor sea,
Deidad, aunque sin templo, es Galatea.

Sin aras, no: que el margen donde para
Del espumoso mar su pie ligero,
Al labrador, de sus primicias ara,
De sus esquilmos es al ganadero;
De la Copia a la tierra poco avara
El cuerno vierte el hortelano, entero,
Sobre la mimbre que tejió prolija,
Si artificiosa no, su honesta hija.

Arde la juventud, y los arados
Peinan las tierras que surcaron antes,
Mal conducidos, cuando no arrastrados,
De tardos bueyes cual su dueño errantes;
Sin pastor que los silbe, los ganados
Los crujidos ignoran resonantes
De las hondas, si en vez del pastor pobre
El céfiro no silba, o cruje el robre.

Mudo la noche el can, el día dormido
De cerro en cerro y sombra en sombra yace.
Bala el ganado; al mísero balido,
Nocturno el lobo de las sombras nace.
Cébase? y fiero deja humedecido
En sangre de una lo que la otra pace.
¡Revoca, Amor, los silbos, o a su dueño,
El silencio del can siga y el sueño!

La fugitiva Ninfa en tanto, donde
Hurta un laurel su tronco al Sol ardiente,
Tantos jazmines cuanta yerba esconde
La nieve de sus miembros da una fuente.
Dulce se queja, dulce le responde
Un ruiseñor a otro, y dulcemente
Al sueño da sus ojos la armonía,
Por no abrasar con tres soles el día.

Salamandria del Sol, vestido estrellas,
Latiendo el Can del cielo estaba, cuando?
Polvo el cabello, húmidas centellas,
Si no ardientes aljófares, sudando?
Llegó Acis, y de ambas luces bellas
Dulce Occidente viendo al sueño blando,
Su boca dio, y sus ojos, cuanto pudo,
Al sonoro cristal, al cristal mudo.

Era Acis un venablo de Cupido,
De un Fauno? medio hombre, medio fiera?,
En Simetis, hermosa Ninfa, habido;
Gloria del mar, honor de su ribera.
El bello imán, el ídolo dormido,
Que acero sigue, idólatra venera,
Rico de cuanto el huerto ofrece pobre,
Rinden las vacas y fomenta el robre.

El celestial humor recién cuajado
Que la almendra guardó, entre verde y seca,
En blanca mimbre se lo puso al lado
Y un copo, en verdes juncos, de manteca;
En breve corcho, pero bien labrado,
Un rubio hijo de una encina hueca,
Dulcísimo panal, a cuya cera
Su néctar vinculó la primavera.

Caluroso, al arroyo da las manos,
Y con ellas, las ondas a su frente,
Entre dos mirtos que? de espuma canos?,
Dos verdes garzas son de la corriente.
Vagas cortinas de volantes vanos
Corrió Favonio lisonjeramente,
A la de viento, cuando no sea cama
De frescas sombras, de menuda grama.

La Ninfa, pues, la sonora plata
Bullir sintió del arroyuelo apenas,
Cuando? a los verdes márgenes ingrata?
Segur se hizo de sus azucenas.
Huyera... mas tan frío se desata
Un temor perezoso por sus venas,
Que a la precisa fuga, al presto vuelo
Grillos de nieve fue, plumas de hielo.

Fruta en mimbre halló, leche exprimida
En juncos, miel en corcho, mas sin dueño;
Si bien al dueño debe, agradecida,
Su deidad culta, venerado el sueño.
A la ausencia mil veces ofrecida,
Este de cortesía no pequeño
Indicio la dejó? aunque estatua helada?
Más discursiva y menos alterada.

No al Cíclope atribuye, no, la ofrenda;
No a Sátiro lascivo, ni a otro feo
Morador de las selvas, cuya rienda
El sueño aflija, que aflojó el deseo.
El niño dios, entonces, de la venda,
Ostentación gloriosa, alto trofeo
Quiere que al árbol de su madre sea
El desdén hasta allí de Galatea.

Entre las ramas del que más se lava
En el arroyo, mirto levantado,
Carcaj de cristal hizo, si no aljaba,
Su blanco pecho de un arpón dorado.
El monstruo de rigor, la fiera brava
Mira la ofrenda ya con más cuidado,
Y aun siente que a su dueño sea devoto,
Confuso alcaide más, el verde soto.

Llamáralo, aunque muda; mas no sabe
El nombre articular que más querría,
Ni lo ha visto; si bien pincel suave
Lo ha bosquejado ya en su fantasía.
Al pie? no tanto ya, del temor, grave?
Fía su intento; y, tímida, en la umbría
Cama de campo y campo de batalla,
Fingiendo sueño al cauto garzón halla.

