lunes, 30 de julio de 2018

Chantall Maillard -Las lágrimas de Kali, la conjuradora

Chantall Maillard, Bruselas, 18 de marzo 1951


Las lágrimas de Kali, la conjuradora

I
Que nadie me mire:
caerá fulminado;
que nadie se aproxime,
que nadie me requiera:
contestaré con el rayo,
con la espada
o el detonador
de un arma mortífera.
En mi parcela de universo
yo soy Siva,
soy Kali,
la destructora,
no la cólera de Dios,
no,
sin cólera,
sin rencor,
sin venganza,
sin justicia,
soy la gran destructora cuya furia
no se aplaca,
mi mundo,
el que yo he creado,
desaparece entre las llamas
que brotan de mis pies.
Danzo descalza sobre mis enemigos,
¡No pronunciéis mi nombre!
¡Cuidad de no pronunciarlo!
La voz se os quebraría en la boca
y escupiríais diamantes
como si fuesen un volcán vuestras entrañas.
Que nada se mueva: todo
lo que se agite se disolverá
en su propio aleteo.
No es justicia,
no es némesis,
es la pura Soledad
que se asume a sí misma
y se quiere y respeta
la voluntad de ser
de ser una,
una sola,
de ser única.
Yo soy Kali,
la destructora,
la oscura,
la del collar de calaveras,
la bebedora de sangre,
la solitaria.
La fuerza del universo
es el sonido de mis armas
y no hay perdón ni hay
remordimiento
porque no hay ofensa ni ofendido,
ni culpa ni culpable,
hay tan sólo un mundo acumulado
bajo las plantas de mis pies
y no lamento el final desgraciado
de algunos,
ni el argumento que fue felizmente
resuelto,
no lamento el final de todas
las historias
pues yo soy el principio
y el fin de todas ellas.
Yo soy Kali la oscura,
la terrible,
la bella,
la que construye el tiempo
contando sus víctimas.

Yo soy la que,
más tarde,
al despuntar el día,
contemplará los despojos
humeantes de aquel mundo
que fue suyo
y llorará despacio,
a escondidas de sí misma.

II
He declarado la guerra a todos mis enemigos.
Me he declarado la guerra a mí misma.
He declarado la guerra al mí.
Alejaos.
Temedme.
Por ahora sois aún los objetos del mí.
Sois el otro que me habita y me recorre
con oriflamas alzados donde dice
"Éste es el Pabellón de las Delicias",
"Éste es el Palacio del Terror".
Todos sois ejércitos
y lugares,
a la vez ejércitos
y a la vez lugares,
sois el mí que acude a vosotros
para odiaros o para desearos.
Cuando termine esta guerra
-si alguna vez termina-
podremos conversar
y tal vez amarnos,
podremos jugar a aquel juego
que consiste en abrir distancias
y volver a cerrarlas
sabiendo que no existe
ni el cerrar,
ni el abrir,
ni ninguna distancia.

III
Sólo lo imposible me enamora.
¡Le declaro la guerra a lo imposible!
Decreto la desorganización
de las jerarquías,
la decadencia de la
verticalidad.
Absuelvo la superficie.
Asumiré, en pago,
la desaparición del vértigo
y el temblor de la espera.
Sea.
Hasta que crezca el horizonte.
Para cuidar
su crecimiento.
Sea.

Tal vez más tarde el vértigo
sea constante.
Tal vez el temblor
arranque del presente.
Sé lo intensa que es
la vida dentro de las cosas.
¡En superficie, todas!

¡Declaro la guerra a lo posible
y a lo imposible!
¡Declaro la guerra
a la voluntad de logro!
Mi voluntad sin objeto
estalla como el trueno
y arrastra
los tiempos venideros
y el pasado
como un eco. Las montañas
me reciben con esa tenebrosa
densidad que prepara las tormentas.
A mi paso se inclinan
las hierbas y las bestias y
no hay lugar donde pueda
resguardarse
un corazón sensible
o tierno o malherido.
A la des-esperación
sucede el trueno.
No espero: actúo.
La tierra es el espacio del combate,
mis pisadas levantan el polvo
como una manada de búfalos
en estampida. No hay objeto
para mi acción,
no construyo
para un futuro.
Soy la que dice No
y en la soledad se consagra
como fuerza infinita,
al fin reabsorbida,
al fin libre.

