Daniel Salzano, Córdoba, 22 de mayo 1941 – 24 de diciembre 2014
Última nota
Si esta fuera la última nota / la final / la escribiría lo más larga que pudiese / ocuparía la página de los taxistas / los colectiveros / el Suoem / la página de Mafalda / y saldría a la calle con la fuerza de un Scania Vabis / ahí viene la última nota de Salzano / buáááááámmmmmmmm.
Si esta fuera la última nota / la haría brillar como una cucharita / aullaría como un perro / una nota curtida como un poste de la luz / una nota tan vieja como los sueños / un mensaje para los vivos / otro mensaje para los muertos / mi última nota será suave como el cachete de un bebé / una nota de luna llena / una nota –como mi mamá– con la cabeza envuelta en un pañuelo / que su corazón lata rápido / una nota sobrada de óvulos y espermatozoides / fecunda / ¿quieren un dulce clamor? / ahí lo tienen / ¿se acuerdan cuando murió Mestre / el padre de Mestre / y la gente salió a la calle para despedirlo? / bueno / me gustaría que a mi última nota la saludaran como a él.
Quienes no olvidan a los muertos / no necesitan que se los recuerden.
Si esta nota fuera la final / la del abismo / antes de entregarla me detendría a rezar delante del finado cine Novedades / iría al Observatorio para darle una última ojeada a Saturno / volvería a Grimoldi para preguntar si recibieron los zapatos de gamuza azul / abriría la boca frente al sol poniente para tener una dentadura de oro / y a la noche pasearía hasta el Coniferal / donde está la estatua de José Gervasio Artigas / vengo a despedirme / cuídeme la luna, general.
A la última nota / la llevaría sujeta entre los dientes / como a un cachorro / y antes de entregarla le pasaría la lengua por el lomo / por las orejas / y le rascaría el morro / como a ellas le gustan / con la yema del meñique.
Si esta fuera la última nota / emplearía palabras de 800 gramos para arriba / por ejemplo: narizgargantayoídos / pondría pocos puntos / pocas comas / algunas letras rojas / el polen de la literatura es más viejo que el de las flores / la última nota que escriba medirá 50 de alto por 30 por 26 centímetros / lo mismo que el corazón de los osos.
Si esta fuera la última nota / la dejaría para después / para más adelante / faltando dos líneas para terminarla me detendría / no la escribiría / ahí viene la última nota de Salzano / dirían / tranquilos / no es nada más que el rugido de un camión Scania Vabis.
miércoles, 26 de febrero de 2020
domingo, 23 de febrero de 2020
Noémia de Sousa -Súplica
Noémia de Sousa, Mozambique, 20 septiembre 1926-Potugal, 4 diciembre 2002
Traducción Renato Sandoval Bacigalupo
Súplica
¡Quítennos todo,
pero déjennos la música!
¡Quítennos la tierra en que nacimos,
donde crecimos
y donde descubrimos por primera vez
que el mundo es así:
un tablero de ajedrez…
Quítennos la luz del sol que nos calienta,
su lírica de xingombela*
en las noches mulatas
de la selva mozambicana
(esa luna que nos sembró en el corazón
la poesía que encontramos en la vida),
quítennos la choza – la humilde barraca
donde vivimos y amamos,
quítennos la machamba** que nos da el pan,
quítennos el calor del fuego
(que nos es casi todo)
-pero no nos quiten la música!
Vendernos como mercancía, encadenarnos
a la tierra, de sol a luna y de luna a sol,
¡pero siempre seremos libres
si nos dejaran la música!
¡Allí donde estuviera nuestra canción
aun esclavos, señores seremos;
y aun muertos, viviremos,
y en nuestro lamento esclavo
estará la tierra donde nacimos,
la luz de nuestro sol,
la luna de los xingombelas,
el calor de fuego,
la choza que vivimos,
la machamba que nos da el pan!
Y todo de nuevo será nuestro,
aun con cadenas en los pies
y aun azotes en la espalda…
¡Y nuestra queja
será una liberación
derramada en nuestro canto!
-Por eso pedimos,
de rodillas pedimos:
¡Quítennos todo…
pero no nos quiten la vida,
no se lleven nuestra música!
* “xingombela”: danza tradicional para jóvenes, originaria de Mozambique.
** “machamba”: campo de cultivo.
Traducción Renato Sandoval Bacigalupo
Súplica
¡Quítennos todo,
pero déjennos la música!
