domingo, 30 de julio de 2017

Jaime Sáenz -La muerte por el tacto

Jaime Sáenz, La Paz, 8 de octubre 1921 – La Paz, 16 de agosto 1986


La muerte por el tacto

                                                                                                           (A modo de manifestarse
                                                                                                             estupor ante lo bromista
                                                                                                             de la mirada.)

I

Olvidó los océanos y las voces
replegado con los demás en el apagado símbolo de los puentes
– hizo perdurar el crepúsculo
al igual de la condición de los afectos al árbol
los ensangrentados
los de largas cabelleras
los forjadores del viento
los que con la impasibilidad de las cosas han depositado un pétalo
una arena un aire en el arco olvidado de aquella cumbre
los que iniciados en los triunfos de la naturaleza
en las revelaciones de las edades y de las lluvias
anuncian las transformaciones del sonido, figura tuya -no sé aún quién eres
los que sean lo mismo que los ríos parte vital de las montañas
los que sean
los que realmente vivan y mueran sin hacer gesto de desagrado
los que se queden imberbes y también los barbudos y los barrigones
dignos y naturales cuando el sonido y el viento son una misma cosa
cuando no existe necesidad de que no hayan moscas
cuando no se tiene que pagar para que besen a los delegados
y el beso no sea más que beso y no señal torcida hipócrita y atentatoria
cuando el matar no es condenable sino sólo matar
y el término con que se designa la acción desaparece
cuando te topes en las esquinas con alguien idéntico a ti
y puedas decirle ‘hola’, ‘ojalá’, ‘tal vez’, ‘recuerda’ o ‘quien sabe’
indistintamente
como si te refirieras a él o a ello o a ellos o a ti desde la luz hacia la luz
es necesario que escriba una carta para poder ver mejor la luz de las cosas
luego de leerla alumbrado por el antiguo vuelo de mis amigos muertos
es necesario que recuerden todos su amor a la música, su sosiego y su desdicha,
y su propensión a la risa
así como las arquitecturas que urdían cuando podían hacer lo contrario
y su lamento, el lamento que ya fue analizado sin usar la substancia humana,
sin planes, sin palabra ni consulta, pero con ademanes repetidos bajo la mirada
que caía desde un pedestal diseñado en otro tiempo para ensalzar a los mendigos,
a los valientes y a los inventores del azúcar y del resorte
y sus proyectos,
los rigurosos alegatos en favor del desquiciamiento,
de un anti-orden, para el retorno profundo al verdadero ordenamiento
sus conmovedores argumentos para comprender
finalmente el simple significado de la estrella
sus penas tan dignas de respeto
sus venias (te explican el punto de partida de la vida)
encerraban una melodía ingenua y lejana
y te inducían a ser más bueno y desentrañar con mayor autoridad
los signos misteriosos de las nubes y de las calles
hacían que te vieras tal como eres (tu contenido, las propias venias que jamás harás)
y les intitulabas medida de todo,
y solución secreta de todo, y surgía de tu sombra una venia destinada a ellos
y les intitulabas ‘caro destino, gayo amigo’.

II

Mi soñoliento cuerpo despierta finalmente, y me hallo frente a mis amigos muertos
y me levanto triste a veces porque de haber un muro a mi frente,
de haber una valla o un duende a mi frente,
yo no estaría triste ni pensaría en ti ni en mí ni en ellos
y es así que salgo encorvado a contemplar el interior de la ciudad
y uso del tacto desde mis entrañas oscuras
en el secreto deseo de encontrar allá,
allá el medio propicio para hacer que el mundo sea envuelto por el olvido
para que el olvido impere en las primeras máscaras inventadas por la humanidad
para que el olvido sea la fuerza motora y suprema y para que del olvido sólo surja el olvido
¡no puedes tener idea del olvido porque no conoces a mis amigos muertos!
y para que en el curso de las edades el olvido llegue a generar la soledad
para ello habrás de estar presente en aquella estrella
en el rumbo indeciso,
en el caos de la mirada
en modo alguno para determinar,
y sí para que se justifique la razón inexorable de lo habido y lo por haber
de modo que lo armonioso sea siempre armonioso, has de estar presente sin poder saberlo
y yo estaré presente y no podré saberlo pero seremos el olvido y la soledad
porque ya hemos sido olvido y soledad cuando nada sabíamos
cuando no teníamos la noción de la oreja y del dolor
ni sed
yo te anuncio que sabemos y seremos
harto conocido es el continente de aquel o de aquellos
o del que hace cábalas con una jorobita
conocemos a las gentes pero sólo tal cual son y no las sabemos tal cual no son
pese a que carecen de la facultad de no ser porque no saben que pueden no ser o ser
las saben en toda su magnitud mis amigos muertos
y yo hablo de ellos con seguridad y orgullo
son mis maestros
el que hayan muerto dice que han existido eternamente antes de que yo existiera
su muerte y sus muertes me enseñan no sólo que puedo ser fabricante de azúcar
sino marino, relojero, pintor, físico, geomántico y muchas otras cosas
que puedo tener además desconocidas profesiones y que puedo afectar alegría
coma o no.

