jueves, 28 de febrero de 2019

Ingeborg Bachmann -Temprano mediodía

Ingeborg Bachmann, Austria 25 de junio 1926 – Roma, 17 de octubre 1973
Traducción José Aníbal Campos


Temprano mediodía

Callado verdece el tilo en el verano naciente,
muy lejos de las ciudades, rutila
la lúgubre luna del día. Es ya mediodía,
ya se agita el destello en la fuente,
ya se alza bajo astillas de vidrio
el ala ultrajada del ave de los cuentos,
y la mano deforme de lanzar la piedra
nos hunde la simiente que despierta.

Donde el cielo de Alemania ennegrece la tierra,
busca su ángel decapitado un sepulcro para el odio
y te sirve el corazón en un cuenco…

Un puñado de dolor se pierde en la colina.

Siete años después
te acuerdas de nuevo
en la fuente ante el portón;
no mires tan al fondo,
se te derramarían los ojos.

Siete años después
en una casa de muertos,
beben los verdugos de ayer
la jarra dorada hasta el fin.
Te hundirías con los ojos.

Es ya mediodía, en la ceniza
se doblega el hierro, en la espina
han izado la bandera, en la roca
de un sueño inmemorial sigue
forjado el águila.

Sólo la esperanza mastica cegada por la luz.

¡Záfale las ataduras,
tráela cuesta abajo, cúbrele
con la mano el ojo, que ninguna
sombra la chamusque!

Donde la tierra de Alemania ennegrece el cielo,
busca una nube palabras y colma el cráter
con silencio,
antes de que el verano la escuche en la llovizna.

Se va lo indecible, dicho en voz baja, sobre la tierra:
es ya mediodía.


martes, 26 de febrero de 2019

Jan de Jager -Pizarro se despide de su amada

Jan de Jager, Bs As, 22 de julio 1959 


Pizarro se despide de su amada

(o La acumulación primitiva de capital explicada)


Personajes:

FRANCISCO DE PIZARRO
MARíA LA O
CORO AUSTERO DE MONJES BENEDICTINOS

escena de alcoba, PANAMá, 1533


MARíA(acariciándose el vientre): Paco...hay algo que debo decirte...

PIZARRO (alarmado): Maruja...hay algo que...debo decirte...
Mañana - mañana debo partir hacia...
el Sur, eso es, hacia el Sur; el deber me llama -
el deber me llama y me fuerza a dejar a mi gentil dama.

MARIA (alarmada): Francisco, no me dejes justo ahora,
que por fuerza deberías hacerme tu señora.
Francisco, Paco, Paquito, no me dejes en un grito, desbordada de llanto,
al filo del espanto -

PIZARRO: Lo siento, palomita mía, el deber -como ya dije- me llama:  ciao, María.
Quédate en la cama, que la noche es fría.

MARíA: Oh Pizarro, contemplan mis ojos un futuro de enojos y no atendidos antojos:
no te vayas ahora, que en mi seno late la vida de tu hijo, no dejes
que en un gesto desprolijo tu simiente se torne veneno, se te cuaje el yogur:
no te vayas al Sur..

PIZARRO: Mujer, es la última vez que me ves -
humillado y pobre.

Siguiendo el ejemplo mexicano de Cortés parto al Perú,
a rapiñarle al Inca todo el oro que le sobre.
No lo sabes tú, pero cual su nombre lo indica,
las tierras del Inca valen un Perú, avant la lettre.

MARíA: Francisco, espléndido ejemplar de macho, ¿qué te pica? ¿estás borracho?
¿cómo quieres que responda rimando con «avant la lettre»?

PIZARRO: Mujer tus felaciones - no hay modo que lo niegue –
son muy mejores que tu don de lengua: ¿qué hay de "quiero hablar con el maître",
o ... "déjeuner champêtre"? me extraña, tú que eres mi raison d'être,
se ve que la tristeza tu estro mengua.

MARíA: Oh Francisco.. ¿y si contigo emigro?

(duda) Pero ¿qué hay del peligro de sierpes, amazonas,
acantilados, pestes y venablos con ponzoña?
Caminos de cornisa, meses de misa
de campaña, campamentos en medio de la roña...

PIZARRO: Si las amazonas excitan tus celos, estás en lo cierto,
pues a mí esas damas fragorosas, fogosas,
como que soy el mismísimo Paco que tú amas, me excitan otras cosas,
me paran mucho más que los meros pelos -
Pero a este macho hecho y derecho
aunque a veces - oh vil fuerza de la costumbre -
contigo no se me empina cual tronco de quebracho
no dudes de mi amor ni aun menos de mi machedumbre:
mucho más que el moro... me gusta el oro, dalo por hecho.

MARíA: Demuéstrame tu amor quedándote en mi lecho
¡Oh luchador! ¡Cuando vuelvas, si es que vuelves, volverás maltrecho!

PIZARRO: Mujer no te pongas histérica a qué he venido yo
si no es a hacer la América, a ver, dimeló.

MARíA: ?

PIZARRO (resuelto): Vamos a hacer una cosa práctica
procedo directamente, de forma sintética, a la parte didáctica
de esta velada poética.
Te explico: estamos en milcincotreintipico
sin el oro del Inca no hay futuro, ni nuestro ni de nadie,
habrá futuro sí pero inseguro, oscuro, duro,
como darse la cabeza contra un - peñasco,
una y otra vez, sin asco.

Sin el oro que al inca he de sustraerle,
no cruzarán el Altánticolas naves infladas las velas viento en popa,
o arrastradas a remo de galeotes, cargadas de lingotes,
para surtir de fondos a una Europa ávida de circulante contante y sonante...

MARíA: Ay Paco...

PIZARRO: Sin mí
la futura sociedad de consumo habrá de hacerse humo
más que el hereje que la vida pierde, en hoguera de leña verde

¿Qué será de la Krupp, de la Olivetti,de la Fiat,de la AktienGeselschaft Bayer,
de la Societé Générale de Banques, del Crédit Suisse,
de la Banca Internazionale del Lavoro, sin mi oro?

MARíA: Ay Paco...

PIZARRO: Figúrate mujer, si me quedo contigo, no existirán
ni el modo industrial de producción, ni los ferrocarriles, ni los rascacielos,
ni los videojuegos, ni la computación..

MARíA: Ay Paco... Si te sirve de consuelo, nunca me han mentido con tanto vuelo.

PIZARRO: La boca se te haga a un lado: ¡POR PIEDAD!
nadie, nunca, me ha llamado mentiroso, no sin dejar de faltar a la verdad. (?)

Pero sigo: si me quedo contigo, no existirán ni la escuela pública
ni los largometrajes, ni la ciencia experimental, ni la energía atómica,
ni los viajes a la luna, ni la atención médica de la cuna a la tumba, caramba.

Los metales preciosos, para decirlo de una buena vez
"no solo son negativamente lo superfluo, vale decir objetos prescindibles, sino que sus cualidades estéticas, que los convierten en el material del boato, del adorno, de la esplendidez, hacen de ellos formas positivas de lo superfluo o medios para la satisfacción de apetitos que van más allá de lo cotidiano y de la desnuda necesidad natural"

¿Entiendes, María? ¿O es que tu bella cabecita está vacía?

El oro y la plata "tienen en sí valor de uso, independientemente de su función en cuanto dinero. Pero así como son representantes naturales de relaciones puramente cuantitativas, en su uso individual son los representantes inmediatos de lo superfluo y por tanto de la riqueza en cuanto tal, a causa de sus cualidades estéticas naturales así como de sus elevados precios"


MARíA: Claro, claro.

PIZARRO: Tus tataratataratataranietasno podrán lucir coquetasbaratijas de Taiwán,
ni tus tataratataratataranietosratonear inquietos el Doom, el Tetris o el Pacmán,

si yo no voy y esquilmo al Inca.