¡Quítennos la tierra en que nacimos,
donde crecimos
y donde descubrimos por primera vez
que el mundo es así:
un tablero de ajedrez…
Quítennos la luz del sol que nos calienta,
su lírica de xingombela*
en las noches mulatas
de la selva mozambicana
(esa luna que nos sembró en el corazón
la poesía que encontramos en la vida),
quítennos la choza – la humilde barraca
donde vivimos y amamos,
quítennos la machamba** que nos da el pan,
quítennos el calor del fuego
(que nos es casi todo)
-pero no nos quiten la música!
Vendernos como mercancía, encadenarnos
a la tierra, de sol a luna y de luna a sol,
¡pero siempre seremos libres
si nos dejaran la música!
¡Allí donde estuviera nuestra canción
aun esclavos, señores seremos;
y aun muertos, viviremos,
y en nuestro lamento esclavo
estará la tierra donde nacimos,
la luz de nuestro sol,
la luna de los xingombelas,
el calor de fuego,
la choza que vivimos,
la machamba que nos da el pan!
Y todo de nuevo será nuestro,
aun con cadenas en los pies
y aun azotes en la espalda…
¡Y nuestra queja
será una liberación
derramada en nuestro canto!
-Por eso pedimos,
de rodillas pedimos:
¡Quítennos todo…
pero no nos quiten la vida,
no se lleven nuestra música!
* “xingombela”: danza tradicional para jóvenes, originaria de Mozambique.
** “machamba”: campo de cultivo.
miércoles, 19 de febrero de 2020
Felicia Fuster -No me desnudéis
Felicia Fuster, Barcelona, 7 de enero 1921 - París, 4 de marzo 2012
Traducción Carlos Vitale
No me desnudéis
Antes
de que el gran compás me paralice
con la geometría de la muerte
no me desnudéis.
No me desnudéis del tiempo
ni de aquellas palabras
que, incluso escarchadas, yo hacía cálidas.
Sé que mi canto
hoy
no llegará
ni a las órbitas bajas
y el mundo me pesará. Tanto da.
Dejadme.
Dejadme el hormigueo
de esta cabeza llena de fiesta
y las alas de los puentes. Dejadme blanca,
cal apagada, encendida, poca cosa,
nada,
con los pies desnudos.
Sé caminar descalza. Y más.
Y también sé:
solo lo que se borra
tiene importancia.
Traducción Carlos Vitale
No me desnudéis
Antes
de que el gran compás me paralice
con la geometría de la muerte
no me desnudéis.
No me desnudéis del tiempo
ni de aquellas palabras
que, incluso escarchadas, yo hacía cálidas.
Sé que mi canto
hoy
no llegará
ni a las órbitas bajas
y el mundo me pesará. Tanto da.
Dejadme.
Dejadme el hormigueo
de esta cabeza llena de fiesta
y las alas de los puentes. Dejadme blanca,
cal apagada, encendida, poca cosa,
nada,
con los pies desnudos.
Sé caminar descalza. Y más.
Y también sé:
solo lo que se borra
tiene importancia.
domingo, 16 de febrero de 2020
Santiago Sylvester -Café Bretaña
Santiago Sylvester, Salta, 24 de abril 1942
Café Bretaña
EL tiempo cobra peaje a todo lo que ha nacido para durar.
Peaje a la belleza, al porvenir, al odio;
peaje a ese montón de pelo atado en la nuca de la mujer,
a la mirada del hombre,
a las palabras que se dicen, al sentido:
peaje aún sin saberlo,
como existen caminos aunque no vamos a ninguna
parte.
Ellos se han sentado allí, mesa de por medio, con la
intención de eternidad que aturde a todo lo transitorio:
solos y a la vez acompañados,
en estado de mudanza;
condenados a buscar cómo se sale de la contradicción.
El tiempo cobrando peaje es infalible;
y yo mismo, a mi pesar, sin ser el tiempo cobro peaje:
no soy el tiempo, pero soy el que mira.
UN golpe en una mesa,
y el hombre mira alrededor, sin éxito ni culpa, sólo con
el asombro del que, repleto de whisky, no encuentra qué decir.
La palabra, una autopsia: un corte transversal en el
cerebro;
y de este menoscabo del lenguaje se alimenta un época que cesa, no por agotamiento, sino por crispación:
el psicoanálisis concluye en epilepsia,
la semiótica esconde su abuso en la trastienda,
la fanfarria de la ciencia no logra descifrar sus
propósitos;
¿y qué haremos con la actividad de la palabra?
