sábado, 30 de diciembre de 2017

Jorge Eduardo Eielson -La sangre y el vino de Pablo

Jorge Eduardo Eielson, Lima, 13 de abril 1924 – Milán, 8 de marzo 2006



La sangre y el vino de Pablo

Pablo comía, dormía o cantaba siempre, seguro de mi llanto.
    Yo sé que en el paraíso hay una silla vacía para quien jamás
   ha llorado:
aquélla es la silla de Pablo.

Otras veces, mientras yo comía, cantaba o dormía, Pablo
   lloraba amargamente.
Lloraba su pobreza, sus deseos insaciables, su hambre y su
   sed, su gigantesco cuerpo cubierto por la sangre de un
   caballo o de un buey. Yo sé que en el paraíso hay una silla
   vacía para quien mucho ha llorado:
aquélla es la silla de Pablo.

Porque mi nombre es Pedro, y trabajo día y noche dentro del
   ojo del Señor.

Mi misión es conocer a Pablo, iluminar a Pablo, hacerme
   amar por Pablo.
A través del ojo del Señor.

Pablo, en cambio, trabajaba en una carnicería.
El corazón de las bestias era su vida.
Cuando su cabeza dorada asomaba, la sangre empezaba a
   correr, una lluvia roja cubría los muros de mi habitación.

¡Qué noches duras, repletas por la sangre de Pablo, por la
   tristeza de Pablo!
Los cielos gritaban su nombre:
¡Pablo, Pablo, tanta sangre se acabará!
Pero Pablo era sordo.

Los luceros y el sol aún fresco le repetían:
¡Pablo, Pablo, nuestro esplendor es el tuyo!
Pero Pablo era ciego.

Las plantas y las flores de la tierra lo acariciaban llorando:
¡Pablo, Pablo, nuestro perfume y nuestros frutos sólo existen
   para ti!
Pero Pablo no oía, no veía, no sentía.

Yo me miraba en Pablo como en un espejo:
él era mi imagen muda, ciega, sorda, sin paladar y sin tacto.

Seguro de mi fragilidad y de su fuerza, Pablo me miraba
   estúpidamente desde su universo tristísimo y hediondo,
   como desde una esfera deslumbrante:
el matadero de Testaccio.

Todas las noches, armado de un cuchillo y una maza, Pablo
   cumplía con su destino:
lo imaginaba entonces sentado junto a la cabeza de un
   becerro,
arrodillado ante un carnero dulce como ante un abanico de
   huesos y lana tibia,
acariciando a un toro solemne, dando de comer a los cerdos
   en la boca,
luchando suavemente, victorioso, con una vaca parturienta.

Luego el traidor, enceguecido, como un bestial arcángel
   devorador de carne y huesos, clavaba su espada redentora
   entre los ojos de una oveja y derramaba un balde de agua
   hirviente sobre su cadáver.
Satisfecho de su crimen, el ángel exterminador se arrojaba
   palpitante contra los muros altísimos del matadero,
   tratando de ganar las colinas verdes y el cielo lento y
   seguro de Testaccio.
Pero el sagrado asesino, sin tregua, volvía a caer como una
   mariposa indefensa entre los cuernos y las patas de sus
   víctimas.

Acusado por un tribunal de bueyes negros, tendido en un
   charco de sangre, Pablo se defendía blandiendo sus armas
   a diestra y siniestra,
buscando justicia en los ojos de un caballo blanco,
arrancando las entrañas a los cerdos en busca de la luz divina,
demoliendo las tinieblas con su cuerpo ciego,
brutalmente cubierto por los excrementos, la sangre y la
   orina.

Tendido en el pavimento, incapaz de pronunciar una palabra,
el gigante rendía cuenta de sus actos con su cuerpo,
   moviendo
brazos y piernas sin descanso, como si el resorte áureo y
   supremo
del universo se agitara en su ombligo, oprimido por los
   remordimientos.

Sólo hacia el alba sus miembros se detenían nuevamente,
   semejantes a las aspas de un molino.
Agobiado por el esfuerzo, sudoroso, cubierto de sangre,
   abandonaba el matadero, bebía un café caliente en el
   camino y desaparecía luego en su terrible morada, como
   una rata.

Habituado a las tinieblas y a la continua, feroz batalla, sus
   sentimientos lo habían abandonado casi por completo:
sólo su garganta, de cuando en cuando, sin que nadie la
   escuchara, una sola palabra lograba articular con esfuerzo:
   ¡Pedro!

¿Cómo comprender a Pablo, Dios mío, si Pablo era semejante a
   mí como un hermano gemelo?
Sin embargo, cuando él alzaba su maza sobre la aterrada
   cabeza de una bestia, era yo que me desplomaba agonizante;
cuando él reía sin motivo, acostado sobre sus inmundicias
   como un horrendo muñeco, era yo que sufría profundamente
cuando él miraba el cielo y no encontraba sino grandes
   volúmenes ardientes, inservible vacío y gases devastadores,
   era yo que veía al Señor omnipotente.

¡Pobre Pablo, hermano mío! –me decía llorando- ¿hasta
   cuándo seguirá girando para ti este sol esplendoroso, este
   planeta florido que tú nunca has contemplado?

El diamante buscaba sus pies como los clavos al imán;
los duraznos encendidos del verano lo rodeaban, conforme
   las moscas rodeaban a los duraznos maduros, pero Pablo
   seguía plantando su cuchillo todas las noches en la
   garganta pura del Señor, como quien obedece a órdenes
   invisibles

Sólo sus borracheras llenaban el mundo de centellas.
Solitario, todo el cielo desembocaba en sus ojos abiertos
como dos cucharas de oro derretido.
Bruscamente el color turquesa cesaba a su alrededor:
un párpado inmenso acababa de cerrarse y la oscuridad lo
   oprimía.

Desde el ojo del Señor, a mi vez ciego de felicidad, yo acudía a
   la cita gritando:
¡Pablo, Pablo, la carne de las bestias te perdona, regresa a mi
   lado, hermano mío!

Pero Pablo miraba inútilmente hacia arriba, como un idiota:
sobre la tiniebla de las cosas el sol pendía dulce como una
   naranja solitaria;
en el silencio perfecto los perfumes subterráneos surgían
   como dardos.

Yo, siempre invisible a sus sentidos, creía oír su respuesta en
   un murmullo:
Todo es inútil, Pedro –me decía- mi cuchillo es necesario y
verdadero como la sangre que él derrama.
Déjame morirme de mi propio cuchillo, de mi propia sangre
   maldecida.
Y luego, como enloquecido:
¡Pedro, Pedro –gritaba- mi corazón es el fin de mi cuerpo!
Y yo respondía:
¡No, Pablo, no, tu corazón es tu cuerpo!
¡Pedro, Pedro, el amor es mi enemigo!
Y yo nuevamente:
¡No, Pablo, el amor es tu sangre, tu respiración, tu fuerza!

Pablo cantaba entonces, casi sin abrir la boca:
a medida que el vino penetra en mi corazón,
a medida que el vino penetra en mi corazón,
¡oée, oée, ay qué esplendor, ay qué esplendor!
¡oée, oée, ay qué esplendor, ay qué esplendor!
el tiempo corre, yo corro contigo,
las aves cantan, yo canto contigo,
¡oée, oée, ay qué esplendor, ay qué esplendor!
¡oée, oée, ay qué esplendor, ay qué esplendor!
Tengo un hermano con su luz encima,
Tengo un hermano parecido a Dios,
¡oée, oée, ay qué esplendor, ay qué esplendor!

Luego callaba de golpe, escupía rabiosamente al centro
puro de la noche, se llevaba una mano al corazón como quien
acaricia a un pájaro herido y caía a tierra, fulminado.

Y yo, cuya misión era conocer a Pablo, iluminar a Pablo,
hacerme amar por Pablo, caía igualmente sin fuerzas,
   cansado de
llorar por un asesino, cansado de tanto delirio y de tanto
  vino, de
tanta sangre inexplicable.
Dispuesto a reiniciar mi llanto al día siguiente, cuando Pablo,
vencido por el amanecer, se hubiera levantado una vez más de
   entre las sombras de la tierra.

La sangre de las bestias, entre tanto, seguiría corriendo y
   corriendo.