IV
Yo soy Kali,
la oscura,
la del collar de calaveras,
la que nunca duerme,
la despiadada,
la guerrera,
la amante destructora
cuyo pie se apoya
en la posibilidad
de sí misma,
la posibilidad
siempre igual a sí misma.
He trocado
la cuerda del ahorcado
por el collar de calaveras
y frente a cualquier tú expreso
la libertad primera:
ningún deseo,
ningún lamento
ocupará el lugar
donde pueda surgir la ira,
o la fuerza,
o la calma,
las formas del Poder que se alimenta
de la gran Soledad.
Yo soy la que no es,
la Sola,
la que arranca de sí misma,
aquella que aprendió a cortar
una lágrima
con el filo de su espada
sin que en su acero permanezca
ni un rastro de humedad.
Soy la que nunca más
derramará una lágrima
porque nada posee salvo
su propia fuerza.

V
Heme aquí raíz,
savia de impulsos ascendentes,
madre aún,
posible siempre,
anticipada gestación
de un porvenir intruso
en un presente
que desestima el valor
de nacer a sí mismo de nuevo.
Heme aquí clavando
mis ojos
de savia encarcelada
en los troncos vacíos de los árboles
heme aquí creyendo,
queriendo creer
en la impostura de las ruinas,
el candor del desastre,
la calidez del humo en los rescoldos.
Heme aquí,
heme aquí,
he aquí que me atrevo
a creer en las ruinas.

¡Me atrevo a creer en las ruinas!

sábado, 28 de julio de 2018

Facundo Gastón Floria -Voy y vuelvo






































Facundo Gastón Floria, Bs As, 21 de septiembre 1980


Voy y vuelvo. Como si fuera un viernes cualquiera, alguno en el que crece ese rugir de hospitales, un viernes de pequeñísimo sol en el centro del espacio, con minúsculas botellas de arena y un hogar entre columnas de roble. Eso. La cara de pavor de un delincuente atrapado, la luz de giro del camión azul que se lleva los huesos de toda carnicería. Todos los perros perdidos. Vos dormí mientras, yo voy y vuelvo, voy a buscar unos pesos a cambio de abstracciones. Qué mundo extraño este con su escasez de tranvías y sus carteles luminosos. ¿Cómo será el tuyo hoy? ¿Tu tempranita mañana del lado de adentro bordeará el ojo de la pesadilla? Afuera está lleno de naranjas, cajas de zapatos y agentes represivos. Quedate adentro hoy ahora, que yo voy y vuelvo y traigo unos pesos, compro facturas y te despierto. Y ojalá que cuando los mundos de este viernes se choquen en un beso, resulte que todo sea un teatro, que al final era una farsa la existencia de la muerte, que no hay ningún artefacto que domine nuestra especie y sobre todo, que no haya nadie que tenga que llorar y gritar porque no responden dónde tienen a los que desaparecen.
Yo voy y vuelvo.


jueves, 26 de julio de 2018

Alice Notley -Acosador

Alice Notley, Arizona, 8 de noviembre 1945
Versión Matías Fuentes


Acosador

La luz es tan espesa que nada es visible, cognoscenti
Los conocía, simios estúpidos. Los simios reales saben más
Dijimos simios antes. Sé cómo ser tu supe-
rior — una voz estúpida. Debes encontrar una mentalidad
para respetar, —¿por qué? Había alguien con auriculares,
hablando con algarabía que no dejaría
de caminar a mi lado; salpicado de pecas. Tuve
que pedirle ayuda a la asistente del metro;
ella lo sacó de mí … Respeto su habla
caótica, suave fuerza adhesiva que no tiene sentido.
Estoy de vuelta en el callejón, descubriendo que los adultos no son
confiables: alguien miente … sobre una
pelea entre una adolescente y un niño — la empujó
fuerte — primero ella lo arañó gravemente, ella está peor, dice
su madre. Regresé al precomienzo, no
quiero pasar por eso de nuevo. No hay
sexualidad en el caos, no hay estilo, ni
esperanza. Quiero estilo — los simios tienen estilo, la gente
tiene máquinas. Muéstrame algo para respetar
Este bleuet crece de un muro en la rue d’Hauteville.
Lo recogí y lo guardé dentro de un diario. Cada vez
durante un instante respeto un momento. Estoy de vuelta en el
precomienzo: no quiero preocuparme más allá
de esto … matiz repentino en la arena, amarillo o manchado con una
iridiscencia alucinada. El único que está
acosándome … a menudo ha habido alguien acechando-
me. Mi destino. Él se fue, quédate aquí
en esto, no puedo ser dañada si soy la única que está
pensado en estar aquí. ¿No estás sola? No lo sé.


martes, 24 de julio de 2018

Alejandro Cesario -Desarraigo

Alejandro Cesario, Bs As, 25 de julio 1967


Desarraigo

Estrías amputadas.
Tatuado de esperanza.