Un hombre ha golpeado la mesa, torpe la lengua y la
Mirada idiota,
y ha marcado el arranque de una nueva era:
él es su profeta,
una trompada en una mesa su huella digital.
NO tiene brillo ese hombre,
ni siquiera cuando toca el violín:
descascarado, pulcro, con la edad ya insegura: una pared caleada que muestra a su pesar las noticias del tiempo.
Ni brillo ni resolución: sólo un resultado.
Se acerca a cada mesa y deja allí flotando la mano con
que pide: la misma mano que sostiene el arco y
suelta ante nosotros fragmentos de Paganini,
aproximaciones y retazos.
Mano experta que, al aunar dos gestos, conoce la
distancia entre ilusión y derrumbe: mano que actúa
como si no supiera que esa distancia es ella.
ESTE sitio, como todos, es una excepción: mezcla de
estilos, huída de la naturaleza al sucedáneo, y saber
que esto (una excepción sumada a otras) es todo lo que podemos esperar.
La cerveza de ese hombre junta bilis;
una falsa rubia detiene demasiado su mirada;
ese codo en la mesa supone una teoría: soledad por puro
método, y un campo de realización que ha fracasado hace años.
Alguien cerca tose, cuenta monedas o juega con las
llaves;
alguien descubre un axioma imprevisto: con las mismas
personas se habla siempre de las mismas cosas;
alguien mira hacia fuera.
He aquí una amplia escena: elija usted el nombre, péguele
el rótulo, envíe el paquete a donde quiera; y por favor no agite el frasco, deje en paz el contenido.
DESPUÉS, ya veremos: por ahora
lo que conocemos del futuro es el presente.
Ese hombre afirma que nunca se irá de la ciudad;
su amigo, lo contrario: su tendencia a la huída.
Una joven, desdeñosa, se niega a perdonar.
Un hombre saca del bolsillo una entrada para el teatro.
Una muchacha, deslizada hacia la desgracia, sorbe un
café con la mirada en otra parte,
y en la mesa vecina un estudiante anticipa su porvenir.
Es fácil conocer el futuro: con sólo oír a esta gente, ya
sabemos su trama,
que no es sino una cita colectiva:
cuándo, dónde, con quién,
ese es todo el problema.
Café Bretaña
EL tiempo cobra peaje a todo lo que ha nacido para durar.
Peaje a la belleza, al porvenir, al odio;
peaje a ese montón de pelo atado en la nuca de la mujer,
a la mirada del hombre,
a las palabras que se dicen, al sentido:
peaje aún sin saberlo,
como existen caminos aunque no vamos a ninguna
parte.
Ellos se han sentado allí, mesa de por medio, con la
intención de eternidad que aturde a todo lo transitorio:
solos y a la vez acompañados,
en estado de mudanza;
condenados a buscar cómo se sale de la contradicción.
El tiempo cobrando peaje es infalible;
y yo mismo, a mi pesar, sin ser el tiempo cobro peaje:
no soy el tiempo, pero soy el que mira.
UN golpe en una mesa,
y el hombre mira alrededor, sin éxito ni culpa, sólo con
el asombro del que, repleto de whisky, no encuentra qué decir.
La palabra, una autopsia: un corte transversal en el
cerebro;
y de este menoscabo del lenguaje se alimenta un época que cesa, no por agotamiento, sino por crispación:
el psicoanálisis concluye en epilepsia,
la semiótica esconde su abuso en la trastienda,
la fanfarria de la ciencia no logra descifrar sus
propósitos;
¿y qué haremos con la actividad de la palabra?
Un hombre ha golpeado la mesa, torpe la lengua y la
Mirada idiota,
y ha marcado el arranque de una nueva era:
él es su profeta,
una trompada en una mesa su huella digital.
NO tiene brillo ese hombre,
ni siquiera cuando toca el violín:
descascarado, pulcro, con la edad ya insegura: una pared caleada que muestra a su pesar las noticias del tiempo.
Ni brillo ni resolución: sólo un resultado.
Se acerca a cada mesa y deja allí flotando la mano con
que pide: la misma mano que sostiene el arco y
suelta ante nosotros fragmentos de Paganini,
aproximaciones y retazos.
Mano experta que, al aunar dos gestos, conoce la
distancia entre ilusión y derrumbe: mano que actúa
como si no supiera que esa distancia es ella.
