viernes, 8 de febrero de 2019

Jacques Roumain -Madera de Ébano

Jacques Roumain, Puerto Príncipe, 4 de junio 1907 – Haití, 18 de agosto 1944 
Traducción  Lucrecia Arcos  


Madera de Ébano

Si el verano es lluvioso y taciturno
si el cielo cubre el estanque con un párpado de nube
si la palma de desanuda en jirones
si los árboles son de orgullo y negros en el viento y la bruma
si el viento abate sobre la sabana un pedazo de canto fúnebre
si la sombra se posa sobre el fuego extinto del hogar
si un velamen de alas salvajes lleva la isla hacia los naufragios
si el crepúsculo ahoga el vuelo desgarrado de un último pañuelo
y si el grito hiere al pájaro
tú partirás

abandonando tu pueblo
su laguna y sus uveros amargos
la huella de tus pasos en sus arenas
el reflejo de un sueño al fondo de un pozo
y la vieja torre atada a la vuelta del camino
como un perro fiel al extremo de su correa
y que ladra en la noche
un llamado roto en los pastizales…

Negro mercader de revuelta
conoces los caminos del mundo
desde que fuiste vendido en Guinea
una luz vacilante te llama
una piragua lívida
encallada en el hollín de un cielo de suburbios

Chimeneas de fábricas
palmeras decapitadas con follaje de humo
liberan una firma vehemente

La sirena abre sus válvulas
de las prensas de fundición brota un vino de odio
un oleaje de hombros la espuma de los gritos
y se propaga en los callejones
y fermenta en silencio
en los tugurios cubas de motines

He aquí para tu voz un eco de carne y de sangre
negro mensajero de esperanza
porque tú conoces todos los cantos del mundo
desde aquellos de los senderos inmemoriales del Nilo

Te acuerdas de cada palabra el peso de las piedras de Egipto
y el arrebato de tu miseria levantó las columnas de los templos
como un sollozo de savia el tallo de los juncos

Cortejo titubeante ebrio de espejismos
en la pista caravanas de esclavos levantan
delgadas ramas de sombras encadenadas de sol
brazos implorantes a nuestros dioses

Mandinga Arada Bambara Ibo
gimiendo un canto que los cepos estrangulan
(y cuando llegamos a la costa
Mandinga Bambara Ibo
cuando llegamos a la costa
Bambara Ibo
no quedaba de nosotros
Bambara Ibo
más que un puñado de granos dispersos
en la mano del sembrador de la muerte)

Este mismo canto retomado hoy en el Congo
pero ¿cuándo, pues, oh pueblo mío,
con inviernos en llamas dispersando una tormenta
de pájaros de ceniza
reconoceré la rebelión de tus manos?

Y que escuché en las Antillas
este canto de negras
quién te enseñó negra este canto de inmensa
pena negra de las islas negra de las plantaciones
esta queja desolada

Como en la caracola el soplo oprimido de los mares

Pero sé también de un silencio
un silencio de veinticinco mil cadáveres negros
de veinticinco mil travesaños de Madera de Ébano

Sobre los rieles del Congo-Océano
pero yo sé
de sudarios de silencio en las ramas de los cipreses
de pétalos de negros coágulos en las zarzas
de ese bosque donde fue linchado mi hermano de Georgia
y pastor de Abisinia

Qué espanto te hizo pastor de Abisinia
y máscara de silencio mineral
qué rocío infame de tus ovejas un rebaño de mármol
en los pastorales de la muerte

No no hay ni canga ni hiedra para ahorcarlo
ni cárcel ni tumba para encerrarlo
ni elocuencia para disfrazarlo con bisutería de la mentira

el silencio

más desgarrador que un simún de azagayas
más rugiente que un ciclón de fieras
y que aúlla
se levanta
pide
venganza y castigo
maremoto de pus y lava
sobre la felonía del mundo
y el tímpano del cielo reventado bajo el puño
de la justicia

África he guardado tu memoria África
estás en mí

Como la astilla en la herida
como un fetiche tutelar al centro del pueblo
haz de mí la piedra de tu honda
de mi boca los labios de tu pena
de mis rodillas las columnas rotas de tu deshonra…

SIN EMBARGO
no quiero ser sino de su raza
obreros campesinos de todos los países
lo que nos separa
los climas la extensión el espacio
los mares
un poco de espuma de veleros en una cubeta de índigo
una lavada de nubes secándose en el horizonte
aquí paja un marisma impuro
allá estepas podadas con tijeras del hielo
de las montañas
la fantasía de una pradera arrullada por álamos
el collar de un río en la garganta de una colina
el pulso de las fábricas martillando la fiebre de los veranos
otras playas otras selvas
la asamblea de las montañas
habitada por el elevado pensamiento de los gavilanes
otros pueblos

¿Es todo esto clima extensión espacio
lo que crea el clan la tribu la nación
la piel la raza y los dioses
nuestra inexorable diferencia?

Y la mina
y la fábrica
las cosechas arrancadas a nuestra hambre
nuestra común indignidad
nuestra servidumbre invariable bajo todos los cielos?

Minero de Asturias minero negro de Johannesburgo
metalúrgico de Krupp duro campesino de Castilla viñador
de Sicilia paria de las Indias
(franqueo tu umbral – réprobo
tomo tu mano en mi mano – intocable)
guardia rojo de la China soviética obrero alemán de la
prisión de Moabit indio de las Américas

Reconstruiremos
Copán
Palenque
y los Tiahuanacos socialistas

Obrero blanco de Detroit peón negro de Alabama
pueblo innumerable de las galeras capitalistas
el destino nos alza hombro con hombro
y renegando el antiguo maleficio de los tabúes de sangre
hollamos los escombros de nuestras soledades

Si el torrente es frontera
arrancaremos al arroyo su abundante
cabellera
si la sierra es frontera
romperemos la mandíbula de los volcanes
afirmando las cordilleras
y la llanura será explanada de aurora
donde unir nuestras fuerzas divididas
por la astucia de nuestros amos

Como la contradicción de los rasgos
se resuelve en la armonía del rostro
proclamamos la unidad del sufrimiento
y de la rebelión
de todos los pueblos en la superficie de la tierra

y agitamos el mortero de los tiempos fraternales
en el polvo de los ídolos.


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