Guillermo Pilía, La Plata, 29 de octubre 1958
Un tren que se aleja en la bruma
La felicidad, solamente unos instantes:
el cielo azul de un domingo de franco;
el olor de la carne asada que traía
el viento de la tarde; “este es el día
que hizo el Señor” en la mañana de la Pascua;
una música que creíamos perdida;
el sabor del café en la madrugada
de Burdeos, ya partiendo hacia España;
esa liturgia de dos cuerpos en amor;
en Toledo contemplar “El entierro
del Conde de Orgaz”; caminar acompañados
por una calle de Colonia o Buenos Aires.
Uno es feliz y apenas se da cuenta
y entonces ya es un tren que se aleja en la bruma.
Un tren que se aleja en la bruma
La felicidad, solamente unos instantes:
el cielo azul de un domingo de franco;
el olor de la carne asada que traía
el viento de la tarde; “este es el día
que hizo el Señor” en la mañana de la Pascua;
una música que creíamos perdida;
el sabor del café en la madrugada
de Burdeos, ya partiendo hacia España;
esa liturgia de dos cuerpos en amor;
en Toledo contemplar “El entierro
del Conde de Orgaz”; caminar acompañados
por una calle de Colonia o Buenos Aires.
Uno es feliz y apenas se da cuenta
y entonces ya es un tren que se aleja en la bruma.
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