domingo, 21 de julio de 2019

José María Alvarez -Nubes doradas

José María Alvarez, Cartagena, España, 31 de mayo 1942 


Nubes doradas

La nostalgia que siento no está ni en el pasado ni en el futuro
                                                                       Fernando Pessoa
-En el coche queda una botella de ginebra.
-¿Por qué no lo dijo antes, en vez de hacerme perder el tiempo hablando tonterías?
                                                                                                           Dashiell Hammett
Le resistencia se organiza en todas las frentes puras
                                                               Tristan Tzara

                                                                                                  (A Jaime Gil de Biedma)
Qué importa ya mi vida.
Cada vez que levanté mi casa, la
destruía. A cualquier país que llego
no amo otro momento
que aquel de divisarlo. Nunca
pude decir dos veces bien venida
a la misma mujer.
Respetarse uno mismo.
Pensar.
Veo crecer los rosales que planté.
Destapo la última botella del último
pedido.
Miro
cómo mi vida
salva cuanto hay de noble.
Por ti, oh Cultura, y por todos
los que vivos o muertos me hacen compañía, bebo.
Más allá del tiempo y de mi cuerpo,
bebo. Lleno
de nuevo el vaso. Dejo
que lentamente el alcohol vaya cortando
los hilos que me unen a esta barbarie.
Y con la última
copa, la del desprecio,
brindo por los que aman como yo.

jueves, 18 de julio de 2019

Berta García Faet -Deseo

Berta García Faet, Valencia, 12 de febrero 1988


Deseo

Y mujeres que sólo se alimentan de pétalos de rosa
                                                   OLIVERIO GIRONDO
and the lovers
pass by, pass by
                                                                      SYLVIA PLATH


Padres, hermanos, amigos, profesores:
soy un ser de deseo.
No es suficiente el contexto
−yo en el salón, en la bañera, en el cine, en el despacho:
ocupada en las tareas que desubican el deseo−
para lograr acallar este hecho sin espacio:
que, especialmente,
soy un ser de deseo.
En el reino de la astenia y sus panfletos,
en el milenio de la saturación y los cuerpos bellísimos
encerrados en patéticos frasquitos de fobias,
sin tocarse,
yo soy un ser de deseo: bocas entreabiertas,
corazón-voluta.
En el mundo de los helados estanques
de unidades inconmensurables y aisladas del contacto
(cuerpos bellísimos agarrados a maderas,
miedosos de rozar un tobillo,
por si al final se enamoran),
os tan-solemne-y-tierna-y-felizmente anuncio
una pulpa de deseo: no puedo salir de Shostakovitch
y me alimento de trompetas y de amores de la infancia
que me encuentro en el metro y de señores-frutas.
Soy un ser de deseo:
1. Sé lo que es una revuelta de hormigas rojas
africanas
por entre las piernas.
2. Sé lo que es llegar a morderse los labios.
3. Sé lo que es decirle, por ejemplo
oh qué interesante
mientras pienso
oh Dios lo que te haría
oh Dios oh Dios en cuanto te descuides
te planto un beso que te mueres de colores;
y,
luego,
impondré mi disciplina −y una cierta dulzura−
en tu cuarto ex-templo-de-ver-castamente-películas;
y,
luego,
montaré una fiesta con los que un día fueron míos,
y os haréis buenos amigos, y volveremos todos
a un cierto París básicamente de cuellos.
Porque,
sobre todo,
soy un ser de deseo;
y si me muevo por el mundo
es para que engorde, que engorde, que engorde
a mis expensas.
Constantemente paso hambre.
Soy un ser de deseo, caminamos juntos
por mi diagonal de cosas:
algún prodigio, alguna ventana.
Y sólo cuando mi deseo
se ha convertido en una inmensa bola
o en un pichón o conejo obeso y planetario,
lleno de estrías por seguir creciendo
hasta llegar al límite abismal de su volumen posible,
sólo entonces,
cuando su tamaño ya nos resulta plenamente asqueroso,
socialmente nocivo, sentimentalmente molesto,
lo mato
y me lo como.

domingo, 14 de julio de 2019

Abigael Bohórquez -Madre ya he crecido

Abigael Bohórquez, México, 12 de marzo 1936 – México, 28 de noviembre 1995


Madre ya he crecido

Madre,
cuando después del golpe más profundo
y luego que tu entrega
fue una ronca palabra desolada
y fuiste henchida;
cuando subí hasta el centro de tu vida
y fui la inefable señal,
tu paso
se volvió cauteloso
porque iba en ti el misterio,
ay, tu voz se hizo lenta, encubierta,
como tus lágrimas,
y cuando fuiste como la brisa entre las cosas
porque temías despertarme.
Cuando yo fui en tu alcándara la ropa,
cuando me di en tus ojos
y fui en tu soltería violentada
aquel: ¿cómo será?,
cuando fuiste la celda y me embebía
lo mejor de tus húmedos temblores,
cuando en tu juventud escarnecida
fui la certeza, las ánforas colmadas:
tu andar aminoró blando, callado,
se volvió sigiloso como el pavor
y buscaste las cosas en silencio
porque temías despertarme.
Cuando fui disidencia
y gota a gota de tu entraña fuiste forjando mi esqueleto
caminaste con miedo por los cuartos
porque temías despertarme.
Y por mí, que venía,
se ensanchó tu cintura diminuta,
y el seno humedecido
por la espesa camelia de la leche
se enriqueció con el fervor nocturno de rezar.
Para mí que venía,
tu cuerpo maduró de amaneceres,
de esos amaneceres del insomnio
donde fue tu aguardar dolido culto.
Entonces
ya no pudiste ir por las alcobas
porque yo te cansaba desde adentro
y porque,
madre,
rodeada de tus faltas y tu exilio
eras el hálito inerme de la tierra;
adivinaste
la hondura maternal de la mañana
y el sentido del viento,
y hasta del suelo que pisabas, torpe y henchida,
levantaste la hierba para el nido,
porque dentro de ti te duplicabas
tan pequeña, tan sola;
te movías extraña entre las cosas,
y llorabas, pero en silencio, cautelosamente,
porque temías despertarme.
Luego menguó tu cuerpo,
vació la copa su escanciada imagen
y en tu grito
mordido y necesario me tuviste,
pero calladamente, porque temías despertarme;
ya que miraste mi fealdad minúscula,
habituaste a tus brazos con mi peso,
meciste en el impulso de besarme
la formamuerte de mi cuerpo amargo,
y en el vaivén del ritmo señalado
me miraste hacia adentro, estremecida,
y presentiste mi semblante breve,
mi destino poeta,
la dura suerte de sufrir temprano.
Ay, cuando me mecías
cómo cantaba Dios en tu garganta.
Madre, ya he crecido,
en las manos
padezco los estigmas de aquel pueblo,
en la mirada llevo
las normas de humildad que me legaste
y en mis labios tu voz
que tomó rosas de las rosas;
madre, ya he crecido,
no me pidas buscar los huecos de la infancia
para llenarlos de recuerdos,
no me pidas me borren la sien de la locura
con un pañuelo tuyo,
ya he crecido.
Sé que no tengo noches venideras ni esperanza posible,
sé que el poema es vuelo subterráneo
a la espera de luz que lo rescate;
ya he crecido,
pero sé que la herida sigue abriéndose
porque no empaño ya, madre, los espejos,
y nadie querrá ya decir mi nombre,
yo sé que busco las jóvenes cinturas,
los peces de mi signo penetrándose,
que a la azucena tengo encarcelada al doblar de la esquina,
que el sueño me da vueltas,
y que aguardo mi noche bajo el íntimo vidrio
de todas las estrellas;
yo sé que he de buscar el cielo roto
en que cansé tu vientre de raíces
para saber cómo éramos entonces;
tú que fuiste en mi ser estas dos cosas:
el ignorado padre de mi cuerpo
y la serena madre de mi muerte,
no me hagas recordar si ya presientes
mi semblante que esconde su agonía,
mi destino poeta,
mi dura suerte de morir temprano,
cuando se huyan las horas por las huellas del aire,
y se libere el fruto de su cáscara infame,
y el sol de todo un día se apague en las rendijas.
Ahora te peso más y más te canso,
ahora te duele más mi vida
y aún temes despertarme;
au, no termina tu dolor conmigo ni mi dolor contigo.
Han pasado veinte años.
Hoy que ya me conoces
y que sigo pensándote y doliéndote,
es la crudeza de vivir y el miedo de vivir
lo que muy hondo
como un río de bocas me taladra.
Porque yo quiero dormir el sueño blando
en que sumerge su mentón la noche
tras el diluvio cal de as estrellas,
porque yo quiero dormir en las orillas
donde el tumulto reza por un muerto,
para ya no dolerte más,
para que temas despertarme
cuando tu paso huya por los puentes,
y todos se den cuenta que me he muerto,
y no olvides mi nombre casi angustia:
Abigael… Abigael…
para que temas despertarme cuando sepas
que me he dormido para siempre

viernes, 12 de julio de 2019

Jaime Luis Huenún -La calle Mandelstam

Jaime Luis Huenún, Valdivia, Chile, 17 de diciembre 1967


La calle Mandelstam

Sentimos el invierno en el estómago,
y no podemos, como antes, mordisquear
–con vano y fino orgullo–
hierbas, cortezas y piedras
en los ásperos caminos de la diáspora.
La poesía nos dejó
arrugas en los ojos y en la lengua,
un huevo diminuto envuelto en un pañuelo
y el humo del tren que parte
hacia la nieve gris de la Revolución.
Pero envejecer no es nada nuevo
y viajar sólo es un modo
–como lo son tantos otros–
de imaginar bellos paisajes,
mientras altos guardianes nos escoltan
por largos y fríos andenes
hacia la nueva felicidad.

