miércoles, 20 de febrero de 2019

Roxana Páez -Mi naranja sanguínea

Roxana Páez, La Plata, 15 de abril 1962


Mi naranja sanguínea

Debí trepar la verja
y saltar.
Magnifique,
dijo un vecino que me prestó
el hombro como punto de apoyo.

Salí con cualquier pretexto
para dar una vuelta por el barrio,
crucé la calle de la Presentación
y vos al fin te desvestías.
Después atravesé la Julio Verne
y vi al fondo los reflejos verdes
sobre los vidrios abombados
que reflejaban el sol de la tarde,
la proximidad de mi casa,
lo fantástico.

Llevaba en mi bolso frutillas,
tomates diminutos imitándolas y
naranjas sanguíneas.
El día era perfecto.

África por la mañana,
casi China, pero estamos en Francia.
Junto a la sinagoga, el tunecino
ponía las mesas en la vereda.

La gente sin trabajo
ya tomaba
sol en las terrazas.

Les pegaban los rayos.
La resiliencia parece una red
tejida con esos hilos que van fijando
la vitamina D
que une los espacios en microscópicas
redecillas aún para que no te caigas ni para
afuera ni para adentro
y seas capaz de saltar.
Como un gato,
con tu estructura de calcio.

Salté para ver justo delante la pareja
salida de una película de los años sesenta, ella
con ray-ban y un pañuelo beige en la cabeza.

Perpendiculares
les salen al paso tres mujeres con el mismo acento
y pelucas de plástico que cubren el pelo verdadero,
en lugar de velos. Eso vi.

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