Todos han alcanzado un nivel suficiente
para descifrar los anhelos que formula aquella lagartija
no se deciden a hacerlo
creen que no hay motivo o no se imaginan creer que haya un motivo
por eso se quedan quietos tocando el tambor
prefieren mirarse a sí
solamente se comunican entre sí
no con lo tenue de las cosas
viven cautamente entre sí
no prefieren alaridos
ni guardan algo en su corazón
para alabar la sombra de aquel zócalo que gime
su congoja no es grande su alegría no es alegría
sus manos no son todavía manos
parece que sus cabellos no han alcanzado la jerarquía total
decide tú.

Yo me escondo de las extrañas costumbres
—de la actitud con que no se debe resumir una tesis adorable
acerca de las cosas sencillas y perfumadas
soy partidario de las lombrices y de los peces
de las estrellas que cantan
guardo devoción por la mirada de los niños
y me gusta dibujar cuando llueve
y cuando se humedecen mis ojos,
me es necesario poder hablar el idioma secreto originado durante el triunfo de las cosas
juzgo conveniente alabar la esencia de aquel anciano
y detenerme cuando el ayudante de hornero le hace muecas descriptivas
al animal que pasa fugaz ante la sonrisa de la viejecita del dintel
en fin, adoro las voces claras, los trenes y las ciudades
y por todo lo que digo
adoro mis entrañas oscuras.

III

Has visto -te has visto-
sentado frente a algo pero no has querido verlo
porque quisiste palparte y tu cuerpo no había
-entre ráfagas has visto y no habías-
te has palpado y te acordaste de tus sueños
pero no querías saber y por eso tu tacto no quería nada
y no quisiste palparte para no dejar de creer que todavía no habías.
En este residuo indefenso,
en esto que queda de mí,
no creo encontrar nada que interese a nadie
las cornetas gimen
tocadas por el mago oculto
nada tienes que ver tú
ni los tambores
ni los valles negros
que tocan para sí
y por eso vivo para mí
no me importa que mi presencia aparezca en todas partes
-he decidido olvidarme de mí y del resto de las cosas y de las personas
en tanto el dolor milenario tenga como principio
y como fin las coles con que adorna su olvido aquella mujer muerta
durante los albores de la mañana diré:
de no haber habido yo no habría habido este aposento,
ni tampoco habría habido
esa viejecita que me vendió una mesa cuadrada con patas torneadas
y un cajón donde se guardan cosas con llave.
De no haber habido yo no habría habido aquella pizarra
ni la bata azul de paño
que se salvó milagrosamente de las inundaciones
ni este encendedor trastornado ni aquel puñal
ni esto ni aquello
es que este caso tan concreto de melancolía
necesita un petardo que haga salir de su aflicción a aquel hombre dormido,
dé una curva y venga a mí para recibirlo con un brazo en alto
y estalle y forje así un sueño al pie del viento y de la lluvia.

***

Nada puede convencerme de lo enfermo que estoy,
mascando lo que no se sabe,
pensando lo que no se sabe,
en espera de la revelación integrada por los ríos
y la esencia de la música y por el desaliño de la vida
yo no existiendo
otro existe en lugar de mí pero dentro de mí
y es como lo mirara diez veces
cada una de las diez veces que lo miro.

Estoy cada vez más enfermo que todo,
más enfermo que un colibrí.
Los días, las lunas y las moscas aparecen forjados en la colina pálida que recorre
-deja que esa espada esté en mis sueños
esté en mis pobres sueños de ángel solitario y jubiloso.

Te tocas y no hay música.
Te tocas y súbitamente sabes que no hay tú,
y lo que tocas no sirve más que para saber que no tocas
lo que tocas no hay
no es ilusorio porque todavía no has muerto
por qué no has de hablar en serio
y ver si pasa algo en el cielo que siempre es nuevo
si pasa algo en tus manos
y en la superficie de tu carne,
cuando conspires contra la armonía
y contra la propia mirada y revientes como un tallo sin haber dicho “a”.
El derredor de lo que no hay no podrá más
y hará que estés callado y vistas al mundo con un ropaje inmenso y hondo
para que nadie lo vea ni desde el principio ni desde el fin
para que en el albor la rítmica de lo desconocido
vuelva los ojos hacia una totalidad ciega y callada
y juzgues perplejo
el que ahuyenten con agua a los perros
-justifican jubilosos la vida para que otros duerman
las cosas son contempladas como si no fueran parte de uno mismo
cual si no se fuese un decir más de la vida, uno más con los otros
que también se hurgan las uñas y salen a las calles,
y miran la vida a través de sus hijos
que a su vez miran la vida como si tuviesen hijos al instante de mirar la vida
te tocas y no hay
tienes miedo -sabes que no habrá fórmulas
una sonrisa para la vida
y ensayas tu tacto
desconfías.

Todo es movilizado por el tacto desde el principio de los tiempos.
El tacto es el mayor milagro porque hace que rueden dos bolitas siendo tan sólo una
y se confirma lo yerto por el tacto
de qué te sirve el tacto si estás tan triste
nadie dice que sin tristeza disfrutarás mucho del tacto
sino que estarás más ávido
el tacto al servicio de lo que has tenido y podido
sin que un gesto de olvido te dé la medida del olvido
el tacto al servicio de lo elemental
de modo que nada turbe su uso y beneficio
y tengas al fin algo más concreto que la mirada y la vida.
Se vaporiza el tacto y lo previo y lo sin remedio es mágico.

