Hugo Padeletti, Alcorta, Santa Fe, 15 de enero 1928
Uno escribe poemas
porque está vivo. No se puede
enfriar el Ecuador o derretir
la Antártida; se puede
templar la voz. Las evasivas
palabras
se avienen al pautado molinete
del tiempo. Sin ponerse
fuera de sí - corpóreas,
consteladas –
son éxtasis. Leudante
es el sesgo innombrable
que se refracta: lo no dicho
produce clima, al pensamiento
le brotan yemas, un acento
de lenta languidez
de pronto es instrumento
de rebato. ¡Oh falacia
de ser ajeno, exiguo, vieja muda
que asfixia: la evidencia
despierta te descarta! ¿No es el arte
del plantío en la lluvia, su primicia
de verde dicha? Fugitivos
brillantes en las ramas, alegría
casi sin yo, toda sumida
en el objeto. Instante,
revelación. ¿De qué?
¿Para qué? No hay sujeto
que lo predique. Meta
del anzuelo en el agua
es presentarlo: a veces,
eso pica.
Uno escribe poemas
porque está vivo. No se puede
enfriar el Ecuador o derretir
la Antártida; se puede
templar la voz. Las evasivas
palabras
se avienen al pautado molinete
del tiempo. Sin ponerse
fuera de sí - corpóreas,
consteladas –
son éxtasis. Leudante
es el sesgo innombrable
que se refracta: lo no dicho
produce clima, al pensamiento
le brotan yemas, un acento
de lenta languidez
de pronto es instrumento
de rebato. ¡Oh falacia
de ser ajeno, exiguo, vieja muda
que asfixia: la evidencia
despierta te descarta! ¿No es el arte
del plantío en la lluvia, su primicia
de verde dicha? Fugitivos
brillantes en las ramas, alegría
casi sin yo, toda sumida
en el objeto. Instante,
revelación. ¿De qué?
¿Para qué? No hay sujeto
que lo predique. Meta
del anzuelo en el agua
es presentarlo: a veces,
eso pica.
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