domingo, 21 de julio de 2019

José María Alvarez -Nubes doradas

José María Alvarez, Cartagena, España, 31 de mayo 1942 


Nubes doradas

La nostalgia que siento no está ni en el pasado ni en el futuro
                                                                       Fernando Pessoa
-En el coche queda una botella de ginebra.
-¿Por qué no lo dijo antes, en vez de hacerme perder el tiempo hablando tonterías?
                                                                                                           Dashiell Hammett
Le resistencia se organiza en todas las frentes puras
                                                               Tristan Tzara

                                                                                                  (A Jaime Gil de Biedma)
Qué importa ya mi vida.
Cada vez que levanté mi casa, la
destruía. A cualquier país que llego
no amo otro momento
que aquel de divisarlo. Nunca
pude decir dos veces bien venida
a la misma mujer.
Respetarse uno mismo.
Pensar.
Veo crecer los rosales que planté.
Destapo la última botella del último
pedido.
Miro
cómo mi vida
salva cuanto hay de noble.
Por ti, oh Cultura, y por todos
los que vivos o muertos me hacen compañía, bebo.
Más allá del tiempo y de mi cuerpo,
bebo. Lleno
de nuevo el vaso. Dejo
que lentamente el alcohol vaya cortando
los hilos que me unen a esta barbarie.
Y con la última
copa, la del desprecio,
brindo por los que aman como yo.

jueves, 18 de julio de 2019

Berta García Faet -Deseo

Berta García Faet, Valencia, 12 de febrero 1988


Deseo

Y mujeres que sólo se alimentan de pétalos de rosa
                                                   OLIVERIO GIRONDO
and the lovers
pass by, pass by
                                                                      SYLVIA PLATH


Padres, hermanos, amigos, profesores:
soy un ser de deseo.
No es suficiente el contexto
−yo en el salón, en la bañera, en el cine, en el despacho:
ocupada en las tareas que desubican el deseo−
para lograr acallar este hecho sin espacio:
que, especialmente,
soy un ser de deseo.
En el reino de la astenia y sus panfletos,
en el milenio de la saturación y los cuerpos bellísimos
encerrados en patéticos frasquitos de fobias,
sin tocarse,
yo soy un ser de deseo: bocas entreabiertas,
corazón-voluta.
En el mundo de los helados estanques
de unidades inconmensurables y aisladas del contacto
(cuerpos bellísimos agarrados a maderas,
miedosos de rozar un tobillo,
por si al final se enamoran),
os tan-solemne-y-tierna-y-felizmente anuncio
una pulpa de deseo: no puedo salir de Shostakovitch
y me alimento de trompetas y de amores de la infancia
que me encuentro en el metro y de señores-frutas.
Soy un ser de deseo:
1. Sé lo que es una revuelta de hormigas rojas
africanas
por entre las piernas.
2. Sé lo que es llegar a morderse los labios.
3. Sé lo que es decirle, por ejemplo
oh qué interesante
mientras pienso
oh Dios lo que te haría
oh Dios oh Dios en cuanto te descuides
te planto un beso que te mueres de colores;
y,
luego,
impondré mi disciplina −y una cierta dulzura−
en tu cuarto ex-templo-de-ver-castamente-películas;
y,
luego,
montaré una fiesta con los que un día fueron míos,
y os haréis buenos amigos, y volveremos todos
a un cierto París básicamente de cuellos.
Porque,
sobre todo,
soy un ser de deseo;
y si me muevo por el mundo
es para que engorde, que engorde, que engorde
a mis expensas.
Constantemente paso hambre.
Soy un ser de deseo, caminamos juntos
por mi diagonal de cosas:
algún prodigio, alguna ventana.
Y sólo cuando mi deseo
se ha convertido en una inmensa bola
o en un pichón o conejo obeso y planetario,
lleno de estrías por seguir creciendo
hasta llegar al límite abismal de su volumen posible,
sólo entonces,
cuando su tamaño ya nos resulta plenamente asqueroso,
socialmente nocivo, sentimentalmente molesto,
lo mato
y me lo como.

