Roberto Guareschi, CABA, 2 de noviembre 1945
No te vayas sin mirarme
La muerte se lleva primero tus ojos y
deja espejos húmedos
hondos en tu cráneo.
¿Te vas?
Tus dedos jóvenes se agarran
a la correa de mi reloj.
¿Soy una luz que se aleja de vos?
Mamá, ¿en qué lugar de tu memoria estás?
La fiebre adelgaza tu piel
la pega a tus huesos
finita como agua brillante
tantas veces tu piel me ha dado miedo.
¿Escuchás las voces de otras viejas?
Te están soñando inmóviles
en camas hondas como cunas
esta noche de misa.
Tu pecho hace ruido
tan pequeño y tanto ruido
cada respiro termina
en una pausa demasiado larga
cada respiro es una ola que boquea en la arena
pequeña madre
tu cuerpo tiene el olor hiriente
de un cuarto cerrado y húmedo hace años,
pasé la infancia en una historia de ese cuarto
pero tu olor entonces era dulce,
el de los paraísos florecidos,
y los mediodías tenían color de mandarinas en el pasto.
Tus ojos parecían celestes
y tus piernas lujosas
plegadas a mi lado en un banco de plaza
eran un recuerdo de alegría para siempre.
Pero esos ojos no eran celestes ni dichosos
tenían una tristeza insomne
y aquellas piernas eran miedo
que me cerraba la garganta
para que no se me escapara el cuerpo.
Tu piano canta todavía en aquel cuarto vacío
notas húmedas que resbalan en mi cara.
¿Y yo qué hago?
Dejame mamá
las viejas ya están ululando.
¿Qué dicen?
¿Morir tiene este ruido y este olor?
¿tiene palabras?
Te quiero mucho
Yo también
dice tu voz sin aire
tu boca es un abismo negro
y mi voz
mi voz es un escándalo
soy Roberto
no te vayas sin mirarme.
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