Philip Kindred Dick, Chicago, 16 de diciembre 1928 - California, 2 de marzo 1982
Versión Lino Mondino
Inicio de un diario de más de 8000 hojas dividido en 91 carpetas
Primer escrito a partir del 02 03 74
Exégesis
En ese instante,
mientras miraba fijamente
el signo centelleante del pez
escuchaba sus palabras,
de repente experimenté
lo que supe
se llamaba anamnesis
en griego
"pérdida del olvido"
Me acordé de quién era
y dónde estaba.
Todo tuvo sentido para mí.
No recordarlo, sino que pude verlo.
La chica era una secreta cristiana
y yo también.
Vivíamos con miedo
de ser detectados por los romanos.
Tuvimos que comunicarnos
con signos crípticos.
Ella me había dicho todo esto,
y era verdad.
Por un corto tiempo,
tan difícil como es esto de creer o explicar,
vi desapareciendo a la vista
los contornos negros,
carcelarios de la odiosa Roma.
Pero, mucho más importante,
me acordé de Jesús,
que había estado con nosotros,
y se había ido fuera por un tiempo,
y que volvería muy pronto.
Mi emoción!!!
Estábamos preparando
en secreto su bienvenida.
No pasaría mucho tiempo.
Y los romanos no lo sabían.
Pensaron que estaba muerto,
muerto para siempre.
Ese fue nuestro gran secreto,
nuestro conocimiento.
A pesar de las apariencias,
Cristo iba a regresar,
y nuestra alegría
y anticipación eran ilimitadas.
Versión Lino Mondino
Inicio de un diario de más de 8000 hojas dividido en 91 carpetas
Primer escrito a partir del 02 03 74
Exégesis
En ese instante,
mientras miraba fijamente
el signo centelleante del pez
escuchaba sus palabras,
de repente experimenté
lo que supe
se llamaba anamnesis
en griego
"pérdida del olvido"
Me acordé de quién era
y dónde estaba.
Todo tuvo sentido para mí.
No recordarlo, sino que pude verlo.
La chica era una secreta cristiana
y yo también.
Vivíamos con miedo
de ser detectados por los romanos.
Tuvimos que comunicarnos
con signos crípticos.
Ella me había dicho todo esto,
y era verdad.
Por un corto tiempo,
tan difícil como es esto de creer o explicar,
vi desapareciendo a la vista
los contornos negros,
carcelarios de la odiosa Roma.
Pero, mucho más importante,
me acordé de Jesús,
que había estado con nosotros,
y se había ido fuera por un tiempo,
y que volvería muy pronto.
Mi emoción!!!
Estábamos preparando
en secreto su bienvenida.
No pasaría mucho tiempo.
Y los romanos no lo sabían.
Pensaron que estaba muerto,
muerto para siempre.
Ese fue nuestro gran secreto,
nuestro conocimiento.
A pesar de las apariencias,
Cristo iba a regresar,
y nuestra alegría
y anticipación eran ilimitadas.
ÉXEGESIS
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