Ay mujer, confía en Paco, no es mi juramento hueco, volveré famoso y rico,
no te creas que estoy loco, que esto no es ningún truco: No te faltará ni un arrumaco,
tus palabras de amor - tendrán eco, nos recordarán hasta el dosmilypico,
todo lo que te traiga será poco, vivirás en palacio de estuco, veranearás en Pernambuco,no le tendrás miedo al cuco,
no comerás más ossobucco, ni vulgares fideos
con tuco.

MARíA + CORO AUSTERO DE MONJES BENEDICTINOS

Paco no te vayas Paco vení
quereme otro poquito no seás así.

PIZARRO: Mujer, te pagaré con creces tus meses de añoranza:
te lo mereces. Y...cuida la panza.
(pícaro) No hay mejor afrodisíaco...que el poder y la riqueza,
nuestro reencuentro será sin asomo de tristeza,
será más bien un desparramo dionisíaco,
no sentirás en mi amor, ni la menor flaqueza, te serviré - hasta quedar cardíaco,
serás la menos virgo del zodíaco; vivirás rodeada de lujo y de grandeza,
el jardín de tu palacio será paradisíaco, y las gentes te llamarán "Su Alteza".

Adiós. ADIóS.

PIZARRO se retira

(aparte) Cada vez meter un verso me cuesta más esfuerzo.
¡Abur! Según parece - que la he dejado encinta.
Me voy con los muchachos para el Sur, a ver qué pinta.

MARíA: Baratijas de Taiwán - ya no saben qué inventar.
Qué verseros estos tipos, qué tacaños ... sacarles algún mango, ni en diez años.
Estos gallegos, para soltar un cobre son la muerte.

Qué trago tan amargo, qué trámite tan largo
hmm -no me sirve esta rima-
ehm -qué resultado magro...
Me falta estar preñada, encima.
Veré de probar suerte con Dieguito de Almagro.




domingo, 24 de febrero de 2019

Betina Edelberg -Contraposiciones

Betina Edelberg, Bs As, 6 de agosto 1921 – Bs As, 24 de octubre 2010 


Contraposiciones

Me llamo esta cara que me precede
y un nombre
y una voz más allá que no es la mía.
Me llamo
mañana tengo que levantarme temprano
y no me alcanza el tiempo.
Ir y venir,
otra vez irme
-esa tristísima impresión de renuncia,
de estar yéndose de todas las cosas-,
y de pronto un amigo.
Pero también soy
algún sueño que me dibuja,
la noche
que me pesa hasta tropezar con mi piel,
el blanco sol de invierno
despertándome a la dulzura.
Soy
cada última esperanza,
el minuto ansiosamente perdido
-de pronto demorarse a pesar de-,
el ocio aunque breve,
recordar flores, hojas, algún momento,
lo que acaso pueda salvarme
de una ciega costumbre,
de los inevitablemente muebles
que se organizan y dibujan esta casa
con la apariencia de para siempre.
Alguien,
a veces pienso que ya todos
sienten esto mismo,
y no sé cómo encontrarlos
-no sé dónde están-,
aunque existen y un día huyen.
Pero hay que volver,
repetir pacientemente lo mismo,
pensar que así debe ser:
estrechar manos, entregar saludos, sonreír,
atravesar la palidez de ciertas fechas,
cartas de mi mayor consideración...
Quizás aquel hombre veloz por la vereda,
un hombre acompañado de alguna pared,
un hombre perdido en una hilera de hombres,
asomado a una ventana, a veces al río,
un hombre que mira vagamente hacia arriba...
Me entrego a este mundo
que me llama de algún modo,
que me clasifica,
me adorna
y destruye
sin preguntarse:
¿Qué ocurre detrás de una cara?


viernes, 22 de febrero de 2019

Gonzalo Barcos -Narciso y Su mundo

Gonzalo Barcos, Parque Patricios, 27 de agosto 1989


Narciso y Su mundo

Cuando Narciso descubre su imagen, ésta se impone sobre el mundo y lo cubre de espejos. Ahora no existen para él más que ojos; ojos encima de ojos; ojos adentro de ojos; ojos hechos de ojos. Siempre lo mismo, siempre los suyos.
No hay peor soledad que la de Narciso: atestiguarse para siempre, solo y a sí mismo.

***

Si Narciso deseara ser otro, tan solo sería para admirarse desde una nueva perspectiva.

***

Sus ojos se iluminan durante la inclinación eterna. Brota una lágrima y esta imagen se duplica en el agua: ambas existen, pero sólo la última se quiebra en círculos casi de inmediato.
Hay un efecto sombrío en su afán, hay un oscurecimiento de las cosas durante su conquista, pues expandir un reflejo sobre el mundo también significa verlo cesar en cada una de las superficies que lo componen.
 No hay brillo que dure para siempre, y lo saben sus ojos.

***

¿Su odio más incontenible? La mirada del otro: los espejos eclipsados que se le niegan.

***

¿Quién has sido, Narciso? Durante el reposo de tus taras, de tus sueños, de tus vicios. Todos esos años sin espectador, vagando entre los nardos y la savia, las montañas y los pinos.
¿A quién reflejaban tus ojos mientras deambulabas? Ingenuas las flores bajo tu mirada, que resbalaba entre los troncos y las zarzas, sin solaz y sin desquicio.
No obstante tu ignorancia, la naturaleza nunca te dejó de deparar ese suplicio que, oculto en las mareas, dibujado sobre los ríos, ya colmaba tu alma cuando ni siquiera lo habías conocido.
¡Que así sea, personaje trágico y patético! Que a tu visaje no falte mar, ni a tus ambiciones espejo. Pues sólo hay una imagen más triste que la de quien no se ha dejado de observar, y es sin dudas la de quien no ha tenido la oportunidad de hacerlo.

***

Desesperado como Narciso sin reflejo.

***

“El ojo es capaz de verlo todo, menos a sí mismo” Esta máxima funciona perfectamente a la inversa cuando se trata de este personaje.

***

Quisiera acercarme a él, deshacer mis palmas sobre sus hombros marchitos, sugerir que mire las cosas desde una nueva perspectiva. Pero luego reflexiono brevemente y comprendo mi error, advierto que existen tantas perspectivas como individuos y que cada una de ellas corresponde a su dueño, a su origen. Mirar las cosas desde un nuevo ángulo es verlas como otro, y rehusar un reflejo por tan poco no sería digno de su nombre.
***
¿Cuál es la mirada que vale, la de Narciso, o la de su testigo reflejado en el agua? Podría concebir el hecho de no ser, pero jamás el hecho de ser sin ser atestiguado. Podría dejar de ver, mas nunca dejar de ser visto. Él no se fascina por la belleza de su reflejo, sino por la fascinación que se proyecta en aquel lienzo acuático, componiendo un adorador variopinto de luces undosas y vivas. En efecto: Narciso no ama su imagen, sino al espectador inagotable que ha encontrado en ella.

***

Un laberinto de espejos cóncavos: la pesadilla de sus sueños.

***

Un Narciso ciego, físicamente ciego, no alejado de su destino sino ante la imposibilidad material de encontrarlo, hubiese convertido la odisea de Dante en un carrusel y en una parodia el destino de Edipo.

***

¿Lo has visto? ¿Has observado a aquel que, opuesto a lo que suele ocurrir, convirtió a la naturaleza en su propio lienzo? Pues lo ha conseguido, y sus mares ha desbordado. Amándose hasta el extremo de lo insensato, procurándose una admiración que dejaría ahíta a las deidades, triunfó sobre el mundo dominando sus extremidades, imprimiéndole su fisionomía.