Mirada huérfana,
mueca cadavérica
enraizada en la tierra
colorada.

Paleto en la gran urbe
anda el Misionero,

arrasado de changa en
changa,
sudado en la pelambre
del yugo cicatero,

anudado en la orfandad
bajo el zumbido del
machete.

domingo, 22 de julio de 2018

Dahlia Ravikovitch -Con el viento a favor

Dahlia Ravikovitch, Ramat Gan, 10 de noviembre 1936 – Tel Aviv, 21 de agosto 2005
Traducción Gerardo Lewin


Con el viento a favor

Cuando un hombre está solo en su cuarto
¿qué saben de él los otros, allá afuera?
Quizás una palabra aúlle en sus oídos
las veinticuatro horas, día a día.
Hay gente que no entiende
hasta qué punto es dura la jornada.
La mañana no alumbra del modo en que debiera,
el rostro del sol es un disco aplastado.

Hace veinticinco años
hubo en el mundo una guerra atroz.
Entre las miles de casas de los vencidos
había personas con orgullo en el corazón.
El hombre que está solo en su cuarto
mira al sol aplastado
y comienza a pensar cosas maravillosas.

Como volar con el viento a favor.
Incluso hay quienes vuelan
sin necesidad de viento alguno.
Las ramas de los pinos se adhieren a sus mejillas
y vuelan con los húmedos labios abiertos.
Sin saberlo, una nube o una semilla aérea
besan, al pasar, sus bocas.
Con ojos brillantes, lacrimosos,
contemplan la celeste maravilla.
Si tropezara con él alguna partícula divina
no le provocaría daño alguno.

Volar significa que los pliegues del aire
te llevan, como el amor.
Uno vuela, uno aterriza
y es entonces cuando sobreviene la sorpresa:
Hay quienes vuelan con el viento a favor
y aun así se pierden, abruptamente, prematuros.

viernes, 20 de julio de 2018

Rafael Felipe Oteriño -Miro hacia atrás y estás tú

Rafael Felipe Oteriño, La Plata, 13 de mayo 1945


Miro hacia atrás y estás tú

                                                                 (a mi padre)

Solo, como es posible estar a cierta edad de la vida,
oyendo cómo resuena la brújula del amor, la brújula ciega,
la brújula dormida para siempre en su lecho de piedras:
miro hacia atrás y estás tú,
tu paso cada vez más lento en el suelo de lavandas,
tus manos transparentes, con la malicia del adiós.

Tal vez el verano deje pasar su gota indemne;
pero yo sé por qué odio las voces del invierno;
conozco mi rencor a sus uñas mugrientas:
no quiero verte a ti ni a mí bajo su toldo inmóvil,
no quiero saber nada de su orín helado
junto a nuestras desmemorias.

Somos hijos del sol que en su corazón buscan la cima;
yo en tus manos fui el pájaro dócil que se acerca a beber,
tú la montaña que demasiado tarde abrió su paso.
Mi temor es no haber guardado toda la harina que pedirá la boca,
mi miedo es haber perdido ese instante.

¿Y cómo oscurecer los vidrios para no hacer caso a la lluvia?
¿Qué almohadas de cera echar contra las puertas hasta que llegue el sueño?
¿Cómo —dime— nos defenderemos de la tristeza de los techos,
del crujido de las hojas que han comenzado a caer?

miércoles, 18 de julio de 2018

Macky Corbalán -Humanos

Macky Corbalán, Cutral Co, 19 de junio 1963 - Neuquén, 14 de septiembre 2014 


Humanos

Leo en ellos como en páginas escritas.
Atravieso sus órganos opacos, su piel,
el susceptible hilado de los nervios.
Es lo de siempre, lo de cada época:
rencillas, acuerdos y desánimo. Una cosa
no entiendo: esa oscura,
repentina agitación
cuando recuerdan.


Algo clama por la atención del gato
que, desde su somnolencia, se yergue
y husmea el aire; como en el resto
de las cosas esenciales,
no hay nada allí que nosotros
podamos ver.


Fuera de esta habitación,
los perros inician su inacabable
perorata nocturna, los gatos se hacen
uno con el muro y crece,
en el mundo

una jerga animal que no me es extraña:
sube por tus ojos antes
de tocar mi cuerpo.



