jueves, 30 de agosto de 2018

Diana Bellessi -Manhattan revisited

Diana Bellessi, Zavalla, Rosario, 11 de febrero 1946


Manhattan revisited

Gano las calles
por la basura. Pasión
de cazar de no
terminar de más
La vida tranquila no es
para el puma. Le lleva
a muerte y siempre
recuerda ¿qué? la jungla
Singular
estado presente
donde se es, nadie
Partida en dos
por el verde
tierno de los parques
tienden un lecho
para ambos
lados del horror. País
hambriento
de servidumbre
coloreada. Como los
Asmat
de Nueva Guinea. "Están
hambrientos" dijo
la guardiana del Metropolitan
"se comieron al antropólogo
-un tal Rockefeller- mire
sus caras, usted puede
verlas, gente desagradable" dijo
nosotros los comimos
a ellos dije
y todo
lo que poseen -sus naves
maravillosas de veinte
metros de largo hechas de una
sola pieza con gárgolas de
niños en las proas
abrazados, sus totem
de falos erectos
convirtiéndose en
pequeños equilibristas
en la cima
para honrar
la vida en los funerales,
máscaras y vestidos
comimos y aún más
en la negra vasija
ritual comimos
su espíritu

polvo
vuelto en las nítidas
salas de los museos dije
estamos hambrientos también?
"Yes", dijo, "New York tiene
hambre también"
y se abre
suntuosa bajo la sombra
de los gingo
fósiles de la China
guardando el fin
como los homeless
guardan la ciudad
"La he convertido
en mi amiga" dijo. Hablábamos
de la muerte
bajo el rosado
calor de junio. Las flores
de Georgia O' Keeffe
abiertas
completas casi nos
dejan sin aliento
con la lengua afuera
Ver
los motores brillar
en el vacío tan
lejos de casa tan
cerca de todo temblor
desconocido. Reino
inestable del puma
los barrios
abigarrados como frutas
ácidas que calman
la sed:
"Pepe se está culiando en el rufito"
-he is taking cool on the roof-
está tomando fresco en la terraza dijo
la vecina puertorriqueña. Castellano
disolviéndose en la ciénaga. "Today
I walked into the sunset"
Es nuestra esta ciudad

martes, 28 de agosto de 2018

Sonia Rabinovich -(De un documental filmado por los nazis en el gueto de Varsovia)

Sonia Rabinovich, Córdoba, 5 de marzo 1955


(De un documental filmado por los nazis en el gueto de Varsovia)

Esto no es un poema
es una película con celuloide empedrado
es un celuloide perforado por huesos
desplomados en las veredas
de la calle Navolipki.
Es la mirada de la cámara nazi
imprimiendo su huella
de cabeza fría de hidra.
Esto no es un poema
es el lugar donde se despidió Frida
de sus padres y hermanos
y del idioma polaco para siempre.
Es el ruido de una carretilla
desbordada de piernas y brazos
el ruido de la cabeza
al golpear el borde
el llanto de las piedras de la calle Navolipki.
Esta no es una loca
es la mujer que recorre esa calle
a plena luz de aquella noche
harapienta y desgreñada
ojos y piel sola con su niño en brazos
gritando, disuelta,
gritando, desvaída
mientras le extiende la mano al mundo.
Esta no es una imagen,
mientras le extiende la mano al mundo,
al día que le tocó vivir,
al mundo que no vivió,
al hijo que no sabe de su pecho.
Esto no es un poema
son palabras para sostener el derrumbe,
para lamer el sinsentido.
Palabra cachorra con lengua tibia.
Es la pregunta llena de ojos y bocas de inanición
quemando la cinta de lo indigno
de lo indignante.