   

jueves, 28 de diciembre de 2017

Mircea Cărtărescu -amémonos, keramú

Mircea Cărtărescu, Bucarest, Rumania, 1 de junio 1956
Traducción Diego Muñoz Carrobles



amémonos, keramú (1)

amémonos, keramú, amémonos por toujours
que mañana seremos presa de las inundaciones, de los corrimientos de
                                                                 tierra, de
                                                                 terribles
                                                                 borracheras,
que mañana un ayer con patas de araña se paseará por los rizos de tu pelo
enloqueciéndote, molestándote…
seamos tiernos, farfulló el polígono că elu pegando los lirios
a las caderas voluptuosas de la estación de autobuses de filaret
seamos tiernos, mi soledad, apuntó la señal de sentido giratorio
seamos tiernos, dijo también una mosca.
la primavera nos lamía la cara y las manos como un pequinés
nos hacía preguntarnos qué gusto le sacaríamos a la lengua infinita de la
                                                         noche llena de
                                                         autocares y estrellas,
la primavera nos acariciaba y sobrepasaba a veces los límites maternales o
                                                                   de la amistad
                                                                   inocente
enseñando los pechos fríos de manera provocativa bajo su cazadora azul
                                              turquesa desgastada
oh, quédate un poco más, le susurró la lámpara a una pelusa de la
alfombra,
¿no quieres subir a mi casa? bebamos algo, escuchemos música, te enseño
                                              la biblioteca…
¿no quieres quedarte esta noche en mi casa?
cojámonos de la mano, le dijo un médico jefe del hospital emilia irza
al conejo de hojalata del escaparate de los juguetes.
querámonos, amémonos, crezcamos y reproduzcámonos
cantaban el tergal y el terciopelo, el dril y la batista en gabroveni
les respondían hasta quedarse sin voz los sargentos y las controladoras
hagamos el amor, balbuceaban el polen y las nubecillas
hagámoslo, roncaban las barberías,
como unas bombillas eléctricas unidas en serie
los nervios reventaban en el antebrazo, las venas se inflaban en el tórax,
en las fosas nasales los analizadores de olor guardaban los abrigos en
armarios
y el índice de refracción se zampaba un sándwich de pollo
en la perversa apertura del ojo.
qué de guiños, cuántos accidentes por distracciones, cuentas cerradas,
pólizas pagadas,
angelito, estornudó el pulmón mientras se miraba en el espejo
y veía a su espalda una fábrica.
la primavera nos untaba en el pan una gruesa porción de televisión
nuestra mente estaba atascada de proyectos de agresión, ya veíamos el
                                                                     microcos
                                                                     mos
                                                                     cubierto
                                                                     de
                                                                     trincheras,
ya soñábamos con el poder, con krakatit, con el olor de piel de zorro del
                                             hombre invisible,
con los ojos vivarachos del hombre que atraviesa las paredes…
nuestro cerebro se acordaba de cuando estaba encogido
de cuando latía, palpitaba, se removía, marchaba, se revolvía, serpenteaba
el antebrazo se liberó en el aire flojo de la sensación de tener plumas,
la oreja –la sensación de haber oído el berrido de un triceratops
y las burbujas de hidrógeno extendían la malaria por la cara.
ten confianza en mí, gorjeó la flora intestinal
mientras se arrojaba voluptuosa a los brazos del miedo
que llevaba aquella noche un traje sencillo, arqueado, juvenil,
dame un besito, le suplicó el anabolismo al catabolismo,
no seas cruel, no me obligues, le amenazaba un maxilar al otro.
llegaba la tarde, la ciudad se animaba,
llegaba la noche, las calles silbaban como un sifón,
¡seamos tiernos, lotería que nunca toca, seamos tiernos, batidor de
alfombras,
querámonos, grifos, hagamos excursiones, carpeta de sobres!
con vestidos de escombros y varas verdes, de embutidos y quesos,
cubiertas de vodka y gasolina las emociones se habían marchado a
escondidas.
por callejones y pasajes cubiertos de vidrio de colores
algún gato arañaba el tronco de algún laurel
y en las cervecerías las camareras se dejaban hacer por dinero.
querámonos, unamuno, una y uno, querámonos, keramú,
y luego equivoquémonos de cerilla, de alicates, de pasta de dientes,
ignoremos la excesiva influencia que ejerce en nuestra psique
el campus de grozaveşti.
la primavera observa amarilla desde la estratosfera, acariciada por el ozono
y los iones,
conozcámonos mejor, caracola, dice,
abracémonos, hangar, papelito, cubo de basura…
pero nosotros en la fuente del final de la calle alexandru nos mojábamos el
                                                               uno al otro
                                                               con agua
justo al lado de la policlínica, y hasta los árboles
olían a dentista


1) chera mu, del griego, ‘cariño mío’

martes, 26 de diciembre de 2017

Rubén Darío -Los motivos del lobo

Rubén Darío, Nicaragua, 18 de enero 1867 – Nicaragua, 6 de febrero 1916


Los motivos del lobo

El varón que tiene corazón de lis,
alma de querube, lengua celestial,
el mínimo y dulce Francisco de Asís,
está con un rudo y torvo animal,
bestia temerosa, de sangre y de robo,
las fauces de furia, los ojos de mal:
el lobo de Gubbia, el terrible lobo,
rabioso, ha asolado los alrededores;
cruel ha deshecho todos los rebaños;
devoró corderos, devoró pastores,
y son incontables sus muertes y daños.

Fuertes cazadores armados de hierros
fueron destrozados. Los duros colmillos
dieron cuenta de los más bravos perros,
como de cabritos y de corderillos.

Francisco salió:
al lobo buscó
en su madriguera.
Cerca de la cueva encontró a la fiera
enorme, que al verle se lanzó feroz
contra él. Francisco, con su dulce voz,
alzando la mano,
al lobo furioso dijo: ?¡Paz, hermano
lobo! El animal
contempló al varón de tosco sayal;
dejó su aire arisco,
cerró las abiertas fauces agresivas,
y dijo: ?¡Está bien, hermano Francisco!
¡Cómo! ?exclamó el santo?. ¿Es ley que tú vivas
de horror y de muerte?
¿La sangre que vierte
tu hocico diabólico, el duelo y espanto
que esparces, el llanto
de los campesinos, el grito, el dolor
de tanta criatura de Nuestro Señor,
no han de contener tu encono infernal?
¿Vienes del infierno?
¿Te ha infundido acaso su rencor eterno
Luzbel o Belial?
Y el gran lobo, humilde: ?¡Es duro el invierno,
y es horrible el hambre! En el bosque helado
no hallé qué comer; y busqué el ganado,
y en veces comí ganado y pastor.
¿La sangre? Yo vi más de un cazador
sobre su caballo, llevando el azor
al puño; o correr tras el jabalí,
el oso o el ciervo; y a más de uno vi
mancharse de sangre, herir, torturar,
de las roncas trompas al sordo clamor,
a los animales de Nuestro Señor.
Y no era por hambre, que iban a cazar.
Francisco responde: ?En el hombre existe
mala levadura.
Cuando nace viene con pecado. Es triste.
Mas el alma simple de la bestia es pura.
Tú vas a tener
desde hoy qué comer.
Dejarás en paz
rebaños y gente en este país.
¡Que Dios melifique tu ser montaraz!
?Está bien, hermano Francisco de Asís.
?Ante el Señor, que todo ata y desata,
en fe de promesa tiéndeme la pata.
El lobo tendió la pata al hermano
de Asís, que a su vez le alargó la mano.
Fueron a la aldea. La gente veía
y lo que miraba casi no creía.
Tras el religioso iba el lobo fiero,
y, baja la testa, quieto le seguía
como un can de casa, o como un cordero.

Francisco llamó la gente a la plaza
y allí predicó.
Y dijo: ?He aquí una amable caza.
El hermano lobo se viene conmigo;
me juró no ser ya vuestro enemigo,
y no repetir su ataque sangriento.
Vosotros, en cambio, daréis su alimento
a la pobre bestia de Dios. ?¡Así sea!,
contestó la gente toda de la aldea.
Y luego, en señal
de contentamiento,
movió testa y cola el buen animal,
y entró con Francisco de Asís al convento.

