Guido Cavalcanti, Florencia, 1250 – Florencia, 29 de agosto 1300
Versión Jorge Aulicino
Dama me ruega
XXVII
Dama me ruega / quiera yo discurrir
sobre un accidente / frecuentemente / fiero
y altanero, / que es llamado amor:
tal que quien lo niega / pueda sentirlo.
Para tal fin, conocedor / quiero
porque no espero / que un bajo corazón
a tal razón / dirija inteligencia:
porque sin una natural / intelección
no tengo talante / de demostrar
dónde se posa, y quién lo hizo crear,
y cuál es su virtud y su potencia,
la esencia / luego, y cada movimiento
y el placer / que hace amor llamar,
y si acaso podría ser mostrado.
En aquel sitio / donde está memoria *
toma su estado, / así formado, / como
diafanidad / de luz en una oscuridad
que de Marte / viene, / y se establece; **
allí es creado / y con sensato / nombre,
del alma, atuendo, / y del corazón, voluntad.
Llega en visible forma / que se conforma,
pues prende / en el intelecto posible,
como en la materia, lugar y morada.
Ya allí no hay más pesadumbre
porque de cualidad no desciende:
resplandece / en su perpetuo / efecto;
no tiene deleite, / sí contemplación;
tal que no puede / prodigar semejanza.
No es virtud, / pero de ella viene
porque es perfección / y se muestra tal,
no racional / pero digo que siente;
sin salud, / juicio mantiene,
que la intención / por razón / es suficiente:
discierne mal / en quien es del vicio amigo.
De su poder viene con frecuencia muerte,
si fuerte / la virtud fuese impedida,
la que lleva / por la contraria vía:
no porque opuesto a naturaleza sea;
pero cuando lo perfecto tuerce
la suerte, / no puedo decir que mueve a vida,
que el equilibrio / no tiene señorío.
Igual sucede a quien de él se abstiene.
Su ser se ve cuando / el querer es tanto
que más allá de mesura / de natura / va,
pues no se adorna / de reposo jamás.
Mueve, cambiando color, / risa en llanto,
y de la figura amada / con pavor / desvía;
poco se hospeda; / siempre de él verán
que en gente de valor se encuentra más.
La nueva cualidad / mueve a suspiros
y quiere que el hombre mire / en no formado lugar,
despertando la ira que envía fuego
(imaginar no lo puede quien no lo prueba), ***
ni se mueva / ya, pero que a él se arroje,
y no se vuelva / para buscar alivio:
no firme tiene la mente gran saber ni poco.
Del su modo viene / un mirar seguro
que hace parecer / el placer / cierto:
no puede cubierto / estar, cuando así ha llegado.
Aunque no salvaje, / la belleza es dardo,
que tal amar / para amedrentar / es sabio:
consigue mérito / el espíritu golpeado.
Y no se puede conocer por el rostro:
incluso / el blanco en tal objeto cae; ****
para quien bien escucha: / forma no se ve:
por lo tanto, menos a él, / que de ella viene.
Sin color, de esencia indivisa,
puesto / en lo oscuro, luz rechaza.
Sin fraude digo, / digno de fe,
que sólo de ése nace la merced.
Tú puedes segura ir, canción,
allá donde te place, así adornada;
por demás loada / será tu razón
por las personas de entendimiento:
de estar con otras, / no tienes ganas.
* Los comentaristas señalan que Cavalcanti sostiene aquí la doctrina de Averroes, según la cual la memoria es parte del alma sensible, no del intelecto, como afirmó el tomismo. Sobre esta línea se desarrolla el poema: los versos siguientes dirán que el intelecto puede contemplar el amor sin dolor ni deleite; no así la irracional alma sensible.
** Rodeado de un halo oscuro proveniente de Marte, planeta cuya influencia se consideraba tormentosa, y por lo tanto, susceptible de oscurecer la razón.
*** Se considera alusión del famoso ch'intender non la può chi non la prova, de Dante Alighieri.
**** Una de las más discutidas construcciones retóricas del poema: se interpreta que no puede percibirse el amor como el color blanco, el más puro, o el más inmediatamente perceptible. Esto es, que la criatura humana no podría verlo aun cuando su forma se presentara blanca; mucho menos al amor en sí, que con tal forma viene. Concuerda con lo dicho más arriba: se lo puede distinguir solo en sus efectos sobre el amante, cuyos colores cambian y su vista no puede fijarse en la figura amada.