ESTE sitio, como todos, es una excepción: mezcla de
estilos, huída de la naturaleza al sucedáneo, y saber
que esto (una excepción sumada a otras) es todo lo que podemos esperar.
La cerveza de ese hombre junta bilis;
una falsa rubia detiene demasiado su mirada;
ese codo en la mesa supone una teoría: soledad por puro
método, y un campo de realización que ha fracasado hace años.
Alguien cerca tose, cuenta monedas o juega con las
llaves;
alguien descubre un axioma imprevisto: con las mismas
personas se habla siempre de las mismas cosas;
alguien mira hacia fuera.
He aquí una amplia escena: elija usted el nombre, péguele
el rótulo, envíe el paquete a donde quiera; y por favor no agite el frasco, deje en paz el contenido.
DESPUÉS, ya veremos: por ahora
lo que conocemos del futuro es el presente.
Ese hombre afirma que nunca se irá de la ciudad;
su amigo, lo contrario: su tendencia a la huída.
Una joven, desdeñosa, se niega a perdonar.
Un hombre saca del bolsillo una entrada para el teatro.
Una muchacha, deslizada hacia la desgracia, sorbe un
café con la mirada en otra parte,
y en la mesa vecina un estudiante anticipa su porvenir.
Es fácil conocer el futuro: con sólo oír a esta gente, ya
sabemos su trama,
que no es sino una cita colectiva:
cuándo, dónde, con quién,
ese es todo el problema.
miércoles, 12 de febrero de 2020
Elvira Sastre -Yo no quiero ser recuerdo
Elvira Sastre, Segovia, España, 12 de junio 1992
Yo no quiero ser recuerdo
A la mierda el conformismo:
Yo no quiero ser recuerdo
Quiero ser tu amor imposible,
Tu dolor no correspondido,
Tu musa más puta,
El nombre que escribas en todas las camas
Que no sean la mía,
Quien maldigas en tus insomnios
Quien ames con esa rabia que solo da el odio.
Yo no quiero
Que me digas que mueres por mí,
Quiero hacerte vivir de amor,
Sobre todo cuando llores,
Que es cuando más viva eres.
Yo no quiero
Que tu mundo se dé la vuelta
Cada vez que yo me marche,
Quiero que darte la espalda
Solo signifique libertad
Para tus instintos más primarios.
Yo no quiero
Quitarte las penas y condenarte,
Quiero ser la única
De la que dependa
Tu tristeza
Porque esa sería
La manera más egoísta y valiente
De cuidar de ti.
Yo no quiero hacerte daño,
Quiero llenar
Tu cuerpo de heridas
Para poder lamerte después,
Y que no te cures
Para que no te escueza.
Yo no quiero
Dejar huella en tu vida,
Quiero ser tu camino,
Quiero que te pierdas,
Que te salgas,
Que te rebeles,
Que vayas a contracorriente,
Que no me elijas,
Pero que siempre regreses a mí para encontrarte.
Yo no quiero prometerte,
Quiero darte
Sin compromisos ni pactos,
Ponerte en la palma de la mano
El deseo que caiga de tu boca
Sin espera,
Ser tu aquí y ahora.
Yo no quiero
Que me eches de menos,
Quiero que me pienses tanto
Que no sepas lo que es tenerme ausente.
Yo no quiero ser tuya
Ni que tú seas mía,
Quiero que pudiendo ser con cualquiera
Nos resulte más fácil ser con nosotras.
Yo no quiero
Quitarte el frío,
Quiero darte motivos para que cuando lo tengas
Pienses en mi cara
Y se te llene el pelo de flores.
Yo no quiero
Viernes por la noche,
Quiero llenarte la semana entera de domingos
Y que pienses que todos los días
Son fiesta
Y están de oferta para ti.
Yo no quiero
Tener que estar a tu lado
Para no faltarte,
Quiero que cuando creas que no tienes nada
Te dejes caer,
Y notes mis manos en tu espalda
Sujetando los precipicios que te acechen,
Y te pongas de pie sobre los míos
Para bailar de puntillas en el cementerio
Y reírnos juntas de la muerte.
Yo no quiero
Que me necesites,
Quiero que cuentes conmigo
Hasta el infinito
Y que el más allá
Una tu casa y la mía.