Hemos sobrevivido a la clonación del terror,
hemos sobrevivido a la musa del miedo
que derrite la nieve y entibia los nidos
de los mirlos hambrientos.
Nos quedan sin embargo muchos, largos años
de tranquila miseria, de viajes sin retorno
a una cueva vacía sin fogatas ni sombras.
Sabemos por ahora –y siempre lo supimos–
que en la casa ambulante del poeta proscrito
montan guardia serena en vigilia y en sueño
los dioses tutelares de la ruina y la cruz.

Voy sin prisa por la Calle
de los Falsificadores,
esperando que este tiempo
se libere al fin de mí.
Sigo rumbo por la Vía
de los Locos y Asesinos
manteniendo a duras penas
la distancia y la razón.
Mi destino, ya lo adviertes,
es infame y perdulario,
aunque en esta esquina roja
solo cae lluvia gris.


miércoles, 10 de julio de 2019

Roy Fuller -Para los tiempos que corren

Roy Fuller, Reino Unido, 11 de febrero 1912 – Londres, 27 de septiembre 1991
Versión Gerardo Gambolini


Para los tiempos que corren

Ahora que los bárbaros han llegado hasta Picra
y que toda la música nueva se escribe en la escala de doce tonos,
y que encima yo me acerco a cumplir cuarenta años,
no voy a fingir más.

Dejaré de expresar mi fe en el rosado
futuro del hombre, y aceptaré la evidencia
de un par de guerras espantosas e incontables
revoluciones frustradas.

Dejaré de achacar la idiotez de los esclavos
a sus amos y a su alimentación, y diré claramente
que son enemigos de la cultura,
el progreso y el aseo.

De los grupos progresistas, las revistas trimestrales
consagradas a la poesía atrevida, de las filas
de comités, de las cartas diversas de protesta
me daré de baja en este instante.

Cuando me llamen reaccionario, sonreiré
a salvo en otra dimensión. Cuando digan
“Cinna ha dejado de importar”, sabré lo bien
que reflejo estos tiempos.

La clase gobernante pensará que estoy con ella
y me hará propuestas amistosas, pero yo me recluiré
en el rincón más apartado de Picra y escribiré poemas
sobre el destino fatal de todo el estofado.

Si alguien es feliz en esta época y lugar
es tonto o es corrupto. Mejor abdicar
de un terreno material y espiritual
adecuado para bárbaros tan sólo.

lunes, 8 de julio de 2019

Juan José Saer -Madrigal

Juan José Saer, Serodino, 28 de junio 1937 – París, 11 de junio 2005 


Madrigal

Pastores,
la estrella
no lleva a nada,
su trayectoria
es azar,
aparición fugitiva
en la manada
de siglos fugitivos,
la cruz,
más tarde,
coincidencia;
pastores
el sol relámpago,
el tiempo entero
suspiro, pastores
lo visible
explosión,
espejismo
el firmamento;
pastores
la propia mano
improbable,
el pensamiento
brisa o fiebre
en el anochecer,
la adoración
error o cálculo
en un
establo
vacío.

sábado, 6 de julio de 2019

Gelindo Tarcisio Casasola Callígaro -Ruiseñor

Gelindo Tarcisio Casasola Callígaro, Udine, 15 de febrero 1956–Mérida, 17 de agosto 1980


Ruiseñor

En un territorio cruzado de las palomas
rojas intensas
ardientemente invoco los leopardos tiznados
de mi voz y las profecías que digo son
sensibles a la esfericidad de la Tierra.
A la esfericidad del Mundo Inmenso Inmenso
y violento
como el alba de las flores.
Lirios del cielo se volaron.
Azogado me despeñaba en los aserraderos
del color
bravío como un bergatín
bravío como un bergatín de viento
como un barco iré apasionadamente solo
en el lecho del ciclón
rumiando un amor creciente multiplicante
hacia los árboles los truenos infinitos despeñados.
Y todo es un sueño
Y todo NO es un sueño
Yo soy un Rojo profeta
¡Ah las voces que invoco!
que me invocan me seducen me despiertan
los sentidos como rosas de la noche
y entregan mi pobrecito cuerpo a una llama
sin color
de Fénix que al Sol se inspire, se ilumina
se ilumina se ilumina
        SE ILUMINA
bellamente.
Cóndores del cielo tan oscuro.
Cielos de América crecientes crecientes
la luna sube al esplendor de las indias vírgenes
y se prende de fuego
Yo conduzco los Coros sacros,
el viento del tiempo me acompaña.
Comencé siendo honguero,
Comencé siendo ruiseñor fugitivo.
Y ahora dentro de mí estallan los dorados
mundos
los caballos azules del espanto me recorren
miro la LUZ
miro la luz y me siento desvanecido ante
lo que
veo
Cíclopes del cielo que me juegan.
Pero es tal la prepotencia de lo que se avecina.
Ruge como una catarata de aire inmaculada.
La siento. La siento inmarcesible.
Y cabalgo ebrio, ebrio subiendo
subiendo.
Sobre las fauces de todos los fuegos.
América caminaba como una niña.
Y las cúpulas del cielo de diamante
Y las cúpulas del cielo de diamante fusionaban
su frente de azul
de futuro
de futuro perfecto
de lenguas entre flores como insectos
de saltamontes sobrevivientes tras la tormenta
tras el agua tras el cielo.
Era violento.
Las voces del aire tan llamadas.
Las voces del huracán parecidas a pájaros
negros,
la furia la furia
de los Caballeros del Rocío
reducían los ríos a cenizas
el tiempo a viento.
Como un túnel de sales todo se volvía.
Como un túnel de sales todo se quedaba.
Y cayendo cayendo vendrán las plagas malditas
magistrados de Egipto
caerán los techos de Roma
rodarán las piedras del Mundo
y los animales comerán gente gente gente
pudriéndose.
Defecarán los siglos su iconoclastía.
Tal los campos arados.
¡Qué alto estarán los que estén!
América caminando con las niñas fúlgida
cabalgando con los caballos
entre aguas.
América voladora más pura que nunca
con tales indiecitos guerreros
del Alba.
Albamente se crinejan sus cabellos ocultando
el sol
desnudando la luna.
Y los leopardos y las leopardas se acarician
entre helechos
entre vivas plantas
al sonido de las cataratas.
La voz sin mordaza.
Suelto a la musa a pastar en los campos.
hoja de laurel
hoja de laurel
hoja de laurel

jueves, 4 de julio de 2019

Ulrich Zieger -Aparición Pública


Ulrich Zieger, Döblen, 29 de diciembre 1961 – Monpellier, 23 de julio 2015
Traducción Juan Pablo Abraham


Aparición Pública 

Las cosas están así ahora,
yo no quería ni siquiera vivir,
ni apoyarme en el  muro
de la iglesia protestante en Waldheim
en la luz del otoño,

cuando tenía seis o siete años,
tan lleno de perdición y melancolía
e incluso celebrándolos en silencio en los últimos
rayos considerables
de sol,

el vino,
imbebible, ardía
en un rojo totalmente inexplicable
en casas desnudas y elevadas
de las cuales penetró,

en la mayor parte de las personas  
en las que creí y dejé mi corazón,
que conocí “así como así”,
y tampoco quisiera conocer más,

no quisiera tener que
imaginarlos más,

si hemos caído del paraíso,
obviamente la situación es terrible,
el cielo y el infierno son intercambiables,
lo que sigue siendo escandaloso,

solo estaba borracho
y de cuando en cuando nostálgico,

ninguno de ellos me amaba
solo mi camino de muerte los ha cautivado,

me gustaría haberte cautivado,
a vos y a vos, pero éramos demasiado jóvenes
y demasiado cobardes en nuestros trajes de carnaval
algo salió mal, nadie sabe lo que era eso,

un robot que realmente no sabía nada
y que habían entrenado
para hacerte algo realmente –
los fascistas son tan tenaces,

quiénes son estas personas infames, 
qué se creen y qué cosa
no los alcanza?




martes, 2 de julio de 2019

Eva Strittmatter -Amor

Eva Strittmatter, Alemanía, 8 de febrero 1930 – Berlín, 3 de enero 2011
Traducción Juan Pablo Abraham


Amor

Qué terrible fue la llama
en la que una vez ardimos juntos,
y al final permanece una pequeña braza.
Lo que es usual, también a nosotros nos pasa.
Esto no es ceniza, es el último rastro del fuego.
Muestra nuestro trabajo diario. Y qué caro
es este poco de calor, lo aprendí
en este peor año
de todos mis años.
Cuando llegue el invierno otra vez
y me caiga otra nieve semejante
solo este calor me salvará
de la muerte. Qué más
debería sostenerme? Lo que queda de nuestro amor:
nos teníamos el uno al otro. Ninguna planta
crecerá sobre nosotros, ninguna piedra,
mientras esta braza brille.

