Almafuerte, San Justo, 13 de mayo 1854 – La Plata, 28 de febrero 1917
Dios te salve
Cuando se haga en ti la sombra;
cuando apagues tus estrellas;
cuando abismes en el fango más hediondo, más infecto,
más maligno, más innoble, más macabro (más de muerte,
más de bestia, más de cárcel)
tu divina majestad;
no has caído todavía,
no has rodado a lo más hondo…
si en la cueva de tu pecho, más ignara, más remota,
más secreta, más arcana, más oscura, más vacía,
más ruin, más secundaria,
canta salmos las tristeza,
muerde angustias el despecho,
vibra un punto, gime un ángel, pía un nido de sonrojos,
se hace un nudo de ansiedad.
Los que nacen tenebrosos;
los que son y serán larvas;
los estorbos, los peligros, los contagios, los Satanes,
los malditos, los que nunca (nunca en seco, nunca siempre,
nunca mismo, nunca nunca)
se podrán regenerar,
no se auscultan en sus noches,
no se lloran a si propios…
se producen imperantes, satisfechos (como normas,
como moldes, como pernos, como pesas controlarias,
como básicos puntales)
y no sienten el deseo
de lo sano y de lo puro
ni siquiera un vil momento, ni siquiera un vil instante,
de su arcano cerebral.
Al que tasca sus tinieblas,
al que ambula taciturno;
al que aguanta en sus dos lomos, como el peso indeclinable,
como el peso punitorio de cien urbes, de cien siglos,
de cien razas delincuentes
su tenaz obcecación;
al que sufre noche y día
(y en la noche hasta durmiendo)
como el roce de un cilicio, como un hueso en la garganta,
como un clavo en el cerebro, como un ruido en los oídos,
como un callo apostemado
la noción de sus miserias,
la gran cruz de su pasión:
yo le agacho mi cabeza; yo le doblo mis rodillas;
yo le beso las dos plantas; yo le digo: Dios te salve…
¡Cristo negro, santo hediondo, Job por dentro,
vaso infame de dolor!
domingo, 30 de junio de 2019
viernes, 28 de junio de 2019
Alvaro Cormenzana -Desde las ventanas
Alvaro Cormenzana, Jujuy, 22 de febrero 1954 – Jujuy, 8 de octubre 2018
Desde las ventanas
Desde las ventanas de un colegio
un grupo de niñas goza
chistando a los hombres
que pasan por la vereda.
Las monjas del internado
olvidan el calor de la siesta
diciendo sus oraciones
y
con la biblia entre sus piernas,
toleran
la diversión de sus pupilas.
Más expertos que Ulises,
los hombres que pasan
no hacen caso del juego de las niñas.
Más necios que Ulises,
los hombres que pasan
nunca aprenderán a distinguir
el canto de las sirenas.
Desde las ventanas
Desde las ventanas de un colegio
un grupo de niñas goza
chistando a los hombres
que pasan por la vereda.
Las monjas del internado
olvidan el calor de la siesta
diciendo sus oraciones
y
con la biblia entre sus piernas,
toleran
la diversión de sus pupilas.
Más expertos que Ulises,
los hombres que pasan
no hacen caso del juego de las niñas.
Más necios que Ulises,
los hombres que pasan
nunca aprenderán a distinguir
el canto de las sirenas.
miércoles, 26 de junio de 2019
Carolina Massola -perdí a mi rebaño...
Carolina Massola, CABA, 10 de julio 1975
perdí a mi rebaño en una noche escarlata
lo dejé allí pastando
al borde de mi llanura
yaincendiada
¿será que no he sido un buen pastor?
/
¿por qué me pierdes en las trampas de lo imposible?
perdí a mi rebaño
algunos rebaños no se extravían como el mío…
escribo para enterrar mi ojo*
¿dónde están las aspas del silencio?
una redada al silencio
no puedo separar la luz de las tinieblas
no puedo abastecer al día de la bruma
tampoco saber si concederé la noche cuando termine de nombrarla
hay una indefensión de lo sagrado
una palabra maldita en el borde de la lengua
¿cómo explicar cada paso que no puedo dar?
créense a sí mismos, ya no me necesitan mis criaturas /ni estas ni aquellas otras
ya no puedo discernir entre el bien y el mal
¿qué tipo de albedrío les enseñaré?
¿quién me acompañará al fondo del Océano, quién retorcerá mis ramas secas sin talarme?
¿quién es capaz todavía de alimentar esta indigencia?
todas las criaturas conocen el dolor, a ninguna la he privado del daño
Y ahora yo, ¿quién es el que recuerda?
¿por qué anida en mí este dolor antiguo?
¿qué clase de silencio envicia las venas hasta hacerlas reventar?
¿qué clase de recuerdo retuerce los rostros hasta volverlos indescifrables / en esa blanca bruma que no recuerdo haber creado? ¿y por qué traerla hasta aquí?
¿para confundirlos?
¿cómo es olvidar hasta el último aullido del mundo?
¿cómo es hundirse en el bosque y respirar en el bramido del ciervo?
¿por qué les hice esas astas? ¿por qué no puedo correr y esconderme con ellos
ser uno más en la manada, perderme en la nevisca del viento?
¿acaso aceptarían este cuerpo que no tengo?
es perverso el destino/el designio de un dios indefenso, perdido de sí, sin recordar siquiera una calle / el camino sinuoso del regreso donde nunca
¿qué claro sabrá hospedarse en mi bosque?
¿por qué no destrozar también esos aros de luz?
¡perdí a mi rebaño!
Perdí a mi rebaño en una noche escarlata
lo dejé allí pastando en mi llanura ya
incendiada
¿a qué Dios suplicaré yo por encontrarlos?
¿con qué ojo blasfemaré contra todos ustedes?
no quiero que me vean así
¿qué es esto que me rompe la garganta en añicos? ¿por qué cada fragmento que cae es
una mañana
perdida?
¿qué tiempo es el mío? ¿podré hinchar con mis manos hendidas esta tierra arrasada por mi propia creación?
¿podré?
ya no encuentro lugar en el vacío…
¡perdí a mi rebaño!
Perdí a mi rebaño en una noche escarlata
lo dejé allí pastando en mi llanura ya
incendiada
*escribo para enterrar mi oro dice J. Dupin
perdí a mi rebaño en una noche escarlata
lo dejé allí pastando
al borde de mi llanura
yaincendiada
¿será que no he sido un buen pastor?
/
¿por qué me pierdes en las trampas de lo imposible?
perdí a mi rebaño
algunos rebaños no se extravían como el mío…
escribo para enterrar mi ojo*
¿dónde están las aspas del silencio?
una redada al silencio
no puedo separar la luz de las tinieblas
no puedo abastecer al día de la bruma
tampoco saber si concederé la noche cuando termine de nombrarla
hay una indefensión de lo sagrado
una palabra maldita en el borde de la lengua
¿cómo explicar cada paso que no puedo dar?
créense a sí mismos, ya no me necesitan mis criaturas /ni estas ni aquellas otras
ya no puedo discernir entre el bien y el mal
¿qué tipo de albedrío les enseñaré?
