Irene Gruss, Bs As, 31 de agosto 1950 – Bs As, 25 de diciembre 2018
Hoja en la tormenta
Un relato no necesita heroínas.
Mónica Tracey
No me vengan a hablar de
desolación, una hoja en la tormenta
hoja infante, de quién va
a cubrir a esta hoja –no de papel, no de tinta–
ni hoja pequeñita, desvalida en
la tormenta. Arrecia, arrecia
tempestad, lastima
ya no la raíz, la nervadura,
marca que carga la hoja
como genealogía o simple adorno. No
me vengan a hablar de fortaleza, firme la caída
el vuelo hacia arriba hacia abajo
el concienzudo tocar tierra (ni siquiera
fondo) de la hoja. No me vengan con
el gris dorado verde
de la vida, pavana para una hoja, corcel
que va a salvarla, no me vengan a hablar de
la canción de la intemperie, de que de esto
se trata ni vengan a decir, declinar
en subjuntivo la memoria o la falta,
ni a clamar declamando la hoja se cae por sí sola,
arrecia tempestad, fulmina de una vez
con la luz la electricidad
de un rayo, arde de impaciencia el objeto
aquí tomado, ardería aún más si
algo –un roce– pero no, la hoja
elige no me vengan a hablar
de destino pagar caro el precio la responsabilidad
(largo
invento)
la omnipotente la débil como una
hoja en la tormenta ni mencionen al viril
árbol que muere de pie, ella ha visto caer
árboles hojas sostenerse de la nada desprenderse
ahora sí de la raíz de la razón del sexo
tiemblen ciudadanos, nunca de la historia
el mundo alrededor y ella no en el centro,
quizás en el borde, andar doble filo doble juego
de la hoja
haciendo –mal gerundio– mal y bien
cortó el pan y la carne no me vengan a
hablar de
inocencia, más quisiera la infanta
ni vengan a decir
la perdida o
la que perdió ni
se sufre se sufre demasiado
no vengan a bailarle encima ni a
quitarle el baile, bamboleo embriagador,
faltaba el amor, no me vengan
con el cuento hoja en la
tormenta, arrecia la furia
la iniquidad el asombro no vengan con
que de esto no se habla con que de esto
ni hablar no me vengan con el sol
otra vez y aquí no ha pasado
nada la nada la trascendencia lo que queda es la obra,
el devenir circunstancia causa-efecto ensayo-error
de la hoja
qué le pasa qué pretende
por qué no lo consigue no me vengan
a hablar no me vengan a hablar
la hoja es
una hoja, suave
objeto, tema
con tormenta.
domingo, 30 de diciembre de 2018
viernes, 28 de diciembre de 2018
Francisca Camelo -A4
Francisca Camelo, Oporto, 20 de mayo 1990
Versión Mijail Lamas
A4
a pesar de
haber nacido sagitario
confirmo que cuando
me entra rabia
café adentro
cruzándose con el cigarro
en el sureste, no hay mucho que
pueda hacer para detener
a saturno en el último diálogo:
para el adiós sólo sobran
fórmulas viejas y con el
tiempo aprendes a elegir
cuidadosamente
palabras que quepan
en un formato móvil, algo que
pueda cargarse enteramente.
que no te engañen las memorias
debe fingirse algún
alivio en la partida.
un automatismo es este
juego, tachar amores como
poemas, el escapismo
la única honestidad
de la presencia: salir volver
como quien dice
voy a la cocina a
prepárame un café
o: necesito ir al puesto de periódicos
a ver en el horóscopo
si ahora sí el carnero
arde solo
en el pasto.
Versión Mijail Lamas
A4
a pesar de
haber nacido sagitario
confirmo que cuando
me entra rabia
café adentro
cruzándose con el cigarro
en el sureste, no hay mucho que
pueda hacer para detener
a saturno en el último diálogo:
para el adiós sólo sobran
fórmulas viejas y con el
tiempo aprendes a elegir
cuidadosamente
palabras que quepan
en un formato móvil, algo que
pueda cargarse enteramente.
que no te engañen las memorias
debe fingirse algún
alivio en la partida.
un automatismo es este
juego, tachar amores como
poemas, el escapismo
la única honestidad
de la presencia: salir volver
como quien dice
voy a la cocina a
prepárame un café
o: necesito ir al puesto de periódicos
a ver en el horóscopo
si ahora sí el carnero
arde solo
en el pasto.
miércoles, 26 de diciembre de 2018
Ruth Fainlight -La medialuna
Ruth Fainlight, Nueva York, 2 de mayo 1931
Traducción Mirko Lauer
La medialuna
Mi barra de crema de cacao se ha gastado
hasta formar la misma medialuna
que fue lo primero que advertí
sobre el lápiz labial de mi madre.
Marcaba la presión de su existencia
sobre el mundo de la materia.
Imaginen la severa fijeza
de mi mirada, observándola untar
la brillante grasa sobre sus labios
desde un tubo lustroso como una bala.
La forma en que ella la alisaba
con la punta del meñique
(la traza que dejaba, aun luego
de lavarse las manos, explicaba
lo de “dedito rosado”) y su lengua puntiaguda
lamiendo como la de un gatito,
fascinaba, irritaba.
Era parte del misterio de
los sostenes, las polleras y las carteras
cuyo significado era ser adulto. Yo pensaba
que a mis propios talones les tendría que salir
una suerte de espolón que se insertara
en el agujero interior de los tacos altos.
Ahora estoy más tranquila y ya no
me pinto los labios salvo con esto,
pálido como un cadáver kosher
o una vela votiva,
la cera cuajada por un costado,
como si enfrentara al viento
que sopla desde el pasado, llama
reflejada como una luna creciente
contra una nube
en el estanque de luz derretida.
Porto el signo de la luna
y mi madre, un talismán
en un pequeño tubo de plástico
dentro de mi cartera, una reliquia santa
fundida por los besos
de los creyentes, y cada vez
que me suavizo los labios con el ungüento
los siento fruncirse y estirarse
en la eterna sonrisa
de su sobrevivencia a través de mí,
siento su boca sobre la mía.
Traducción Mirko Lauer
La medialuna
Mi barra de crema de cacao se ha gastado
hasta formar la misma medialuna
que fue lo primero que advertí
sobre el lápiz labial de mi madre.
Marcaba la presión de su existencia
sobre el mundo de la materia.
Imaginen la severa fijeza
de mi mirada, observándola untar
la brillante grasa sobre sus labios
desde un tubo lustroso como una bala.
La forma en que ella la alisaba
con la punta del meñique
(la traza que dejaba, aun luego
de lavarse las manos, explicaba
lo de “dedito rosado”) y su lengua puntiaguda
lamiendo como la de un gatito,
fascinaba, irritaba.
Era parte del misterio de
los sostenes, las polleras y las carteras
cuyo significado era ser adulto. Yo pensaba
que a mis propios talones les tendría que salir
una suerte de espolón que se insertara
en el agujero interior de los tacos altos.
Ahora estoy más tranquila y ya no
me pinto los labios salvo con esto,
pálido como un cadáver kosher
o una vela votiva,
la cera cuajada por un costado,
como si enfrentara al viento
que sopla desde el pasado, llama
reflejada como una luna creciente
contra una nube
en el estanque de luz derretida.
Porto el signo de la luna
y mi madre, un talismán
en un pequeño tubo de plástico
dentro de mi cartera, una reliquia santa
fundida por los besos
de los creyentes, y cada vez
que me suavizo los labios con el ungüento
los siento fruncirse y estirarse
en la eterna sonrisa
de su sobrevivencia a través de mí,
siento su boca sobre la mía.
lunes, 24 de diciembre de 2018
Nuria Ruiz de Viñaspre -Poema incorregible
Nuria Ruiz de Viñaspre, Logroño, España, 13 de agosto 1969
Poema incorregible
Sin amor nada se puede
ni siquiera morir se puede sin amor
Vladimir Holan
¡Cómo es la muerte! Te clava los ojos -que ya no son tuyos- a un punto extraño de una habitación que tampoco es tuya, y ese mismo punto que te está mirando te inmoviliza hasta la expiración completa. Los que aquí quedamos nunca sabremos qué puntos son esos que los de allí ven con tanta claridad.
Ver cómo el padre miraba ese punto. Seguir la trayectoria de sus ojos fijos y ver que miraba una luz que le miraba fijo. Era una luz incandescente. La luz de emergencia de cualquier hospital. La luminosa muerte iluminándole. La luz que quemó su último sueño. El sueño del Fuego.
