domingo, 28 de febrero de 2016

Lisel Mueller -Vivir juntos

Lisel Mueller, Hamburgo, 8 de febrero 1924
Traducción del inglés Antonio Mengs


Vivir juntos

Hablando de maravillas, vivo
junto contigo, cuando podría haber vivido
con otro cualquiera,
cuando podría haber sido la mujer de Abelardo
o la fulana de un papa del Renacimiento
o la esposa de un campesino sin comida suficiente
ni suficiente amor, mis niños
muertos por la plaga. Podría haber dormido
en una alcoba cerca del hombre
de la nariz dorada que apunta
a las estrellas,
o haber cosido una bandera estrellada
para un general con dientes de madera.
Podría haber sido la Pocahontas ejemplar
o una mujer sin nombre
llorando en la cama del Amo
por mi marido, cambiada por una mula,
hija mía, perdida en una apuesta borracha.
Podría haber sido amarrada al palo de un tótem
para apaciguar a un dios vengativo
o abandonada, niña sin provecho,
a la muerte en el acantilado. Me gusta pensar
que podría haber sido Mary Shelley
enamorada del ángel insidioso,
o la amiga de Mary. Podría haber sido tú.
Este poema no tiene fin, las probabilidades
en contra nuestra son interminables,
nuestras oportunidades de vivir juntos
estadísticamente inexistentes;
aún así lo hemos hecho, vivir en un tiempo
en que racionalistas de ajustados sombreros
y destocados Testigos de Jehová
están de acuerdo en casi todo,
vivir con nuestros niños vivaces
quienes —para los interminables si—
podrían haberse perdido el vivir
juntos con maravillas y locuras
y anhelos y engaños y deseos
y error y humor y compasión
y viajes y voces y rostros
y colores y veranos y mañanas
y conocimiento y lágrimas y azar.

viernes, 26 de febrero de 2016

Mary Jane Newton -La cita

Mary Jane Newton, Goa, India, 8 de octubre 1965
Traducción Ricardo Rubio


La cita

Te emplazan una cita
en la madrugada
en un hotel
y no puedes decir que no
tienes que ir
y cuando llegas
ahí está el mar de fondo y el reflujo de la pobreza
el sentido humano erosionado apestaba
se refregaron las caras contra
una antigua rueda de necesidades
los gritos atormentados de los bebés
las madres lavando enfermos en las piletas
y maleteros del infierno
soltando venenos, acarreando saliva
y hombres entre las piernas de mujeres delirantes
y luego te enteras
que los pasillos están llenos de sombras
y en las sombras cuelgan cuerpos incrustados el aire
los blancos asoman en sus ojos
las manos hinchadas y arrugadas las tripas
también cuelgan voces perdidas
suspendidas como ropa olvidada
puesta a secar
y maletas abandonadas llenas de vacío
pensamientos y risa
y el demonio presidiéndolo todo
está programado para llamarte por tu nombre
pero no ha pronunciado tu nombre
de modo que esperas y te asombras
y compruebas las puertas del hotel
pero ninguna está donde tiene que estar
y necesitas estar allí ahora
ya estás retrasado
y entonces es cuando empiezas a sospechar
que es una ruta espiralada dentro del alma de la oscuridad
y que se hunde hacia dentro
y tal vez tu nombre nunca se pronuncie
y nunca llegaste

miércoles, 24 de febrero de 2016

Ricardo Rubio -La razón es ciega cuando se agita un prisma

Ricardo Rubio, Buenos Aires, 11 de mayo 1951


La razón es ciega cuando se agita un prisma

Cualquier palabra no es tu palabra;
no es tuya la voz del niño
    con garganta de trueno,
ni el color del tulipán, ni la brisa del sur.
Ese escudo no te cubre del temor,
esa cota no impide el paso de las flechas.

A veces, la luz se dispersa
    para dejar un hueco confuso
    en el ojo de los hombres.

Cuando los bosques en tierras aún indecibles
    no imaginaban su follaje,
cuando el sol era un punto
    con todos los puntos encendidos,
cuando los astros eran fragmentos
    de un único astro incomprensible y loco,
y la molécula vibraba en la insistencia,
    el escriba ya era parte de un recuerdo
    en la materia,
y aunque sus ojos no atinaban ni el espíritu
    ni el hueso, ni el calor, ni la intemperie,
en su inercia la vida planeaba la risa de la pasión
    y el cuarto oscuro de la ciencia.

Luego un hombre entrevió el roce, la fisura,
el músculo partido
    por la simple disolución de la franqueza.

Y gimió.


lunes, 22 de febrero de 2016

Héctor Viel Temperley -Larga esquina de verano

Héctor Viel Temperley, Bs. As.,21 de mayo 1933 – Bs. As., 25 de junio 1987


Larga esquina de verano

¿Nunca morirá la sensación de que el demonio puede servirse de los
    cielos, y de las nubes y las aves, para observarme las entrañas?

Amigos muertos que caminan en las tardes grises hacia frontones de
    pelota solitarios: El rufián que me mira sonríe como si yo
    pudiera desearla todavía.

