Terminó el verano
formas duras cumplen su ciclo de soledad
donde se demora el tiempo
llega la época del sílice con su pobreza en alarido
vuelve el oscuro rigor de la piedra
a su horma de alarido
espectro donde se destemplan los huesos amarillos.
Llega la época del silencio
las horas del estéril vacío que va cuajando
un torrente de mármol en las venas del hombre que trabaja
y los campanarios se quedan sin aliento
la noche se arrodilla ante el vino litúrgico
sobre el mismo hombre absorbido por la piedra de sal,
las criaturas viven a morirse
dolor adentro de su orgullo hasta absorber
el último color de la flor,
erguido, indescifrable, inmóvil planicie sonámbula
que arroja su amargo símbolo que trajo
de los escombros el futuro.
Se acabó el verano,
un remolino de estrellas hace la mímica
de un nombre inaccesible,
el nombre de un ciego tembloroso
hecho de eternidad.
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