domingo, 30 de septiembre de 2018

Mario Montalbetti -Para la tempestad

Mario Montalbetti, Callao, Perú, 13 de febrero 1953


Para la tempestad

A comienzos de año escribí un poema que comenzaba
el sol cae, las estaciones se suceden, las nubes flotan sin dirección.
Luego de unos cuantos versos más empleando ese tono más bien oriental
quebré el progreso del poema y dije
cambio todo eso por una sopa dan dan mian
llena de vida mamífera flotando arruinada en su superficie.
El poema era sobre el chifa Hou Wha en Miraflores,
un restaruant elegante en Carlos Tenaud con Paseo de la República.
La elección del local no es gratuita: es el chifa
predilecto del Presidente García. Ahí va con sus amigos,
ahí celebra, ahí se reúne, festivo, consigo mismo.
El proceso retórico que quería emplear era el de comparar
la descuartización de cangrejos, la ingesta de ostiones,
las manchas de sillau en los manteles blancos,
las fuentes de chancho asado devueltas a medio comer,
y las risas humanas que emergen de los apartados,
con ciertos excesos que ocurren en el país.
Entiendo que hablar de comida es feo
pero a veces la verdad se dice en listas:
nabos fríos, tamarindos, huesos de pato, té lapsang.
Es un poema largo en el que también hablo de un cuadro
que cuelga sobre una mesa laqueada
en el que con un mismo trazo el artista dibuja
los acantilados y la luna.
En un pasaje del poema, a través de una de las ventanas del chifa,
aparece un taxi transitando por Paseo de la República
con una calcomanía del Che en la luna posterior y escribo que eso
(una calcomanía del Che en la luna posterior de un taxi)
es lo más cercano que hemos llegado al socialismo en este país.
El poema acaba poco después con los versos
es inútil, la naturaleza ha muerto.
Lo titulé “El Chifa de García” y no está mal
pero no expresa verdaderamente lo que quiero decir.
Se parece demasiado a otros poemas que he escrito antes,
y habla justamente de comida que es uno de esos excesos
en contra de los cuales apuntan sus versos.
Luego de ese poema escribí otro que lleva por título “Dinastía Wong”.
“Dinastía Wong” habla sobre el monumento al Becerro de Oro
que se ha construido en San Isidro y que es un lugar de peregrinación
de agentes de bolsa, administradores, MBAs, economistas, inversores,
expertos en liderazgo, cambistas de dólares y emprendedores.
El poema está situado en un futuro no muy distante.
Hay un par de versos en los que escribo
el emperador y los mineros tienen sus aposentos
en el valle de Pachacama. La capital ya no existe.
El ambiente es más bien desagradable. Escribo
toda la comida es carne humana y rábanos
que han resultado ser singularmente resistentes.
El poema tampoco está mal pero otra vez se parece demasiado
a cosas que ya he escrito antes y por eso no me agrada del todo.
Luego de ese par de poemas, dejé de escribir y pasó el invierno.
Fue entonces que Nicolás Cabral llamó a invitarme a escribir
en La Tempestad y no sabía bien qué decirle.
Por un lado quería aceptar pero por otro
no tenía nada nuevo que pudiera enviarle y repetir lo mismo
me parece auto-complaciente y finalmente, aburrido.
Los poemas no dicen gran cosa estos días.
Mis poemas no dicen gran cosa estos días.
Resolví entonces hacer lo siguiente: primero, explicar la razón
de mi silencio (que ahora ya la saben: todo lo que escribo ahora
se parece demasiado a lo que he escrito antes) y segundo excusarme
o tal vez repetir los versos finales de “El Chifa de García”:
es inútil, la naturaleza ha muerto.

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