Yo te digo: te esperaré a través de todos los tiempos.
Siempre estaré aquí o allá, estaré siempre tanto en ti como en las cosas
y tú lo sabrás cuando te rodees de la melancolía por el tacto.
Yo estaré siempre: conocerás que estoy, por el tacto;
siempre estaré en ti, aunque tú no hayas;
porque cuando no hayas, sabrás siempre que no eres.
En la espera de ser, estaré siempre.
En ti me quedo yo, confiado, y olvido a mí, y me cierro, y me vierto,
y amo a todo y renuncio a todo.
Yo me quedo en ti porque así es mágico
y porque basta un instante para confirmarme por el tacto.

viernes, 28 de julio de 2017

Miriam van Hee -Velada de dun laoghaire

Miriam van Hee, Gante, Bélgica, 16 de agosto 1952
Traducción Stefaan van den Bremt y Marco Antonio Campos


Velada de dun laoghaire


I

la dama de letonia relataba
cómo fueron a parar los pueblos:
los finlandeses continuaban empujando
a los lapones al norte

y los prusianos eran tan belicosos,
no es broma, que todos
perecieron
en sus conquistas

¿por qué hay tan pocos
poemas divertidos?, suspiraba
la dama de letonia, le hizo una seña al camarero
y pidió más whisky, luego
miró hacia afuera y dijo
que ya no existía nadie
que hablara prusiano


II

se habían confundido el mar y
el cielo, por los faros
aún se veía dónde se extendía el horizonte,
hacían señas, no como un padre o
un amigo, hacían señas desde
la vida eterna, la libertad
de ida y regreso

finalmente ya no se distinguían
sino las palmas en la luz
que venía de los cuartos del hotel
y más lejos se oía en golpeteo
de las sogas contra los mástiles

para todo hay un decorado:
para el reencuentro, la despedida
y la espera


III

el mundo es grande, dijo
la dama de letonia,
europa, américa, mi padre
pereció en Siberia

hablamos el idioma más antiguo
de europa, somos pocos
por eso conversamos mucho,
uno debería lavarse la boca con jabón,
dijo mi madre ¿dónde
está ahora mi madre, por qué
no puedo callar, por qué
no puedo llorar’

la vida es larga, dijo la dama
de letonia, y no se puede
cambiar por otra


IV

de donde estaba sentada distinguía
una isla en la que
brillaba el sol de vez en cuando
como en mí, abajo
las gaviotas hacían sus ruidos
quejándose, nerviosas y agitadas:
estaban en casa

la isla se ponía oscura,
gris y luego de un verde intenso
como si se sonrojara, y comprendí
que antaño el sol fue adorado
como si recibieras
atención de alguien, aun
cuando estuvieras completamente sola

miércoles, 26 de julio de 2017

Diti Ronen -Un Pecho

Diti Ronen, Tel Aviv, Israel, 16 de abril 1952
Traducción Gerardo Lewin


Un Pecho

1

Con un marcador azul, en el espejo,
marco los límites del antiguo pecho
extirpado
de mi madre.

La línea se alza curva
para caer – desalentada –
en el hueco de la axila.
Ahora la diagonal.
Pero no,
resulta imposible
mover
la mano.


2

Algodono las heridas del pecho ausente
con blandas vendas bien acolchonadas.
Las deposito con cautela una por una
para paliar tu dolor y ocultarme
de la cicatriz.


3

Mamá,
tal vez
para mayor seguridad
conviene que salgamos esta noche en secreto,
que enterremos el pecho cercenado
en las profundidades,
que pisoteemos largamente la tierra amontonada.
Tú y yo escupiremos
tres veces
a los cuatro vientos,
arrojaremos dagas,
trazaremos círculos en el aire,
clavaremos cuchillos en la tierra,
murmuraremos con las palmas alzadas,
oraremos y entonaremos cánticos,
nos pondremos de pie, meditaremos,
haremos abluciones,
volveremos a escupir otras tres veces
y nos iremos.

Ya en la casa cerraremos fuertemente los ojos,
aguantaremos la respiración
durante diez años
y con los dedos cruzados
nos sentaremos a esperar.



lunes, 24 de julio de 2017

Nicolás Antonioli

Nicolás Antonioli, Florida, Buenos Aires, 19 de enero 1985



12

Bustriazo donde te hiciste esa herida?
La tiniebla se desviste con el horror de llegar a la verdad
Güemes habla de la patria secreta
De los días en que nos excedía la tortura
Hablo de la sumisa forma en que los pueblos
Se revuelven las tripas por nada
Qué hacer para salvarnos en un acto de heroica perpetuidad
Abolir las partes serviles del poema
No todo habla de la muerte del poeta
La gente tiene virtudes afrodisíacas
En los bondis que van hasta el velorio
Del hombre
En la ambigüedad de Olga Orozco
Que se traslada al plano de la realidad
María Meleck Vivanco se cruza una herida
Frente al espejo para volver a la raíz del poema
De lado a lado corre la sangre de la palabra nunca

15

                                                             “regalaréte lengua ansiosa
                                                              hasta agoniarte y fallecérteme”
                                                                        Juan Carlos Bustriazo Ortíz

Así haz de entibiada luz
Corónate de ademanes y ejecutorias del miasma
Encarceladas en la humareda del solsticio de Abra Pampa
Como un claror de madre yerta o de cosmogonía
De pelambres o sistémica elucubración
Devuélvenos Battistón  la poesía y oh psiquiatría
La imaginación poética
En la duramadre de mis más turbadas noches de insomnio
Mujer yarará que oscura sigmundeas en lo penumbroso
SÍ, LA LOCURA ES BERMEJA

