Amelia Biagioni, Gálvez, Santa Fe, 4 de abril 1916 – Buenos Aires, 19 de noviembre 2010
Oh tenebrosa fulgurante
Oh tenebrosa fulgurante, impía
que reinas entre cábala y quimera
Oh dura poesía
que hiciste mi imprevista calavera.
Por qué me diste huesos
sí yo era, entre lenguas, "la que nombra
muriendo transparente", y entre besos,
"llovizna", desde el beso hasta la sombra;
Sí yo era la pálida costumbre
de cruzar el otoño trashumante,
mientras tú suavemente, ave de lumbre
alta volabas y constante.
Por qué bajaste oscura. Mis despojos
creas, desencadenas mi esqueleto.
Devoraste mis párpados, mis ojos
mi corazón secreto.
Oh sacrílega maga que ceñiste
la gracia en hambre, alazo, pico y garra
por qué en tu salamandra convertiste
a mi tristísima cigarra.
Por qué. Pero me ofrezco y apaciento
mis huesos, y mi cara se acostumbra
a ser tan sólo profecía y viento
Come, cuerva. Y relumbra.
Oh tenebrosa fulgurante
Oh tenebrosa fulgurante, impía
que reinas entre cábala y quimera
Oh dura poesía
que hiciste mi imprevista calavera.
Por qué me diste huesos
sí yo era, entre lenguas, "la que nombra
muriendo transparente", y entre besos,
"llovizna", desde el beso hasta la sombra;
Sí yo era la pálida costumbre
de cruzar el otoño trashumante,
mientras tú suavemente, ave de lumbre
alta volabas y constante.
Por qué bajaste oscura. Mis despojos
creas, desencadenas mi esqueleto.
Devoraste mis párpados, mis ojos
mi corazón secreto.
Oh sacrílega maga que ceñiste
la gracia en hambre, alazo, pico y garra
por qué en tu salamandra convertiste
a mi tristísima cigarra.
Por qué. Pero me ofrezco y apaciento
mis huesos, y mi cara se acostumbra
a ser tan sólo profecía y viento
Come, cuerva. Y relumbra.
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