*

Algún tiempo estuvo el lobo tranquilo
en el santo asilo.
Sus bastas orejas los salmos oían
y los claros ojos se le humedecían.
Aprendió mil gracias y hacía mil juegos
cuando a la cocina iba con los legos.
Y cuando Francisco su oración hacía,
el lobo las pobres sandalias lamía.
Salía a la calle,
iba por el monte, descendía al valle,
entraba en las casas y le daban algo
de comer. Mirábanle como a un manso galgo.
Un día, Francisco se ausentó. Y el lobo
dulce, el lobo manso y bueno, el lobo probo,
desapareció, tornó a la montaña,
y recomenzaron su aullido y su saña.
Otra vez sintióse el temor, la alarma,
entre los vecinos y entre los pastores;
colmaba el espanto los alrededores,
de nada servían el valor y el arma,
pues la bestia fiera
no dio treguas a su furor jamás,
como si tuviera
fuegos de Moloch y de Satanás.

Cuando volvió al pueblo el divino santo,
todos lo buscaron con quejas y llanto,
y con mil querellas dieron testimonio
de lo que sufrían y perdían tanto
por aquel infame lobo del demonio.

Francisco de Asís se puso severo.
Se fue a la montaña
a buscar al falso lobo carnicero.
Y junto a su cueva halló a la alimaña.
?En nombre del Padre del sacro universo,
conjúrote ?dijo?, ¡oh lobo perverso!,
a que me respondas: ¿Por qué has vuelto al mal?
Contesta. Te escucho.
Como en sorda lucha, habló el animal,
la boca espumosa y el ojo fatal:
?Hermano Francisco, no te acerques mucho...
Yo estaba tranquilo allá en el convento;
al pueblo salía,
y si algo me daban estaba contento
y manso comía.
Mas empecé a ver que en todas las casas
estaban la Envidia, la Saña, la Ira,
y en todos los rostros ardían las brasas
de odio, de lujuria, de infamia y mentira.
Hermanos a hermanos hacían la guerra,
perdían los débiles, ganaban los malos,
hembra y macho eran como perro y perra,
y un buen día todos me dieron de palos.
Me vieron humilde, lamía las manos
y los pies. Seguía tus sagradas leyes,
todas las criaturas eran mis hermanos:
los hermanos hombres, los hermanos bueyes,
hermanas estrellas y hermanos gusanos.
Y así, me apalearon y me echaron fuera.
Y su risa fue como un agua hirviente,
y entre mis entrañas revivió la fiera,
y me sentí lobo malo de repente;
mas siempre mejor que esa mala gente.
y recomencé a luchar aquí,
a me defender y a me alimentar.
Como el oso hace, como el jabalí,
que para vivir tienen que matar.
Déjame en el monte, déjame en el risco,
déjame existir en mi libertad,
vete a tu convento, hermano Francisco,
sigue tu camino y tu santidad.

El santo de Asís no le dijo nada.
Le miró con una profunda mirada,
y partió con lágrimas y con desconsuelos,
y habló al Dios eterno con su corazón.
El viento del bosque llevó su oración,
que era: Padre nuestro, que estás en los cielos...

domingo, 24 de diciembre de 2017

Yorgos Seferis -Gymnopedia

Yorgos Seferis, Urla, 13 de marzo 1900 – Atenas, 20 de septiembre 1971 
Traducción Jaime García Torres


Gymnopedia

         La isla de Santorini (la antigua Thira) está compuesta geoló-
         gicamente de piedra pómez y caolín; en su bahía... han apa-
         recido y desaparecido islas. Era el centro de una religión muy
         antigua cuya liturgia comprendía danzas líricas de un ritmo 
         grave y austero, llamadas Gymnopedias.
                                                                           Guía de Grecia

Santorini
Asómate si puedes al mar en sombras, olvidando
el son de flauta para los pies desnudos
que pisaban tu sueño en otro tiempo, tiempo devorado.

Graba si puedes en la última de tus conchas
nombre, lugar y día
y arrójala después a las fauces del mar.

Desnudos nos hallamos encima de la piedra esponjosa,
contemplando las islas que surgían,
mirando sumergirse las islas coloradas
en su propio soñar, en nuestro sueño.
Estábamos aquí, desnudos, sosteniendo
la balanza inclinada
en pro de la injusticia.

Talón de poderío, voluntad inmaculada, meditado amor,
designios que maduran bajo el sol de mediodía,
sendero del destino al ritmo de las manos jóvenes
que palmean sobre los hombros;
en el país disperso, despojado de toda resistencia,
en el país que ayer apenas era nuestro
húndanse las islas, orín y ceniza.

Altares demolidos
y amigos olvidados,
hojas de palmera entre el fango.
Deja si puedes que tus manos viajen
aquí, confín del tiempo, en el navío
que ha visitado el horizonte.

Los dados ya sobre la losa,
ya que la lanza dio con la coraza,
reconocido por el ojo el extranjero,
y el amor desecado
en almas como cribas;
cuando miras alrededor y encuentras
en torno a ti los pies segados,
en torno a ti las manos muertas,
en torno a ti los ojos entenebrecidos;
cuando ya ni siquiera puedes elegir
la muerte que quisiste tuya,
morir oyendo un grito,
fuera un gritó de lobo,
cual es tu derecho;
deja que tus manos viajen,
despréndete del tiempo desleal
y sumérgete dentro del océano;
habrá de sumergirse quien sustenta las enormes rocas.

Micenas
Dame tus manos, dame tus manos, dame tus manos.

He visto en medio de la noche
la puntiaguda cima de la montaña.
He visto más allá la llanura anegada
en la luz de una luna que brillaba escondiéndose.
Al volver la cabeza he visto
las negras piedras apretujadas
y mi vida en tensión como una cuerda,
principio y fin,
el instante postrero;
mis manos.

Húndase el que sustenta las enormes rocas;
piedras que soporté mientras podía,
piedras que amé mientras podía,
estas piedras, mi destino.

Herido por mi propio consuelo,
tiranizado por mi propia túnica,
condenado por mis propios dioses,
estas piedras.

Sé que no saben, pero yo
que seguí tantas veces
la ruta que conduce del asesino a la víctima,
desde la víctima al castigo
y del castigo al otro crimen,
palpando
la inextinguible púrpura,
la tarde aquella del retorno
cuando las Furias empezaban a silbar
entre la yerba rala,
he visto las serpientes cruzadas con las víboras,
entrelazadas en generación maldita;
nuestro destino.

Voces que vienen de la piedra, del sueño,
más profundas aquí, en donde se oscurece el mundo
memoria del esfuerzo enraizado en el ritmo
que golpea la tierra
con pies ya en el olvido
cuerpos engullidos en los cimientos
de otra era, desnudos. Ojos
tercamente clavados en un punto
que no distinguirás por más que quieras;
el alma
que lucha por volverse tu alma.

Ya no te pertenece ni siquiera el silencio,
aquí donde las piedras de molino detuvieron su marcha




viernes, 22 de diciembre de 2017

César Cañedo -Hablo


César Cañedo, El Fuerte, Sinaloa, México, 3 de mayo 1988


Hablo 

Nací sin una oreja.
Y mi abuelo en sus manos
presentándome al mundo malformado,
y mi madre diciendo: ¡hay que arreglarlo!,
y mi padre diciendo: ¡yo lo pago!,
y mi abuela, tan solo: ¡qué belleza!
y ese niño incompleto creció y se hizo poesía
incompleta.
He aquí mi cántico sulfúrico.
La misericordia me llegó del culo
y me encendió las noches
en que mi cuerpo
incompleto
mi amor
incompleto
mi rostro
incompleto
se encarnaban
de la diferencia.
Con el pegamento
de los compañeritos del kínder
y el gesto inclino de Jesús abierto
y machacado en su compasión por mí,
como Dumbo de circo
sin todo lo que le sobra,
pásele a ver a la mujer araña,
pásele a ver a la carcacha humana,
pásele a ver al joto de este barrio,
pásele a ver al que será joroba,
sábana de miedo,
pesadilla de ridículo,
flor de asco,
estrella de tres picos,
chuequito,
arrancado del cielo de la simetría
perfecta, de la griega belleza,
del cerrado monumento.
Sin aristas, con cachos,
retazado de versos,
siempre copia fiel de incompletud completa.
Cuir antes de lo queer,
torcido de selección natural,
herencia de un patriarcado que te esconde,
pelo largo para ocultar sus fallas.

