Gabriela Yocco, Córdoba, 19 de septiembre 1968
en el vasto territorio de la soledad se erigen países y océanos y torres ásperas
como un lamento viejo
en el vasto país de mi soledad se alzan los muros de un sueño
o el prisma infinito de la pesadilla o
ese sabor salobre de la ausencia
en el vasto país de mi soledad
hay cientos de espejos que sólo reflejan los rostro idos idos
como si reflejar pudieran el sentido del viento
hoy no acuno ningún nombre ninguna sílaba
tal vez sólo mueva en el centro vertiginoso de mi entraña la mirada buena del amigo
su mano en mi espalda su voz en medio del sonido de los vidrios roto
hoy no veo el blanco encalado del cielo ni tampoco puedo ver su gris esmalte de
tormenta
hoy cerré los ojos tan fuerte tan duro que sólo puedo ver el interior del vasto país
de mi soledad
lleno de estrellas que multiplican el mareo y la náusea
hoy las plantas las hojas de los libros me miran con sus ojos inexplicables
en el vasto país de la soledad que comprende largos territorios de arena
y amplias montañas y ríos escabrosos yo me muevo
como un alga o un confín
porque el dolor ha tomado el poder
en la pequeña región de mi cuerpo y su bandera oscura
atrapa cada palabra y la vuelve un sonido infértil
porque la bandera oscura del dolor es señora de mi país y de sus fronteras
como si hubieran atrapado con un lazo oscuro a cada ciervo y su osamenta fatal
como si hubieran puesto a cada ciervo contra un alambre para que muriese lento
-pocas cosas más tristes tal vez que esa muerte lenta mansa de los ciervos atrapados-
hoy no sé de nada más que las dimensiones espesas del mapa de mi soledad
que despliego como si fuese ciega y palpo palpo
sangrando los nudillos
en el vasto territorio de la soledad se erigen países y océanos y torres ásperas
como un lamento viejo
en el vasto país de mi soledad se alzan los muros de un sueño
o el prisma infinito de la pesadilla o
ese sabor salobre de la ausencia
en el vasto país de mi soledad
hay cientos de espejos que sólo reflejan los rostro idos idos
como si reflejar pudieran el sentido del viento
hoy no acuno ningún nombre ninguna sílaba
tal vez sólo mueva en el centro vertiginoso de mi entraña la mirada buena del amigo
su mano en mi espalda su voz en medio del sonido de los vidrios roto
hoy no veo el blanco encalado del cielo ni tampoco puedo ver su gris esmalte de
tormenta
hoy cerré los ojos tan fuerte tan duro que sólo puedo ver el interior del vasto país
de mi soledad
lleno de estrellas que multiplican el mareo y la náusea
hoy las plantas las hojas de los libros me miran con sus ojos inexplicables
en el vasto país de la soledad que comprende largos territorios de arena
y amplias montañas y ríos escabrosos yo me muevo
como un alga o un confín
porque el dolor ha tomado el poder
en la pequeña región de mi cuerpo y su bandera oscura
atrapa cada palabra y la vuelve un sonido infértil
porque la bandera oscura del dolor es señora de mi país y de sus fronteras
como si hubieran atrapado con un lazo oscuro a cada ciervo y su osamenta fatal
como si hubieran puesto a cada ciervo contra un alambre para que muriese lento
-pocas cosas más tristes tal vez que esa muerte lenta mansa de los ciervos atrapados-
hoy no sé de nada más que las dimensiones espesas del mapa de mi soledad
que despliego como si fuese ciega y palpo palpo
sangrando los nudillos
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