miércoles, 18 de julio de 2018

Macky Corbalán -Humanos

Macky Corbalán, Cutral Co, 19 de junio 1963 - Neuquén, 14 de septiembre 2014 


Humanos

Leo en ellos como en páginas escritas.
Atravieso sus órganos opacos, su piel,
el susceptible hilado de los nervios.
Es lo de siempre, lo de cada época:
rencillas, acuerdos y desánimo. Una cosa
no entiendo: esa oscura,
repentina agitación
cuando recuerdan.


Algo clama por la atención del gato
que, desde su somnolencia, se yergue
y husmea el aire; como en el resto
de las cosas esenciales,
no hay nada allí que nosotros
podamos ver.


Fuera de esta habitación,
los perros inician su inacabable
perorata nocturna, los gatos se hacen
uno con el muro y crece,
en el mundo

una jerga animal que no me es extraña:
sube por tus ojos antes
de tocar mi cuerpo.



Los lamentos, las sirenas,
los disparos,
son el sudor de esta
noche ardiente.
Los lamentos.
Las sirenas.
Los disparos.
Dios respira con dificultad
en la cama de mis padres.


Estoy lejos,
en la orilla, pero aún así
alcanzo a ver:
camina sobre las aguas
encrespadas,
distraídamente. Un paso sucede
a otro, y su espalda se encorva
por el peso del milagro;
se nota.
No quiere no caer;
en la angosta calleja de
una sola dirección que es
su mente, desea
hundirse como cualquier cristiano,
hundirse,
hundirse. Y no tener que
pensar en duraznos,
dulces de frutillas,
mecanos de rosas,
chocolates con almendras -nunca con maníes-.
Algo más se agita en su alma
de tela rasgada: no debería hacer
sucumbir las leyes (las de la
física en este momento; las de la escritura,
más tarde, cuando se siente y escriba
del amor cuando aún sufre y no recuerda).
Qué más da.
Tarde o temprano deberá
salir del agua,
y quizás sea la tierra la que
se la trague, para no tener que ver
en su habitación,
las velas que arden alrededor
de esos huecos en la almohada vacía.


¿Quién se acerca
desde el vibrante labio del horizonte,
protegido por la cegadora luz blanca?
Quisiera creer que todos lo ven,
y lo esperan. (Pero ¿por qué lo pienso
en masculino? ¿Acaso mi mente puede leer
lo que se acerca y cuando esto es poderoso
lo imagina hombre?)
Miro a los costados,
nadie parece compartir mi digresión,
esta ansiedad, el aire de temor.
Se mueve detenido por la lejanía.
Aquí, en este lugar de la espera,
todo sigue igual: casas y tumbas se
chupan a los seres con igual codicia;
la piel se enciende en los sueños,
los sueños se acaban cuando empieza el día,
el día termina apenas abiertos los ojos.
Pero, ¿cuándo? ¿y ese gesto de los perros,
ese dejo de terror? Parecieran tener cajas en
la lengua y un movimiento
continuo en la cabeza
(dentro de la cabeza).
No hay nada: ni cámaras ni música ambientando
el final feliz. No hay final feliz.
No hay aliento, no hay afuera,
no hay siquiera UN intento
por anonadarse
con éxito.
Y quien viene,
sin llegar.


Entre morir
o vivir, elijo
callar.

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