¿quién me acompañará al fondo del Océano, quién retorcerá mis ramas secas sin talarme?
¿quién es capaz todavía de alimentar esta indigencia?
todas las criaturas conocen el dolor, a ninguna la he privado del daño
Y ahora yo, ¿quién es el que recuerda?
¿por qué anida en mí este dolor antiguo?
¿qué clase de silencio envicia las venas hasta hacerlas reventar?
¿qué clase de recuerdo retuerce los rostros hasta volverlos indescifrables / en esa blanca bruma que no recuerdo haber creado? ¿y por qué traerla hasta aquí?
¿para confundirlos?
¿cómo es olvidar hasta el último aullido del mundo?
¿cómo es hundirse en el bosque y respirar en el bramido del ciervo?
¿por qué les hice esas astas? ¿por qué no puedo correr y esconderme con ellos
ser uno más en la manada, perderme en la nevisca del viento?
¿acaso aceptarían este cuerpo que no tengo?
es perverso el destino/el designio de un dios indefenso, perdido de sí, sin recordar siquiera una calle / el camino sinuoso del regreso donde nunca
¿qué claro sabrá hospedarse en mi bosque?
¿por qué no destrozar también esos aros de luz?
¡perdí a mi rebaño!
Perdí a mi rebaño en una noche escarlata
lo dejé allí pastando en mi llanura ya
incendiada
¿a qué Dios suplicaré yo por encontrarlos?
¿con qué ojo blasfemaré contra todos ustedes?
no quiero que me vean así
¿qué es esto que me rompe la garganta en añicos? ¿por qué cada fragmento que cae es
una mañana
perdida?
¿qué tiempo es el mío? ¿podré hinchar con mis manos hendidas esta tierra arrasada por mi propia creación?
¿podré?
ya no encuentro lugar en el vacío…
¡perdí a mi rebaño!
Perdí a mi rebaño en una noche escarlata
lo dejé allí pastando en mi llanura ya
incendiada
*escribo para enterrar mi oro dice J. Dupin
lunes, 24 de junio de 2019
Roberto Mussapi -Palabras del zambullidor de Paestum
Roberto Mussapi, Cuneo, Piamonte, 30 de agosto 1952
Traducción Carlos Vitale
Palabras del zambullidor de Paestum
Yo soy el alma de tu padre, el zambullidor:
te he seguido cada día, estoy a tu lado,
conozco como entonces tus zonas de sombra,
el lenguaje de los movimientos trazado por tu cara,
nada ha cambiado desde entonces, en este sentido.
Esto es lo primero que he descubierto,
lo primero que quería decirte: no cambia la percepción
de tus momentos, como no cambiaba
de noche, en el sueño, o por la distancia.
Sé que este soplo mío (desde el fondo del agua,
entre las anémonas)
será para ti como mis palabras de antaño:
que te infundían memoria y valor,
más que el vino o que una mujer que te mira.
Mi primer descubrimiento, la primera verdad es que nada
se rompe en el secreto del alma.
El resto es confuso, es pronto
para intentar contarte,
corales, anémonas, vidas que se dibujan con un movimiento
de agua y se disipan al instante.
No todo es luz, transparencia, silencio,
galerías de oscuridad, respiraciones contenidas, luego voces
que inhalan en mí como si hablase.
Me deslizo hacia un fondo cada vez más distante
y siento que una luz sumergida me llama desde oriente:
no sé dónde acaba, por ahora,
no sé qué es, pero sé qué amor
la mueve y determina su respiración.
De este viaje hablaré más adelante,
cuando la experiencia sea conocimiento,
puedo hablarte de cuanto he dejado,
sobre la superficie azul de las aguas,
entre las arenas blanquísimas, las palmeras,
la sombra de los olivos, el vino
vertido de las ánforas:
ama la tierra rosa en el ocaso,
sumérgete en el mar para jugar, como un tritón,
saborea la fruta, el pan, bebe y come,
escucha las risas de las muchachas,
busca su boca, ríe y desespérate,
agradece cada día tu país resplandeciente.
Yo no soy tu padre sino su alma,
no soy aquello que vivo sino recuerdo,
la ribera, la piscina, los colores que forman
el extraño dibujo de la vida mortal.
Vive en esa cerámica deslumbrante y espera
cuanto sabré decirte más adelante, al final del viaje.
Pero ahora que duermes como cuando en una cuna
parecías buscar los secretos del mundo,
ahora que tienes las espaldas más anchas y los cabellos más ralos,
escucha las palabras de mi alma
no sé mucho de ella, de mí misma,
(es pronto, hijo, no conozco bastante,
apenas he comenzado, estoy nadando),
no pienses en mi cuerpo (es tarde,
perlas, los que fueron mis ojos,
y mis labios reducidos a corales),
pero conozco su matrimonio,
cuando vivían al unísono en el mundo
y yo, el alma de tu padre, el zambullidor,
te entrego sólo esta experimentada certeza
(desde el fondo del abismo, en el escalofrío de la zambullida):
que también el hombre puede amar eternamente.
Traducción Carlos Vitale
Palabras del zambullidor de Paestum
Yo soy el alma de tu padre, el zambullidor:
te he seguido cada día, estoy a tu lado,
conozco como entonces tus zonas de sombra,
el lenguaje de los movimientos trazado por tu cara,
nada ha cambiado desde entonces, en este sentido.
Esto es lo primero que he descubierto,
lo primero que quería decirte: no cambia la percepción
de tus momentos, como no cambiaba
de noche, en el sueño, o por la distancia.
Sé que este soplo mío (desde el fondo del agua,
entre las anémonas)
será para ti como mis palabras de antaño:
que te infundían memoria y valor,
más que el vino o que una mujer que te mira.
Mi primer descubrimiento, la primera verdad es que nada
se rompe en el secreto del alma.
El resto es confuso, es pronto
para intentar contarte,
corales, anémonas, vidas que se dibujan con un movimiento
de agua y se disipan al instante.
No todo es luz, transparencia, silencio,
galerías de oscuridad, respiraciones contenidas, luego voces
que inhalan en mí como si hablase.
Me deslizo hacia un fondo cada vez más distante
y siento que una luz sumergida me llama desde oriente:
no sé dónde acaba, por ahora,
no sé qué es, pero sé qué amor
la mueve y determina su respiración.
De este viaje hablaré más adelante,
cuando la experiencia sea conocimiento,
puedo hablarte de cuanto he dejado,
sobre la superficie azul de las aguas,
entre las arenas blanquísimas, las palmeras,
la sombra de los olivos, el vino
vertido de las ánforas:
ama la tierra rosa en el ocaso,
sumérgete en el mar para jugar, como un tritón,
saborea la fruta, el pan, bebe y come,
escucha las risas de las muchachas,
busca su boca, ríe y desespérate,
agradece cada día tu país resplandeciente.
Yo no soy tu padre sino su alma,
no soy aquello que vivo sino recuerdo,
la ribera, la piscina, los colores que forman
el extraño dibujo de la vida mortal.
Vive en esa cerámica deslumbrante y espera
cuanto sabré decirte más adelante, al final del viaje.