Y se me abrió el poema
como la flor de loto en que me siento
para no ser original
ni registrado made en el Olimpo
porque sería un exceso
que yo con tantas marcas
buscara lo perfecto
en lo absoluto de un culo sin flatos,
en las constelaciones de la noche Ocolome,
en el río Fuerte, que siempre es el mismo río, porque la presa no abre la compuerta,
y empecé a sonar con voces impostadas
pedacitos de versos que eran de otros,
de Darío, de Novo, de Bohórquez,
de la víscera seca, del maizal en invierno,
de la princesa triste de labios de clítoris de fresa,
del zagal que se vino vino,
del marcial que se corre corre,
de los gachos y cursis románticos tan nuestros,
del dildo del hechizo que más quiero
y en medio de nosotrxs
mi madre oliendo a Dior
y un no sé qué que queda
que no que no
que Noa Noa
¿vamos?

Hay tantas metáforas en el mundo
que mejor las reciclo.
Hago oropéndolas de tantas tan perfectas
mamadas
y las vendo en la feria,
¿traes feria?
a peso si es barroco,
a cinco si es soneto,
a tres por diez Vallejo,
el César que me ganó
el derecho de ser único César
y entonces soy Cesárea de mi rostro
de mis versos y mis hombres
que esos sí, no reciclo.
Me enseñaron de niño
que una costilla,
un cartílago blandengue
(por más del Génesis que suene)
puede ser una oreja que no oye,
y no agradezco al cielo la ironía,
y llenarse de pelos que eran púbicos
para la alquimia de sonrisa perfecta
a la que se le nota el truco
como a mis ortosílabos,
versos que nacen del ano
que van a dar en el dar
que es el plaisir
de la petite mort jotuá
y así creí en la magia del poema
a mi manera.

¿Si un día no fueras mayate
qué querrías ser?
Mariposa.
Todo queda entre bichos
y entre bichis.
Y por la tambora
que si alguien no me entiende
cáigale a Sinaloa
donde se rompen los machos,
donde nací quebrado y descompuesto
en medio del narcosilencio
que te arrulla en las noches rorro nene.

Derramando poesía
igual que semen
en aleteos de chupa
rosa,
una tarde se entrega
otra despierta
a tanto amor
de espaldas,
y cobijo mis miedos
en toda mi asimetría,
tuércele al verso el rostro,
y mi sonrisa torcida
es la perla que brota de la pérdida,
de raspar el dolor en tantas burlas,
de soñarme poeta
y ser fallido
y encontrar gozo en ello.



miércoles, 20 de diciembre de 2017

William Shakespeare -El fénix y la tórtola

William Shakespeare, Stratford, 26 de abril 1564 – Stratford, 23 de abril 1616
Traducción Lucas Margarit


El fénix y la tórtola

Que el pájaro que cante más alto,
Sobre el solitario árbol de Arabia
Sea el heraldo triste y su trompeta
A cuyo sonido las castas alas obedezcan.

Pero tú, mensajero bullicioso,
Vil procurador del demonio,
Y augur del final de la fiebre,
No te acerques a esta bandada.

Que esta sesión quede vedada
A las aves de alas tiránicas,
Excepto al águila, rey de plumas:
Que protege estrictamente las exequias.

Que el clérigo de blanca sobrepelliz
Quien entone la música fúnebre
Sea el cisne, adivino de la muerte,
Para que así esté presente el réquiem.

Y tú, cuervo de gorgeos agudos
Que creaste castas oscuras
Con el aliento que has dado y tomado,
Irás entre nuestros dolientes en luto.

He aquí el himno que comienza:
Amor y constancia han muerto
Fénix y tórtola volaron
Desde aquí en una llama mutua.

Tanto se amaron, que en el amor de dos
fueron en esencia uno,
Dos seres distintos e indivisos:
Cifra sacrificada por el amor.

Corazones distanciados, no separados;
Era visto a distancia, no el espacio
Y entre la tórtola y su reina,
sucedían maravillas.

El amor entre ellos brillaba tanto
Que la tórtola veía su flanco derecho
Flamear en la mirada atenta del Fénix,
Lo de uno era propio del otro.

Así, la pertenencia era apremiada
pues uno no era el mismo:
nombre doble para una única naturaleza,
no eran llamados ni dos ni uno.

La Razón confundida
Veía que lo dividido crecía unido,
para sí mismos y para ninguno de los dos,
Lo simple era también complejo.

Entonces clamó: “De verdad, ¡este dúo
Parece una sola concordancia!
El amor tiene razón y no tiene razón
Si las partes pueden persistir así.

Con lo cual compuso este treno
Al fénix y a la paloma,
Compañeros supremos y estrellas del amor
Que, como un coro, van hacia una trágica escena.


buenosairespoetry.com

lunes, 18 de diciembre de 2017

José Luis Díaz-Granados -En un bar frente a la mar océana

José Luis Díaz-Granados, Santa Marta, Colombia, 15 de julio 1946


En un bar frente a la mar océana

                                                                           A Javier Bozalongo

Una vez, hace cuarenta y cinco años,
me refugié en un café mientras llovía.
Dos hombres jóvenes hablaban de literatura,
Disertaban de temas y de autores
Sobre los que sólo yo pensaba que tenía dominio.

Me acerqué sin pudor y discutí con ellos.
Me recibieron con simpatía, me invitaron
A un trago; al rato, todo había concluido.

Me ocurrió muchas veces, en Bogotá,
En La Habana, en Gera, en Leningrado
—donde veía a una muchacha rubia leer en el Metro
O a un joven escribiendo en un café
O a un anciano tranquilo leyendo Moby Dick—.

Algo anotaba yo, me sumergía en sus mundos,
Imprudente, sin pedirles permiso,
Manifestaba algo haciéndome notar,
Como queriendo decirles a todos:
Yo conozco los temas de su interés preciso,
Yo leo, también escribo, por favor,
Dénme paso para seguir avanti,
Yo también he afinado mi flecha
Y he apuntado hacia un blanco
Al que siempre he acertado a equivocarme.

Pero aquí estoy ahora, frente al mar de Almuñécar,
Contemplando su bahía
—tan parecida a la de Santa Marta—,
En un bar donde un hombre joven de barba incipiente
Le lee a su bella novia un párrafo de MacBeth,
Y les digo en silencio: acepten un minuto
De interrupción, pero es que necesito
Que sepan que yo existo, que hago parte del orbe,
Que también he inscrito las huellas de mi alma
En palabras que a lo mejor leerían
Y algo les podría encantar o hechizar o cautivar.

Sí, por favor, no me espanten tan pronto,
No soy Melville, ni Shakespeare, ni Neruda,
Pero algo he soñado para que ustedes sueñen
Y sé que alguna línea mía derrotará la muerte.

sábado, 16 de diciembre de 2017

Alfonsina Storni -Un cementerio que mira al mar

Alfonsina Storni, Sala Capriasca, 29 de mayo 1892-Mar del Plata, 25 de octubre 1938


Un cementerio que mira al mar

Decid, oh muertos, ¿quién os puso un día
Así acostados junto al mar sonoro?
¿Comprendía quien fuera que los muertos
Se hastían ya del canto de las aves
Y os han puesto muy cerca de las olas
Porque sintáis del mar azul, el ronco
Bramido que apavora?

Os estáis junto al mar que no se calla
Muy quietecitos, con el muerto oído
Oyendo cómo crece la marea,
Y aquel mar que se mueve a vuestro lado,
Es la promesa no cumplida, de una
Resurrección.

En primavera, el viento, suavemente,
Desde la barca que allá lejos pasa,
Os trae risas de mujeres... Tibio
Un beso viene con la risa, filtra
La piedra fría, y se acurruca, sabio,
En vuestra boca y os consuela un poco...
Pero en noches tremendas, cuando aúlla
El viento sobre el mar y allá a lo lejos
Los hombres vivos que navegan tiemblan
Sobre los cascos débiles, y el cielo
Se vuelca sobre el mar en aluviones,
Vosotros, los eternos contenidos,
No podéis más, y con esfuerzo enorme
Levantáis las cabezas de la tierra.

