Del otro lado de la medianera hay unos hijos de puta
El altruismo apenas se limita a no matar si de otros pisos
nos llegan prepotentes en el sueño
la percusión o el bajo del cuarteto,
como remedo exiguo de una alegría ajena, incomprensible,
más bien imbécil.
No siempre uno elige cómo vive.
Obligados, compartimos un código de monos y medusas
para el que alcanzan las meras terminales nerviosas disponibles.
La noche nos impone su condena.
Escucho:
“¿Tomamos un vinito? ¡A ver esa zambita!
Mirá que somos familieros. ¡Fernet y cocacola!”
El alma provinciana llegó al Centro y trajo hasta esta calle
sus costumbres, su tedio y la portatil.
Falta decir que va de jogging, mocasines y a veces medias blancas
para cumplir con saña
la pura periferia del sentido.
Escucho,
hundido en la negrura de la suerte,
¿qué importa lo que dicen los demás, el código civil,
la ley que no es justicia?
Hay cada vez menos espacio.
Vale decir, éste es un mundo donde es fácil esperar
que la vida transcurra entre bostezos,
sin guardar un equilibrio entre pasión y pensamiento;
un mundo en que no existe realidad salvo en la tele.
La tele está muy fuerte
y pienso que no siempre uno elige cómo vive.
Más bien, uno se arregla como puede.
Y a veces no se puede
vivir
cuando del otro lado de la medianera
hay unos hijos de puta.
un poemazo, los hijos nuestros son los que votaron la derecha más obtusa y tedicen yo no hablo política- sangran política-
ResponderBorrarY los otros hijos son los que dicen que no se hable del antes sino del ahora!
ResponderBorrarY los otros hijos son los que dicen que no se hable del antes sino del ahora!
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