César Cañedo, El Fuerte, Sinaloa, México, 3 de mayo 1988
Hablo
Nací sin una oreja.
Y mi abuelo en sus manos
presentándome al mundo malformado,
y mi madre diciendo: ¡hay que arreglarlo!,
y mi padre diciendo: ¡yo lo pago!,
y mi abuela, tan solo: ¡qué belleza!
y ese niño incompleto creció y se hizo poesía
incompleta.
He aquí mi cántico sulfúrico.
La misericordia me llegó del culo
y me encendió las noches
en que mi cuerpo
incompleto
mi amor
incompleto
mi rostro
incompleto
se encarnaban
de la diferencia.
Con el pegamento
de los compañeritos del kínder
y el gesto inclino de Jesús abierto
y machacado en su compasión por mí,
como Dumbo de circo
sin todo lo que le sobra,
pásele a ver a la mujer araña,
pásele a ver a la carcacha humana,
pásele a ver al joto de este barrio,
pásele a ver al que será joroba,
sábana de miedo,
pesadilla de ridículo,
flor de asco,
estrella de tres picos,
chuequito,
arrancado del cielo de la simetría
perfecta, de la griega belleza,
del cerrado monumento.
Sin aristas, con cachos,
retazado de versos,
siempre copia fiel de incompletud completa.
Cuir antes de lo queer,
torcido de selección natural,
herencia de un patriarcado que te esconde,
pelo largo para ocultar sus fallas.
Y se me abrió el poema
como la flor de loto en que me siento
para no ser original
ni registrado made en el Olimpo
porque sería un exceso
que yo con tantas marcas
buscara lo perfecto
en lo absoluto de un culo sin flatos,
en las constelaciones de la noche Ocolome,
en el río Fuerte, que siempre es el mismo río, porque la presa no abre la compuerta,
y empecé a sonar con voces impostadas
pedacitos de versos que eran de otros,
de Darío, de Novo, de Bohórquez,
de la víscera seca, del maizal en invierno,
de la princesa triste de labios de clítoris de fresa,
del zagal que se vino vino,
del marcial que se corre corre,
de los gachos y cursis románticos tan nuestros,
del dildo del hechizo que más quiero
y en medio de nosotrxs
mi madre oliendo a Dior
y un no sé qué que queda
que no que no
que Noa Noa
¿vamos?
Hay tantas metáforas en el mundo
que mejor las reciclo.
Hago oropéndolas de tantas tan perfectas
mamadas
y las vendo en la feria,
¿traes feria?
a peso si es barroco,
a cinco si es soneto,
a tres por diez Vallejo,
el César que me ganó
el derecho de ser único César
y entonces soy Cesárea de mi rostro
de mis versos y mis hombres
que esos sí, no reciclo.
Me enseñaron de niño
que una costilla,
un cartílago blandengue
(por más del Génesis que suene)
puede ser una oreja que no oye,
y no agradezco al cielo la ironía,
y llenarse de pelos que eran púbicos
para la alquimia de sonrisa perfecta
a la que se le nota el truco
como a mis ortosílabos,
versos que nacen del ano
que van a dar en el dar
que es el plaisir
de la petite mort jotuá
y así creí en la magia del poema
a mi manera.
¿Si un día no fueras mayate
qué querrías ser?
Mariposa.
Todo queda entre bichos
y entre bichis.
Y por la tambora
que si alguien no me entiende
cáigale a Sinaloa
donde se rompen los machos,
donde nací quebrado y descompuesto
en medio del narcosilencio
que te arrulla en las noches rorro nene.
Derramando poesía
igual que semen
en aleteos de chupa
rosa,
una tarde se entrega
otra despierta
a tanto amor
de espaldas,
y cobijo mis miedos
en toda mi asimetría,
tuércele al verso el rostro,
y mi sonrisa torcida
es la perla que brota de la pérdida,
de raspar el dolor en tantas burlas,
de soñarme poeta
y ser fallido
y encontrar gozo en ello.
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