Mientras haya una braza
podría haber fuego.



domingo, 30 de junio de 2019

Almafuerte -Dios te salve

Almafuerte, San Justo, 13 de mayo 1854 – La Plata, 28 de febrero 1917


Dios te salve

Cuando se haga en ti la sombra;
cuando apagues tus estrellas;
cuando abismes en el fango más hediondo, más infecto,
más maligno, más innoble, más macabro (más de muerte,
más de bestia, más de cárcel)
tu divina majestad;
no has caído todavía,
no has rodado a lo más hondo…
si en la cueva de tu pecho, más ignara, más remota,
más secreta, más arcana, más oscura, más vacía,
más ruin, más secundaria,
canta salmos las tristeza,
muerde angustias el despecho,
vibra un punto, gime un ángel, pía un nido de sonrojos,
se hace un nudo de ansiedad.

Los que nacen tenebrosos;
los que son y serán larvas;
los estorbos, los peligros, los contagios, los Satanes,
los malditos, los que nunca (nunca en seco, nunca siempre,
nunca mismo, nunca nunca)
se podrán regenerar,
no se auscultan en sus noches,
no se lloran a si propios…
se producen imperantes, satisfechos (como normas,
como moldes, como pernos, como pesas controlarias,
como básicos puntales)
y no sienten el deseo
de lo sano y de lo puro
ni siquiera un vil momento, ni siquiera un vil instante,
de su arcano cerebral.

Al que tasca sus tinieblas,
al que ambula taciturno;
al que aguanta en sus dos lomos, como el peso indeclinable,
como el peso punitorio de cien urbes, de cien siglos,
de cien razas delincuentes
su tenaz obcecación;
al que sufre noche y día
(y en la noche hasta durmiendo)
como el roce de un cilicio, como un hueso en la garganta,
como un clavo en el cerebro, como un ruido en los oídos,
como un callo apostemado
la noción de sus miserias,
la gran cruz de su pasión:
yo le agacho mi cabeza; yo le doblo mis rodillas;
yo le beso las dos plantas; yo le digo: Dios te salve…
¡Cristo negro, santo hediondo, Job por dentro,
vaso infame de dolor!

viernes, 28 de junio de 2019

Alvaro Cormenzana -Desde las ventanas

Alvaro Cormenzana, Jujuy, 22 de febrero 1954 – Jujuy, 8 de octubre 2018


Desde las ventanas

Desde las ventanas de un colegio
un grupo de niñas goza
chistando a los hombres
que pasan por la vereda.
Las monjas del internado
olvidan el calor de la siesta
diciendo sus oraciones
y
con la biblia entre sus piernas,
toleran
la diversión de sus pupilas.
Más expertos que Ulises,
los hombres que pasan
no hacen caso del juego de las niñas.
Más necios que Ulises,
los hombres que pasan
nunca aprenderán a distinguir
el canto de las sirenas.

miércoles, 26 de junio de 2019

Carolina Massola -perdí a mi rebaño...

Carolina Massola, CABA, 10 de julio 1975


perdí a mi rebaño en una noche escarlata
lo dejé allí pastando
al borde de mi llanura
yaincendiada

¿será que no he sido un buen pastor?
/
¿por qué me pierdes en las trampas de lo imposible?

perdí a mi rebaño


algunos rebaños no se extravían como el mío…



escribo para enterrar mi ojo*


¿dónde están las aspas del silencio?

una redada al silencio

no puedo separar la luz de las tinieblas
no puedo abastecer al día de la bruma
tampoco saber si concederé la noche cuando termine de nombrarla

hay una indefensión de lo sagrado
una palabra maldita en el borde de la lengua
¿cómo explicar cada paso que no puedo dar?
créense a sí mismos, ya no me necesitan mis criaturas /ni estas ni aquellas otras
ya no puedo discernir entre el bien y el mal
¿qué tipo de albedrío les enseñaré?

¿quién me acompañará al fondo del Océano, quién retorcerá mis ramas secas sin talarme?
¿quién es capaz todavía de alimentar esta indigencia?
todas las criaturas conocen el dolor, a ninguna la he privado del daño
Y ahora yo, ¿quién es el que recuerda?
¿por qué anida en mí este dolor antiguo?
¿qué clase de silencio envicia las venas hasta hacerlas reventar?
¿qué clase de recuerdo retuerce los rostros hasta volverlos indescifrables / en esa blanca bruma que no recuerdo haber creado? ¿y por qué traerla hasta aquí?
¿para confundirlos?

¿cómo es olvidar hasta el último aullido del mundo?
¿cómo es hundirse en el bosque y respirar en el bramido del ciervo?
¿por qué les hice esas astas? ¿por qué no puedo correr y esconderme con ellos
ser uno más en la manada, perderme en la nevisca del viento?

¿acaso aceptarían este cuerpo que no tengo?

es perverso el destino/el designio de un dios indefenso, perdido de sí, sin recordar siquiera una calle / el camino sinuoso del regreso donde nunca

¿qué claro sabrá hospedarse en mi bosque?
¿por qué no destrozar también esos aros de luz?

¡perdí a mi rebaño!
Perdí a mi rebaño en una noche escarlata
lo dejé allí pastando en mi llanura ya
incendiada

¿a qué Dios suplicaré yo por encontrarlos?

¿con qué ojo blasfemaré contra todos ustedes?

no quiero que me vean así

¿qué es esto que me rompe la garganta en añicos?  ¿por qué cada fragmento que cae es
una mañana
perdida?

¿qué tiempo es el mío? ¿podré hinchar con mis manos hendidas esta tierra arrasada por mi propia creación?
¿podré?
ya no encuentro lugar en el vacío…


¡perdí a mi rebaño!
Perdí a mi rebaño en una noche escarlata
lo dejé allí pastando en mi llanura ya
incendiada




*escribo para enterrar mi oro dice J. Dupin

lunes, 24 de junio de 2019

Roberto Mussapi -Palabras del zambullidor de Paestum

Roberto Mussapi, Cuneo, Piamonte, 30 de agosto 1952
Traducción Carlos Vitale


Palabras del zambullidor de Paestum

Yo soy el alma de tu padre, el zambullidor:
te he seguido cada día, estoy a tu lado,
conozco como entonces tus zonas de sombra,
el lenguaje de los movimientos trazado por tu cara,
nada ha cambiado desde entonces, en este sentido.
Esto es lo primero que he descubierto,
lo primero que quería decirte: no cambia la percepción
de tus momentos, como no cambiaba
de noche, en el sueño, o por la distancia.
Sé que este soplo mío (desde el fondo del agua,
entre las anémonas)
será para ti como mis palabras de antaño:
que te infundían memoria y valor,
más que el vino o que una mujer que te mira.
Mi primer descubrimiento, la primera verdad es que nada
se rompe en el secreto del alma.
El resto es confuso, es pronto
para intentar contarte,
corales, anémonas, vidas que se dibujan con un movimiento
de agua y se disipan al instante.
No todo es luz, transparencia, silencio,
galerías de oscuridad, respiraciones contenidas, luego voces
que inhalan en mí como si hablase.
Me deslizo hacia un fondo cada vez más distante
y siento que una luz sumergida me llama desde oriente:
no sé dónde acaba, por ahora,
no sé qué es, pero sé qué amor
la mueve y determina su respiración.
De este viaje hablaré más adelante,
cuando la experiencia sea conocimiento,
puedo hablarte de cuanto he dejado,
sobre la superficie azul de las aguas,
entre las arenas blanquísimas, las palmeras,
la sombra de los olivos, el vino
vertido de las ánforas:
ama la tierra rosa en el ocaso,
sumérgete en el mar para jugar, como un tritón,
saborea la fruta, el pan, bebe y come,
escucha las risas de las muchachas,
busca su boca, ríe y desespérate,
agradece cada día tu país resplandeciente.
Yo no soy tu padre sino su alma,
no soy aquello que vivo sino recuerdo,
la ribera, la piscina, los colores que forman
el extraño dibujo de la vida mortal.
Vive en esa cerámica deslumbrante y espera
cuanto sabré decirte más adelante, al final del viaje.
Pero ahora que duermes como cuando en una cuna
parecías buscar los secretos del mundo,
ahora que tienes las espaldas más anchas y los cabellos más ralos,
escucha las palabras de mi alma
no sé mucho de ella, de mí misma,
(es pronto, hijo, no conozco bastante,
apenas he comenzado, estoy nadando),
no pienses en mi cuerpo (es tarde,
perlas, los que fueron mis ojos,
y mis labios reducidos a corales),
pero conozco su matrimonio,
cuando vivían al unísono en el mundo
y yo, el alma de tu padre, el zambullidor,
te entrego sólo esta experimentada certeza
(desde el fondo del abismo, en el escalofrío de la zambullida):
que también el hombre puede amar eternamente.