Se nubla y se desnubla. Me hundo en mi carne; me hundo en la iglesia
    de desagüe a cielo abierto en la que creo. Espero la resurrección
    -espero su estallido contra mis enemigos- en este cuerpo,
    en este día, en esta playa. Nada puede impedir que en su Pierna me azoten
    como cota de malla -y sin ninguna Historia ardan en mí-
    las cabezas de fósforos de todo el Tiempo.

Tengo las toses de los viejos fusiles de un Tiro Federal en los ojos. Mi
    vida es un desierto entre dos guerras. Necesito estar a oscuras.
    Necesito dormir, pero el sol me despierta. El sol, a través de mis
    párpados, como alas de gaviotas que echan cal sobre mi vida;
    el sol como una zona que me había olvidado; el sol como un golpe
    de espuma en mis confines; el sol como dos jóvenes vigías en una
    tempestad de luz que se ha tragado al mar, a las velas y al cielo.

sábado, 20 de febrero de 2016

Julio Salgado -Brea chimpana

Julio Salgado, Frías, Santiago del Estero, 31 de julio 1944



Brea chimpana


La tablilla del ala y la estructura de un fruto  aparecen sobre el albardón de una íntima
        comarca, un túmulo donde está quieta la luz. La mancha nacida desde un dialecto ya
        extinguido. Todo puesto por un acto puro de la creación después de adorar a la cópula
        y desandar entre los meridianos.                                                                                                                                                            


¿ Qué alumbra al agónico retiro de los antiguos tatúes bajo la tierra y a las rígidas cabelleras de
         quebrachos decorados con los labios abiertos de sus sámaras,
          a las terrazas de poleo, al torzal de los tasiales que exponen el brote de las vulvas
         desvestidas por las muchachas inocentes del monte?


Ese horizonte tensado por la pasión como una alhaja erótica. La flecha que rasa los pastos
         que adora un rincón del mundo desperdiciándose de su destino hasta hacerse una
         una estrella desgajada en el lecho de una cañada. El alba que vigila los restos dejados
         por el puma saciado de la noche.


Esa campaña selvática-aborigen cubierta de madrejones resecos, embabados solo por
         laberintos y luciérnagas muertas de las geografías.


Ese cuadro que está compuesto y representa las partes interiores de un cuerpo mirado
         desde la lejanía, mancha rosa que aún llama a la vida, a la escuela pagana de aquellas
       ceremonias naturales.


¡Oh gloria, un mapa tocado con la lengua como la curva de la piel de una mujer en la majada,
        sin saber si la tocamos con la demencia o con el hado!


Buscad su pedanía.-
                                                       


jueves, 18 de febrero de 2016

Silvio Mattoni -Orión

Silvio Mattoni, Córdoba, 29 de noviembre 1969


Orión

Traduzco a un autor cruel consigo mismo
que me enreda en sus frases; y le presto
la microfibra azul de tinta china
a mi hijito de cinco, Galileo,
para poder seguir una hora más. Dibuja
en hojas color crema un auto enorme
con más de diez ventanas, luego unos helicópteros
donde están su familia cercana y otros grupos
de amigos y parientes. Cuando me entrega
los diseños terminados, planos monocromos,
la hoja de abajo aparece acribillada
de puntitos azules. “Son estrellas”, me dice.
Y empieza a unir rayitas, gotas, manchas
infinitesimales que el azar dejó pasar
a través de la textura porosa
de sus papeles de trabajo, de a poco va
formando una figura. “¿Qué dibujás?”, pregunto.
“Uno las estrellas para armar a Orión”, me dice.
Así es, asombrado me fijo en el muñeco
que levanta su brazo hecho de puntos azules
y que exhibe orgulloso un cinturón notable.
“¿Pero quién te dijo que en el cielo está Orión?”
“Eso lo sabe todo el mundo”, contesta.
De pronto la poesía se vuelve adivinanza
o el hallazgo fortuito de unas coincidencias
entre las palabras vivas, un cuerpo que crece,
y lo escrito hace años. Porque alguna vez
le mostré la Vía Láctea, el chorro deslumbrante
de luces en la noche de las sierras,
a un bebé que no hablaba pero alzaba
su dedito índice. Escribí lo que pensé
y lo que nunca dije, que allá arriba
había un gigante y que las tres luces
de su cinto inclinado acá en el sur
tenían nombres de mujeres bíblicas.
Ahora él reconocía mi silencio
y junto a la figura de puntos engrosados
por el flujo de tinta suave y firme
empezó a anotar lo único que sabe
escribir, su nombre en mayúsculas de imprenta:
GALILEO. Guardo la hoja para después,
cuando me tire de nuevo a caminar
sobre el agua imprevista de un poema
y trate de evitar el destino que acecha
en el final de una persecución
inútil. Si alcanzo a demorar la picadura
del escorpión, podré recuperar lo visto
con un nenito alzado mirando el nacimiento
de cada estrella. En la computadora
dejo que cante una contralto, busco
el sentido de su voz, la cacería
puesta en lo alto: “Mi corazón está
en las sierras, no acá, está persiguiendo
a una liebre o a un cuis entre las sierras
adondequiera que vaya”. Con la oda
mística de un compositor estonio
dicha en inglés, despedimos la infancia
porque ahora todo nos habla, Galileo.
“Quedaron atrás las sierras del oeste
donde nació el valor, país del precio
exacto; donde sea que me pierda, donde
me lleven los años, seguiré amando siempre
la sierra en que tu dedo marcó el cielo.
Adiós a las cañadas y los valles,
chau bosquecitos y arbustos silvestres,
rumor de arroyos y vertientes mudas.”
Ahora querés jugar, se acabó la hora
del arte. Querés poner canciones
menos opacas, menos trascendentes. “Mi corazón
está en las sierras persiguiendo a un ciervo”
y no espera la flecha del final
ni el aguijón de los ocho minutos
que dura el tema. “En las montañas altas
adondequiera que voy”; que también vaya
entre capas de olvido junto a vos
el hermoso gigante de los cuentos
que sólo atiende y carga a los que crecen.


