Christopher Marlowe, Canterbury, 26 de febrero 1564 – Londres, 30 de mayo 1593
Versión Silvia Camerotto
Fausto
¡Ay, Fausto
Solo te resta sino una hora de vida,
y luego sufrirás la condena eterna!
¡Deteneos, esferas celestiales
para que el tiempo cese, y la medianoche nunca llegue!
Bello Ojo de la Naturaleza, ¡levántate y
perpetúa el día o deja que esta hora dure
un año, un mes, una semana, un día común,
para que Fausto pueda arrepentirse y así salvar su alma!
¡O lente, lente currite, noctis equi!
Las estrellas siguen su curso, el tiempo corre, el reloj dará la hora,
y vendrá el demonio, y Fausto será maldito.
¡Oh! ¡Me elevaré hasta Dios! —¿Quién es el que empuja hacia abajo?—
¡Ved, ved como la sangre de Cristo fluye por sobre el firmamento!
Una sola gota salvaría mi alma, media gota; ¡Ah, Cristo mío!
¡No desgarréis mi corazón por nombrar a mi Cristo!
Aún así lo invocaré: ¡libérame Lucifer!
¿Adónde está ahora? Se ha ido: ¡y mira, donde Dios
extiende su brazo, y frunce su iracundo ceño!
Montañas y colinas, ¡venid, venid y sepultadme
y ocultadme de la profunda ira divina!
¡No, no!
Luego me hundiré en los abismos de la tierra;
¡Tierra ábrete! ¡Oh, no! ¡Ella no me cobijará!
Astros, que brillaban cuando nací,
vuestro influjo determinó la muerte y el infierno,
levantad a Fausto, como niebla confusa,
en las entrañas de estas preñadas nube(s),
para que, cuando vomiten nuevamente al aire,
expelan mis miembros de sus negras bocas,
y así mi alma pueda elevarse al cielo.
(El reloj marca el cuarto de hora).
¡Media hora ha pasado! Una hora completa será pronto,
oh Dios,
si tú no has de tener piedad con mi alma,
por el amor de Cristo, cuya sangre fue derramada por mi causa,
ponle fin a este interminable dolor;
dejad que Fausto more mil años en el infierno,
cien mil años, y que ¡al fin salvado sea!
¡Oh, no no hay fin para las almas condenadas!
¿Por qué no fui una criatura sin alma?
¿Por qué es inmortal la que poseo?
Ah, si la metempsicosis de Pitágoras fuera cierta,
¡mi alma debería abandonarme, y yo sería encarnado
en una bestia bruta! Todas las bestias son dichosas,
pues cuando mueren
sus almas se disuelven en la materia;
pero la mía debe aún vivir encadenada al infierno.
¡Malditos sean los padres que me engendraron!
No, Fausto, maldícete a tí mismo, maldice a Lucifer
que te ha privado de la bonanza del cielo.
(El reloj marca las doce).
¡Oh, está sonando! ¡Suena! Ahora, cuerpo, ¡tórnate aire
o Lucifer te precipitará prontamente al infierno!
(Truenos y rayos).
¡Oh, alma, conviértete en pequeñas gotas de agua
y confúndete en el océano! ¡Nunca seas encontrado!
Versión Silvia Camerotto
Fausto
¡Ay, Fausto
Solo te resta sino una hora de vida,
y luego sufrirás la condena eterna!
¡Deteneos, esferas celestiales
para que el tiempo cese, y la medianoche nunca llegue!
Bello Ojo de la Naturaleza, ¡levántate y
perpetúa el día o deja que esta hora dure
un año, un mes, una semana, un día común,
para que Fausto pueda arrepentirse y así salvar su alma!
¡O lente, lente currite, noctis equi!
Las estrellas siguen su curso, el tiempo corre, el reloj dará la hora,
y vendrá el demonio, y Fausto será maldito.
¡Oh! ¡Me elevaré hasta Dios! —¿Quién es el que empuja hacia abajo?—
¡Ved, ved como la sangre de Cristo fluye por sobre el firmamento!
Una sola gota salvaría mi alma, media gota; ¡Ah, Cristo mío!
¡No desgarréis mi corazón por nombrar a mi Cristo!
Aún así lo invocaré: ¡libérame Lucifer!
¿Adónde está ahora? Se ha ido: ¡y mira, donde Dios
extiende su brazo, y frunce su iracundo ceño!
Montañas y colinas, ¡venid, venid y sepultadme
y ocultadme de la profunda ira divina!
¡No, no!
Luego me hundiré en los abismos de la tierra;
¡Tierra ábrete! ¡Oh, no! ¡Ella no me cobijará!
Astros, que brillaban cuando nací,
vuestro influjo determinó la muerte y el infierno,
levantad a Fausto, como niebla confusa,
en las entrañas de estas preñadas nube(s),
para que, cuando vomiten nuevamente al aire,
expelan mis miembros de sus negras bocas,
y así mi alma pueda elevarse al cielo.
(El reloj marca el cuarto de hora).
¡Media hora ha pasado! Una hora completa será pronto,
oh Dios,
si tú no has de tener piedad con mi alma,
por el amor de Cristo, cuya sangre fue derramada por mi causa,
ponle fin a este interminable dolor;
dejad que Fausto more mil años en el infierno,
cien mil años, y que ¡al fin salvado sea!
¡Oh, no no hay fin para las almas condenadas!
¿Por qué no fui una criatura sin alma?
¿Por qué es inmortal la que poseo?
Ah, si la metempsicosis de Pitágoras fuera cierta,
¡mi alma debería abandonarme, y yo sería encarnado
en una bestia bruta! Todas las bestias son dichosas,
pues cuando mueren
sus almas se disuelven en la materia;
pero la mía debe aún vivir encadenada al infierno.
¡Malditos sean los padres que me engendraron!
No, Fausto, maldícete a tí mismo, maldice a Lucifer
que te ha privado de la bonanza del cielo.
(El reloj marca las doce).
¡Oh, está sonando! ¡Suena! Ahora, cuerpo, ¡tórnate aire
o Lucifer te precipitará prontamente al infierno!
(Truenos y rayos).
¡Oh, alma, conviértete en pequeñas gotas de agua
y confúndete en el océano! ¡Nunca seas encontrado!
No hay comentarios.:
Publicar un comentario