sábado, 22 de junio de 2019

Angel Faretta -A quien se sienta a mi lado

Angel Faretta, Bs As, 21 de abril 1953


A quien se sienta a mi lado

Por qué Dios mío, frente a la belleza
posible, como Narciso a contracorriente,
evitás todo posible contacto cuando
huido ya de la tentación del espejo
lo otro me atrae fuera de mi yo.
¿Por qué? Te pregunto otra vez,
se repite esta no especular razón
que hace huya de mi ser parcial
buscando completarlo en otro.
¿Has tenido a bien –o a mal-
buscar mi perdición, cuando
no hago más que buscar
eso que pusiste en tu mundo
para así valorar lo tan bello
de tu obra? Siempre tarde
con torpezas y errores;
nombres apenas borroneados,
falta de señas, adioses apurados;
sueños que buscan compensar
vanamente lo no logrado; así
me apartás desde siempre
-o muchas veces, entonces-
de la piel vista y deseada
el paisaje carnal, el borde
de la prenda o dobladillo.
Penosa peripecia y pena.
¿Me vas a dejar tan sólo
la belleza de la imagen
vuelta pintura o film?
Todas son naves que se van
en este tiempo, y que solo
dejan una estela en el mar
inquieto de mi deseo
tenaz. Aún en lo bajo
lo alto permanece.
Chet Baker ya sin dientes
al pico de su trompeta…
en Tokio en busca
de un zen ya vuelto
clisé y comentario.
Me tiro al piso,
me desgarro, si llamás
desde ese otro lado.

jueves, 20 de junio de 2019

Philippe Tancelin -El gran oscuro...

Philippe Tancelin, París, 29 de marzo 1948 
Traducción Amadeo Aranda


1

El gran oscuro
posee esas profundidades de las que no regresa
ningún abismo
penetramos en él
por la feliz promesa
de una noche reparadora
de sueños engañosos
solo escapamos de él por las cimas
de infancia
que desbordan lo imposible
la belleza de un solo instante
sobre la arena
entre los infinitos

2

¿Qué signos surgidos de las profundidades rechazamos en lo impenetrable?
¿Cómo de la evidencia tan solo retenemos una palidez amarga?
Es cierto que a veces solo vemos de lo que se alza lo incompartible que nos concierne
Es cierto que es a menudo en su manera de apartarse de nosotros donde medimos el extremo ardor de la verdad
Solo comprendemos del mundo su deflagración en nosotros…
un pájaro que hace estallar nuestro sueño de emprender el vuelo

3

¿Por qué hemos agotado la sed
herido lo insurgido del cielo
entre claridad exangüe
y palidez patética de los excluidos?
¿Qué hemos hecho
de las palabras excavadas
plegadas en el quicio de la negación
entre el miedo al paso de más
y la gran bahía del aislamiento
entre la ante-cara del compromiso
y el cuerpo inexplorado de un combate?

4

A menudo la pena…
espejo de la noche
saciándose de desaparición
esposa errante
en la usura del gesto
de fundirse
A menudo esta marea
de ausencias ascendiendo
del país de arrecifes
escondidos tras
la barca de las palabras tiernas
A menudo un rumor de horizonte
infiltrándose en las líneas
del dejar vivir
donde el sueño cae en notas
falsas
a menudo…a menudo
Siempre
alguna figura insoslayada
de lo inmutable

5

Camino-Plegaria
La colonización del silencio produce un ruido ensordecedor
para superar la incapacidad de silencio del hombre
Dadnos un árbol para erigir las palabras en la cima de la tierra
dadnos en esta tierra un hombre que hablaría sin ley
dadnos un camino de hombre en una arquitectura nómada
donde los amantes se lanzan unidos
sin temor al regreso
Oh líneas de horizonte
venid a nosotros en marea
tended nuestras manos sorprendidas
zahoríes solitarias de las cumbres de sí mismo
en el camino último
Dadnos la fuerza del camino de sombra
que restituye profundidad a su huella
extendiéndola a su constelación
Caminante
que pasas bajo la lluvia batiente

por esa sonrisa que dice
que me has esperado hasta este punto supremo
de nuestra estrella
por encima de nosotros

6

Cuando el alba ha concluido
y a nuestros ojos
aparece
la amplitud de otras orillas
hay un camino que se ofrece
para reunirnos todos
al borde de la inmensa serenidad
Vamos por él
en todo lo que la luz herida
de un solo amor
aguarda de eternidad
Oímos con él
por ese doble lenguaje
del cielo y de los fondos
que lo preceden
Creemos en él
por todos los sentidos
del tiempo que se desliza
entre las piedras
La muerte particular
no pertenece a cualquiera
es nuestra
juntos
como este cuerpo interior de pasados desconocidos
este presente oscuro
en el relámpago de silencio
ese futuro
signo disyunto de su luz
La sentimos en cada partida
en la pureza de cada desaparición
en esa manera que tiene
de abandonar nuestro enigma
de enrolar nuestra noche
como se retira el mar
que sabría de dónde vienes

martes, 18 de junio de 2019

Mahfud Massís -Nocturno del piano

Mahfud Massís, Iquique, 19 de marzo 1916 - Caracas, 9 de abril 1990


Nocturno del piano

El piano, con su quijada negra, con sus dientes blancos cruzados de gusanos,
canta como un papa melancólico. Sus notas
caen como los huevos del esturión muerto
sobre mi corazón en esta noche.
Mata al demonio del piano, amiga mía, ahoga en su vientre la furia escarlata.
Rompe su levita de caballero velado;
pero déjame solo, ahorcado en la cama.
El virrey baila el tango mientras lloramos,
agita sus orejas como toneles,
evocando a Francisca, a Leonor, a otras luces devoradoras,
(doblando un pliego de su carne, realizando hechizos sobre el fuego),
pero el piano, mi niña, resuena imperial, desierto, triunfando siempre de la fatiga,
en tanto el virrey ríe, quimérico y hostil, mostrando su halcón de oro.
Mata al demonio del piano, amiga mía;
escucha cómo resbala sobre los gladiolos, rompiendo
los sacos de la memoria, antiguas sombras, y vacila
como hembra preñada
encendiendo un candil, una muerte nueva en el ciervo blanco del pecho,
una segunda vida que desconozco, y que rechazo
como la horma negra a la nube.


domingo, 16 de junio de 2019

Nelly Sachs -Aquí y allá

Nelly Sachs, Berlín, 10 de diciembre 1891 – Estocolmo, 12 de mayo 1970
Traducción Juan Pablo Abraham


Aquí y allá

Aquí y allá la linterna de la piedad
debería ser prestada a los peces
donde el anzuelo ha sido tragado
o la asfixia bien  practicada.

Allí es donde las estrellas del tormento
han crecido propicias para la redención
o allí, donde los amantes se lastimas unos a otros,
los amantes,
que siempre están a punto de morir

viernes, 14 de junio de 2019

Rae Armantrout -Necromancia

Rae Armantrout, California, 13 de abril 1947
Traducción David Ojeda


Necromancia

Amapola bajo un joven
árbol de pimiento, piensa ella.
La Sirena siempre canta
de este modo. Morboso
glamur de lo singular.
Enfatizando los nombres correctos
como si realizara enmiendas.

República
ideal de las separadas
motas de polvo
se mueve en suspenso.
Aquí los hoscos
vienen a contemplar su rencor
como en pose, modelando.

Los llameantes árboles se inclinan
con ardor.
Pero en esa tierra
los hombres aprecian
la virginidad. Ella lavaba
platos en un líquido negro
con islas de espuma
y cantaba.

Parejas sentadas
en jardines con delgadas cercas
junto al estruendo
de la carretera. Un enorme pino
a un cuarto de milla
flota. Difícil decir dónde
Ocurre esto.

