Antón Arrufat, Santiago de Cuba, 14 de agosto 1935
En la pared del baño
Entra. He corrido la cortina.
Tu cuerpo avanza sin secretos.
Agua y puerta nos defienden
del mundo. Suenan las tuberías,
y tú avanzas, y ya estás aquí.
El agua repiquetea en tu carne.
Espalda, hombros, pecho:
palabras que ya no son palabras.
Nuestros padres no podrían
comprendernos. Se amaban
sin luz, con las medias puestas.
Cantas, y tienes el pelo mojado
y las pestañas. Echa hacia atrás
la cabeza: el agua salta
en tus dientes, bulle
en las llaves de níquel.
Cantas para mí solamente.
Nos pasamos el agua de mi boca a tu boca.
En esta secreta cámara marina,
en el fondo de las aguas,
tu carne huele, tu piel salada,
dulce, sabe a limón, a tristeza,
a cosas que no alcanzo a decir.
¿A qué sabe tu piel en estas aguas,
mientras cantas?
El bien del cuerpo lo aprendemos ahora.
Sin cruces, infiernos ni consignas.
Sé amarte en el agua, desnudos.
Dejaremos huellas mojadas en el piso.
Tu cabeza desciende al borde de mi cama.
En la pared del baño
Entra. He corrido la cortina.
Tu cuerpo avanza sin secretos.
Agua y puerta nos defienden
del mundo. Suenan las tuberías,
y tú avanzas, y ya estás aquí.
El agua repiquetea en tu carne.
Espalda, hombros, pecho:
palabras que ya no son palabras.
Nuestros padres no podrían
comprendernos. Se amaban
sin luz, con las medias puestas.
Cantas, y tienes el pelo mojado
y las pestañas. Echa hacia atrás
la cabeza: el agua salta
en tus dientes, bulle
en las llaves de níquel.
Cantas para mí solamente.
Nos pasamos el agua de mi boca a tu boca.
En esta secreta cámara marina,
en el fondo de las aguas,
tu carne huele, tu piel salada,
dulce, sabe a limón, a tristeza,
a cosas que no alcanzo a decir.
¿A qué sabe tu piel en estas aguas,
mientras cantas?
El bien del cuerpo lo aprendemos ahora.
Sin cruces, infiernos ni consignas.
Sé amarte en el agua, desnudos.
Dejaremos huellas mojadas en el piso.
Tu cabeza desciende al borde de mi cama.
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