Ricardo Daniel Piña, Buenos Aires, 22 de agosto 1964
Un poema.
Dos.O tres…
Con un poema... de redención. O dos… O tres…
Que nos contenga y nos vuelva a hacer soñar, a toda esta multitud abandonada
al off-side de los grupos económicos hegemónicos.
Y que suenen para siempre en los oídos cementados de las tribunas,
que no nos llamamos fulbito entretenimiento de las clases populares descerebradas.
Que rece la plegaria nacional y popular…
Y ore,
y diga
mi país es un balón de oro en la infancia desgarrada de los barrios
que diga messi, di maría, mascherano, son mi vida en el Maracaná.
Deberíamos permitirnos que los escalones de todas las tribunas
terminen en la línea de cal
de los laterales
y de la línea de fondo.
Y que los goles propios sean avalanchas terminando en el medio de la cancha
con toda la multitud abrazada festejando en la alegría infinita del fútbol.
Y yo debería,
de una vez por todas,
como una materia pendiente,
borrar las huellas de tus manos tomándome como candados,
amarrando mis dedos para seguirme el paso
por las calles húmedas y calientes de febrero en buenos aires.
Ya no seguirías cantándome. Nunca más.
Ya no seguirías balanceando tus tetas redondas en los barcos mercantes,
cargados de pomelos & naranjas del paraway.
Seré un perro famélico, desahuciado en las planicies de Lanús City.
Buscando algo sin ningún sentido.
Ladrándole a las estrellas.
Y tomando Pepsi Cola en algún barsucho de la estación de trenes.
Hasta que
Seamos campeones del mundo en Brasil.
O me llegue la muerte por un ACV…
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