Rodolfo Godino, San Francisco, Córdoba, 3 de marzo 1936 – Bs As , 14 de enero 2015
Estado de reverencia
1
Sujeta, impedida
mantuve en mi boca la palabra
que nos hubiera convertido,
la que debió orientar,
conducir
hasta los cuerpos desmañados
agua de unión.
Casi
no existíamos,
la lenta sabiduría
apenas tomaba espacio
en la historia desierta.
2
Fuiste el centro
de los poemas oscuros,
los que creían
alcanzar revelaciones
en los rastros aún tibios,
quizás un brazalete
sobre los mosaicos húmedos
de la terraza
que tu aura me prohibía:
temeroso
de la
belleza fluyente
sólo rozaba el círculo,
las huellas de tus pies tempranos.
3
Estás ahí.
El arco excéntrico
de tu brazo todavía recorre
el pelo encrespado.
Estás ahí,
con el fondo doméstico
de lomas abiertas por la cal,
trabajando en el tumulto
de mi garganta, imagen
que se ordena para volar
o ceder el alma.
4
Nada merece
sus despojos, ningún milagro
su evaporación, ningún jardín
vientos del sur
o una lengua de fuego.
Te miro,
una más entre la gracia
de agapantos y estrellas federales,
ganando luz y perdiendo realidad:
te doy otra vez
aire imaginario
sin rozar tu cuerpo verdadero.
Te miro,
tanta destrucción
y sin embargo estás viva.
¿Hubieras durado
más allá de sueños
sin la defensa,
sin el molde de las palabras?
5
En el paraíso, en las rondas
de mi cabeza fiel
todo es claro.
Mañana
como hoy volveré a cavar
según tus límites:
la máscara de una fotografía
o un pectoral quebrado
no te muestran, no hablan de ti,
sí el movimiento amarillo
que fuiste un instante
al ir desde las columnas
a la escalera
de cortar racimos,
eso
quedó
en el ojo virgen
para siempre,
esa es la
puerta
por la que entras y sales
del fino pincel,
pequeña en el tiempo
y apenas iniciada,
sin compartir la comunión
porque signos y descensos
frenaron al espíritu
en el fondo de mi boca.
6
Nada me ayudó.
Todavía ignoro
si al menos el ruido, la cáscara
del amor ahogado
fue percibida
sobre los continuos
dones solares.
Las palabras
no dichas cercan al mundo
y dañan después, arden
en sus ruinas:
¿cuánto pagaré
por haber negado el alma?
7
Lo que te guarda vive
en el amanecer.
Te alejas,
encerrada
al otro lado del vidrio
y otra vez
el perfume apagándose
anuncia el viaje,
acaso el fin de los años nocturnos
donde lo arruinado
corre hacia atrás
esperando del sueño
remedios de fondo.
Te
alejas
del que quiso servir
sin poderes, sin cuerpo,
del que hunde
la cara en la tenaz imagen
de aquella casa musical
que ya no guarda de ti
la voz ni el porte,
de mí solo atriciones y averías
y sobrevuelos
de un canto
que vibra en el vacío, que siempre
recomienza.
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