Versión Jorge Aulicino
Dama me ruega
XXVII
Dama me ruega / quiera yo discurrir
sobre un accidente / frecuentemente / fiero
y altanero, / que es llamado amor:
tal que quien lo niega / pueda sentirlo.
Para tal fin, conocedor / quiero
porque no espero / que un bajo corazón
a tal razón / dirija inteligencia:
porque sin una natural / intelección
no tengo talante / de demostrar
dónde se posa, y quién lo hizo crear,
y cuál es su virtud y su potencia,
la esencia / luego, y cada movimiento
y el placer / que hace amor llamar,
y si acaso podría ser mostrado.
En aquel sitio / donde está memoria *
toma su estado, / así formado, / como
diafanidad / de luz en una oscuridad
que de Marte / viene, / y se establece; **
allí es creado / y con sensato / nombre,
del alma, atuendo, / y del corazón, voluntad.
Llega en visible forma / que se conforma,
pues prende / en el intelecto posible,
como en la materia, lugar y morada.
Ya allí no hay más pesadumbre
porque de cualidad no desciende:
resplandece / en su perpetuo / efecto;
no tiene deleite, / sí contemplación;
tal que no puede / prodigar semejanza.
No es virtud, / pero de ella viene
porque es perfección / y se muestra tal,
no racional / pero digo que siente;
sin salud, / juicio mantiene,
que la intención / por razón / es suficiente:
discierne mal / en quien es del vicio amigo.
De su poder viene con frecuencia muerte,
si fuerte / la virtud fuese impedida,
la que lleva / por la contraria vía:
no porque opuesto a naturaleza sea;
pero cuando lo perfecto tuerce
la suerte, / no puedo decir que mueve a vida,
que el equilibrio / no tiene señorío.
Igual sucede a quien de él se abstiene.
Su ser se ve cuando / el querer es tanto
que más allá de mesura / de natura / va,
pues no se adorna / de reposo jamás.
Mueve, cambiando color, / risa en llanto,
y de la figura amada / con pavor / desvía;
poco se hospeda; / siempre de él verán
que en gente de valor se encuentra más.
La nueva cualidad / mueve a suspiros
y quiere que el hombre mire / en no formado lugar,
despertando la ira que envía fuego
(imaginar no lo puede quien no lo prueba), ***
ni se mueva / ya, pero que a él se arroje,
y no se vuelva / para buscar alivio:
no firme tiene la mente gran saber ni poco.
Del su modo viene / un mirar seguro
que hace parecer / el placer / cierto:
no puede cubierto / estar, cuando así ha llegado.
Aunque no salvaje, / la belleza es dardo,
que tal amar / para amedrentar / es sabio:
consigue mérito / el espíritu golpeado.
Y no se puede conocer por el rostro:
incluso / el blanco en tal objeto cae; ****
para quien bien escucha: / forma no se ve:
por lo tanto, menos a él, / que de ella viene.
Sin color, de esencia indivisa,
puesto / en lo oscuro, luz rechaza.
Sin fraude digo, / digno de fe,
que sólo de ése nace la merced.
Tú puedes segura ir, canción,
allá donde te place, así adornada;
por demás loada / será tu razón
por las personas de entendimiento:
de estar con otras, / no tienes ganas.
* Los comentaristas señalan que Cavalcanti sostiene aquí la doctrina de Averroes, según la cual la memoria es parte del alma sensible, no del intelecto, como afirmó el tomismo. Sobre esta línea se desarrolla el poema: los versos siguientes dirán que el intelecto puede contemplar el amor sin dolor ni deleite; no así la irracional alma sensible.
** Rodeado de un halo oscuro proveniente de Marte, planeta cuya influencia se consideraba tormentosa, y por lo tanto, susceptible de oscurecer la razón.
*** Se considera alusión del famoso ch'intender non la può chi non la prova, de Dante Alighieri.
**** Una de las más discutidas construcciones retóricas del poema: se interpreta que no puede percibirse el amor como el color blanco, el más puro, o el más inmediatamente perceptible. Esto es, que la criatura humana no podría verlo aun cuando su forma se presentara blanca; mucho menos al amor en sí, que con tal forma viene. Concuerda con lo dicho más arriba: se lo puede distinguir solo en sus efectos sobre el amante, cuyos colores cambian y su vista no puede fijarse en la figura amada.
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