A las dos y cincuenta y uno de un día trece del mes más cruel, escribir cómo nos mira la muerte pero no concluir nada, porque la muerte nos rapta antes de concretar nada,
solo la muerte es inconcreta
vivir la muerte del padre
literal y literariamente te inconcreta
quedarse a solas con el padre a solas
el mundo desmundado al otro lado
al otro lado el río
y al otro del otro su cadáver expuesto
nunca expuesto
después
la quietud del silencio
los pegados labios indecibles
el pectoral izquierdo sobresaliente
como si la esperada muerte súbita
le cogiera con el aire levantado
como si el corazón le hubiera estallado
de amor correspondido
y fuera ahora una cordillera inmóvil
las no horas infravaloradas de ese órgano
el plástico en el que envolvieron su cuerpo líquido
recorriendo mis manos
el sonido de mis manos chocando contra el plástico
la dureza de su mandíbula deshaciéndose por lágrima
mis manos caminando como un ciempiés por cada músculo frío
cada centímetro detenido
cada célula muerta al fin
no sé cómo escribir la muerte
sí puedo escribir que un apellido tumbado tumba tu nombre
pero tú no eres nada
-me digo-
tu nombre solo es un nombre
anclado a tierra
pala cuerda y escaleras hacia el cielo
panteones que se alzan como construcciones hacia abajo
¿escalar hacia lo profundo es incalar
o recalar?
qué trabajo más extraño
el de levantador de tapas de ataúdes
echador de tierra en tierra
albañil que abre y cierra tumbas
y alquila y vende horizontales casitas
de madera
mis pies están enterrados
en dos cubos de cemento
mientras una cigüeña dibuja en el cielo su futuro nido
-hay una cigüeña sobrevolando a tu padre- me dices
quiere anidar vida sobre su caja féretra
yo miro la caja y la caja duerme
a orillas de un mar que ahora es río
su rostro se serena al sentir el vuelo cigüeñal
y el cielo deja de mover nubes
papá ha muerto
ha entrado un bosque en la habitación
y ahora hablo a solas en el cuarto
hablo y digo en alto papá ha muerto
las paredes se han agrietado
las células han transitado de un lado a otro
de un latido a otro de una nube a otra
me ha movido de una pared a otra
de la habitación
estaba escribiendo la palabra nube
mientras le tocaba la frente y le decía
-¿que miras tan fijamente papá?
pero él ya no me oía
solo miraba esa luz que le miraba fluorescente y calva
mientras su voz pedía que sentaran
su cuerpo para tocar la tierra con sus pies alados
tras tomar tierra descansó
con esa cigüeña-madre sobrevolando su cabeza
y sus aladas patas ya atadas
después el golpe seco
-dulcísimo pero seco-
su pierna cayendo de la cama
resbalando sin latido
como resbala el agua de la fuente o de la frente
mi ralentizada mano recolocando
su fémur mientras el mundo se paraba
su muerte me ha pillado
escribiendo
su
muerte
se han muerto sus brazos en mis brazos
en mis únicos brazos
en mis huérfanos brazos
qué quieto se queda el aire en ese abrazo
qué quieto se queda todo
qué silencio y qué tanto tan a solas
me duelen los dientes
del olor a mentol quieto y a asepsia
de tocar su traje nuevo plastificado
de seguir la trayectoria de sus huesos
de buscar contornos y formas
de tocarlo todo
hasta la toalla que amorosa sostenía su aorta
como si mis manos tuvieran que palpar su muerte
para ver que era real sin ser ya real
para volver a dibujarlo todo en la cartografía de mi mente
y sentir la soñada y fina lluvia
que pulverizó todo y a todos dentro de la casa
no quiero corregir este poema
quiero que permanezca tal cual fue visto y descrito
no quiero corregir su muerte
no quiero corregir su vida
es mi último acto de amor
incorregible
Poema incorregible
Sin amor nada se puede
ni siquiera morir se puede sin amor
Vladimir Holan
¡Cómo es la muerte! Te clava los ojos -que ya no son tuyos- a un punto extraño de una habitación que tampoco es tuya, y ese mismo punto que te está mirando te inmoviliza hasta la expiración completa. Los que aquí quedamos nunca sabremos qué puntos son esos que los de allí ven con tanta claridad.
Ver cómo el padre miraba ese punto. Seguir la trayectoria de sus ojos fijos y ver que miraba una luz que le miraba fijo. Era una luz incandescente. La luz de emergencia de cualquier hospital. La luminosa muerte iluminándole. La luz que quemó su último sueño. El sueño del Fuego.
A las dos y cincuenta y uno de un día trece del mes más cruel, escribir cómo nos mira la muerte pero no concluir nada, porque la muerte nos rapta antes de concretar nada,
solo la muerte es inconcreta
vivir la muerte del padre
literal y literariamente te inconcreta
quedarse a solas con el padre a solas
el mundo desmundado al otro lado
al otro lado el río
y al otro del otro su cadáver expuesto
nunca expuesto
después
la quietud del silencio
los pegados labios indecibles
el pectoral izquierdo sobresaliente
como si la esperada muerte súbita
le cogiera con el aire levantado
como si el corazón le hubiera estallado
de amor correspondido
y fuera ahora una cordillera inmóvil
las no horas infravaloradas de ese órgano
el plástico en el que envolvieron su cuerpo líquido
recorriendo mis manos
el sonido de mis manos chocando contra el plástico
la dureza de su mandíbula deshaciéndose por lágrima
mis manos caminando como un ciempiés por cada músculo frío
cada centímetro detenido
cada célula muerta al fin
no sé cómo escribir la muerte
sí puedo escribir que un apellido tumbado tumba tu nombre
pero tú no eres nada
-me digo-
tu nombre solo es un nombre
anclado a tierra
pala cuerda y escaleras hacia el cielo
panteones que se alzan como construcciones hacia abajo
¿escalar hacia lo profundo es incalar
o recalar?
qué trabajo más extraño
el de levantador de tapas de ataúdes
echador de tierra en tierra
albañil que abre y cierra tumbas
y alquila y vende horizontales casitas
de madera
mis pies están enterrados
en dos cubos de cemento
mientras una cigüeña dibuja en el cielo su futuro nido
-hay una cigüeña sobrevolando a tu padre- me dices
quiere anidar vida sobre su caja féretra
yo miro la caja y la caja duerme
a orillas de un mar que ahora es río
su rostro se serena al sentir el vuelo cigüeñal
y el cielo deja de mover nubes
papá ha muerto
ha entrado un bosque en la habitación
y ahora hablo a solas en el cuarto
hablo y digo en alto papá ha muerto
las paredes se han agrietado
las células han transitado de un lado a otro
de un latido a otro de una nube a otra
me ha movido de una pared a otra
de la habitación
estaba escribiendo la palabra nube
mientras le tocaba la frente y le decía
-¿que miras tan fijamente papá?
pero él ya no me oía
solo miraba esa luz que le miraba fluorescente y calva
mientras su voz pedía que sentaran
su cuerpo para tocar la tierra con sus pies alados
tras tomar tierra descansó
con esa cigüeña-madre sobrevolando su cabeza
y sus aladas patas ya atadas
después el golpe seco
-dulcísimo pero seco-
su pierna cayendo de la cama
resbalando sin latido
como resbala el agua de la fuente o de la frente
mi ralentizada mano recolocando
su fémur mientras el mundo se paraba
su muerte me ha pillado
escribiendo
su
muerte
se han muerto sus brazos en mis brazos
en mis únicos brazos
en mis huérfanos brazos
qué quieto se queda el aire en ese abrazo
qué quieto se queda todo
qué silencio y qué tanto tan a solas
me duelen los dientes
del olor a mentol quieto y a asepsia
de tocar su traje nuevo plastificado
de seguir la trayectoria de sus huesos
de buscar contornos y formas
de tocarlo todo
hasta la toalla que amorosa sostenía su aorta
como si mis manos tuvieran que palpar su muerte
para ver que era real sin ser ya real
para volver a dibujarlo todo en la cartografía de mi mente
y sentir la soñada y fina lluvia
que pulverizó todo y a todos dentro de la casa
no quiero corregir este poema
quiero que permanezca tal cual fue visto y descrito
no quiero corregir su muerte
no quiero corregir su vida
es mi último acto de amor
incorregible
sábado, 22 de diciembre de 2018
Idea Vilariño -La noche
Idea Vilariño, Montevideo, 18 de agosto 1920 – Montevideo, 28 de abril 2009
La noche
Es un oro imposible de comprender, un acabado
silencio que renace y se incorpora.
Las manos de la noche buscan el aire, el aire
se olvida sobre el mar,
el mar cerrado,
el mar,
solo en la noche, envuelto
en su gran soledad,
el hondo mar agonizando en vano...