Esto no es un poema,
esto no.
Ella no es una loca,
ella no.



domingo, 26 de agosto de 2018

Dardo Festino -La máquina para volar

Dardo Festino, Venado Tuerto, Santa Fe, 24 de enero 1968


La máquina para volar

Las primeras en encontrar el modo fueron las aves
Más tarde Leonardo cursaría la fiebre de sus dispositivos
y los Montgolfier harían que un pato un gallo y una oveja treparan el aire en globo
Las invenciones para volar han sido cuantiosas y diversas
leves
inevitables

Una flor panadero
Un ala de aguacil
Un Monet cuando rompe el alba

Todo es capaz de una relojería íntima para la ingravidez
sin embargo
la máquina más antigua que precede cualquier determinación
es también la última
Los alquimistas la nombran: destilador de levedad condensada
otros
en voz muy baja
la llaman muerte

viernes, 24 de agosto de 2018

Julio Gómez -En San José

Julio Gómez, Santa Fe, 26 de septiembre 1949


En San José

Tan hombre él
y yo tan niña
me llevó a su palacio
casi sin proponérmelo.

Fui reina en sus salones.

“Sultana” me llamaban sus amigos.

Conocí los secretos de su noche.

Después se iba a sus campos,
sus batallas.

Ya sé que tuvo otras.

Pero volvía siempre.

Allí estaba mi vientre perdonándolo
en cada hijo nuevo.

A dos me los llevaron de este mundo
el mismo día en que él cayó sobre su sangre.


No sé cómo he podido llegar hasta estos años.


Será porque en las tardes,
cuando se apaga el sol en las ventanas
oigo sus pasos firmes
y suelto mi cabello como entonces
para que lo acaricien esas manos
que nunca me dejaron,
ni en la muerte.   


miércoles, 22 de agosto de 2018

Tallulah Flores -Si es muda la muerte

Tallulah Flores, Barranquilla, 15 de agosto 1957  


Si es muda la muerte

Sucede que de pronto no esperamos el sueño,
ni somos impacientes y ya nada nos deja.
Sucede tan solemne
de un modo irrevocable cada buena palabra
                                             lanzada hacia el abismo
urgida por el tiempo, hecha rueda y sustento
                                             delante de los ojos
la luna como escudo si no invita a soñar
el poeta es memoria cuando despierta solo
                                            camina y se distrae
y se vuelve sospecha si no sabe qué piensan
vagabundas las almas con sus formas corrientes
ensayando las manos severo en los pretextos
así vuelve la vista hacia el centro otra esfera
un cielo de palabras diciéndose en el frío
                                           y explicando su muerte.

Sucede que de pronto si añadimos las citas
perseguimos sollozos, duplicamos ejemplos.

Sucede que quizás el horror se hace inocuo
                                            el cansancio
una hilera de las sillas antiguas, los pasillos secretos
y la luz que buscó con afán es el siglo,
el palacio una fiesta de la cual desistir
si es preciso el fracaso
las palabras se abren y él regresa a la tierra
a su cuarto, al diván, al enigma, al tarot
que presagia
asomados al borde los amigos posibles
con sus caras atroces intimando en la hondura
y cayendo hacia adentro.

No miraste la espada, poeta.
Fue tan claro el discurso, la gloria, tu rezo.
Repetiste la escena comprendiendo la trama
sin pensar en finales proseguiste la marcha
desertaste acostado intrincado en las curvas
viste el último sol y aquel valle
derribando la puerta lo imposible fue tuyo
habituado a vivir de palabras
entre libros, papeles fortuitos y viajes disueltos
compuestos de gritos ahogados el río y el sueño.

Sucede que la voz es pereza.
No hay ultraje ni engaño de afuera.
Nadie sabe del muerto.
Los labios se cierran.

Nada existe. Tan sólo sucede.

lunes, 20 de agosto de 2018

Paulina Vinderman -Bulgaria

Paulina Vinderman, CABA, 9 de mayo 1944


Bulgaria 

                                                            “We are such stuff as dreams are made of/ 
                                                             And our little life is rounded with a sleep.” 

                                             “Estamos hechos de la misma sustancia de los sueños/ 
                                              Y nuestra pequeña vida está cercada por un sueño.” 

