Fabián Casas, Boedo, 7 de abril 1965
Los ciclos
Estuve charlando con tu verdugo.
Un hombre pulcro, amable.
Me dijo que, por ser yo,
podía elegir la forma en que te irías.
Los esquimales, explicó, cuando llegan a viejos
se pierden por los caminos
para que se los coma el oso.
Otros prefieren terapia intensiva,
médicos corriendo alrededor, caños, oxígeno
e incluso un cura a los pies de la cama
haciendo señas como una azafata.
"¿Es inevitable?", le pregunté.
"No hubiera venido hasta acá con esta lluvia", me replicó.
Después habló del ciclo de los hombres, los aniversarios,
la dialéctica estéril del fútbol, la infancia
y sus galpones inmensos con olor a neumáticos.
"Pero", dijo sonriendo,
"las ambulancias terminan devorándose todo".
Así que firmé los papeles
y le pregunté cuándo iba a suceder...
¡Ahora!, dijo.
Ahora
tengo en mis brazos tu envase retornable.
Y trato de no llorar,
de no hacer ruido,
para que desde lo alto
puedas hallar
la mano alzada de tu halconero.
Los ciclos
Estuve charlando con tu verdugo.
Un hombre pulcro, amable.
Me dijo que, por ser yo,
podía elegir la forma en que te irías.
Los esquimales, explicó, cuando llegan a viejos
se pierden por los caminos
para que se los coma el oso.
Otros prefieren terapia intensiva,
médicos corriendo alrededor, caños, oxígeno
e incluso un cura a los pies de la cama
haciendo señas como una azafata.
"¿Es inevitable?", le pregunté.
"No hubiera venido hasta acá con esta lluvia", me replicó.
Después habló del ciclo de los hombres, los aniversarios,
la dialéctica estéril del fútbol, la infancia
y sus galpones inmensos con olor a neumáticos.
"Pero", dijo sonriendo,
"las ambulancias terminan devorándose todo".
Así que firmé los papeles
y le pregunté cuándo iba a suceder...
¡Ahora!, dijo.
Ahora
tengo en mis brazos tu envase retornable.
Y trato de no llorar,
de no hacer ruido,
para que desde lo alto
puedas hallar
la mano alzada de tu halconero.
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