El mar oliendo a algas moribundas y al sol,
la arena a musgo, a cielo, el cielo
a estrellas. La alta noche sin voces
deviniendo en sí misma, inagotada y plena,
es la mujer total con los ojos serenos
y el hombre silencioso olvidado en la playa,
el alto, el poderoso, el triste,
el que contempla,
conoce su poder que crea, ordena el mundo,
se vuelve a su conciencia que da fe de las cosas,
y el haz de los sentidos le limita la noche.
Concédeme esos cielos, esos mundos dormidos,
el peso del silencio, ese arco, ese abandono,
enciéndeme las manos,
ahóndame la vida
con la dádiva dulce que te pido.
Dame la luz sombría, apasionada y firme
de esos cielos lejanos, la armonía
de esos mundos sellados,
dame el límite mudo, el detenido
contorno de esas lunas de sombra,
su contenido canto.
Tú, el negado, da todo,
tú, el poderoso, pide,
tú, el silencioso, dame la dádiva dulcísima
de esa miel inmediata y sin sentido.
Estás solo, lo mismo.
Yo no toco tu vida, tu soledad, tu frente,
yo no soy en tu noche más que un lago, una copa,
más que un profundo lago,
en que puedes beber aun cerrados los ojos,
olvidado.
soy para ti como otra oscuridad, otra noche,
anticipo de la muerte,
lo que llega en el día frío el hombre espera, aguarda,
y llega y él se entrega a la noche, a una boca,
y el olvido total lo ciega y lo anonada.
Sin límites la noche,
pura, despierta, sola,
solícita al amor, ángel de todo gesto...
Estás solo, lo mismo.
Ebrio, lúcido, azul, olvidado del alma,
concédete a la hora.
La noche
Es un oro imposible de comprender, un acabado
silencio que renace y se incorpora.
Las manos de la noche buscan el aire, el aire
se olvida sobre el mar,
el mar cerrado,
el mar,
solo en la noche, envuelto
en su gran soledad,
el hondo mar agonizando en vano...
El mar oliendo a algas moribundas y al sol,
la arena a musgo, a cielo, el cielo
a estrellas. La alta noche sin voces
deviniendo en sí misma, inagotada y plena,
es la mujer total con los ojos serenos
y el hombre silencioso olvidado en la playa,
el alto, el poderoso, el triste,
el que contempla,
conoce su poder que crea, ordena el mundo,
se vuelve a su conciencia que da fe de las cosas,
y el haz de los sentidos le limita la noche.
Concédeme esos cielos, esos mundos dormidos,
el peso del silencio, ese arco, ese abandono,
enciéndeme las manos,
ahóndame la vida
con la dádiva dulce que te pido.
Dame la luz sombría, apasionada y firme
de esos cielos lejanos, la armonía
de esos mundos sellados,
dame el límite mudo, el detenido
contorno de esas lunas de sombra,
su contenido canto.
Tú, el negado, da todo,
tú, el poderoso, pide,
tú, el silencioso, dame la dádiva dulcísima
de esa miel inmediata y sin sentido.
Estás solo, lo mismo.
Yo no toco tu vida, tu soledad, tu frente,
yo no soy en tu noche más que un lago, una copa,
más que un profundo lago,
en que puedes beber aun cerrados los ojos,
olvidado.
soy para ti como otra oscuridad, otra noche,
anticipo de la muerte,
lo que llega en el día frío el hombre espera, aguarda,
y llega y él se entrega a la noche, a una boca,
y el olvido total lo ciega y lo anonada.
Sin límites la noche,
pura, despierta, sola,
solícita al amor, ángel de todo gesto...
Estás solo, lo mismo.
Ebrio, lúcido, azul, olvidado del alma,
concédete a la hora.
jueves, 20 de diciembre de 2018
Virginia Caramés -Noria
Virginia Caramés, La Plata, 26 de febrero 1963
Noria
de la astilla
-la sagrada-
Ave al ave
de cuya pluma
se desprendió el
anuncio
Ave al muerto a
la muerta
a las manos del muerto a
las cabezas de todos los muertos sin cabeza
cantos rodados en los lechos de
todos los ríos que se nombran
del mismo modo
en los días sucesivos.
en el nombre de un verbo cualquiera
solo el agua atesorada en un frasco es
la misma agua
el jugo de la virgen
la lágrima de la deshonrada
de la vitoreada la que ve
los bracitos en alto aleteando abajo
la lágrima de la esfinge cumbia-cantora
los jugos de todas nuestras Madres
Ave al impasible plinto de
innumerables lágrimas
sobre el que yazgo
Noria
de la astilla
-la sagrada-
Ave al ave
de cuya pluma
se desprendió el
anuncio
Ave al muerto a
la muerta
a las manos del muerto a
las cabezas de todos los muertos sin cabeza
cantos rodados en los lechos de
todos los ríos que se nombran
del mismo modo
en los días sucesivos.
en el nombre de un verbo cualquiera
solo el agua atesorada en un frasco es
la misma agua
el jugo de la virgen
la lágrima de la deshonrada
de la vitoreada la que ve
los bracitos en alto aleteando abajo
la lágrima de la esfinge cumbia-cantora
los jugos de todas nuestras Madres
Ave al impasible plinto de
innumerables lágrimas
sobre el que yazgo
martes, 18 de diciembre de 2018
Ernestina Mo -La promesa
Ernestina Mo, CABA, 5 de noviembre 1953
La promesa
Te lo había prometido…
Te juro que en su momento lo hice, gobernada por ingenuidad florecida. En ese tiempo, escudaba mi sed crucificada y mi fuego repentino, detrás de mi dermis angelical, siempre dispuesta a disculpar tus ocasionales excusas.
Te lo había prometido…
Sí, porque estaba convencida de que los labios de los otros sabrían como los tuyos.
Que las salivas de esos otros, también se licuarían junto a las mías, para marearme, para inundarme, para desvanecerme…, como sólo las tuyas sabían hacerlo. Pero al descubrir el fraude, entendí que eran cavernas navegadas por veleros de imposibles aventuras.
Te lo había prometido…
Sí, pero aquel día en que lo hice, fue por haberme visto reflejada en la soberbia de tu espejo.
Te creí inalcanzable, impenetrable como un murallón imposible de franquear.
Ese segundo puesto al que me destinabas me obligaba a demostrarle al mundo hasta dónde era capaz de llegar.
Te lo había prometido…
Y tratando de guardar mi palabra, fui de a poco, casi sin darme cuenta, dejando de sufrir, dejando de anhelar…, dejando de pensar… convirtiéndome en magnífica obrera de mi resignación, al poner día tras día un ladrillo arriba del otro en mi propia pared.
Te lo había prometido…
Sería una mansa cierva que jamás se rebelaría ante el torbellino de tu furia.
Mas ahora, cuando las agujas de mi reloj están terminando de cursar su recorrido, me pregunto qué destino salvaje tuvieron las hojas de mi calendario…
Hoy, que puedo ser tan sólo triste espectadora en la ceremonia de tu último día, te quiero decir que ya no me importa nada.
Al diablo con las promesas que un día escaparon de mis labios. Reniego de aquella complicidad…
Quiero gritar al mundo… que me niego.
Ya no te puedo prometer nada.
Hoy quiero convertirme en tierra para estar a tu lado, amalgamada, desdibujada.
Amándote así, rebelde, por toda una eternidad.
La promesa
Te lo había prometido…
Te juro que en su momento lo hice, gobernada por ingenuidad florecida. En ese tiempo, escudaba mi sed crucificada y mi fuego repentino, detrás de mi dermis angelical, siempre dispuesta a disculpar tus ocasionales excusas.
Te lo había prometido…
Sí, porque estaba convencida de que los labios de los otros sabrían como los tuyos.
Que las salivas de esos otros, también se licuarían junto a las mías, para marearme, para inundarme, para desvanecerme…, como sólo las tuyas sabían hacerlo. Pero al descubrir el fraude, entendí que eran cavernas navegadas por veleros de imposibles aventuras.
Te lo había prometido…
Sí, pero aquel día en que lo hice, fue por haberme visto reflejada en la soberbia de tu espejo.
Te creí inalcanzable, impenetrable como un murallón imposible de franquear.
Ese segundo puesto al que me destinabas me obligaba a demostrarle al mundo hasta dónde era capaz de llegar.
Te lo había prometido…
Y tratando de guardar mi palabra, fui de a poco, casi sin darme cuenta, dejando de sufrir, dejando de anhelar…, dejando de pensar… convirtiéndome en magnífica obrera de mi resignación, al poner día tras día un ladrillo arriba del otro en mi propia pared.
Te lo había prometido…
Sería una mansa cierva que jamás se rebelaría ante el torbellino de tu furia.
Mas ahora, cuando las agujas de mi reloj están terminando de cursar su recorrido, me pregunto qué destino salvaje tuvieron las hojas de mi calendario…
Hoy, que puedo ser tan sólo triste espectadora en la ceremonia de tu último día, te quiero decir que ya no me importa nada.
