David Birenbaum, Montevideo 3 de agosto 1964
El Conde
Me apuntan con sus cruces
y me hacen muy mala fama
entre las doncellas;
pero soy solo un caballero
harto de ver la decadencia.
Es falso que bebo
la sangre de las jóvenes
para no envejecer:
les bebo todos los licores
y a cambio
obsequio bromas y halagos.
No hay crimen
ni vulneración de derechos;
no hay eternidad para mí.
¿Se preguntaron, padres,
qué impulsa a una mujer
a mirar hacia la izquierda
exponiendo el latido
de su cuello a mis besos?
¿Desobediencia, curiosidad?
¿”Qué hay más allá”?
-dice cerrando los ojos-
No hay eternidad
para este conde
sólo una noche más
viejo
con una mujer más
joven
y al amanecer, descansar
y la muerte dentro de mí
dormida.
El Conde
Me apuntan con sus cruces
y me hacen muy mala fama
entre las doncellas;
pero soy solo un caballero
harto de ver la decadencia.
Es falso que bebo
la sangre de las jóvenes
para no envejecer:
les bebo todos los licores
y a cambio
obsequio bromas y halagos.
No hay crimen
ni vulneración de derechos;
no hay eternidad para mí.
¿Se preguntaron, padres,
qué impulsa a una mujer
a mirar hacia la izquierda
exponiendo el latido
de su cuello a mis besos?
¿Desobediencia, curiosidad?
¿”Qué hay más allá”?
-dice cerrando los ojos-
No hay eternidad
para este conde
sólo una noche más
viejo
con una mujer más
joven
y al amanecer, descansar
y la muerte dentro de mí
dormida.
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