                                                                                                      W. Shakespeare

Varna. Geog. Ciudad de Bulgaria, cap. del distrito de su nombre, en la costa
del mar Negro. Escala de las líneas de navegación que se dirigen a Odessa,
Constanza y Estambul. Centro industrial. Universidad. Emplazada en la
antigua ciudad griega de Odesos.


Si el infierno fuera un color
ése sería el color de la piel de mi padre esta mañana.
Carver agregaría huevos revueltos en la sartén,
una hornalla carcomida, palabras pesadas como piedras,
piedras del color resinoso del suburbio.
Un perro amarillo olfatearía los restos,
y la enfermedad y el espionaje.
Pero no puede haber perros en el departamento de mi padre.
Hay un vaso irrompible de té a medio tomar
atrapando el sol
entre el reloj pulsera y una estación de tren
que emerge de la llanura más próspera de la tierra.

-Anoche soñé-quiero decirle-que sacaba un
pasaje para Bulgaria.
Pero es difícil hablar de sueños a un hombre como mi padre.

Ni sueños ni palabras. Escasas acciones (como
luces de linterna), salvatajes prolijos de rincón.
No entiende de plasticidad, no entiende de confianza,
él sabe de los bordes del mundo y de sus héroes
pero reduce su lírica a cenizas
y las guarda en su valija de cartón.

Aquellas estaciones de tren deciden su escenario,
el único que acepta
(por poco tiempo y esa es su tragedia:
el exilio, el no volver.)
Se diría que siempre lo espera
una partida de cartas sobre una mesa improvisada
con durmientes. El jefe de estación, el boticario,
el comisario del pueblo, a veces nadie.
A veces juega contra nadie, mi padre, en un vacío
que domina.
Un pacto de silencio con el destino.

Ni sueños ni palabras.
Ha roto con paciencia infinita, a lo largo de los años,
todas mis cartas
y conservó los alambres, cortaplumas, sacacorchos,
una agujereadora anaranjada y un cuadro
donde el mar está pintado con tan poca fe
que no sabe si quedarse cuando llegue la noche.

Ni sueños ni palabras.

Aprieta mi mano sin fuerza,
sus dedos se mueven buscando una oportunidad,
no una certeza:
mi presencia imposible en un muelle, una bodega,
con un perro de otro que husmea un viento de río
frente a un horizonte incendiado.

-Anoche soñé que sacaba un pasaje para Bulgaria
quiero decirle.
Llego a una ciudad amplia y resuelta, apoyada en
un mar interior (un mar de manual, con muchos barcos
enhiestos.)
Inexplicablemente la ciudad está callada
y resuenan mis pasos sobre las calles.
Universidad, dice un cartel,
y otro me envía a las ruinas de un templo griego
que instala la armonía en mi ceguera.
Feliz y salvaje por haber escapado,
devoro una salchicha contra el portón de hierro
de una fábrica.

No me despertaré, me digo, no sabré nunca
que no estoy tan lejos como pensaba,
no me dolerá odiarte: como cien cuchillos,
como mil inviernos, como el anillo que estrecha
mi nombre y el tuyo,
como el lustre opaco que le dimos al encierro,
esta ausencia trabajada, padre, del color de tu piel.

sábado, 18 de agosto de 2018

Edith Södergran -El lamento de los instrumentos

Edith Södergran, San Petersburgo, 4 de abril 1892 - Raviola, 24 de junio 1923
Traducción Hebert Abimorad