Al diablo con las promesas que un día escaparon de mis labios. Reniego de aquella complicidad…
Quiero gritar al mundo… que me niego.
Ya no te puedo prometer nada.
Hoy quiero convertirme en tierra para estar a tu lado, amalgamada, desdibujada.
Amándote así, rebelde, por toda una eternidad.
domingo, 16 de diciembre de 2018
María Florencia Ordiz -Cuentos de la cripta
María Florencia Ordiz, Santa Fe, 15 de mayo 1987
Cuentos de la cripta
A veces las historias de fantasmas
no producen miedo
Ancestros, familia, conceptos
Hoy los suelto
Todo está saldado.
Mientras escribo,
ustedes se apoyan contra la pared del living
y me miran, cansados del viaje
vivieron en diferentes épocas,
en todas cultivaron la desazón,
en algunos me reconozco.
No creo en lo que los griegos llamaron destino
Les hago un gesto de despedida
ustedes se esfuman
A veces las historias de fantasmas
No producen miedo
Dan pena.
Cuentos de la cripta
A veces las historias de fantasmas
no producen miedo
Ancestros, familia, conceptos
Hoy los suelto
Todo está saldado.
Mientras escribo,
ustedes se apoyan contra la pared del living
y me miran, cansados del viaje
vivieron en diferentes épocas,
en todas cultivaron la desazón,
en algunos me reconozco.
No creo en lo que los griegos llamaron destino
Les hago un gesto de despedida
ustedes se esfuman
A veces las historias de fantasmas
No producen miedo
Dan pena.
viernes, 14 de diciembre de 2018
Amadeo Vicente Gravino -Karina, hermosa como un verso de Hölderlin
Amadeo Vicente Gravino, Bs As, 21 de noviembre 1945
Karina, hermosa como un verso de Hölderlin
Esta princesa de los cuentos
Va por las calles azules de la primavera
Y baila en las esquinas de una ciudad con trapecios
Y palomas / y conejos / y magos
Después:
-Dorada equilibrista-
Salta a las nubes de pañuelos de seda
Con zapatos rojos
...
Ella pequeña y dulce como una uva
Tiene risa de pájaro
Ojos de caramelo Media-hora
Que me tocan el alma muy despacio
Ella es un bombón de fruta
Una osa de pañolenci/ una pequeña garza
Que bebe la línea azul del horizonte en el ocaso
Ella paloma de mi corazón/terrón de azúcar
Tiene pechos de manzana y es fina como el mimbre
que se inclina bajo una luna de aluminio
...
Ella marea como el vino
Vibra como la música de Bach
Ilumina como una lámpara
Sus cejas de jade y de marfil y de papel de arroz
Evocan tesoros de la China o Japón / tesoros de la India
Tesoros de Grecia cantados por Homero
Pequeña y temblorosa paloma enamorada
Verso de Paul Eluard o de Dante o de Rilke
Que viaja en el viento enamorado
Sobre el mar enamorado
Y por el cielo enamorado
entre enamoradas nubes
Y planetas también enamorados
Música de Brahms o Chopin/Canto Gregoriano
Que entra al corazón de la noche estrellada
Celeste y delicada como una gacela
A la noche de Babilonia o de México
A la encendida noche de las Isas Canarias
A la noche de Caracas o Londres
A la noche de Madrid o Florencia o San Francisco
A la dulce y calurosa noche de Singapur
La primavera sube por sus venas de miel y chocolate
Y es música en su sangre / y es polen en sus pechos
Y es licor en su sexo
Y el dedal de su ombligo
...
Pequeña y temblorosa paloma enamorada
Su corazón es un flamenco o un cisne
Que bebe mariposas de luz
Del río violento que nos moja las manos / los tobillos
Su corazón es un tigre cachorro que comerá su presa
En el corazón musical de la selva
Su corazón es un ciervo que corre
Las sombras y el perfume del bosque
En la tarde azul y esbelta que visitan los ángeles
Pequeña y temblorosa paloma enamorada
Todo su cuerpo es pan / es vino y es consuelo
Todo su cuerpo es un manjar del cielo
Para los hombres que la amamos.
Karina, hermosa como un verso de Hölderlin
Esta princesa de los cuentos
Va por las calles azules de la primavera
Y baila en las esquinas de una ciudad con trapecios
Y palomas / y conejos / y magos
Después:
-Dorada equilibrista-
Salta a las nubes de pañuelos de seda
Con zapatos rojos
...
Ella pequeña y dulce como una uva
Tiene risa de pájaro
Ojos de caramelo Media-hora
Que me tocan el alma muy despacio
Ella es un bombón de fruta
Una osa de pañolenci/ una pequeña garza
Que bebe la línea azul del horizonte en el ocaso
Ella paloma de mi corazón/terrón de azúcar
Tiene pechos de manzana y es fina como el mimbre
que se inclina bajo una luna de aluminio
...
Ella marea como el vino
Vibra como la música de Bach
Ilumina como una lámpara
Sus cejas de jade y de marfil y de papel de arroz
Evocan tesoros de la China o Japón / tesoros de la India
Tesoros de Grecia cantados por Homero
Pequeña y temblorosa paloma enamorada
Verso de Paul Eluard o de Dante o de Rilke
Que viaja en el viento enamorado
Sobre el mar enamorado
Y por el cielo enamorado
entre enamoradas nubes
Y planetas también enamorados
Música de Brahms o Chopin/Canto Gregoriano
Que entra al corazón de la noche estrellada
Celeste y delicada como una gacela
A la noche de Babilonia o de México
A la encendida noche de las Isas Canarias
A la noche de Caracas o Londres
A la noche de Madrid o Florencia o San Francisco
A la dulce y calurosa noche de Singapur
La primavera sube por sus venas de miel y chocolate
Y es música en su sangre / y es polen en sus pechos
Y es licor en su sexo
Y el dedal de su ombligo
...
Pequeña y temblorosa paloma enamorada
Su corazón es un flamenco o un cisne
Que bebe mariposas de luz
Del río violento que nos moja las manos / los tobillos
Su corazón es un tigre cachorro que comerá su presa
En el corazón musical de la selva
Su corazón es un ciervo que corre
Las sombras y el perfume del bosque
En la tarde azul y esbelta que visitan los ángeles
Pequeña y temblorosa paloma enamorada
Todo su cuerpo es pan / es vino y es consuelo
Todo su cuerpo es un manjar del cielo
Para los hombres que la amamos.
miércoles, 12 de diciembre de 2018
Melisa Mauriño -Sundry
Melisa Mauriño, Bs As, 13 de diciembre 1985
Sundry
He felt as if he had not the initiative to get up,
or to say a word, or to move, but could only lie like a log.
D.H. Lawrence (Sons and Lovers)
Son las cinco pero también son las diez
al otro lado del océano brilla el sol.
¿Quién es Janine Smith? Se me volcó la luz
encima del libro abierto y la veo como una mancha
porque está oscuro mientras en otra parte
la gente está viviendo.
Sigo en la cama tendida como un tronco
aunque eso no significa que no me mueva
inevitablemente con las olas y escamas
de la Tierra que anda, gira, y todo eso.
Sabe hacer bien su trabajo: la rutina de abrir
o cerrar las cortinas, los pimpollos, encender las estufas,
regar las azucenas, los ríos y matar
pero no de raíz para que todo encuentre
una forma azarosa de regreso.
Sé lo que es rebobinar porque hace mucho tiempo
tuve una casetera. Los comandos
eran simples: volver atrás, adelantarse, avanzar,
quedarse en pausa.
¿Quién es Janine Smith el 14 de agosto
de 1985 en Birkenhead cuando deja
el recibo de su compra entre las páginas
de este libro que yo leo en mi cama
treinta y un años más tarde?
Gastó dos libras catorce peniques, compró “varios”:
nada lo suficientemente importante para nombrarse
por separado. Todavía no nazco
cuando escribe su nombre con letra cursiva
y tinta azul en la contratapa deja asentado
que le pertenece.
Yo lo rescato por cincuenta peniques
de un revoltijo de best sellers en un mercado callejero
bajo el arco de una iglesia en Oxford.
Son las cinco en Buenos Aires
pero también son las diez, la boda y el entierro.
Paso otra página, es otra historia.
No sé si vaya a escribir mi nombre, no sé si quiera
quedar pegada al mundo.
Sundry
He felt as if he had not the initiative to get up,
or to say a word, or to move, but could only lie like a log.
D.H. Lawrence (Sons and Lovers)
Son las cinco pero también son las diez
al otro lado del océano brilla el sol.