Tercera lúgubre
ave del paraíso
a la derecha. Enfática
precisión
es revelada como
hostilidad. Es
apenas un poco más lejos.

La privacidad
de la sirena.

miércoles, 12 de junio de 2019

Camillo Sbarbaro -Callas, alma cansada de gozar…

Camillo Sbarbaro, Ligure, 12 de enero 1888 – Savona, 31 de octubre 1967 
Versión Pablo Anadón 


Callas, alma cansada de gozar…

Callas, alma cansada de gozar
y de sufrir (a uno y a otro vas
resignada).
Ni una voz tuya siento cuando escucho:
ni de lamento por la miserable
juventud, ni de ira o de esperanza,
ni siquiera de tedio.
                                 Yaces como
el cuerpo, enmudecida, toda llena
de una resignación desesperada.

No nos asombraríamos
―¿no es cierto, mi alma?― si se detuviera
el corazón, si se nos suspendiera
el aliento...
                    Y en cambio, caminamos,
caminamos tú y yo como sonámbulos.
Son árboles los árboles, las casas
son casas, las mujeres
que pasan son mujeres, todo es eso
que es, tan sólo lo que es.

Ni la alegría ni el dolor nos tocan.
Ha perdido su voz
la sirena del mundo, y es el mundo
un gran desierto.
                             En el desierto
con ojos secos me miro a mí mismo.

sábado, 8 de junio de 2019

Héctor Kaknavatos -Nueva puntuación de la leyenda sobre los riñones de la urbe

Héctor Kaknavatos, Grecia, 20 de enero 1920 – Atenas, 9 de noviembre 2010   
Traducción Pedro Ignacio Vicuña


Nueva puntuación de la leyenda sobre los riñones de la urbe

Desde que mi pregunta
oblicua se incrustó en los riñones de la urbe,
desde que se hizo pedazos el mar
como ánfora de barro
desde que comenzaron a decaer tus gestos
tu voz a disolverse como niebla en la ventana
los colores a emigrar y sólo el agua
cual cortina a amar nuestros ojos…
eh!... desde entonces seguí aquel machetazo repentino
por debajo de tu frente, brillando mortífero
como conspiración de mercenarios.
Damasco, pensé, Damasco.
Mas ¿cómo se hizo de pronto cuesco listo para dar a luz?

En mi pecho un bosque meciéndose se hinchaba,
suplicaba una axila ardiente
lejos de los ojos del profano
para bañarse, transformarse en un instante,
convertirse en petróleo,
en ofrenda a la Virgen de Tinos,
en mercancía abandonada en la aduana,
en el “ay” de un apuñalado,
mas no pudiendo eludir lo inevitable
volver a ser mi pregunta otra vez
clavada al sesgo ahí: en los riñones de la urbe.
Con este ciclo un niño de ocho años jugaba a la rueda
yendo hacia arriba por el camino de la mina:
así es que no vamos a morir.
Recomienzo así desde tu última palabra.
Recojo tus cabellos derramados por todos los rincones de la tierra.
De la última lluvia
sólo cuatro pedazos me faltan.

Voy a recomponerlo todo con paciencia.
Encontré al azar algunas páginas
aquí y allá de tu pecho.
Muchachas pintaron sobre ellas
extraños peces dorados.
Un jirón de tu mejilla, trozo de tormenta
de los alambras colgaba a punto de caer de un momento a otro.
Lo cogí también loco de alegría
hice la primera tentativa de recomponerlo
pero de nuevo hete mi pregunta, lámina torcida,
clavada ahí al sesgo en los riñones de la urbe.
¿Qué es esto, otra vez, dios mío?

¿Cuánto tiempo pasó hasta encontrar un pequeño pedazo
de tu petrificado pensamiento en un cementerio de elefantes?
Luego apretados tus tres dedos otra vez
como en la ceniza dentro de una injuria
en el idioma de los Latinos, nos persignamos.
A su espalda marcado el año del escalofrío
la tarde de los Verdes de los Vénetos
el bullicio del Hipódromo, el alboroto.
Y salvo el resquicio de un telefonazo nervioso
que en dos cortaba el profundo poniente
y parecía que exhalaban en el fondo de la herida
las entrañas de noviembre
nada más hube encontrado.
Nada más
ya que te agotaste para que no se secaran nuestros huesos
no se rompieran y el mercurio espeso se derramara.
Me quedé otra vez para recomponerlo todo.
Traté a duras penas de formar tu cara
Pero siempre lo mismo, otra vez lo mismo: mi pregunta
clavada ahí al sesgo en los riñones de la urbe.

¿Y qué ocurre ahora?
¿si otra vez aún? ¿Si tratase recogiendo
pedazo a pedazo el ánfora rota
de rehacer el mar?
Si agarrara de entre los dientes del perro
el hueso sacro de mi madre?
Si amarrara los vagones
Si los trenes otra vez silbaran
manchando la almohada del muchacho que ahora duerme
y sus párpados florecen?
Cristo mío… por fin comenzaba la gangrena.

Pero no voy a resignarme así tan fácil.
Quedan todavía mis tropiezos con las cananas cruzadas.
Quemaré hasta mi último cartucho,
mientras sube por mis huesos el mercurio
como en el termómetro.
Muchos días voy a alimentarme de tu última palabra.
Después me comeré mi pensamiento a media asta.
Después, que ocurra lo que sea.
Tus tres dedos huyeron aterrados:
uno hacia el norte otro al Mediterráneo
y el tercero se entregó al Asia Menor.
Pero la injuria, fiel a los Vénetos, se quedó a mi lado.
Así entonces, tu pecho un pez dorado
en un libro de letras gordas para muchachitas.
La tormenta que se tuerce, que deviene en tu mejilla,
abro la ventana con estruendo, tu voz semidesnuda
que se lanza a la calle corriendo
hacia las quebradas de Zalongo;
detente, por dios:
detente a que te apunte, a que te dispare en medio de la frente.

De tus pedazos sólo me falta la última lluvia,
no alcanzo.
Del petróleo, de la paralizada mercancía,
del promontorio de Tinos, del “ay” del acuchillado
emerge otra vez el bosque de pinos. Se horroriza y respiro.
Una compañía con los fusiles bajo el brazo,
pedazos la mar como el ánfora detrás del difunto:
la urbe muere por mi pregunta.

Tú, tú eras mi pregunta.




jueves, 6 de junio de 2019

Mohsen Emadi -Los objetos útiles

Mohsen Emadi, Sari, Irán, 29 de octubre 1976


1

Los objetos útiles no deberían repetir sus funciones,
pero el mechero arde,
y la pluma escribe,
y tu memoria invade los objetos.

Cada resistencia debería transformar las funciones de los objetos.
Debería ser posible escribir con el mechero y encender un cigarrillo con
/la pluma,
o poder ir muy lejos; a un lugar donde los objetos se nieguen a estar en
/nuestra vida,
como harían tus ojos si me mirasen dentro de esta noche enmascarada
/por la nieve;
dentro de esta noche en que la nieve arde
y el fuego posee las temperaturas del frío.

2

Una imagen
inicia el viaje,
y el viaje
atraviesa
besos, guerras,
abundancia
y sed.

Tu imagen
es todo lo que es mi partida
sin ser mi destino.

En la distancia entre tu y la imagen
el tiempo se sienta
y nunca se levanta entre tu y yo.

Un día
en el marco de una puerta
nos añadiremos a las ausencias de la imagen.

Atrás, en la ventana blanca
la cortina se descubrirá
y una niña en bicicleta azul
pasara por la calle
y los ancianos beberán sus cafés de desayuno.

Es una mañana fresca.
El mar esta gritando.

3

Al lado
de nuestra incapacidad
convertimos al ser humano.

La iluminación de la imaginación
en la soledad
nos convierte en monstruos.

La noche eterna de estas líneas
es imaginaria.
La voz de los pies es imaginaria.
La vela blanca es imaginaria.

No hay ningún Teseo.
Todavía el minotauro está esperando.

4

La historia del colonialismo
no me deja atracar en ti.
Yo mismo, como Colón,
tuve la intención de India
y tu orilla fue imprevista.

Yo no sabía
que la tierra es redonda
ni que el color de una camisa en la infancia
en una ciudad plana
un día me llevaría a un cuerpo
que de Este a Oeste
de Norte a Sur
está lleno de lenguas desconocidas
y mis palabras no están en su vocabulario.

No soy explorador ni conquistador.
No sabía que la tierra es redonda
ni que el tiempo es circular,
y por un beso
tengo que dar vuelta a la historia
al mismo tiempo
que no zarpo todavía de tu falda
y sólo hay viento
y el violeta oscuro de tu blusa
en una calle
que aún no tiene nombre
para un niño
que aún no ha comenzado a hablar.

