Rubén González, CABA, 31 de mayo 1961
El árbol es también sus hojas caídas
y la sombra que, intangible,
lo rehace en músculos de hierba.
Las hojas caídas son también
el ruido y el silencio de su extraño funeral,
alas de un ave sin ave
en híbrida suspensión.
El aún de la sombra requiere su tiempo.
Entre la mañana y la tarde explora los cauces
donde reunir sus particiones
que la noche hace mar.
A esa hora,
la inexistencia del mundo
es también
la innegable existencia del mundo.
El arte en que las cosas se tornan marejada
indica un propósito,
el aún de la oscuridad.
Negro más negro todo árbol navega.
Muertas menos muertas
encallan las hojas.
A cierta hora, el vacío,
ordena líquidos vitales
para coser el naufragio de lo permanente.
Todavía es una ley,
que en la sustancia del diluvio,
firmaron los ciegos.
El árbol es también sus hojas caídas
y la sombra que, intangible,
lo rehace en músculos de hierba.
Las hojas caídas son también
el ruido y el silencio de su extraño funeral,
alas de un ave sin ave
en híbrida suspensión.
El aún de la sombra requiere su tiempo.
Entre la mañana y la tarde explora los cauces
donde reunir sus particiones
que la noche hace mar.
A esa hora,
la inexistencia del mundo
es también
la innegable existencia del mundo.
El arte en que las cosas se tornan marejada
indica un propósito,
el aún de la oscuridad.
Negro más negro todo árbol navega.
Muertas menos muertas
encallan las hojas.
A cierta hora, el vacío,
ordena líquidos vitales
para coser el naufragio de lo permanente.
Todavía es una ley,
que en la sustancia del diluvio,
firmaron los ciegos.
"A esa hora,
ResponderBorrarla inexistencia del mundo
es también
la innegable existencia del mundo"
Lindo a esta hora encontrar este poema, Rubén, elemental, conmovedor, lleno de encanto de ese que sólo conocen los poetas.