El lamento de los instrumentos

La vida se desvanecía en la neblina azulada.
Estoy sobre todo
pero no sobre mí que ese cielo amenazante de cobre
encima del cual he de reinar.
¿Por qué debe soportar esta carga el hombro humano?
¿Por qué está mi corazón encerrado con una armadura de hierro?
¿No se me permite ser humano?
La más oscura tristeza envuelve el camino detrás de mí,
entre las sombras de color rosa me pregunto como un dios sin hogar.
Pieza por pieza extrajo mi corazón, todopoderoso Dios,
y me ha hecho de su engranaje.
Te pertenezco de cuerpo y alma
y el resto de mi tiempo prestado.
Lloro. Las lágrimas caen en mi camino,
lágrimas duras como piedras.
¿Dónde encuentra mi boca más palabras de lamentación
en abundancia sin descanso?
Mis noches y días
están escritos en tu libro, oh dios.
Nada es mío en la tierra
ni siquiera una sola flor.
¡Pero oh, siendo el más poderoso!
Lo tienes escrito en tu frente,
jugar al extraño juego del destino
de las ofertas de socorro.

jueves, 16 de agosto de 2018

Emilio Paolo Taormina -Lagartijas de primavera

Emilio Paolo Taormina, Palermo, 10 de junio 1938
Traducción Carlos Vitale 


Lagartijas de primavera

desde aquel día
ya no he agarrado
las llaves
tú no lo sabes
pero continúas
esperándome
entre las paredes

se ha puesto
el sol
la desgarbada
torcaza
se ha encaramado
como una vieja
bota
sobre una rama
del eucalipto

sobre tu ciudad
surge el sol
y yo acaricio
la luna
que te ha dejado

tarde
la torcaza
como una barca
que busca amarre
ondula
sobre las ramas
del eucalipto
la luz se tuerce
gris
como lencería
salida
del lavarropas
el trino
de los gorriones
ha caído
en el silencio
también yo comienzo
a volver lentamente
a casa

guitarras tristes
acompañan
el verano
que se va
el cobre pardo
de los campos
será
tierno
verdín
ojos azules
me miran
desde la espesura
del cañaveral
sé quién eres
sal
tira la capa
del tiempo
agarra
mi mano

naranjal
sin luna
solo los azahares
iluminan
la noche


martes, 14 de agosto de 2018

Mónica Sifrim -Grandes Esperanzas

Mónica Sifrim, CABA, 17 de julio 1958


Grandes Esperanzas 
                                                               “Nos fabricamos un Dios que nos sonríe”
                                                                                            Simone Weil (epígrafe)

Estaba encinta
(Una niña en mi vientre)

Me pidieron “vuelve a fecundarte”

Y por eso
Concebida de un grumo

Y un pájaro de mimbre

Quise
Darme
Nuevamente
A
Luz

No sabía qué esperar allí
Pero súbitamente
Me inundaron

Grandes esperanzas

Perturbada
Regresé del sueño

Con dos margaritas
En la mano

(Yo también, me dije, traigo vegetales de mi sueño)

Las margaritas eran
De verdad: podían
Deshojarse por amor

Entonces
Yo deseaba
A un amante
De las cordilleras
Y por él concebía
Grandes esperanzas.

Quería que bebiera
De mi líquido ámbar.

Él
Bebió
Como un
Cosaco
Del cuenco de mi mano
Hasta que en mi sueño
Se quebraron
Esas margaritas
Y otras más
Con el traje de novia
Encendí una fogata
Ardieron
Las puntillas y el festón

En medio de la noche, rasgué el velo
Y escapé a caballo
Horas después
Se  escucharon
Voces
Que gritaban
Mi nombre
En la marisma
Accedí a las súplicas
De un anciano andrajoso
Le llevé aceitunas, agua, queso



Ese
Hombre
Alentaría
Grandes esperanzas
Para mí

Yo sería por obra
De su gratitud
La bailarina
De una caja de música

Girando siempre
Hasta enardecer
A tirios y troyanos


De mi traje de baile
Encendí una fogata hasta que ardieron
lentejuelas y tul

Y en medio de la noche cabalgué kilómetros a pelo

Pero al amanecer
Oí que me llamaban
De una sala sembrada
De tacitas de té


Un niño me anhelaba, yo lo hacía sufrir

Y cuanto más deseo, más desdén
Y cuanto más desdén más agonía

Sobre el suelo pringoso
de merengues añejos
Quebré las porcelanas
Y corrí

Pero días después
En la marisma
El labio blanquecino de un poeta
Musitaba mi nombre