5

La luna brilla siempre en vano
y las guerras no estallan sin razón,
pero tanto quien abandona como quien permanece
es vencido por el accidente.

Por eso,
primero mírame a los ojos
mírame a los ojos mientras haces el equipaje
y te despides
y sin lamentaciones
te llevas el placer del cigarrillo
previo a la salida del tren,
porque la verdad es hija del remordimiento
y yo no quiero ser tu verdad.

Por eso,
cierra los ojos y besa mis labios
hasta que el metal de tus besos se funda en mis venas
y quede forjado bajo la indiferencia de la luna
porque el tren se aproxima.

Por eso,
la belleza es hija de la imposibilidad
y se hace posible en el vientre de la desesperanza
donde mi piel es la imaginación de la tierra
desde el instante en que el cigarrillo se apaga bajo tus pies
y te vuelves eterna.

Corte de luces
sobre la estatua de la luna llena
en la estación abandonada
en el momento
del bombardeo.

martes, 4 de junio de 2019

Jacques Viau Renaud -Nada permanece tanto como el llanto

Jacques Viau Renaud, Pto Príncipe, 28 de julio 1941-Sto Domingo, 15 de junio 1965


Nada permanece tanto como el llanto

Ya no es necesario atar al hombre para matarlo.
Basta con apretar un botón
y se disuelve como montaña de sal bajo la lluvia.
Ni es necesario argüir que desprecia al amo.
Basta con proclamar -ceñuda la frente-
que comprometía la existencia de veinte siglos.
Veinte siglos,
dos mil años de combatida pureza,
dos mil años de sonrisas clandestinas,
dos mil años de hartura para los príncipes.
Ya no es necesario atar al hombre para matarlo.
La noche,
los rincones,
no,
nada de eso sirve ya.
Plazoletas y anchas calles se prestan bulliciosas.
No cuenta el asesinato con los pacientes,
No cuenta el príncipe con los sumisos.
Todos han olvidado que el hombre es aún capaz de cólera.
Las llamas se extinguen sin haber consumido el odio.
El día irredento ha postergado la resurrección del hombre.
Y los otros,
Aquellos que presencian la matanza sentenciando:
"Locos, habéis tocado a la puerta de la muerte
y ella se quedó en vosotros!"
Esos
Solo saben predecir la muerte,
No han aprendido a combatirla.
No han aprendido a cobijar la tierra en el corazón
Ni a ganar la patria para el hombre.
Y el sumido, ¿qué hace?
¿Dónde deposita su silencio?
¿En qué lugar del corazón teje la venganza?
Nadie lo sabe.
Todos le han olvidado.
Se ha dictaminado que su morada sea la sombra,
que el pan deshabitado sea su alimento,
que el pico le prepare el lecho
y la pala le cubra el corazón.
¿Qué es el hombre combatido?
Nadie lo recuerda.
Lo visten los trapos.
Lo arrojaron en la parte trasera de la casa
y allí
con los residuos
un guiñapo se amontona.
Las llamas se extinguen.
Se arrinconan los hombres en una sola sombra,
en un solo silencio,
en un solo vocablo,
en un llanto solo
y cuando todo sea uno,
uno el llanto y el vocablo uno
no habrá paz sobre la tierra.
¿No habrá paz?
Y aquellos que dictaminaron el destino del hombre,
los que jamás contaron con los sumisos,
amasarán con sangre su propia podredumbre.
¡No habrá paz!
¡Llanto para quebrar el llanto,
muerte para matar la muerte!

domingo, 2 de junio de 2019

Juan Manuel Inchauspe -Los tuyos

Juan Manuel Inchauspe, Sta Fe, 13 de septiembre 1940-Sta Fe, 7 de junio 1991


Los tuyos

Has llorado, en secreto, a los tuyos.
Lenta, inexorablemente, los has visto partir
alejarse para siempre.
Has sentido, en tu corazón
el desprendimiento de una rama que cae.
Y luego has borrado
las huellas de esas lágrimas,
has contenido en el límite infranqueable
los bordes de tu propio dolor
y lo has devuelto a tu pobre vida,
a los días siguientes, a las horas
para que permanezca allí.
Oculto
como una invisible y constante
cicatriz.



Suave es caer en la habitación
cuando hemos dejado atrás
esta acumulación crujiente de horas
quemadas para vivir.

Suave la presencia de los muebles
la línea de tu nuca acompañando
la inclinación de tu cabeza sobre el libro.
Suave el fondo de mar de tus ojos.

Y más suave la hora —en que ya cansado
pero terriblemente libre— enciendo
la lámpara que apagaré muy tarde.



La palabras que no dije
las que no pronuncié y devolví
al fondo oscuro de mí mismo
me esperan en el camino.

Un día
o una noche cualquiera
no importa el lugar
me golpearán en pleno rostro.



Me voy temprano y regreso muy tarde
cuando la noche ha hecho ya
gran parte de su trabajo
y no queda tiempo para detenerse a mirar.

Así paso los días. Como si lo mejor de mí
estuviera paralizado y muerto
o mejor como si no hubiera existido nunca.

Nada más que este rostro hipnotizado.
Como un pájaro nocturno
alguna palabra escala mi sangre.

Entiendo que debo quemar mis manos una vez más.
Abro el cuaderno y escribo rápidamente.
Todo arde.



Sentado
en un banco de esta plaza
bajo el desamparo de las tipas
leo al viejo Benn.

Dura, puntual, metódica, implacable
dentro de mí
la garra del crepúsculo hace lo suyo.

jueves, 30 de mayo de 2019

Maurice Rollinat -El fantasma del crimen

Maurice Rollinat, Francia, 29 de diciembre 1846 - Francia, 25 de octubre 1903 
Traducción Romeo Juárez Carreón


El fantasma del crimen 

El mal pensamiento llega a mi alma
en todos los lugares, a toda hora, en lo fuerte de mis trabajos,
y yo tengo a bien purificarme en una rigurosa censura
por todo eso que el Mal infunde a nuestros cerebros,
el mal pensamiento llega a mi alma.

Yo escucho a pesar mío las notas infernales
que vibran dentro de mi corazón donde Satán viene a tocar para entrar;
y bien que yo tuviera horror de las viles orgías desenfrenadas
de las que la sombra solamente basta para indignarme,
yo escucho a pesar mío las notas infernales.

Mi cráneo es un calabozo lleno de horribles tufos;
el fantasma del crimen atraviesa mi razón
y ronda, penetrante como una mirada de hadas.
¡Hace falta que mi virtud se abreve de veneno!
Mi cráneo es un calabozo lleno de horribles tufos.

El asesinato, la violación, el robo, el parricidio
pasan sobre mi espíritu como un salvaje relámpago,
y aunque por el Bien siempre me decido,
yo estremezco viendo reptar sobre mi infierno
el asesinato, la violación, el robo, el parricidio.

Y sin embargo el asesino a mi vista es una víbora;
huyo al menor estafador como un apestado
y yo maldigo los hijos que apuñalan a su padre.
A menudo, la muerte habla a mi corazón estupefacto,
y sin embargo el asesino a mi vista es una víbora.

Me compadezco sinceramente de la mujer violada
y yo la vengaría si yo tuviera el derecho;
pero por impuros deseos mi alma acosada
por seducir una niña busca un medio astuto;
me compadezco sinceramente de la mujer violada.

El Mal golpea sobre mí como un oleaje sobre el arenal:
Él acude, adula y huye, sin dejar lodo,
pero yo conservo ¡desgraciadamente! el recuerdo del sueño
donde estuve a punto de sangrar bajo la uña de un demonio.
El Mal golpea sobre mí como un oleaje sobre el arenal.

¡Oh tú! Causa primera a que el efecto reanime,
¡en los ojos de Lucifer vela mi costado tan desnudo!
y en el horrible peligro que a veces me desmoraliza,
yo me sentiría fuerte si yo soy sostenido
¡por ti, causa primera a que el efecto reanime!

¡El hombre es pues bien perverso, o el cielo bien feroz!
¿porque el instinto del Mal es tan fuerte en nosotros,
que nuestra voluntad sufre su yugo atroz
a la hora donde la oración despelleja nuestras rodillas?...
¡El hombre es pues bien perverso o el cielo bien feroz!

martes, 28 de mayo de 2019

Paulo Roddel -Weather Channel

Paulo Roddel, Montevideo, 13 de octubre 1977


Weather Channel

Salí afuera,
para ver si me caías del cielo.

Desde el suelo pateabas y puteabas,
me decías que no creías en los astrólogos ni en los meteorólogos
me decías —mientras pateabas— que no creías en nada,
yo intentaba encontrarle formas a las nubes
—Vos vivís en las nubes— me dijiste.