Yo no quiero
Hacerte feliz,
Quiero darte mis lágrimas
Cuando quieras llorar
Y hacerlo contigo,
Regalarte un espejo
Cuando pidas un motivo para sonreír,
Adelantarme al estallido de tus carcajadas
Cuando la risa invada tu pecho,
Invadirlo yo
Cuando la pena atore tus ojos.
Yo no quiero
Que no me tengas miedo,
Quiero amar a tus monstruos
Para conseguir que ninguno
Lleve mi nombre.
Yo no quiero
Que sueñes conmigo,
Quiero que me soples
Y me cumplas.
Yo no quiero hacerte el amor,
Quiero deshacerte el desamor.
Yo no quiero ser recuerdo,
Mi amor,
Quiero que me mires
Y adivines el futuro.
Yo no quiero ser recuerdo
A la mierda el conformismo:
Yo no quiero ser recuerdo
Quiero ser tu amor imposible,
Tu dolor no correspondido,
Tu musa más puta,
El nombre que escribas en todas las camas
Que no sean la mía,
Quien maldigas en tus insomnios
Quien ames con esa rabia que solo da el odio.
Yo no quiero
Que me digas que mueres por mí,
Quiero hacerte vivir de amor,
Sobre todo cuando llores,
Que es cuando más viva eres.
Yo no quiero
Que tu mundo se dé la vuelta
Cada vez que yo me marche,
Quiero que darte la espalda
Solo signifique libertad
Para tus instintos más primarios.
Yo no quiero
Quitarte las penas y condenarte,
Quiero ser la única
De la que dependa
Tu tristeza
Porque esa sería
La manera más egoísta y valiente
De cuidar de ti.
Yo no quiero hacerte daño,
Quiero llenar
Tu cuerpo de heridas
Para poder lamerte después,
Y que no te cures
Para que no te escueza.
Yo no quiero
Dejar huella en tu vida,
Quiero ser tu camino,
Quiero que te pierdas,
Que te salgas,
Que te rebeles,
Que vayas a contracorriente,
Que no me elijas,
Pero que siempre regreses a mí para encontrarte.
Yo no quiero prometerte,
Quiero darte
Sin compromisos ni pactos,
Ponerte en la palma de la mano
El deseo que caiga de tu boca
Sin espera,
Ser tu aquí y ahora.
Yo no quiero
Que me eches de menos,
Quiero que me pienses tanto
Que no sepas lo que es tenerme ausente.
Yo no quiero ser tuya
Ni que tú seas mía,
Quiero que pudiendo ser con cualquiera
Nos resulte más fácil ser con nosotras.
Yo no quiero
Quitarte el frío,
Quiero darte motivos para que cuando lo tengas
Pienses en mi cara
Y se te llene el pelo de flores.
Yo no quiero
Viernes por la noche,
Quiero llenarte la semana entera de domingos
Y que pienses que todos los días
Son fiesta
Y están de oferta para ti.
Yo no quiero
Tener que estar a tu lado
Para no faltarte,
Quiero que cuando creas que no tienes nada
Te dejes caer,
Y notes mis manos en tu espalda
Sujetando los precipicios que te acechen,
Y te pongas de pie sobre los míos
Para bailar de puntillas en el cementerio
Y reírnos juntas de la muerte.
Yo no quiero
Que me necesites,
Quiero que cuentes conmigo
Hasta el infinito
Y que el más allá
Una tu casa y la mía.
Yo no quiero
Hacerte feliz,
Quiero darte mis lágrimas
Cuando quieras llorar
Y hacerlo contigo,
Regalarte un espejo
Cuando pidas un motivo para sonreír,
Adelantarme al estallido de tus carcajadas
Cuando la risa invada tu pecho,
Invadirlo yo
Cuando la pena atore tus ojos.
Yo no quiero
Que no me tengas miedo,
Quiero amar a tus monstruos
Para conseguir que ninguno
Lleve mi nombre.
Yo no quiero
Que sueñes conmigo,
Quiero que me soples
Y me cumplas.
Yo no quiero hacerte el amor,
Quiero deshacerte el desamor.
Yo no quiero ser recuerdo,
Mi amor,
Quiero que me mires
Y adivines el futuro.
domingo, 9 de febrero de 2020
Fernando Pessoa -El guardador de rebaños
Fernando Pessoa, Lisboa, 13 de junio 1888 – 30 de noviembre 1935
Heterónimo Alberto Caeiro
Versión Lino Mondino
El guardador de rebaños
Desde la ventana más alta de mi casa,
con un pañuelo blanco digo adiós
a mis versos, que viajan hacia la humanidad.
