Boris Pasternak, Moscú, 10 de febrero 1890 – Rusia, 30 de mayo 1960
Traducción Natalia Litvinova
Mi hermana la vida
Mi hermana la vida hoy se rompe a torrentes
contra todos como lluvia primaveral,
pero la gente enjoyada se queja y muerde
con cortesía igual que una víbora en la avena.
Los ancianos dan sus razones,
sin duda las mías son ridículas:
la tormenta tiñe de lila los ojos y el pasto,
y el horizonte huele a hierba perfumada.
En mayo leo la ruta de los trenes
señalando con un junco
y es más grandioso que el Libro Sagrado
o el diván ennegrecido por el polvo
del temporal.
Y cuando el freno lanza sus ladridos
a los amables campesinos en el viñedo,
desde el asiento miro si llegamos
a mi estación
y ocultándose el sol de mí se compadece.
Y por tercera vez la campanilla
se disculpa: lo siento, aquí no es.
Detrás de la cortina: la abrasadora noche,
la estepa rueda hacia la estrella.
Parpadeando, titilando, algunos ya descansan,
mi amada también duerme como Morgana,
a la hora en que mi corazón salpica
por las plataformas y desde las puertas
del vagón
rocía la estepa.
Traducción Natalia Litvinova
Mi hermana la vida
Mi hermana la vida hoy se rompe a torrentes
contra todos como lluvia primaveral,
pero la gente enjoyada se queja y muerde
con cortesía igual que una víbora en la avena.
Los ancianos dan sus razones,
sin duda las mías son ridículas:
la tormenta tiñe de lila los ojos y el pasto,
y el horizonte huele a hierba perfumada.
En mayo leo la ruta de los trenes
señalando con un junco
y es más grandioso que el Libro Sagrado
o el diván ennegrecido por el polvo
del temporal.
Y cuando el freno lanza sus ladridos
a los amables campesinos en el viñedo,
desde el asiento miro si llegamos
a mi estación
y ocultándose el sol de mí se compadece.
Y por tercera vez la campanilla
se disculpa: lo siento, aquí no es.
Detrás de la cortina: la abrasadora noche,
la estepa rueda hacia la estrella.
Parpadeando, titilando, algunos ya descansan,
mi amada también duerme como Morgana,
a la hora en que mi corazón salpica
por las plataformas y desde las puertas
del vagón
rocía la estepa.
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