martes, 16 de febrero de 2016

Gustavo García Saraví -La decadencia de las familias

Gustavo García Saraví, La Plata, 29 de diciembre 1920 - Buenos Aires,19 de mayo 1994


La decadencia de las familias

Igual que una humedad, un gusano, una caries,
la decadencia empieza en una célula
íntima y misteriosa del cuerpo, un lugar no
determinado y azaroso: el bazo,
los molares, la tibia,
el legendario timo, las meninges.

Tampoco se conoce exactamente
el momento elegido
por la destrucción para iniciar la tarea,
poner en movimiento microscópicas picas,
tornos, excavadoras, aparatos feroces
para correr cimientos, dignidades, soberbias,
títulos de doctores.

Se sabe, sí,
que aparecen de pronto aunque insensiblemente
y enseguida comienzan
a echar abajo
las limpiezas y honores de la gente.
Es un trabajo lento e incesante
que a veces dura siglos y se hereda de padres
a hijos, sin remedio, igual que aquellas
enfermedades cuyo nombre
no debía decirse frente a las criaturas.

Los síntomas son claros:
una pobreza apenas perceptible
invade las persianas, las comidas,
los trajes de etiqueta, el orgulloso número
de cocineras y lebreles.
Durante un tiempo
nadie percibe
que falta un pobre o sobra algún remiendo
en el tapado de las niñas.
Sigue llegando
dinero desde el campo, desde
las vacas, desde los arrieros, desde
los radiantes trigales.

Después se rompen una
preciosa fuente
de porcelana, una consola,
unos botines de charol
que no se pueden reemplazar,
se descuelgan arañas o tapices
y los sillones
se vuelven amarillos o ruidosos.

Son circunstancias
inesperadas pero fáciles
de remediar, detalles, telas que hay que cambiar
por otras, la sequía,
los chacareros que no pagan,
un mal año que no durará toda
la vida, por supuesto, la Sociedad Rural
manejada por tontos y dipsómanos.

Pero los infartados, las paredes rajadas,
los almohadones continúan cada
día peor,
más cascarudos y gomosos
tal como lo anunciaron las divinas
adivinas: lechuzas en todas partes, cráteres,
Bastillas, pergaminos, vis a vis, incunables
pisoteados
y confundidos.
Ahora existe como un encono de criadas,
de futbolistas, de aparceros
que hasta ayer eran
una montura, un truco,
una larga mateada. Algo sucede,
es innegable, fechorías
del diablo, peronismos, maldiciones,
pereza de los nietos, los turcos, los judíos,
la mala calidad de las cosas de Harrods.

Hasta que ya
en el final, se precipitan
la caspa, los derrumbes,
las borracheras,
los apellidos
que nadie sabe
de donde mierda vienen, las nenitas roñosas.
Es imposible
volver atrás, a Sobremonte,
a las diez mil leguas de pampa,
a la Primera Junta, al coronel Zutano,
glorioso vencedor de los indios desnudos
y sin armas.
Se caen irremediablemente
los cielo-rasos
los guardapelos, los modales,
la honestidad, los libros en francés
y se comprende entonces, no sin cierta tristeza,
que también el país
se cae un poco, se oscurece
igual que cuando se descubre
con vergüenza que nuestros pobres padres
hacían el amor (probablemente mal)
y que nos engañaron y que tenían faltas
de ortografía y, sobre todo
que no eran hermosos o felices.

domingo, 14 de febrero de 2016

Emily Dickinson -Tráeme el atardecer en una copa

Emily Dickinson, Massachusetts, 10 de diciembre 1830 – Massachusetts, 15 de mayo 1886  
Versión Isaías Garde



Tráeme el atardecer en una copa 

Tráeme el atardecer en una copa,
examina los frascos de la mañana
y dime cuánto rocío hay;
y dime hasta dónde se movió la mañana,
dime a qué hora duerme el tejedor-
que urdió la amplitud del azul.

Consígname cuántas notas componen
el nuevo éxtasis del petirrojo
entre las ramas asombradas-
cuántos viajes emprende la tortuga-
cuántas copas comparten las abejas,
libertinas del rocío.