Y no estoy alegre ni triste.
Ése es el destino de los versos.
Los escribí y debo enseñárselos a todos
porque no puedo hacer lo contrario,
como la flor no puede esconder el color,
ni el río ocultar que corre,
ni el árbol ocultar que da frutos.
He aquí que ya van lejos, como si fuesen en la diligencia,
y yo siento pena sin querer,
igual que un dolor en el cuerpo.
¿Quién sabe quién los leerá?
¿Quién sabe a qué manos irán?
Flor, me agarró el destino para los ojos.
Árbol, me arrancaron los frutos para las bocas.
Río, el destino de mi agua era no quedarse en mí.
Me resigno y me siento casi alegre,
casi tan alegre como quien se cansa de estar triste.
¡Irse, irse de mí!
Pasa el árbol y se queda disperso por la Naturaleza.
Se marchita la flor y su polvo dura siempre.
Corre el río y entra en el mar y su agua es siempre la
que fue suya.
Paso y me quedo, como el Universo.
Heterónimo Alberto Caeiro
Versión Lino Mondino
El guardador de rebaños
Desde la ventana más alta de mi casa,
con un pañuelo blanco digo adiós
a mis versos, que viajan hacia la humanidad.
Y no estoy alegre ni triste.
Ése es el destino de los versos.
Los escribí y debo enseñárselos a todos
porque no puedo hacer lo contrario,
como la flor no puede esconder el color,
ni el río ocultar que corre,
ni el árbol ocultar que da frutos.
He aquí que ya van lejos, como si fuesen en la diligencia,
y yo siento pena sin querer,
igual que un dolor en el cuerpo.
¿Quién sabe quién los leerá?
¿Quién sabe a qué manos irán?
Flor, me agarró el destino para los ojos.
Árbol, me arrancaron los frutos para las bocas.
Río, el destino de mi agua era no quedarse en mí.
Me resigno y me siento casi alegre,
casi tan alegre como quien se cansa de estar triste.
¡Irse, irse de mí!
Pasa el árbol y se queda disperso por la Naturaleza.
Se marchita la flor y su polvo dura siempre.
Corre el río y entra en el mar y su agua es siempre la
que fue suya.
Paso y me quedo, como el Universo.
miércoles, 5 de febrero de 2020
Jonas Rolsted -Flex Death 10
Jonas Rolsted, Dinamarca, 22 de noviembre 1980
Traducción Daniel Sancosmed
Flex Death 10
Sol. Pero hay oscuridad. El viento y la lluvia toman los árboles. Pronto llegará el invierno con toda su fuerza. Puede empezar contigo. Igual que en la foto imagen. Que yo te ponga un nuevo nombre. Me baño con agua fría. Empieza a ser de noche, pero el aire sigue siendo suave. Hago como que no he visto la alondra. Espero a que venga una imagen clara en el lienzo. Para echar una mirada a su cara. ¿Me despertó un sueño? Ella me rozó con la mirada. El sol es derecho. Por qué dejarse iluminar por una ley. Los pájaros son reglas. Las reglas son voces que están como cristal en la hierba. Las manzanas son bultos. Cruces de luz desgastados. Una barra de gogó. Amarillo claro. Palabra. De maneras distintas. El vestido está mojado de pis. Plástico rosa oscuro. Mi saco de dormir que estaba frío y empapado de rocío. Rojo claro y azul. Verde claro y naranja. Una rueda de carro quitada. La estrecha pradera. Buena señal. Los párpados mastican su clara carga. Cuando estoy bajo el roble mirando hacia arriba. Pero es tu cabello lo que el sol acaricia. Como un árbol que ha crecido en una alambrada. Un nivel condensado. Él no para de aparecer en los reflejos. Máquina del deseo. Ganas de guerra. La identificación de la ciudad con el fuego. Medio ambiente sin bosque. Papadas enormes. Él es consciente de la vida. Sprechgesang. Un árbol naranja. Un árbol amarillo. Un torrente de hojas amarillas y una frontera donde empiezan a volverse verdes. Es difícil cuando uno ha caminado y mirado hacia delante. Comparativo. Casi podría ser un niño. Punto de acoplamiento. El envés sucio de los árboles. Un anorak azul claro. Los árboles, el viento. Es uno de mis helicópteros favoritos. Un hombre corta una rama con bayas de un árbol y está esperando con paciencia su escalera hasta que yo haya pasado, el rostro consigue cambiar de parecer, antes de que él la vuelva a tirar al asfalto. Los mismos miran, los mismos miran lo mismo. Miro a través de una manga. El sol está muy bajo y blanco. Un árbol transparente (por no tener hojas) una tarde del temprano invierno. Manzanas amarillas brillan en una red de relaciones ininteligibles. Hojas oscuras, sesudas, desnudas en los árboles. Las últimas. Tú usas la palabra tiempo. Hay algo revolucionario en el invierno. El