(Poesía me dije, arma de doble filo
Mientras te cicatriza
Te desdice)*

El poeta me puso a devanar
Pelusas
De un telar extranjero

La lírica
-Explicaba -
Necesita
Grandes esperanzas

Todo el día
Trenzando y destrenzando

Junto al cesto

Extenuada
Apronté mi montura

Pero a poco de huir
Me detuvo la sombra
Del pájaro de mimbre
Que arrojara
Un día su simiente
Para darme a luz.


El pájaro me dijo:

“Las grandes esperanzas son así: te buscan
Son así
Te engullen
Si alguien vierte su ilusión en vos, como en una tinaja de mosaicos
Serás siempre
Esa germinación
Del ansia ajena”

Y explicó:

“Te estás peinando sigilosamente en la recámara
Y por la cerradura
Alguien vigila
El crecimiento
De tu cabellera.
Y
Hace planes”

“¿Qué ilusión de otros pulsarás como un ábaco.
De qué anhelo
Aun cuando creías que era  tuyo
Serás el instrumento?”


“No hay caballo, no hay ruta, no hay dónde residir
Solo te resta
Escapar por agua
Echada en la cubierta
De una embarcación”
“Mecida por un casco
De roble
Podría diluirse
Tu dolencia en agua
En diálogo amoroso con el agua
 Así de cara a Dios”.


 Y reveló:

Dos tablones de roble se han clavado esta noche
Para asirte
Un diálogo amoroso con el agua te espera
En la cubierta
Y un dios que te sonríe
Porque adora
Los barcos
“Dios te dio
Las palabras.
Dios te dio
Un barco propio
Para alejarte de esta pesadilla

Es hora de saltar”





*Mónica Sifrim, de Laguna


domingo, 12 de agosto de 2018

Denisse Vega Farfán -d

Denisse Vega Farfán, Trujillo, Perú, 14 de septiembre 1986


d

hay una muerte que muere en ti
con los ojos abiertos
la boca burbujeante de constelaciones
y pequeños juegos de ajedrez

una dama con sombra de lagarto
una lengua natal fosilizada
una ostra donde resuena tu nombre inutilizado
sediento de ti

                                                la certeza
                                                es un resoplido repleto de abalorios
                                                que alguien remata en una esquina
                                               no le interesa a tus pies
                                               enroscándose en una trompa
                                                          cantando la vida
                                                      fuera de sus túnicas

alguien te contó que naciste en un zorzal
atravesado por embudos
            y siglos desventrados…

                                             antes de inaugurar la cena una plegaria
                                                                      como una hoz
                                                           contorneando tu yugular
                                                 un bramido de manatíes en el silencio

alguien te contó que la muerte bailaba
con los pechos desnudos
mientras un nuevo lenguaje era varado
como un pelícano ahogado en plomo

            y tanta ceremonia
para festejar la inmundicia
con un nombre alquilado
al que sólo abrigaban las moscas
                y tanto desvelo sobre las dunas
escrutando esas señales
que dejan de cantar cuando las miras
blandiendo la indigestión de las estrellas
blasfemando la luna
para…

                                         “yo descendí para dejar de medir la distancia”
                                         -dice la anguila
                                        “yo descendí para guarecer los embriones de los hombres
                                         que se trizaron en la tierra”
                                        -dice el hipocampo

la paz es la carnada
que deja huir el salmón
a la diestra de tus miedos el caracol
rearma su corteza
los ahogados cierran con satisfacción
sus últimas visiones