Los lamentos, las sirenas,
los disparos,
son el sudor de esta
noche ardiente.
Los lamentos.
Las sirenas.
Los disparos.
Dios respira con dificultad
en la cama de mis padres.


Estoy lejos,
en la orilla, pero aún así
alcanzo a ver:
camina sobre las aguas
encrespadas,
distraídamente. Un paso sucede
a otro, y su espalda se encorva
por el peso del milagro;
se nota.
No quiere no caer;
en la angosta calleja de
una sola dirección que es
su mente, desea
hundirse como cualquier cristiano,
hundirse,
hundirse. Y no tener que
pensar en duraznos,
dulces de frutillas,
mecanos de rosas,
chocolates con almendras -nunca con maníes-.
Algo más se agita en su alma
de tela rasgada: no debería hacer
sucumbir las leyes (las de la
física en este momento; las de la escritura,
más tarde, cuando se siente y escriba
del amor cuando aún sufre y no recuerda).
Qué más da.
Tarde o temprano deberá
salir del agua,
y quizás sea la tierra la que
se la trague, para no tener que ver
en su habitación,
las velas que arden alrededor
de esos huecos en la almohada vacía.


¿Quién se acerca
desde el vibrante labio del horizonte,
protegido por la cegadora luz blanca?
Quisiera creer que todos lo ven,
y lo esperan. (Pero ¿por qué lo pienso
en masculino? ¿Acaso mi mente puede leer
lo que se acerca y cuando esto es poderoso
lo imagina hombre?)
Miro a los costados,
nadie parece compartir mi digresión,
esta ansiedad, el aire de temor.
Se mueve detenido por la lejanía.
Aquí, en este lugar de la espera,
todo sigue igual: casas y tumbas se
chupan a los seres con igual codicia;
la piel se enciende en los sueños,
los sueños se acaban cuando empieza el día,
el día termina apenas abiertos los ojos.
Pero, ¿cuándo? ¿y ese gesto de los perros,
ese dejo de terror? Parecieran tener cajas en
la lengua y un movimiento
continuo en la cabeza
(dentro de la cabeza).
No hay nada: ni cámaras ni música ambientando
el final feliz. No hay final feliz.
No hay aliento, no hay afuera,
no hay siquiera UN intento
por anonadarse
con éxito.
Y quien viene,
sin llegar.


Entre morir
o vivir, elijo
callar.

lunes, 16 de julio de 2018

Gonzalo Arango -Mi sobrenada

Gonzalo Arango, Andes, 18 de enero 1931-Colombia, 25 de septiembre 1976


Mi sobrenada

el sobretodo es mi mejor amigo
bebemos vino de consagrar en los viñedos
y nos emborrachamos,
compartimos el amor con las mujeres.
mi sobretodo es sensual y seductor.
en la cárcel era un colchón
en los prostíbulos era un refugio
con las manos hundidas en los bolsillos
que me salvaba del naufragio de los besos baratos.
en el invierno me defendía de la lluvia
y en el verano era una sombra luminosa.
mi sobretodo era una incitación voluptuosa a la pereza,
al calor, al heroísmo, al amor, al invierno.
en los momentos de peligro me hacía pasar por detective
y me daba un aire respetable de gran señor del hampa.
mi cuerpo se pierde en él cuando me persiguen,
en mi buena época del parlamento él hablaba por mí:
silencioso
tímido
elocuente.
ha sido una bella disculpa
para eludir serias responsabilidades históricas.
mi sobretodo es a veces el lecho del amor
en los sitios despoblados de la ciudad
tiene un oculto sabor de pecado prohibido.
mi sobretodo es un gran honor.
tiene más historia que una alfombra mágica.
yo lo consagro como el receptáculo privilegiado
donde algunas mujeres tendieron su columna vertebral
completamente desnudas
de cara al sol o a la noche.
mi sobretodo es testigo de la ternura y el terror.
fue acariciado por manos sofocadas de mujer
y desgarrado por puñales de odio.
mi sobretodo tiene quemaduras de tabaco
y huellas de disparos asesinos
y marcas sospechosas de labios rojos.
yo lo empeño por 8 pesos en los momentos de apuro,
mi sobretodo está saturado de sudor animal
tiene residuos de manchas de sangre y aceite...
sonidos vegetales.
cuando no llueve y hace calor me lo quito
me hundo en la noche oscura y mojada
o me hundo en el día lleno de sol, seco.
mi sobretodo es humano y feo
y todos los domingos guarda en sus bolsillos