Pero ahora que duermes como cuando en una cuna
parecías buscar los secretos del mundo,
ahora que tienes las espaldas más anchas y los cabellos más ralos,
escucha las palabras de mi alma
no sé mucho de ella, de mí misma,
(es pronto, hijo, no conozco bastante,
apenas he comenzado, estoy nadando),
no pienses en mi cuerpo (es tarde,
perlas, los que fueron mis ojos,
y mis labios reducidos a corales),
pero conozco su matrimonio,
cuando vivían al unísono en el mundo
y yo, el alma de tu padre, el zambullidor,
te entrego sólo esta experimentada certeza
(desde el fondo del abismo, en el escalofrío de la zambullida):
que también el hombre puede amar eternamente.
sábado, 22 de junio de 2019
Angel Faretta -A quien se sienta a mi lado
Angel Faretta, Bs As, 21 de abril 1953
A quien se sienta a mi lado
Por qué Dios mío, frente a la belleza
posible, como Narciso a contracorriente,
evitás todo posible contacto cuando
huido ya de la tentación del espejo
lo otro me atrae fuera de mi yo.
¿Por qué? Te pregunto otra vez,
se repite esta no especular razón
que hace huya de mi ser parcial
buscando completarlo en otro.
¿Has tenido a bien –o a mal-
buscar mi perdición, cuando
no hago más que buscar
eso que pusiste en tu mundo
para así valorar lo tan bello
de tu obra? Siempre tarde
con torpezas y errores;
nombres apenas borroneados,
falta de señas, adioses apurados;
sueños que buscan compensar
vanamente lo no logrado; así
me apartás desde siempre
-o muchas veces, entonces-
de la piel vista y deseada
el paisaje carnal, el borde
de la prenda o dobladillo.
Penosa peripecia y pena.
¿Me vas a dejar tan sólo
la belleza de la imagen
vuelta pintura o film?
Todas son naves que se van
en este tiempo, y que solo
dejan una estela en el mar
inquieto de mi deseo
tenaz. Aún en lo bajo
lo alto permanece.
Chet Baker ya sin dientes
al pico de su trompeta…
en Tokio en busca
de un zen ya vuelto
clisé y comentario.
Me tiro al piso,
me desgarro, si llamás
desde ese otro lado.
A quien se sienta a mi lado
Por qué Dios mío, frente a la belleza
posible, como Narciso a contracorriente,
evitás todo posible contacto cuando
huido ya de la tentación del espejo
lo otro me atrae fuera de mi yo.
¿Por qué? Te pregunto otra vez,
se repite esta no especular razón
que hace huya de mi ser parcial
buscando completarlo en otro.
¿Has tenido a bien –o a mal-
buscar mi perdición, cuando
no hago más que buscar
eso que pusiste en tu mundo
para así valorar lo tan bello
de tu obra? Siempre tarde
con torpezas y errores;
nombres apenas borroneados,
falta de señas, adioses apurados;
sueños que buscan compensar
vanamente lo no logrado; así
me apartás desde siempre
-o muchas veces, entonces-
de la piel vista y deseada
el paisaje carnal, el borde
de la prenda o dobladillo.
Penosa peripecia y pena.
¿Me vas a dejar tan sólo
la belleza de la imagen
vuelta pintura o film?
Todas son naves que se van
en este tiempo, y que solo
dejan una estela en el mar
inquieto de mi deseo
tenaz. Aún en lo bajo
lo alto permanece.
Chet Baker ya sin dientes
al pico de su trompeta…
en Tokio en busca
de un zen ya vuelto
clisé y comentario.
Me tiro al piso,
me desgarro, si llamás
desde ese otro lado.
jueves, 20 de junio de 2019
Philippe Tancelin -El gran oscuro...
Philippe Tancelin, París, 29 de marzo 1948
Traducción Amadeo Aranda
1
El gran oscuro
posee esas profundidades de las que no regresa
ningún abismo
penetramos en él
por la feliz promesa
de una noche reparadora
de sueños engañosos
solo escapamos de él por las cimas
de infancia
que desbordan lo imposible
la belleza de un solo instante
sobre la arena
entre los infinitos
2
¿Qué signos surgidos de las profundidades rechazamos en lo impenetrable?
¿Cómo de la evidencia tan solo retenemos una palidez amarga?
Es cierto que a veces solo vemos de lo que se alza lo incompartible que nos concierne
Es cierto que es a menudo en su manera de apartarse de nosotros donde medimos el extremo ardor de la verdad
Solo comprendemos del mundo su deflagración en nosotros…
un pájaro que hace estallar nuestro sueño de emprender el vuelo
3
¿Por qué hemos agotado la sed
herido lo insurgido del cielo
entre claridad exangüe
y palidez patética de los excluidos?
¿Qué hemos hecho
de las palabras excavadas
plegadas en el quicio de la negación
entre el miedo al paso de más
y la gran bahía del aislamiento
entre la ante-cara del compromiso
y el cuerpo inexplorado de un combate?
4
A menudo la pena…
espejo de la noche
saciándose de desaparición
esposa errante
en la usura del gesto
de fundirse
A menudo esta marea
de ausencias ascendiendo
del país de arrecifes
escondidos tras
la barca de las palabras tiernas
A menudo un rumor de horizonte
infiltrándose en las líneas
del dejar vivir
donde el sueño cae en notas
falsas
a menudo…a menudo
Siempre
alguna figura insoslayada
de lo inmutable
5
Camino-Plegaria
La colonización del silencio produce un ruido ensordecedor
para superar la incapacidad de silencio del hombre
Dadnos un árbol para erigir las palabras en la cima de la tierra
dadnos en esta tierra un hombre que hablaría sin ley
dadnos un camino de hombre en una arquitectura nómada
donde los amantes se lanzan unidos
sin temor al regreso
Oh líneas de horizonte
venid a nosotros en marea
tended nuestras manos sorprendidas
zahoríes solitarias de las cumbres de sí mismo
en el camino último
Dadnos la fuerza del camino de sombra
que restituye profundidad a su huella
extendiéndola a su constelación
Caminante
que pasas bajo la lluvia batiente
tú
por esa sonrisa que dice
que me has esperado hasta este punto supremo
de nuestra estrella
por encima de nosotros
6
Cuando el alba ha concluido
y a nuestros ojos
aparece
la amplitud de otras orillas
hay un camino que se ofrece
para reunirnos todos
al borde de la inmensa serenidad
Vamos por él
en todo lo que la luz herida
de un solo amor
aguarda de eternidad
Oímos con él
por ese doble lenguaje
del cielo y de los fondos
que lo preceden
Creemos en él
por todos los sentidos
del tiempo que se desliza
entre las piedras
La muerte particular
no pertenece a cualquiera
es nuestra
juntos
como este cuerpo interior de pasados desconocidos
este presente oscuro
en el relámpago de silencio
ese futuro
signo disyunto de su luz
La sentimos en cada partida
en la pureza de cada desaparición
en esa manera que tiene
de abandonar nuestro enigma
de enrolar nuestra noche
como se retira el mar
que sabría de dónde vienes
Traducción Amadeo Aranda
1
El gran oscuro
posee esas profundidades de las que no regresa
ningún abismo
penetramos en él
por la feliz promesa
de una noche reparadora
de sueños engañosos
solo escapamos de él por las cimas
de infancia
que desbordan lo imposible
la belleza de un solo instante
sobre la arena
entre los infinitos
2
¿Qué signos surgidos de las profundidades rechazamos en lo impenetrable?