Y en un lenguaje que ninguno entiende
Gritáis: -Venid, olas del mar, rodando,
Venid de golpe y envolvednos como
Nos envolvieron, de pasión movidos,
Brazos amantes. Estrujadnos, olas,
Movednos de este lecho donde estamos
Horizontales, viendo cómo pasan
Los mundos por el cielo, noche a noche...
Entrad por nuestros ojos consumidos,
Buscad la lengua, la que habló, y movedla,
¡Echadnos fuera del sepulcro a golpes!

Y acaso el mar escuche, innumerable,
Vuestro llamado, monte por la playa,
¡Y os cubra al fin terriblemente hinchado!

Entonces, como obreros que comprenden,
Se detendrán las olas y leyendo
Las lápidas inscriptas, poco a poco
Las moverán a suaves golpes, hasta
Que las desplacen, lentas, -y os liberten.
¡Oh, qué hondo grito el que daréis, qué enorme
Grito de muerto, cuando el mar os coja
Entre sus brazos, y os arroje al seno
Del grande abismo que se mueve siempre!

Brazos cansados de guardar la misma
Horizontal postura; tibias largas,
Calaveras sonrientes: elegantes
Fémures corvos, confundidos todos,
Danzarán bajo el rayo de la luna
La milagrosa danza de las aguas.
Y algunas desprendidas cabelleras.
Rubias acaso, como el sol que baje
Curioso a veros, islas delicadas
Formarán sobre el mar y acaso atraigan
A los pequeños pájaros viajeros.

jueves, 14 de diciembre de 2017

Franco Rivero -naufragio

Franco Rivero, Corrientes, 11 de mayo 1981


naufragio

el mar es el mar
el naufragio
es el naufragio

escuchen
la gente no entiende
no existen héroes

mentira
no me ayudó una tabla
no me llevó
hacia la costa
un delfín
pude morirme
o no
pero siempre
tuve que nadar

mentira
no pasé por distintas islas
no por naufragar
me esperaron
grandes proezas

el naufragio
es puro naufragio
y punto
es puro miedo de ahogarse
es puro miedo

por qué será que buscan
en el infierno la luz
acaso no sería más fácil
correr
no sería más fácil
vivir
en la superficie

sepan que no puedo
descender
naufragio
al infierno
si ya nací
allí
ya nací
allí
y andá a saber
si me enteré
que existe
un afuera
un más allá
de las curiosas
convertidas
en rocas
otro lado
del castigo
algo más
que brasas
que hombres
sufriendo
hambre y sed
eternamente
por robar ambrosía
por seguir a su amante
por dejar
que el corazón
sea la medida
del mundo

sepan que aquél
sacó de allí el fuego
aunque conocía
el hambre
de ese cuervo
que apetecía
su hígado
y sepan también
que es el cuervo
quien come antes
de que él pudiese
cocer su alimento
o forjarse
una espada
para no ser supersticioso
tengo un gato negro
pero la verdad es que a veces
me gustaría usar como respuesta
a la mala suerte

los miedos tienen
el tamaño de los cíclopes
es ahí
cuando me siento
sólo un hombre

y si el miedo es el mar
tiene el tamaño del mar
es ahí
que me siento
sólo un hombre

sé que la vida
es el mar
y no reconoce
tipos de embarcación
mi vida
es mi barca
siento
de qué estoy hecho
al naufragar

esta isla me sirve
de isla
mientras no pienso
que se hace agua
por todas partes

sé que si no espero
el abrazo
no me siento
desprotegido

sé que si naufrago
me recomiendo
que lo asuma
sin preguntar porqué
el mar es el mar

y hace cosas de mar
caminar
sobre las aguas
es el mito inevitable
la vida
es el mar que me obliga
cada tanto hacerlo
para que pruebe
ahogarme
y ejercite
el miedo

si me hundo
me recomiendo
que lo asuma
no me demoro
en preguntar
el porqué
doy las brazadas
nado de perrito
hago
lo que puedo
el tiempo
que soporto
por si nadie
me espera
por si no recupero
mi barca

no habrá brujas ni hechizos
que me salven
de esta tierra de este mar
de sus naufragios
de este ser
hombre
ni tampoco habrán
dioses piadosos
que me den
la forma
más oportuna
para burlar
mi muerte

sé que el naufragio
es el sueño
con que ulises
se salvó de ser
sólo ulises
sé que yo
también me soñé
más de alguna vez
como héroe
porque fui gente
y la gente
no entiende
necesita héroes
no quiere
ni tristes
ni hombres comunes
corrientes




martes, 12 de diciembre de 2017

Olena Kalytiak Davis -El “yo” lirico va en coche a recoger a sus hijos del cole:

Olena Kalytiak Davis, Detroit, 16 de septiembre 1963
Traducción Berta García Faet


El “yo” lirico va en coche a recoger a sus hijos del cole:

“yo” no ha encontrado, empezado, acabado el poema matutino de “yo”
el poema que “yo” estaba escribiendo sobre “yo” teniendo sexo con el hombre por el cual “yo” dejó a su marido
anoche o quizás esta mañana
un poema sexual, como quien dice, por así decir, por así desplegar
una fundación
para… qué???????????

SEXO

perdí mi sex/ual poema
cómo fue?
sé que se llamaba

SEXO

decía algo sobre mis acres frondosos
mi depilado ahí-abajo
algo sobre lo apretadito lo rápido

(traigo a Tiresias?)
has dicho calma?
tiresias, a quién le gusta más mentir/seguir follando?
ooops.

a quién le gusta más follar?

(“tráete de vuelta // tu antigua reflexión // (allen grossman haciendo de yeats)
de que la vida nos prepara // para lo que nunca sucede”)

hoy (el color de) mi sexo
estaba lavanda luego amarillo
dorado luego mutó en gris musgoso en verde

requiero a mi amante
más abajo

requiero a mi amante que shhhhhhhhhhhhh

requiero a mi amante
que se quede
requiero a mi
amante, ve!

amante, ve!
(mira!)

requiero a mi amante que se mantenga
lejos

“yo” se da cuenta de que casi ya es la hora de recoger a sus hijos del cole!
“yo” cae en la cuenta de que no ha llegado a ninguna parte, a ninguna parte cerca, y mucho menos dentro,
            desperdiciada otra mañana, no puede escribir un puto poema para salvar la vida de “yo”, bueno bueno,
“yo”, al menos, está “trabajando”.
“yo” se pone sus pantalones ajustados, sus botas grandes, su parka voluminosa.
“yo” abre el coche con el mando.
el coche de “yo” es un toyota rojo de 1995 4×4 que no tiene la suficiente potencia para “yo”.
la radio del coche de “yo” tampoco tiene la suficiente potencia para “yo”.
“yo” conduce por la ciudad escuchando a dylan, que tiene mucha potencia para “yo”.
“yo” se pregunta cómo es que por qué dylan no es el hombre de “yo”.
a “yo” la miran hombres inferiores, algunos en mejores coches, furgos más potentes,
            a pesar de que “yo” lleva una gorrita de lana que le tapa el pelo rubio y sucio.
“yo” siente el poder de ser una madre soltera en un coche rojo.
“yo” sabe que no es bastante poder.
“yo” piensa “yo soy el hombre, he sufrido, pasé por eso”.
“yo” está casi en la ruina pero
“yo” piensa “vivo más en un presente continuo, que disfruto”.
“yo” piensa “amor fati”.
“yo” mira de pronto las montañas chugach.
“yo” mira y ve que las montañas chugach a veces se ven desoladas y sucias y como con barricadas.
“yo” se percata de que las montañas chugach hoy están especialmente bellas con sol y nieve.
“yo” casi piensa “bañadas en sol y nieve” pero se resiste.
“yo” siente que “yo” tal vez puede encontrar, en realidad empezar, en realidad terminar su poema sexual mañana.
a “yo” le gusta esa cosa de dubus de que el adulterio también conlleva una moral propia.
a “yo” asimismo le gusta “el drama humano”.
a “yo” le encantó “i heart huckabees”.
“yo” pensó durante mucho tiempo que el sexo estaba sobrevalorado, luego no lo pensó durante un año y medio,
            ahora lo piensa otra vez.
a “yo” se le da, bueno, se le ha dado bien chuparla.
“yo” aguanta como un hombre.
“yo” opina que debería haber una nueva “nueva poesía del yo sexualizada y radicalizada”.
“yo” conoce bien el “frenesí monomaniaco del delirante del loco” pero
a “yo” en general no se le va la cabeza.
“yo” se acuerda de que “hace mucho tiempo, en 1925, boris tomashevsky, uno de los líderes de la crítica
            formalista rusa, apuntó que el “poema autobiográfico” es un poema que mitologiza la vida del poeta de
            acuerdo con las convenciones de su tiempo. no va de lo que ha pasado, va de lo que tendría que haber
            pasado, presentando de este modo una imagen idealizada del poeta en tanto que representante de su
            escuela literaria”.
“yo” quiere ser un hombre como marjorie perloff, helen hennessy vendler, boris tomashevsky.
“yo” opina que, por otro lado, “quiero decir que en el arte me gusta cuando el artista no sabe
            qué sabe en general; sólo sabe que sabe cosas específicas”.
“yo” piensa: “está el mantel limpio o yo no soy bob rauschenberg?”.
“yo” piensa que ojalá “yo” pudiera hablar más inteligentemente de teoría, no
“yo” piensa que ojalá “yo” pudiera escribir poemas más inteligentes, no
“yo” piensa “POR QUÉ SOY POETA Y NO…”
“yo” piensa “KALYTIAK DAVIS PINTA UN CUADRO”.
“yo” quiere meter la palabra “coruscante” y posiblemente una cita de rudolf steiner.
“yo” piensa que ojalá pudiera acordarse de la definición de abrams de la estructura
            de la más grande poesía romántica, pero el hecho de que presenta “a un determinado hablante en un
         