El bulto vio y, haciéndolo dormido,
Librada en un pie toda sobre él pende?
Urbana al sueño, bárbara al mentido
Retórico silencio que no entiende?:
No el ave reina, así el fragoso nido
Corona inmóvil, mientras no desciende?
Rayo con plumas? al milano pollo,
Que la eminencia abriga de un escollo,

Como la Ninfa bella? compitiendo
Con el garzón dormido en cortesía?
No sólo para, mas el dulce estruendo
Del lento arroyo enmudecer querría.
A pesar luego de las ramas, viendo
Colorido el bosquejo que ya había
En su imaginación Cupldo hecho
Con el pincel que le clavó su pecho,

De sitio mejorada, atenta mira,
En la disposición robusta, aquello
Que, si por lo suave no la admira,
Es fuerza que la admire por lo bello.
Del casi tramontado Sol aspira
A los confusos rayos su cabello;
Flores su bozo es cuyas colores,
Como duerme la luz, niegan las flores.

(En la rústica greña yace oculto
El áspid del intonso prado ameno,
Antes que del peinado jardín culto
En el lascivo, regalado seno.)
En lo viril desata de su vulto
Lo más dulce el Amor de su veneno:
Bébelo Galatea, y da otro paso,
Por apurarle la ponzoña al vaso.

Acis? aún más, de aquello que dispensa
La brújula del sueño, vigilante?,
Alterada la Ninfa esté o suspensa,
Argos es siempre atento a su semblante,
Lince penetrador de lo que piensa,
Cíñalo bronce o múrelo diamante:
Que en sus Paladiones Amor ciego,
Sin romper muros introduce fuego.

El sueño de sus miembros sacudido,
Gallardo el joven la persona ostenta,
Y al marfil luego de sus pies rendido,
El coturno besar dorado intenta.
Menos ofende el rayo prevenido,
Al marinero, menos la tormenta
Prevista le turbó, o pronosticada:
Galatea lo diga, salteada.

Más agradable, y menos zahareña,
Al mancebo levanta venturoso,
Dulce ya conociéndole y risueña,
Paces no al sueño, treguas sí al reposo.
Lo cóncavo hacía de una peña
A un fresco sitial dosel umbroso,
Y verdes celosías unas yedras,
Trepando troncos y abrazando piedras.

Sobre una alfombra, que imitara en vano
El tirio sus matices? si bien era
De cuantas sedas ya hiló gusano
Y artífice tejió la Primavera?,
Reclinados, al mirto más lozano
Una y otra lasciva, si ligera,
Paloma se caló, cuyos gemidos?
Trompas de Amor? alteran sus oídos.

El ronco arrullo al joven solicita;
Mas, con desvíos Galatea suaves,
A su audacia los términos limita,
Y el aplauso al concento de las aves.
Entre las ondas y la fruta, imita
Acis al siempre ayuno en penas graves:
Que, en tanta gloria, infierno son no breve
Fugitivo cristal, pomos de nieve.

No a las palomas concedió Cupido
Juntar de sus dos picos los rubíes
Cuando al clavel el joven atrevido
Las dos hojas le chupa carmesíes.
Cuantas produce Pafo, engendra Gnido,
Negras víolas, blancos alhelíes,
Llueven sobre el que Amor quiere que sea
Tálamo de Acis y de Galatea.

II
Su aliento humo, sus relinchos fuego?
Si bien su freno espumas? ilustraba
Las columnas, Etón, que erigió el Griego,
Do el carro de la luz sus ruedas lava,
Cuando de amor el fiero jayán ciego,
La cerviz oprimió a una roca brava,
Que a la playa, de escollos no desnuda,
Linterna es ciega y atalaya muda.

Árbitro de montañas y ribera,
Aliento dio, en la cumbre de la roca,
A los albogues que agregó la cera,
El prodigioso fuelle de su boca;
La Ninfa los oyó, y ser más quisiera
Breve flor, yerba humilde y tierra poca,
Que de su nuevo tronco vid lasciva,
Muerta de amor, y de temor no viva.

Más? cristalinos pámpanos sus brazos?
Amor la implica, si el temor la anuda,
Al infelice olmo, que pedazos
La segur de los celos hará, aguda.
Las cavernas en tanto, los ribazos
Que ha prevenido la zampoña ruda,
El trueno de la voz fulminó luego:
Referillo, Piérides, os ruego.

«¡Oh bella Galatea, más suave
Que los claveles que tronchó la aurora;
Blanca más que las plumas de aquel ave
Que dulce muere y en las aguas mora;
Igual en pompa al pájaro que, grave,
Su manto azul de tantos ojos dora
Cuantas el celestial zafiro estrellas!
¡Oh tú, que en dos incluyes las más bellas!

»Deja las ondas, deja el rubio coro
De las hijas de Tetis, y el mar vea,
Cuando niega la luz un carro de oro,
Que en dos la restituye Galatea.
Pisa la arena, que en la arena adoro
Cuantas el blanco pie conchas platea,
Cuyo bello contacto puede hacerlas,
Sin concebir rocío, parir perlas.

»Sorda hija del mar, cuyas orejas
A mis gemidos son rocas al viento:
O dormida te hurten a mis quejas
Purpúreos troncos de corales ciento,
O al disonante número de almejas?
Marino, si agradable no, instrumento?,
Coros tejiendo estés, escucha un día
Mi voz, por dulce, cuando no por mía.

