domingo, 17 de noviembre de 2024

FERNADO NOY


 Todo lo que he vivido, todo lo que fui muriendo, todo lo que fui naciendo. Todos los fenix. Todos los devoradores de leones que tuve que bancarme. Toda la gente que hace bailes extraños de odalisca detrás de una cámara. Todo para mí fue la unión de algo sagrado. Me tocó en esta vida como algo de premio desconsuelo. Porque aparte el desconsuelo se vuelve algo maravillosamente pacífico, porque se transmuta en frases de un poema que lo cura. Ojalá todos los creadores no dejen de seguir haciendo sus propias conclusiones respecto de cada caso, ser pintores, fotógrafos, directores de cine, pero si no está la poesía atrás, que hay miles que laburan sin poesía, es mejor que no se acerquen. Porque ahí es imposible la contaminación. Porque de todos modos, la poesía está blindada si es real. No es tan fácil destruir un poema o un poeta. Yo aún estoy vivo, y sin embargo, sigo escribiendo como la primera vez. Y creo que es eso, cada vez existe la primera vez, no existe la última. No hay última. Ninguna última.🪷
(Extracto entrevista Revista Ruda junio24)



NUESTRA NADA


Mi alma entre jazmines

se enciende y fulgura

sobre toda herida

que ni el llanto calma


La ciudad sangra

y se lava el pelo


Todo lo que te sobra es mío

Tu cuerpo

por ejemplo.




viernes, 8 de noviembre de 2024

DANIEL ARIAS -NOVIEMBRE

 






Esperaba la tarde abierta en Bulnes y Honduras 

con árboles, su copa de oro y la penumbra apenas.

La recuerdo como una música 

que transita como un dios en mí.


Aquellas hojas del verano contemplaron 

tus manos al costado de la luz 

y las brisas de la tarde leían en tu pelo 

el largo reflejo de un sueño y cantabas,

cantabas con la voz invencible del corazón

al granito del fondo del río de la calle

a los cordones de piedra en su siesta ignorada y sonreías

alta en el semblante como un cielo blanco

a la corrosión de la sombra amenazante,

y nuestras manos fueron el rocío y el jazmín,

las bocas unidas despaciosamente

los sentidos abiertos al milagro

y desatamos el resplandor del deseo y del secreto,

en la tierra del barrio compartido que sigue encendido todavía.


Ahora el tiempo es todo el tiempo y sigo renaciendo 

en aquellos tiempos y en el beso demorado 

juntos penetramos la sombra dura 

la noche pavorosa en busca del mínimo gesto,

la pequeña luz distante, un pétalo de aire

y así nos acostumbramos al invierno,

a la humedad y a una ciudad descompuesta

de ciudades sucesivas de nausea y de neón.

Aquí las hojas del verano que brillaron su antigua edad

salvaron del naufragio el zumbido de la tierra del cielo y del mar

todo pudo ser y fue una fina hebra de sol en la vereda,

como en los cuentos, 

como ahora que seguimos creciendo en la felicidad.


Daniel Arias