Y también, quién alzó los pilares del arco iris,
y quién conduce las dóciles esferas
con cuerdas de azul flexible.
Qué dedos sujetan las estalactitas-
quién lleva las cuentas de la noche,
para saber si alguno queda en deuda.

Quién construyó esta cabaña
y cerró sus ventanas de tal modo
que mi espíritu no es capaz de ver.
Quién me permitirá salir, algún día de fiesta,
breve pompa,
con aparejos de vuelo.


viernes, 12 de febrero de 2016

Robert Desnos -La voz

Robert Desnos, París 4 de julio 1900 – Campo de Theresienstadt, 8 de junio 1945 
Traducción Rodolfo Alonso


La voz

Tan parecida a la flor y a la corriente de aire
al curso de agua a las sombras pasajeras
a la sonrisa entrevista en esa memorable medianoche
tan parecida a todo a la felicidad y a la tristeza
es la medianoche pasada que yergue su torso desnudo
sobre los campanarios y los álamos
llamo a los que se han perdido en los campos
a los viejos cadáveres los jóvenes robles cortados
a los jirones de tela que se pudren sobre la tierra
y la ropa puesta a secar cerca de las granjas
llamo a los tornados y a los huracanes
a las tempestades los tifones los ciclones
las marejadas
los temblores de tierra
llamo al humo de los volcanes y de los cigarrillos
los anillos de humo de los cigarros de lujo
llamo a los amores y a los enamorados
llamo a los vivos y a los muertos
llamo a los sepultureros llamo a los asesinos
llamo a los verdugos llamo a los pilotos a los albañiles
y a los arquitectos
a los asesinos
llamo a la carne
llamo a la que amo
llamo a la que amo
llamo a la que amo
la medianoche triunfante despliega sus alas de raso
y se posa sobre mi cama
los campanarios y los álamos se pliegan a mi deseo
éstos se desmoronan aquellos se derrumban
los que se perdieron en el campo encuentran
su camino al encontrarme
los viejos cadáveres resucitan al oír mi voz
los jóvenes robles cortados reverdecen
los jirones de tela que se pudren en la tierra y sobre la tierra
restallan a mi voz como el estandarte de la revuelta
la ropa puesta a secar cerca de las granjas
viste mujeres adorables que no adoro
que vienen a mí obedecen mi voz y me adoran
los tornados giran en mi boca
los huracanes enrojecen acaso mis labios
las tempestades rugen a mis pies
los tifones acaso me despeinan
recibo los besos ebrios de los ciclones
las marejadas vienen a morir a mis pies
los temblores de tierra no me conmueven pero hacen
que todo se hunda a mi orden
el humo de los volcanes me viste con sus vapores
y el de los cigarrillos me perfuma
y los anillos de humo de los cigarros me coronan
los amores y el amor tan largamente perseguidos
se refugian en mí
los enamorados escuchan mi voz
los vivos y los muertos se someten y me saludan
los primeros con frialdad y los segundos familiarmente
los sepultureros abandonan las tumbas apenas cavadas
y declaran que sólo yo puedo encargar sus trabajos
los asesinos me saludan
los verdugos invocan la revolución
invocan mi voz invocan mi nombre los pilotos
se dejan guiar por mis ojos
los albañiles se marean escuchándome
los asesinos me bendicen
la carne palpita a mi llamado

la que amo no me escucha
la que amo no me oye
la que amo no me responde.

miércoles, 10 de febrero de 2016

Carlo Bordini -Polvo

Carlo Bordini, Roma, 2 de septiembre 1938
Traducción Martha Canfield



Polvo

Siempre seré un poco menos de lo que soy,
mejor dicho, mucho menos. Polvo. He perdido mucho.
Lo que se pierde es irrecuperable, y si se recupera
ya está disperso, no vuelve a entrar en el orden establecido
de las cosas. Me alegro si de mí
no queda nada más que un ligero
envoltorio. He perdido
mucho. En esta levedad,
lo que más importa es la ausencia de agudos,
que todo sea redondo y recogido. Y con eso
basta. Todo lo que se ha destruido puede volverse redondo,
y más redondo. Como un jarrón. Todavía es posible.
El polvo se puede recuperar. El polvo una vez era
detritos. Y ahora no es detritos,
es lento, friable. El polvo
es algo menos, pero puede
juntarse. Las heridas
pueden volverse polvo, recogido
y concluido. Me alegro
por no entender las cosas. Sus
razones. Hay cosas que ignoro, y me
alegro. Aparecen como misterios,
tranquilas. Por ejemplo,
la chica que veo siempre, ¿me ama
o no? No lo sé. Me alegra
no saberlo. Me alegra no saber
si la quiero, o más bien, sé que no la quiero, que podría
quererla; me alegra
no saber si hubiese podido amarla. Este misterio
me tranquiliza más que su amor.
Es lindo no saber. No saber, por ejemplo,
cuanto viviré,
o cuanto vivirá la tierra.
Esta suspensión
substituye a la eternidad.
Anduvimos recorriendo la geografía
este verano. Buscando solamente
el descanso. Detrás del descanso estaba
la esperanza de tiempos nuevos,
o tal vez tan solo, recuperar las fuerzas.
No había rumor de mar.
No había vuelos de pájaros, experiencias,
no había rostros de mujer. Solamente
descanso. Mucho descanso. Muchas
esperanzas. Esperanzas posibles,
quietas.
(La locura a veces podría
ser
enfermedad infecciosa).
 (una vez escribí
un poema que decía
“estoy invadido por una
breve taquicardia
no seré un gran poeta pero
en cambio
soy un gran fumador”.)
en el sentido de que
no soy capaz
de expresar
pero soy capaz
de destruirme (y en el fondo, para un poeta,
expresar y destruirse
¿no es lo mismo?
Alcanzar lo absoluto, ¿no es
despojarse del cuerpo?