El agua, susceptible, fue la primera en servir a esa mirada penetrante que, adornando la marea con belleza semejante, no tardó en conquistar el cielo, reflejo gigantesco, oquedad infinita. Las montañas, amansadas por tamaño artificio, no cesaban de envidiar esa envoltura que, luminosa como la luz del sol entre las llanuras, resplandecía en todas las direcciones.

Los animales, las piedras; toda la fauna y toda la vegetación se unían al brillo de aquella manifestación, que se esparcía como una epidemia sublime. Así el universo conoció su unidad primordial que, representada por una belleza sin igual, daba que hablar entre los Dioses. Y fueron éstos los que, cansados de presumir, se dejaron seducir por el encanto del espíritu último, apuesto como ninguno, homenajeado por el eco de las cascadas, el brillo de las luciérnagas, el movimiento de los astros.

A esta altura incluso las estrellas portaban su rostro; los átomos se veían reflejados el uno en el otro y, en el medio de este alboroto, cada una de las cosas comenzó a proclamarse el primero de los Narcisos. Así comenzaron los conflictos en la naturaleza, que con el individuo alcanzó todo su potencial, no por su capacidad para razonar, sino por su vanidad a la hora de contemplarse.

La humanidad, multiplicación imperfecta e infinita, sigue buscando, a través de sus fragmentos, como domeñar las aguas, las montañas y los cielos. No obstante, aún no existe esplendor que iguale a ese brillo primordial, único por su belleza y por su singularidad, por el tamaño de sus conquistas… Pero mucho más por el de sus pasiones.

 ***

Si Narciso continuó con su observación perenne en la Estigia, si su ocupación en el averno era la misma que su oficio en la tierra, entonces ambos lugares son el mismo. No hubo muerte, ni transición; no existe cambio alguno para quien ha nacido portando su propio infierno.

***

Cabe sospechar que, más de una vez, invadido por la cólera y por la fatiga, Narciso haya extendido sus brazos sobre la superficie del río con el propósito alternativo de estrangular a su verdugo...
 No hay motivo para creer que haya existido alguien tan constante en lo que a las emociones respecta.

***

Narciso no se movió de aquel lugar porque, una vez descubierta su belleza (conocimiento falseado por su propia voluntad atribuyendo de inmediato esta cualidad a otro, para poder así admirarla con más calma), no quiso permitir que nadie más la contemplase, pues no había conocido a nadie remotamente digno de hacerlo.
 Deseaba su reflejo tan solo para él, y su anhelo se perpetuó de esta manera.

***

Si el famoso personaje hubiese podido besar y abrazar a su reflejo, como anhelaba; si, efectivamente, hubiese logrado convertirse en el “deseo” y en el “objeto deseado” al mismo tiempo, su condena y su sufrimiento hubiesen sido duplicados. La calamidad de no poder alcanzarse doblada y reflejada sobre sí misma.

***

Hay quienes dicen que, durante una noche fría, mientras el impávido río contenía la mirada de Narciso, éste se puso de pie, horrorizado, con mucha dificultad a raíz de lo poco acostumbrados que estaban sus músculos al movimiento, y retrocedió hasta chocar contra un árbol. Era el primer objeto con el que tenía contacto en mucho tiempo.

Afirman que desesperó al sospechar, sin desearlo, que esos árboles, esos pájaros; todos aquellos objetos a los que tiempo atrás les había dedicado atención, no eran reales, no contaban con una existencia particular y propia. Había advertido, de súbito, que la superficie del árbol, de cualquier árbol, era una prolongación de su abdomen, una extensión de su mano; que el ojo del ave era su ojo, un poco más eficiente, un poco más tosco, pero, en fin, el suyo propio.

Las alas eran su deseo de volar y su imaginación del vuelo, las ondulaciones del río su anhelo de expandirse y de devorar los terrenos. ¡No había un sol! ¡No había un lago! ¡Ni siquiera había un cielo! Su cuerpo lo engañaba sin cesar, habiéndolo mantenido prisionero. El mundo consistía en una patraña y, por lo tanto, también el valor de ese reflejo.
Fue en ese momento cuando, con muchas complicaciones, se acercó al río nuevamente y, con una serie menor de inconvenientes, se resignó, sin suspirar, a reanudar su oficio.

***

Narciso, luego de sus mejores años de fascinación, advierte aterrado que posee menos cualidades que reflejos, que su maravilloso esplendor reposa sobre una perspectiva y que si el mundo es, como piensa, un espejo esférico, nunca podrá limitarse a su sola imagen.

***

¡Nuestro héroe lo hizo! ¡Alcanzó su reflejo! Y, una vez que lo tuvo en su poder, advirtió de inmediato el poco entusiasmo que en verdad merecía; que las cosas buenas no lo son más que a la distancia, que valen más doscientos años de expectativa que doscientas realizaciones inmediatas.
Ahora, contra los designios que la naturaleza le había deparado, permanece boca arriba, suspirando, tranquilo de ver el objeto de sus deseos reflejado a lo lejos, muy seguro de no volver a equivocarse.


































miércoles, 20 de febrero de 2019

Roxana Páez -Mi naranja sanguínea

Roxana Páez, La Plata, 15 de abril 1962


Mi naranja sanguínea

Debí trepar la verja
y saltar.
Magnifique,
dijo un vecino que me prestó
el hombro como punto de apoyo.

Salí con cualquier pretexto
para dar una vuelta por el barrio,
crucé la calle de la Presentación
y vos al fin te desvestías.
Después atravesé la Julio Verne
y vi al fondo los reflejos verdes
sobre los vidrios abombados
que reflejaban el sol de la tarde,
la proximidad de mi casa,
lo fantástico.

Llevaba en mi bolso frutillas,
tomates diminutos imitándolas y
naranjas sanguíneas.
El día era perfecto.

África por la mañana,
casi China, pero estamos en Francia.
Junto a la sinagoga, el tunecino
ponía las mesas en la vereda.

La gente sin trabajo
ya tomaba
sol en las terrazas.

Les pegaban los rayos.
La resiliencia parece una red
tejida con esos hilos que van fijando
la vitamina D
que une los espacios en microscópicas
redecillas aún para que no te caigas ni para
afuera ni para adentro
y seas capaz de saltar.
Como un gato,
con tu estructura de calcio.

Salté para ver justo delante la pareja
salida de una película de los años sesenta, ella
con ray-ban y un pañuelo beige en la cabeza.

Perpendiculares
les salen al paso tres mujeres con el mismo acento
y pelucas de plástico que cubren el pelo verdadero,
en lugar de velos. Eso vi.

lunes, 18 de febrero de 2019

José Villa -El dragón

José Villa, Martín Coronado, pcia de Bs As, 21 de enero 1966


El dragón

Si acaricio al dragón, paso la mano
por su cabeza chata, los translúcidos ojos
del príncipe me miran,
y saca su plácida lengua rojo fuego,
me creo que no hay dragón, caída u otro lugar,
que es un aeroplano aplastado sobre mi
pensamiento, un juego de descartes
y cadenas de similitud, que por similitud
llegan al pie de un molino;
resultado del dragón, parte de todos los existentes.
Su mirada producto me deja ver del pintor
que tramó su pelo y su eje...,
y en que a lo mejor estamos
desde un carácter conectado con mi cuerpo,
a lo menos... es una
encarnación por caso de proximidad