»Pastor soy, mas tan rico de ganados,
Que los valles impido más vacíos,
Los cerros desparezco levantados
Y los caudales seco de los ríos;
No los que, de sus ubres desatados,
O derivados de los ojos míos,
Leche corren y lágrimas; que iguales
En número a mis bienes son mis males.

»Sudando néctar, lambicando olores,
Senos que ignora aun la golosa cabra
Corchos me guardan, más que abeja flores
Liba inquïeta, ingenïosa labra;
Troncos me ofrecen árboles mayores,
Cuyos enjambres, o el abril los abra,
O los desate el mayo, ámbar distilan,
Y en ruecas de oro rayos del Sol hilan.

»Del Júpiter soy hijo, de las ondas,
Aunque pastor; si tu desdén no espera
A que el monarca de esas grutas hondas
En trono de cristal te abrace nuera,
Polifemo te llama, no te escondas,
Que tanto esposo admira la ribera
Cual otro no vio Febo más robusto,
Del perezoso Volga al Indo adusto.

»Sentado, a la alta palma no perdona
Su dulce fruto mi robusta mano;
En pie, sombra capaz es mi persona
De innumerables cabras el verano.
¿Qué mucho, si de nubes se corona
Por igualarme la montaña en vano,
Y en los cielos, desde esta roca, puedo
Escribir mis desdichas con el dedo?

»Marítimo Alción, roca eminente
Sobre sus huevos coronaba, el día
Que espejo de zafiro fue luciente
La playa azul de la persona mía;
Míreme, y lucir vi un sol en mi frente,
Cuando en el cielo un ojo se veía:
Neutra el agua dudaba a cuál fe preste:
O al cielo humano o al cíclope celeste.

“Registra en otras puertas el venado
Sus años, su cabeza colmilluda
La fiera, cuyo cerro levantado,
De helvecias picas es muralla aguda;
La humana suya el caminante errado
Dio ya a mi cueva, de piedad desnuda,
Albergue hoy por tu causa al peregrino,
Do halló reparo, si perdió camino.”

En tablas dividida, rica nave
Besó la playa miserablemente,
De cuantas vomitó riquezas grave,
Por las bocas del Nilo el Oriente.
Yugo aquel día, y yugo bien suave,
Del fiero mar a la sañuda frente
Imponiéndole estaba, si no al viento,
Dulcísimas coyundas mi instrumento,

“Cuando, entre globos de agua, entregar veo
A las arenas ligurina haya,
En cajas los aromas del Sabeo,
En cofres las riquezas de Cambaya:
Delicias de aquel mundo, ya trofeo
De Escila, que, ostentado en nuestra playa,
Lastimoso despojo fue dos días
A las que esta montaña engendra Harpías.”

Segunda tabla a un ginovés mi gruta
De su persona fue, de su hacienda:
La una reparada, la otra enjuta,
Relación del naufragio hizo horrenda.
Luciente paga de la mejor fruta
Que en yerbas se recline, en hilos penda,
Colmillo fue del animal que el Ganges
Sufrir muros le vio, romper falanges:

“Arco, digo, gentil, bruñida aljaba,
Obras ambas de artífice prolijo,
Y de Malaco rey a deidad Java
Alto don, según ya mi huésped dijo,
De aquél la mano, de ésta el hombro agrava;
Convencida la madre, imita al hijo:
Serás a un tiempo, en estos horizontes,
Venus del mar, Cupido de los montes”.

Su horrenda voz, no su dolor interno
Cabras aquí le interrumpieron, cuantas?
Vagas el pie, sacrílegas el cuerno?
A Baco se atrevieron en sus plantas.
Mas, conculcado el pámpano más tierno
Viendo el fiero pastor, voces él tantas,
Y tantas despidió la honda piedras,
Que el muro penetraron de las yedras.

De los nudos, con esto, más suaves,
Los dulces dos amantes desatados,
Por duras guijas, por espinas graves
Solicitan el mar con pies alados:
Tal redimiendo de importunas aves
Incauto meseguero sus sembrados,
De liebres dirimió copia así amiga,
Que vario sexo unió y un surco abriga.

Viendo el fiero Jayán con paso mudo
Correr al mar la fugitiva nieve
(Que a tanta vista el Líbico desnudo
Registra el campo de su adarga breve)
Y al garzón viendo, cuantas mover pudo
Celoso trueno, antiguas hayas mueve:
Tal, antes que la opaca nube rompa
Previene rayo fulminante trompa.

Con violencia desgajó infinita
La mayor punta de la excelsa roca,
Que al joven, sobre quien la precipita,
Urna es mucha, pirámide no poca.
Con lágrimas la Ninfa solicita
Las deidades del mar, que Acis invoca:
Concurren todas, y el peñasco duro
La sangre que exprimió, cristal fue puro.

Sus miembros lastimosamente opresos
Del escollo fatal fueron apenas,
Que los pies de los árboles más gruesos
Calzó el líquido aljófar de sus venas.
Corriente plata al fin sus blancos huesos,
Lamiendo flores y argentando arenas,
A Doris llega que, con llanto pío,
Yerno lo saludó, lo aclamó río.