Ricardo Morelli, Bs As, 5 de julio 1954
El fulgor
Hechizado, descendí por los ríos de la sangre, hasta el fondo del deseo.
¡Una sed implacable!
Tu vientre. Tu boca. El abismo de tus ojos.
Prisionero, desamparado y loco (con el corazón desbocado en la noche ciega) surqué con mi lengua tu piel infinita.
Ebrio, perdido en el tumulto del silencio, tembloroso, aferrado a tus pechos como un náufrago, cavando hasta el delirio…
Y más allá del vértigo (donde el alma vibra en su acorde subterráneo) sumergido en las sombras bebí de tu sexo la luz más intensa
—¡Oh, el fulgor que presagia los suplicios!
El fulgor
Hechizado, descendí por los ríos de la sangre, hasta el fondo del deseo.
¡Una sed implacable!
Tu vientre. Tu boca. El abismo de tus ojos.
Prisionero, desamparado y loco (con el corazón desbocado en la noche ciega) surqué con mi lengua tu piel infinita.
Ebrio, perdido en el tumulto del silencio, tembloroso, aferrado a tus pechos como un náufrago, cavando hasta el delirio…
Y más allá del vértigo (donde el alma vibra en su acorde subterráneo) sumergido en las sombras bebí de tu sexo la luz más intensa
—¡Oh, el fulgor que presagia los suplicios!
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