lunes, 10 de julio de 2017

Elidio La Torre Lagares -santurcesutra

Elidio La Torre Lagares, Adjuntas, Puerto Rico, 23 de febrero 1965


santurcesutra

somos los incomprendidos, los subestimados
los fronterizos que llevamos muertos a pasos
para adoquinar la fatiga (el futuro una vez
estuvo en nuestras manos, hasta que nos salieron
cayos de sostener tanta nada)— y nos dijeron
que no había cabida, que la casa estaba llena
y nos dejaron sin techo para cobijar la
esperanza por ser unos locos, ser tan locas,
(Manuel Ramos Otero, exiliado y sin irse, se
venía en sus rostros, con la horrible ternura del
amor no correspondido pariendo fantasmas
rosados y malcriados) mientras tragábamos
la leche y la herrumbre de la patria avejentada
y en sotana— somos la constancia, la carencia:
los que esperaban el mañana todos los días
en camisetas del Che, entre humo, cervezas,
y conversaciones truncas sobre Sartre y Camus,
comiendo humus isleño y deshojando pretextos—
somos la palabra inmóvil como barro seco,
entre sombras de baba dormida en convenios con
la patria inventada— somos los versos perdidos
de un poema, somos la cizaña que estropeó el
trigo y llevamos la mirada agotada por el
horizonte enrojecido que se desgasta en cada
aliento venido a menos— somos la posibilidad
negada, la antología censurada, mitad
del gusano que se queda en la guayaba— somos los hijos
deformes de la oscuridad, la polifonía nominal
del interior silenciado que paseamos por la Ponce de León,
-allí estaba José María Lima, peregrinando con boca amarga,
alucinándonos, y nos preguntaba «¿Por dónde anda mi nombre?»-
esquinando duro con incertidumbre narcótica—
somos sombras muertas y grises que lamen grafitis
y orinan el aserrín de la promesa podrida—
somos cosas viejas profanadas y maltrechas de juventud
somos así, llenos de ambigüedades, amplios
e incompletos, discontinuos y defectuosos:
y conocemos este sutra porque sabemos
que es así, porque llevamos la legaña del
desvelo, faltos de amor, promiscuos en la igualdad
y en la forja del sueño mirando atardeceres
derretirse en Santurce entre los esqueletos
del país que nunca fuimos




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