¿Cómo de la evidencia tan solo retenemos una palidez amarga?
Es cierto que a veces solo vemos de lo que se alza lo incompartible que nos concierne
Es cierto que es a menudo en su manera de apartarse de nosotros donde medimos el extremo ardor de la verdad
Solo comprendemos del mundo su deflagración en nosotros…
un pájaro que hace estallar nuestro sueño de emprender el vuelo
3
¿Por qué hemos agotado la sed
herido lo insurgido del cielo
entre claridad exangüe
y palidez patética de los excluidos?
¿Qué hemos hecho
de las palabras excavadas
plegadas en el quicio de la negación
entre el miedo al paso de más
y la gran bahía del aislamiento
entre la ante-cara del compromiso
y el cuerpo inexplorado de un combate?
4
A menudo la pena…
espejo de la noche
saciándose de desaparición
esposa errante
en la usura del gesto
de fundirse
A menudo esta marea
de ausencias ascendiendo
del país de arrecifes
escondidos tras
la barca de las palabras tiernas
A menudo un rumor de horizonte
infiltrándose en las líneas
del dejar vivir
donde el sueño cae en notas
falsas
a menudo…a menudo
Siempre
alguna figura insoslayada
de lo inmutable
5
Camino-Plegaria
La colonización del silencio produce un ruido ensordecedor
para superar la incapacidad de silencio del hombre
Dadnos un árbol para erigir las palabras en la cima de la tierra
dadnos en esta tierra un hombre que hablaría sin ley
dadnos un camino de hombre en una arquitectura nómada
donde los amantes se lanzan unidos
sin temor al regreso
Oh líneas de horizonte
venid a nosotros en marea
tended nuestras manos sorprendidas
zahoríes solitarias de las cumbres de sí mismo
en el camino último
Dadnos la fuerza del camino de sombra
que restituye profundidad a su huella
extendiéndola a su constelación
Caminante
que pasas bajo la lluvia batiente
tú
por esa sonrisa que dice
que me has esperado hasta este punto supremo
de nuestra estrella
por encima de nosotros
6
Cuando el alba ha concluido
y a nuestros ojos
aparece
la amplitud de otras orillas
hay un camino que se ofrece
para reunirnos todos
al borde de la inmensa serenidad
Vamos por él
en todo lo que la luz herida
de un solo amor
aguarda de eternidad
Oímos con él
por ese doble lenguaje
del cielo y de los fondos
que lo preceden
Creemos en él
por todos los sentidos
del tiempo que se desliza
entre las piedras
La muerte particular
no pertenece a cualquiera
es nuestra
juntos
como este cuerpo interior de pasados desconocidos
este presente oscuro
en el relámpago de silencio
ese futuro
signo disyunto de su luz
La sentimos en cada partida
en la pureza de cada desaparición
en esa manera que tiene
de abandonar nuestro enigma
de enrolar nuestra noche
como se retira el mar
que sabría de dónde vienes
martes, 18 de junio de 2019
Mahfud Massís -Nocturno del piano
Mahfud Massís, Iquique, 19 de marzo 1916 - Caracas, 9 de abril 1990
Nocturno del piano
El piano, con su quijada negra, con sus dientes blancos cruzados de gusanos,
canta como un papa melancólico. Sus notas
caen como los huevos del esturión muerto
sobre mi corazón en esta noche.
Mata al demonio del piano, amiga mía, ahoga en su vientre la furia escarlata.
Rompe su levita de caballero velado;
pero déjame solo, ahorcado en la cama.
El virrey baila el tango mientras lloramos,
agita sus orejas como toneles,
evocando a Francisca, a Leonor, a otras luces devoradoras,
(doblando un pliego de su carne, realizando hechizos sobre el fuego),
pero el piano, mi niña, resuena imperial, desierto, triunfando siempre de la fatiga,
en tanto el virrey ríe, quimérico y hostil, mostrando su halcón de oro.
Mata al demonio del piano, amiga mía;
escucha cómo resbala sobre los gladiolos, rompiendo
los sacos de la memoria, antiguas sombras, y vacila
como hembra preñada
encendiendo un candil, una muerte nueva en el ciervo blanco del pecho,
una segunda vida que desconozco, y que rechazo
como la horma negra a la nube.
Nocturno del piano
El piano, con su quijada negra, con sus dientes blancos cruzados de gusanos,
canta como un papa melancólico. Sus notas
caen como los huevos del esturión muerto
sobre mi corazón en esta noche.
Mata al demonio del piano, amiga mía, ahoga en su vientre la furia escarlata.
Rompe su levita de caballero velado;
pero déjame solo, ahorcado en la cama.
El virrey baila el tango mientras lloramos,
agita sus orejas como toneles,
evocando a Francisca, a Leonor, a otras luces devoradoras,
(doblando un pliego de su carne, realizando hechizos sobre el fuego),
pero el piano, mi niña, resuena imperial, desierto, triunfando siempre de la fatiga,
en tanto el virrey ríe, quimérico y hostil, mostrando su halcón de oro.
Mata al demonio del piano, amiga mía;
escucha cómo resbala sobre los gladiolos, rompiendo
los sacos de la memoria, antiguas sombras, y vacila
como hembra preñada
encendiendo un candil, una muerte nueva en el ciervo blanco del pecho,
una segunda vida que desconozco, y que rechazo
como la horma negra a la nube.
domingo, 16 de junio de 2019
Nelly Sachs -Aquí y allá
Nelly Sachs, Berlín, 10 de diciembre 1891 – Estocolmo, 12 de mayo 1970
Traducción Juan Pablo Abraham
Aquí y allá
Aquí y allá la linterna de la piedad
debería ser prestada a los peces
donde el anzuelo ha sido tragado
o la asfixia bien practicada.
Allí es donde las estrellas del tormento
han crecido propicias para la redención
o allí, donde los amantes se lastimas unos a otros,
los amantes,
que siempre están a punto de morir
Traducción Juan Pablo Abraham
Aquí y allá
Aquí y allá la linterna de la piedad
debería ser prestada a los peces
donde el anzuelo ha sido tragado
o la asfixia bien practicada.
Allí es donde las estrellas del tormento
han crecido propicias para la redención
o allí, donde los amantes se lastimas unos a otros,
los amantes,
que siempre están a punto de morir
viernes, 14 de junio de 2019
Rae Armantrout -Necromancia
Rae Armantrout, California, 13 de abril 1947
Traducción David Ojeda
Necromancia
Amapola bajo un joven
árbol de pimiento, piensa ella.
La Sirena siempre canta
de este modo. Morboso
glamur de lo singular.
Enfatizando los nombres correctos
como si realizara enmiendas.
República
ideal de las separadas
motas de polvo
se mueve en suspenso.
Aquí los hoscos
vienen a contemplar su rencor
como en pose, modelando.
Los llameantes árboles se inclinan
con ardor.