domingo, 14 de julio de 2019

Abigael Bohórquez -Madre ya he crecido

Abigael Bohórquez, México, 12 de marzo 1936 – México, 28 de noviembre 1995


Madre ya he crecido

Madre,
cuando después del golpe más profundo
y luego que tu entrega
fue una ronca palabra desolada
y fuiste henchida;
cuando subí hasta el centro de tu vida
y fui la inefable señal,
tu paso
se volvió cauteloso
porque iba en ti el misterio,
ay, tu voz se hizo lenta, encubierta,
como tus lágrimas,
y cuando fuiste como la brisa entre las cosas
porque temías despertarme.
Cuando yo fui en tu alcándara la ropa,
cuando me di en tus ojos
y fui en tu soltería violentada
aquel: ¿cómo será?,
cuando fuiste la celda y me embebía
lo mejor de tus húmedos temblores,
cuando en tu juventud escarnecida
fui la certeza, las ánforas colmadas:
tu andar aminoró blando, callado,
se volvió sigiloso como el pavor
y buscaste las cosas en silencio
porque temías despertarme.
Cuando fui disidencia
y gota a gota de tu entraña fuiste forjando mi esqueleto
caminaste con miedo por los cuartos
porque temías despertarme.
Y por mí, que venía,
se ensanchó tu cintura diminuta,
y el seno humedecido
por la espesa camelia de la leche
se enriqueció con el fervor nocturno de rezar.
Para mí que venía,
tu cuerpo maduró de amaneceres,
de esos amaneceres del insomnio
donde fue tu aguardar dolido culto.
Entonces
ya no pudiste ir por las alcobas
porque yo te cansaba desde adentro
y porque,
madre,
rodeada de tus faltas y tu exilio
eras el hálito inerme de la tierra;
adivinaste
la hondura maternal de la mañana
y el sentido del viento,
y hasta del suelo que pisabas, torpe y henchida,
levantaste la hierba para el nido,
porque dentro de ti te duplicabas
tan pequeña, tan sola;
te movías extraña entre las cosas,
y llorabas, pero en silencio, cautelosamente,
porque temías despertarme.
Luego menguó tu cuerpo,
vació la copa su escanciada imagen
y en tu grito
mordido y necesario me tuviste,
pero calladamente, porque temías despertarme;
ya que miraste mi fealdad minúscula,
habituaste a tus brazos con mi peso,
meciste en el impulso de besarme
la formamuerte de mi cuerpo amargo,
y en el vaivén del ritmo señalado
me miraste hacia adentro, estremecida,
y presentiste mi semblante breve,
mi destino poeta,
la dura suerte de sufrir temprano.
Ay, cuando me mecías
cómo cantaba Dios en tu garganta.
Madre, ya he crecido,
en las manos
padezco los estigmas de aquel pueblo,
en la mirada llevo
las normas de humildad que me legaste
y en mis labios tu voz
que tomó rosas de las rosas;
madre, ya he crecido,
no me pidas buscar los huecos de la infancia
para llenarlos de recuerdos,
no me pidas me borren la sien de la locura
con un pañuelo tuyo,
ya he crecido.
Sé que no tengo noches venideras ni esperanza posible,
sé que el poema es vuelo subterráneo
a la espera de luz que lo rescate;
ya he crecido,
pero sé que la herida sigue abriéndose
porque no empaño ya, madre, los espejos,
y nadie querrá ya decir mi nombre,
yo sé que busco las jóvenes cinturas,
los peces de mi signo penetrándose,
que a la azucena tengo encarcelada al doblar de la esquina,
que el sueño me da vueltas,
y que aguardo mi noche bajo el íntimo vidrio
de todas las estrellas;
yo sé que he de buscar el cielo roto
en que cansé tu vientre de raíces
para saber cómo éramos entonces;
tú que fuiste en mi ser estas dos cosas:
el ignorado padre de mi cuerpo
y la serena madre de mi muerte,
no me hagas recordar si ya presientes
mi semblante que esconde su agonía,
mi destino poeta,
mi dura suerte de morir temprano,
cuando se huyan las horas por las huellas del aire,
y se libere el fruto de su cáscara infame,
y el sol de todo un día se apague en las rendijas.
Ahora te peso más y más te canso,
ahora te duele más mi vida
y aún temes despertarme;
au, no termina tu dolor conmigo ni mi dolor contigo.
Han pasado veinte años.
Hoy que ya me conoces
y que sigo pensándote y doliéndote,
es la crudeza de vivir y el miedo de vivir
lo que muy hondo
como un río de bocas me taladra.
Porque yo quiero dormir el sueño blando
en que sumerge su mentón la noche
tras el diluvio cal de as estrellas,
porque yo quiero dormir en las orillas
donde el tumulto reza por un muerto,
para ya no dolerte más,
para que temas despertarme
cuando tu paso huya por los puentes,
y todos se den cuenta que me he muerto,
y no olvides mi nombre casi angustia:
Abigael… Abigael…
para que temas despertarme cuando sepas
que me he dormido para siempre

viernes, 12 de julio de 2019

Jaime Luis Huenún -La calle Mandelstam

Jaime Luis Huenún, Valdivia, Chile, 17 de diciembre 1967


La calle Mandelstam

Sentimos el invierno en el estómago,
y no podemos, como antes, mordisquear
–con vano y fino orgullo–
hierbas, cortezas y piedras
en los ásperos caminos de la diáspora.
La poesía nos dejó
arrugas en los ojos y en la lengua,
un huevo diminuto envuelto en un pañuelo
y el humo del tren que parte
hacia la nieve gris de la Revolución.
Pero envejecer no es nada nuevo
y viajar sólo es un modo
–como lo son tantos otros–
de imaginar bellos paisajes,
mientras altos guardianes nos escoltan
por largos y fríos andenes
hacia la nueva felicidad.

