Lavinia Greenlaw, Londres, 30 de julio 1962
Versión Santiago Espel
Foto de noche
Al cruzar el canal de La Mancha en invierno, de noche,
la costa asoma con la perspectiva de la distancia.
Después se va hundiendo en una sombra superpuesta.
Luces pequeñas, muelles, el muro de la bahía,
límites de la ciudad que se disipan lentamente,
mientras el manto de la noche lo devora todo.
Más allá de la popa, las barreras de niebla espesa
son el punto de fuga que vamos dejando atrás
hasta hacerse casi imperceptibles, intangibles.
Lo que resulta imposible de retener o retratar
es el chapoteo incesante del agua en su danza.
El ojo es ajeno a esa abstracción suprema.
El ojo no hace foco, no encuentra detalle ni primer plano.
Más asible y rotunda resulta la curvatura del horizonte.
Cielo y mar se funden ahí, en ese nudo oscuro
de texturas familiares: humo, mármol, aceite y anguilas.
La luz enfoca y define sus materias, como nombrándolas.
La luz del sol sobre la luna, el foco luminoso agujereando
la negra carpeta con sus manchones de blanco reflejo.
Vamos llegando a tierra, esquivando boyas y barcos livianos.
Vamos hacia el puerto y su adicción de colores.
Los planetas parecen alinearse. Dejamos atrás la sombra.
En cualquier momento comienza un nuevo día.
Versión Santiago Espel
Foto de noche
Al cruzar el canal de La Mancha en invierno, de noche,
la costa asoma con la perspectiva de la distancia.
Después se va hundiendo en una sombra superpuesta.
Luces pequeñas, muelles, el muro de la bahía,
límites de la ciudad que se disipan lentamente,
mientras el manto de la noche lo devora todo.
Más allá de la popa, las barreras de niebla espesa
son el punto de fuga que vamos dejando atrás
hasta hacerse casi imperceptibles, intangibles.
Lo que resulta imposible de retener o retratar
es el chapoteo incesante del agua en su danza.
El ojo es ajeno a esa abstracción suprema.
El ojo no hace foco, no encuentra detalle ni primer plano.
Más asible y rotunda resulta la curvatura del horizonte.
Cielo y mar se funden ahí, en ese nudo oscuro
de texturas familiares: humo, mármol, aceite y anguilas.
La luz enfoca y define sus materias, como nombrándolas.
La luz del sol sobre la luna, el foco luminoso agujereando
la negra carpeta con sus manchones de blanco reflejo.
Vamos llegando a tierra, esquivando boyas y barcos livianos.
Vamos hacia el puerto y su adicción de colores.
Los planetas parecen alinearse. Dejamos atrás la sombra.
En cualquier momento comienza un nuevo día.
vaya si es bello ésto. Como lo es toda descripción que no intente simplemente ser una foto, porque "el ojo es ajeno a esa abstracción suprema del agua" el chapoteo del agua no se puede reproducir, obedece sólo a sí mismo, a su movimiento.
ResponderBorrarEs más facil la curvatura del horizonte. El poema para mí es bellísimo, la poeta está acompañada en su diálogo con los objetos, su mirada es profundamente poética, con ella y de puntillas puede acercarse quizás a lo innombrable...que entrará casi, inadvertidamente...