19

Es un buen número
La superstición
Escribo en Jujuy a orillas del Río Grande
Siendo las 11 horas del día menos pensado
Sin saber de lo que hablo cuando digo que los testigos
De todo dolor morirían en el absurdo e impensable ejercicio
De saber que aún no hemos escrito
Aún no hay libro de promesas
No hay humanidad
Aún no hay lectura crítica ni nación
Nada está terminado aún
Ni nació un Tolstoi en el altiplano
Ni tanto ni tan poco
Se diría que la literhartura está en su etapa larvaria
Por contraposición
Toda aproximación es ficción o mentira sobre la mentira
Sobre la mentira
LA LOCURA ES LA MANÍACA COMPULSIÓN
DE DECIR LA VERDAD OCULTA DE LAS COSAS OCULTAS

20

Si es así como dicen
Decláreseme en estado de locura permanente
Como antes de la llegada del eremita
En esencia decir la verdad no es de poeta
Sino de mujer siniestra que boga en su maridaje
A qué extraña fuerza pertenece el orgasmo?
Con qué enfrentar al hombre y al eco del hombre
Poseída en la crónica de un cuerpo mutilado por decir sólo la verdad
Con los verbos necesarios para enfrentar al cobarde
Que husmea en la maraña de quejidos
O grititos del vientre
Entonces con qué enfrentar al hombre y al eco del hombre

sábado, 22 de julio de 2017

Fabián Casas -Los ciclos

Fabián Casas, Boedo, 7 de abril 1965


Los ciclos 

Estuve charlando con tu verdugo.
Un hombre pulcro, amable.
Me dijo que, por ser yo,
podía elegir la forma en que te irías.
Los esquimales, explicó, cuando llegan a viejos
se pierden por los caminos
para que se los coma el oso.
Otros prefieren terapia intensiva,
médicos corriendo alrededor, caños, oxígeno
e incluso un cura a los pies de la cama
haciendo señas como una azafata.

"¿Es inevitable?", le pregunté.
"No hubiera venido hasta acá con esta lluvia", me replicó.
Después habló del ciclo de los hombres, los aniversarios,
la dialéctica estéril del fútbol, la infancia
y sus galpones inmensos con olor a neumáticos.

"Pero", dijo sonriendo,
"las ambulancias terminan devorándose todo".
Así que firmé los papeles
y le pregunté cuándo iba a suceder...
¡Ahora!, dijo.
Ahora
tengo en mis brazos tu envase retornable.
Y trato de no llorar,
de no hacer ruido,
para que desde lo alto
puedas hallar
la mano alzada de tu halconero.

jueves, 20 de julio de 2017

Julio Carabelli -Amarga rutina

Julio Carabelli, Bs As, 8 de octubre 1940 – Tucumán, 6 de diciembre 2014


Amarga rutina

Ella apagó su cigarrillo
diciendo:
-esto es una peste-
-una mierda- dije yo
y estiré mi mano bajo la mesa tratando
-todo es igual- dijo doblando el diario
-una calamidad- le aseguré sin poder
le quedaba un sorbo de cerveza
un sorbo
y llamé a la muchacha que nos atendía
la llamé para pedirle otra botella
porque de pronto
al no poder tocarle las rodillas
sentí sed
una sed infinita como un océano de sed
aunque sean duras
aunque sean duras las rodillas
son la entrada
la puerta a zonas más delicadas
zonas a las que la piel va conduciendo
con la suavidad
y puedo imaginar sus poros abriéndose
como esa botella
una botella abierta por una mano femenina
una botella abierta así deja de ser una botella
pero no pude explicarle eso
no pude
porque había bebido mucho y lo único
era tocar sus piernas
su rodilla de vidrio
su puerta de exiguo jadeo que se abrió
como una palabra
y a la mañana siguiente
al dejarle unos pesos sobre la mesa vi
cómo bailaba en sus hermosos ojos
toda la tristeza del universo
esa tristeza que
le había impedido
rasurarse el bigote como todos los días.

martes, 18 de julio de 2017

Alessandro Canzian -Olga

Alessandro Canzian, Pordenone, Italia, 18 de febrero 1977
Traducción Antonio Nazzaro


Olga

La muchacha de nombre Olga
es una muchacha que no conozco
ni nunca me enamoré de ella.
Pero si me la imagino la pienso
con la piel blanca como los cabellos
de mí padre, y el seno grande
-pero la memoria no deja ver-
y con el útero profundo
como la oscuridad dentro de un hombre.

La muchacha de nombre Olga
camina cada noche a mi puerta.
A medianoche, once y algo,
con los tacones bien pisados
para hacerse recordar. Sé que alguien
se ha quejado. Luego la otra
noche la oí gritar
colgada a las manos de su pareja.

Ayer se llamaba Olga, mañana, Carla.
Su nombre no tiene importancia
en el trascurso del cuento. Su
dolor es igual a su placer, Olga
sabe que el bien y el mal son pares
más allá de tapetito que divide desde el exterior
el tejido suave de la vida.
Se ruega de tocar para entrar.

La muchacha Olga es una muchacha
que viste siempre con mucha cura,
refinada, hasta en las fisuras.
Habla correctamente cuatro idiomas
o cinco, nunca la escuché.
Viaja a menudo por trabajo.
Es desde las crujías del muro
que conozco su fe, nocturna,
cuando ruega a Dios con las rodillas.