Hemos sobrevivido a la clonación del terror,
hemos sobrevivido a la musa del miedo
que derrite la nieve y entibia los nidos
de los mirlos hambrientos.
Nos quedan sin embargo muchos, largos años
de tranquila miseria, de viajes sin retorno
a una cueva vacía sin fogatas ni sombras.
Sabemos por ahora –y siempre lo supimos–
que en la casa ambulante del poeta proscrito
montan guardia serena en vigilia y en sueño
los dioses tutelares de la ruina y la cruz.

Voy sin prisa por la Calle
de los Falsificadores,
esperando que este tiempo
se libere al fin de mí.
Sigo rumbo por la Vía
de los Locos y Asesinos
manteniendo a duras penas
la distancia y la razón.
Mi destino, ya lo adviertes,
es infame y perdulario,
aunque en esta esquina roja
solo cae lluvia gris.


miércoles, 10 de julio de 2019

Roy Fuller -Para los tiempos que corren

Roy Fuller, Reino Unido, 11 de febrero 1912 – Londres, 27 de septiembre 1991
Versión Gerardo Gambolini


Para los tiempos que corren

Ahora que los bárbaros han llegado hasta Picra
y que toda la música nueva se escribe en la escala de doce tonos,
y que encima yo me acerco a cumplir cuarenta años,
no voy a fingir más.

Dejaré de expresar mi fe en el rosado
futuro del hombre, y aceptaré la evidencia
de un par de guerras espantosas e incontables
revoluciones frustradas.

Dejaré de achacar la idiotez de los esclavos
a sus amos y a su alimentación, y diré claramente
que son enemigos de la cultura,
el progreso y el aseo.

De los grupos progresistas, las revistas trimestrales
consagradas a la poesía atrevida, de las filas
de comités, de las cartas diversas de protesta
me daré de baja en este instante.

Cuando me llamen reaccionario, sonreiré
a salvo en otra dimensión. Cuando digan
“Cinna ha dejado de importar”, sabré lo bien
que reflejo estos tiempos.

La clase gobernante pensará que estoy con ella
y me hará propuestas amistosas, pero yo me recluiré
en el rincón más apartado de Picra y escribiré poemas
sobre el destino fatal de todo el estofado.

Si alguien es feliz en esta época y lugar
es tonto o es corrupto. Mejor abdicar
de un terreno material y espiritual
adecuado para bárbaros tan sólo.

lunes, 8 de julio de 2019

Juan José Saer -Madrigal

Juan José Saer, Serodino, 28 de junio 1937 – París, 11 de junio 2005 


Madrigal

Pastores,
la estrella
no lleva a nada,
su trayectoria
es azar,
aparición fugitiva
en la manada
de siglos fugitivos,
la cruz,
más tarde,
coincidencia;
pastores
el sol relámpago,
el tiempo entero
suspiro, pastores
lo visible
explosión,
espejismo
el firmamento;
pastores
la propia mano
improbable,
el pensamiento
brisa o fiebre
en el anochecer,
la adoración
error o cálculo
en un
establo
vacío.

sábado, 6 de julio de 2019

Gelindo Tarcisio Casasola Callígaro -Ruiseñor

Gelindo Tarcisio Casasola Callígaro, Udine, 15 de febrero 1956–Mérida, 17 de agosto 1980


