Osvaldo Lamborghini, Buenos Aires, 12 de abril 1940 - Barcelona, 18 de noviembre 1985
Cebras y Gacelas
Y ahora la quietud
la política rayana en la esperanza
de esperar: porque se puede esperar
(incondicionalmente) (¿no?)
como el galope mudo, lento,
mudo, de las cebras en la pradera.
Una cita casi: “ese paraíso que se eleva
del excremento de las gacelas”.
Y ahora la multitud de los engordes
(-Vaya a la aguada, hijo,
y traiga esos pobres animales
que se contaminan aun sin conocer mujer)
Y ahora un “look” visionario.
Somos ingeniosos.
Venimos de España.
¡Cuántas teorías!
Desde su cueva
un microcéfalo gobierna el mundo.
El arte lo hace el último rinoceronte
(unicornio) y también, otra vez,
esas pocas cebras
de galope lento
alrededor del templo.
O la ballena que vi morir
(pues tengo ojos) en una playa del Atlántico
En Mar del Plata.
Cántico y final. Cántico.
Melville creó a Moby Dick, la hinchada pendenciera
(Where are you, Ahab?). Melville,
es un decir, se reía en su hotel
-contra el fastidio de la vida de hotel-
(Where are you, Moby?)
y un día desinfló los globos
con el pinche de Bartleby
/el pálido escribiente
Yo caí en las manos y redes de la Madre Hogarth
y me ofrecí a su pinchazo
y le ofrecí mi brazo
a su piedra
filosofal, instantánea.
Y aquí estoy: inflado como un globo
digno de mejor causa.
¡Salud! (esto quiso ser un chiste).
¿Muero de sed al borde de la fuente?
Sí, y también:
-Piedad para nosotros, pecadores.
Y piedad también para los crápulas
que condenan el cirio
la llama azul
que vela los cuerpos.
Y ahora la paz en sandalias
el usufructo del silencio por unos pocos
el Imperio con sus burócratas
codificando idiotas
primero, el Emperador
segundo, la Emperatriz
tercero, Su Alteza Imperial
la reina madre
la que asistió con sonrisitas y ricitos
a la ejecución de la sin par
de la bella y (¡a fin de cuentas!)
pura como una golondrina
Madre Hogarth
¿Dónde estarás mi Madre Hogarth?
Era verano y una tarde
una mujer alzó la vista al cielo
el índice, y me dijo:
-¿Ves esos puntitos? ¡Son golondrinas!
Yo le ofrecí mi brazo a la Madre Hogarth
y entramos en el templo
entre nubes de incienso
y en el altar había una rata
que hablaba de las propiedades del occiso
y se acomodaba los pliegues de la toga
alma mía, que vendías la droga.
Antaño…
¡Autor de un solo texto!
Comíamos con Hugo Savino
y su mujer y su suegra
hablando como siempre de cebras.
Bajamos la vista, el índice,
y había en el cenicero
dibujada una cebra.
¿Lo que no se dibuja ni escribe?
fluye de la química a la sangre.
Aquello que hecho sangre
en la química fluye,
raya por raya
se dibuja y se escribe.
Y aún, rinoceronte,
y aún se canta.
Cebras y Gacelas
Y ahora la quietud
la política rayana en la esperanza
de esperar: porque se puede esperar
(incondicionalmente) (¿no?)
como el galope mudo, lento,
mudo, de las cebras en la pradera.
Una cita casi: “ese paraíso que se eleva
del excremento de las gacelas”.
Y ahora la multitud de los engordes
(-Vaya a la aguada, hijo,
y traiga esos pobres animales
que se contaminan aun sin conocer mujer)
Y ahora un “look” visionario.
Somos ingeniosos.
Venimos de España.
¡Cuántas teorías!
Desde su cueva
un microcéfalo gobierna el mundo.
El arte lo hace el último rinoceronte
(unicornio) y también, otra vez,
esas pocas cebras
de galope lento
alrededor del templo.
O la ballena que vi morir
(pues tengo ojos) en una playa del Atlántico
En Mar del Plata.
Cántico y final. Cántico.
Melville creó a Moby Dick, la hinchada pendenciera
(Where are you, Ahab?). Melville,
es un decir, se reía en su hotel
-contra el fastidio de la vida de hotel-
(Where are you, Moby?)
y un día desinfló los globos
con el pinche de Bartleby
/el pálido escribiente
Yo caí en las manos y redes de la Madre Hogarth
y me ofrecí a su pinchazo
y le ofrecí mi brazo
a su piedra
filosofal, instantánea.
Y aquí estoy: inflado como un globo
digno de mejor causa.
¡Salud! (esto quiso ser un chiste).
¿Muero de sed al borde de la fuente?
Sí, y también:
-Piedad para nosotros, pecadores.
Y piedad también para los crápulas
que condenan el cirio
la llama azul
que vela los cuerpos.
Y ahora la paz en sandalias
el usufructo del silencio por unos pocos
el Imperio con sus burócratas
codificando idiotas
primero, el Emperador
segundo, la Emperatriz
tercero, Su Alteza Imperial
la reina madre
la que asistió con sonrisitas y ricitos
a la ejecución de la sin par
de la bella y (¡a fin de cuentas!)
pura como una golondrina
Madre Hogarth
¿Dónde estarás mi Madre Hogarth?
Era verano y una tarde
una mujer alzó la vista al cielo
el índice, y me dijo:
-¿Ves esos puntitos? ¡Son golondrinas!
Yo le ofrecí mi brazo a la Madre Hogarth
y entramos en el templo
entre nubes de incienso
y en el altar había una rata
que hablaba de las propiedades del occiso
y se acomodaba los pliegues de la toga
alma mía, que vendías la droga.
Antaño…
¡Autor de un solo texto!
Comíamos con Hugo Savino
y su mujer y su suegra
hablando como siempre de cebras.
Bajamos la vista, el índice,
y había en el cenicero
dibujada una cebra.
¿Lo que no se dibuja ni escribe?
fluye de la química a la sangre.
Aquello que hecho sangre
en la química fluye,
raya por raya
se dibuja y se escribe.
Y aún, rinoceronte,
y aún se canta.
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