La muchacha Olga me la imagino
el lunes con un vestido amplio,
coloreado, muy llamativo.
El martes con algo más adherente
a su piel, y así siguiendo
adelante en el vacío de la semana
cada vez más fajada a sus piernas.
Los cabellos recogidos, porque le caen.

La muchacha de nombre Olga
se corta las uñas cada martes
por la mañana, casi fuera un rito,
una cosa importante para el mundo.
Y tiene una mano entre las piernas
para respirar el aliento de Dios
cada vez que se duerme.
La muchacha de nombre Olga
está enamorada de forma abominable.


domingo, 16 de julio de 2017

María Meleck Vivanco -Canciones para Ruanda

María Meleck Vivanco, San Javier, 23 de junio 1921 – Maldonado, 8 de noviembre 2010    


Canciones para Ruanda



1.   Solitario escorpión de amarillo purísimo
     Con erecciones que delatan la guerra


Bajo las puras rosas  Las palabras más áridas resisten
Bermellones y negras fulguran casuarinas  Languidecientes
brotes y viento atribulado
Atadas están al carruaje del sol y a la desolación del mundo
Acompañan postales con dinamita y gritos de locura
Pronto desaparecen todos los ruidos del amor  Mezclados
con amuletos consumaciones y presagios  Amor que se
complace con herejías y reniega del hombre
Piratas como dioses sellan la última puerta  Como mudos
sonámbulos de otro lagar oscuro  De otro violín de
infortunada melodía
Texturas para un cielo que contrasta el furor  Doble corona
De infaustas mariposas  Paneles que se cierran por adentro
Huestes que ardieron antes y yacen apagadas recubiertas de
sal  En cautiverio  Solamente nube rizada de pólvora y ángel
desvelado
Oh aldeas enterradas y lábiles como el fino temblor
Espacios de inocencia  Nieve de la tristeza que encanece
jardines  Llamador insistente en la desierta alcoba
abandonada
Aquietad remolinos Tened piedad en esta angustia larga
Resistid el escombro de inauditos recuerdos

Porque en Ruanda aún se abren blanquísimos capullos  Y en
Ruanda todavía los espejos resplandecen



2.   Las banderas de orfandad  Enrojecen la lluvia


La partición de las estrellas  Descubre oscuridad sobre los
mismos cuerpos que luminosos nos herían  Agotados estaban
de escandalosos sueños  Sin conocer del llanto esa orla de
pies inertes  Su filo de flamencos que van minando las
profundas sedas  Las mordidas de besos  Las diminutas lunas
de la mano
Deseo por deseo  El borde de mis labios amaneció vacío
Adormideras del mar  Retengo a mi costado  Escalofrío de
extremaunción convocan las campanas  De norte a sur  Su
oficio de follaje y negra sed se instala en las murallas  La
palabra cabeza funda banderas lejos de su templo  En ingle
alucinada  En rojo ardiendo  En gotas de atormentados niños
cayendo a sobresalto  Aullando a flor de vientre desde una
comisura de relojes
Busco el secreto manuscrito de Ruanda  Su memoria
discriminada al cielo polvoriento
Y el pobre Dios cruzaba la frontera esparciendo como al acaso pétalos   Naturalmente la víspera caían  Abriendo al mundo
de par en par sus ritos para que entrara el mago de la suerte
Y pagar su rescate de azucenas  Desnudo hasta el cabello

Prendido de una nube como si fuera un ángel



3.   Y el valle violento es como un matuasto al sol
           Galopado de turbulencias


Volvía del castigo  Y recordé los tártagos  Donde enredaba música la luciérnaga triste con instrumentos traídos de la guerra
La huída a contraluz  Los corredores que sepulta la tierra gris y el viaje de la aurora  Cuidan mi corazón  Mi vino pálido que noche a noche sorbe la metralla
Yo he intentado morir  Y no he podido  Desciende el viento pero nunca muero   Quema lágrima heroica en carne que supura tanta impiedad  Tanta neblina ansiosa

Dios proteja esta herida dulcemente  Y entorne las ventanas del espejo

       

4.   Como una caracola la muerte estará en otro ruido
      Como un higo de luto  En otros dientes de tímido
      conocimiento blanco


Oscuros umbrales de revelación  Sostienen temerarios la edad
impura  O el cuchillo de plata a la intemperie  O la caravana
que alisa arenas y castiga a los pájaros heridos  (Cuando aparece
el huésped persignarse)
La inocente descubre ceremonias en los huesos de un niño                                                              
Voraz una cascada de nieve derretida  Lava de olvido su alma                                              
Red luminosa fluye en el coro de renacuajos del diluvio  Y
plegaria comulgante en el oído sordo de tristeza sobre tristeza
Ruanda inventa un corazón para olvidar  Suelta lujurias en
los ojos velados que encienden la imaginación  Aquí en su piel
existe una rosa cautiva perversamente lastimada  Es la rosa
esclava de secretas voces  La casa desprovista de manjares y
paciencia   Los fantasmas del ancestro que convocan animales
libidinosos y grifos de ruidos permanentes  Dioses sorprendidos
en el Kivú  Apostados entre mariposas salvajes
Oscuros umbrales de revelación  Cuerpos destruidos de tanto
vagabundeo sin brújula  Con su joroba verdinegra que asoma
en la claraboya de la luna