            ambiente particular y usualmente al aire libre, al cual escuchamos mientras efectúa, en lenguaje
            fluido y llano que fácilmente se eleva a registros más formales, un coloquio sostenido, a veces con
         
            él mismo o con el exterior, pero más frecuentemente con un receptor humano silencioso, presente o
            ausente” y que “el hablante empieza con una descripción del paisaje” y que “un elemento o un cambio
            en los elementos del paisaje evoca un variado pero integral proceso de rememoraciones, pensamientos
            anticipados y sentimientos que se conectan íntimamente con el exterior” y que “en el transcurso de
            esta meditación el yo lírico logra una mejor comprensión, se enfrenta a la pérdida trágica, desemboca
            en una decisión moral o resuelve un problema emocional” y que “a menudo el poema acaba donde empezó,
            en el exterior, pero con una modificación anímica y un entendimiento más profundo que es el resultado
            de la meditación susodicha” la evade.
“yo” quiere decir “receptor humano silencioso, estás ausente o presente?” pero “yo” sabe
            que “yo” usa, ha usado ese truco demasiado a menudo.
“yo” sabe que “yo” está sola en su coche rojo.
“yo” reconsidera que tal vez sería como chuparla bien?
“yo” piensa su de él su de él él él mismo, pero sin demasiada acritud, luego
“yo” piensa “yo”, luego
“yo” piensa “tú”.
“yo” no le ha dicho a su amante que “yo” ya no está enamorada de él, pero “yo” sabe
            que él lo sabe, debe de saberlo.
“yo” no le ha dicho a su amante que “yo” habló largo y tendido con el exmarido de “yo”
            por teléfono ayer.
“yo” piensa “mis intromisiones y mis oblicuidades”.
“yo” piensa que es el amor lo que fue mal.
“yo” siente cómo elizabeth bishop riñe a “yo”.
“yo” piensa en un casi tortazo cuidadoso cariñoso firme pero en realidad sólo un apretón fuerte de, no sobre, la
            mano de una, la, madre; ninguna de ellas tuvo durante mucho mucho tiempo suficiente.
“yo” no ha pensado en la madre muerta de “yo” durante mucho tiempo.
“yo” piensa en jonathan letham y en su madre muerta y en sus paredes llenas de libros.
“yo” piensa en mark reagan y en sus paredes y en sus paredes llenas de libros, y en cómo su casero,
            por miedo a un derrumbamiento, le hizo mudarse al primer piso.
“yo” piensa en doug teter y en su pared llena de libros, más pequeña, mas quieta.
“yo” piensa en jude law.
“yo” piensa en que jude law probablemente no sabe leer.
“yo” piensa que ningún amante suyo puede ser su “correlato objetivo”, sin embargo
“yo” piensa “qué verdadero sería un amante como teagenes”.
“yo” piensa “qué constante un amigo como pílades”.
“yo” piensa “qué valiente un hombre como orlando”.
“yo” piensa “qué correcto un príncipe como xenofón de ciro”.
“yo” piensa “qué excelente un hombre igual igual al eneas de virgilio”.
“yo” se percata de que dylan casi ya ha acabado de cantar “to ramona”.
a “yo” le encanta lo de “everything passes, everything changes, just do what you think you should do”.
“yo” piensa que dylan le está cantando a “yo”.
“yo” piensa que se refiere a ahora, y a ahora, y a ahora; todos los días.
“yo” casi ha llegado.
“yo” se pregunta si esta meditación de “yo” no es demasiado larga, si se ha alejado de “yo”.
“yo” opina que debería de tomar exactamente el mismo tiempo que el viaje en coche: 15 minutos como máximo:
            vale, 30 si hay tormenta de nieve.
         
“yo” sabe que no está nevando.
“yo” se pregunta si “yo” debería en este punto referirse a la meditación de “yo”.
“yo” piensa en que “el hombre puede encarnar la verdad; no obstante, no puede conocerla”.
“yo” piensa “sobre todo en condiciones de crisis psicológica”.
“yo” piensa en que qué es peor, la anáfora o la anafrodisia?
“yo” piensa en el diafragma todavía dentro de ella.
“yo” se cierra ante la audacia de su sexo.
“yo” llega justo a la hora para recoger a su hija.
“yo” tiene que esperar otros 45 minutos para rescatar a su hijo.
“yo” intentará acordarse y se acordará de esconderlo inmediatamente antes de que lleguen a la casa de “yo”,
            i.e. “a casa”.
“yo” ha manipulado los hechos para que “tú” te pienses que ella es robert Lowell (pero quien ha visto nunca
            a una chica como robert lowell?).
a “yo” no le importa si “tú”, receptor humano silencioso, presente o ausente, nunca jamás has escuchado hablar
            de, o no te importa un carajo, robert lowell.


http://www.vallejoandcompany.com

domingo, 10 de diciembre de 2017

Rosa María Roffiel -Quise ser hombre

Rosa María Roffiel, Veracruz, México, 30 de agosto 1945 


Quise ser hombre

Una vez quise ser hombre
para casarme con mi
hermana
que ya lleva tres divorcios.
Para amar a mis amigas
que en cada relación
mueren un poco.
Quise ser hombre
para fecundar sus vientres,
no de hijos, sino de poesía,
vino tinto, relojes parados,
unicornios azules.
Para decirle a Josefina
cuanto admiro su forma de
entregarse.
Para escribirle a Rosi
esas cartas que no llegan
nunca.
Llamar por teléfono a Pilar
que espera tantas tardes.
Llenar de caricias
prolongadas
el espacio de Beatriz,
que vive sola
y le tiene miedo a los
temblores.
Quise ser hombre,
para amarlas a todas y no
sentir más
el frío de sus lágrimas en
mi playera,
ni mirarlas apagarse,
ni presenciar sus funerales
en sus ataúdes de treinta
años.
Quise ser hombre
para invitarlas a volar el
periférico,
a bailar descalzas porque
el América
le ganó al Guadalajara,
para llevarlas del brazo
hasta una cama
donde no tengan que fingir
orgasmos.
Pero soy mujer y, aunque
puedo
compartir con ellas la
poesía,
escribirles cartas,
llamarlas por teléfono,
llenarlas de caricias
prolongadas,
volar el periférico,
bailar descalzas,
secar su llanto,
tocar su alma…
No es suficiente.
No les alcanza.
Porque, desde niñas,
aprendieron
que los hombres son un
premio al que
hay que amar, sin importar si ellos las
aman


viernes, 8 de diciembre de 2017

Laura Wittner -Las últimas mudanzas

Laura Wittner, Bs As, 17 de diciembre 1967


Las últimas mudanzas

East River, finalmente
los dos caminan junto a un agua negra
que se vuelve cruda con el viento.
Está que vuela todo:
el agua los cabellos los abrigos,
le resbala el idioma cuando asomada al borde
querría ofrecer una descripción
de lo que ve,
pero no importa. Guarda silencio.
Entre el río y la autopista
tiene ojos extranjeros para fijar
un cartel verde difusamente iluminado
del que sin embargo imaginaba la leyenda.
Mucho no se ve: allí abajo hay tormenta
le duelen los oídos y no quiere hablar.
Una Lucette adulta,
entre el mar y el objeto
de su pasión, se arrojaría.
...Está un poco borracha,
se siente con el alma rusa y
tiene deseos de romperlo todo...
Pero su dicha es negociable.
Caminan juntos
cuando las luces comienzan
a centellear como alhajitas.
De noche este lugar
es como un cuerpo juvenil
engalanado de diamantes: ahí
le salió una descripción
que no le gusta para nada,
no. Guarda silencio,
se narcotiza con el aire.


