Hart Crane, Ohio, 21 de julio 1899 - Golfo de México, 27 de abril 1932
Traducción A. Bioy Casares y J. L. Borges
Proemio al Puente de Brooklyn
Cuántos amaneceres, fríos de sus descansos en las aguas
Las alas de la gaviota lo sumergirán y lo dirigirán
Desparramando blancos anillos de tumulto, erigiendo alta
Sobre las encadenadas aguas de la bahía la Libertad.
Entonces, con inviolada curva, abandona nuestros ojos
Tan espectacular como velas que cruzan
Alguna página de cifras que serán archivadas;
-Hasta los ascensores nos gotean de nuestro día...
Pienso en cinematógrafos, panorámicos ardides
Con muchedumbres asomadas a una deslumbrante escena
Nunca revelada, pero hacia la cual vuelven a apresurarse,
Predicha a otros ojos en la misma pantalla;
Y Tú, sobre el puerto, con pasos de plata
Como el sol te hubiera distanciado, pero dejando
Algún intacto movimiento en tu andar-
Deteniéndote, implícitamente te liberan!
Desde alguna prisa del subterráneo, celda o desván,
Corre un loco hacia tus parapetos,
Ladeándose momentáneamente, hinchada la aguda camisa,
Una mofa cae de la silenciosa caravana.
Murallón Abajo, desde la viga al medio de la calle gotea
Un diente arrancado del acetileno del cielo;
Toda la tarde las grúas embanderadas de nubes giran...
Tus cables respiran aún el Atlántico norte.
Y oscuro como aquel cielo de los judíos,
Tu galardón... Espaldarazo que confieres
De anonimidad que el tiempo no puede corregir:
Muestras vibrante indulto y perdón.
Oh arpa y altar de la furia conjugada
(¡Cómo podría un mero trabajo alinear tus cuerdas corales!)
Terrible umbral de la promesa del profeta
Plegaria de la parroquia, y el grito de los amantes-
De nuevo las luces del tráfico que rozan tu rápido,
Indiviso idioma, inmaculado signo de estrellas,
Manchando tu camino -condensan la eternidad:
Y hemos visto la noche levantada en tus brazos.
Bajo tu sombra, junto a los muelles aguardé;
Sólo en la oscuridad es clara tu sombra.
Los fogosos fragmentos de la ciudad están deshechos,
Ya la nieve inunda un año de hierro...
Oh insomne como el río que atraviesas,
Abovedando el mar, el sueño visionario de las praderas,
Desciende hasta nosotros, los humildes, alguna vez,
Y de tu curva ofrece un mito a Dios.
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