¿Quién es Janine Smith? Se me volcó la luz
encima del libro abierto y la veo como una mancha
porque está oscuro mientras en otra parte
la gente está viviendo.
Sigo en la cama tendida como un tronco
aunque eso no significa que no me mueva
inevitablemente con las olas y escamas
de la Tierra que anda, gira, y todo eso.
Sabe hacer bien su trabajo: la rutina de abrir
o cerrar las cortinas, los pimpollos, encender las estufas,
regar las azucenas, los ríos y matar
pero no de raíz para que todo encuentre
una forma azarosa de regreso.
Sé lo que es rebobinar porque hace mucho tiempo
tuve una casetera. Los comandos
eran simples: volver atrás, adelantarse, avanzar,
quedarse en pausa.
¿Quién es Janine Smith el 14 de agosto
de 1985 en Birkenhead cuando deja
el recibo de su compra entre las páginas
de este libro que yo leo en mi cama
treinta y un años más tarde?
Gastó dos libras catorce peniques, compró “varios”:
nada lo suficientemente importante para nombrarse
por separado. Todavía no nazco
cuando escribe su nombre con letra cursiva
y tinta azul en la contratapa deja asentado
que le pertenece.
Yo lo rescato por cincuenta peniques
de un revoltijo de best sellers en un mercado callejero
bajo el arco de una iglesia en Oxford.
Son las cinco en Buenos Aires
pero también son las diez, la boda y el entierro.
Paso otra página, es otra historia.
No sé si vaya a escribir mi nombre, no sé si quiera
quedar pegada al mundo.
lunes, 10 de diciembre de 2018
Juan Rapacioli -salí a caminar
Juan Rapacioli, Buenos Aires, 25 de abril 1987
salí a caminar
1
por el borde de la vida privada
doce casas más allá
termina la cuadra
un pasillo de ventanas abiertas
donde levantaron el piso
y removieron la tierra
pasé apurado para no escuchar
la risa de un ciudadano ejemplar
que no termina de morir en su silla
se hizo de noche buscando la dirección
y apagaron todas las luces de la casa
me invitaron a comer sobras
que rechacé con vanidad
del que no acepta lo que le falta
si quiero llorar subo a la terraza
y juego a dispararle a los vecinos
que cuelgan ropa simulando progreso
voy tanteando paredes sin revoque
y llego tarde a donde no me invitaron
sin querer lastimo cuando ofrezco
una mano que se quema al apretar
el gatillo de la felicidad impostada
dejo los platos sucios en la cocina
y se acumulan hasta formar
la única vida posible: la vida infectada
vuelvo transpirado y me acuesto
sobre el frío de mis entierros
2
salí a caminar
con un nombre
que olvidé en el camino
estuve solo por siglos
mirando las caras
de una moneda
que no me animé a lanzar
perdí la serenidad
la interferencia se hizo cargo
y el aire fue de piedra
con ardor en los ojos
sed de humo en la garganta
toqué la puerta tres veces
me recibió la familia
los platos en la mesa
la jarra con agua
las hermanas peleaban
la madre servía puré
el padre apoyaba sus manos
gruesas sobre el mantel
pensé en las otras manos
las de mi madre al amanecer
preparando la comida
la noche vino con tormenta
y sueño de selva en llamas
el olor del querosene
sobre el pasto arrasado
los árboles rojos bajo el cielo
me despertó el leve suspiro
saliva dulce de la asfixia
las manos frías en mi cuello
me tiré por la ventana y caí
desnudo de convicción
sobre la vereda mojada
3
el sol me pega en la cara
me despierto con hambre
y ganas de matar
la mañana sobrevuela
el cobre de las hojas
calor de agua estancada
pateo piedras que se desarman
barro mezclado con mierda
baldosas flojas de ciudad ausente
una señora barre la vereda
un hombre lava su auto
unos niños corren más lejos
el colibrí se posa en cámara lenta
sobre la rama negra que tapa
mi visión empañada de sudor
me llama el aroma de horno
masa crujiente de manzana verde
un mate de cocina a contraluz
la casa es blanca y abierta
no hay voces alrededor
sólo un tocadiscos girando
el pastel está caliente
dulce fruta triturada
agua fresca de montaña
duermo en la bañera
corto las uñas de mis pies
y me baño en perfume
descalzo sobre la loza
radiante de la habitación
miro los ladrillos del techo
esto debe ser la paz
pienso y me sirvo
una taza de té
hasta que veo la polilla
gira en círculos
se choca las paredes
cae sobre el pastel de manzana
cegada por la luz
busca una salida
con alas frenéticas sin destino
agua hirviendo sobre su intento
de pasar desapercibida
un cadáver de azúcar impalpable
6
el olor del pasto
recién cortado
anuncia el día
el rocío de la mañana
congelado en mis orejas
trae viento de tormenta
sigo el camino de arena
quemada por el tabaco
y las botellas de vino
busco direcciones en la piel
anotaciones de tinta borrada
el hombre me apunta
con su uña deforme
me lleva hasta su barba
manos de cemento
y dientes amarillos
de encierro al aire libre
su nombre es todos
dice en un idioma
que no descifro
sin hablar escucho
su historia circular
soy el hijo de un empresario
que no atiende el teléfono
mientras me desangro
soy una presa política
esperando en los bordes
que no prendan la luz
soy un doctor prestigioso
que visita la morgue
cuando cae la noche
soy una extranjera asustada
que junta piedras de la calle
y se las tira a la camioneta
soy un dirigente aplaudido
limpiándose la sangre
en el baño del hotel
soy un linyera acostado
en el banco de una plaza
soñando con perros
soy el hombre que espera
sentado en la vereda
que pare la lluvia
soy el episodio reprimido
de un paciente medicado
que sale a caminar
salí a caminar
1
por el borde de la vida privada
doce casas más allá
termina la cuadra
un pasillo de ventanas abiertas
donde levantaron el piso
y removieron la tierra
pasé apurado para no escuchar
la risa de un ciudadano ejemplar
que no termina de morir en su silla
se hizo de noche buscando la dirección
y apagaron todas las luces de la casa
me invitaron a comer sobras
que rechacé con vanidad
del que no acepta lo que le falta
si quiero llorar subo a la terraza
y juego a dispararle a los vecinos
que cuelgan ropa simulando progreso
voy tanteando paredes sin revoque
y llego tarde a donde no me invitaron
sin querer lastimo cuando ofrezco
una mano que se quema al apretar
el gatillo de la felicidad impostada
dejo los platos sucios en la cocina
y se acumulan hasta formar
la única vida posible: la vida infectada
vuelvo transpirado y me acuesto
sobre el frío de mis entierros
2
salí a caminar
con un nombre
que olvidé en el camino
estuve solo por siglos
mirando las caras
de una moneda
que no me animé a lanzar
perdí la serenidad
la interferencia se hizo cargo
y el aire fue de piedra
con ardor en los ojos
sed de humo en la garganta
toqué la puerta tres veces
me recibió la familia
los platos en la mesa
la jarra con agua
las hermanas peleaban
la madre servía puré
el padre apoyaba sus manos
gruesas sobre el mantel
pensé en las otras manos
las de mi madre al amanecer
preparando la comida
la noche vino con tormenta
y sueño de selva en llamas
el olor del querosene
sobre el pasto arrasado
los árboles rojos bajo el cielo
me despertó el leve suspiro
saliva dulce de la asfixia
las manos frías en mi cuello
me tiré por la ventana y caí
desnudo de convicción
sobre la vereda mojada
3
el sol me pega en la cara
me despierto con hambre
y ganas de matar
la mañana sobrevuela
el cobre de las hojas
calor de agua estancada
pateo piedras que se desarman
barro mezclado con mierda
baldosas flojas de ciudad ausente
una señora barre la vereda
un hombre lava su auto
unos niños corren más lejos
el colibrí se posa en cámara lenta
sobre la rama negra que tapa
mi visión empañada de sudor
me llama el aroma de horno
masa crujiente de manzana verde
un mate de cocina a contraluz
la casa es blanca y abierta
no hay voces alrededor
sólo un tocadiscos girando
el pastel está caliente
dulce fruta triturada
agua fresca de montaña
duermo en la bañera
corto las uñas de mis pies
y me baño en perfume
descalzo sobre la loza
radiante de la habitación
miro los ladrillos del techo
esto debe ser la paz
pienso y me sirvo
una taza de té
hasta que veo la polilla
gira en círculos
se choca las paredes
cae sobre el pastel de manzana
cegada por la luz
busca una salida
con alas frenéticas sin destino
agua hirviendo sobre su intento
de pasar desapercibida
un cadáver de azúcar impalpable
6
el olor del pasto
recién cortado
anuncia el día
el rocío de la mañana
congelado en mis orejas
trae viento de tormenta
sigo el camino de arena
quemada por el tabaco
y las botellas de vino
busco direcciones en la piel
anotaciones de tinta borrada
el hombre me apunta
con su uña deforme
me lleva hasta su barba
manos de cemento
y dientes amarillos
de encierro al aire libre
su nombre es todos
dice en un idioma
que no descifro
sin hablar escucho
su historia circular
soy el hijo de un empresario
que no atiende el teléfono
mientras me desangro
soy una presa política
esperando en los bordes
que no prendan la luz
soy un doctor prestigioso
que visita la morgue
cuando cae la noche
soy una extranjera asustada
que junta piedras de la calle
y se las tira a la camioneta
soy un dirigente aplaudido
limpiándose la sangre
en el baño del hotel
soy un linyera acostado
en el banco de una plaza
soñando con perros
soy el hombre que espera
sentado en la vereda
que pare la lluvia
soy el episodio reprimido
de un paciente medicado
que sale a caminar
sábado, 8 de diciembre de 2018
Valeria Sandi Peña -En este espacio
Valeria Sandi Peña, Santa Cruz, Bolivia, 10 de abril 1991
En este espacio
En este espacio
perforado está el cielo
la nube de polvo
oscurece nuestro cuerpo.