sábado, 16 de febrero de 2019

Ana María Chouhy Aguirre -Poema de la adolescencia

 Ana María Chouhy Aguirre, pcia de Bs As, 15 de febrero 1918 - 28 de abril 1945


Poema de la adolescencia

¡AH! corazón del hombre lacerado de tristeza
desde hace siglos ya y junto al mar desconocido
y con sólo una voz entre los vientos que descienden
bajo las hojas tiernas, verdecidas del estío.
Está todo naciendo de la muerte, solo y nuevo
desde los huecos grises tras mis párpados cerrados
como la luna fría y descarnada que aparece
y los pétalos quietos de la rosa deshojados.
Y los barcos de humo navegaron en las olas
de un mar celeste y puro sobre las ramas de pinares
por donde va la infancia de los sueños que se alejan
hacia los altos muros de dolor interminables.
Luego sentí corrientes derramadas que venían
hasta toda mi sangre por mi alma y mi ternura
para que amara y viera las cosas que están creadas
con un llanto inicial desde la flor a raíz oscura.
Era la juventud que me envolvía como un río
yo dije: -¡qué bonita está la rama del manzano!-
y se asomó la hierba rumorosa hasta la tierra
y se voló la brisa amanecida del verano.
Era el vuelo de pájaros que están locos y libres
girando, ay, por las nubes calladas y los cielos
sobre la tierra sin herida y sobre las colinas
y junto a las ciudades de los hombres prisioneros.
Y la voz de las aguas extendida por los valles
y los árboles viejos con sus brazos florecidos
temblando en el ocaso con dulzura infinita
sobre los campos largos, silenciosos y dormidos.
Eso lo resguardé bajo el asombro de mis ojos
hasta la tarde clara y misteriosa que vendría
a traerme el destino tan triste que me dieron
y que ya ciegamente por mis venas descendía.
Como si no estuviera todo gris, envejecido,
y ardiera una vez más desde mi mano apasionada,
porque era el mundo mío que se alzaba bajo el cielo
y yo estaba sonriendo ante la luz, enamorada.


jueves, 14 de febrero de 2019

Fernando del Paso -Ella y yo hacíamos el amor

Fernando del Paso, México, 1 de abril 1935 – México, 14 de noviembre 2018


Ella y yo hacíamos el amor

Ella y yo hacíamos el amor diariamente.
En otras palabras,
los lunes, martes y los miércoles
hacíamos el amor invariablemente…
Los jueves, los viernes y los sábados,
hacíamos el amor igualmente…
Por último los domingos
hacíamos el amor religiosamente.
Hacíamos el amor compulsivamente.
Lo hacíamos deliberadamente.
Lo hacíamos espontáneamente.

Hacíamos el amor por compatibilidad de caracteres,
por favor, por supuesto, por teléfono,
de primera intención y en última instancia,
por no dejar y por si acaso,
como primera medida y como último recurso.

Hicimos el amor por ósmosis y por simbiosis:
y a eso le llamábamos hacer el amor científicamente.
Pero también hicimos el amor yo a ella y ella a mí:
es decir, recíprocamente.

Y cuando ella se quedaba a la mitad de un orgasmo
y yo, con el miembro convertido en un músculo fláccido no podía llenarla,
entonces hacíamos el amor lastimosamente.
Lo cual no tiene nada que ver con las veces en que yo me
imaginaba que no iba a poder, y no podía,
y ella pensaba que no iba a sentir, y no sentía,
o bien estábamos tan cansados y tan preocupados que ninguno de
los dos alcanzaba el orgasmo.

Decíamos entonces que habíamos hecho el amor aproximadamente.

Muchas veces hicimos el amor contra natura,
a favor de natura,
ignorando a natura.

O de noche con la luz encendida,
o de día con los ojos cerrados.
O con el cuerpo limpio y la conciencia sucia.
O viceversa.

Contentos, felices, dolientes, amargados.
Con remordimiento y sin sentido.
Con sueño y con frió.
Y cuando estábamos conscientes de lo absurdo de la vida,
y de que un día nos olvidaríamos el uno del otro,
entonces hacíamos el amor inútilmente.

Para envidia de nuestros amigos y enemigos,
hacíamos el amor ilimitadamente, magistralmente, legendariamente.
Para honra de nuestros padres, hacíamos el amor moralmente.
Para escándalo de la sociedad, hacíamos el amor ilegalmente.
Para alegría de los psiquiatras, hacíamos el amor sintomaticamente.

Hacíamos el amor físicamente,
de pie y cantando,
de rodillas y rezando,
acostados y soñando.

Y sobre todo,
y por la simple razón
de que yo la quería así y ella también...

hacíamos el amor… voluntariamente.

martes, 12 de febrero de 2019

Emma Barrandeguy -El cuerpo

Emma Barrandeguy, Gualeguay, 8 de marzo 1914 - 19 de diciembre 2006


El cuerpo

¿Por qué no es posible el amor?,
me preguntas.
Somos viejos, respondo.
Y que pases tu mano
por mi pierna,
me da cierta vergüenza.
Tontería, dice el amigo
y cediendo
me tiendo a su lado como cuando era joven
y lo ignoraba.
Pienso en todos los viejos
que desde un banco al sol
miran transcurrir las muchachas.
En mi padre y sus esquelas victorianas
a las niñas de los mandados.
Pienso en mi madre pulcra
cubriendo sus desnudos en un último gesto.
Pienso que los viejos son como todos
y apetecen sin pausa
si no han sido saciados.
El cuerpo gira ante sus ojos
con el gusto de lo prohibido,
como siempre.
Se los instala en la sabiduría
y no la tienen;
codician como jóvenes,
tienen pequeñas ternuras
como mi amigo,
tienen lascivas preferencias
que no les cuentan a los otros,
tienen derecho al amor
aun a costa del ridículo.
Y si pasan tomados de la mano
o se encierran en su mundo
con las persianas bajas,
tendríamos que mirarlos sin asombro
como a lentos vagabundos
o discretos amantes que renuevan caricias.


domingo, 10 de febrero de 2019

Luis Rogelio Nogueras -El Eternoretornógrafo

Luis Rogelio Nogueras, Cuba, 17 de noviembre 1944 - Cuba, 6 de junio 1985


El Eternoretornógrafo    

El joven poeta murmuró cerrando el libro
de Apollinaire:
“Este sí es un poeta...”
Y Apollinaire, el soldado polaco Wilhelm
Apollinaris de Kostrowitzky,
enterrado hasta la cintura en el fango de la trinchera
cerca de Lyon,
mirando la noche estrellada del 4 de agosto
de 1914,
la tierra seca, florecida de estacas y alambre de púas,
sembrada de minas esa noche de 1914,
mirando las bengalas azules, rojas, verdes
en el cielo envenenado por los gases
apretó el húmedo librito de Rimbaud mientras
sobre su cabeza pasaban silbando los obuses.
Y Rimbaud, haciendo sus maletas en Charleville,
echó junto a su ropa los versos de Villon.
Y Villon, el doce veces condenado, el apócrifo,
el inédito, pensó ante el patíbulo en las tres
cosas que más había amado: su mujer Christine, su leyenda,
la de él, la de Villon,
y el borroso recuerdo de unos versos
que hablaban de la noche del 711 en que Taric se apoderó
de Gibraltar.
Y el sombrío poeta árabe que escribió aquellos versos
la noche del 711 apoyándose
en la cimitarra
imitaba los versos que su abuelo le leía
en la lejana Argel;
y el abuelo de Argel había leído a Imru-ul-Qais,
al que Mahoma consideraba el primer
gran poeta árabe;
lo había leído una interminable
jornada en el desierto de Sahara (más húmedo ahora que entonces)
en la lenta marcha de los camellos y las teas
encendidas.
Y es probable que Imru-ul-Qais escribiera
en la lengua de Alá imitaciones de Horacio.
Y Horacio admiraba a Virgilio,
y Virgilio aprendió en Homero,
y Homero, el ciego, repetía en hexámetros los extraños poemas
que se susurraban al oído
los amantes en las estrechas calles de Babilonia
y Susa,
y en Babilonia y Susa
los poetas imitaban los versos de los hititas de Bog Haz Keui
y de la capital egipcia de Tell El Amarna,
y los poetas del 4000 a.n.e.
imitaban a los poetas del 5000 a.n.e.
hasta que el hombre de Pekín, en la húmeda caverna
de Chou-Tien
viendo arder lentamente sobre las brasas el anca
de un venado,
gruñó los versos que le dictaba desde el futuro
un joven poeta que murmuraba cerrando un libro
de Apollinaire.