Yo escuchaba el pronóstico de tu cuerpo
me interesaba saber
qué onda vos y tus tormentas eléctricas,
qué onda vos, el clima, y los cumulonimbos
qué onda vos lloviendo
y yo viendo,
que no soleabas,
no despejabas,
no escampabas
escapabas.

Aún con ese corazón
a cien grados bajo cero que tenés
como un iceberg suplicando ayuda
que no para de putearme
y lanzarme rayos cual Zeus.

Aún sabiendo que todo pronóstico falla
te voy a buscar a la parada de ómnibus o a la estratósfera
miro el noticiero antes de salir
y según tus temperaturas máximas y mínimas
salgo afuera, miro al cielo
llevo paraguas por las dudas.

Sos el pronóstico equivocado,
sos la cama que precede la tormenta.



domingo, 26 de mayo de 2019

Gérard de Nerval -El cristo de los olivos

Gérard de Nerval, París 22 de mayo 1808 – París, 26 de enero 1855
Versión Alejandro Bekes


El cristo de los olivos
                                                                     ¡Dios ha muerto! y el cielo está vacío…
                                                                     ¡Llorad, criaturas, ya no tenéis padre! 
                                                                                                          Jean-Paul Richter

I

Cuando el Señor, alzando bajo el bosque sagrado
Como un poeta al cielo sus dos brazos desnudos,
Se entregó largamente a sus dolores mudos
Y de ingratos amigos se juzgó traicionado,
Hacia abajo, hacia ellos fue su mirada triste:
Ahítos, a su sueño bestial abandonados,
Soñaban con ser reyes, profetas o mitrados…
Un grito de su boca salió: “¡No, Dios no existe!”
Y aun dormían. “Amigos, ¿conocéis la noticia?
Yo os engañaba, hermanos. Se ha golpeado mi frente
Con la bóveda eterna, y he vagado, sufriente,
Ensangrentado y roto: ¡sólo abismos se abrían!
Al altar donde soy la víctima propicia
Dios falta. ¡Ya no hay Dios!” Y ellos siempre dormían.

II

Dijo aún: “¡Todo ha muerto! Yo recorrí los mundos
Y mi vuelo perdí por sus lácteos parajes
Hasta donde la vida, de sus senos fecundos,
Derrama arenas de oro y plateados oleajes:
Siempre un suelo desierto que costean ondeantes
Torbellinos confusos de oceánicas bravuras…
Un vago soplo agita las esferas errantes
Pero ningún espíritu habita esas alturas.
Busqué el ojo de Dios y vi, vasta y sin fondo,
Una órbita negra por la noche habitada
Que sobre el mundo irradia su horror siempre más hondo.
¡Un extraño iris ciega esa fosa sombría,
Umbral del viejo caos cuya sombra es la nada,
Espiral que se traga las estrellas y el día!

III

¡Impasible Destino, callado centinela,
Fría Necesidad! Azar que allí se mueve
Y entre los mundos muertos bajo la eterna nieve
Al pálido universo paso a paso congela,
¿Sabes tú lo que haces, original potencia,
De tus soles extintos y su mutua violencia?
¿De verdad tú transmites un inmortal aliento
Entre un mundo que muere y un mundo en nacimiento?
¡Padre mío! ¿Eres tú a quien siento en mí mismo?
Tu poder de vivir y vencer a la muerte
¿No habrá ya sucumbido bajo el ímpetu fuerte
De aquel ángel nocturno condenado al abismo?
Pues me entrego muy solo a llorar y a sufrir
Y si muero, ¡ay, entonces todo se va a morir!”

IV

De la víctima eterna nadie oía el gemido
Que al mundo daba en vano su corazón abierto,
Y él, entonces, al único en Solyma despierto
Llamó, desfalleciente, agobiado y vencido:
“Judas, gritó, tú sabes lo que quieren conmigo;
Date prisa en venderme y da el trato cerrado:
Tendido en esta tierra estoy sufriendo, amigo;
¡Ven, tú que al menos tienes la fuerza del pecado!”
Pero Judas se iba, dudando, descontento,
Hallándose mal pago, con tal remordimiento
Que escrita en cada muro leía su maldad.
Al fin sólo Pilato, que por César velaba,
Se volvió y al acaso, o tal vez por piedad:
“Arresten a ese loco” –a su guardia ordenaba.

V

Era él, aquel loco, el sublime extraviado…
¡Ícaro que a los cielos retomaba el camino,
Faetón aniquilado por el rayo divino,
Atys a quien Cibeles reanima, asesinado!
El flanco de la víctima el augur indagaba,
La tierra se embriagaba de esa sangre sin par…
Aturdido, en sus ejes el orbe se inclinaba;
El Olimpo, un instante, vaciló sobre el mar.
“¡Responde!, gritó César a Júpiter Amonio,
¿Qué nuevo dios se impone a la tierra? Te intimo
A que digas si es dios o si, en fin, es demonio.”
Pero el ansiado oráculo ya negaba su imperio;
Uno solo podía explicar tal misterio:
–Aquel que les dio el alma a los hijos del limo.


viernes, 24 de mayo de 2019

Anamaría Mayol -Presentación

Anamaría Mayol, Victorica, La Pampa, 7 de mayo 1953 


Presentación
                                                          mi silencio es peor que las palabras…Waldo Leyva


Antes que nada soy
de nacionalidad pampeana-patagónica
habitante del mundo

mujer lacustre aunque a veces río
nómada
con un bosque en las venas
y unas fuertes raíces

que me crecieron pronto
allá por Victorica

cuando el pampero sucio
navegaba las nubes

y el alazán
obsequio del abuelo
me galopaba el alma

Antes que nada soy
una mujer calandria
tordo
gorrión o pecho colorado

no importa ya el plumaje
ni el canto
sólo importa ese vuelo
recortando inclemencias

y estas alas
 a veces desplegadas al viento

Antes que nada soy
una palabra pequeña
deshojada
que el amor olvidó en algún sitio

un silencio roído por el viento
una mujer de lluvias

miércoles, 22 de mayo de 2019

Ulla Hahn -Poema

Ulla Hahn, Alemania, 30 de abril 1946
Traducción Juan Pablo Abraham


Poema

Es difícil de explicar que un poema
No tiene objeto como un barco
sus contenedores una estación sus flores
Indivisible como un número primo
él huye del tiempo como vos
Y acaba
Cuando vos dejás de escribir deja
De leer cuando vos no
Recordás más lo que acabás de hacer
Solo hay un instante
Durante un momento durante una palabra
Rampa del muelle llama polvo comenta
Que silbaba para una bandada
De pequeños pájaros cantando lejos
Sobre nosotros todo lejos nada tangible
Ni siquiera negro sobre blanco
Como máximo una caja de pintura para niños
Espirando agua presa
En esa tierra anfitriona
Bajo la lengua la confianza
Calma y ciega tocada
Con jeringas dura como una
Brisa como cuando se toca un sombrero
Ahora y se acabó oh
Tenés miedo de terminar con el miedo infinito
Que todo se acabe hasta que se acabe todo
Mientras escribimos
Mientras leemos
No puede existir ningún Todo desde que escribas
Desde que leas a los demás solo
Murieron para ti cuando lo lees
Cuando usted es completamente leído
Acomodado bajo un cielo
Desenfrenado frutos caídos manzanas de septiembre
El crudo y el cocido
El vacío el silenciado el exceso
Manos y pies con zapatos y sin
Hombre y mujer con nostalgia
Y sin sopa con cerveza Aquí
Y ahora diga lo que usted quiera lo que
Usted quiera más que todo de vuelta y
Para siempre Nada acaba
Cuando usted deja de
Ser no es? Inexistir no existe
En el poema no existe y no existe en la vida
Tomar las brasas la madera A nadie
Agradan las cenizas De premisas a nombres
De nombres Pequeños refugios fundados sobre
El abismo toda la música que viene
En el silencio en el oído de Betethoven.

lunes, 20 de mayo de 2019

Héctor Gagliardi -Reyes magos

Héctor Gagliardi, Bs As, 29 de noviembre 1909 – Mar del Plata 19 de enero 1984


Reyes magos

-¡Si vos no te portás bien,
le digo a los Reyes Magos
que te dejen sin regalo
y te quedás sin el tren!...
Es que mi vieja, también,
un poco se aprovechaba…!
porque esa noche llegaban
los tres Reyes de Belén!

La carta la había mandado
sin faltas de ortografía,
así los reyes veían
de que era un chico aplicado.
Hice todos los mandados,
me lavé hasta las orejas,
porque ese día mi vieja
me tenía acorralado.

La luna hacía brillar
el lustre de mis zapatos...
y si ellos fueran chicatos
¿quién les podía avisar?
Por eso al irme a acostar,
puse la almohada a los pies
y me acosté del revés
para poder vigilar...

