Luis Cernuda, Sevilla, 21 de septiembre 1902 – México, 5 de noviembre 1963
Quisiera saber por qué esta muerte
Quisiera saber por qué esta muerte
al verte, adolescente rumoroso,
mar dormido bajo los astros ciegos,
aún constelado por escamas de sirenas,
o seda que despliegan
cambiante de fuegos nocturnos
y acordes palpitantes,
rubio igual que la lluvia,
sombrío igual que la vida es a veces.
Aunque sin verme desfiles a mi lado,
huracán ignorante,
estrella que roza mi mano abandonada su eternidad,
sabes bien, recuerdo de siglos,
cómo el amor es lucha
donde se muerden dos cuerpos iguales.
Yo no te había visto;
miraba los animalillos gozando bajo el sol verdeante,
despreocupado de los árboles iracundos,
cuando sentí una herida que abrió la luz en mí;
el dolor enseñaba
cómo una forma opaca, copiando luz ajena,
parece luminosa.
Tan luminosa,
que mis horas perdidas, yo mismo,
quedamos redimidos de la sombra,
para no ser ya más
que memoria de luz;
de luz que vi cruzarme,
seda, agua o árbol, un momento.
Quisiera saber por qué esta muerte
Quisiera saber por qué esta muerte
al verte, adolescente rumoroso,
mar dormido bajo los astros ciegos,
aún constelado por escamas de sirenas,
o seda que despliegan
cambiante de fuegos nocturnos
y acordes palpitantes,
rubio igual que la lluvia,
sombrío igual que la vida es a veces.
Aunque sin verme desfiles a mi lado,
huracán ignorante,
estrella que roza mi mano abandonada su eternidad,
sabes bien, recuerdo de siglos,
cómo el amor es lucha
donde se muerden dos cuerpos iguales.
Yo no te había visto;
miraba los animalillos gozando bajo el sol verdeante,
despreocupado de los árboles iracundos,
cuando sentí una herida que abrió la luz en mí;
el dolor enseñaba
cómo una forma opaca, copiando luz ajena,
parece luminosa.
Tan luminosa,
que mis horas perdidas, yo mismo,
quedamos redimidos de la sombra,
para no ser ya más
que memoria de luz;
de luz que vi cruzarme,
seda, agua o árbol, un momento.
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