Pero en esa tierra
los hombres aprecian
la virginidad. Ella lavaba
platos en un líquido negro
con islas de espuma
y cantaba.
Parejas sentadas
en jardines con delgadas cercas
junto al estruendo
de la carretera. Un enorme pino
a un cuarto de milla
flota. Difícil decir dónde
Ocurre esto.
Tercera lúgubre
ave del paraíso
a la derecha. Enfática
precisión
es revelada como
hostilidad. Es
apenas un poco más lejos.
La privacidad
de la sirena.
Traducción David Ojeda
Necromancia
Amapola bajo un joven
árbol de pimiento, piensa ella.
La Sirena siempre canta
de este modo. Morboso
glamur de lo singular.
Enfatizando los nombres correctos
como si realizara enmiendas.
República
ideal de las separadas
motas de polvo
se mueve en suspenso.
Aquí los hoscos
vienen a contemplar su rencor
como en pose, modelando.
Los llameantes árboles se inclinan
con ardor.
Pero en esa tierra
los hombres aprecian
la virginidad. Ella lavaba
platos en un líquido negro
con islas de espuma
y cantaba.
Parejas sentadas
en jardines con delgadas cercas
junto al estruendo
de la carretera. Un enorme pino
a un cuarto de milla
flota. Difícil decir dónde
Ocurre esto.
Tercera lúgubre
ave del paraíso
a la derecha. Enfática
precisión
es revelada como
hostilidad. Es
apenas un poco más lejos.
La privacidad
de la sirena.
miércoles, 12 de junio de 2019
Camillo Sbarbaro -Callas, alma cansada de gozar…
Camillo Sbarbaro, Ligure, 12 de enero 1888 – Savona, 31 de octubre 1967
Versión Pablo Anadón
Callas, alma cansada de gozar…
Callas, alma cansada de gozar
y de sufrir (a uno y a otro vas
resignada).
Ni una voz tuya siento cuando escucho:
ni de lamento por la miserable
juventud, ni de ira o de esperanza,
ni siquiera de tedio.
Yaces como
el cuerpo, enmudecida, toda llena
de una resignación desesperada.
No nos asombraríamos
―¿no es cierto, mi alma?― si se detuviera
el corazón, si se nos suspendiera
el aliento...
Y en cambio, caminamos,
caminamos tú y yo como sonámbulos.
Son árboles los árboles, las casas
son casas, las mujeres
que pasan son mujeres, todo es eso
que es, tan sólo lo que es.
Ni la alegría ni el dolor nos tocan.
Ha perdido su voz
la sirena del mundo, y es el mundo
un gran desierto.
En el desierto
con ojos secos me miro a mí mismo.
Versión Pablo Anadón
Callas, alma cansada de gozar…
Callas, alma cansada de gozar
y de sufrir (a uno y a otro vas
resignada).
Ni una voz tuya siento cuando escucho:
ni de lamento por la miserable
juventud, ni de ira o de esperanza,
ni siquiera de tedio.
Yaces como
el cuerpo, enmudecida, toda llena
de una resignación desesperada.
No nos asombraríamos
―¿no es cierto, mi alma?― si se detuviera
el corazón, si se nos suspendiera
el aliento...
Y en cambio, caminamos,
caminamos tú y yo como sonámbulos.
Son árboles los árboles, las casas
son casas, las mujeres
que pasan son mujeres, todo es eso
que es, tan sólo lo que es.
Ni la alegría ni el dolor nos tocan.
Ha perdido su voz
la sirena del mundo, y es el mundo
un gran desierto.
En el desierto
con ojos secos me miro a mí mismo.
sábado, 8 de junio de 2019
Héctor Kaknavatos -Nueva puntuación de la leyenda sobre los riñones de la urbe
Héctor Kaknavatos, Grecia, 20 de enero 1920 – Atenas, 9 de noviembre 2010
Traducción Pedro Ignacio Vicuña
Nueva puntuación de la leyenda sobre los riñones de la urbe
Desde que mi pregunta
oblicua se incrustó en los riñones de la urbe,
desde que se hizo pedazos el mar
como ánfora de barro
desde que comenzaron a decaer tus gestos
tu voz a disolverse como niebla en la ventana
los colores a emigrar y sólo el agua
cual cortina a amar nuestros ojos…
eh!... desde entonces seguí aquel machetazo repentino
por debajo de tu frente, brillando mortífero
como conspiración de mercenarios.
Damasco, pensé, Damasco.
Mas ¿cómo se hizo de pronto cuesco listo para dar a luz?
En mi pecho un bosque meciéndose se hinchaba,
suplicaba una axila ardiente
lejos de los ojos del profano
para bañarse, transformarse en un instante,
convertirse en petróleo,
en ofrenda a la Virgen de Tinos,
en mercancía abandonada en la aduana,
en el “ay” de un apuñalado,
mas no pudiendo eludir lo inevitable
volver a ser mi pregunta otra vez
clavada al sesgo ahí: en los riñones de la urbe.
Con este ciclo un niño de ocho años jugaba a la rueda
yendo hacia arriba por el camino de la mina:
así es que no vamos a morir.
Recomienzo así desde tu última palabra.
Recojo tus cabellos derramados por todos los rincones de la tierra.
De la última lluvia
sólo cuatro pedazos me faltan.
Voy a recomponerlo todo con paciencia.
Encontré al azar algunas páginas
aquí y allá de tu pecho.
Muchachas pintaron sobre ellas
extraños peces dorados.
Un jirón de tu mejilla, trozo de tormenta
de los alambras colgaba a punto de caer de un momento a otro.
Lo cogí también loco de alegría
hice la primera tentativa de recomponerlo
pero de nuevo hete mi pregunta, lámina torcida,
clavada ahí al sesgo en los riñones de la urbe.
¿Qué es esto, otra vez, dios mío?
¿Cuánto tiempo pasó hasta encontrar un pequeño pedazo
de tu petrificado pensamiento en un cementerio de elefantes?
Luego apretados tus tres dedos otra vez
como en la ceniza dentro de una injuria
en el idioma de los Latinos, nos persignamos.
A su espalda marcado el año del escalofrío
la tarde de los Verdes de los Vénetos
el bullicio del Hipódromo, el alboroto.
Y salvo el resquicio de un telefonazo nervioso
que en dos cortaba el profundo poniente
y parecía que exhalaban en el fondo de la herida
las entrañas de noviembre
nada más hube encontrado.
Nada más
ya que te agotaste para que no se secaran nuestros huesos
no se rompieran y el mercurio espeso se derramara.
Me quedé otra vez para recomponerlo todo.
Traté a duras penas de formar tu cara
Pero siempre lo mismo, otra vez lo mismo: mi pregunta
clavada ahí al sesgo en los riñones de la urbe.
¿Y qué ocurre ahora?
¿si otra vez aún? ¿Si tratase recogiendo
pedazo a pedazo el ánfora rota
de rehacer el mar?
Si agarrara de entre los dientes del perro
el hueso sacro de mi madre?
Si amarrara los vagones
Si los trenes otra vez silbaran
manchando la almohada del muchacho que ahora duerme
y sus párpados florecen?
Cristo mío… por fin comenzaba la gangrena.