sábado, 14 de julio de 2018

Roberto Daniel Malatesta -El ojo de la muerte

Roberto Daniel Malatesta, Sta. Fe, 27 de diciembre 1961


El ojo de la muerte

La siesta guiña con el ojo de la muerte
en la autopista, la inundación
ciñéndola como un trapo sucio.
No vimos serpientes ni oímos chistidos,
sólo en la curva, que no vi, oí tu voz
pronunciando mi nombre, el volantazo,
podría haber asustando a una bandada,
la bandada salió de tu boca y el auto
siguió firme su rumbo, más allá,
al destino que nos quería juntos.
Nos detuvimos a tomar café en la estación,
todas las paradas, en largos viajes, son iguales,
se parecen a una feria y uno no sabe
cual es el que lleva la marca en la frente,
ni la chica que expende café,
ni el hombre que carga combustible lo saben,
aunque conviven con el que pasa y la lleva,
aunque se huela algo más que nafta.
Bebimos, volvimos al auto y ensayamos
un corto sueño, ni más ni menos,
un corto sueño como la vida.
Volvimos por la carretera, ahora vos
conducías, y yo custodiaba, pobres armas,
pero nuestras, endebles, pero conformando
un solo cuerpo. Debíamos arribar, y lo hicimos.

jueves, 12 de julio de 2018

Yu Jian -La piedra de Katajuta

Yu Jian, Kunming, China, 22 de agosto 1954
Traducción Miguel Ángel Petrecca


La piedra de Katajuta

Acá estoy en un valle en las montañas de Katajuta
famoso destino turístico de Australia
parado en esta fortaleza de piedra del país
Por todas partes_____una cantidad sin fin de piedras
aborígenes color ocre_____como huevos dejados por quién
con pequeños pájaros adentro_____que podrían salir un día
Mientras imagino qué tipo de pájaro sería_____jugueteo con una
hasta que los pasos del sol cayendo sobre el cañón me alcanzan
y tengo que decidir_____si llevármela o no_____es tan hermosa
dándola vuelta_____de repente me doy cuenta_____su parecido
con los habitantes de acá_____la escultura de una cabeza quemada por el sol
lo mejor sería colocarla en mi biblioteca_____De esta piedra a mi casa
hay más de 6000 kilómetros_____en toda China sería única_____Me decido
Rodeando furtivamente los carteles_____la escondo en mi mochila
y vuelvo al hotel_____ Sin embargo no logro dormirme_____ parece que hubiera traído
un especie de fuego salvaje_____su cuerpo no se adapta a este habitación con olor a shampoo
en medio de la noche rompe su caparazón_____bailo con fuego en mis manos
dando vueltas_____ medito_____sobre cómo hacerla pasar la aduana
sólo es una piedra_____ pero por qué quiero llevarla_____ por qué?
no es por ejemplo_____ una joya_____ o lana_____ un crema facial_____una estampilla_____ sino
una piedra_____No estoy seguro_____ tal vez por su parecido con los nativos de acá?
tal vez porque podrían salirle alas?_____ puede ella hacer
que un gordo comehamburguesas de la aduana_____ de golpe
se convierta en un detective suspicaz_____ buscando tenazmente
un móvil detrás_____ asociándome con alguna parte medio oscura del mundo
por ejemplo_____con un anacrónico traficante de esclavos?
Me gusta esta piedra_____ fuerza primal divina_____ conmovedora
demasiadas cosas artificiales_____ya me han vuelto insensible
Pero a la vez me pregunto_____ si este pequeño robo no ofenderá
a algún dios de la montaña_____ Entre las piedras de Katajuta
sentí todo el tiempo su presencia__________ No administraba el parque
no recaudaba entradas_____ Pero silencioso_____ oculto_____ planeaba sobre todo
A veces_____un indio de pelo enrulado y ojos brillantes
me sonreía furtivo_____en cuclillas al borde del bosque_____Otra vez
vi una lagartija llena de estrías_____ bajando por el tronco de un árbol
como un viejo monarca sobre su alfombra real__________y temblé de miedo
En Australia_____ igual que un avestruz_____ guardando una piedra pasé toda una noche
lleno de suspicacia__________Cuando amaneció__________ atemorizado
la coloqué de vuelta afuera del hotel_____ en un páramo_____ otro páramo
distinto_____ Agarré una pequeño objeto de este planeta
y lo moví_____182 km. hacia el sur__________De esta forma
secretamente alteré el orden_____ de este mundo
pero espero que mi pequeña travesura_____ no me atraiga ninguna desgracia

martes, 10 de julio de 2018

Jorge Riechmann -Tanto abril en octubre

Jorge Riechmann, Madrid, 24 de marzo 1962


Tanto abril en octubre

                                                            «Cuando a la casa del lenguaje se le vuela el tejado 
                                                            y las palabras no guarecen, yo hablo»
                                                                                                                 Alejandra Pizarnik


1

Tanto dolor escrito en este cuerpo.
Tanta luz anegada en estos ojos claros.
La rosa es sin porqué
—ya lo sabías.
El dolor nunca tiene para qué.