Ruiseñor

En un territorio cruzado de las palomas
rojas intensas
ardientemente invoco los leopardos tiznados
de mi voz y las profecías que digo son
sensibles a la esfericidad de la Tierra.
A la esfericidad del Mundo Inmenso Inmenso
y violento
como el alba de las flores.
Lirios del cielo se volaron.
Azogado me despeñaba en los aserraderos
del color
bravío como un bergatín
bravío como un bergatín de viento
como un barco iré apasionadamente solo
en el lecho del ciclón
rumiando un amor creciente multiplicante
hacia los árboles los truenos infinitos despeñados.
Y todo es un sueño
Y todo NO es un sueño
Yo soy un Rojo profeta
¡Ah las voces que invoco!
que me invocan me seducen me despiertan
los sentidos como rosas de la noche
y entregan mi pobrecito cuerpo a una llama
sin color
de Fénix que al Sol se inspire, se ilumina
se ilumina se ilumina
        SE ILUMINA
bellamente.
Cóndores del cielo tan oscuro.
Cielos de América crecientes crecientes
la luna sube al esplendor de las indias vírgenes
y se prende de fuego
Yo conduzco los Coros sacros,
el viento del tiempo me acompaña.
Comencé siendo honguero,
Comencé siendo ruiseñor fugitivo.
Y ahora dentro de mí estallan los dorados
mundos
los caballos azules del espanto me recorren
miro la LUZ
miro la luz y me siento desvanecido ante
lo que
veo
Cíclopes del cielo que me juegan.
Pero es tal la prepotencia de lo que se avecina.
Ruge como una catarata de aire inmaculada.
La siento. La siento inmarcesible.
Y cabalgo ebrio, ebrio subiendo
subiendo.
Sobre las fauces de todos los fuegos.
América caminaba como una niña.
Y las cúpulas del cielo de diamante
Y las cúpulas del cielo de diamante fusionaban
su frente de azul
de futuro
de futuro perfecto
de lenguas entre flores como insectos
de saltamontes sobrevivientes tras la tormenta
tras el agua tras el cielo.
Era violento.
Las voces del aire tan llamadas.
Las voces del huracán parecidas a pájaros
negros,
la furia la furia
de los Caballeros del Rocío
reducían los ríos a cenizas
el tiempo a viento.
Como un túnel de sales todo se volvía.
Como un túnel de sales todo se quedaba.
Y cayendo cayendo vendrán las plagas malditas
magistrados de Egipto
caerán los techos de Roma
rodarán las piedras del Mundo
y los animales comerán gente gente gente
pudriéndose.
Defecarán los siglos su iconoclastía.
Tal los campos arados.
¡Qué alto estarán los que estén!
América caminando con las niñas fúlgida
cabalgando con los caballos
entre aguas.
América voladora más pura que nunca
con tales indiecitos guerreros
del Alba.
Albamente se crinejan sus cabellos ocultando
el sol
desnudando la luna.
Y los leopardos y las leopardas se acarician
entre helechos
entre vivas plantas
al sonido de las cataratas.
La voz sin mordaza.
Suelto a la musa a pastar en los campos.
hoja de laurel
hoja de laurel
hoja de laurel

jueves, 4 de julio de 2019

Ulrich Zieger -Aparición Pública


Ulrich Zieger, Döblen, 29 de diciembre 1961 – Monpellier, 23 de julio 2015
Traducción Juan Pablo Abraham


Aparición Pública 

Las cosas están así ahora,
yo no quería ni siquiera vivir,
ni apoyarme en el  muro
de la iglesia protestante en Waldheim
en la luz del otoño,

cuando tenía seis o siete años,
tan lleno de perdición y melancolía
e incluso celebrándolos en silencio en los últimos
rayos considerables
de sol,

el vino,
imbebible, ardía
en un rojo totalmente inexplicable
en casas desnudas y elevadas
de las cuales penetró,

en la mayor parte de las personas  
en las que creí y dejé mi corazón,
que conocí “así como así”,
y tampoco quisiera conocer más,

no quisiera tener que
imaginarlos más,

si hemos caído del paraíso,
obviamente la situación es terrible,
el cielo y el infierno son intercambiables,
lo que sigue siendo escandaloso,

solo estaba borracho
y de cuando en cuando nostálgico,

ninguno de ellos me amaba
solo mi camino de muerte los ha cautivado,

me gustaría haberte cautivado,
a vos y a vos, pero éramos demasiado jóvenes
y demasiado cobardes en nuestros trajes de carnaval
algo salió mal, nadie sabe lo que era eso,

un robot que realmente no sabía nada
y que habían entrenado
para hacerte algo realmente –
los fascistas son tan tenaces,

quiénes son estas personas infames, 
qué se creen y qué cosa
no los alcanza?




martes, 2 de julio de 2019

Eva Strittmatter -Amor

Eva Strittmatter, Alemanía, 8 de febrero 1930 – Berlín, 3 de enero 2011
Traducción Juan Pablo Abraham


Amor

Qué terrible fue la llama
en la que una vez ardimos juntos,
y al final permanece una pequeña braza.
Lo que es usual, también a nosotros nos pasa.
Esto no es ceniza, es el último rastro del fuego.
Muestra nuestro trabajo diario. Y qué caro
es este poco de calor, lo aprendí
en este peor año
de todos mis años.
Cuando llegue el invierno otra vez
y me caiga otra nieve semejante
solo este calor me salvará
de la muerte. Qué más
debería sostenerme? Lo que queda de nuestro amor:
nos teníamos el uno al otro. Ninguna planta
crecerá sobre nosotros, ninguna piedra,
mientras esta braza brille.

Mientras haya una braza
podría haber fuego.