Deseo comparecer a tu lado Ruanda de incestuosas lágrimas
Efímera  Como tu pulso de felicidad invisible





alpialdelapalabra.blogspot.com

viernes, 14 de julio de 2017

Edimilson de Almeida Pereira -Baúl inglés

Edimilson de Almeida Pereira, Minas Gerais, 18 de noviembre 1963
Traducción Renato Sandoval Bacigalupo


Baúl inglés

Casado, mi viaje empieza.
Dejo a la esposa y algún beneficio
para el recién nacido: pensaré
en él mientras el barco surca
el canal de la mancha. Entiende,
es para el bien de la familia la mudanza.
No amo Birmingham más que Faído,
pero el dinero se planta al otro
extremo del canal de la mancha.
Abriré un hotel distinto y cada
año volveré para saber de los hijos.
(¿Y la esposa? Aparte de lo casero
¿no pide otra merced?)
Entiende, la vida tiene sus suturas.
Conseguí un baúl macizo
donde caben las ansias de quien
se habituó a la montaña y a las
lides de la mañana. (La esposa, además del
delantal, ¿no querrá otro lazo?
¿El fuego que no se aparta y entre
un cariño y otro no se limita
al parto?). Entiende, Birmingham
no está lejos, y este baúl inglés
recibe los saldos que las castañas
de Faído no garantizan. (La esposa
no come, se descabella y las uñas
hieren el viento). Entiende, un hotel
no se abandona así: la lista
de clientes impide otra mudanza.
El amor que me ame entre Faído
y el canal de la mancha. (¿Sedujo la noche
a la esposa? Ella se entregó, qué importa).
Rentas sobran en el banco, clientes en el
hall. El idioma ajeno habla, si me callo.
Calienta la mesa de tanto fruto. Pero
el baúl, ¿por qué se vacía en el lucro?)


miércoles, 12 de julio de 2017

Eleonora Finkelstein -Aylan Kurdi

Eleonora Finkelstein, Mar del Plata, 19 de febrero 1960


Aylan Kurdi

¿Recuerdan a Aylan Kurdi?
¿Les dice algo ese nombre?
El niño sirio.
Boca abajo,
ahogado en la orilla
de una playa turca.
¿Ahora sí?
Ya sé que ha pasado mucho tiempo,
y que las tragedias giran rápido,
como expulsadas
desde una gran máquina centrífuga
instalada en nuestros cerebros
Es natural que no podamos retenerlas.

Bueno, si no recuerdan,
imaginen:
sus sandalias y las medias blancas
dobladas con prolijidad
sobre sus tobillos.
Pero no, un momento,
ese es otro niño que vi mucho después
y estaba vivo
caminando de la mano de alguien
en la misma playa u otra parecida.

El niño muerto llevaba ropa cómoda para el viaje:
camiseta roja, pantalones cortos…
Ahora, si no recuerdan, imaginen:
a su madre que lo viste,
lo calza, lo peina sin saber.
Alguien hoy hace lo mismo y tampoco sabe.
Pero ese es otro niño.
Un niño vivo, por ahora.

Recuerden o imaginen:
a su padre haciéndole promesas
¿Recuerdo o imagino
cómo se abrazaron y se desearon suerte
“y que Alá nos acompañe”?

De nuevo la imagen segura:
boca abajo, sobre la arena.
Sus zapatillas o las del otro niño
no puedo sacármelas de la cabeza.
Así de punta, semienterradas en la arena.
Y todos pensamos que parecía dormido.
La humanidad entera
pensó a coro la misma estupidez:
“pero si parece dormido”.
Como si alguien le hubiera contado un lindo cuento.
(Puede que en eso hayamos tenido razón).

Pero no se trata de angelitos. La sola idea
de angelitos me da náuseas.
El asunto es que hay niños vivos ahora mismo
y niños muertos ahora mismo, también.

Lejos de todo eso están ustedes
y estoy yo –mi película favorita-
No sé que estarán haciendo.
Por mi parte, escribo este poema.
Que no sé la verdad si es un poema
-tengo buenos amigos que me dirían que no lo es.
Por el asunto aquel del ritmo, las imágenes
los ripios, las metáforas, etcétera-. Todas esas cosas
de las que deberíamos ocuparnos los poetas.
Puede que en eso tengan razón,
porque algunas veces yo también
parezco dormida y un poco estúpida.
Pero, para aclarar el punto:
este no es un poema en absoluto
o es un poema realista. Eso quiero.

Veamos, entonces:
Descartando el asunto de Dios,
¿quién nos ha abandonado así, de esta manera?
A él, a ellos, a ustedes,
al vivo, al muerto, al de la foto,
al que no sale en la foto,
a tantos más muertos y a mí.
En un estado intermedio
entre la piedad y la autorreferencia.
Entre la idea del otro y la realidad física de nuestro ombligo.

