Arnaldo Calveyra, Mansilla, Entre Ríos, 23 de marzo 1929 – París, 16 de enero 2015
Yo muero todavía
Te lo digo, te lo digo, tienes que creerlo, nos estamos
volviendo esta cosa increíble que es el amor, un brazo es un
abrazo, las estrellas más se internan descalzando floras, tus
enanos muertos que pisabas ayer tarde, el agua, las aguas
aquellas que miramos con un oído atento hacia las caras, sin
saberlo, sin saberlo.
El viaje largo presentido, larguísimo callado, la casa por
la copa de los álamos, el lado de sombra de tus ríos, la pandora
alta queridísima entregada con una mano, aquella
palabra que llegó una tarde a pasar la vida con nosotros.
Encendido por el viento, ningún manantial pisa la tierra,
el amor había nomás que darlo todo, si no ¿quién habría de
quedarse en casa cuando ya todos nos hayamos ido?, invierno
de aquel año en qué moríamos de niños, nada cesa pero
el amor no cesa, ¡qué mineral cuánta greda en un fantasma!
Yo sé, tienes que creerlo, yo muero todavía, ya me animo
al amor con los ojos abiertos, yo lindo todavía, alambrada
mía, río de sonda que me paras en dos patas de conseja
camino hacia tus bocas, dame de esas lámparas que pasan,
de esas estelas que se apagan al hallarse, llévame para siempre
conmigo fuera mío, no dejes que yo entre más en tantas
casas sin hallarte, los mil dedos por noche de mis manos,
laberinto que no extravías al que abre la boca sin su grito
mudo, escucha, no escuches a las alas que no coinciden al
cerrarse, nos estará, sí, ya gozando la inolvidable muerte.
Yo muero todavía
Te lo digo, te lo digo, tienes que creerlo, nos estamos
volviendo esta cosa increíble que es el amor, un brazo es un
abrazo, las estrellas más se internan descalzando floras, tus
enanos muertos que pisabas ayer tarde, el agua, las aguas
aquellas que miramos con un oído atento hacia las caras, sin
saberlo, sin saberlo.
El viaje largo presentido, larguísimo callado, la casa por
la copa de los álamos, el lado de sombra de tus ríos, la pandora
alta queridísima entregada con una mano, aquella
palabra que llegó una tarde a pasar la vida con nosotros.
Encendido por el viento, ningún manantial pisa la tierra,
el amor había nomás que darlo todo, si no ¿quién habría de
quedarse en casa cuando ya todos nos hayamos ido?, invierno
de aquel año en qué moríamos de niños, nada cesa pero
el amor no cesa, ¡qué mineral cuánta greda en un fantasma!
Yo sé, tienes que creerlo, yo muero todavía, ya me animo
al amor con los ojos abiertos, yo lindo todavía, alambrada
mía, río de sonda que me paras en dos patas de conseja
camino hacia tus bocas, dame de esas lámparas que pasan,
de esas estelas que se apagan al hallarse, llévame para siempre
conmigo fuera mío, no dejes que yo entre más en tantas
casas sin hallarte, los mil dedos por noche de mis manos,
laberinto que no extravías al que abre la boca sin su grito
mudo, escucha, no escuches a las alas que no coinciden al
cerrarse, nos estará, sí, ya gozando la inolvidable muerte.
Está poesía me cautivo! Gracias ,no puedo decir más,gracias.
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