Así odiamos a nuestros enemigos
sobre todo
porque pueden enloquecernos. Y a ti te amo porque tu vacío
no me deja que me sacuda.
Porque tú permites que los demás
se propaguen.
Yo puedo entrar en ti
y salir
cuando me da la gana.

El polvo podría ser
difundido por el viento. Es necesario
que esté recogido, en estado de quietud,
como el polvo de los muertos de Pompeya. Sólo así
puede ser eterno. Eternamente detenido. Ausencia de movimiento.
Mi sistema nervioso deshecho,
implora sólo esto. Que el polvo se quede quieto.
Ausencia de estímulos. Nieve. Sólo así las heridas y los detritos,
tienen paz, y de estas grietas
nace una nueva forma de vida. Femeninamente
quieta. El polvo puede ser
extraordinariamente compacto. Volverse de nuevo
ilusión de piedra. En esta
disminución,
está mi casa tranquila,
su fijeza devastada.
Piedra sobre piedra se construye y
se disminuye
como el mar,
estalla la vida en fijeza
en agua fangosa
y es dulzona
y primigenia,
rica de pólipos.
En esta disminución,
radica mi paciencia.
Los pequeños dolores sirven
para evitar los grandes.
Del mismo modo la fluidez del agua y también de la tierra,
los cambios sin pausa del día y de la noche.

De modo que así fue como pasó:
Así, de la imagen de una primitiva unidad
se hicieron los detritos, y esta unidad no nació,
y los detritos se hicieron polvo. Y de ese polvo volvió a nacer
la vida, una segunda vida artificial, como son artificiales
las casas, los vestidos, las bellas mujeres, los tacones altos, las pantis,
la brillantina para hombres. Vida que nace de la
fragilidad. Como una posesión. Los sentidos estaban muertos.
Vida disminuida. Reducida.
Como una pesadilla inmóvil. Se refleja
en un lago.

Vida artificial; ¿cómo puede ser artificial
una nueva vida? Si la piedra no existe más, o nunca existió,
¿no está bien ser de yeso, como los muertos de Pompeya?
¿Eternamente? Tal vez…
Un arqueólogo astuto vació el yeso en las envolturas
dejadas por la lava y los pedruscos, donde se habían
consumido los cuerpos de los fugitivos de Pompeya. El yeso
retomó las formas originales, aproximadamente, en toda
su ternura. Parece que durmieran, inmóviles, un poco
descoloridos. Un poco desabridos. ¿Mi vida artificial no es, acaso –
desabrida – lo que hubiera podido ser? ¿No es tal vez inmóvil,
informe, lo que hubiera podido ser en su
juventud, en su estado natural? ¿Acaso no ha sido todo
recuperado? Lo esencial, ¿no quedó acaso
allí? ¿No puedo acaso hacer, de yeso,
lo que no hice antes?
¿No es acaso bello todo esto? ¿Hay algo que no sea
legítimo? ¿El yeso no es,
acaso,
creación humana?
Humilde, yeso, hecho de polvo compacto. ¿Somos acaso
monumentos de nosotros mismos?
Frágil monumento, en los jardines públicos, que alguien
puede ir a ver. ¿No es acaso ésta la vida? En su humildad,
¿no es acaso grandilocuente? En Villa Borghese
se ven los bustos de los nuestros del siglo XIX, crepusculares,
no exentos de una cierta dignidad.
Y tú, ¿quieres estar a mi lado?
Estoy hecho de buen yeso;
me hice yo solo.
Tú que has cortado a tus hijos,
amas a las mujeres – con un amor
estéril.

.....................

Una cosa rosada, muy rosada,
como un alba,
tenue y dorada, translúcida,
transparente, como una cortina rosada
y transparente, como un nuevo
comienzo, como una nebulosa dorada
que trasluce de su debilidad,
y delicadeza, tenue, alba, primeras horas
de la mañana, como las alas de la mariposa,
como una sábana, una mañana
feliz.

(La forma blanda natural del cono de la esfera
que gira en sí misma
la elasticidad del cuerpo
el arco natural
todo regresa en sí, nada escapa
excepto la acción del hacha que planta agudas astillas
el calor como propulsor de energía
la pasividad de lo que se cumple cíclicamente
están despedazados cortados. Cortados tus hijos.)