Pero no voy a resignarme así tan fácil.
Quedan todavía mis tropiezos con las cananas cruzadas.
Quemaré hasta mi último cartucho,
mientras sube por mis huesos el mercurio
como en el termómetro.
Muchos días voy a alimentarme de tu última palabra.
Después me comeré mi pensamiento a media asta.
Después, que ocurra lo que sea.
Tus tres dedos huyeron aterrados:
uno hacia el norte otro al Mediterráneo
y el tercero se entregó al Asia Menor.
Pero la injuria, fiel a los Vénetos, se quedó a mi lado.
Así entonces, tu pecho un pez dorado
en un libro de letras gordas para muchachitas.
La tormenta que se tuerce, que deviene en tu mejilla,
abro la ventana con estruendo, tu voz semidesnuda
que se lanza a la calle corriendo
hacia las quebradas de Zalongo;
detente, por dios:
detente a que te apunte, a que te dispare en medio de la frente.
De tus pedazos sólo me falta la última lluvia,
no alcanzo.
Del petróleo, de la paralizada mercancía,
del promontorio de Tinos, del “ay” del acuchillado
emerge otra vez el bosque de pinos. Se horroriza y respiro.
Una compañía con los fusiles bajo el brazo,
pedazos la mar como el ánfora detrás del difunto:
la urbe muere por mi pregunta.
Tú, tú eras mi pregunta.
Traducción Pedro Ignacio Vicuña
Nueva puntuación de la leyenda sobre los riñones de la urbe
Desde que mi pregunta
oblicua se incrustó en los riñones de la urbe,
desde que se hizo pedazos el mar
como ánfora de barro
desde que comenzaron a decaer tus gestos
tu voz a disolverse como niebla en la ventana
los colores a emigrar y sólo el agua
cual cortina a amar nuestros ojos…
eh!... desde entonces seguí aquel machetazo repentino
por debajo de tu frente, brillando mortífero
como conspiración de mercenarios.
Damasco, pensé, Damasco.
Mas ¿cómo se hizo de pronto cuesco listo para dar a luz?
En mi pecho un bosque meciéndose se hinchaba,
suplicaba una axila ardiente
lejos de los ojos del profano
para bañarse, transformarse en un instante,
convertirse en petróleo,
en ofrenda a la Virgen de Tinos,
en mercancía abandonada en la aduana,
en el “ay” de un apuñalado,
mas no pudiendo eludir lo inevitable
volver a ser mi pregunta otra vez
clavada al sesgo ahí: en los riñones de la urbe.
Con este ciclo un niño de ocho años jugaba a la rueda
yendo hacia arriba por el camino de la mina:
así es que no vamos a morir.
Recomienzo así desde tu última palabra.
Recojo tus cabellos derramados por todos los rincones de la tierra.
De la última lluvia
sólo cuatro pedazos me faltan.
Voy a recomponerlo todo con paciencia.
Encontré al azar algunas páginas
aquí y allá de tu pecho.
Muchachas pintaron sobre ellas
extraños peces dorados.
Un jirón de tu mejilla, trozo de tormenta
de los alambras colgaba a punto de caer de un momento a otro.
Lo cogí también loco de alegría
hice la primera tentativa de recomponerlo
pero de nuevo hete mi pregunta, lámina torcida,
clavada ahí al sesgo en los riñones de la urbe.
¿Qué es esto, otra vez, dios mío?
¿Cuánto tiempo pasó hasta encontrar un pequeño pedazo
de tu petrificado pensamiento en un cementerio de elefantes?
Luego apretados tus tres dedos otra vez
como en la ceniza dentro de una injuria
en el idioma de los Latinos, nos persignamos.
A su espalda marcado el año del escalofrío
la tarde de los Verdes de los Vénetos
el bullicio del Hipódromo, el alboroto.
Y salvo el resquicio de un telefonazo nervioso
que en dos cortaba el profundo poniente
y parecía que exhalaban en el fondo de la herida
las entrañas de noviembre
nada más hube encontrado.
Nada más
ya que te agotaste para que no se secaran nuestros huesos
no se rompieran y el mercurio espeso se derramara.
Me quedé otra vez para recomponerlo todo.
Traté a duras penas de formar tu cara
Pero siempre lo mismo, otra vez lo mismo: mi pregunta
clavada ahí al sesgo en los riñones de la urbe.
¿Y qué ocurre ahora?
¿si otra vez aún? ¿Si tratase recogiendo
pedazo a pedazo el ánfora rota
de rehacer el mar?
Si agarrara de entre los dientes del perro
el hueso sacro de mi madre?
Si amarrara los vagones
Si los trenes otra vez silbaran
manchando la almohada del muchacho que ahora duerme
y sus párpados florecen?
Cristo mío… por fin comenzaba la gangrena.
Pero no voy a resignarme así tan fácil.
Quedan todavía mis tropiezos con las cananas cruzadas.
Quemaré hasta mi último cartucho,
mientras sube por mis huesos el mercurio
como en el termómetro.
Muchos días voy a alimentarme de tu última palabra.
Después me comeré mi pensamiento a media asta.
Después, que ocurra lo que sea.
Tus tres dedos huyeron aterrados:
uno hacia el norte otro al Mediterráneo
y el tercero se entregó al Asia Menor.
Pero la injuria, fiel a los Vénetos, se quedó a mi lado.
Así entonces, tu pecho un pez dorado
en un libro de letras gordas para muchachitas.
La tormenta que se tuerce, que deviene en tu mejilla,
abro la ventana con estruendo, tu voz semidesnuda
que se lanza a la calle corriendo
hacia las quebradas de Zalongo;
detente, por dios:
detente a que te apunte, a que te dispare en medio de la frente.
De tus pedazos sólo me falta la última lluvia,
no alcanzo.
Del petróleo, de la paralizada mercancía,
del promontorio de Tinos, del “ay” del acuchillado
emerge otra vez el bosque de pinos. Se horroriza y respiro.
Una compañía con los fusiles bajo el brazo,
pedazos la mar como el ánfora detrás del difunto:
la urbe muere por mi pregunta.
Tú, tú eras mi pregunta.
jueves, 6 de junio de 2019
Mohsen Emadi -Los objetos útiles
Mohsen Emadi, Sari, Irán, 29 de octubre 1976
1
Los objetos útiles no deberían repetir sus funciones,
pero el mechero arde,
y la pluma escribe,
y tu memoria invade los objetos.
Cada resistencia debería transformar las funciones de los objetos.
Debería ser posible escribir con el mechero y encender un cigarrillo con
/la pluma,
o poder ir muy lejos; a un lugar donde los objetos se nieguen a estar en
/nuestra vida,
como harían tus ojos si me mirasen dentro de esta noche enmascarada
/por la nieve;
dentro de esta noche en que la nieve arde
y el fuego posee las temperaturas del frío.
2
Una imagen
inicia el viaje,
y el viaje
atraviesa
besos, guerras,
abundancia
y sed.
Tu imagen
es todo lo que es mi partida
sin ser mi destino.
En la distancia entre tu y la imagen
el tiempo se sienta
y nunca se levanta entre tu y yo.