viernes, 8 de febrero de 2019

Jacques Roumain -Madera de Ébano

Jacques Roumain, Puerto Príncipe, 4 de junio 1907 – Haití, 18 de agosto 1944 
Traducción  Lucrecia Arcos  


Madera de Ébano

Si el verano es lluvioso y taciturno
si el cielo cubre el estanque con un párpado de nube
si la palma de desanuda en jirones
si los árboles son de orgullo y negros en el viento y la bruma
si el viento abate sobre la sabana un pedazo de canto fúnebre
si la sombra se posa sobre el fuego extinto del hogar
si un velamen de alas salvajes lleva la isla hacia los naufragios
si el crepúsculo ahoga el vuelo desgarrado de un último pañuelo
y si el grito hiere al pájaro
tú partirás

abandonando tu pueblo
su laguna y sus uveros amargos
la huella de tus pasos en sus arenas
el reflejo de un sueño al fondo de un pozo
y la vieja torre atada a la vuelta del camino
como un perro fiel al extremo de su correa
y que ladra en la noche
un llamado roto en los pastizales…

Negro mercader de revuelta
conoces los caminos del mundo
desde que fuiste vendido en Guinea
una luz vacilante te llama
una piragua lívida
encallada en el hollín de un cielo de suburbios

Chimeneas de fábricas
palmeras decapitadas con follaje de humo
liberan una firma vehemente

La sirena abre sus válvulas
de las prensas de fundición brota un vino de odio
un oleaje de hombros la espuma de los gritos
y se propaga en los callejones
y fermenta en silencio
en los tugurios cubas de motines

He aquí para tu voz un eco de carne y de sangre
negro mensajero de esperanza
porque tú conoces todos los cantos del mundo
desde aquellos de los senderos inmemoriales del Nilo

Te acuerdas de cada palabra el peso de las piedras de Egipto
y el arrebato de tu miseria levantó las columnas de los templos
como un sollozo de savia el tallo de los juncos

Cortejo titubeante ebrio de espejismos
en la pista caravanas de esclavos levantan
delgadas ramas de sombras encadenadas de sol
brazos implorantes a nuestros dioses

Mandinga Arada Bambara Ibo
gimiendo un canto que los cepos estrangulan
(y cuando llegamos a la costa
Mandinga Bambara Ibo
cuando llegamos a la costa
Bambara Ibo
no quedaba de nosotros
Bambara Ibo
más que un puñado de granos dispersos
en la mano del sembrador de la muerte)

Este mismo canto retomado hoy en el Congo
pero ¿cuándo, pues, oh pueblo mío,
con inviernos en llamas dispersando una tormenta
de pájaros de ceniza
reconoceré la rebelión de tus manos?

Y que escuché en las Antillas
este canto de negras
quién te enseñó negra este canto de inmensa
pena negra de las islas negra de las plantaciones
esta queja desolada

Como en la caracola el soplo oprimido de los mares

Pero sé también de un silencio
un silencio de veinticinco mil cadáveres negros
de veinticinco mil travesaños de Madera de Ébano

Sobre los rieles del Congo-Océano
pero yo sé
de sudarios de silencio en las ramas de los cipreses
de pétalos de negros coágulos en las zarzas
de ese bosque donde fue linchado mi hermano de Georgia
y pastor de Abisinia

Qué espanto te hizo pastor de Abisinia
y máscara de silencio mineral
qué rocío infame de tus ovejas un rebaño de mármol
en los pastorales de la muerte

No no hay ni canga ni hiedra para ahorcarlo
ni cárcel ni tumba para encerrarlo
ni elocuencia para disfrazarlo con bisutería de la mentira

el silencio

más desgarrador que un simún de azagayas
más rugiente que un ciclón de fieras
y que aúlla
se levanta
pide
venganza y castigo
maremoto de pus y lava
sobre la felonía del mundo
y el tímpano del cielo reventado bajo el puño
de la justicia

África he guardado tu memoria África
estás en mí

Como la astilla en la herida
como un fetiche tutelar al centro del pueblo
haz de mí la piedra de tu honda
de mi boca los labios de tu pena
de mis rodillas las columnas rotas de tu deshonra…

SIN EMBARGO
no quiero ser sino de su raza
obreros campesinos de todos los países
lo que nos separa
los climas la extensión el espacio
los mares
un poco de espuma de veleros en una cubeta de índigo
una lavada de nubes secándose en el horizonte
aquí paja un marisma impuro
allá estepas podadas con tijeras del hielo
de las montañas
la fantasía de una pradera arrullada por álamos
el collar de un río en la garganta de una colina
el pulso de las fábricas martillando la fiebre de los veranos
otras playas otras selvas
la asamblea de las montañas
habitada por el elevado pensamiento de los gavilanes
otros pueblos

¿Es todo esto clima extensión espacio
lo que crea el clan la tribu la nación
la piel la raza y los dioses
nuestra inexorable diferencia?

Y la mina
y la fábrica
las cosechas arrancadas a nuestra hambre
nuestra común indignidad
nuestra servidumbre invariable bajo todos los cielos?

Minero de Asturias minero negro de Johannesburgo
metalúrgico de Krupp duro campesino de Castilla viñador
de Sicilia paria de las Indias
(franqueo tu umbral – réprobo
tomo tu mano en mi mano – intocable)
guardia rojo de la China soviética obrero alemán de la
prisión de Moabit indio de las Américas

Reconstruiremos
Copán
Palenque
y los Tiahuanacos socialistas

Obrero blanco de Detroit peón negro de Alabama
pueblo innumerable de las galeras capitalistas
el destino nos alza hombro con hombro
y renegando el antiguo maleficio de los tabúes de sangre
hollamos los escombros de nuestras soledades

Si el torrente es frontera
arrancaremos al arroyo su abundante
cabellera
si la sierra es frontera
romperemos la mandíbula de los volcanes
afirmando las cordilleras
y la llanura será explanada de aurora
donde unir nuestras fuerzas divididas
por la astucia de nuestros amos

Como la contradicción de los rasgos
se resuelve en la armonía del rostro
proclamamos la unidad del sufrimiento
y de la rebelión
de todos los pueblos en la superficie de la tierra

y agitamos el mortero de los tiempos fraternales
en el polvo de los ídolos.


miércoles, 6 de febrero de 2019

Boris Vian -No quisiera morir

Boris Vian, Francia, 10 de marzo 1920 – París, 23 de junio 1959
Traducción Juan Antonio Tello