¡Cuando más lo precisaba
me vengo a quedar dormido!
Me desperté a los maullidos
del gato de la encargada...
Ya entraba la madrugada
de un radiante seis de Enero,
y un trencito, el más diquero,
del umbral me saludaba...

Lo habían dejado de frente
ya listo para marchar...
con él me iba a despertar
a mi madre alegremente
¡Que alegría que uno siente!
-explicarlo yo no puedo-
¡ unas ganas de ser bueno,
de ser bueno hasta la muerte!

Al que dejaron sin nada
fue al hijo de la de al lado...
¡Como se habrían olvidado!
Siempre “muy bueno" sacaba...
Con nosotros no jugaba
porque en seguida tosía,
y los reyes no sabían
que el padre no trabajaba...

Yo comprendí su dolor
cuando me vio con el tren:
se acerco a mirarlo bien
y después lo acarició....
A mi me daba calor
de que me viera jugar
y en caso lo invité a entrar
y él también se divirtió...

¡Cuantos Reyes han pasado
por la puerta de mi vida.
y a mi alma dolorida
cuantas veces la he dejado
como un zapato gastado.
esperando a su Melchor
que le dejara el amor
para un mundo envenenado!

Esta noche por los cielos
llegarán los Reyes Magos;
vendrán trayendo regalos
a los chicos que son buenos,
pero hay otros pibes buenos
en otro lado de la tierra,
que por culpa de una guerra...
¡no han de pasar los camellos!

Señor: yo aprendí a rezar
arrodillado con mi vieja;
si nunca te fui con quejas
hoy me tenés que escuchar:
¿Por qué tienen que pagar
esos pibes inocentes.
de que en el mundo haya gente
que sólo piensa en matar?

Ellos ¿qué saben de guerras?...
¡ellos quieren Reyes Magos!
¡y ellos en vez de regalos
tienen un miedo que aterra!
Si vos pararas la guerra,
pasarían los camellos.
¡Yo te lo pido por ellos!
¡por los pibes de mi tierra!

sábado, 18 de mayo de 2019

Polina Barskova -El mensaje de Ariel

Polina Barskova, San Petesburgo, 4 de febrero 1976 
Traducción Natalia Litvinova


El mensaje de Ariel

Tu padre yace bajo el peso del mar,
es un coral, la dimensión de las olas.
Tu padre gira avivado por el viento marino,
su piel es una corteza
con una hormiga en pánico.
Las claras de sus ojos se volvieron dos perlas orgullosas.
Y las yemas de sus ojos, dos perlas inservibles.
Su calavera - es un coro.
Todo en él suena, tiembla.
Nada en él se marchita
pero se transforma
en algo extraño, espeso, prometedor.
En esa mezcla se sumergen las nereidas
y observan la conversión de tu padre,

ya que nada en él se marchita, pero todo se convierte
en vos, para vos, Ferdinando: ¡tu padre está vivo!

Tu padre duerme.
Tu padre es una bola
roja
que no se despega del puente nuevo.
Tu padre - es la vergüenza.
Es el ardor,
el velo de la ceguera que se derrite cuando lo miro:
su lengua es tan fría como un aguijón que sale de la boca.
Tu padre está vivo, pero se duerme.
Observá al durmiente, Ferdinando.
El hilo de saliva cae por el mentón
igual a una serpiente que baja por la roca,
a la cadena gruesa que se desliza en el bote.

Él suspira, pero no hacia afuera, por dentro:
encierra el sonido sin compartirlo con nosotros:

Él duerme, Ferdinando. El hielo brilla en sus labios.
La respiración es una cosa muy pequeña
rodeada de sueños.

jueves, 16 de mayo de 2019

Leah Goldberg -Entonces ¿qué?

Leah Goldberg, Prusia, 29 de mayo 1911 – Jerusalén, 15 de enero 1970
Traducción Gerardo Lewin


Entonces ¿qué?

Desde hace tiempo
nadie me espera allá.
Y si no existe el mar,
¿qué naves partirán?
La senda breve,
la compañía escasa...
Entonces, ¿qué?
Una semana,
un mes,
un año más.

Una vez muerta,
el mundo seguirá.
Quién amará a quién
y alguien odiará.
La senda breve,
la cuenta impaga.
Entonces, ¿qué?
¿Una semana?
¿Un mes?
¿Un año más?

Cae el rocío y la noche
se congela en mi cara.
En el próximo cruce
idénticos caminos.
Despertaré mañana
y cuando abra los ojos...
¡Dios!
¡Una semana,
un mes,
un año más...!


martes, 14 de mayo de 2019

James Joyce -El Santo Oficio

James Joyce, Rathgar, 2 de febrero 1882 - Zurich, 13 de enero 1941 
Versión Isaías Garde


El Santo Oficio

Yo mismo me impondré a mí mismo
Este nombre: Catarsis-Purgante.
Yo, que abandoné estilos sórdidos
Para atenerme a la gramática de los poetas,
Difundiendo en la taberna y en el burdel
La ciencia del ingenioso Aristóteles,
No sea que los bardos marren el intento
Debo ser aquí mi propio intérprete:
Por lo cual recibid ahora de mis labios
Sapiencia peripatética.
Para entrar en el cielo, viajar por el infierno,
Ser compasivo o terrible
Se requiere sin la menor duda el amparo
De las indulgencias plenarias.
Ya que cada místico de nacimiento
Es un Dante sin sus prejuicios,
Quien a salvo desde la chimenea, sin dar la cara,
Se expone a una heterodoxia radical,
Como quien halla placer en la mesa
Considerando las incomodidades.
Rigiendo la vida por sentido común
¿Cómo evitar ser vehementes?
Mas no debo ser considerado miembro
De tal compañía de farsantes…
Junto con quien se apresura a mitigar
Las liviandades de sus damas veleidosas
Mientras que ellas lo consuelan cuando gimotea
Con orlas célticas repujadas en oro…
O con quien, sereno todo el día,
En su pieza teatral introduce invectivas…
O con quien su proceder «parece mostrar»
Preferencia por hombres de «buen tono»…
O con quien sirve de andrajoso remiendo
A los millonarios de Hazelpatch
Mas llorando después de la Santa Cuaresma
Confiesa todo su pasado de pagano…
O con quien no se ha de descubrir
Ni ante el whisky ni ante el crucifijo
Si no es para mostrar a todo el mundo cuán mal vestida va
Su eminente nobleza castellana…
O con quien adora a su Mentor querido…
O con quien apura con temor su pinta…
O con quien arrebujado en su lecho
Vio una vez a Jesucristo sin cabeza
Y puso un gran empeño en recuperarnos
Las obras de Esquilo largo tiempo extraviadas.
Mas todos éstos de quienes hablo
Me convierten en la cloaca de su cenáculo.
Para que puedan soñar sus fantasías ideales
Yo evacúo sus inmundas corrientes
Así les puedo prestar tal servicio
Por culpa del cual perdí mi diadema,
Este servicio por el que la Santa Abuela Iglesia
Me dejó cruelmente en la estacada.
Así aligero sus culos timoratos
Cumpliendo con mi oficio de Catarsis.
Mi color escarlata los deja a ellos blancos como la lana:
Gracias a mí purgan sus panzas atestadas.
Para todas estas bien avenidas farsantes
Hago el papel de vicario general
Y a cada doncella turbada y nerviosa
Presto el mismo amable servicio.
Ya que al descubrir sin ninguna sorpresa
Esa hermosura umbría en sus ojos,
El «no me atrevo» de su dulce doncellez
Que responde a mi depravado «quisiera».
Siempre que en público nos encontramos
No parece pensar en tal asunto;
Mas por la noche cuando se acuesta a mi lado
Y percibe mi mano en su entrepierna
Mi dulce bien con su ligero atuendo
Experimenta el tierno ardor que es el deseo.
Pero la Codicia proscribe
Los usos del Leviatán
Y este espíritu sublime por siempre guerrea
Con los incontables siervos de la Codicia
Aunque nunca puedan verse libres
De sus gabelas de desprecio.
A respetable distancia me vuelvo a observar
Los vacilantes andares de esta abigarrada cuadrilla,
De estas almas que odian la reciedumbre del acero
Que la mía adquirió en la escuela del viejo Tomás de Aquino.
Donde ellos se han agachado, han andado a gatas y han rezado,
Yo me yergo, dueño de mi destino, sin temor,
Sin compañeros, sin amigos, en solitario,
Indiferente como una raspa de arenque,
Firme como una cordillera montañosa en donde
Saco a relucir mi cornamenta al aire.
Que así sigan, pues así conviene
Para que se mantenga el equilibrio.
Aunque hasta la tumba forcejeen,
Mi espíritu nunca lo habrán de dominar
Ni lograrán mi alma vincular a las suyas
Hasta que el Mahamanvantara expire:
Y aunque a coces me echen de su puerta
Mi alma los despreciará por los siglos de los siglos.