Oscar Wladislas de Lubicz Milosz, Lituania, 28 de mayo 1877 – Francia, 2 de mayo 1939
Traducción de Carlos Cámara y Miguel Ángel Frontán
El viejo día
El viejo día sin meta quiere que vivamos
Y que lloremos y nos empapemos con su lluvia y su viento.
¿Por qué no quiere dormir siempre en el albergue de las noches
El día que amenaza las horas con su palo de mendigo?
Tibia es la luz en los dormitorios del hospital de la vida;
Queridos pensamientos forman el paciente blancor de los muros.
Y la piedad que ve que la dicha se aburre
Hace nevar el cielo vacío sobre los pobres pájaros heridos.
No despiertes la lámpara, el crepúsculo es nuestro amigo,
Nunca viene sin traernos un poco de buen viejo tiempo.
Si lo echases de nuestra habitación, la lluvia y el viento
Se burlarían de su triste manto gris.
Por cierto, ah, si existe dulzura aquí abajo
Sólo puede estar en los viejos cementerios graves y buenos
Donde ya no dice sí la debilidad, donde el orgullo ya no dice no,
Donde la esperanza no atormenta más a los hombres cansados.
Por cierto, ah, allá, bajo las cruces, cerca del mar indiferente
Que sólo piensa en el tiempo pasado, los que buscan
Hallarán por fin sus almas de sonrisas ansiosas por la espera
Y los seguros consuelos de las noches mejores.
Echa al fuego este alcohol, cierra bien la puerta,
Hay en mí pecho seres abandonados que tiritan de frío.
Se diría realmente que toda la música está muerta
Y las horas son tan largas.
No, no quiero verte más como mi amiga:
Sólo debes ser algo, créeme, sumamente grato,
Humo en el techo de una choza, en el ocaso:
Tienes el rostro de la buena jornada de tu vida.
Posa tu dulce cabeza otoñal en mis rodillas, cuéntame
Que hay un gran navío, muy solo, muy solo, mar adentro;
No olvides decirme que sus luces tienen frío
Y que sus ropajes de tela le dan risa al invierno.
Háblame de los amigos muertos desde hace largo tiempo.
Duermen en tumbas que no veremos nunca jamás,
Allá muy lejos, en un país color de silencio y de tiempo.
Si volviesen, ¡cómo sabríamos amarlos!
En la taberna junto al río hay viejos huérfanos
Que cantan porque el silencio de sus almas les da miedo.
De pie en el umbral de oro de la casa de las horas
La sombra hace el signo de la cruz sobre el vino y el pan.
Traducción de Carlos Cámara y Miguel Ángel Frontán
El viejo día
El viejo día sin meta quiere que vivamos
Y que lloremos y nos empapemos con su lluvia y su viento.
¿Por qué no quiere dormir siempre en el albergue de las noches
El día que amenaza las horas con su palo de mendigo?
Tibia es la luz en los dormitorios del hospital de la vida;
Queridos pensamientos forman el paciente blancor de los muros.
Y la piedad que ve que la dicha se aburre
Hace nevar el cielo vacío sobre los pobres pájaros heridos.
No despiertes la lámpara, el crepúsculo es nuestro amigo,
Nunca viene sin traernos un poco de buen viejo tiempo.
Si lo echases de nuestra habitación, la lluvia y el viento
Se burlarían de su triste manto gris.
Por cierto, ah, si existe dulzura aquí abajo
Sólo puede estar en los viejos cementerios graves y buenos
Donde ya no dice sí la debilidad, donde el orgullo ya no dice no,
Donde la esperanza no atormenta más a los hombres cansados.
Por cierto, ah, allá, bajo las cruces, cerca del mar indiferente
Que sólo piensa en el tiempo pasado, los que buscan
Hallarán por fin sus almas de sonrisas ansiosas por la espera
Y los seguros consuelos de las noches mejores.
Echa al fuego este alcohol, cierra bien la puerta,
Hay en mí pecho seres abandonados que tiritan de frío.
Se diría realmente que toda la música está muerta
Y las horas son tan largas.
No, no quiero verte más como mi amiga:
Sólo debes ser algo, créeme, sumamente grato,
Humo en el techo de una choza, en el ocaso:
Tienes el rostro de la buena jornada de tu vida.
Posa tu dulce cabeza otoñal en mis rodillas, cuéntame
Que hay un gran navío, muy solo, muy solo, mar adentro;
No olvides decirme que sus luces tienen frío
Y que sus ropajes de tela le dan risa al invierno.
Háblame de los amigos muertos desde hace largo tiempo.
Duermen en tumbas que no veremos nunca jamás,
Allá muy lejos, en un país color de silencio y de tiempo.
Si volviesen, ¡cómo sabríamos amarlos!
En la taberna junto al río hay viejos huérfanos
Que cantan porque el silencio de sus almas les da miedo.
De pie en el umbral de oro de la casa de las horas
La sombra hace el signo de la cruz sobre el vino y el pan.
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