No quisiera morir

No quisiera morir
sin haber conocido
los perros negros de México
que duermen sin soñar
los monos de culo pelado
devoradores de trópicos
las arañas de plata
en el nido trufado de burbujas
no quisiera morir
sin saber si la luna
con su falso aire de moneda
tiene un lado puntiagudo
si el sol está frío
si las cuatro estaciones
no son en realidad más que cuatro
sin haber intentado
llevar un vestido
en los grandes bulevares
sin haber mirado
en una alcantarilla
sin haber puesto el sexo
en rincones extraños
no quisiera acabar
sin conocer la lepra
o las siete enfermedades
que se atrapan allí
el bueno como el malo
no me darían pena
si yo supiera
que lo iba a estrenar
y está también
todo lo que conozco
todo lo que aprecio
que sé que me gusta
el fondo verde del mar
donde danzan las brizas de algas
en la arena ondulada
la hierba tostada de junio
la tierra que se agrieta
el olor de las coníferas
y los besos de la
que si tal que si cual
la bella que está ahí
mi osezno, Úrsula
no quisiera morir
antes de haber gastado
su boca con mi boca
su cuerpo con mis manos
el resto con mis ojos
ya no digo más es mejor
no ser irreverente
no quisiera morir
sin que hayan inventado
las rosas eternas
la jornada de dos horas
el mar en la montaña
la montaña en el mar
el fin del dolor
los diarios en color
la alegría de los niños
y tantas cosas más
que duermen en los cráneos
de geniales ingenieros
de jardineros joviales
de inquietos socialistas
de urbanos urbanistas
y de pensativos pensadores
tantas cosas que ver
que ver y que oír
tanto tiempo esperando
buscando en la oscuridad

Y ya veo el final
que bulle y que se acerca
con su cara horrorosa
y que me abre sus brazos
de rana patituerta

No quisiera morir
no señor no señora
antes de haber palpado
el sabor que me atormenta
el sabor que es más fuerte
no quisiera morir
antes de haber probado
el sabor de la muerte…

lunes, 4 de febrero de 2019

María Adela Agudo -A un joven

María Adela Agudo, La Banda, 13 de febrero 1912 – Tucumán, 27 de enero 1952


A un joven

Han pasado siete años.
Tú eres rubio y con risa de plata,
con un extraño impulso de altura que me dejaba sola,
con un enorme hecho de presentimiento.
Ah nombre que me llenó de dicha.

Después partimos alborozados a la vida
henchidos de ignorancia, sin fatalidad,
con libros y frutas por ciudades en vigilia,
acompañados de ciegas, de alocadas criaturas tan
desprevenidas como nosotros.

¿Tú viste acaso playas de asombro, sirenas fluviales, barcos?
¿Qué mujer te esperaba esfinge o graciosa, qué escultura?
Yo vi las montañas, eran increíbles con jinetes de mujeres
de silencio.

Corté penachos de agua en los manantiales,
lavé guijas para asir su rosada luz;
pero el perfil de las cimas me recordaba tu alejado corazón.
Qué breve es el bullicio
la sonrisa que llena el ditirambo.

Quién te esperaba como a tus versos locos
niño, exaltado adolescente, fugándose,
o tú, casi amor, sencillo, tonto, sin comprendernos.
Ah, qué bermejos luceros brillaban en tus labios,
cómo están llenos de lumbre y de júbilo tus brazos.

Eran más tuyas las palmas, más te embelesaba la aurora.
Las preguntas cantaban mejor que los besos,
la marcha, la carrera, la música, la fraternidad.
Qué querían tus discursos y deportes
que no tenían nada del temblor de la tertulia,
de las tiernas pestañas olvidadas.
No obstante, tu corazón qué espléndido con rumor de
ceibo, con claves de candor.
Yo lo oigo palpitar en la empresa entre plazas y caminos
aún en el renacer cuando se da sin miedo palabra y
juventud,
cuando se ama la rara muerte.
Arrojar la saeta a un pájaro y no matarlo premeditadamente,
chapotear el agua con caprichos y reflejos,
pies desnudos de piedra que se detiene.
Por qué tener unos años más que tú
para qué tanta mujer que me dejaba solitaria
con el niño eterno que jugaba en ti.
¡Joven, goloso de guindas, de asombro, de infinito,
nada más, ah, me duele tanto!

Para qué ser coqueta, por qué la apostura de mis tobillos.
Ay, desconocido y sin embargo Dios te destinaba para
nosotras
o en tu nombre había un temblor inmenso,
un arresto de semidiós, adivinaciones de titán
y algo más, cerca de un imposible, de un acaso revelable
ilusiones de ruiseñor, fantásticas escalas de porvenir.
Te sentías sufrido, fabuloso con los héroes, plantado en los
vergeles del mundo, en la llanura del espacio,
en una ausencia inefable porque las lianas no llegaban a tus
ojos de recato celeste;
eran las maravillas como lianas edénicas que aún no
llegaban a lo alto de cedro.

Retorna a mi eternidad, a mi nudo con el cielo,
yo no soy como tú,
vuelve a mi soledad, donde estamos ataviadas de distancias
seductoras de tu última risa.
Porque yo no tengo aún hijos de sangre
y tú eres para mí un hijo hermoso y el niño y el hombre,
para mí la niña, la madre viva.

Hoy vuelvo a verte rubio como los girasoles
brillando!, tenue y rudo.
Ya no te recuerdo, creo que no has crecido
que eres sólo un efebo sin tiempo.
Mira pasar las mujeres que se transforman,
habla con las vírgenes que atisban el hogar de las rosas,
no oyes venir la memoria, no amas aún la muerte.

Una vez levantaste una muchacha a través del riacho,
otra, te ocultaste en un risco
y luego vimos la sorprendente adolescencia
que quise desnudar tu torso para admirar los músculos
donde aromas y trinos hubiese resbalado.

Qué arrogante la ascensión de tus promesas,
qué deleitoso el tránsito de tus sueños.
Ya te siento llegar hasta el pie de los ángeles
con ojeras, como la sombra del sicomoro,
con heridas antorchas.

sábado, 2 de febrero de 2019

Gastón Baquero -Palabras escritas en la arena por un inocente

Gastón Baquero, Cuba, 4 de mayo 1914 – Madrid, 15 de mayo 1997


Palabras escritas en la arena por un inocente

I

Yo no sé escribir y soy un inocente.
Nunca he sabido para qué sirve la escritura y soy un inocente.
No sé escribir, mi alma no sabe otra cosa que estar viva.
Va y viene entre los hombres respirando y existiendo.
Voy y vengo entre los hombres y represento seriamente el papel que ellos quieren:
Ignorante, orador, astrónomo, jardinero.
E ignoran que en verdad soy solamente un niño.
Un fragmento de polvo llevado y traído hacia la tierra por el peso de su corazón.
El niño olvidado por su padre en el parque.
De quien ignoran que ríe con todo su corazón, pero jamás con los ojos.
Mis ojos piensan y hablan y andan por su cuenta.
Pero yo represento seriamente mi papel y digo:
Buenos días, doctor, el mundo está a sus órdenes, la medida exacta de la tierra
es hoy de seis pies y una pulgada, ¿no es ésta la medida exacta de su cuerpo?
Pero el doctor me dice:
Yo no me llamo Protágoras, pero me llamo Anselmo.
Y usted es un inocente, un idiota inofensivo y útil.
Un niño que ignora totalmente el arte de escribir.
Vuelva a dormirse.

II

Yo soy un inocente y he venido a la orilla del mar,
Del sueño, al sueño, a la verdad, vacío, navegando el sueño.
Un inocente, apenas, inocente de ser inocente, despertando inocente.
Yo no sé escribir, no tengo nociones de lengua persa.
¿Y quién que no sepa el persa puede saber nada?
Sí, señor, flor, amor, puede acaso que sepa historia de la antigüedad.
En la antigüedad está erguido Julio César con Cleopatra en los brazos.
Y César está en los brazos de Alejandro.
Y Alejandro está en los brazos de Aristóteles.
Y Aristóteles está en los brazos de Filipo.
Y Filipo está en los brazos de Ciro.
Y Ciro está en los brazos de Darío.
Y Darío está en los brazos del Helesponto.
Y el Helesponto está en los brazos del Nilo.
Y el Nilo está en la cuna del inocente David.
Y David sonríe y canta en los brazos de las hijas del Rey.
Yo soy un inocente, ciego, de nube en nube, de sombra a sombra levantado.
Veo debajo del cabello a una mujer y debajo de la mujer a una rosa y debajo de la rosa a un insecto.
Voy de alucinación en alucinación como llevado por los pies del tiempo.
Asomado a un espejo está Absalom desnudo y me adelanto a estrecharle la mano.
Estoy muerto en este balcón desde hace cinco minutos lleno de dardos.
Estoy cercado de piedras colgado de un árbol oyendo a David.
Hijo mío Absalom, hijo mío, hijo mío Absalom!
Nunca comprendo nada y ahora comprendo menos que nunca.
Pero tengo la arena del mar, sueño, para escribir el sueño de los dedos.
Y soy tan sólo el niño olvidado inocente durmiéndose en la arena.