Un día
en el marco de una puerta
nos añadiremos a las ausencias de la imagen.
Atrás, en la ventana blanca
la cortina se descubrirá
y una niña en bicicleta azul
pasara por la calle
y los ancianos beberán sus cafés de desayuno.
Es una mañana fresca.
El mar esta gritando.
3
Al lado
de nuestra incapacidad
convertimos al ser humano.
La iluminación de la imaginación
en la soledad
nos convierte en monstruos.
La noche eterna de estas líneas
es imaginaria.
La voz de los pies es imaginaria.
La vela blanca es imaginaria.
No hay ningún Teseo.
Todavía el minotauro está esperando.
4
La historia del colonialismo
no me deja atracar en ti.
Yo mismo, como Colón,
tuve la intención de India
y tu orilla fue imprevista.
Yo no sabía
que la tierra es redonda
ni que el color de una camisa en la infancia
en una ciudad plana
un día me llevaría a un cuerpo
que de Este a Oeste
de Norte a Sur
está lleno de lenguas desconocidas
y mis palabras no están en su vocabulario.
No soy explorador ni conquistador.
No sabía que la tierra es redonda
ni que el tiempo es circular,
y por un beso
tengo que dar vuelta a la historia
al mismo tiempo
que no zarpo todavía de tu falda
y sólo hay viento
y el violeta oscuro de tu blusa
en una calle
que aún no tiene nombre
para un niño
que aún no ha comenzado a hablar.
5
La luna brilla siempre en vano
y las guerras no estallan sin razón,
pero tanto quien abandona como quien permanece
es vencido por el accidente.
Por eso,
primero mírame a los ojos
mírame a los ojos mientras haces el equipaje
y te despides
y sin lamentaciones
te llevas el placer del cigarrillo
previo a la salida del tren,
porque la verdad es hija del remordimiento
y yo no quiero ser tu verdad.
Por eso,
cierra los ojos y besa mis labios
hasta que el metal de tus besos se funda en mis venas
y quede forjado bajo la indiferencia de la luna
porque el tren se aproxima.
Por eso,
la belleza es hija de la imposibilidad
y se hace posible en el vientre de la desesperanza
donde mi piel es la imaginación de la tierra
desde el instante en que el cigarrillo se apaga bajo tus pies
y te vuelves eterna.
Corte de luces
sobre la estatua de la luna llena
en la estación abandonada
en el momento
del bombardeo.
1
Los objetos útiles no deberían repetir sus funciones,
pero el mechero arde,
y la pluma escribe,
y tu memoria invade los objetos.
Cada resistencia debería transformar las funciones de los objetos.
Debería ser posible escribir con el mechero y encender un cigarrillo con
/la pluma,
o poder ir muy lejos; a un lugar donde los objetos se nieguen a estar en
/nuestra vida,
como harían tus ojos si me mirasen dentro de esta noche enmascarada
/por la nieve;
dentro de esta noche en que la nieve arde
y el fuego posee las temperaturas del frío.
2
Una imagen
inicia el viaje,
y el viaje
atraviesa
besos, guerras,
abundancia
y sed.
Tu imagen
es todo lo que es mi partida
sin ser mi destino.
En la distancia entre tu y la imagen
el tiempo se sienta
y nunca se levanta entre tu y yo.
Un día
en el marco de una puerta
nos añadiremos a las ausencias de la imagen.
Atrás, en la ventana blanca
la cortina se descubrirá
y una niña en bicicleta azul
pasara por la calle
y los ancianos beberán sus cafés de desayuno.
Es una mañana fresca.
El mar esta gritando.
3
Al lado
de nuestra incapacidad
convertimos al ser humano.
La iluminación de la imaginación
en la soledad
nos convierte en monstruos.
La noche eterna de estas líneas
es imaginaria.
La voz de los pies es imaginaria.
La vela blanca es imaginaria.
No hay ningún Teseo.
Todavía el minotauro está esperando.
4
La historia del colonialismo
no me deja atracar en ti.
Yo mismo, como Colón,
tuve la intención de India
y tu orilla fue imprevista.
Yo no sabía
que la tierra es redonda
ni que el color de una camisa en la infancia
en una ciudad plana
un día me llevaría a un cuerpo
que de Este a Oeste
de Norte a Sur
está lleno de lenguas desconocidas
y mis palabras no están en su vocabulario.
No soy explorador ni conquistador.
No sabía que la tierra es redonda
ni que el tiempo es circular,
y por un beso
tengo que dar vuelta a la historia
al mismo tiempo
que no zarpo todavía de tu falda
y sólo hay viento
y el violeta oscuro de tu blusa
en una calle
que aún no tiene nombre
para un niño
que aún no ha comenzado a hablar.
5
La luna brilla siempre en vano
y las guerras no estallan sin razón,
pero tanto quien abandona como quien permanece
es vencido por el accidente.
Por eso,
primero mírame a los ojos
mírame a los ojos mientras haces el equipaje
y te despides
y sin lamentaciones
te llevas el placer del cigarrillo
previo a la salida del tren,
porque la verdad es hija del remordimiento
y yo no quiero ser tu verdad.
Por eso,
cierra los ojos y besa mis labios
hasta que el metal de tus besos se funda en mis venas
y quede forjado bajo la indiferencia de la luna
porque el tren se aproxima.
Por eso,
la belleza es hija de la imposibilidad
y se hace posible en el vientre de la desesperanza
donde mi piel es la imaginación de la tierra
desde el instante en que el cigarrillo se apaga bajo tus pies
y te vuelves eterna.
Corte de luces
sobre la estatua de la luna llena
en la estación abandonada
en el momento
del bombardeo.
martes, 4 de junio de 2019
Jacques Viau Renaud -Nada permanece tanto como el llanto
Jacques Viau Renaud, Pto Príncipe, 28 de julio 1941-Sto Domingo, 15 de junio 1965
Nada permanece tanto como el llanto
Ya no es necesario atar al hombre para matarlo.
Basta con apretar un botón
y se disuelve como montaña de sal bajo la lluvia.
Ni es necesario argüir que desprecia al amo.
Basta con proclamar -ceñuda la frente-
que comprometía la existencia de veinte siglos.
Veinte siglos,
dos mil años de combatida pureza,
dos mil años de sonrisas clandestinas,
dos mil años de hartura para los príncipes.
Ya no es necesario atar al hombre para matarlo.
La noche,
los rincones,
no,
nada de eso sirve ya.
Plazoletas y anchas calles se prestan bulliciosas.
No cuenta el asesinato con los pacientes,
No cuenta el príncipe con los sumisos.
Todos han olvidado que el hombre es aún capaz de cólera.
Las llamas se extinguen sin haber consumido el odio.
El día irredento ha postergado la resurrección del hombre.
Y los otros,
Aquellos que presencian la matanza sentenciando:
"Locos, habéis tocado a la puerta de la muerte
y ella se quedó en vosotros!"
Esos
Solo saben predecir la muerte,
No han aprendido a combatirla.
No han aprendido a cobijar la tierra en el corazón
Ni a ganar la patria para el hombre.
Y el sumido, ¿qué hace?
¿Dónde deposita su silencio?