No hay luz
arremete la miel
sobre las veredas.
La sombra
de los verdugos
buscan
nuestros pájaros
quieren lapidar
nuestro día.
Su escritura
final
nos va alcanzando.
Mis venas
están sueltas
transpiro
los sueños
Va en picada
esta memoria.
Sigo caminando
se tiñen
mis pies.
No quiero olvidar
es aquí dentro
donde llevo
un pájaro
de vasta luz
que cierra los ojos
cuando el silencio
regresa
y me habita.
En este espacio
En este espacio
perforado está el cielo
la nube de polvo
oscurece nuestro cuerpo.
No hay luz
arremete la miel
sobre las veredas.
La sombra
de los verdugos
buscan
nuestros pájaros
quieren lapidar
nuestro día.
Su escritura
final
nos va alcanzando.
Mis venas
están sueltas
transpiro
los sueños
Va en picada
esta memoria.
Sigo caminando
se tiñen
mis pies.
No quiero olvidar
es aquí dentro
donde llevo
un pájaro
de vasta luz
que cierra los ojos
cuando el silencio
regresa
y me habita.
jueves, 6 de diciembre de 2018
Leonor Mauvecin -Los últimos comediantes
Leonor Mauvecin , Córdoba, 8 de diciembre 1950
Los últimos comediantes
Aquí estamos
Entre todos los últimos comediantes.
Entre los socavones del amanecer.
Entre los manifestantes con banderines de plomo.
Entre las innumerables mentiras.
Entre los ingenuos culpables y los malvados.
Entre los que emigran dejándonos una cicatriz de aborto.
Entre los sórdidos mendigos con sus mendrugos agusanados.
Entre los locos
Entre los insaciables que consumen la última hamburguesa
y juegan al polo con caballos de palo y escopetas.
Entre los que devoran bibliotecas con la única finalidad de sí mismos.
Entre los que miden el último gen del genoma humano
para saber que somos sólo el doble que una lombriz
y menos que un insecto.
Entre los que buscan el primer contacto con el mono
en el mítico eslabón de la historia.
Entre los que deambulan con los pelos rojos
y el rock and roll en sus orgasmos.
Entre los que gritan con Charly
sueñan con Fito o comen langostas aladas
en los recitales nocturnos de los Redondos .
Entre los que miden el compás de un tango abovedado
Y huelen la nostalgia de una calle desierta.
Entre los que no saben volar o no pueden
y usan polvo blanco o jeringas para vivir una vida prestada.
Entre los que ven la muerte.
Entre los que ven la muerte en pantalla chica
y se creen a salvo.
Entre los que viven la vida como una película del Far west
hartos de pochoclo y coca cola y se pegan a la imagen
dejando sus máscaras en las ondas del aire.
Entre los que hablan y leen un lenguaje universal
y buscan la metáfora.
Entre los que hacen dedo en las autopistas
y pagan el módico peaje de la intemperie.
Entre los que aman.
Entre los que venden un cielo de cartón
Con un rey de bastos dispuesto a golpearnos en las dos mejillas.
Entre los que caminan kilómetros para escuchar
al famélico maestro con su magro librito bajo el brazo.
Entre los que descubrieron la ternura.
Entre los que descubrieron la ternura
y golpean las puertas.
Entre los que golpean las puertas buscando la salida
hasta que la sangre florezca en las manos .
Los últimos comediantes
Aquí estamos
Entre todos los últimos comediantes.
Entre los socavones del amanecer.
Entre los manifestantes con banderines de plomo.
Entre las innumerables mentiras.
Entre los ingenuos culpables y los malvados.
Entre los que emigran dejándonos una cicatriz de aborto.
Entre los sórdidos mendigos con sus mendrugos agusanados.
Entre los locos
Entre los insaciables que consumen la última hamburguesa
y juegan al polo con caballos de palo y escopetas.
Entre los que devoran bibliotecas con la única finalidad de sí mismos.
Entre los que miden el último gen del genoma humano
para saber que somos sólo el doble que una lombriz
y menos que un insecto.
Entre los que buscan el primer contacto con el mono
en el mítico eslabón de la historia.
Entre los que deambulan con los pelos rojos
y el rock and roll en sus orgasmos.
Entre los que gritan con Charly
sueñan con Fito o comen langostas aladas
en los recitales nocturnos de los Redondos .
Entre los que miden el compás de un tango abovedado
Y huelen la nostalgia de una calle desierta.
Entre los que no saben volar o no pueden
y usan polvo blanco o jeringas para vivir una vida prestada.
Entre los que ven la muerte.
Entre los que ven la muerte en pantalla chica
y se creen a salvo.
Entre los que viven la vida como una película del Far west
hartos de pochoclo y coca cola y se pegan a la imagen
dejando sus máscaras en las ondas del aire.
Entre los que hablan y leen un lenguaje universal
y buscan la metáfora.
Entre los que hacen dedo en las autopistas
y pagan el módico peaje de la intemperie.
Entre los que aman.
Entre los que venden un cielo de cartón
Con un rey de bastos dispuesto a golpearnos en las dos mejillas.
Entre los que caminan kilómetros para escuchar
al famélico maestro con su magro librito bajo el brazo.
Entre los que descubrieron la ternura.
Entre los que descubrieron la ternura
y golpean las puertas.
Entre los que golpean las puertas buscando la salida
hasta que la sangre florezca en las manos .
martes, 4 de diciembre de 2018
Sergio Bizzio -Lloraría
Sergio Bizzio, Ramallo, Bs As, 3 de diciembre 1956
Lloraría
Por el vasto territorio de la manija, marchemos!
¡Por los radios de lo que es liso, por la espiral
de los que no serán hombres ni aunque los castren,
marchemos, marcianos!
¡…!
¿La verdad?
No quiero escribir más.
(No vivo).
¡Lo bien que haría!
¿Pasarme el día encerrado
escribiendo,
riéndome de a ratos como un loco,
encerrado como un loco,
solo como un loco?
¡Si me va tan bien cada vez que salgo!
La gente es feliz “por momentos”
y con “pequeñas cosas cotidianas”.
¿No es para llorar?
Les das algo y te agradecen,
les das más y hacen silencio.
El mismo desconcierto
siento yo
cuando pienso
en el tiempo
que pasé
escribiendo.
¡Y lo poco que guarda uno!
¿Ven esa montaña?
Es lo que escribí.
Al pie de la montaña hay un hombre.
Soy yo. Es lo único que queda.
Y eso que yo era un niño quemado por el cielo
(¡marchemos!),
brillante de vanidad…
(No es para llorar
pero lloraría).
Lloraría por el tiempo que pasé escribiendo.
A los gritos,
cubriéndome la cara,
en medio del living,
en tu baño,
en un baño cualquiera,
en el asiento reclinado del auto de un amigo
-si es que se acuerda de mí,
si es que me lleva-
lloraría,
lloraría como un hongo,
como un remo,
como un vidrio.
Lloraría acostado,
dormido,
pálido,
inactivo.
Pero me levanto y escribo.
Pongo un pie en el suelo y voy y escribo.
La gente sale a buscar trabajo,
a comer,
a bailar,
a gastar,
a ver un eclipse mientras yo escribo.
Mi hijo juega solo mientras escribo.
Mientras escribo se encuentran los amigos,
se hacen negocios,
política,
dinero,
sexo,
trampas,
guerras,
matrimonios,
puentes,
atentados,
juicios,
“relaciones”.
¿Qué es lo que no se hace mientras escribo?