Mi vida, sin dudas, es bastante buena.
 Y si bien, lo juro, no escribo esto para complacer a nadie,
(estamos claros que el bienestar
no es algo de lo que jactarse ahora)
 lo escribo porque me siento confundida
y un poco avergonzada, aunque no tengo la culpa,
no tanto por los niños muertos
(¿quién no morirá tarde o temprano?)
sino por nosotros, los que lloramos,
teletransportados por una imagen.
Lejos bien lejos de los cuerpos, los olores
y los nombres propios,
tomando cerveza, comiendo papas fritas.
Llevando una vida normal. O lo que sea.
Con toda la mierda al alcance de la mano,
pero cada vez más difícil,
más difícil de masticar y de tragar.

lunes, 10 de julio de 2017

Elidio La Torre Lagares -santurcesutra

Elidio La Torre Lagares, Adjuntas, Puerto Rico, 23 de febrero 1965


santurcesutra

somos los incomprendidos, los subestimados
los fronterizos que llevamos muertos a pasos
para adoquinar la fatiga (el futuro una vez
estuvo en nuestras manos, hasta que nos salieron
cayos de sostener tanta nada)— y nos dijeron
que no había cabida, que la casa estaba llena
y nos dejaron sin techo para cobijar la
esperanza por ser unos locos, ser tan locas,
(Manuel Ramos Otero, exiliado y sin irse, se
venía en sus rostros, con la horrible ternura del
amor no correspondido pariendo fantasmas
rosados y malcriados) mientras tragábamos
la leche y la herrumbre de la patria avejentada
y en sotana— somos la constancia, la carencia:
los que esperaban el mañana todos los días
en camisetas del Che, entre humo, cervezas,
y conversaciones truncas sobre Sartre y Camus,
comiendo humus isleño y deshojando pretextos—
somos la palabra inmóvil como barro seco,
entre sombras de baba dormida en convenios con
la patria inventada— somos los versos perdidos
de un poema, somos la cizaña que estropeó el
trigo y llevamos la mirada agotada por el
horizonte enrojecido que se desgasta en cada
aliento venido a menos— somos la posibilidad
negada, la antología censurada, mitad
del gusano que se queda en la guayaba— somos los hijos
deformes de la oscuridad, la polifonía nominal
del interior silenciado que paseamos por la Ponce de León,
-allí estaba José María Lima, peregrinando con boca amarga,
alucinándonos, y nos preguntaba «¿Por dónde anda mi nombre?»-
esquinando duro con incertidumbre narcótica—
somos sombras muertas y grises que lamen grafitis
y orinan el aserrín de la promesa podrida—
somos cosas viejas profanadas y maltrechas de juventud
somos así, llenos de ambigüedades, amplios
e incompletos, discontinuos y defectuosos:
y conocemos este sutra porque sabemos
que es así, porque llevamos la legaña del
desvelo, faltos de amor, promiscuos en la igualdad
y en la forja del sueño mirando atardeceres
derretirse en Santurce entre los esqueletos
del país que nunca fuimos




círculodepoesia







sábado, 8 de julio de 2017

Ernesto Goldar -Relevo de prueba

Ernesto Goldar, CABA,15 de octubre 1934 – CABA, 18 de julio 2011 


Relevo de prueba

Venimos de lejos, compañera, y siempre andamos cerca.

Hemos quedado repasando el techo de esta cocina clase
media,
alterada por el almuerzo de los domingos, cuando
rompemos la monotonía con algún fiambre
alemán, una lata de duraznos, helado del
congelador en el verano.

Venimos de lejos esquivando errores,
percibiendo el calor de las inhibiciones,
las reservas mentales,
la pila de palabras que irrevocablemente deben
transferirnos el relato de las trivialidades.

Son muchos los días, compañera, estirados sobre el
permiso de los años,
infinitos también los temas de conversación,
renovadas las motivaciones, los proyectos (tan pálidos los
míos)
que justifiquen levantar este horizonte de tiempo
sistemáticamente duplicado
por la forma de tu voz que tiembla
y el invento que sigo en la mañana para decirte un
invariable apelativo confortante.

No vamos a caer en los recuerdos porque a esta altura
está todo confundido,
menos en las preguntas indiciarias sobre si las cosas
volverían a darse,
aún en la interrogación precisa acerca de cuánto nos
queda todavía.

No hacer memoria entonces,
pensar en los días que se trasmiten como sensaciones,
en el tiempo que aguarda para darnos oportunidades,
conforme a la débil seguridad que otorgan las
palabras usadas siempre como privilegiada
comunicación de dioses.

No sé, compañera, si es amistad lo que se llama amor en
estos casos,
pero sí así fuese, amiga mía, nos faltan innumerables
paseos matinales,
ejercicios de idioma, libros a descubrir, una ventana
incierta que da al río,
alguna callecita para treparla lentamente de la mano
como escolares procelosos.

jueves, 6 de julio de 2017

Carolina Otero -Desastre y Petrarca

Carolina Otero, Valencia, 20 de marzo 1977


Desastre y Petrarca
                                                                                                         Trilce
                                                                                                         César Vallejo


Alguien, clase media, perspectiva mass media,
se pregunta mirando hacia el desastre y a Petrarca
que cómo puede, mientras estallan niños
y ancianos de n nacionalidad
(la pérdida es libre de fronteras
en contra de lo que anhela el yihatrump),
que cómo puede
−brazos de niños, bazos de niños, uñas de niños
que igual visten una camiseta del equipo
de sus padres como la herencia de ONG,
camiseta con una mancha carmín:
oíd, todas las banderas del mundo deberían
avisarnos que llegar aquí era chapotear
en una piscina de hostal con cadáveres:
por ley, todas las banderas deberían
anunciar su franja rojo sámur y arteria,
y ancianos cuyo secreto se diluye
en el aguarrás del Alzheimer:
ojos de ancianos, despojos de ancianos, temblor
que ya nada, salvo esperar, plegados jerséis
en un mueble anoréxico de una sala amarilla con cuadros amateur, polillas−
importan a quién
esos viejos: PUAJ, les escupimos pues gastan nuestro dólar,
y esos niños, PUFFF, ya nacerán otros,
y sus madres, JA, violémoslas que son nuestras cajas precintadas,
y sus casas, BOOOM, a demolerlas, verás qué hermoso filme,
pero dale al botón tú, que yo prefiero mirar
mientras fluye seminal mi baba
.                                                   en el champagne−;
que cómo puede
(ceño en paréntesis, mucho pero mucho pathos)
poner “amor” genuinamente, entre comas,
recrear a Laura de Naves o Avignon,
permitirse un furor amoris tan alto, tan alto, tan
de partido de tenis de clase media y daikiri mass media,
estirando el meñique en la foto:


