Gisela Galimi, Lobos, pcia. de Buenos Aires, 25 de octubre 1968
Se vació de golpe
el cuenco de la tarde
cuando cerré la puerta
ya no quedaba nadie.
Recordé el rostro
dorado de mi hijo.
Emprendí sola
el camino de la noche
a campo traviesa del miedo
una luna pequeña
entre ceja y ceja.
No me animé a los pastizales
el camino de la tierra
fue cobijo,
la noche de la noche entre los labios
el cuenco vacío de las manos
acariciando el aire.
El ruido del amanecer
solo siete horas después llegaría.
O este otro!
Una mujer
se cayó de un hombre
giró sus sueños
en plumas rojas
no era, ave de paso
Como sin eje
equilibrista, rueda que rueda,
hecha costilla
una mujer
los que la vieron
cuentan traía
risa en los labios.
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