Todo se puede recuperar pero tú no
Puedes ser solamente flexible como yeso como polvo
monumento de ti mismo

No he tenido suerte con las
mujeres, porque he atraído a mujeres que no tenían
nada para dar, y con las cuales he tenido
amores solteros. Mujeres heridas de muerte, que tenían
que defenderse, que protegerse,
y no tenían para dar más que una frustrada veleidad.
Éstas son las mujeres que he tenido.
Yo las atraía porque soy
una mujer. Eran todas lesbianas.
Cierto, no eran muy mujeres, pero yo
no las ayudé a ser
mujeres, ahora que lo pienso.
Piensen en esto, por favor.
Recuperarse a fuerza de yeso
y polvo (y uno solo)
no es fácil.
Es un trabajo humilde, lento,
y que no da mucho. Le falta la
fecundidad que puede dar la mujer. Por ejemplo,
cuando sea viejo,
¿quién me va a ayudar? Seguro no mis amigos, mis amigos hombres.
Son demasiado hombres para hacerlo. Y esto no es por hablar mal
de ellos,
simplemente son demasiado hombres. No saben
organizarse. Cada uno de ellos tiene necesidad
de una mujer. Esto le da un duro golpe a la imagen de nuestra
amistad masculina. Sin mujeres no sabemos hacer
nada. Esto lo sabemos, y es así.
O bien, otra interpretación de las mujeres, pero es siempre la misma,
mujeres que no querían ser mujeres, pero que querían jugar con chiquillos,
chiquillas ellas también. Oh nuestras núbiles, temblorosas, y agudas compañeras,
esto es lo que pasó, nada más. El imperio de los chiquillos se ha roto,
y ustedes no pueden jugar con nosotros. El imperio de los chiquillos varones,
en el que ustedes querían participar. Ahora tienen que volver a
jugar a ser señoras, y ocuparse de sus enfermos decrépitos, que somos nosotros.
El vibrante, enardecido bovarismo de ustedes ha fracasado. No pueden jugar
en el recinto de los varones.
No pueden ser sus mujercitas y jugar con ellos.
El mundo de los niños ha fracasado, y quedamos sólo nosotros los viejos
decrépitos. Ustedes pueden ocuparse de nosotros, si quieren.
No les queda otra cosa que nosotros.
Tal vez el mundo será salvado por las mujeres, decrépito…
Las mujeres le van a limpiar el culo al mundo…

¿Y los hombres? Y los hombres
que no vuelvan a ser padres.
Querían ser  todos hermanitos, y jugaban.

Hoy experimenté las nuevas
sensaciones:
caminar
mirar,
sentir el cuerpo separado
del resto del mundo
como castaña asada

así
Tomar del derroche
de las construcciones romanas, tan enormes,
que han dejado pedazos, detritos por todas partes,
como los residuos de nuestra civilización tecnológica,
y con estos detritos construir las iglesias románicas.
Las iglesias paleocristianas. Como efectivamente ocurrió.
Con toda su humildad.

tomar lo que yo había querido hacer y está muerto y extraértelo como
se saca una cosa blanca de un viejo lugar muerto, de una nariz, la
punta de un ovillo, un viejo ectoplasma, un árbol que se
planta, que siempre parte de otro árbol vivo o también
parcialmente muerto o del recuerdo de un árbol,
¡y todo puede REVIVIR! ¡Todo puede RENACER!
(por tanto el sentido es éste: tú no puedes revivir de una manera natural,
(el pedazo del hacha) sino vivir como si no fueras tú y es aquí que
se regresa al asunto de que lo que se pierde es irrecuperable porque
no entra en el orden preestablecido de las cosas. puedes resucitar
un monumento a ti mismo o de todos modos los ganglios medio muertos los ladrillos
dispersos
un tratado de historia natural
puedes fingir que no ha pasado nada
(todo con “tú”)
(una lista de cosas que se pueden hacer, luego probablemente se
termina).
puedes recompactar tus detritos, que se han vuelto polvo: ahora ya
no dan fastidio. puedes moldear
tus debilidades y hacer lo que quieras. serás un hombre de yeso y te
casarás.
puedes hacer únicamente hijos de yeso.

Hoy experimenté las nuevas
sensaciones:
caminar
mirar
sentir el cuerpo separado
del resto del mundo
como un adolescente que crece,
una extraña felicidad
sin justificación
es difícil que la carne
no se corrompa
en este calor de julio
esta llanura ondulada donde el agua restaña,
donde el agua confluye,
se divide en varias corrientes menores
que se mezclan
en prados y en álamos,
esta llanura que desciende en aguas que se mezclan.
Esta llanura que desciende en líneas
curvas, donde las aguas mezclan
sus aguas
es blanda repetición, repetición al infinito
de motivos y cipreses. Paisaje ya visto.
Bajar al valle.
Repetir el infinito.

Es demasiado tarde
para
retomar.

