Franz Wright, Viena, 18 de marzo 1953 – EEUU, 14 de mayo 2015
Versión Sandra Toro
Dedicatoria
Es verdad que no te escribo nunca, pero con gusto me moriría con vos.
Con gusto bajaría, solo con vos, hasta la enorme boca
que espera, pasada la juventud, más allá de cada instante de éxtasis, acordate:
nos íbamos a pintar la cara el uno al otro antes de la batalla, y a cepillarnos el pelo
diciéndonos que somos inconquistables, que somos terribles y espléndidos--
la boca que espera, espera con paciencia. Y te voy a encontrar ahí otra vez
pasando las espinas sangrantes, la dilatación eterna, el fuego que no altera nada;
Ya estoy ahí, pasando las nubes de nieve, el musgo pelado, el enjambre tenue de las estrellas que hasta podemos pisar, esta vez es más fácil, te lo prometo--
Ya estoy esperándote en tu cielo privado, acá tenés mi mano, te ayudo a cruzar.
Con gusto me moriría con vos, aunque nunca te escriba
desde este hospital gris. Mirá
qué ocupados están tratando de curarme,
y, perdón, pero estoy condenado. Me dieron el trabajo
de pasarle la aspiradora al desierto para siempre, bueno, nada más ocho horas diarias.
Y de veras queda como a un kilómetro de la cafetería;
por lo menos es una grande. Con sus cuchillos de plástico en miniatura,
su ensalada de atún y sus genitales envueltos en film, por favor
alguien podría
sacarme de acá, perdón. Me alegra decir que
todos los métodos, los fármacos masivos, la terapia artística
y las películas edificantes tanto como las otras que prefiero
no mencionar— quiero decir, cada una de las técnicas
conocidas hasta la boca—¡perdón!— hasta nuestra ciencia más
bondadosa y compasiva están empleándose
para restituir mi bienestar general
y mi estabilidad risueña. Yo sigo aspirando
hacia una lucecita de diamante que se quema
en la distancia. Acordate de mí
¿Te acordás
de mí?
En la oscuridad de la noche sin ventanas
cuando estoy frío y adormilado
y nadie juega con la vía, ni
me ilumina los ojos,
aunque no te escriba, secretamente
quiero morirme con vos,
¿eso cuenta?
Versión Sandra Toro
Dedicatoria
Es verdad que no te escribo nunca, pero con gusto me moriría con vos.
Con gusto bajaría, solo con vos, hasta la enorme boca
que espera, pasada la juventud, más allá de cada instante de éxtasis, acordate:
nos íbamos a pintar la cara el uno al otro antes de la batalla, y a cepillarnos el pelo
diciéndonos que somos inconquistables, que somos terribles y espléndidos--
la boca que espera, espera con paciencia. Y te voy a encontrar ahí otra vez
pasando las espinas sangrantes, la dilatación eterna, el fuego que no altera nada;
Ya estoy ahí, pasando las nubes de nieve, el musgo pelado, el enjambre tenue de las estrellas que hasta podemos pisar, esta vez es más fácil, te lo prometo--
Ya estoy esperándote en tu cielo privado, acá tenés mi mano, te ayudo a cruzar.
Con gusto me moriría con vos, aunque nunca te escriba
desde este hospital gris. Mirá
qué ocupados están tratando de curarme,
y, perdón, pero estoy condenado. Me dieron el trabajo
de pasarle la aspiradora al desierto para siempre, bueno, nada más ocho horas diarias.
Y de veras queda como a un kilómetro de la cafetería;
por lo menos es una grande. Con sus cuchillos de plástico en miniatura,
su ensalada de atún y sus genitales envueltos en film, por favor
alguien podría
sacarme de acá, perdón. Me alegra decir que
todos los métodos, los fármacos masivos, la terapia artística
y las películas edificantes tanto como las otras que prefiero
no mencionar— quiero decir, cada una de las técnicas
conocidas hasta la boca—¡perdón!— hasta nuestra ciencia más
bondadosa y compasiva están empleándose
para restituir mi bienestar general
y mi estabilidad risueña. Yo sigo aspirando
hacia una lucecita de diamante que se quema
en la distancia. Acordate de mí
¿Te acordás
de mí?
En la oscuridad de la noche sin ventanas
cuando estoy frío y adormilado
y nadie juega con la vía, ni
me ilumina los ojos,
aunque no te escriba, secretamente
quiero morirme con vos,
¿eso cuenta?
No hay comentarios.:
Publicar un comentario