De noche es una red de luces
lo que define la ciudad
–ya no los ríos
oscurecidos, desplazados. Cada vez
vamos más alto
en busca de la vista,
de algo apropiado para
este momento, un instrumento
técnico o ficticio.
Es que la media luna
que se dora al fuego
de una ciudad nocturna
hasta imitar sin falla
el color imperante
pide y da
–y recibe: gusto de vino rojo
y pescado crudo,
ríos surcados de puentes, saturados
de frío, el dedo que señala y especula,
y sin embargo...
se olvida, se deja ir,
se conversa... Una ventana más,
luz,
aunque pegados al vidrio
confiemos por un instante
en eludir el reflejo y quedar afuera,
pero: esto es una ventana más
y se conversa por encima del ruido.


Ves que varias cosas
ocurrieron aquí
cuando no estabas,
cuando ni pensabas
en un sitio como éste;
por nombrar un par,
solamente: una autopista
que corría sobre la tercera
avenida (la esquina más lejana
de tu casa)
fue desmantelada
en los 30, y un tiempo después
gente como por ejemplo
Dylan Thomas
y luego alguien
llamadoDelmore Schwartz
bebían en la taberna del
caballo blanco que queda,
o quedaba, en el Village;
pero nunca la viste.
Gran parte de la leyenda
mundial, de aquellos días
sobre los que leés,
pasaba en estas calles.
Pero también
en todos lados,
especialmente
cuando no existías.
Todas esas líneas
repletas de palabras
en las que
refregás tu cabecita
un domingo entero,
días enteros esperando
que te rescaten
fueron escritas hace poco,
cuando no existías.


Se han dicho cosas terribles
y ahora
no saben por dónde recomenzar
a apreciarse:
el amor es así
el amor no es así
lo inexplicable
es cómo un concepto tan difuso
se las arregló
para ser representado
por algún sonido
en tantos idiomas
si no en todos.
Come torta de chocolate porque oyó
de varias fuentes
que el chocolate recompone el ánimo...
en fin, tanto
como para dejar
vagar la atribulada mente
hacia otros fenómenos
que también la sorprenden:
para el hermano menor
la diferencia de edad
entre sus dos hermanas
no remite en lo más mínimo
a la diferencia de tiempo con que cada una
hizo su aparición
en el universo:
ya estaban las dos
cuando él apareció
instaladas con cuarto
propio y en conocimiento
de los secretos de cuchillo y tenedor
y lazos familiares.
Incluso
(y ahora que los dientes rechinchinan
con el ataque y retirada
del violín
del concierto número 6
para violín y orquesta
confirma su sospecha)
si no le hubieran avisado
el hermano menor podría suponer
mayor a la menor
(y viceversa ciertamente) y
si nunca pensó en esto
es sólo porque no le importa
encasquetado como está
en su propia aparición
continuación, mantenimiento
con lo absurdo
que resulta
que exista la palabra y que el concepto
se dé por existente
sin mucha resistencia.


Precariedad del equilibrio
como en el botiquín:
abrir y que resbalen
los frasquitos, los medicamentos
que reboten contra
el cepillo de dientes
que aterrice
en un hueco mohoso. Últimamente
nos estuvimos yendo
bolso en mano
cada cual hacia un rumbo
desparramando, olvidando
pertenencias –la mesa
fue desarmada,
regalado el colchón.
Temperancia:
equilibrar el líquido en las copas,
pasar las ropas
de un bolso a otro.
A los trancos porque llueve,
mudanzas de prisa,
partes de cosas, telas
se enganchan con el viento
desde el baúl de un taxi.
Un momentito: un momento
de calma: se posan los ojos
sobre la situación,
se apagan los sonidos.
¿Es que todo con lo que vivía
está flameando por la ventanilla?


Qué hacés
si vas leyendo en el subte
y por dos segundos se apaga la luz.
(–Yo pestañeo. –Yo...)
De todas maneras esta persona
grita con lo que parece ser
su máxima capacidad verbal y pulmonar.
No hay resquicio
que no llene con su apelación
(you will respect my god;
you don't know what love is)
pero insistís
en leer.
Es algo
acerca del expreso transiberiano
que a toda velocidad cruza la noche
llevando en su interior
sonidos de puertas,
voces apaciguadas, tintineos
de tesoros para el contrabando;
es con esfuerzo
que unís estas ideas, y apenas duran:
el choque con la voz incesante
las destroza.
Ahora ríe locamente,
ya comienza a increpar a algunos pasajeros,
el oído se resiste, los lectores
abandonan el intento y fijan la mirada
en un horizonte negro y rápido.
Uno o dos se deciden
a la maniobra de cambiar de vagón
con el tren en movimiento.
Ya nada sabés
del muchacho del transiberiano
–recordaba a su amante,
que es triste y no sonríe
nunca.
Pensás en qué momento
va a comenzar a disparar
para ubicar los gritos sobre una partitura,
y en el horror de la gente
en la próxima estación
cuando el vagón se detenga
dejando ver los cuerpos acribillados,
y al gritón, feliz,
que sopla el humito del revólver.


El vidrio está punteado de gotas,
está goteado. Pero no nieva. Rojo ladrillo,
gris, las construcciones se ven
únicamente
tras las gotas. Nueva York,
de donde siempre se va alguien.
En las terrazas del aeropuerto
los fumadores
se miran sin hablar.
Es temprano,
y andan los dos por la luz
exagerada
de los pasillos.
A las 6 van a matar a una mujer en Texas.
(Pena de muerte). Faltan diez minutos.
La miran por la tele,
mientras terminan sus cervezas.
Todo está sin resolver
y así permanecerá.
Tus párpados
que aletean como flores en un viento demente:
del que quiere
sólo tiene fragmentos.
Como las voces de altavoz
y los números de vuelo que retumban.
Drama visual
que se reitera en aeropuertos:
el (perturbador) desequilibrio
entre la fina azafata
y la pesada valija que lleva.
El súbito desequilibrio
entre el que se va y el que se queda.



miércoles, 6 de diciembre de 2017

Susana Cabuchi -Siria

Susana Cabuchi, Jesús María, Córdoba, Argentina, 4 de enero 1948


Siria
                                                                     A Jeannette Kabbouchi. 

I
Ha despertado
seguramente temblorosa.
Ha escuchado los ayes
ascender las piedras de Sednaya,
ondular sobre las cambiantes dunas
hacia el desierto,
reptar entre los arcos de Palmira,
crecer en los olivos.
Por favor querida, dice
desde ciudades inolvidables
a la hora del sueño.
Por favor querida,
insiste,
escriba sobre Siria.

II
Juntas hemos visto
los juegos del Mediterráneo
frente a las costas de Latakia
y las manchas lejanas de la tierra turca
a través del mar.
Sabe que escuché, conmovida,
cinco veces al día
el hondo llamado a la oración
que surge, poderoso y verdadero, desde
las mezquitas, desde sus altos minaretes.
Sabe que me gustaba caminar
hacia el zoco Al-Hamidiyah
para oler los tejidos
y las especias.
En mitad de la noche
ha querido llamarme. A pesar
de los años y la distancia.
Debió recordar que en la Feria
del Libro de Damasco
me vio adquirir obras
escritas en un idioma que no leo
y que algo en mí reconoció los signos,
esas suaves y delgadas canoas
sobre el papel, esas líneas
de arenas y de vientos.