Las cosas son naturaleza,
paradójicamente
los objetos modernos están más cerca de la naturaleza
que los objetos antiguos: están hechos para perecer y
ser acosados por sus hijos, como los asnos,
los perros, los animales. Los objetos modernos son naturaleza: en el cosmos ya existe
una arqueología, la de las naves espaciales abandonadas.
Fueron creadas por puro orgullo y luego abandonadas.
Por lo tanto abandonadas después de una semana, de un mes, y ya vueltas despojos,
restos arqueológicos,
que voltean sin cesar. Las cosas son naturaleza, producen
turba, carbón fósil que componen el paisaje,
que se acumulan. Los objetos de uso
son como cosas que se comen:
por tanto son naturaleza. (por ej.: una máquina).
Se usan, se comen, se consumen,
luego se expulsan. Una vez expulsados
dejan de ser alimento (en sentido literal) y se vuelven naturaleza, se sedimentan.
Se vuelven humus, a lo mejor humus ferroso, abono y restos fósiles,
sedimentándose, como la piedra. Como la hierba que nace con los hilos
blancos, tendiendo hacia lo alto,
y lo logra. Pero no es importante
cuánta nace. O no, más bien,
¿que haya nacido? Como un indicio:
que la vida tiene fuerza.

algo redondo,
que da vueltas
como una espiral transparente
como una espiral transparente,
que da vueltas,
que da vueltas como en un cielo
transparente
que da vueltas
que da vueltas con fuerza.
Algo redondo
No nace, ya nació
en un cielo
transparente
y da vueltas
tranquilamente,
como ya nacido y
redondo en espiral
como ya nacido
que da vueltas
Con fuerza

algo redondo
que gira
como una espiral transparente
como una espiral transparente,
que da vueltas,
que da vueltas como en un cielo
transparente
o como caprichosos
rulos transparentes
dando vueltas con fuerza.
Algo redondo
No nace, ya nació
en un cielo
transparente
y da vueltas
tranquilamente,
como ya nacido y
redondo en espiral
como ya nacido
que da vueltas
Con fuerza

Cuando desde la tempestad los hidrocarburos llegaron al
cenagal, que comunicaba con la tempestad, pero estaba separado,
en el cenagal caliente y soleado,
entonces allí nació la vida como polvo sumergido en el agua,
como algo infinitamente pequeño y débil, que
encontraba las condiciones favorables para florecer y hacía
de su debilidad la condición de su esencia.
Si no hubiera sido débil no habría podido nacer,
ni dejarse penetrar por el sol. Si la tempestad
no lo hubiera arrojado no se habría fragmentado y no habría
alcanzado poco a poco el cenagal, con sus semejantes fragmentados,
para dejarse penetrar por el sol.
Así nació la vida. Del polvo, de la
catástrofe. De la fragmentación y de los detritos
fragmentados. Así nació la fuerza. De la
debilidad, del argüir de la
debilidad. De haber aceptado hacerse
penetrar por el sol.

a

Así lo recuerdo.
Una noche, en el campo, un saltamontes
se materializó en mi dormitorio,
saltando de aquí para allá. La idea del horror
de ese saltamontes demente, de esos saltos dementes
me paralizaba y así tomé una taza
y se la puse encima al saltamontes, no atreviéndome a matarla.
La mañana siguiente el saltamontes estaba muerto, por falta de oxígeno, y
yo pensé
que la había matado para impedirle que saltara a ciegas
en el horror de mi dormitorio.
Horror que era para el, no sólo para mí, pero para detener
ese horror
la única alternativa era detener la vida en su fluir.
Y el horror de esa muerte
era poco inferior al horror
de aquel demente saltar de aquí para allá.
Eso recuerdo.

No sabemos
qué sucede

la fusión es la unión de dos núcleos
de átomos que destruyéndose en parte, esa parte destruida
de ellos se transforma en una enorme cantidad
de energía.

Pero se necesita mucha energía para empujar a los núcleos
a tocarse: tienen una carga del mismo signo,
y se rechazan

Cuando los deuterones están bien hacinados en el paladio
se pegan unos con otros

¿Cómo es posible, desde un punto de vista teórico,
que los núcleos del deuterio superen su repulsión
natural?

Deuterón + deuterón = helio 3 + neutrón
deuterón + deuterón = helio 4 + partícula alfa con
desarrollo de calor

Los físicos teóricos
están trabajando

Bob Dylan
atrás de la cruz

todos juntos para
suturar
esa terrible
cicatriz

invisible ser invisible
No ser
gris
¿por qué volverse
invisible?
¿por qué ser
transparentes?
¿Por qué ser transparentes como una sombra?
¿Por qué desear existir sin ser vistos, como
un velo?
¿Por qué parecerse
a un rascacielos gris?
¿Por qué envolver la ciudad
sin ser vistos?
como nieve gris

como nieve gris
¿Por qué envolver la ciudad
sin ser vistos?
¿Por qué parecerse
a un rascacielos gris?
¿Por qué desear existir sin ser vistos, como un
velo?
¿Por qué ser transparentes como una sombra?
¿por qué ser
transparentes?
¿por qué volverse
invisibles?
No ser
gris
invisible ser invisible

ser así es
ser así

uno no quisiera
       terminar nunca
                         nunca
                         nunca

Una vez pensé que hubiera querido    hacía calor, eran las seis de la mañana y hacía calor,
eran las seis pero hacía calor, un milagro. (era octubre).
…Fumado demasiado. Como un coito.
Naturalmente hay que apagar la luz. Y cerrar la puerta.
No estaría mal tener las medias. O poner los pies bajo las cobijas.
En efecto los pongo enseguida bajo las cobijas.
Es octubre, hace frío. Hacía calor, pero está frío.
Luz difusa. No es lógico que se me caiga la lapicera. Desde la ventana
se ven las nubes. (y qué nubes).
Los pulmones duelen, naturalmente.