2

En el hospital el tiempo es otro tiempo.
Sigue pautas distintas:
leche caliente a las cuatro y a las once,
desayuno a las nueve,
tantos medicamentos en vasitos de plástico,
tomar la tensión por la mañana y por la noche,
visita de los médicos a las diez más o menos,
la comida a la una, tan temprano...
Lo que desaparece es la impaciencia.
La habitación es un vagón de ferrocarril
y el tren no va a llegar a su destino
antes de tres semanas.
Una visita ha observado
que el Madrid que se ve desde este piso décimo
es un óleo de Antonio López.


3

Después de la mitoxantrona
orinas azul.
Cerca agoniza un muchacho
a quien han serrado la pierna en la cadera:
cercenada pesaba treinta y cinco kilos,
más peso que el resto de su cuerpo ahora.
Un mesmerizador lo hipnotiza
para que no quiera morir
aunque se muere.
Tú orinas un azul
contiguo a esa agonía.


4

Estas enfermedades se llevan muchas cosas.
Lo que queda
me atrevo a llamarlo esencial.
Por ejemplo: estás viva. Te amo.


5

El café con leche cuesta ochenta pesetas.
El zumo de naranja natural, doscientas.
Un litro y medio de agua
mineral cuesta ciento veinticinco.
El tratamiento —que paga
la Seguridad Social— de seis a ocho millones.


6

A veces he pensado que ya estabas muerta
y yo vivía alguna vida sin ti,
quizá con otra mujer.

La libertad de un duelo.
Me imagino releyendo los cuadernos de tu mano
escritos con esa letra que tú juzgabas tan fea.

Entonces me doy cuenta de que esa vida
es un pozo seco que en realidad no imagino
y no tendría que ver conmigo nada,
nada.


7

De pie detrás de ti
te rodeo la cintura con los brazos
mientras te inclinas para lavarte la cara
(esta mañana te desvaneciste
y volviste luego con un minuto de terror
sobre la lengua).
Te sostengo para que no caigas,
mi carne junto a tu carne.

Mientras estamos así
pienso en todas las veces que estuvimos así
pero mi carne dentro de tu carne
pero tu carne envolviendo mi carne.

Y de repente eres tú quien me estás sosteniendo
para que yo no caiga.


8

Sueñas
que queman por dentro a un caballo

y al día siguiente empieza la fiebre.


9

El tónico facial y la crema hidratante
hasta con treinta y nueve grados.
Hasta cuando eso representa más trabajo
que el de la jornada en que más hayas trabajado en tu vida.
Todo ese trabajo
para salvar la tersura de la piel

salvar la vida y el mundo
que hoy dependen de la tersura de la piel.


10

Un archipiélago de pequeñas estrellas de sangre
sobre los muslos.
Tienes sólo doce mil plaquetas hoy.
Han bautizado a tus estrellitas petequias.


11

Eres sagrada
Tu orina huele mal
eres sagrada
Se te cae el hermoso pelo negro
eres sagrada
Las piernas no te sostienen
eres sagrada
Las heridas no cicatrizan
eres sagrada
Sin morfina no aguantas las llagas de la boca
eres sagrada
eres sagrada
y por eso mañana baja la fiebre
baja la fiebre azul
empieza el día de tu restitución.


12

Ya pasó, ya pasó, y sólo quedan
los chiquillos jineteando sus mountain-bikes en el baldío
—más allá del aparcamiento, diminutos
desde la planta décima—
y esa gota de sangre sobre los cubiertos de plástico.