III
Jeannette,
la prima de mi padre,
no usa velo.
Simplemente lo prefiere así.
Ella es cristiana, Fayez
su esposo, musulmán.
Hemos viajado al mar,
hemos nadado juntas
vestidas con trajes de baño occidentales
como las cristianas y las judías
mientras las musulmanas jugaban
en el agua
con sus largos vestidos mojados
adheridos al cuerpo, más sugestivas
que las turistas europeas
que extendían sus claras
y desnudas figuras
en las playas doradas.

IV
Qué sé, qué desconozco para que ella repita
varios meses después, Susana, no lo olvide
-suena firme su voz en el teléfono-
escriba sobre Siria.
Qué espera, qué me pide?
Hablaré de Quneitra,
del pasto crecido sobre los escombros,
de los testimonios del Golán?
Ibrahim me muestra unos montículos de nada
y dice: esta era mi casa.
Por esta calle iba a la escuela cada mañana.
Y señala la escuela, lo que debo
creer que fue una escuela,
cemento y hierros
arrasados por las topadoras.
De quiénes eran las tumbas?
Cuántos lloraban entre los olivos?
Alguien preguntó
sobre la poesía después de Auschwitz,
también yo lo pregunto
desde las ruinas de Quneitra,
sus hospitales muertos, sus calles incendiadas,
las infinitas filas de cruces blancas sobre
la vergüenza del mundo.
De quiénes son las tumbas?
Cuántos lloran entre los olivos?

lunes, 4 de diciembre de 2017

Agustín Mazzini -Micaela con fiebre en el cielo de los Rolling Stones

Agustín Mazzini, Bs As, 21 de febrero 1993


Micaela con fiebre en el cielo de los Rolling Stones

Micaela corre toda la madrugada sobre colchones quemados
y escribe con aerosol en sus paredes
I’ll never be your beast of burden.
Sobre la cruz de una promesa
recuesta a la mala memoria de su cuerpo
y la dulce historia de su boca se tiende cerca del que amó
a las mujeres que ella fue y será.

Pero mañana por la mañana, su frente
volverá a contar monedas (su corazón es una moneda más),
y todo será como si (la) nada hubiese pasado,
como si (la) nada la trajera
a una borrachera del tamaño de la locura
a la que le dice: “no sé quién sos”.
Luego entrará al cuarto en medias
para no espantar a su reflejo recién rearmado
en el té del desayuno.

Su tiempo es un beso que hiere unos minutos al olvido.




Foto Sofía Castillón

sábado, 2 de diciembre de 2017

Jorge García Sabal -Sitio

Jorge García Sabal, Balcarce, 5 de noviembre 1946 - Buenos Aires, 12 de mayo 1996


Sitio

Hice bien.
Esta noche tapé la jaula de los pájaros,
dejé sin luz a los peces que dormían
cautivos de un solo ojo, eché
por la escalera, justo en su última vida,
al gato.
Hice todo bien.
Ahora estoy solo y Billie Holliday me dice,
hamacándome, la voz llena de pasto y agria,
un cuento para dormir, un sueño. Ella
dice y cuenta cosas que conozco, hamacándome
suave, solos.
Ahora amanece, es el día para siempre.
Me hamaco. Estoy solo. Hice bien, todo bien.

jueves, 30 de noviembre de 2017

George Santayana -Un “minuet” para encontrar los cincuenta años

George Santayana, Madrid, 16 de diciembre 1863-Roma, 26 de septiembre 1952
Versión María Eugenia Chiapori y José Emilio Tallarico


Un “minuet” para encontrar los cincuenta años

La vieja edad, de pies a cabeza, tiende su enjoyada mano
levemente en la mía. Viene, trae una alta medida,
graciosa compañera, afirmada noblemente y dulce.
El nuestro no es turbulento placer,
es conversación risueña, con mirada rápida
y recuerdos bailando más nítidos que antes.

Amigos quienes en cientos de juegos
dividen y multiplican, también guardan un juego supremo
y, muchos, una angustia se permiten.

Dejad que niñas y niños traviesos
lloren sobre amados dolores y juguetes destrozados.
Nuestra realidad es más dulce que sus sueños.

La Señora Naturaleza, con inocente mano,
ha esparcido aquí y allá el negro abismo y sus luces,
minuciosa, remota, innumerable. Nos quedamos
midiendo lejanas huellas y alturas,
arqueados sobre un cielo de risas
intangible y jamás escalado.
Y si confesamos nuestras culpas, ellas serán perdonadas.
Sabiendo la caída, triunfaremos.

Lágrimas que en la juventud has derramado,
convertidas en perlas ahora visten tu plateado cabello;
suspiros por amores muertos hace mucho
congelan los titilantes átomos del aire,
dentro de los velos que te cubren,
alrededor de tus pechos pequeños y tan majestuosamente encabezados;
el débil resplandor de la túnica
captura los colores del otoño, y el rocío
de los jardines donde una vez soplaron las rosas damascas.

Incontables cirios para que arcos cuelguen
juegan en tu corona de diamante,
y las estrellas, cuya luz angelical acaricia
tus virginales días,
dan a tus ojos esa calma y esos santos destellos.
El ayer profundo va en tu pecho,
alza estos signos casi felices
y los acentos de tu lengua
exhalan no recordadas caridades.

Ninguna prisa; la fiesta esperará.
Nuestra noche es maestra sin mañana.
Ningún frío ni trasnochado amanecer
destruirá la vela que arde
o empalidecerá nuestro volver a casa de la parranda tardía.
Antes de la derrota,
cansados o disminuidos, vendrá un calmo camino.
Arrullados por este olor de la glorieta
al tiempo engañaremos,
y cerrando los ojos, sonriendo todavía, sobre la danza.

martes, 28 de noviembre de 2017

Alberto Vanasco -50 años y sus noches

Alberto Vanasco, Bs As, 18 de enero 1925 – Bs As, 11 de mayo 1993


50 años y sus noches

Difícil es hablar de uno en un poema
difícil es porque hay tantas cosas
tantas cosas afuera
que no nos dan respiro
que no nos dejan solos
que no nos dejan nunca.

Hoy me escribo a mi mismo sin embargo
en nombres de mis muertos y de sus hijos muertos
y de los que sobreviven y nos sobrevivirán.

Durante tanto tiempo fuimos jóvenes
que cuesta envejecer.
Los soles son los mismos
son los mismos los sueños
los mismos vientos soplan sobre los mismos ojos
las mismas aguas corren bajo los mismos puentes
el amor es el mismo
el mar las lluvias son iguales que siempre
pero todo es lo mismo tan sólo para uno.
A la mirada de los otros todo es diferente.

Ya no están los amigos
han viajado a otros reinos y otros territorios
la amistad fue hacer cosas
la exaltación y el verbo.
Ya no es lo que era.

La pasión es la misma
pero el viejo paisaje ha perdido sus brillos.

Aprendí mientras tanto que a vida es el justo equilibrio
entre la eternidad y el instante
entre el espíritu y la materia
entre el azar y la fatalidad
y que somos nada más que el producto
de miles de millones de años de paciencia
de combustión y esfuerzo:
la precaria victoria en la terrible lucha
con la nada.

Cruzamos fugazmente por la escena
donde por un momento cambiamos algún rasgo
agregamos un rito
algún acento
para poder así incorporarnos.

Vi que nada es superfluo
que cada vida viene para cumplir su ciclo
de estupores y éxtasis
de deslumbramientos y descubrimientos
para dejar después que otras vidas
repitan el mismo juego con la misma pasión
y el mismo asombro.

Sé que hay un instante en que cada cosa
se detiene
entra en ebullición y resplandece
se difunde y confunde con todo lo demás.

Es cuando el centro del universo gira
se acelera
fulgura
y se detiene allí donde está uno.

Y si llegamos a alcanzar el sentido del todo
si logramos vibrar con las cosas
y también con los otros
si nos fundimos un instante con la palpitación elemental
del mundo
puede decirse entonces que no hemos vivido en vano
que no hemos participado nada más que en un sueño.