invierno lo revoluciona todo. Tú, tú, tú. Sentido y contrasentido. No hay contrasentido. No hay contrasentido entre algunas cosas. Las hojas están como una luz cercana en las ramas. La próxima vez reino yo. Hojas en un círculo increíblemente amplio con las raíces de los árboles como centro de la elipse. El destino quiere saber. El viento y la lluvia toman los árboles. Privada señal. Kingsplay chess in fine grained sand. No sé qué es más oscuro. Se crea mucho significado en el eje de la profundidad. Hay sol en las hojas. Tienes que estar callado. Tu piel nunca olvida. Abrir una puerta con la espalda. Vida dormida y despierta. Yo si. Está oscuro. A veces la profundidad también puede ser simplemente oscuridad. Él no puede leer a través de mí. Campos brillantes. Ritual y sueño. Está en sus ADN. La gota está abierta. Conflicto entre realidad interior y exterior. Punto de tiempo. El tiempo hace que las repeticiones nos sean comprensibles. Personal mente. Cohorte. Sol. Serie de golpes. Hora de cambio. Flex Death.
Traducción Daniel Sancosmed
Flex Death 10
Sol. Pero hay oscuridad. El viento y la lluvia toman los árboles. Pronto llegará el invierno con toda su fuerza. Puede empezar contigo. Igual que en la foto imagen. Que yo te ponga un nuevo nombre. Me baño con agua fría. Empieza a ser de noche, pero el aire sigue siendo suave. Hago como que no he visto la alondra. Espero a que venga una imagen clara en el lienzo. Para echar una mirada a su cara. ¿Me despertó un sueño? Ella me rozó con la mirada. El sol es derecho. Por qué dejarse iluminar por una ley. Los pájaros son reglas. Las reglas son voces que están como cristal en la hierba. Las manzanas son bultos. Cruces de luz desgastados. Una barra de gogó. Amarillo claro. Palabra. De maneras distintas. El vestido está mojado de pis. Plástico rosa oscuro. Mi saco de dormir que estaba frío y empapado de rocío. Rojo claro y azul. Verde claro y naranja. Una rueda de carro quitada. La estrecha pradera. Buena señal. Los párpados mastican su clara carga. Cuando estoy bajo el roble mirando hacia arriba. Pero es tu cabello lo que el sol acaricia. Como un árbol que ha crecido en una alambrada. Un nivel condensado. Él no para de aparecer en los reflejos. Máquina del deseo. Ganas de guerra. La identificación de la ciudad con el fuego. Medio ambiente sin bosque. Papadas enormes. Él es consciente de la vida. Sprechgesang. Un árbol naranja. Un árbol amarillo. Un torrente de hojas amarillas y una frontera donde empiezan a volverse verdes. Es difícil cuando uno ha caminado y mirado hacia delante. Comparativo. Casi podría ser un niño. Punto de acoplamiento. El envés sucio de los árboles. Un anorak azul claro. Los árboles, el viento. Es uno de mis helicópteros favoritos. Un hombre corta una rama con bayas de un árbol y está esperando con paciencia su escalera hasta que yo haya pasado, el rostro consigue cambiar de parecer, antes de que él la vuelva a tirar al asfalto. Los mismos miran, los mismos miran lo mismo. Miro a través de una manga. El sol está muy bajo y blanco. Un árbol transparente (por no tener hojas) una tarde del temprano invierno. Manzanas amarillas brillan en una red de relaciones ininteligibles. Hojas oscuras, sesudas, desnudas en los árboles. Las últimas. Tú usas la palabra tiempo. Hay algo revolucionario en el invierno. El invierno lo revoluciona todo. Tú, tú, tú. Sentido y contrasentido. No hay contrasentido. No hay contrasentido entre algunas cosas. Las hojas están como una luz cercana en las ramas. La próxima vez reino yo. Hojas en un círculo increíblemente amplio con las raíces de los árboles como centro de la elipse. El destino quiere saber. El viento y la lluvia toman los árboles. Privada señal. Kingsplay chess in fine grained sand. No sé qué es más oscuro. Se crea mucho significado en el eje de la profundidad. Hay sol en las hojas. Tienes que estar callado. Tu piel nunca olvida. Abrir una puerta con la espalda. Vida dormida y despierta. Yo si. Está oscuro. A veces la profundidad también puede ser simplemente oscuridad. Él no puede leer a través de mí. Campos brillantes. Ritual y sueño. Está en sus ADN. La gota está abierta. Conflicto entre realidad interior y exterior. Punto de tiempo. El tiempo hace que las repeticiones nos sean comprensibles. Personal mente. Cohorte. Sol. Serie de golpes. Hora de cambio. Flex Death.