                                                                                     ¡OMSITETAP!


domingo, 2 de julio de 2017

Gabriel Jiménez Emán -Oda a los licores en las tabernas

Gabriel Jiménez Emán, Caracas, 21 de junio 1950


Oda a los licores en las tabernas

                                                                                                                  A Orlando Araujo
Luego de una noche parecida a un día despierto
Me dirigí a una de tantas barras
A consultar el oráculo de la existencia
Y éste me dijo lo siguiente sobre mi porvenir en las cálidas barras:
De la cerveza que remoja la memoria en canciones de antes
Es una cerbatana saltando de una a otra hoja húmeda del cuarto de baño
Una dulce agua egipcia para refrescar el alma
Con su espuma densa y seca ha sido nuestra cónyuge desde el bachillerato
Lloviendo sobre cada suspiro y cada congoja
Del whisky como oro en los placeres desconocidos debo decir que nunca
Me ha dejado plantado el muy pícaro siempre me sigue a las alcobas
Tratando de interpretar mi corazón
Salta sobre las sábanas como un animal rubio
Los hielos lo aman licúan sus lágrimas en la mañana
En cambio el transparente vodka me devuelve la memoria
Sobrelleva los recuerdos y los conduce por pasillos brillantes
Desenfunda sus limones y pone a conversar los tonics en patios verdes
Siempre es una promesa que me nombra con sus labios fragantes
La olorosa ginebra le hace competencia en tardes de piscinas
Transparencias turquesas se ahogan en los crepúsculos tratando de salir a flote
Nadando de la cosmopolita Italia viene el Campari a buscarnos
En la adolescencia nos hace probar su amargo sabor de mujer
Entonces nos sentimos más despiertos para compartir la sinuosa tarde
La ancha tarde de los bulevares primorosos
Cuba cubata libre azarosa de rones del trópico
Me hiciste sentir un marino en medio de puertos que decían adiós
Me hiciste oler a barril envejecido de barcos
A trasatlántico asombrado que se pierde en el humo
Mientras las melancólicas gaviotas custodian los caprichos del mar
Y qué decir de los bosques perdidos del anís
Donde la adolescencia se esfumó entre los tocadiscos en plazas y parques
Ahí donde la música salsosa nos sorprendió estudiando biología
Pero era más parecido a la palabra álgebra
El anís turgente blanqueado a veces con el cálido hielo del espíritu
La menta la fragante menta verdiblanca que en el centro de las mesas del gran restorán
Se desliza bajo los manteles y sopla con su aliento de golosinas callejeras
Y el brandy aquel que se derramaba en el páramo en busca de las nieves
Su olor espeso por sí solo me hacía palpitar las sienes y tenía que dejarlo
Qué lástima por ti brandy aunque pude vengarme en España por obra de los carajillos
De los cafés de las cinco de la tarde a orillas de las ramblas
Y dónde están ahora vinos míos arenques misteriosos reclamados por las uvas
En los prados de Francia o Chile
Qué importa son ellos vinos blancos en botellas ámbar ahora descorchadas quienes me permiten recordar
Los queridos diciembres míos donde baño mi nostalgia en vino tinto
En sedoso vino que curte mi lengua y la hace apta para el amor
Para probar la lengua de mujer con aliento de guanábana
El vino afrutado que busca a su hermano el queso en los rincones de las cocinas
Y las migas de pan en los desórdenes de la mañana
Uva amada mía madre de todos los vinos de esta tierra increíble
Yo te amo en tu verde dulce pequeñito o en tu glotón estado de rojo gozoso
En tu rosado paso por la brevedad de la vida
O tú lujoso champán que suenas en las fiestas donde van mujeres
Con jugosos senos orlados de vestidos negros y rubias pelucas
Joya de la espuma champán te pareces a un príncipe solitario te pareces
A los campos fértiles donde los buenos libros explayan su luz
Licores de todos los nombres vosotros me habéis dado de puntapiés en la conciencia
Me habéis castigado duro con vuestro terrible alcohol
Me habéis hundido en gloriosas pesadillas y hecho delirar al borde del viaje
En los ríos en las habitaciones desoladas de los suburbios
En los departamentos alquilados por viudas de ojos tristones
En los penthouses de los hoteles de cinco estrellas cabizbajas
En la soledad de las cocinas donde cavilo mientras trabo amistad con las moscas
Enajenado por el dulce suicidio he dejado mi pistola de píldoras
Al borde de la mesa de noche
Y he vuelto otra vez a la vida He caminado por las aceras como si
Estuviese naciendo
Naciendo ahora estoy al invocarlos compañeros crueles
Que aguardáis en las tabernas tan quietos
Tan míos y puntuales
Como mi nombre