III

«Yo soy el más feliz de los infelices».
El que lleva puesto sombrero y nadie lo ve.
El que pronuncia el nombre de Dios y la gente oye:
Vamos al campo a comer golosinas con las aves del campo.
Y vamos al campo aves afuera a burlarnos del tiempo con la más bella bufonada.
Pintando en la arena del campo orillas de un mar dentro del bosque.
Incorporando las biografías de hombres submarinos renacidos en árboles.
Atahlía interrumpe todo esfuerzo gritando hacia los cielos traición, traición!
Nos encogemos de hombros y hablamos con los delfines sobre este grave asunto.
Contestan que se limitan a ser navíos inesperados y tálamos de ruiseñores.
Que lo dejen vivir en todo el mar y en todo el bosque.
Escalando los delfines los árboles y las anémonas.
Comprendo y sigo garabateando en la arena.
Como un niño inocente que hace lo que le dictan desde el cielo.

IV

Bajo la costa atlántica.
A todo lo largo de la costa atlántica escribo con el sueño índice:
Yo no sé.
Llega el sueño del mar, el niño duerme garabateando en la arena,
escucha, tú velarás, tu estarás, tú serás!
«Sí, es Agamenón, es tu rey quien te despierta,
Reconoces la voz que golpea en tus oídos».
¿Por qué vas a despertarle rey de las medusas?
¿Qué vigilas cuando todos duermen y no estás oyendo?
Las cúpulas despiertas. Las interminables escaleras de la memoria.
Oye lo que canta la profunda medianoche:
Reflexiona y tírate en el río.
De la mano del rey tírate en el río.
Nada como un amigo para ser destruido.
Prepárate a morir. Invoca al mar. Mírame partir.
Yo soy tu amigo.
No! Si yo soy tan sólo un niño inocente.
Uno a quien han disfrazado de persona impura.
Uno que ha crecido de súbito a espaldas de su madre.
Pero nada comprendo ni sé, me muevo y hablo
Porque los otros vienen a buscarme, sólo quisiera
Saber con certidumbre lo que pasó en Egipto
Cuando surgió la Esfinge de la arena.
De esta arena en que escribo como un niño
Epitafios, responsos, los nombres más prohibidos.
Escribiendo su nombre y borrándolo luego,
Para que nadie lea, y los peces prosigan inocentes.
Y los niños corran por las playas sin conocer el nombre que me muere.

V

«Qué soy después de todo sino un niño,
Complacido con el sonido de mi propio nombre,
Repitiéndolo sin cesar,
Apartándome de los otros para oírlo,
Sin que me canse nunca?».
Escribo en la arena la palabra horizonte
Y unas mujeres altas vienen a reposar en ella.
Dialogan sonrientes y se esfuman tranquilas.
Yo no puedo seguirlas, el sueño me detiene, ellas van por mis brazos
Buscando el camino tormentoso de mi corazón.
El horizonte guarda los amigos perdidos, las naves naufragadas,
Las puertas de ciudades que existieron cuando existió David.
Yo no comprendo nada, yo soy un inocente.
Pero los dejo irse temblando por el camino de los brazos,
Sangre adentro, centellas silenciosas,
Ahora los escucho platicar por las venas,
Fieles, suntuosamente humildes, vencidos de antemano.
Hablan de las antiguas ciudades, hablan de mujeres esfumadas, gritan y corren apresurados.
Esta mano de un rey me pertenece.
Esta Iglesia es mi casa. Son mis ojos
Quienes la hacen alta y luminosa. Aquel torso
Que sirve de refugio a un bien amado pueblo de palomas
Escapado ha de mí. Han escrito una letra de mi nombre
En las tibias espaldas de aquel árbol. ¿Quién es esta mujer?
La oigo mis verdades. Ella conoce el preciado alimento.
Va inscribiendo mi nombre sobre sepulcros olvidados.
Ella conoce la destreza de amor con que se yergue
Dentro de mí un cuerpo esplendoroso. Ella vive por mí.
¿Cómo responde cuando soy llamado? ¿Cómo alcanza
A su terrible boca el alimento que deparado fuera a mis entrañas?
Ahora comprendo que su cuerpo es el mío.
Yo no termino en mí, en mí comienzo.
También ella soy yo, también se extiende,
Oh muerte, oh muerte, mujer, alma encontrada,
¿Qué vigilas cuando todos duermen?
Oh muerte, feliz inicio, campo de batalla,
Donde las almas solas, puras almas, ya no se mueren nunca,
También se extiende hacia su extraña playa de deseos
Esta frente que en mí es destruida por ardientes deseos de otra frente.
Bajo este murmullo de guerreros por dentro de las venas
Pienso en los tristes rostros de los niños.
Pienso en sus conversaciones infantiles y en que van a morirse.
Y pienso en la injusticia de que no sean niños eternamente.
Y una voz me contesta:
Eres el más inocente de los inocentes.
Apresúrate a morir. Apresúrate a existir. Mañana sabrás todo.
A su oído infantil, a su inercia, a su ensueño,
Bufón, rojo anciano, sabio dominante, le dirás la verdad
Diciendo tus verdades, bufón, anciano dominante, sabio de Dios, alerta.
Mañana sabrás todo. Mañana. Duerme, niño inocente, duerme hasta mañana.
Le mostrarás el polvoriento camino de la muerte, anciano dominante,
Bufón de Dios, poeta.
To-morrow, and to-morrow, and to-morrow,
Creeps in this petty pace from day to day,
To the lasta syllable of recorded time;
And all our yesterdays have lighted fools
The way to dusty death: Out, out, brief candle!
Bufón de Dios, arrójate a las llamas, que el tiempo es el maestro de la muerte.
Y tú no estás, ya nadie te recuerda el cuerpo ni la sombra.
Hoy eres el bufón, que se levanta y ríe, padre de sus ficciones, sabio dominado.
Levántate sobre la última sílaba del tiempo que recordamos, levántate, terrible
y seguro, imponiendo tu sombra a la luz de la vida.
Life’s but a walking shadow, a poor player
That struts and frets his hour upon the stage,
And then is heard no more; it is a tale
Told by an idiot, full of sound and fury,
Signifying nothing.
Mañana sabrás todo.
Vuelve a dormirte.
La vida no es sino una sombra errante,
Un pobre actor que se pavonea y malgasta su hora sobre la escena,
Y al que luego no se le escucha más, la vida es

VI

Un cuento narrado por un idiota, un cuento lleno de sonido y de furia,
Significando nada.
Vuelve a dormirte.
Estoy soñando en la arena las palabras que garabateo en la arena con el sueño
índice:
Amplísimo-amor-de-inencontrable-ninfa-caritativo-muslo-de-sirena.
Éstas son las playas de Burma, con los minaretes de Burma, y las selvas de
Burma.
El marabú, la flor, el heliógrafo del corazón. Los dragones andando de puntillas porque duerme San Jorge.
Soñar y dormir en el sueño de muerte los sueños de la muerte.
Danos tiempo para eso. Danos tiempo. Tú eres quien sueña solamente.
«No. Yo no sueño la vida,
Es la vida la que sueña a mí,
y si el sueño me olvida,
he de olvidarme al cabo que viví».