¿Qué es lo que se hace
aparte de no escribir?
Lloraría
y lloraría
y lloraría, cómo que no.
Lloraría por lo que perdí
(¿vos no?)
pero más por lo que evité.
¿Por qué lo perdí, por qué lo evité?
¿Qué estaba haciendo?
¡Escribía!
Ahora mismo, en lugar de llorar, escribo.
Pero llorar no es lo mismo que llorar.
(¡Ya ni escribir es lo mismo que escribir!)
Escribo en lugar de cualquier otra cosa.
Escribo en lugar de todo
menos de…
También voy a comprar pescado para la cena.
El vendedor pone los filetes en una bolsita de nylon y,
mientras la hace girar en sus manos enguantadas,
me pregunta si quiero algo más –“¿Algo más?”-,
lo pregunta tan amablemente que lloraría.
¡Eh, no!
Sí, también.
También lloraría por eso.
Lloraría por las palabras compuestas
-superhéroe, ciberespacio-
¿cómo no voy a llorar por la amabilidad?
Lloraría cuando bebo (pero no lloro).
Descorcho una botella “con frialdad calculada”,
es cierto, pero cualquier otra cosa que diga
sería exagerar.
Qué feo es no ver, no saber
¡y encima exagerar y no beber!
—¿Por qué te vas?
—¿Holá?
—¿Por qué?
—¿Por qué qué?
—¿Por qué te vas?
—Porque no como desde temprano: estoy muerta de
hambre.
—¿Me cortás para ir a comer con otro?
—¡Voy a comer con una amiga!
(Siempre hay una china
en la gran llanura de la excusa).
¿Lloraría?
Y, sí.
Lloraría por la que está,
por la que no está,
por la que estuvo,
por el que fui cuando estuvo y por el que no seré con la
que no estará.
¡Marchemos!
¿Llueve?
Llovizna.
Lloraría.
Me hace llorar la luz,
pero igual lloraría.
Lloraría siempre, pero también a veces.
¡Qué lástima me da!
Matan a un joven y veo una foto de su madre llorando.
Lloraría con ella.
Un chico me pide una moneda.
Lloraría.
Una anciana cruza la avenida con pasitos de hormiga.
Lloraría.
Leo la frase “un provocador de la política posmoderna” y
lloraría.
Lloraría cuando leo que “una invasión de bibliotecarios
disparó las ventas”.
Lloraría cuando leo en el diario el título “tres para soñar”,
o “una mirada sin prejuicios”, o “el destino de occidente”.
Cuando se apuesta a la claridad o a la oscuridad,
cuando es diferente pero igual
también:
lloraría.
¿Te agredo?
Lloraría.
¿Te hago falta?
Lloraría.
¿Llorás?
Lloraría.
¿Me querés?
Sí, te juro: lloraría.
-Papi ¿los bebés piensan?
(Digo que sí con la cabeza).
-¿Y entonces por qué ese bebé llora en vez de pensar?
¿Lloraría de qué?
¿De tristeza, de furia, de amor, de arisco, de miedo, de
enfermo, de genio, de vivo, de muerto, helado y ardiente,
rabiosamente,
verdaderamente,
lloraría mentalmente?
¿Y con qué?
¿Con los ojos, el alma, los dedos, el paso, la obra, la voz,
la ropa, con qué
marcharía?
¿Y por qué?
¿Y por qué, si escribo, lloraría?
¿Y si ya no escribo?
¿Y si son los otros los que no escriben más?
No quiero que ella sea algún día una señora
que de joven publicó una novela.
¡No!
Quiero que sepa, que sienta, que siga.
(Saber, sensibilidad y continuidad).
Pero si yo no estoy
no está mi fe.
¿Y quién es ella?
¡No sé, qué se yo, la Mujer!
¿Lloraría?
Ay, mi Dios, qué difícil: a veces, sin quererlo…
Noto, por ejemplo, que no considero
llorar de risa (de la risa)
ni reirme de dolor o de tristeza.
¿Por qué? ¡Porque no!
¿Qué tiene la tristeza que dé risa?
No sé los otros, pero yo no me reiría de la tristeza
y mucho menos hasta llorar.
¿Me reiría de un hombre que medita?
No. Y tampoco de quien descree de lo que piensa.
(Todo lo contrario: si tuviera manos aplaudiría).
Puedo reirme de mi tristeza, de mis aplausos, pero no de la
tristeza de los demás.
(aunque sí de sus aplausos).
Supongo que eso es algo que “no se me da”,
de la misma forma en que no se me da la esgrima.
Si se me diera lloraría.
Lloraría por las cosas que se me dan.
Lloraría por las cosas que no se les dan a los demás:
talento y alimento, principalmente.
Lloraría (de emoción, esta vez) por el talento,
pero también por las zanjas, los atajos y la interminable
espiral de lo menor.
El otro día, sin ir más lejos, una chica, en la calle, me
preguntó:
-¿Vos no sos Bizzio?
Dije que no con la cabeza y terminé en su casa.
Me había leído bien, pero yo fumé y me fui: empezó
a hablar de cine.
Todos los enemigos del arte están en la Industria, dijo.
¿Lloraría por un vendedor de penicilina adulterada?
¿Y por la chica chica que buscaba impresionarme?
Pienso en ella y lloraría:
se desprendió un botón de la camisa,
mi lectora con ojos de almendra bañada en miel
se desprendió un botón de la camisa y dijo, dijo, dijo.
Yo escuchaba lo que ella misma no oía.
Lloraría por los que suben el sonido y enseguida lo bajan.
Lloraría por la gente que ve tres globos y una luz y va.
Lloraría por los que creen que lo que molesta es la ropa.
Es peor estrellarse contra la nada que contra el dolor.
De eso no hay duda.
Así que lloraría por la timidez del tímido,
pero también por la ilusión del iluso.
Lloraría por los que tienen miedo.
Yo mismo tengo miedo.
“No pensé (pensé, pero no sirvió),
“no escribí (escribí, pero me esforcé),
“no amé (amé, pero aquí estoy),
“no fui siempre justo, ni honesto, ni bueno, ni responsable, y ni hablar de cosas
como la tolerancia o la humildad”.
¡Lloraría!
¿Lloro?
Quién sabe…
Lloraría, pero escribo.
La pregunta “¿Por qué escribir?” se ha mejorado a sí
misma en su doblez:
“¿Por qué volver a escribir?”
—Volvé, volvé, por favor, vení…
Son las tres de la mañana
aunque el reloj indica que es mucho más…
Amanece.
Escribí.
No lloré.
Y con la misma suficiencia,
con la misma dudosa soberbia,
amigos (chicos),
amanece.
Lloraría
Por el vasto territorio de la manija, marchemos!
¡Por los radios de lo que es liso, por la espiral
de los que no serán hombres ni aunque los castren,
marchemos, marcianos!
¡…!
¿La verdad?
No quiero escribir más.
(No vivo).
¡Lo bien que haría!
¿Pasarme el día encerrado
escribiendo,
riéndome de a ratos como un loco,
encerrado como un loco,
solo como un loco?
¡Si me va tan bien cada vez que salgo!
La gente es feliz “por momentos”
y con “pequeñas cosas cotidianas”.
¿No es para llorar?
Les das algo y te agradecen,
les das más y hacen silencio.
El mismo desconcierto
siento yo
cuando pienso
en el tiempo
que pasé
escribiendo.
¡Y lo poco que guarda uno!
¿Ven esa montaña?
Es lo que escribí.
Al pie de la montaña hay un hombre.
Soy yo. Es lo único que queda.
Y eso que yo era un niño quemado por el cielo
(¡marchemos!),
brillante de vanidad…
(No es para llorar
pero lloraría).
Lloraría por el tiempo que pasé escribiendo.
A los gritos,
cubriéndome la cara,
en medio del living,
en tu baño,
en un baño cualquiera,
en el asiento reclinado del auto de un amigo
-si es que se acuerda de mí,
si es que me lleva-
lloraría,
lloraría como un hongo,
como un remo,
como un vidrio.
Lloraría acostado,
dormido,
pálido,
inactivo.
Pero me levanto y escribo.
Pongo un pie en el suelo y voy y escribo.
La gente sale a buscar trabajo,
a comer,
a bailar,
a gastar,
a ver un eclipse mientras yo escribo.
Mi hijo juega solo mientras escribo.
Mientras escribo se encuentran los amigos,
se hacen negocios,
política,
dinero,
sexo,
trampas,
guerras,
matrimonios,
puentes,
atentados,
juicios,
“relaciones”.
¿Qué es lo que no se hace mientras escribo?
¿Qué es lo que se hace
aparte de no escribir?
Lloraría
y lloraría
y lloraría, cómo que no.