                           el mar disuelve sus sales
adhiere el efluvio de sus sueños
a la casta sonoridad de las piedras

            ahora puedes abrir los ojos
                        sentir las contracciones de ti mismo
            para alumbrar lo que realmente eres
            un tratado de naves
                          y verdes esporas
            un aleteo incólume
            como la primera tramoya de tu corazón

acá nada es una especie entre tantas
tu pasado es la grisácea piel del tiburón
o sus saturados jugos gástricos
tu hambre el zumbido
de una orca en extinción

            ahora puedes abrir los ojos
            imitar la ondulación de los cardúmenes
            escuchar lo que insistió guardado detrás de tus orejas
            y bajo tus ojeras

acá no es necesario
ponerle un nombre a cada especie
todos se llaman como tú
y tú te llamas como todos
            tordo        pez luna     pez hombre
a dos vidas la hiena que eras
disputando un trozo de carroña
una corbata para ocultar el pudor
             y las aldabas
que no son más aquí abajo
libaciones que almacena el molusco
             para madurar su joya

ves a un pez globo salir detrás de un morro de liquen
sus espinas son la insurrección
el abandono a las colas
por un puesto en el banquillo de los sentenciados
su cuerpo hinchado contiene los aires
que transportan los silbos eternos

                                                    eres su drenado veneno
                                                         su vastedad
                                    sus giros inciertos que rebasan la tiniebla
                                           hasta desflorarla en una caracola

acá los enemigos parecidos a ti
han desaparecido
o aparecen convertidos
                         en serviles cangrejos
la estación en la que esperabas
hasta que tu cabeza amanecía despedazándose
en el hocico de algún perro
también ha desaparecido

                                                el hipocampo desciende contigo
                                                          desierto de voces
                                      su dinámica de impulso y dejarse reflotar
                                                remueve lentamente las alturas
                                                su sigilo es una romería en la que
                                                las formas de un grito estancado
                                                          desde el nacimiento
                                                      son la principal ofrenda

por primera vez
sin manuales
            ni sueños irreversibles
entiendes el juego
            te toca
                    soplar el silbato







alpialdelapalabra.blogspot.com

viernes, 10 de agosto de 2018

Alina Diaconú -Tu nombre

Alina Diaconú, Bucarest, Rumania, 17 de agosto 1945


Tu nombre

¿A quién nombran
tu nombre
y tu pronombre?
¿Al cuerpo
-manos, brazos
cabeza, ojos, pies
uñas, etcétera?-
¿A ese cuerpo
que se ve
o al que no?
(huesos, sangre,
corazón,
pulmones, bazo,
columna vertebral,
retina,venas , células)

¿O acaso
lo que produce,
más invisible aún,
como las hormonas,
el azúcar,
la adrenalina,
las endorfinas,
las transaminasas?

¿O bien
los pensamientos,
tus ideas
en su ir y venir,
el desvarío
de tu mente,
sin ton ni son?

¿Qué nombran
tu nombre
y tu pronombre?
¿Qué digo
cuando digo
Ana, Juan?
¿Aquello quizá
que se cocina
por dentro
y se trae a la vista,
los desechos
que escriben
la historia
del mecanismo
en su totalidad
y en cada parte?

¿A quién nombran
tu nombre
y tu pronombre?
-me pregunto-
¿A cuál de todos
estos esenciales
fragmentos?

Y aquello
cuyo nombre
no se nombra
o apenas,
en el rezo tal vez,
¿quién es, qué es?
¿Se llama
con tu nombre?

miércoles, 8 de agosto de 2018

Ocean Vuong -Algún día voy a amar a Ocean Vuong

Ocean Vuong, Ciudad Ho Chi Minh, Vietnam, 14 de octubre 1988
Traducción Ezequiel Zaidenwerg