¿En qué lugar del corazón teje la venganza?
Nadie lo sabe.
Todos le han olvidado.
Se ha dictaminado que su morada sea la sombra,
que el pan deshabitado sea su alimento,
que el pico le prepare el lecho
y la pala le cubra el corazón.
¿Qué es el hombre combatido?
Nadie lo recuerda.
Lo visten los trapos.
Lo arrojaron en la parte trasera de la casa
y allí
con los residuos
un guiñapo se amontona.
Las llamas se extinguen.
Se arrinconan los hombres en una sola sombra,
en un solo silencio,
en un solo vocablo,
en un llanto solo
y cuando todo sea uno,
uno el llanto y el vocablo uno
no habrá paz sobre la tierra.
¿No habrá paz?
Y aquellos que dictaminaron el destino del hombre,
los que jamás contaron con los sumisos,
amasarán con sangre su propia podredumbre.
¡No habrá paz!
¡Llanto para quebrar el llanto,
muerte para matar la muerte!
Nada permanece tanto como el llanto
Ya no es necesario atar al hombre para matarlo.
Basta con apretar un botón
y se disuelve como montaña de sal bajo la lluvia.
Ni es necesario argüir que desprecia al amo.
Basta con proclamar -ceñuda la frente-
que comprometía la existencia de veinte siglos.
Veinte siglos,
dos mil años de combatida pureza,
dos mil años de sonrisas clandestinas,
dos mil años de hartura para los príncipes.
Ya no es necesario atar al hombre para matarlo.
La noche,
los rincones,
no,
nada de eso sirve ya.
Plazoletas y anchas calles se prestan bulliciosas.
No cuenta el asesinato con los pacientes,
No cuenta el príncipe con los sumisos.
Todos han olvidado que el hombre es aún capaz de cólera.
Las llamas se extinguen sin haber consumido el odio.
El día irredento ha postergado la resurrección del hombre.
Y los otros,
Aquellos que presencian la matanza sentenciando:
"Locos, habéis tocado a la puerta de la muerte
y ella se quedó en vosotros!"
Esos
Solo saben predecir la muerte,
No han aprendido a combatirla.
No han aprendido a cobijar la tierra en el corazón
Ni a ganar la patria para el hombre.
Y el sumido, ¿qué hace?
¿Dónde deposita su silencio?
¿En qué lugar del corazón teje la venganza?
Nadie lo sabe.
Todos le han olvidado.
Se ha dictaminado que su morada sea la sombra,
que el pan deshabitado sea su alimento,
que el pico le prepare el lecho
y la pala le cubra el corazón.
¿Qué es el hombre combatido?
Nadie lo recuerda.
Lo visten los trapos.
Lo arrojaron en la parte trasera de la casa
y allí
con los residuos
un guiñapo se amontona.
Las llamas se extinguen.
Se arrinconan los hombres en una sola sombra,
en un solo silencio,
en un solo vocablo,
en un llanto solo
y cuando todo sea uno,
uno el llanto y el vocablo uno
no habrá paz sobre la tierra.
¿No habrá paz?
Y aquellos que dictaminaron el destino del hombre,
los que jamás contaron con los sumisos,
amasarán con sangre su propia podredumbre.
¡No habrá paz!
¡Llanto para quebrar el llanto,
muerte para matar la muerte!
domingo, 2 de junio de 2019
Juan Manuel Inchauspe -Los tuyos
Juan Manuel Inchauspe, Sta Fe, 13 de septiembre 1940-Sta Fe, 7 de junio 1991
Los tuyos
Has llorado, en secreto, a los tuyos.
Lenta, inexorablemente, los has visto partir
alejarse para siempre.
Has sentido, en tu corazón
el desprendimiento de una rama que cae.
Y luego has borrado
las huellas de esas lágrimas,
has contenido en el límite infranqueable
los bordes de tu propio dolor
y lo has devuelto a tu pobre vida,
a los días siguientes, a las horas
para que permanezca allí.
Oculto
como una invisible y constante
cicatriz.
…
Suave es caer en la habitación
cuando hemos dejado atrás
esta acumulación crujiente de horas
quemadas para vivir.
Suave la presencia de los muebles
la línea de tu nuca acompañando
la inclinación de tu cabeza sobre el libro.
Suave el fondo de mar de tus ojos.
Y más suave la hora —en que ya cansado
pero terriblemente libre— enciendo
la lámpara que apagaré muy tarde.
…
La palabras que no dije
las que no pronuncié y devolví
al fondo oscuro de mí mismo
me esperan en el camino.
Un día
o una noche cualquiera
no importa el lugar
me golpearán en pleno rostro.
…
Me voy temprano y regreso muy tarde
cuando la noche ha hecho ya
gran parte de su trabajo
y no queda tiempo para detenerse a mirar.
Así paso los días. Como si lo mejor de mí
estuviera paralizado y muerto
o mejor como si no hubiera existido nunca.
Nada más que este rostro hipnotizado.
Como un pájaro nocturno
alguna palabra escala mi sangre.
Entiendo que debo quemar mis manos una vez más.
Abro el cuaderno y escribo rápidamente.
Todo arde.
…
Sentado
en un banco de esta plaza
bajo el desamparo de las tipas
leo al viejo Benn.
Dura, puntual, metódica, implacable
dentro de mí
la garra del crepúsculo hace lo suyo.
Los tuyos
Has llorado, en secreto, a los tuyos.
Lenta, inexorablemente, los has visto partir
alejarse para siempre.
Has sentido, en tu corazón
el desprendimiento de una rama que cae.
Y luego has borrado
las huellas de esas lágrimas,
has contenido en el límite infranqueable
los bordes de tu propio dolor
y lo has devuelto a tu pobre vida,
a los días siguientes, a las horas
para que permanezca allí.
Oculto
como una invisible y constante
cicatriz.
…
Suave es caer en la habitación
cuando hemos dejado atrás
esta acumulación crujiente de horas
quemadas para vivir.
Suave la presencia de los muebles
la línea de tu nuca acompañando
la inclinación de tu cabeza sobre el libro.
Suave el fondo de mar de tus ojos.
Y más suave la hora —en que ya cansado
pero terriblemente libre— enciendo
la lámpara que apagaré muy tarde.
…
La palabras que no dije
las que no pronuncié y devolví
al fondo oscuro de mí mismo
me esperan en el camino.
Un día
o una noche cualquiera
no importa el lugar
me golpearán en pleno rostro.
…
Me voy temprano y regreso muy tarde
cuando la noche ha hecho ya
gran parte de su trabajo
y no queda tiempo para detenerse a mirar.
Así paso los días. Como si lo mejor de mí
estuviera paralizado y muerto
o mejor como si no hubiera existido nunca.
Nada más que este rostro hipnotizado.
Como un pájaro nocturno
alguna palabra escala mi sangre.
Entiendo que debo quemar mis manos una vez más.
Abro el cuaderno y escribo rápidamente.
Todo arde.
…
Sentado
en un banco de esta plaza
bajo el desamparo de las tipas
leo al viejo Benn.
Dura, puntual, metódica, implacable
dentro de mí
la garra del crepúsculo hace lo suyo.
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