Lloraría por lo que perdí
(¿vos no?)
pero más por lo que evité.
¿Por qué lo perdí, por qué lo evité?
¿Qué estaba haciendo?
¡Escribía!
Ahora mismo, en lugar de llorar, escribo.
Pero llorar no es lo mismo que llorar.
(¡Ya ni escribir es lo mismo que escribir!)
Escribo en lugar de cualquier otra cosa.
Escribo en lugar de todo
menos de…
También voy a comprar pescado para la cena.
El vendedor pone los filetes en una bolsita de nylon y,
mientras la hace girar en sus manos enguantadas,
me pregunta si quiero algo más –“¿Algo más?”-,
lo pregunta tan amablemente que lloraría.
¡Eh, no!
Sí, también.
También lloraría por eso.
Lloraría por las palabras compuestas
-superhéroe, ciberespacio-
¿cómo no voy a llorar por la amabilidad?
Lloraría cuando bebo (pero no lloro).
Descorcho una botella “con frialdad calculada”,
es cierto, pero cualquier otra cosa que diga
sería exagerar.
Qué feo es no ver, no saber
¡y encima exagerar y no beber!
—¿Por qué te vas?
—¿Holá?
—¿Por qué?
—¿Por qué qué?
—¿Por qué te vas?
—Porque no como desde temprano: estoy muerta de
hambre.
—¿Me cortás para ir a comer con otro?
—¡Voy a comer con una amiga!
(Siempre hay una china
en la gran llanura de la excusa).
¿Lloraría?
Y, sí.
Lloraría por la que está,
por la que no está,
por la que estuvo,
por el que fui cuando estuvo y por el que no seré con la
que no estará.
¡Marchemos!
¿Llueve?
Llovizna.
Lloraría.
Me hace llorar la luz,
pero igual lloraría.
Lloraría siempre, pero también a veces.
¡Qué lástima me da!
Matan a un joven y veo una foto de su madre llorando.
Lloraría con ella.
Un chico me pide una moneda.
Lloraría.
Una anciana cruza la avenida con pasitos de hormiga.
Lloraría.
Leo la frase “un provocador de la política posmoderna” y
lloraría.
Lloraría cuando leo que “una invasión de bibliotecarios
disparó las ventas”.
Lloraría cuando leo en el diario el título “tres para soñar”,
o “una mirada sin prejuicios”, o “el destino de occidente”.
Cuando se apuesta a la claridad o a la oscuridad,
cuando es diferente pero igual
también:
lloraría.
¿Te agredo?
Lloraría.
¿Te hago falta?
Lloraría.
¿Llorás?
Lloraría.
¿Me querés?
Sí, te juro: lloraría.
-Papi ¿los bebés piensan?
(Digo que sí con la cabeza).
-¿Y entonces por qué ese bebé llora en vez de pensar?
¿Lloraría de qué?
¿De tristeza, de furia, de amor, de arisco, de miedo, de
enfermo, de genio, de vivo, de muerto, helado y ardiente,
rabiosamente,
verdaderamente,
lloraría mentalmente?
¿Y con qué?
¿Con los ojos, el alma, los dedos, el paso, la obra, la voz,
la ropa, con qué
marcharía?
¿Y por qué?
¿Y por qué, si escribo, lloraría?
¿Y si ya no escribo?
¿Y si son los otros los que no escriben más?
No quiero que ella sea algún día una señora
que de joven publicó una novela.
¡No!
Quiero que sepa, que sienta, que siga.
(Saber, sensibilidad y continuidad).
Pero si yo no estoy
no está mi fe.
¿Y quién es ella?
¡No sé, qué se yo, la Mujer!
¿Lloraría?
Ay, mi Dios, qué difícil: a veces, sin quererlo…
Noto, por ejemplo, que no considero
llorar de risa (de la risa)
ni reirme de dolor o de tristeza.
¿Por qué? ¡Porque no!
¿Qué tiene la tristeza que dé risa?
No sé los otros, pero yo no me reiría de la tristeza
y mucho menos hasta llorar.
¿Me reiría de un hombre que medita?
No. Y tampoco de quien descree de lo que piensa.
(Todo lo contrario: si tuviera manos aplaudiría).
Puedo reirme de mi tristeza, de mis aplausos, pero no de la
tristeza de los demás.
(aunque sí de sus aplausos).
Supongo que eso es algo que “no se me da”,
de la misma forma en que no se me da la esgrima.
Si se me diera lloraría.
Lloraría por las cosas que se me dan.
Lloraría por las cosas que no se les dan a los demás:
talento y alimento, principalmente.
Lloraría (de emoción, esta vez) por el talento,
pero también por las zanjas, los atajos y la interminable
espiral de lo menor.
El otro día, sin ir más lejos, una chica, en la calle, me
preguntó:
-¿Vos no sos Bizzio?
Dije que no con la cabeza y terminé en su casa.
Me había leído bien, pero yo fumé y me fui: empezó
a hablar de cine.
Todos los enemigos del arte están en la Industria, dijo.
¿Lloraría por un vendedor de penicilina adulterada?
¿Y por la chica chica que buscaba impresionarme?
Pienso en ella y lloraría:
se desprendió un botón de la camisa,
mi lectora con ojos de almendra bañada en miel
se desprendió un botón de la camisa y dijo, dijo, dijo.
Yo escuchaba lo que ella misma no oía.
Lloraría por los que suben el sonido y enseguida lo bajan.
Lloraría por la gente que ve tres globos y una luz y va.
Lloraría por los que creen que lo que molesta es la ropa.
Es peor estrellarse contra la nada que contra el dolor.
De eso no hay duda.
Así que lloraría por la timidez del tímido,
pero también por la ilusión del iluso.
Lloraría por los que tienen miedo.
Yo mismo tengo miedo.
“No pensé (pensé, pero no sirvió),
“no escribí (escribí, pero me esforcé),
“no amé (amé, pero aquí estoy),
“no fui siempre justo, ni honesto, ni bueno, ni responsable, y ni hablar de cosas
como la tolerancia o la humildad”.
¡Lloraría!
¿Lloro?
Quién sabe…
Lloraría, pero escribo.
La pregunta “¿Por qué escribir?” se ha mejorado a sí
misma en su doblez:
“¿Por qué volver a escribir?”
—Volvé, volvé, por favor, vení…
Son las tres de la mañana
aunque el reloj indica que es mucho más…
Amanece.
Escribí.
No lloré.
Y con la misma suficiencia,
con la misma dudosa soberbia,
amigos (chicos),
amanece.
domingo, 2 de diciembre de 2018
María Lanese -I
María Lanese, Ripalimosani, Campobasso, Italia, 5 de julio 1945
I
Percibir en la oscuridad del presente esta luz que busca alcanzarnos y no
puede hacerlo, ello significa ser contemporáneos. Giorgio Agamben
¿Tendremos en esta oscuridad
algún lugar?
¿Podrá visitarnos en esta oscuridad
algún vislumbre?
¿Serán los mismos huesos
los que brillen
cuando hayamos
recuperado los espejos?
Males de otros tiempos
sentencian los del porvenir
son los que no dejan de ulular
en los resquicios del quebranto.
¿Serán los días por venir
los que descifren
cuál fue la advertencia
desviada de su intento?
¿Serán los peces en la red
los que presienten el fin
mientras el agua
todavía los contiene?
No podemos saberlo
no todo saber proviene de las sales
también la oscuridad presume
de albergar los designios de la luz.
¿Cómo podría alcanzarnos
en un mundo irredimible
dispuesto a ignorar
lo que la noche no olvida?
Sería incapaz de encontrarnos
inundados, sumergidos, complacientes
como estamos con esta era vulgar
de amañada, artificiosa incandescencia.
I
Percibir en la oscuridad del presente esta luz que busca alcanzarnos y no
puede hacerlo, ello significa ser contemporáneos. Giorgio Agamben
¿Tendremos en esta oscuridad
algún lugar?
¿Podrá visitarnos en esta oscuridad
algún vislumbre?
¿Serán los mismos huesos
los que brillen
cuando hayamos
recuperado los espejos?
Males de otros tiempos
sentencian los del porvenir
son los que no dejan de ulular
en los resquicios del quebranto.
¿Serán los días por venir
los que descifren
cuál fue la advertencia
desviada de su intento?
¿Serán los peces en la red
los que presienten el fin
mientras el agua
todavía los contiene?
No podemos saberlo
no todo saber proviene de las sales
también la oscuridad presume
de albergar los designios de la luz.
¿Cómo podría alcanzarnos
en un mundo irredimible
dispuesto a ignorar
lo que la noche no olvida?
Sería incapaz de encontrarnos
inundados, sumergidos, complacientes
como estamos con esta era vulgar
de amañada, artificiosa incandescencia.
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