domingo, 2 de febrero de 2020
Mihály Ladányi -En esta cantina
Mihály Ladányi, Hungría, 12 de febrero 1934 – 29 de septiembre 1986
Versión Isabel Pérez Montalbán
En esta cantina
Como quien viajó y guarda
su pasaje de nave, escondido en un libro viejo,
y a veces se lo lleva a la nariz y recuerda
el nombre de la ciudad,
de donde al otro día salió para seguir su camino
solamente llenando el corazón
con recuerdos
y al otro día salió para seguir su camino.
El cartero tira a veces una carta
para que uno medite a veces
sobre la vida.
Como una moneda lanzada hacia arriba
brilla y resuena.
En esta cantina a donde entro ahora
para unas palabras y un trago
la conversación no es tan delicada
como -por ejemplo- en las noches del Club Pen.
En el suelo las huellas de los escupitajos fangosos,
el maestro del naturalismo
suelta una broma y brindamos
por el amor a la carne firme y
por los recuerdos de corazones de polvo de carbón.
Ahora
saliendo de los pozos de los días
y quitándome el día como un mono sucio
en el olor de lámpara de carbón reprimido,
lejos del escaparate con olor de humo y café,
del arte,
aquí donde
bajo en una nueva galería de mi suerte
se me ocurre una mesa de cafetería
donde estaba sentado para encontrar la salvación.
La vagoneta del minuto se vuelve
y saca sus recuerdos al suelo fangoso
y hacemos un brindis gesticulando felizmente,
y el viejo maestro de la mina empieza de nuevo
y recorro los pozos de su vida
como en momentos de la explosión abajo: temblando.
En esta cantina
de un modo raro
me inunda el agradecimiento por la suerte
de no haber llegado a ser el campeón
fino, elegante y exaltado de las palabras
y cayendo en el seno sudoroso del mundo
con dedos sangrientos tengo que cavar hoy también
mis canciones de las piedras rugosas.
Versión Isabel Pérez Montalbán
En esta cantina
Como quien viajó y guarda
su pasaje de nave, escondido en un libro viejo,
y a veces se lo lleva a la nariz y recuerda
el nombre de la ciudad,
de donde al otro día salió para seguir su camino
solamente llenando el corazón
con recuerdos
y al otro día salió para seguir su camino.
El cartero tira a veces una carta
para que uno medite a veces
sobre la vida.
Como una moneda lanzada hacia arriba
brilla y resuena.
En esta cantina a donde entro ahora
para unas palabras y un trago
la conversación no es tan delicada
como -por ejemplo- en las noches del Club Pen.
En el suelo las huellas de los escupitajos fangosos,
el maestro del naturalismo
suelta una broma y brindamos
por el amor a la carne firme y
por los recuerdos de corazones de polvo de carbón.
Ahora
saliendo de los pozos de los días
y quitándome el día como un mono sucio
en el olor de lámpara de carbón reprimido,
lejos del escaparate con olor de humo y café,
del arte,
aquí donde
bajo en una nueva galería de mi suerte
se me ocurre una mesa de cafetería
donde estaba sentado para encontrar la salvación.
La vagoneta del minuto se vuelve
y saca sus recuerdos al suelo fangoso
y hacemos un brindis gesticulando felizmente,
y el viejo maestro de la mina empieza de nuevo
y recorro los pozos de su vida
como en momentos de la explosión abajo: temblando.
En esta cantina
de un modo raro
me inunda el agradecimiento por la suerte
de no haber llegado a ser el campeón
fino, elegante y exaltado de las palabras
y cayendo en el seno sudoroso del mundo
con dedos sangrientos tengo que cavar hoy también
mis canciones de las piedras rugosas.