Algún día voy a amar a Ocean Vuong

A la manera de Frank O’Hara / A la manera de Roger Reeves

Ocean, no tengas miedo.
El final del camino está tan lejos
que ya lo dejamos atrás.
No te preocupes. Tu papá es solamente tu papá
hasta que alguno de los dos se olvide. Igual que la columna vertebral
no se acuerda de sus alas
por más veces que besemos
el asfalto con las rodillas. Ocean,
¿me escuchás? La parte más linda
de tu cuerpo es donde sea
que caiga la sombra de tu mamá.
Acá está la casa con la infancia
apenas reducida al cablecito rojo que hace saltar
la trampa. No te preocupes, vos hacé de cuenta
que es el horizonte y nunca lo vas a alcanzar.
Acá está el día de hoy. Saltá. Te prometo que no es
un bote salvavidas. Acá está el hombre
con los brazos lo suficientemente anchos para recoger
tu partida. Y acá está el momento,
cuando se acaba de apagar la luz, en que todavía se ve
la antorcha tenue que brilla entre sus piernas.
Cómo la usás una y otra vez
para encontrar tus propias manos.
Pediste una segunda oportunidad
y te dieron una boca para que te vacíes.
No tengas miedo, que las balas
son apenas el ruido que hace la gente
al intentar vivir un poco más. Ocean, Ocean,
levantate. La parte más linda de tu cuerpo
es hacia donde va. Y acordate,
la soledad sigue siendo el tiempo que pasás
con el mundo. Acá está
la habitación con todo el mundo adentro.
Tus amigos muertos te atraviesan
como el viento a esas campanas
llamadoras de ángeles. Acá hay un escritorio
con una pata chueca y un ladrillo
para hacerlo durar. Sí, acá hay una habitación
tan cálida y cercana como sangre,
te lo juro, que te vas a despertar
y vas a confundir estas paredes
con piel.



lunes, 6 de agosto de 2018

Gabriela Schuhmacher -Apis mellifera (Abeja)

Gabriela Schuhmacher, Santa Fe, 25 de febrero 1970


Apis mellifera
(Abeja) 
                                                                             ¿Qué hay más dulce que la miel
                                                                             y más fuerte que el león?
                                                                                                              Jueces 14:18

Llevamos la furia del devorador
con néctar y polen, el descontrol del hombre
ante su rival. Sansón ofreció miel a la madre
y al padre, y ellos comieron, pero
no les dijo que la había sacado del cadáver
del león. Lo sabemos, del que come salió alimento,
y del fuerte salió dulzura, y que al cabo de siete soles
nadie resuelve el costo de una vida. Los zánganos
solo fertilizan a la reina y las obreras son infértiles.
Néctar y polen para que otros gocen, para que
otra procree. Treinta prendas de lino
y treinta trajes de fiesta no calman la ansiedad
ante el hedor de la muerte. Llevamos
todos los temores que nos persiguen,
el cansancio que anuncia: la mañana llega
y el cielo está cerca. Entonces callamos
nuestra falta de fe, del que muere sale
muerte, y del quebranto, hiel.
Sí, tarde o temprano las columnas
que nos atraviesan caerán como las del templo,
cuando Sansón castigó a quienes
le quitaron sus ojos. Del encierro se oirá:
¡que muera yo, entre los muertos!, o después
mis entrañas junto al aguijón, mientras
el veneno, lento por la herida,
defiende al enjambre, del agresor.


sábado, 4 de agosto de 2018

Sonny Rupaire -Desafío

Sonny Rupaire, Guadalupe, 7 de noviembre 1940 - Guadalupe, 25 de febrero 1991
Traducción María Renata Segura