Siempre la odié, y siempre le tuve
miedo. Y siempre fui amable con ella.
Me levanté y la vista, lavada por la lluvia,
era como los antiguos pintores italianos
El divino sarcasmo. Dios
es muy sarcástico, por ejemplo. Jamás conocí
uno más burlón que él. (Ahora es de mañana, se
oyen las voces. No tiene sentido continuar.)

porque
en efecto
hurgarán entre mis huesos


lunes, 8 de febrero de 2016

Anna Ajmátova -Abedules

Anna Ajmátova, Odesa, Ucrania, 23 de junio 1889 – Rusia, 5 de marzo 1966
Traducción Natalia Litvinova 


Abedules

    En primer lugar, nadie jamás vio abedules como esos. Ahora me aterra recordarlos. Son como una alucinación. Algo terrible, trágico, como el Altar de Pérgamo, magnífico e inconfundible. Y creo que ahí hay cuervos. No hay nada mejor en el mundo que esos abedules, enormes, potentes, tan antiguos como los druidas, y aun más antiguos que ellos. Ya pasaron tres meses y no puedo recuperarme, como antes, pero no quiero que sean un sueño. Yo los necesito reales.

sábado, 6 de febrero de 2016

Indran Amirthanayagam -Ilusión

 Indran Amirthanayagam,Colombo,Ceilan,17 de noviembre 1960  


Ilusión

Detrás de la estación de Repsol caminamos hacia el parque donde, con nuestras manos entrelazadas, nos enamoramos. Y de esa primera tarde la estación se volvió la pierna y el encuentro de un amor hecho de caminatas hacia múltiples espacios verdes de esta ciudad brumosa, construida al lado de aguas friolentas y de estaciones de combustible, un amor moderno que dependía del transporte público y privado para dejarnos cerca de la alameda, donde en otra ciudad de América un hombre solía pasear con su armadillo. Eres el Mar, el árbol, el camino de piedras, el olor a gasolina. Soy el feligrés, el explorador, el representante de países lejanos donde otros amores se nacen en sus propios parques al lado de las aguas que rodean a todos aun en medio del desierto, como aquel de Paracas. Dejo mi cargo. Entro al Mar. Dejas tus arrecifes de coral y tus formaciones rocosas, donde se han hundido los barcos para abrumar la costa. Treinta y cinco mil hombres fueron borrados de la costa srilankesa ese día del tsunami. Déjame ser uno más.

jueves, 4 de febrero de 2016

Milagros King -Justiniano

Milagros King, Buenos Aires, 13 de diciembre 1975 – Buenos Aires, 24 de diciembre 2014


Justiniano

Otra vez me quedo
con la luz sobre mi escritorio
y de madrugada.
Esta vez llueve fuerte, pienso,
y  el viento sobre la calle Yatay
me hace temblar un poco
si salgo a este balcón mojado.
Y no sé si la batalla es adentro o afuera.
O da lo mismo.
Ahora volver a los libros y todos estos
papeles, papeles.
A estudiar el arte en épocas de Justiniano.
Y no sé si la batalla es adentro o afuera,
Da lo mismo. Digo, dije.
El tenía que reconstruir un Imperio caído.
No tenía menos problemas que yo.
Pero tengo que ordenar estos papeles o dejar de pensar.
Debe de haber algo importante y me quedo mirando
aquella foto del mosaico que se llama ”Invierno”.
Como sea, batallas, digo, dije.
Pero otra vez los ojos de Justiniano desde el mosaico.
Si vuelven a mirarme esos ojos
voy a abrir la puerta del balcón,
Voy a dejar que el viento entre desde la calle Yatay.
Voy a hacer volar todos los papeles, todos los papeles.
Iré a dormir un poco, creo.
Mañana es martes y los martes suelo reconstruir Imperios
e ir al supermercado.

martes, 2 de febrero de 2016

Julián Gonzalez -Sueño Bacacay

Julián Gonzalez, La Paternal, 20 de diciembre 1972 – La Paternal, 25 de enero 2016


Sueño Bacacay 

Empedrado empeñado
en guardar secretos, gastadas veredas
caminadas a lo polaco
con acento porteño.
Trasatlántico transportador de ideas.
Diario incorregible
de incansable noctámbulo.
Creador de escribas y leídos
admirados.
Pobre de los asnos
que nunca saborearan la
miel de tus palabras.

A Witold Gombrowicz