domingo, 8 de julio de 2018

Roberto Guareschi -No te vayas sin mirarme

Roberto Guareschi, CABA, 2 de noviembre 1945


No te vayas sin mirarme

La muerte se lleva primero tus ojos y
deja espejos húmedos
hondos en tu cráneo.
¿Te vas?
Tus dedos jóvenes se agarran
a la correa de mi reloj.
¿Soy una luz que se aleja de vos?
Mamá, ¿en qué lugar de tu memoria estás?
La fiebre adelgaza tu piel
la pega a tus huesos
finita como agua brillante
tantas veces tu piel me ha dado miedo.
¿Escuchás las voces de otras viejas?
Te están soñando inmóviles
en camas hondas como cunas
esta noche de misa.
Tu pecho hace ruido
tan pequeño y tanto ruido
cada respiro termina
en una pausa demasiado larga
cada respiro es una ola que boquea en la arena
pequeña madre
tu cuerpo tiene el olor hiriente
de un cuarto cerrado y húmedo hace años,
pasé la infancia en una historia de ese cuarto
pero tu olor entonces era dulce,
el de los paraísos florecidos,
y los mediodías tenían color de mandarinas en el pasto.
Tus ojos parecían celestes
y tus piernas lujosas
plegadas a mi lado en un banco de plaza
eran un recuerdo de alegría para siempre.
Pero esos ojos no eran celestes ni dichosos
tenían una tristeza insomne
y aquellas piernas eran miedo
que me cerraba la garganta
para que no se me escapara el cuerpo.
Tu piano canta todavía en aquel cuarto vacío
notas húmedas que resbalan en mi cara.
¿Y yo qué hago?
Dejame mamá
las viejas ya están ululando.
¿Qué dicen?
¿Morir tiene este ruido y este olor?
¿tiene palabras?
Te quiero mucho
Yo también
dice tu voz sin aire
tu boca es un abismo negro
y mi voz
mi voz es un escándalo
soy Roberto
no te vayas sin mirarme.

viernes, 6 de julio de 2018

Muhamma Al Mahut -Arden las palabras

Muhamma Al Mahut, Salamiya, Siria, 25 de enero 1934 – Damasco, Siria, 3 de abril 2006
Traducción María Luisa Prieto


Arden las palabras

Poesía, inmortal cadáver, me aburres.
Líbano arde,
Brinca cual yegua herida al borde del desierto
Mientras yo busco a una chica robusta
Para rozarla en el autobús,
A un hombre de rasgos árabes
Para derribarlo en cualquier sitio.
Mi país se desploma,
Tiembla desnudo cual cachorro de león
Mientras yo busco un rincón retirado
Y a una aldeana desesperada para seducirla.
Diosa de la poesía
Que penetras en mi corazón cual cuchillo
Cuando pienso que compongo poemas
A una chica desconocida,
A un país mudo
Que come y duerme con cualquiera.
Puedo reírme hasta que la sangre
Fluya por mis labios.
Yo soy la flor letal,
El águila que golpea a su presa sin piedad.
Árabes,
Montañas de harina y placer,
Campos de balas ciegas,
¿queréis un poema sobre Palestina,
sobre conquista y sangre?
Yo soy un hombre extraño:
Tengo el pecho de lluvia
Y en mis ojos ausentes
Hay cuatro naciones heridas buscando su muerte.
Estaba hambriento,
Escuchando la triste música
Y dando vueltas en la cama cual gusano de seda
Cuando saltó la primera chispa.
Desierto: tú mientes.
¿Para quién es esta muerte púrpura
y la flor recogida bajo el puente?
¿Para quiénes son estas tumbas
inclinadas bajo las estrellas,
esta arena que nos das
cada año cual cárcel o poema?
Ayer regresó este héroe de labios delgados
Acompañado por el viento, los tristes cañones
Y su larga lanza brillando cual puñales desnudos.
Dadle un anciano o una prostituta,
Dadle estas estrellas y las arenas judías.
Allí
En medio de la frente
Donde cientos de palabras agonizan
Quiero la bala de gracia.
Hermanos,
He olvidado vuestros rasgos,
Aquellos seductores ojos.
¡Dios mío!
Cuatro continentes heridos en mi pecho.
Creía que conquistaría el mundo
Con mis ojos azules y mi mirada poética.
Líbano: mujer blanca bajo el agua,
Montañas de pechos y garras.
Grita, mudo,
Alza los brazos
Hasta que estallen las axilas
Y sígueme.
Yo soy el barco vacío,
El viento cubierto de campanas.
Sobre los rostros de las madres y los cautivos,
Sobre los versos y metros decadentes
Verteré fuentes de miel,
Escribiré sobre árboles o zapatos,
Rosas o muchachos.
Aléjate, desgracia,
Bello muchacho encorvado.
Mis dedos son largos cual agujas
Y mis ojos son dos héroes heridos.
Desde hoy no habrá versos.
Cuando te derriben, Líbano,
Y se acaben las noches de poesía y frivolidad
Dispararé la bala en mi garganta.

miércoles, 4 de julio de 2018

Elizabeth Azcona Cranwell -Si el espacio es distancia

Elizabeth Azcona Cranwell, Bs As, 10 de marzo 1933 – Bs As, 2 de diciembre 2004


Si el espacio es distancia

Quizá porque era invierno entonces
con persistencia de hojas concluidas
invierno no elegido
apenas un lugar para partir el vino
y entender esa zona baldía
entre el vértigo y toda permanencia.