Desafío 

¿Quién?
¿Quién se atreve con el abanico de un papayo
a cantar que tiene poder purificador
aun sobre el olor de esta isla
                                      abierta
como una llaga
con el aliento cariado de los carnívoros?
Que se levante,
si se atreve,
el de la ruta ancestral
                    sin cruce
                    sin rodeos
                    rectilínea como la mira
de un pelotón de fusilamiento.
Que se levante
y diga:
           “Yo soy libre en este pozo
           de siglo en siglo elaborado,
           de muerte en muerte más profundo,
           pues en su noche se agotan los colores.
           Yo soy el camino razonable
           lleno de buenas intenciones
           de los que me han dado la noche.
           Así sea. Así será”.
¡Ah! Que levante la mano
el de la ruta ancestral.
¿Quién se atreve con la sombrilla de un flamboyán
a cantar que tiene poder atenuador
aun sobre la fealdad de esta isla
                                           abierta
como una llaga
a los caninos agudos de los carnívoros?
Que se levante
si se atreve,
el de la conciencia limpia
            sin remordimientos
            sin nubes
            lisa como el ojo único
de un pelotón de fusilamiento.
Que se levante
y diga:
           “Yo soy libre en este pozo
           de miedo en miedo elaborado
           de peldaño en peldaño descendido,
           pues astucia no es pecado.
           Yo soy el camino indirecto
           sembrado de presentes ignorados
           de los que permanecen en la noche.
           Sálvese quien pueda. Yo estoy salvado”.
¡Ah! Que levante la mano
el de la conciencia limpia.
¿Quién se atreve con la espuma del océano
a cantar que ella tiene poder curador
aun sobre la miseria de esta isla
                                            abierta
como una llaga
a las garras aguerridas de los carnívoros?
Que se levante,
si se atreve,
el de la satisfacción
                               sin marea
                               sin tempestad
                               pura como la salva
de un pelotón de fusilamiento.
Que se levante
y diga:
           “Yo soy libre en este pozo
           de guerra en guerra más profundo,
           de ley en ley asimilado,
           pues nunca tendré luz más pura.
           Soy el camino de la Historia,
           triangular ayer,
           desde entonces lineal sin una escala,
           el camino que nos salva de la noche”.
¡Ah! Que levante la mano
el de la satisfacción.
¿Quién?
¿Quién se atreve a cantar que los andrajos
de esta isla
tienen poder protector
aun sobre su cuerpo
                                 abierto
como una llaga
a la avidez de los carnívoros?
Que se levante aquel,
si se atreve.
Pero ¿quién retirará la guardia
de los que ven pasar el tiempo?

jueves, 2 de agosto de 2018

Héctor Pedro Blomberg -Las noches del café de La Paloma

Héctor Pedro Blomberg, Bs As, 18 de marzo 1889 – Bs As, 3 de abril 1955


Las noches del café de La Paloma

Café del barrio viejo, café de La Paloma…
Yo soñaba en sus mesas o jugaba al billar
En los largos hastíos de remotos veranos
En las noches alegres que no han de volver más.

En una de esas noches mis ojos se encontraron
Con su carita pálida…era rubia y gentil…
Yo le escribía versos…me amó una primavera,
La renguita Lucía, que tocaba el violín.

Romero me aburría con largas narraciones
De cuando fue conscripto y anduvo por el sur;
Yo escuchaba en silencio, abstraído, y miraba
La vereda de enfrente, donde había un ombú.

El moreno Requena, tocaba la guitarra
Y me contaron historias que no tenían fin,
Historias de divorcios y escandalosos pleitos:
Requena era escribiente de un juez en lo civil.

Juan Cruz leía siempre novelas de Gutiérrez:
“El chacho”, “Hormiga negra”, “Juan Cuello”, en el café;
Soñaba con el tiempo de Rosas y tenía
Una daga de plata guardada en el jacquet.

Después venían otros, Anselmi, los Rodríguez,
Que jugaban al truco hasta el amanecer;
El oficial Martínez, que hacía versos malos,
Los leía en voz alta, en medio del café.

Don José el de “La estrella”, que cerró la farmacia,
Cuando una noche, en junio, su mujer se murió
Y le dejó solito…¡Como bebía el pobre!
Se quedaba dormido, tranquilo, en su rincón.

No he encontrado a ninguno, después de tantos años;
El café no es el mismo y ya no está el ombú…
¡Oh noches del antiguo café de “La Paloma”
Que vieron dulcemente pasar mi juventud!

Pienso en todos: se han ido con sus pequeñas vidas,
Con los obscuros sueños que soñaban aquí.
Sólo queda un recuerdo de amor de primavera:
La renguita Lucía que tocaba el violín”.