Soy
El Estudio de Federico Chopin continuó
sonando en mi abismo como la piedra en el agua suave.
Una piedra de cal y bronce
sobre el aire hendido por esta resonancia.
Ahora el paño blanco bajo el teclado me lleva horizontal
como quien anda sobre manos extendidas y firmes
para dejar al fin del viaje una ofrenda de salvación.
Llego a la Plaza de Mayo
en una mañana clara y fría. Me miran el Cabildo,
la Catedral, el Colegio de San Carlos, San Ignacio,
la Pirámide –una señora pequeña y prestigiosa.
La Casa donde están los emblemas del poder,
sólo los emblemas. Mustios después de tantas
y tantas esperanzas de la pobre viuda.
España plantó el tronco, el poste inolvidable.
Se derramó como el agua inacabable en un Continente
cuyo Sur habitamos desde cuatro o cinco siglos. Ayer nomás.
Ayer la tierra negra y el pasto soportaron
vacadas cimarronas, paja y barro con montes
remontando los ríos.
Estas pampas me anunciaron. Veo mi nombre
escrito en la tierra seca cuando piso el suelo de la Plaza.
Los gauchos llegaron en la madrugada, los chambergos
no esperaron a sus dueños, entraron con ellos
después de más de dos siglos de chozas. Barro y agua
que no temieron el cielo ni el Río ni lo oscuro.
Brilla el sol. Arde mi alma hablando con los restos.
Ladrillos que se asoman al verme. Tristes árboles.
Huellas revelan la tierra seca bajo mis pie,
polvo y caballos en la madrugada
y después los señores: Mitre, Roca
y la Francia que vistió para siempre una aldea inmortal
e impuso cuello blanco y clavecín
en ángulos que descubrían los abuelos.
Pues sí. Triunfó la piedra monumental
sobre fardos y relinchos. Aunque la gramilla
siguió brotando en los bordes helados del cemento seco.
Décadas, siglos de alambre contra pastos,
de polvo contra vidrio y portales.
Desde siempre somos y estamos en esta Plaza inmóvil.
Levanto vuelo y veo desde las nubes
mansiones verdes, indios en retirada
y mis padres cruzando un universo de agua.
El chiripá y el guardamontes
son por aquí un recuerdo lejano
pero pugnan los pastos y sus puntas
saludan desde cornisas y bordes de tierras sin consuelo.
En 1830, mientras no terminaba de nacer este invento
en el Sur extremo,
esta Pampa incomprensible con ganado, Aduana,
poncho y estancias grandes;
Federico Chopin dibujaba una trama de notas
en este papel que hoy me estremece
cuando suena en mi alcoba
o en los últimos salones de París.
A Luis O. Tedesco
Un poema lleno de imágenes y recorridos en el tiempo con una mirada crítica frente al poder...en una hermosa prosa. Gracias por compartirlo.
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