Cualquier forma de hablar nos fue lejana
porque siempre ignoré tu despertar
caído desde un sueño mutable
tu despertar tan nuevo en la memoria
como es nuevo el amar
y otro el murmullo de la nieve
ahora que otra vez es invierno
en un pronto país desconocido
y hemos quedado a espaldas del amor.

Quizá porque mis manos son de muro
y me apartan de ti
manos libres que nunca quisieron apresarte
acaso aquel furor huyó
por la pared de vidrio entre mis dedos.
Qué incandescencia les faltó a los días
qué chasquido del sol, qué voluntad de noche
qué giro de la gracia entre las hojas?

O es que el amor es otro,
siempre lejos, muy otro
fuera de toda unión posible
y del silencio revelado?

Hablo para reconocernos.

lunes, 2 de julio de 2018

Guillermo Carnero -Muerte en Venecia

Guillermo Carnero, Valencia, España, 23 de mayo 1947


Muerte en Venecia

Detlev Spinell, son aquí debajo
de la muerte.
La sangre de la noche
por el parque, las alas de la noche
por el agua del parque, hasta la sangre
los ojos submarinos, las palomas,
el negro viento de su pelo, el agua
por el kiosko, por las porcelanas
azules, por los álamos, la orilla
de la noche, los mimbres destejidos
de la noche.
Debajo de su nombre,
del borroso marchamo, demasiada
fue su belleza por entre las barbas
de los antepasados, los blasones
y el yeso colorado de los culos
de los ángeles.
Mira: no es el pájaro
debatiendo su herida en el teclado
ni es la cuerda que gime ni el antiguo
sonido de su nombre, ni los tilos
ni el sol sobre la nieve.
Aquí debajo,
Detlev Spinell, de la muerte, al fondo
de las playas que rozan las palomas
de sus dedos, debajo de la muerte,
ya has olvidado el nombre de los bancos
de madera, la grava del camino,
las sombrillas de seda, los rugidos
de un presentido mar, mira la horrible
presencia de las cosas, los zarpazos
del sol, rugen las flores, se despliegan
los dientes de la noche, arriba sombra,
el martillo del mar, amor, oh noche
debajo de la muerte!
Se ha rizado
muy tenuemente el mar, o era su pelo,
se levanta cantando entre el tiznado
desnudo de los árboles, o el viento
ya quebrantado de su pelo, ola
por el monte lluvioso, hacia los viejos
sonidos de la vida, su lejana
adolescencia.
No, ni en el piano
ni en su muerto cabello, no, debajo
de la muerte renace, ni en las fotos
amarillas, debajo de la muerte,
en la ola de hoy se ha creado
su pasada belleza.
Ahora recoge
tu viejo libro. Pola, la sirena,
il vaporetto, las palomas grises
su belleza la ola pronto el viejo
maletín, hacia el puerto, hacia Venecia,
hacia ninguna parte.
El afilado
grito desde la nieve, desde el hueco
bramido de la noche los zapatos
de viaje deprisa allí la muerte
la arena, aquel sonido como el largo
vuelo de las gaviotas, allí tienes
Detlev Spinell deprisa la capa
de viaje tu muerte pronto, tienes
que llegar
el sombrero de los músicos
la pasarela, el Lido, las palomas,
und bon jour, euer Exzellenz!
la ola
ya está muy lejos, Venecia, tu muerte,
Detlev Spinell, has sentido el largo
sonido anticipado, ve, tu muerte,
rescata la belleza de su inútil adolescencia.
Una vez más el silencioso resbalar de la góndola, casi
para tocar hacia la sangre un ramillete de frío,
para mirar al fondo de los derrumbaderos de la noche.
Como tantas otras veces, hacia la laguna,
despacio, desde ese ligero puñado de fresas,
tantas y tantas veces por entre los leones de piedra
y las columnillas transparentes de mármol, su delgado racimo de sangre,
tantas veces entre el aire mordido por las gárgolas,

Etc...