VII

Andan caminando por las seis de la mañana.
¿Querría usted hacer un poco de silencio?
La tierra se encuentra cansada de existir.
Día tras día moliendo esterilmente con su eje.
Día tras día oyendo a los dioses burlarse de los hombres.
Usted no sabe escucharla, ella rueda y gime.
Usted cree que escucha las campanas y es la tierra quien gime.
Recoja sus manos de inocente sobre la playa.
No escriba. No exista. No piense.
Ame usted si lo desea, ¿a quién le importa nada?
No es a usted a quien aman, compréndalo, renuncie gentilmente.
Piense en las estrellas e invéntese algunas constelaciones.
Hable de todo cuanto quiera pero no diga su nombre verdadero.
No se palpe usted el fantasma que lleva debajo de la piel.
No responda ante el nombre de un sepulcro. Niéguese a morir. Desista. Reconcilie.
No hable de la muerte, no hable del cuerpo, no hable de la belleza.
Para que los barcos anden,
«Para que las piedras puedan moverse y hablar los árboles».
Para corroborar la costumbre un poco antigua de morirse,
Remonten suavemente las amazonas el blanco río de sus cabellos.

VIII

«Yo soy el mentiroso que siempre dice su verdad».
Quien no puede desmentirse ni ser otra cosa que inocente.
Yo soy un niño que recibe por sus ojos la verdad de su inocencia.
Un navegante ciego en busca de su morada, que tropieza en las rocas vivientes del cuerpo
humano, que va y viene hacia la tierra bajo el peso agobiante de su pequeño corazón,
Quien padece su cuerpo como una herejía, y sabe que lo ignora.
Quien suplica un poco más de tiempo para olvidarse.
La mano de su Padre recogiéndolo piadosa en medio del parque.
Sonriendo, sollozando, mintiendo, proclamando su nombre sordamente.
Bufón de Dios, vestido de pecado, sonriendo, gritando bajo la piel, por su fantasma venidero.
Amor hacia las más bellas torres de la tierra.
Amor hacia los cuerpos que son como resplandecientes afirmaciones.
Amor, ciegamente, amor, y la muerte velando y sonriendo en el balcón de los cuerpos más hermosos.
Las manos afirmando y el corazón negando.
Vuelve, vuelve a soñar, inventa las precisas realidades.
Aduéñate del corazón que te desdeña bajo los cielos de Burma.
Sueña donde desees lo que desees. No aceptes. No renuncies. Reconcilia.
Navega majestuoso el corazón que te desdeña.
Sueña e inventa tus dulces imprecisas realidades, escribe su nombre en las
arenas, entrégalo al mar, viaja con él, silente navío desterrado.
Inventa tus precisas realidades y borra su nombre en las arenas.
Mintiendo por mis ojos la dura verdad de mi inocencia.

IX

Estamos en Ceylán a la sombra crujiente de los arrozales.
Hablamos invisiblemente la Emperatriz Faustina,
Juliano el Apóstata y yo.
Niño, dijeron, qué haces tan temprano en Ceylán,
Qué haces en Ceylán si no has muerto todavía.
Y aquí estamos para discutir las palabras del Patriarca Cirilo,
Y hablaremos hebreo, y tú no sabes hebreo?
El emperador Constantino sorbe ensimismado sus refrescos de fresa.
Y oye los vagidos victoriosos del niño occidente.
Desde Alejandría le llegan sueños y entrañas de aves tenebrosas como la herejía.
Pasan Paulino de Tiro y Petrófilo de Shitópolis.
Pasan Narciso de Neronias, Teodoto de Laodicea, el Patriarca Atanasio.
Y el Emperador Constantino acaricia los hombros de un faisán.
Escucha embelesado la ascensión de Occidente.
Y monta un caballo blanquísimo buscando a Arlés.
El primero de Agosto del año trescientos catorce de Cristo.
Sale el Emperador Constantino en busca de Arlés.
Lleva las bendiciones imperiales debajo de su toga,
Y el incienso y el agua en el filo de su espada.
Faustina me prestaba su copa de papel
Y yo bebía del vino que toman los muertos a la hora de dormir.
Pero no conseguían embriagarme
Y de cada palabra que decían sacaba una enseñanza.
El pez vencerá al Arquitecto,
Los hijos son consubstanciales con el padre.
Si descubren un nuevo planeta, habrá conflagraciones, y renunciará a existir el Sínodo de Antioquía.
Y de todo salía una enseñanza.
Estamos en Ceylán a la sombra de los crujientes arrozales.
Mujeres doradas danzan al compás de sus amatistas.
Niños grabados en la flor de amapola danzan briznas de opio.
Y en todo el paraninfo de Ceylán las figuras del sueño testifican:
¿Quién es ese niño que nos escribe en palabra en la arena?
¿Qué sabe él quién lo desata y lanza?
Me prestaba su copa de papel.
El patriarca hablaba desde su estatua de mármol, con su barba natural y voz de adolescente:
Preparaos a morir. La hora está aquí. Vengan.
Continuaba bebiendo el vino de los muertos y fingía dormir.
El patriarca me ponía su manto para cuidarme del sueño.
Y oía su diálogo por debajo del vuelo, la voz enjoyada de Faustina, la voz de la estatua,
el vino de Ceylán, la canción de los pequeños sacrificados en la misa de Ceylán.
¿Quién es ese niño que nos escribe en palabras en la arena?
¿Qué sabe él quien lo desata y lanza?
Una voz contesta desde su garganta de mármol:
Dejadlo dormir, es inocente de todo cuanto hace,
Y sufre su sangre como el martirio de una herejía.
Dormir en la voz helena de Cirilo.
Con las soterradas manos de Faustina.
Dialogando interminablemente Juliano el Apóstata.

X

 Echemos algunas gotas de horror sobre la dulzura del mundo.
Mira tu corazón frente a frente, piensa en la terrible belleza y renuncia.
Los ancianos ya tiemblan al soplo de la muerte.
Los ancianos que fueron también la belleza terrible,
Los que turbaron un día las débiles manos de un niño en la arena.
Ellos son los que tiemblan ya ahora al soplo de la muerte.
Piensa en su belleza y piensa en su fealdad.
Aún los seres más bellos conducen un fantasma.
Ellos son los que tiemblan ya ahora al soplo de la muerte.
Escapa, débil niño, a la verdad de tu inocencia.
Y a todos los que se imaginan que no son inocentes
Y adelantándose al proscenio dicen:
Yo sé.
Dejemos vivo para siempre a ese inocente niño.
Porque garabatea insensatamente palabras en la arena.
Y no sabe si sabe o si no sabe.
Y asiste al espectáculo de la belleza como al vivo cuerpo de Dios.
Y dice las palabras que lee sobre los cielos, las palabras que se le ocurren,
a sabiendas de que en Dios tienen sentido.
Y porque asiste al espectáculo de su vida afligidamente.
Porque está en las manos de Dios y no conoce sino el pecado.
Y porque sabe que Dios vendrá a recogerle un día detrás del laberinto.
Buscando al más pequeño de sus hijos perdido olvidado en el parque.
Y porque sabe que Dios es también el horror y el vacío del mundo.
Y la plenitud cristalina del mundo.
Y porque Dios está erguido en el cuerpo luminoso de la verdad como en el cuerpo sombrío de la mentira.
Dejadlo vivo
para siempre.
Y el niño de la arena contesta: ¡Gracias!
Y una voz le responde:
Sea Pablo,
Sea Cefas,
sea el mundo,
sea la vida,
sea la muerte,
sea lo presente,
sea lo por venir,
todo es vuestro:
y vosotros de Cristo,
y Cristo de Dios.
Vuelve a dormirte.